- La Perfección: Es imitar a Dios y se concreta en el perdón, que es el don por excelencia. Perdonar es recrearse, liberarse, creer en el otro, abrirlo a la dicha de una nueva vida. Todos nuestros enemigos se harán nuestros amigos en la medida de nuestro perdón. Lo que se nos pide es que actuemos diariamente con los mismos sentimientos de Jesús.
- El Comportamiento: el discípulo de Cristo cuando se vea lesionado tiene que ir más allá de lo que la ley contempla, y regirse por el principio de la misericordia. “Acabar el mal a fuerza de bien”.
- Amar a los Enemigos: No resulta fácil, por la sola voluntad, amar a los enemigos. A cambio de qué, responder al odio con amor?, A la violencia con la mansedumbre?, A la afrenta con la humildad?, al mal con el bien?: Ni más ni menos para ser como Dios, compasivos y misericordiosos. Dichosos los misericordiosos porque Dios les tendrá misericordia.
El centro de nuestra existencia, es Dios mismo. El es la fuente de la bondad y, cuando Dios configura totalmente el vivir cotidiano de una persona, esa misma persona, es capaz de llegar al grado de perfección o a esa utopía que nos puede parecer el evangelio de este día.
REFLEXIONEMOS
Las lecturas de hoy nos hablan de la santidad. Es más, el evangelio termina con una invitación a ser “perfectos”. A eso estamos llamados todos los que queremos seguir las huellas de Jesús. Jesús pide más, a sus discípulos y a su comunidad.
El amor ha de llegar a todos porque todo hombre ha de tener la experiencia del amor de Dios. En este punto el hombre ha de ser colaborador de Dios. La medida de la acción del hombre es Dios. Sed perfectos como vuestro Padre celestial.
PARA MEDITAR EN LA SEMANA
Es la historia de dos agricultores que vivían cerca el uno del otro. Un día el perro de uno de ellos se soltó y mató al niño de dos años de su vecino. El padre del niño angustiado cortó la comunicación y la relación con su vecino y los dos hombres vivieron en amenazante enemistad durante años.
Y un buen día el fuego arrasó la propiedad del agricultor dueño del perro y destruyó su granja y sus herramientas. No podía ni labrar sus tierras ni sembrarlas y su futuro era incierto.
Pero a la mañana siguiente se despertó y encontró sus tierras labradas y listas para la siembra. Preguntó y supo que el que había hecho esta buena acción no era otro que su enemigo, su angustiado vecino.
Con mucha humildad salió en su busca y le preguntó por qué lo había hecho. Su respuesta fue la siguiente: “Labré tus tierras para que Dios siga vivo”. El amor cristiano es mucho más que afecto y amistad, es perdón y reconciliación, es gracia y resurrección.