Solemnidad Epifanía del Señor, 8 de Enero 2023, Ciclo A

gif animados cenefas de Navidad

 

                                                                                                       

San Mateo 2, 1- 12

Venimos a Adorar al Rey

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Epifanía: es la historia de un viaje de ida y vuelta. Dios vino a los suyos en pobreza y debilidad y los suyos no lo reconocieron ni lo recibieron. Este viaje es la Epifanía, la manifestación de Dios a los hombres. La vida del creyente es también la historia de un viaje, un viaje al encuentro de Dios. Si Dios sale a mi encuentro, yo también tengo que salir a su encuentro. Navidad es la cita del amor de Dios con cada uno de nosotros.

2.- Los Reyes Magos: representantes de los pueblos paganos, sirven de ejemplo para nuestra búsqueda de Dios: en efecto, ellos perciben su silenciosa presencia en los signos de la creación; para hallar la Verdad, que sólo habían entrevisto, emprenden un viaje lleno de incógnitas y de riesgos; su itinerario se concluye en un descubrimiento y en un acto de profunda adoración hacia el Niño Jesús, que ellos ven junto a su Madre: le ofrecen sus tesoros, recibiendo en cambio el don inestimable de la fe y del gozo cristiano.

3.- La Luz: que, en la noche de Navidad, brilló sobre la cueva de Belén, anticipando el canto de los ángeles: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que Dios ama» (Lc 2, 14). El profeta, señalando la luz, en cierto sentido señala a Cristo. Como sucedió a los pastores que buscaban al Mesías recién nacido, hoy esta luz resplandece en el camino de los Magos llegados de Oriente para adorar al Rey de los judíos recién nacido.

4.- El Regalo: el verdadero don es él: Jesús, el don de Dios al mundo. Debemos acogerlo a él, para llevarlo a cuantos encontremos en nuestro camino. Él es para todos la epifanía, la manifestación de Dios, esperanza del hombre, de Dios, liberación del hombre, de Dios, salvación del hombre. Los Reyes Magos Llevaron oro, incienso y mirra. 

   Esos dones, ciertamente, no responden a necesidades primarias o cotidianas. En ese momento la Sagrada Familia habría tenido mucha más necesidad de algo distinto del incienso /y la mirra, y tampoco el oro podía serle inmediatamente útil. Pero estos dones tienen un significado profundo: son un acto de justicia. De hecho, según la mentalidad vigente en aquel tiempo en Oriente, representan el reconocimiento de una persona como Dios y Rey: es decir, son un acto de sumisión. Quieren decir que desde aquel momento los donadores pertenecen al soberano y reconocen su autoridad. La consecuencia que deriva de ello es inmediata. 

REFLEXIÓN 

   Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio. La liturgia de este Domingo celebra la manifestación de Jesús a todos los hombres. Es una “luz”, que se enciende en la noche del mundo y atrae hacia sí a todos los pueblos de la tierra. Cumpliendo el proyecto liberador que el Padre nos quería ofrecer, esa “luz” se encarnó en nuestra historia, iluminó los caminos de los hombres, los condujo al encuentro de la salvación, de la vida definitiva.

   La primera lectura anuncia la llegada de la luz salvadora de Yahvé, que transfigurará Jerusalén y que atraerá a la ciudad de Dios a pueblos de todo el mundo.

    La segunda lectura presenta el proyecto salvador de Dios como una realidad que va a afectar a toda la humanidad, uniendo a judíos y a paganos en una misma comunidad de hermanos, la comunidad de Jesús.

    En el Evangelio, vemos la concretización de esa promesa: al encuentro de Jesús vienen los “magos” de oriente, representantes de todos los pueblos de la tierra. Atentos a los signos de la llegada del Mesías, lo buscaron con esperanza hasta encontrarlo, reconocieron en él al “salvador de Dios” y lo aceptaron como “el Señor”. La salvación desechada por los habitantes de Jerusalén, se vuelve ahora un don que Dios ofrece a todos los hombres, sin excepción.

    Cada domingo tenemos una cita con el amor. Un cortísimo viaje nos separa de la casa donde nace el amor. ¿Dónde encajamos nosotros en esta fiesta de la Epifanía? Aquí venimos a tener una visión nueva, una epifanía. Nuestra fe no es una propiedad privada y vallada. Somos parte de una comunidad, la iglesia y viajamos en caravana. Nadie viaja solo. Nadie se salva solo. Todos necesitamos una estrella que nos guíe: un consejo, una palabra de ánimo de los hermanos, escrutar las escrituras, preguntar. Todos estamos en diferentes etapas del viaje: los viejos buscadores y los novatos, los que dudan, los que pecan, los que tienen un problema como Herodes, los que saben todo como los escribas, los que caminan rápido y los que caminan lentamente. Lo importante es alcanzar la meta y contemplar el rostro del Mesías. Epifanía, fiesta de la esperanza, fiesta de la luz para todos.

PARA LA VIDA 

   Una historia de Etiopía nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo: No puedo dividir en tres partes lo que poseo. Os tocaría muy poco. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más astuto y sagaz. Dicho de otra forma, a mi mejor hijo. Encima de la mesa hay una moneda para cada uno. Tomadla. El que compre con esa moneda algo que pueda llenar toda la casa se quedará con todo. Se fueron. 

   El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad. El segundo compró sacos de plumas y tampoco la llenó. El tercero -que consiguió la herencia- sólo compró un pequeño objeto. Una vela. Éste esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz. La Navidad es la historia de un viaje de ida y vuelta. Dios vino en pobreza y en debilidad y los suyos no lo reconocieron ni lo recibieron. Este viaje es una epifanía, una manifestación de Dios.

La vida del creyente es también la historia de un viaje, un viaje al encuentro con Dios. Si Dios viene a mi encuentro, yo también tengo que salir a su encuentro. Navidad es la cita del amor. En el amor verdadero siempre hay dos corazones latiendo al mismo ritmo. Navidad es la cita del amor de Dios con cada uno de sus hijos. Navidad es el viaje de Dios que sale a nuestro encuentro. De pequeños todos hemos jugado a lanzar piedras en algún río, estanque. ¿Quién lanzaba la piedra más lejos? ¿Quién hacía más ondas? Jesús fue, por así decir, como una piedra lanzada en Oriente. La primera onda alcanzó a los judíos. 

   La segunda onda alcanzó a los gentiles. La tercera, la cuarta…. Hasta llegar a nosotros. Ondas de amor y de luz emanan de la piedra que es Cristo y llegan hasta nuestra orilla. El evangelio que hemos proclamado hoy, debería ser nuestra historia personal. No basta que digas qué suerte tuvieron los tres Magos de Oriente. No, tienes que dejarte tocar por el evangelio. Mi vida es una pregunta: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido para ir a adorarlo? Mi vida es esta búsqueda y este viaje hacia Dios.



Solemnidad Santa María Madre de Dios, 1 de Enero 2023, Ciclo A

 

San Lucas 2, 16 - 21

Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Palabra: tendió una mano a los hijos de Abrahán, como afirma el Apóstol, y por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos y asumir un cuerpo semejante al nuestro. Por esta razón, en verdad, María está presente en este misterio, para que de ella la Palabra tome un cuerpo, y, como propio, lo ofrezca por nosotros. La Escritura habla del parto y afirma: Lo envolvió en pañales; y se proclaman dichosos los pechos que amamantaron al Señor, y, por el nacimiento de este primogénito, fue ofrecido el sacrificio prescrito. El ángel Gabriel había anunciado esta concepción con palabras muy precisas, cuando dijo a María no simplemente «lo que nacerá en ti» —para que no se creyese que se trataba de un cuerpo introducido desde el exterior—, sino de para que creyéramos que aquel que era engendrado en María procedía realmente de ella.

2.- El Nacimiento: hace referencia siempre a un comienzo, al comienzo de lo que nace. La Navidad del Señor hace referencia a un comienzo singular. En primer lugar habla de ese comienzo que precede a todos los tiempos, del principio que es Dios mismo, sin comienzo. Durante esta octava nos hemos nutrido diariamente del misterio de la perenne generación en Dios, del misterio del Hijo engendrado eternamente por el Padre: «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado» (Profesión de Fe).

3.- La Convivencia: entre los hombres será consiguientemente ordenada, fructífera y propia de la dignidad de la persona humana si se funda sobre la verdad… Ello ocurrirá cuando cada uno reconozca debidamente los recíprocos derechos y las correspondientes obligaciones.

4.-La Paz: hay que aprenderla continuamente. En consecuencia, hay que educarse para la paz, como dice el Mensaje del primer día del año. Hay que aprenderla honrada y sinceramente en los varios niveles y en los varios am­bientes, comenzando por los niños de las escuelas elementales, y llegando hasta los gobernantes. ¿En qué estadio de esta educación universal para la paz nos encontramos? ¿Cuánto queda todavía por hacer? ¿Cuánto hay que aprender aún? Hoy la Iglesia venera especialmente la Maternidad de María. Esta es como un mensaje final de la octava de la Navidad del Señor. El nacimiento hace referencia siempre a la que ha engendrado, a la que da la vida, a la que da al mundo al Hombre. El primer día del año nuevo es el día de la Madre.

REFLEXIÓN

    En este día, la liturgia nos sitúa delante de evocaciones diversas, aunque todas importantes. Se celebra, en primer lugar, la solemnidad de Santa María, Madre de Dios: estamos invitados a contemplar la figura de María, aquella mujer que, con su “sí” al proyecto de Dios, nos ofreció a Jesús, nuestro libertador. Se celebra, en segundo lugar, el Día Mundial de la Paz: en 1968, el Papa Pablo VI propuso a los hombres de buena voluntad que, en este día, se rezase por la paz en el mundo. 

   Se celebra, finalmente, el primer día del año civil: es el inicio de un camino recorrido cogidos de la mano de ese Dios que nos ama, que cada día nos llena de bendiciones y nos ofrece una vida en plenitud. Las lecturas que hoy se nos proponen exploran, por tanto, estas distintas coordenadas. Evocan esta multiplicidad de temas y de celebraciones.

   En la Primera Lectura, se subraya la dimensión de la presencia permanente de Dios en nuestro caminar y nos recuerda que su bendición nos proporciona vida en plenitud.

   En la Segunda Lectura, la liturgia evoca, otra vez, el amor de Dios, que envió a su Hijo al encuentro de los hombres para liberarlos de la esclavitud de la Ley y para hacerlos sus “hijos”. Es por esa situación privilegiada de “hijos” libres y amados como podemos dirigirnos a Dios y llamarle “abba” (“papá”).

   El Evangelio muestra cómo la llegada del proyecto liberador de Dios (que se hizo realidad plena en nuestro mundo a través de Jesús), provoca alegría y felicidad en aquellos que no tienen otra posibilidad de acceso a la salvación: los pobres y los marginados. Nos invita también a alabar a Dios por su amor y a testimoniar el designio liberador de Dios en medio de los hombres. María, es la mujer que proporcionó nuestro encuentro con Jesús, y el modelo de creyente que es sensible a los proyectos de Dios, que sabe leer sus signos en la historia, que acoge la propuesta de Dios en el corazón y que colabora con Dios en la realización del proyecto divino de salvación para el mundo. 

PARA LA VIDA

   Una mujer se llevaba muy mal con su marido. A pesar de todos los cuidados que daba al padre de sus hijos, ella tenía que aguantar todas sus maldades. Un día, queriendo transformar su vida en un idilio, decidió consultar a un adivino. ¿No tendrá usted un talismán que me ayude a cambiar el corazón duro y frío de mi marido? La leche de una tigresa. Procúramela y tu problema estará resuelto, dijo el adivino. Asustada pero esperanzada la mujer decidió remover cielo y tierra para encontrar la solución de sus problemas. Unos cazadores le dijeron que una tigresa amamantaba a sus crías en el bosque. 

   Compró un cordero y se puso a buscarla por el bosque. Cuando la fiera la vio pensando que sus crías estaban en peligro estuvo a punto de devorarla. Le lanzó el cordero y huyó. Unos días más tarde, volvió al bosque con un cabritillo que ofreció a la tigresa cuando llegó a su guarida. La fiera le permitió acercarse mientras engullía satisfecha su cabritillo. La mujer la acarició y la ordeñó. Regresó donde el adivino y le entregó la leche de la tigresa. Hija mía, con fuerza de voluntad, de dulzura y de inteligencia has conseguido domar un tigre. Vuelve a casa y haz lo mismo con tu marido. Esta otra fiera es más fácil de domar. La felicidad no está nunca lejos de nosotros.

   Todos buscan la felicidad Todos al comenzar un año se desean la felicidad y cada uno hace propósitos, pero la gran mayoría no los cumple. ¿Por qué no los cumplimos? ¿Por qué no cambiamos? El secreto del cambio no está en nosotros. Sólo el Señor hará el cambio si se lo permitimos. De ahí, podemos decir que somos fracasados, tristes y llenos de amargura porque no respetamos esos compromisos adquiridos en el mejor tiempo del Año: el comienzo. Celebramos hoy a María Virgen y Madre Esa mujer que nos trajo la divinidad. 

   Es la hija de Israel, de Sión donde Dios puso su mirada para ver la humillación de su esclava. María guardaba todo en su corazón y María, por la fe concibió a Jesús en su corazón antes que en su cuerpo. También celebramos la Jornada por la paz Una paz que la trae Jesucristo. "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz". Números 6, 22- 27 La Navidad anuncia la paz a los hombres de buena voluntad. La paz no es un meteorito caído del cielo. LA PAZ que trae Jesús es un fruto que sólo crece en el corazón de los que lo reciben.

La Sagrada Familia de Jesús, María y José, 30 de Dic 2022, Ciclo A

San Mateo 2, 7 - 15 . 19 - 23

Toma al Niño y a su Madre y Huye a Egipto

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Sagrada Familia  la fiesta de hoy nos invita a contemplar la Sagrada Familia de José, María y Jesús, y a admirar su armonioso entendimiento y su perfecto amor. A la luz de ese modelo podemos comprender mejor el valor de la institución familiar y la importancia de su serena convivencia.

2.- Vocación de la Familia: la familia es una vocación al amor, una comunidad de personas llamadas a vivir una experiencia específica de comunión (cf. Familiaris consortio, 21) dentro del vasto designio de unidad, que Dios estableció para la Iglesia y el mundo, y que tiene su modelo y su fuente en la comunión trinitaria.

3.- El Hijo: se hizo sacerdote en la Encarnación, pero precisamente en virtud de ese ministerio tuvo necesidad de una educación familiar. Jesús obedecía a María y a José: "Vivía sujeto a ellos", dice el Evangelio (Lc 2, 51). Esta sumisión contribuía a la unión del Niño con sus padres y al clima de perfecto entendimiento que reinaba en la casa de Nazaret. La educación recibida en familia preparó de hecho a Jesús para la misión que debía realizar en la tierra, según la revelación del ángel en el momento de la Anunciación.

4.- La Madre de Dios: Reina de la familia, título con el que podríamos de ahora en adelante invocarla en las letanías lauretanas, ayude a las familias de los creyentes a responder cada vez más fielmente a su vocación a fin de que lleguen a ser auténticas iglesias domésticas.

5.- José Padre: como padres de Jesús, en su vida diaria y oculta en Nazaret. Ellos, José y María se limitaban a guardar todo en su corazón, es decir, a aceptar la voluntad de Dios, a amar al niño, y a considerarse simples colaboradores de Dios en sus designios inescrutables. 

   Tanto José como María ya sabían bastante de esto: José ya había sabido guardar un asombroso silencio cuando vio que su prometida estaba embarazada antes de vivir con él y María había sabido aceptar, con profunda humildad, las palabras del ángel, antes de la concepción virginal de su hijo. 

   El profundo respeto que José había tenido ante el comportamiento extraño de María y el profundísimo respeto que José y María demostraron ante el comportamiento extrañísimo del niño en esta ocasión, son un ejemplo admirable para muchísimas familias de nuestro tiempo que pasan por momentos de convivencia complicada y difícil. El respeto entre todos los miembros de la familia es un magnífico mensaje que nos envía hoy a las familias de nuestro tiempo esta fiesta de la Sagrada familia. 

REFLEXIÓN

   La liturgia de este domingo nos propone a la familia de Jesús, como ejemplo y modelo para nuestras comunidades familiares. Las lecturas ofrecen indicaciones prácticas para ayudarnos a construir familias felices, que sean espacios de encuentro, lugares para el compartir , para la fraternidad, para el amor verdadero.

   La primera lectura presenta, de forma muy práctica, algunas actitudes que los hijos deben tener para con los padres. Es una forma de concretar ese amor del que habla la segunda lectura.

   La segunda lectura subraya la dimensión del amor que debe brotar de las acciones de aquellos que viven “en Cristo” y aceptan ser “Hombres Nuevos”. Ese amor debe alcanzar, de forma muy especial, a todos los que comparten con nosotros el espacio familiar y debe traducirse en determinadas actitudes de comprensión, bondad, respeto, solidaridad, servicio.

   El Evangelio presenta una catequesis sobre Jesús y la misión que el Padre le confió; pero, sobre todo, nos propone el marco de una familia ejemplar, la familia de Nazaret. En ese escenario hay dos ejes que puestos de relieve: se trata de una familia donde existe verdadero amor y verdadera solidaridad entre sus miembros; y se trata de una familia que escucha a Dios y que sigue, con absoluta confianza, los caminos propuestos por Él.

   Nazaret es la primera escuela de amor, donde empieza a entenderse la vida de Jesús. El contempló la actitud de sus padres y lo asumió. Hoy día la familia sigue siendo la primera escuela, donde el niño se impregna de los auténticos valores. Los niños son esponjas, que observan e imitan lo que hacen los padres. La familia, iglesia doméstica, es la primera escuela de educación en la fe, es donde se asume la actitud ante la sociedad y el prójimo. 

   Los hijos, han subrayado recientemente los obispos españoles, "aprenden a amar en cuanto son amados gratuitamente, aprenden el respeto a otras personas en cuanto son respetados, aprenden a conocer el rostro de Dios en cuanto reciben su primera revelación de un padre y una madre llenos de atenciones.

PARA LA VIDA

   Mi hijo hace poco llegó a este mundo, de manera normal. Pero yo tenía que trabajar, tenía tantos compromisos.  Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba. Comenzó a hablar cuando yo no estaba. Mi hijo, a medida que crecía, me decía: "Papi, algún día seré como tú ¿Cuándo regresas a casa, papi?" -"No lo sé, pero cuando regrese jugaremos juntos... ya lo verás". Cuando mi hijo cumplió los diez años me dijo: "Gracias por la pelota papá, ¿quieres jugar conmigo? -"Hoy no, hijo; tengo mucho que hacer" -"Esta bien papá, otro día será". Se fue sonriendo y siempre en sus labios las palabras: "Yo quiero ser como tú. ¿Cuándo regresas a casa, papá? -"No lo sé, pero cuando regrese jugaremos juntos... ya lo verás" Mi hijo regresó de la universidad el otro día, hecho todo un hombre. "Hijito, estoy muy orgulloso de ti. 

   Siéntate y hablemos un poco de tu vida". -"Hoy no, papá, tengo compromisos... por favor préstame el auto para ir a visitar a unos amigos". Ya me jubilé y mi hijo vive en otro lugar. Hoy lo llamé: "Hola hijo, quiero verte" -"Me encantaría papá, pero es que no tengo tiempo... tú sabes, el trabajo, los niños... pero gracias por llamar, fue increíble escuchar tu voz."  Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo había cumplido su deseo: era exactamente como yo. Y ahora lamento profundamente no haberle entregado mi tiempo cuando él lo necesitaba. Pero ya es demasiado tarde.

   Y por eso debemos dedicarle todo la atención y todo nuestro mejor tiempo, no nos vaya a pasar como al padre del cuento que, tarde, se dio cuenta de que no había puesto a su familia y a su hijo en los primeros puestos de su jerarquía de prioridades. Y es que la familia es la  primera comunidad donde se viven y se aprenden los principales valores de la vida, pero una familia que debe ser no sólo grupo, sino hogar, vivencia concreta del amor dado y recibido, preparación para vivir en sociedad en clave de respeto, tolerancia, solidaridad y responsabilidad. 

   Y si Dios está en medio, como lo estuvo entre José, María y Jesús, y como debería estarlo en toda familia que se declare cristiana, sin duda que esos valores se acentuarán y serán beneficiosos para la Iglesia y la sociedad en general. Revisemos hoy nuestra propia familia. ¿Es comunidad de amor? ¿Se cultiva el respeto, la generosidad, la solidaridad, el sacrificio por los demás, la alegría del tiempo compartido gratuitamente?. ¿Se vive y se educa en ella la fe? ¿Hay una autoridad que es ante todo signo de unidad y de feliz convivencia y no de imposición despótica? ¿Hay verdadero diálogo y consenso y participación de todos?.

Domingo de Navidad, 25 de Diciembre 2022, Ciclo A

 

San Juan 1, 1 - 18

El Verbo Se Hizo Carne y Habitó Entre Nosotros

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Despertar: Dios se ha hecho hombre por ti. Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz. Por ti precisamente, Dios se ha hecho hombre. Celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día nuestro tan breve y temporal. Este se convirtió para nosotros en justicia, santificación y redención: y así –como dice la Escritura–: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor.

2.- La Verdad: brota de la tierra: porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo: porque todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba. La verdad brota de la tierra: la carne, de María. Y la justicia mira desde el cielo: porque el hombre no puede recibir nada, si no se lo dan desde el cielo. Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.

3.- La Alegría: nace, pues, Jesús; alégrese, cualquiera que sea, a quien la conciencia de sus pecados le sentencie a muerte eterna; porque excede la piedad de Jesús, no sólo toda la enormidad, sino todo el número de los delitos. Nace Cristo; alégrese, cualquiera que sea, el que era combatido de los antiguos vicios; porque a la presencia de la unción de Cristo no puede perseverar en modo alguno enfermedad del alma, por más envejecida que sea. Nace el Hijo de Dios; alégrese el que acostumbra desear cosas grandes, porque ha venido un dadivoso grande. 

4.- La Navidad: nos dice: que solos  no somos en grado de cambiar en  profundidad el mundo, de redimirlo. Solos podemos empeorarlo o mejorarlo, pero no salvarlo. Precisamente por esto Cristo ha venido, porque dejados a nosotros mismos no podíamos salir de la «enfermedad mortal» que nos envuelve desde el momento de la concepción en el vientre materno. Y esto da esperanza, la verdadera esperanza y el verdadero optimismo del cristiano: yo no puedo hacerlo, pero Él está ahí. Es el misterio de la gracia sintetizado en una figura humana: Aquella del Dios encarnado. 

REFLEXIÓN

   La Liturgia nos lleva hoy a Belén, junto al pesebre, donde reposa el divino Rey, recién nacido. Dejémonos llevar por ella. Una vez ante el divino Niño, postrémonos en actitud de adoración y recitemos el símbolo de la fe y el prólogo del Evangelio según San Juan: «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, Engendrado no creado, de la misma sustancia que el Padre… Descendió de los cielos, por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de santa María Virgen…»

   La primera lectura del libro de Isaías nos recuerda que los confines de la tierra verán la victoria de nuestro Dios. Ha cumplido Dios su palabra de consolación. Nos ha redimido, dejándose ver y amar en medio de nosotros. Cristo es la realidad suprema del acercamiento pedagógico de Dios a nosotros. Cristo es el Mensajero que viene a anunciar la Buena Nueva: el Evangelio, de la paz y de la salvación.

   La segunda lectura a los Hebreos, Dios nos ha hablado por su Hijo. Cristo es personalmente la Palabra de Dios vivo. En la plenitud de los tiempos el Padre nos ha hablado por su Hijo. Ha habido dos fases en la Revelación: la preparación por los profetas, primero, y en la plenitud de los tiempos la revelación perfecta por medio del Hijo. Son dos momentos continuos, de manera que, ciertamente, en todo tiempo Dios ha hablado a los hombres. 

   El Evangelio nos dice, La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. El Verbo, que es Luz y Vida divina –Luz que salva y Amor que redime–, se ha hecho uno más entre nosotros. El Hijo de Dios se nos hace presente en la realidad viviente de un Corazón también humano. San Agustín ha comentado este pasaje evangélico muchas veces. «Nadie dé muestras de ingenio, revolviendo en su cabeza pensamientos pobres, como el siguiente: –“¿Cómo, si en el principio ya existía el Verbo?… ¿cómo el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros?” Oye la causa. Cierto que a los que creen en su nombre les dio la potestad de ser hijos de Dios

 PARA LA VIDA 

   Navidad es la historia de un gran Amor. ¿Qué es el amor? Los niños lo saben mejor que los mayores.

   He aquí alguna de sus respuestas:

 

"Cuando mi abuela tenía artritis no podía agacharse para pintarse las uñas de los pies. Así que mi abuelo se las pinta todos los días a pesar de que él tiene también artritis en las manos. Eso es amor. Rebeca, 8 años.

 

"Amor es cuando mi madre hace café para mi padre y lo prueba antes de dárselo para asegurarse de que sabe OK". Kart, 5 años.

 

"Amor es lo que está en la habitación contigo la víspera de Navidad si dejas de abrir los regalos y escuchas". Danny, 7 años.

 

"Cuando alguien te quiere, la manera de pronunciar tu nombre es diferente. Y sabes que tu nombre está seguro en su boca". Billy, 4 años.

 

"Si quieres aprender a amar mejor, se debería comenzar con un amigo al que odias". Nikka, 6 años.

 

"Yo sé que mi hermana mayor me quiere porque me da sus vestidos usados y ella tiene que ir a comprarse unos nuevos". Lauren, 4 años.

 

"El amor es lo que te hace sonreír cuando estás cansado". Terri, 4 años.

   La Navidad es para los que la experimentan, la saborean y la viven en sus corazones.

   La Navidad celebra el mayor acontecimiento de la humanidad. En Navidad los cristianos hacemos memoria del nacimiento de Jesús, el Mesías, el Señor. Se hizo carne y plantó su tienda en medio del campamento de los hombres.

   Dios se hizo hombre y en Belén, como un amante más, cerró el candado de un amor, sólo amor, que quiere ser obstinado y eterno. Un candado que permanece cerrado e irrompible en el portal de Belén. "Si nuestra mayor necesidad hubiera sido la información, Dios nos habría enviado un maestro. Si nuestra mayor necesidad hubiera sido la tecnología, Dios nos habría enviado un científico. Si nuestra mayor necesidad hubiera sido el dinero, Dios nos habría enviado un economista. Si nuestra mayor necesidad hubiera sido el placer, Dios nos habría enviado un humorista. Pero nuestra mayor necesidad era el perdón, por eso Dios nos envió un Salvador".

4° Domingo Adviento, 18 de Diciembre 2022, Ciclo A

San Mateo 1, 18 - 24

Jesús Nacerá de María, Desposada con José, hijo de David

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Encarnación: María, después de acoger el anuncio del Ángel, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. La vida de la Virgen no es llamativa en actividades exteriores. Al contrario, su vida fue totalmente sencilla. Y, sin embargo, ella está en el centro de la historia. Con ella la historia ha cambiado de rumbo. Al recibir a Cristo y darlo al mundo, todo ha cambiado. Nuestra vida está llamada a ser tan sencilla y a la vez tan grande como la de María. No hemos de discurrir grandes planes complicados. Basta que recibamos del todo a Cristo y nos entreguemos plenamente a Él. Entonces podremos dar a luz a Cristo para los demás y el mundo tendrá salvación.

2.- La Obediencia de José: José era un hombre que siempre dejaba espacio para escuchar la voz de Dios, profundamente sensible a su secreto querer, un hombre atento a los mensajes que le llegaban desde lo profundo del corazón y desde lo alto. No se obstinó en seguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor le envenenase el alma, sino que estuvo disponible para ponerse a disposición de la novedad que se le presentaba de modo desconcertante. Y así, era un hombre bueno. Y así, José llegó a ser aún más libre y grande. Aceptándose según el designio del Señor, José se encuentra plenamente a sí mismo, más allá de sí mismo. Esta libertad de renunciar a lo que es suyo, a la posesión de la propia existencia, y esta plena disponibilidad interior a la voluntad de Dios, nos interpelan y nos muestran el camino.

3.- La Navidad: en la inminencia ya de la Navidad, la Iglesia quiere centrar más y más nuestra mirada y nuestro deseo en Cristo que viene. Con las palabras del profeta nos recuerda que Cristo es el signo que Dios nos ha dado. Esperamos signos de que el mundo cambia, de que las cosas mejoran. Pero Dios nos da un único signo: Cristo Salvador. Él e la respuesta a todos los interrogantes, la solución a todos los problemas. Cristo Basta.

4.- El Nacimiento: «La Virgen está encinta y da a luz a un hijo». Cristo nos es dado a través de ella. Gracias a ella tenemos al Emmanuel, al «Dios-con-nosotros». Para darlo al mundo, primero lo ha recibido. La vida de la Virgen no es llamativa en actividades exteriores. Al contrario, su vida fue totalmente sencilla. Y, sin embargo, ella está en el centro de la historia. Con ella la historia ha cambiado de rumbo. Al recibir a Cristo y darlo al mundo, todo ha cambiado.

 

REFLEXIÓN

Llegamos hoy al último domingo de Adviento y nos encontramos ya en las puertas de la solemnidad de la Navidad del Señor.  La Palabra de Dios nos ha ido preparando durante todo el Adviento para que la Navidad no sea una fiesta vacía y sin sentido, sino que nos sirva para renovar nuestro encuentro y nuestro compromiso con Jesús.

La 1ª lectura del profeta Isaías nos ha presentado a Ajaz que se niega pedirle una señal a Dios. Ajaz se encuentra entre dos opciones: aliarse con los reyes vecinos o aliarse con Dios. También nosotros adoptamos a veces esa postura de Ajaz.  Tenemos miedo, nos angustiamos y nos preocupamos hasta perder la paz. Hay veces que uno, agobiado por los problemas, o por la desesperación, siente que Dios no lo escucha, que Dios no le habla, que Dios no se manifiesta. Y en esos momentos, a veces uno le pide a Dios que le dé una señal.

La 2ª lectura de San Pablo a los Romanos nos lleva a descubrir que nuestra vocación y el verdadero reto que tenemos como cristianos es llevar a toda persona la Buena Noticia de la Salvación, es decir, todos debemos proclamar el Evangelio. Ser apóstoles del Señor, ser cristianos no es una carga, sino una gracia, un verdadero privilegio, ya que Dios nos ha escogido para realizar la obra de la salvación.

El Evangelio de San Mateo nos ha presentado cómo Dios pide el consentimiento de María y de José para que su Hijo se haga Hombre en su familia. Dios no hace las cosas sin contar con nosotros.  Para el nacimiento y el cuidado de Jesús fueron imprescindibles José y María.  Dios quiso contar con el “sí” de María al ángel y la aceptación de la misión que le encargaba a san José, aunque éste no entendiera.  Todos los seres humanos somos pieza clave para que los planes de Dios se hagan realidad y no puras fantasías. Algunas personas piensan: “qué importa que uno más o uno menos colabore y participe en la Iglesia”.  A los que piensan así hay que decirles: si la piedra dijese: una piedra no puede levantar una pared, no habría casa.  Si el hombre dijese: Un gesto de amor no puede salvar a la humanidad, no habría justicia, ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra.

PARA LA VIDA

    Cuenta una leyenda que cuando nació Jesús, un ángel decidió reunir a todos los animales de la tierra para encontrar a los que fueran dignos de estar en el Pesebre de Belén. Entre los voluntarios, se presentó primero el león. El ángel le preguntó que por qué él se consideraba el más digno de los animales para estar en el Portal de Belén. El león le respondió: -Está claro, yo soy el rey de la selva y qué mejor que un rey para estar cuidando del Rey del mundo. 

   Además, soy el animal más fuerte de todos y puedo defender como nadie al Niño Jesús de todos los peligros y enemigos. El ángel lo miró y le dijo: -Gracias, león, por tus buenas intenciones de defender al Niño Jesús, pero eres demasiado pretencioso y demasiado creído. Además, tu presencia y tus rugidos puede asustar al Niño. Inmediatamente, se presentó el zorro y le dijo al ángel: -Yo soy el animal más apropiado para estar junto a Jesús. -¿Por qué? -. preguntó el ángel. –Pues porque yo podría robar todas las noches leche y miel para alimentar al Niño y a sus padres y así no pasarían hambre. 

   El ángel lo miró con una sonrisa y le dijo: -Gracias, zorro, pero eres demasiado poco honesto para estar junto a quien viene al mundo para ser la Verdad. Llegó otro animal y el ángel quedó impresionado por su belleza. -¿Quién eres tú?, dijo el ángel. –Yo soy el pavo real, ¿acaso no te has dado cuenta?. Soy el más vistoso y bello de todos las aves y quién mejor que yo para estar en el Pesebre y adornar con mis hermosas plumas un lugar tan pobre, sucio y desangelado. El ángel le dijo: - Gracias, pavo real, pero eres demasiado vanidoso para estar junto a quien ha querido venir al mundo en la sencillez de un pesebre. 

   Y así fueron pasando todos los animales, sin que ninguno lograra agradar al ángel. Cuando ya parecía que no habría ningún animal digno de estar en el Portal de Belén, de pronto, escondidos, el ángel divisó a dos robustos animales que le llamaron la atención: -¿Quiénes sois?. – Somos el buey y la mula. – Y ¿por qué vosotros no os habéis presentado como candidatos para estar junto al Niño Jesús?, volvió a preguntarles el ángel. -¿Nosotros?. 

   Pero si no servimos más que para trabajar y trabajar y estamos siempre debajo del amo que nos utiliza como animales de carga. ¿Qué podríamos ofrecerle al Niño Jesús?. Yo, dijo el buey, lo único que podría hacer es espantarle las moscas con el rabo para que no le molesten. Y yo, dijo la mula, solamente sabría darle calor con mi aliento para que no pase frío. El ángel, emocionado, les dijo: -¡Vosotros, vosotros sois los animales que he estado buscando, vosotros sois los más dignos de estar con el Niño Jesús, porque El ha venido para los pobres y los humildes!. Y así es como el buey y la mula pasaron a ser los famosos animales del Pesebre de Belén. 

3° Domingo Adviento, 11 de Diciembre 2022, Ciclo A

 San Mateo 11, 2 - 11

¿Eres Tú el que ha de Venir o Tenemos que Esperar a Otro?

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- “Gaudete” (Alegraos): la alegría nos hace recuperar el brillo de la fe. Las ganas de tenerle entre nosotros. El deseo de que venga el Señor. La firme convicción de que, Jesús, puede colmar con su nacimiento la felicidad y las aspiraciones de todo hombre. ¡sigamos preparando los caminos al Señor! Y, si podemos, lo hagamos con alegría. Sin desencanto ni desesperación. El Señor, no quiere sonrisas postizas pero tampoco caras largas. El Señor, porque va a nacer, necesita de adoradores con espíritu y joviales.

2.- Esperar: estos son los signos que Dios quiere darnos y que debemos esperar: que se abran a la fe los ojos de los que por no tenerla son ciegos, que se abran a escuchar la palabra de Dios los oídos endurecidos, que corra por la senda de la salvación el que estaba paralizado por sus pecados, que prorrumpa en cantos de alabanza a Dios la lengua que blasfemaba... Si esperamos estos signos, ciertamente se producirán, y todo el mundo los verá, y a través de ellos se manifestará la gloria del Señor, y los hombres creerán en Cristo, y no tendrán que preguntar más: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» (evangelio). El que tiene esta esperanza se siente fuerte y sus rodillas dejan de temblar. Pero el secreto para tenerla es mirar al Señor. 

3.- Ser Pacientes: "la venida del Señor está cercana". A pesar de estar viviendo en el panorama sofocante de las injusticias de las opresiones y de la violencia, han visto en los pobres el signo de que "el juez está a la puerta". Como el simple campesino que "espera pacientemente el precioso fruto de la tierra", que espera las "lluvias de otoño y de primavera", el creyente sabe esperar con paciencia la llegada del Salvador. Es un misterio que sólo pueden comprender los sencillos.

4.- ¿Quién Viene?: ¿Deseamos de verdad esa visita del Señor? ¿En qué estamos pensando? ¿En quién estamos soñando? Porque, para celebrar con verdad las próximas navidades, hay que tener –no hambre de turrón ni sed de licor– cuanto apetito de Dios. Ganas de que, su llegada, inunde la relación y la reunión de nuestra familia; motive e inspire los villancicos; que, su inmenso amor, mueva espontáneamente y en abundancia nuestra caridad o que, el silencio en el que se acerca hasta nosotros, haga más profunda y sincera nuestra oración.

 

REFLEXIÓN

   Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, viene en persona y os salvará La liturgia de este 3º Domingo de Adviento anuncia la proximidad de la intervención liberadora de Dios y enciende la esperanza en el corazón de los creyentes. Nos dice: “no os inquietéis; alegraos, pues la liberación está a punto de llegar”.

   La primera lectura anuncia la llegada de Dios, que va a ofrecer una vida nueva a su Pueblo, para liberarlo y conducirlo, en un escenario de alegría y de fiesta, hasta la Tierra de la libertad.

   La segunda lectura nos invita a no dejar que la desesperación nos envuelva mientras esperamos y aguardamos la venida del Señor con paciencia y confianza.

   El Evangelio nos describe, de forma sugerente, la acción de Jesús, el Mesías (ese mismo que esperamos en este Adviento): él vendrá a dar vista a los ciegos, a hacer que los cojos recuperen el movimiento, a curar a los leprosos, a hacer que los sordos oigan, a resucitar a los muertos, a anunciar a los pobres que el “Reino” de la justicia y de la paz ha llegado. Este es el cuadro, de vida nueva y de esperanza, que Jesús viene a ofrecer.

   Tenemos, pues, una serie de necesidades y una serie de salvadores en quienes depositamos, en muchas ocasiones, nuestras esperanzas porque nos han prometido resolver nuestras necesidades, angustias y problemas: nos encontramos con los políticos que prometen resolverlo todo; con los adivinos y lectores de cartas que tienen recetas para todo; con los predicadores protestantes que nos van a curar de todas nuestras enfermedades y vicios. 

   En otras ocasiones ponemos nuestras ilusiones en cantantes, futbolistas, actores y los convertimos en nuestros ídolos. Nuestros falsos y pequeños salvadores actuales no pueden salvar al hombre, podrán, quizás, resolver algún problema, pero son incapaces del salvar al hombre.  Sólo Jesús nos puede salvar. Preparémonos para recibir en la Navidad ya cercana al único que nos salva y que nos llena de alegría, al único que puede romper todas nuestras ataduras que nos impiden realizarnos como auténticas personas: Cristo Jesús.

 

PARA LA VIDA 

   Había una vez un hombre que era muy rico. Era dueño de tantos negocios, de tantas fábricas y de tantos bancos, que todas las semanas recibía en su palacio varios camiones cargados de dinero. Ya no sabía dónde invertirlo ni en que gastarlo. Todo lo que le gustaba se lo compraba: aviones, barcos, trenes, edificios, monumentos, etc.

   Su gran pasión era comprar y consumir. Hasta que llegó un día en que este hombre tenía de todo. No había nada que no tuviera. Todo era suyo. Aunque, a decir verdad, había una cosa que no conseguía tener. Y por más que compraba cosas, nunca la lograba encontrar. Esa cosa era la alegría. Nunca encontró la tienda donde la vendían.

   Se empeñó en buscarla costara lo que costara porque era lo último que le quedaba por tener. Recorrió medio mundo buscándola, pero no daba con ella. Estando en un pequeño pueblo, se enteró de que un anciano sabio podría ayudarle. Vivía en lo alto de una montaña, en una humilde y pobre cabaña. Hacia allí se dirigió y allí lo encontró.

   Al verlo, le dijo: - Me han dicho que usted podría ayudarme a encontrar la alegría. El anciano lo miró con una sonrisa y le contestó: - Pues ya la ha encontrado, amigo. Yo tengo mucha alegría. - ¿Usted?, respondió el hombre extrañado - ¡Pero si usted no tiene más que una pobre cabaña! –Es cierto y gracias a ello tengo alegría, porque voy dando todo lo que tengo de más al que lo necesita - respondió el anciano. - ¿Y así se consigue la alegría? -preguntó el hombre. – Así la he encontrado yo - dijo el anciano. El hombre se marchó pensativo.

   Al cabo de un tiempo, se decidió a dar todo lo que no necesitaba a los más pobres. Con gran sorpresa, de repente, descubrió que en su corazón crecía la alegría y se sintió, por primera vez en su vida, realmente feliz. Se había dado cuenta de que había más alegría en dar y en hacer felices a los demás, que en recibir y tener cosas sin compartirlas.

   La Palabra de Dios y el cuento nos hablan de la alegría que nace de Dios, la alegría de sabernos amados siempre por El, la alegría que no se va cuando nos llegan los problemas y dificultades, la alegría de compartir los dones y talentos que hemos recibido de su bondad, la alegría de ser solidarios con el pobre, la alegría de valorar las cosas más sencillas que nos rodean, la alegría de dar vida a los que están como muertos en nuestra sociedad, la alegría de hacer andar a los cojos de alma y de espíritu, la alegría de transmitir luz a quienes ya no ven la hermosura de la creación, la alegría de hacer brotar la esperanza en medio del pesimismo que nos rodea, la alegría que nace de lo más esencial del Evangelio de Jesús que hoy es proclamado ante Juan el Bautista.