25° Domingo del Tiempo Ordinario, 21 de Septiembre 2014, Ciclo A


San Mateo 20, 1 - 16

"Prémianos con Tu Bondad, Señor"
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  1. Servir a los demás: una de las características más notorias de la predicación de Jesús es su insistencia en que la acción salvadora de Dios implica una total gratuidad y se debe por completo a su iniciativa amorosa. Esto quiere decir que nosotros, por buenos y justos que nos creamos, no tenemos por qué exigirle a Él la obligación de pagarnos por lo que hacemos. “Mis planes no son vuestros planes, sus caminos no son mis caminos”.
  2. La "Justicia Divina"no es la frialdad condenatoria de un juez implacable, sino la bondad infinita de un Padre compasivo,  El humilde servicio a los demás, a imitación de Cristo, que no vino a ser servido, sino a servir a los demás y a dar su vida por todos.
  3. Alianza y Misericordia: el pacto establecido entre el amo de la viña y los jornaleros es como una imagen de la alianza entre Dios y los suyos, alianza que, por otra parte, no tiene nada que ver. La alianza o gracia del amor gratuito del Padre, gracia que descansa totalmente en la misericordia de Dios y que supone la nuestra. Al aplicar una justicia a los primeros y otra distinta a los segundos, Dios trata de poner de manifiesto su amor a unos y a otros, teniendo siempre en cuenta las situaciones en que cada uno se encuentra. El pago comienza por los últimos y termina por los primeros. Los últimos pasan a primeros y los primeros a últimos

“Ser discípulo de Jesús no es ser mejor sino ser diferente”.

REFLEXIÓN

   ¿Cómo calificar la actuación de este  señor que ofrece una recompensa igual por un trabajo tan desigual? ¿No es razonable la protesta de quienes han trabajado durante toda la jornada? Estos obreros reciben el denario estipulado, pero al ver el trato tan generoso que han recibido los últimos, se sienten con derecho a exigir más. No aceptan la igualdad. Esta es su queja: 
«los has tratado igual que a nosotros». 
   El dueño de la viña le responde con estas palabras: 
«¿Va ser tu ojo malo porque yo soy bueno?». 
   Esta frase recoge la enseñanza principal de la parábola. Según Jesús, hay una mirada mala, enferma y dañosa, que nos impide captar la bondad de Dios y alegrarnos con su misericordia infinita hacia todos. Nos resistimos a creer que la justicia de Dios consiste precisamente en tratarnos con un amor que está por encima de todos nuestros cálculos. Este es el Gran  amor de Dios. Todos somos acogidos y salvado, no por nuestro trabajo sino por su corazón.
PARA  LA VIDA

    Una noche tormentosa  un hombre mayor y su esposa entraron a un pequeño hotel en Filadelfia. Se aproximan a la recepción y preguntan: “¿Puede darnos una habitación? “El empleado, un hombre atento con una cálida sonrisa les dijo: Todas las habitaciones de nuestro hotel están ocupadas. 
   “El Matrimonio se angustió. Pero el empleado les dijo: “Miren… no puedo enviarlos afuera con esta lluvia. Si ustedes aceptan  puedo ofrecerles mi propia habitación. Yo me quedaré terminando trabajo de oficina” El matrimonio lo rechazó, pero el empleado insistió de buena gana y finalmente terminaron ocupando su habitación. 
   En la mañana el hombre pidió hablar con él y le dijo: “Usted es el tipo de gerente que yo tendría en mi propio hotel. Dos años después  el conserje recibe una carta de aquel hombre, donde le recordaba la anécdota y le enviaba un pasaje de ida y vuelta a Nueva York con la petición expresa que los visitase. El joven viajó. El hombre lo llevó a la esquina  y señaló con el dedo un imponente edificio de piedra rojiza y le dijo: “Mi Nombre es William Waldorf Astor, he construido este hotel y quiero que usted sea el Gerente General, este es el hotel que he construido para usted. 
Lección: 
“Tu vida mañana será el resultado de tus actitudes y elecciones hechas hoy”…

24° Domingo del Tiempo Ordinario, 14 de Septiembre 2014, Ciclo A


San Mateo 18, 21 - 35 

"Perdonar Siempre..."
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  1. Grandeza de Perdonar: perdonar es vivir la caridad. Aunque sea costoso y se oponga a nuestros sentimientos y pasiones, es la mejor manera de manifestar nuestro amor a Dios. El perdón es la manera de vivir más cristiana, y muy necesaria, sobre todo en los ambientes donde reina el odio y la venganza. Las guerras no se vencen con la fuerza de las armas, sino con el poder del perdón.  La grandeza de perdonar y buscar perdón como nos habla el evangelio de hoy,  es un modo de indicar el lugar preponderante que tienen la compasión y el perdón entre las actitudes que Dios espera de sus hijos.
  2. Actitud de AmorLa respuesta de Pedro, indica que no se trata de una actitud ocasional o esporádica, sino permanente. Perdonar setenta veces siete quiere decir siempre, en todas las ocasiones y todas las veces que se nos pida, porque Dios mismo perdona y da una nueva oportunidad siempre.  No se trata de esperar que el tiempo nos haga olvidar los malos recuerdos, ni de ignorar a la persona que nos ha hecho daño, haciéndola desaparecer de la memoria. Eso no es perdonar, sino enterrar, y es tener dentro de nosotros una especie de cadáver que ocupa espacio y perturba. Se trata de perdonar, de poder recordar a esa persona con compasión, sin odio ni deseos de venganza. Perdonar es vivir la caridad. Es la mejor manera de manifestar nuestra correspondencia al amor de Dios. Si él siempre nos perdona y de manera abundante, no podemos jamás negarnos a perdonar a los demás.
REFLEXIÓN

   Hasta el justo cae siete veces. Estas son palabras que nos estremecen. Nuestra alma así como es el sagrado recinto del amor y del perdón, también alberga el dolor y el rencor. Una vez más viene el señor a nuestro encuentro, con esa advertencia divina, para hablarnos de su misericordia, de su ternura, de su clemencia, que nunca se acaban. 
   Estad seguros: Dios no quiere nuestras miserias, pero no las desconoce, y cuenta precisamente con esas debilidades para que nos hagamos santos. La esperanza nos demuestra que, sin Él, no lograremos realizar ni el más pequeño deber; y con El, con su gracia, cicatrizarán nuestras heridas. 
   Nos revestiremos con su fortaleza para resistir a los ataques del enemigo. El papa San Juan Pablo II dio al mundo uno de los más grandes ejemplos de perdón cuando, en 1982, después de que atentaran contra su vida, fue a visitar a Ali Agca para ofrecerle su perdón. Perdonar a quien intentó asesinarle es todo un testimonio del seguimiento de Cristo.
PARA  LA VIDA

   En el año 987 Roberto fue coronado rey de Francia. Era piadoso y un gran devoto de Jesús en la Eucaristía. Su mayor placer fue el de adornar los altares y las iglesias, unos hombres conspiraron para asesinarlo y así apoderarse del reino. Pero fueron descubiertos y fueron traídos ante el tribunal que los condenó a muerte. El rey le envió a un sacerdote a la cárcel. 
   Los malhechores se arrepintieron y después de una sincera confesión, recibieron la Sagrada Comunión. Era el día de su ejecución. Las esposas y madres de los sentenciados fueron al rey a pedirle perdón, pero sus consejeros no querían de ninguna manera indultarlos. 
   Entonces una anciana madre se echó a los pies del rey y llorando, dijo: 

"Es cierto que estos hombres han merecido tal castigo; pero, tened presente, oh rey, que han sido, hace pocos instantes, huéspedes de Jesús, porque acaban de recibir la Santa Comunión. Él les ha perdonado todo…perdonadles también".

   Al oír el rey estas palabras de la afligida madre, y recordando la infinita misericordia de Jesús en la Santa Comunión, hizo llamar inmediatamente a los condenados y, estrechándoles la mano, los indultó. Todo el pueblo aplaudió la bondad del rey que, en adelante, fue el ídolo de sus súbditos.

23° Domingo del Tiempo Ordinario, 7 de Septiembre 2014, Ciclo A


San Mateo 18, 15-20 

"Corregir con Amor y Sabiduría"
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  1. Actuar con Diligencia: Jesús nos invita a actuar con sabiduría, paciencia y sin precipitación, acercándonos de manera personal y fraterna a quien está actuando de manera equivocada. «Si tu hermano peca, repréndelo a solas, entre los dos. Si te hace caso, habrás salvado a tu hermano». Cuánto bien nos puede hacer a todos la actitud fraterna y leal, esa observación oportuna, ese apoyo sincero cuando erramos. Quien está en juego es un hermano.
  2. Franqueza: todo hombre, con la ayuda Dios y un hermano, es capaz de salir de su pecado y volver a la razón y a la bondad. Necesita con frecuencia encontrarse con alguien que le ame, le invite a interrogarse y le siembre en su corazón un deseo nuevo de verdad y generosidad.
  3. Gesto de Caridad: quizás lo que más cambia a muchas personas no son las grandes ideas ni los pensamientos hermosos, sino el haberse encontrado en la vida con alguien que ha sabido acercarse y las ha ayudado a renovarse. Hoy, y de manera fraterna y sin juzgar, debemos orar por tantos equivocados que obran mal. Hay que condenar el pecado propio y ajeno, corregir fraternalmente y hacer circular el amor y la gracia del perdón. Tenemos que preguntarnos cuál es nuestra postura, al escuchar las palabras de Jesús: «Si tu hermano peca, repréndelo... Si te hace caso, habrás salvado a tu hermano». Se requiere primero purificar nuestro corazón y luego, con sabiduría, buscar a que el de los demás se llene de paz.
 REFLEXIÓN

   Cansados de sentir el dolor ajeno, nacen a veces en nosotros preguntas inquietantes y sombrías. ¿Podemos ser mejores personas? ¿Podemos cambiar nuestra vida de manera decisiva? ¿Podemos transformar nuestras actitudes equivocadas y adoptar un comportamiento nuevo? 
   Con frecuencia, lo que vemos, lo que escuchamos, lo que respiramos en torno a nosotros nos aleja del amor  de Dios y de los demás. Indiferentes a todo lo que pueda interpelar nuestra vida, empeñados en asegurar nuestra pequeña felicidad por los caminos egoístas de siempre. ¿Cómo despertar en nosotros la llamada al cambio? ¿Cómo sacudirnos de encima la pereza? ¿Cómo recuperar el deseo de la bondad, la generosidad o la nobleza? ¿Cómo experimentar de nuevo la necesidad de vivir en la verdad? 
   Los creyentes deberíamos escuchar hoy más que nunca la llamada de Jesús a corregimos y ayudarnos mutuamente a ser mejores. 

PARA  LA VIDA

   Un importante catedrático universitario  se sentía ansioso, infeliz y si bien creía ciegamente en la superioridad que su saber le proporcionaba, no estaba en paz consigo mismo ni con los demás. Su infelicidad era tan profunda igual su falta de cortesía. En un momento de humildad había sido capaz de escuchar a alguien que le sugería aprender a meditar como remedio a su angustia. 
   Ya había oído decir que la meditación era una buena medicina para el espíritu. En su región vivía un excelente maestro y el profesor decidió visitarle para pedirle que le aceptara como estudiante. Cuando el maestro pudo recibirle y tras las presentaciones debidas, el primero le dijo: "permítame invitarle a una taza de té antes de empezar a conversar". 
   En unos minutos el té estaba listo, pero el maestro sin perder su amable y cortés actitud, siguió vertiendo el té. El líquido rebosó derramándose por la mesa y el profesor, que por entonces ya había sobrepasado el límite de su paciencia, airadamente dijo: " ¡Necio! ¿Acaso no ves que la taza está llena y que no cabe nada más en ella?". Sin perder su ademán, el maestro así contestó: "Por supuesto que lo veo, y de la misma manera veo que no puedo enseñarte a meditar. Tu mente también ya está llena".

22° Domingo del Tiempo Ordinario, 31 de Agosto 2014, Ciclo A


San Mateo 16, 21-27 

"Tomar la Cruz y Seguir a Jesús"
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  1. La Cruz: «Si alguno viene detrás de mí... que cargue con su cruz y me siga». Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarse servicialmente a los crucificados; introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde sólo hay indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimiento. Será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz de Cristo. Abrazados a la cruz, el dolor pesa menos.   
  2. Sacrificio:  no es fácil seguir a Jesús, pero en su corazón podemos intuir una doble experiencia: su identificación con los últimos y su confianza total en el Padre. Por una parte, sufría con la miseria, injusticia, desgracias y enfermedades que hacen sufrir tanto. Por otra, confiaba totalmente en Dios Padre. Jesús estaba dispuesto a todo por hacer realidad el deseo de Dios y por ver cuanto antes un mundo diferente: el mundo que quería el Padre. Y, como es natural, quería ver entre sus seguidores la misma actitud. Si seguían sus pasos, debían compartir su pasión por Dios y su disponibilidad total al servicio de su reino. Quería encender en ellos el fuego que llevaba dentro. «Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará».
"Todos tenemos una Cruz... y también tenemos hombros para ayudar Al Señor a Llevarla"

REFLEXIÓN 

   Lo que agrada a Dios no es el sufrimiento, sino la actitud con la que una persona asume el sufrimiento en  el seguimiento fiel a Cristo, arrancar al ser humano de ese sufrimiento que se esconde en la enfermedad, el hambre, la injusticia, los abusos, el pecado, la muerte. El que quiera seguirle no podrá ignorar a los que sufren. Al contrario, su primera tarea será quitar sufrimiento de la vida de los hombres. «No hay derecho a ser feliz sin los demás ni contra los demás».
   Por último, cuando Jesús se encuentra con el sufrimiento provocado por quienes se oponen a su misión, siempre toma una actitud de fidelidad total al Padre y de servicio incondicional a los hombres. Antes que nada, «tomar la cruz» es seguir los pasos de Jesús. Cada uno hemos de llevar la cruz detrás de él, porque sólo así, cerca de él, la cruz se hace más llevadera, como todo sufrimiento y angustia, puesta a sus pies se hace parte de él.


PARA LA VIDA

   Un hombre analizando su vida, y la situación económica y sentimental que atravesaba  en medio  de su angustia decidió acercarse a la Iglesia y de rodillas frente al altar, oró al Señor, diciendo: —Señor: ya estoy cansado de llevar la misma cruz en mi hombro, es muy pesada y muy grande para mi estatura. Jesús amablemente le dijo: —Si crees que es mucho para ti, entra en ese cuarto y elige la cruz que más se adapte a ti. 
   El hombre entró y vio una cruz pequeña, pero muy pesada, que se le encajaba en el hombro y le lastimaba, buscó otra, pero era muy grande y muy liviana y le hacía estorbo; tomó otra, pero era de un material que raspaba; buscó otra, y otra, y otra.... hasta que llegó a una que sintió que se adaptaba a él. Salió muy contento y dijo: —Señor, he encontrado la que más se adapta a mí: muchas gracias por el cambio que me permitiste. Jesús le mira sonriendo y le dice: —No tienes nada que agradecer: has tomado exactamente la misma cruz que traías. Tu nombre está inscrito en ella. Mi Padre no permite más de lo que no puedas soportar, porque te ama y tiene un plan perfecto para tu vida.

La Medida de la Cruz, está en las Exigencias del Evangelio.