22° Domingo del Tiempo Ordinario, 28 de Agosto 2016, Ciclo C


San Lucas  14, 1 . 7 - 14

“  Hay más Alegría en Dar que en Recibir "   

  1. La Humildad: para alcanzar la verdadera grandeza humana, para ser enaltecidos auténticamente, la virtud de la humildad es esencial en nuestras vidas. La humildad es el fundamento de todas las demás virtudes, ella es la más importante de todas. “Humildad es andar en verdad”, es decir, no creerte más pero tampoco menos de lo que verdaderamente eres, pues así como no debes aparentar ser más o creerte superior a los demás, tampoco debes aparentar ser menos o pensar que nada vales. El que es humilde es generoso, misericordioso con los otros. Esa es la razón por la que la humildad cristiana es actitud sabia y principio de amor.
  2. El Amor: da y se da sin esperar. “Hazte pequeño en las grandezas humana, y encontrarás el favor de Dios“. Dios ama a todos, sin excluir a nadie, pero en su corazón de Padre, ocupan un lugar preferente, los que no tienen sitio en nuestra sociedad: los pequeños, los humillados, los que sobran... Sería una equivocación creer que uno sabe amar de verdad y con generosidad por el simple hecho de vivir en armonía y saber desenvolverse con facilidad en el círculo de sus amistades y en las relaciones familiares. También el hombre egoísta “ama” mucho a quien le aman mucho.
  3. La Eucaristía: Cristo se hace Eucaristía para poder seguir sirviendo a toda la Humanidad, siendo su alimento y compañero.  Es su supremo servicio.  Es un acompañamiento en el caminar de la vida hacia la Vida Eterna, hacia la Casa del Padre. El Señor está pensando en otro banquete de más trascendencia, el banquete de las moradas eternas. Allí cada uno tendrá su puesto, cada uno gozará de su propia categoría. Entonces no valdrán los empujones ni las zancadillas para colocarse en los primeros puestos, no servirán las mentiras ni las apariencias.

    REFLEXIÓN 

       Jesús, hoy, y en todo el evangelio nos invita a sus hijos a vivir y elegir la difícil virtud de la humildad. La humildad nos coloca en nuestro puesto frente a Dios. La humildad nos hace reconocer a Dios como el único primero, el único santo, el único bueno, el único Señor. La humildad nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra caducidad y nuestro fin. La humildad nos hace sentirnos iguales a los hermanos. Nadie es más que nadie. Sólo Dios es más que todos nosotros. En el mundo de Dios los últimos son los preferidos y los primeros invitados. 

       En el mundo de Dios los únicos excluidos, no somos los pecadores, sino los orgullosos, los que se creen justos, los perfectos, los que nada deben a Dios. El orgullo es la gran barrera que nos separa de Dios. El orgulloso se hace Dios. La soberbia es lo contrario de la humildad y es uno de los mayores motivos de separación de Dios. El texto del evangelio de hoy, a propósito de un banquete en el que los invitados buscaban los primeros puestos, da pie a Jesús para hablar de la humildad. El Maestro sigue exponiendo su enseñanza apoyado en ese banquete del que toma parte. 

       Al hombre que le ha invitado le dice que cuando dé una comida o una cena no invite a quienes le pueden corresponder con otra invitación semejante. Cuando des un banquete, le dice, invita a los pobres, a esos que no podrán corresponderte. Sólo así será Dios mismo el que les pague, el que recompense su buena acción. Es decir, Jesús nos enseña que hemos de hacer siempre el bien, buscando no la recompensa y la gratitud de los hombres, sino la recompensa eterna de Dios. De aquí brota esa suprema intuición de San Agustín: que te conozca, Señor, y que me conozca. 

       En efecto, sólo conociendo a Dios nos conoceremos a nosotros mismos, sabremos, de verdad, qué somos.  Esta virtud, o verdad, es la que hace posible nuestra relación con Dios. Lo opuesto, la soberbia, provoca el rechazo divino. San Gregorio Magno llamaba a la humildad madre y maestra de todas las virtudes. Es bueno tener esa humildad que nos hace alegrarnos por el don recibido, y recordar que el banquete será para los últimos. 

    PARA LA VIDA 

       Cuentan que Christian Herter gobernador de Massachussets, estaba haciendo campaña para su reelección. Un día en que ni había desayunado ni comido acudió a una barbacoa para levantar fondos para la campaña. Se puso en la fila y cuando llegó su turno le sirvieron un trozo de pollo. -Perdone, señora, pero estoy hambriento. -Lo siento, señor, pero sólo se da un trozo por persona. 

       Este señor, habitualmente sencillo y amable, quiso echar todo el peso de su oficio y de su prestigio y le dijo: "Señora, ¿sabe quién soy? Soy el gobernador de este estado". Y ella le contestó: "Señor, ¿sabe quién soy yo? Soy la encargada del pollo. Siga la fila, señor". En las relaciones, en los banquetes y en las invitaciones humanas pasaba en tiempo de Jesús lo que pasa hoy. 

       Todos quieren "buscar los primeros puestos"; sentirse importante, darse a conocer, intercambiar tarjetas de visita para conectarse. Pero lo importante es ser invitado y codearse con la gente importante. El que no es invitado es que no existe socialmente.

    21° Domingo del Tiempo Ordinario,21 de Agosto 2016, Ciclo C


    San Lucas  13, 22 - 30

    “  Esforzaos en entrar por la puerta estrecha "   

    1. La Puerta Estrecha: es una alusión al esfuerzo que requiere la auténtica conversión. No sólo es estrecha, sino que además puede cerrarse en cualquier momento; de ahí la urgencia: la conversión no puede dejarse para mañana. Podemos aspirar al triunfo presente, pero sin olvidarnos de que es mucho más importante el que logremos cuando atravesemos la puerta del cielo.
    2. La Salvación: siempre supone esfuerzo, decisión, conversión continua. El Reino que se nos promete es para los valientes, animosos y alentados. Para salvarse no basta con estar inscrito en el registro parroquial, ni haber entrado una vez a la Iglesia por medio del bautismo, sin querer entrar todos los días por la puerta estrecha de la fidelidad al mensaje evangélico y del compromiso personal.
    3. El Camino: Cristo es nuestro camino y nuestra verdad y nuestra vida. Para ser buen cristiano hay que estar dispuesto a sufrir por Cristo y a luchar contra el mal. No nos vale la mediocridad; sólo los esforzados entrarán en el Reino de los Cielos, no nos bastará haber dicho “Señor, Señor”, sino habernos esforzado en todo momento en cumplir la voluntad del Padre. Así lo hizo Cristo, así debemos hacerlo todos los cristianos, y así tendrán que hacerlo todas las personas que quieran acompañar a Cristo en su Reino.
    4. La Misericordia: el motivo principal para aclamar al Señor, para alabarle desde lo más íntimo de nuestro ser, es la firmeza de su misericordia para con nosotros, su fidelidad que dura por siempre, la certeza de que el amor divino no es voluble y caduco como el amor humano. Jesús ya abrió la puerta de par en par. Jesús ya hizo todo lo que el Padre le mandó para que haya salvación para todos. A nosotros nos toca pasar día tras día por la puerta estrecha de esta vida.
      REFLEXIÓN

         El Evangelio puede sonar un poco desconcertante, dependiendo en gran parte del dicho: “esforzaros de entrar por la puerta estrecha”. El pasaje se sitúa en el camino que Jesús emprende hacia Jerusalén y el seguimiento que ello implica, es una catequesis del verdadero discipulado. En realidad la lectura a fondo de este evangelio plantea cuestiones muy importantes desde el punto de vista de la actitud cristiana. 
         Jesús no responde directamente a la pregunta del número, porque no es eso algo que pueda responderse. Lo de la puerta estrecha es un símil popular y no debe producir escándalo, porque los caminos de Dios no son lo mismo que los caminos de los hombres: esto es evidente. Esta es una llamada a la “radicalidad” en todo caso, que pudiéramos transcribir así: quien quiera salvarse debe vivir según la voluntad de Dios. 
         Muchos pensarán que han sido cristianos de toda la vida, que han cumplido los mandamientos de Dios y de la Iglesia de toda la vida (si es que eso se puede decir), que han sido muy creyentes… pero el “dueño” no los conoce. ¿No es desesperante la conclusión? El contraste es que podemos estar convencidos que estamos con Dios, con Jesús, con el evangelio, con la Iglesia, pero en realidad no hemos estado más que interesados en nosotros mismos y en nuestra salvación. Si no sabemos recibir la salvación como una “gracia”, como un don y con el esfuerzo del ser humano, no entenderemos nada del evangelio. 
         Lo importante es atravesar la puerta estrecha, es decir el empeño serio y personal por la búsqueda del reino de Dios, esta es la única garantía que nos da la certeza que se está en el camino que nos conduce a la luz de la salvación. Jesús ha repetido muchas veces este concepto: "no todos los que me dicen Señor, Señor entraran en el Reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
      PARA LA VIDA

         Érase una vez una mujer muy, muy malvada. Y el día en que murió nadie recordaba ningún gesto de caridad que hubiera hecho a lo largo de su vida. Así pues el demonio la llevó al infierno. Su ángel de la guarda empezó a repasar su vida para ver si encontraba una buena acción para presentársela a Dios. Finalmente encontró una. Una vez arrancó una cebolla de su huerto y se la dio a un mendigo. 

         Dios le dijo al ángel de la guarda: "Toma una cebolla, enséñasela y que se agarre a ella, si la puedes subir hasta el paraíso que entre, pero si la cebolla se rompe se quedará en el infierno". El ángel de la guarda corrió hacia ella y le dijo: Ven, agárrate y yo te salvaré. Con mucho cuidado empezó a subir y ya estaba casi afuera cuando otros pecadores que la vieron ya casi salvada se agarraron a ella para salir también ellos. Pero como era tan mala empezó a darles golpes y les dijo: "Me están sacando a mí, no a vosotros; es mi cebolla, no la vuestra. Soltadme". 

         Al decir esto la cebolla se rompió. La mujer cayó de nuevo al infierno y allí sigue hasta hoy. Su ángel de la guarda sigue llorando porque no pudo salvarla. Hoy, le preguntan a Jesús si es verdad que son pocos los que se salvan. Jesús no contesta a la pregunta de aquel hombre curioso. No dice si son muchos o pocos. Simplemente dice: "esfuércense por entrar por la puerta estrecha porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán.

      20° Solemnidad de la Asunción de María Virgen, 13 y 14 de Agosto 2016, Ciclo C


      Fiesta Patronal Diócesis de Zipaquirá

      San Lucas  1, 39 - 56

      “  Proclama mi Alma la Grandeza del Señor     

      1. La Esperanza: es la virtud del que experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, cree en la resurrección de Cristo, en la victoria del amor. Es un don de Dios que nos hace avanzar mirando al cielo.
      2. La Vocación: es la disponibilidad al proyecto de Dios La vida del hombre únicamente se puede desarrollar confiando y trabajando por alcanzar metas. Las llamamos ilusiones, deseos de superación... Es lo que en la Biblia se llaman promesas.
      3. La Humildad:  María “le conquistó el corazón a Dios” por su humildad, y sobresale siempre por su sencillez y humildad entre “los pobres de Dios” de quienes es la figura suprema y eximia.
      4. El Servicio: María ha entendido su existencia desde la pro-existencia, es decir, desde una entrega generosa, desinteresada y gratuita. Así lo mostró en Belén cuando nos dio a su Hijo, en Caná cuando ayuda a los necesitados, en la cruz cuando ofrece a su propio Hijo por la salvación de todos...
      5. La Oración: María ha sido una persona orante y contemplativa. Nunca perdió la amistad con Dios, con su propio Hijo...Cuando no entendía las palabras de su Hijo - como en el Templo de Jerusalén-, las guardaba en su corazón y las meditaba en silencio.
      6. El Gozo: Esta felicidad llega, no tanto de nuestros sentimientos, sino de sus méritos. ¡Dichosa me dirán todas las generaciones porque el Padre misericordioso ha hecho en mi obras admirables!. Como buenos hijos, participamos en la alegría de la Madre, porque en ella contemplamos la bondad misericordiosa de Dios que cuida de los débiles. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen con fidelidad.

        REFLEXIÓN

           La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos de este Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma, ya glorificada en el Cielo es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección. Tengamos, pues, a María como modelo. 
           Como ella, pongámonos en camino para ir a ayudar a los que nos necesitan. Ella llevaba a Jesús en sus entrañas y no se quedó en casa, atemorizada porque no le fuera a pasar nada malo, sino que, empujada por el fruto que se iba tejiendo en su seno, subió a ayudar a su prima. No nos quedemos a Jesús para nosotros solos, por miedo a que no se estropee. Ella nos impulsa a llevarlo a todas partes.
        Nos falta esperanza. Nos sobra miedo, angustia, desánimo a todos los niveles. Hoy es un día como para crecer en optimismo. Es una fiesta que alegra el verano y a muchas poblaciones les es ocasión de fiesta humana y cristiana. UNA VICTORIA "CONTAGIOSA". 
        La fiesta de la Asunción, vista desde las lecturas bíblicas, se puede decir que tiene tres niveles:
        •    La victoria de Cristo Jesús: éste es el punto central de la salvación y de nuestra historia. Cristo Resucitado, tal como nos lo presenta Pablo, es el contenido prioritario de nuestra fe y de nuestra fiesta durante todo el año, también para hoy.
        •    La Virgen María es la "primera cristiana", la que participa más plenamente en esa victoria de su Hijo, siendo también ella elevada a la gloria en cuerpo y alma. La Virgen que supo abrirse totalmente a Dios, que creyó en El, le alabó y le fue radicalmente dócil en su vida ("hágase en mí según tu Palabra"), es glorificada, como primer fruto de la Pascua de Jesús, asociada a su victoria.
        •    Pero la fiesta de hoy presenta el triunfo de Cristo y de la Virgen en su proyección a todos nosotros: a la Iglesia y en cierto sentido a toda la humanidad. María es el modelo de los cristianos, la que en todo momento apoya a la Iglesia en su lucha contra el mal.

        PARA LA VIDA 

           Javier estaba un día platicando con su cuñado Rafael y de pronto le hizo una confesión sorprendente. Ambos estaban casados con dos hermanas gemelas y aunque la esposa de Rafael deseaba desesperadamente tener un hijo, ésta después de diez años de matrimonio no había concebido. Javier le dijo a su cuñado que su esposa se había ofrecido a tener un hijo para dárselo a su hermana. 
            El hijo nació, la madre lo acarició y se lo entregó a su hermana. Y ésta agradecida comentó: "Ni en sueños podría imaginar que alguien se sacrificara así para hacerme feliz". Meses más tarde, un periódico publicaba la noticia con este titular: "Un regalo de amor que no tiene precio. Hermana da su bebé a hermana sin hijos". 
           La Palabra de Dios nos recuerda a todos nosotros que hace dos mil años Dios nos hizo un regalo de Amor que no tiene precio. Dios, a través de una mujer llamada María, entregó a su Hijo Jesús al mundo entero. 
        • Un Hijo que se ofreció por nosotros. 
        • Un Hijo que hace posible la resurrección. 
        • Un Hijo que vence a sus enemigos, incluida la muerte. 
        • Un Hijo "nacido de mujer" y del Espíritu para que tú nazcas cada día a lo nuevo. 
        • Un Hijo en el que puede contemplar la sonrisa de su Padre y ver el rostro glorioso de Dios.

        19° Domingo del Tiempo Ordinario, 7 de Agosto 2016, Ciclo C


        San Lucas  12, 32 - 48

        “  Donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón    

        1. La Confianza: es la firmeza en la esperanza, que anticipa los bienes futuros, y el convencimiento de lo que aún está por ver y por venir. La fe, como respuesta a la palabra de Dios que tiene el carácter de promesa, es inseparable de la esperanza. De ahí que la fe sea siempre un éxodo, una salida, el comienzo de un camino hacia el futuro de Dios que trae la salvación.
        2. La Vigilancia: “Estar preparados…” supone una vigilancia activa y creadora haciéndonos cargo de los acontecimientos de la vida, y poniéndonos a trabajar con tesón y ahínco para colaborar en hacer un mundo más justo y honrado, más disponible, más habitable y más humano… donde reine la justicia, el amor y la paz. Necesitamos redescubrirla constantemente, conocerla con más profundidad, confrontarla con otras actitudes posibles ante la vida, agradecerla y tratar de vivirla con todas sus consecuencias.
        3. La Felicidad:  hay tres actitudes diferentes de entender y buscar la felicidad.-Los pesimistas entienden la felicidad como tranquilidad. Es lo único que buscan. Huir de los problemas, los conflictos y compromisos. La felicidad se encuentra, según ellos, huyendo hacia la tranquilidad.
          -Los vividores entienden la felicidad como placer. Lo importante de la vida es saborearla. La meta de la existencia no puede ser otra que el disfrutar de todo placer. Ahí se encuentra la verdadera felicidad.
          -Los ardientes, por su parte, entienden la felicidad como crecimiento. En realidad, más que buscar la felicidad como algo que hay que conquistar, la experimentan cuando la persona vive creciendo y desplegando con acierto su propio ser.
        4. La Riqueza: pueden llevar, a quien le entrega su corazón, a perder la vida eterna: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!» Sólo Dios puede dar al hombre la vida eterna. Sólo quien cree en Él y en su enviado, Jesucristo, tiene la garantía de que heredará la vida eterna. Sólo quien sabe vivir desapegado de lo temporal y sabe usar rectamente de sus bienes, abriéndose a su comunicación generosa, puede “atesorar en el Cielo”.
        REFLEXIÓN 

           Al leer el Evangelio de hoy descubriremos la exhortación que el Señor Jesús nos hace para que aprendamos a desprendernos de los bienes materiales y podamos compartirlos con los hermanos más necesitados; esto se encuentra muy relacionado con el tema del domingo anterior. También es una invitación a la vigilancia evangélica, es decir, la manera cómo prepararnos para heredar la vida eterna: " Vendan sus bienes y den limosna…acumulen bienes en el cielo…donde está su tesoro, ahí estará también su corazón." 
           Si bien es cierto, Jesús nos dice que donde está nuestro tesoro ahí estará nuestro corazón, también es verdad que donde está nuestra fe allí estará nuestra última esperanza. El que solo cree en lo que tiene se cierra el camino de la esperanza y, por lo tanto, el camino que lo lleva a Dios, y se cierra también a quienes son objeto del amor de Dios: los hermanos – alejándose del verdadero compartir cristiano. 
           Necesitamos poseer algunos bienes para vivir, es cierto, pero estos no son la fuente de la vida ni está en ellos la clave o el secreto para ser persona. Sólo el que ama y vive solidariamente y en apertura a los demás, dándose a Dios y al prójimo, tiene vida auténtica y, en definitiva, es feliz, porque entiende la vida con sabiduría. Todo pierde sentido cuando el hombre se cierra a Dios y al hermano. 

        PARA LA VIDA

           Cuentan que un joven, cuando el telégrafo era el único medio de comunicación para largas distancias, se enteró por la prensa que se ofrecía un trabajo como operador del sistema Morse. Se dirigió a la dirección indicada y la recepcionista le entregó un formulario para rellenar y le dijo que esperara hasta que le llamaran para ser entrevistado. 
           El joven rellenó el formulario y se sentó junto a los otros siete solicitantes que esperaban en la antesala. Después de unos minutos el joven se levantó y entró en la oficina. Los otros siete se quedaron sorprendidos y se preguntaban por qué había entrado sin ser llamado y pensaron que sería reprendido y descalificado. Pocos minutos después el joven salió acompañado por el entrevistador que dijo a los otros siete solicitantes: “Gracias por venir pero el trabajo ya ha sido concedido a este joven”. 
           No es justo, éste llegó de último y nosotros ni siquiera hemos sido entrevistados, no lo entendemos, dijeron los siete. Durante el tiempo que han estado sentados el telégrafo ha estado tecleando en Morse el siguiente mensaje: “Si usted entiende este mensaje, entre inmediatamente. El trabajo es suyo”. Ninguno de ustedes lo oyó ni lo entendió. 
           Este joven lo escuchó y lo entendió y el trabajo es suyo”. Todos estaban en la sala de espera. Todos esperaban con impaciencia, pero lo importante no es la espera sino lo que hacemos durante la espera (Saber escuchar). El premio es para los que esperan a Dios, lo buscan y saben discernir su presencia en los acontecimientos de cada día.

        18° Domingo del Tiempo Ordinario, 31 de Julio 2016, Ciclo C


        San Lucas  12, 13 - 21

        “  ¡Vana Ilusión, Vana Ilusión! ¡Todo es Vana Ilusión!    

        1. La Vanidad: puede que en nuestra vida no todo sea vanidad de vanidades, pero sí es cierto que mucho de lo que el ser humano hace, piensa y anhela es vanidad. La realidad acabará poniéndonos siempre a cada uno en nuestro verdadero sitio, de frente a Dios.
        2. La Riqueza: es volverse esclavo del dinero y de los bienes materiales presentes, para asegurarnos un futuro económicamente seguro. Donde está tu tesoro, está tu corazón. Nuestros bienes materiales deben estar siempre subordinados a nuestros intereses espirituales. Lo único absolutamente necesario en esta vida es tener nuestra conciencia en paz con Dios y esto no se consigue almacenando riquezas para sí y siendo pobres para Dios.
        3. El Poder:  la ambición del tener es insaciable. Convierte a los que deberían ser servidores de la sociedad en corruptos aprovechados. “No ames demasiado tus bienes que pueden perecer, pues perderás sin duda los imperecederos. «Yo -dices- no quiero ni perder lo mío, ni apropiarme de lo ajeno». Esta excusa o pretexto es señal de cierta codicia, pero no de amor fraterno. Del amor dijo San Pablo: No busca las cosas propias, sino lo que interesa a los demás (1 Cor 13,5; Flp 2,4).
        4. La Vida: el dueño de tu vida no es el dinero, ni bien temporal alguno; el único dueño de tu vida es Dios, por eso te la puede reclamar en cualquier momento. Pero esta propiedad que Dios tiene sobre ti no es desgracia alguna, antes, por el contrario, es lo mejor que te ha podido ocurrir: ¿en qué manos estás más seguro, si no es en las de Dios? La piedra que transforma la vida entera en oro, en felicidad, en riqueza eterna, "en darte buena vida" es haberla vivido con y para los demás desde el único mandamiento de Dios, el del amor.

        REFLEXIÓN 

           En el texto Evangélico que se leía el domingo pasado (Lc 11,1-13) Jesús nos exhortaba a orar, poniendo nuestra confianza en Dios. En el texto que  hoy se proclama Jesús nos invita a no poner nuestra confianza en los bienes (Lc 12,13-21).  En la parábola que contiene se contraponen los pensamientos del hombre y la sentencia de Dios.
        1.-El hombre es un rico que ha recogido una gran cosecha. Ese fruto del presente le lleva a planear su futuro. Ampliará sus graneros. Por tanto tiene garantizada toda una vida llena de satisfacciones. El rico parece muy “inteligente”. Cree que el tener le asegura el ser.
        2.-Sin embargo, la voz de Dios lo califica como un “necio”. Está equivocado. No puede contar con el futuro, puesto que tampoco el presente le pertenece. Ese mismo día en que sueña su felicidad le van a exigir la vida. Si no tiene asegurado el ser, de poco le va a servir el tener.   
           Es evidente que estamos hechos para mirar a horizontes más amplios y lejanos. Los bienes inmediatos no pueden equipararse con el Bien absoluto, que es Dios.
           “Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. En realidad, el ansia de poseer bienes manifiesta el error en el que se ha instalado el hombre. Todos los bienes de la tierra no pueden asegurar la vida ni determinar su auténtico valor.Podemos crear una sociedad donde el valor de la persona no depende de dinero ni posesiones, sino del espíritu de Dios que compartimos por el don de Bautismo.



        PARA LA VIDA

        ¡DIOS! ¡TESORO A LA VISTA!

           En cierta ocasión murió un hombre profundamente creyente. Durante toda su existencia intentó llevar una vida sencilla y sin estridencias. Cerró los ojos al mundo con la misma serenidad con la que los mantuvo abiertos ante los muchos acontecimientos que se le presentaron en su caminar. Desde siempre le preocupó querer y disfrutar aquello que hacía. Y, por ello mismo, antes de presentarse ante Dios les dijo a los suyos: “temo que Dios pueda decirme que no estuve suficientemente pendiente de Él”.
           Cuando se presentó ante Dios, el hombre creyente, dijo: “perdóname si mis fuerzas las dediqué más a lo material que hacia lo espiritual”. Dios le contestó: “¿Cómo puedes decir eso amigo mío?”. “Cada mañana cuando despertabas me ofrecías tu trabajo. Después de realizarlo me dabas las gracias por la fuerza que yo te inspiraba. Cuando, a final de mes, te correspondían con el sueldo, supiste dejar una parte aunque fuera muy pequeña, para las necesidades de los otros. 
           En varias ocasiones, y por tu posición en la empresa, tuviste oportunidad de haberte convertido en un pequeño ladronzuelo y, por si fuera poco, nunca pudo contigo el afán de poseer o de aparentar lo que no podías alcanzar. Entra amigo y disfruta de este gran paraíso”. Todos, desde el momento en que nacemos, tenemos abierta una cuenta corriente en la gran caja de ahorros que existe en el cielo. Una cuenta donde los ángeles administrativos van apuntando los esfuerzos y los intentos que los creyentes vamos haciendo en la tierra para darle brillo y bronceado celestial a nuestra vida cristiana.