4° Domingo de Adviento, 19 Diciembre 2021, Ciclo C

 San Lucas 1, 39 - 45

"Dichosa Tú que has Creído

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Saludo de María: hay muchas maneras de «saludar» a las personas. María trae paz, alegría y bendición de Dios. Lucas recordará más tarde, que Jesús pedía a sus seguidores: en cualquier casa que entréis, decid lo primero: Paz a esta casa. Todo saludo debe llevar la huella de Dios…como María a Isabel.
  2. La Vida: las madres portadoras de vida, son mujeres «bendecidas» por el creador: el fruto de sus vientres es bendito. María es la «bendecida» por excelencia: con ella nos llega Jesús, la gran bendición de Dios al mundo. Isabel termina exclamando: Dichosa tú, que has creído.
  3. La Felicidad: feliz el pueblo donde hay madres creyentes, portadoras de vida, capaces de irradiar paz y alegría. Feliz la Iglesia donde hay mujeres bendecidas por Dios, mujeres felices que creen y transmiten fe y vida a sus hijos. La auténtica alegría no se fabrica desde fuera, brota del interior. En realidad, la alegría emerge cuando aprendemos a vivir en la verdad.
  4. Relacionarse: la relación íntima y personal del Espíritu Santo con María ha hecho posible que el Verbo de Dios asuma carne y se vaya formando hombre en su seno materno. La relación de María con el Verbo de Dios es extremamente misteriosa y delicada: Misteriosa porque la fecundación de su seno es obra de Dios mismo; delicada, porque está dando a Dios su carne y su sangre, pero sobre todo su amor, su dedicación y su entrega total.

REFLEXIÓN 

   Si tuviésemos que escribir la mejor historia de amor, seguramente escogeríamos como protagonista a María... Si tuviésemos que escribir la mejor historia de entrega y confianza, seguramente escogeríamos como protagonista también a la Virgen María. Y si tuviésemos que escribir una historia sobre el mejor discípulo que Jesús tuvo, la protagonista sería igualmente, la Virgen María.

   Así es presentada María en este cuarto domingo de Adviento: como la mejor oyente de Dios. Porque si es cierto que el mejor discípulo es aquel que transmite lo que lleva dentro casi sin necesidad de hablar, ese discípulo es entonces María. Y sé que ni Isabel, ni el hijo que llevaba en sus entrañas sabían lo que le había ocurrido a María. Pero nada más entrar en casa de su prima, y sin hablar, los dos se dan cuenta de que hay algo especial en ella.

   Las palabras que Isabel usa para saludar a María: « ¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! las usamos cada vez que rezamos el Avemaría. Jesús es esperado. Jesús es amado con su primer amor. Bendita tú eres,... bendito es tu hijo...Y Santa Isabel pregunta con humildad ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?

   Estas dos mujeres, María e Isabel, están inmersas en el misterio: Evidentemente hay cosas extrañas en torno a los os nacimientos. Isabel se da cuenta de ello en forma inmediata y con sus palabras refleja la adoración y el agradecimiento a Dios por el don recibido. Nos alienta esta escena a pedir al Señor que estemos siempre atentos a reconocer su presencia y a saber reconocer sus signos. 

PARA LA VIDA 

   Érase una vez un rey generoso y sabio. Trataba a los ricos y a los pobres del mismo modo y era muy bondadoso con los niños. Un año todos sus súbditos decidieron celebrar una gran fiesta en el día de su cumpleaños. Y lo hicieron de manera distinta a los años anteriores. Como trataba a todos por igual decidieron que todos los regalos iban a estar envueltos con papel blanco para que parecieran iguales. Cuando llegó el día todos trajeron sus regalos blancos al rey. 

   Unos eran un puñado de arroz pero envuelto en papel blanco. Otros regalos eran joyas o marfil pero estos también estaban envueltos en papel blanco. Todos parecían iguales y cuando el rey los abrió trató a todos por igual porque sabía que todos llevaban el mismo amor y devoción. 

   Y los que no tenían regalos que ofrecer, firmaban en un libro blanco para ofrecerle su tiempo y sus talentos. ¿Ya ha encontrado el regalo perfecto para esta Navidad? ¿Ya ha practicado la elegancia social del regalo? Sus hijos no necesitan un nuevo juguete, le necesitan a usted. Su esposa no necesita el último perfume de Calvin Klein, le necesita a usted. Sus padres ya mayores no necesitan guantes nuevos, necesitan que usted les caliente sus manos con su calor. Dar cosas es fácil, darse uno mismo es lo difícil.  Jesús es el regalo de Dios para todos nosotros y no necesita nada pero nos necesita a nosotros.

3° Domingo de Adviento, 12 Diciembre 2021, Ciclo C

 San Lucas 3, 2b-3. 10-18

"¿Qué debemos hacer?

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Gaudette: alegraos siempre en el Señor, os lo repito. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. En este tercer domingo de Adviento debemos, pues, manifestar litúrgicamente nuestra alegría, nuestra paz y nuestro entusiasmo religioso. Los cristianos debemos ser personas alegres, no con una alegría bullanguera y aturdidora, sino con una alegría interior, manifestada en nuestro comportamiento y en nuestras relaciones con los demás. Así debemos celebrar en concreto este domingo <gaudete>.

2.-Razones Para la Alegría:  Valorar y reforzar las fuerzas positivas de nuestra alma. Vivir abiertos hacia el prójimo.  Tener un gran ideal, algo que centre nuestra existencia y hacia lo que dirigir lo mejor de nuestras energías.  En el amor, preocuparse más por amar que por ser amados. Tener el alma siempre joven y, por tanto, siempre abierta a nuevas experiencias. Descubrir que Dios es alegre, que una religiosidad que atenaza o estrecha el alma no puede ser la verdadera, porque Dios o es el Dios de la vida o es un ídolo. Dios es alegría. Dios no quiere la tristeza, Dios es optimista, Dios es posibilidad de todo lo bueno, Dios es omnipotencia para hacer el bien.

3.-Necesidad de Conversión: El camino por donde podemos adquirir esa alegre liberación que debe disfrutar ya todo cristiano no es otro que la conversión. Conversión hacia Dios. La conversión lleva a compartir: el que tenga dos túnicas, debe dar al que no tiene; y el que tiene que comida, debe compartirla. Esto es una sociedad solidaria, es la que la Iglesia promueve, preocupada por dar a todos lo necesario. No podemos aceptar ciegamente la diferencia nacida del dinero o de la fuerza. Dios quiere que compartamos el bien que ha dado para todos. La conversión será duradera y profunda si somos capaces de criticar nuestra falsa manera de contemplar el mundo y los hombres. Una característica de la conversión de Juan es que no sólo es personal sino que va buscando una renovación social. 

REFLEXIÓN

   El tema de este tercer Domingo de Adviento puede girar alrededor de la pregunta: “y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Preparar el “camino” por donde el Señor viene, significa cuestionar nuestros límites, nuestro egoísmo y comodidad y operar una verdadera transformación de nuestra vida en la dirección de Dios.

   La primera lectura, sugiere que en el principio, en medio y en el final de ese “camino de conversión”, nos espera el Dios que nos ama. Su amor no sólo perdona nuestras faltas, sino que provoca la conversión, nos transforma y nos renueva. De ahí la invitación a la alegría: Dios está en medio de nosotros y, a pesar de todas nuestras deficiencias, insiste en hacer el camino con nosotros, porque nos ama.

   La segunda lectura insiste en las actitudes correctas que deben marcar la vida de todos los que quieren acoger al Señor: alegría, bondad, oración.

   El Evangelio sugiere tres aspectos en los que esa transformación es necesaria: es preciso salir de nuestro egoísmo y aprender a compartir; es necesario romper los esquemas de explotación y de inmoralidad y proceder con justicia; es preciso renunciar a la violencia y a la prepotencia y respetar absolutamente la dignidad de nuestros hermanos. Por otra parte, el cristiano, “bautizado en el Espíritu”, recibe de Dios una vida nueva, y tiene que vivir de acuerdo con esa vida.

    Es decir, el Mesías viene a recoger el fruto, el buen trigo, quemando en nosotros todo aquello que no sirve. En este tercer domingo de Adviento, domingo de la alegría, vivamos el gozo de la cercanía del Señor que viene a salvarnos. Pero que esta alegría sea no una alegría fugaz y superficial, sino una alegría en el Señor, pues Dios viene a nosotros, a traernos la paz y la confianza en Él. Preparemos esta venida del Señor dejando atrás todo aquello que es paja en nuestra vida, para sacar a relucir el buen fruto que Dios espera de nosotros.

   No podemos exigir a los que se empeñan en vivir la Navidad con cara semi-acontecida que la vivan cristianamente. Ni tan siquiera podemos pretender que, otros que hablan de “espíritu navideño”, den un paso adelante y tengan la experiencia de unos días con Jesús el del pesebre. Pero ¿y nosotros? ¿Cómo la vivimos? ¿Ya pregonamos el secreto de la Navidad? El hecho de que algunas ciudades sean adornadas con aderezos que no dicen nada y que afean más que embellecen, no significa el que nosotros no podamos manifestar hacia fuera lo que, en nuestras casas, se vive por dentro: el Nacimiento de Cristo.

PARA LA VIDA

   Mister Liddel era el presidente  de la gran empresa Maximus, dueña de media docena de bancos y de siete grandes industrias internacionales. Todo conseguido por sus hábiles maniobras y buen olfato para los negocios. Un día llegó algo tarde a la reunión de accionistas pero, en vez de disculparse, puso a temblar a todos los funcionarios con su mirada fría y distante. De pronto, al fondo del salón observó la presencia de un limpiabotas. Era un viejo negro de aspecto humilde, con las manos sucias y con la ropa harapienta. Mister Liddel no lo había visto jamás, pero tenía unos minutos libres y podía permitirse el lujo de hacerse sacar un poco más de brillo a su fabuloso par de zapatos de 600 euros que llevaba puestos. El viejo negro trabajó con gran habilidad. Al terminar, Mister Liddel fue a darle un euro, pero se encontró con su mirada. 

   Una mirada extraña, profunda, con una luz bondadosa y divertida que le brillaba dentro. Al levantarse del banquillo, los zapatos de Mister Liddel salieron disparados como cohetes, llevándolo fuera del salón. Parecía que iba a un maratón, eso sí, un  maratón un poco extraño. Los zapatos lo llevaron delante de un niño pobre sin piernas que pedía limosna en la calle, y no se movieron de allí hasta que Mister Liddel vació todo el contenido de la cartera en las manos del chaval aterrorizado. Luego, los zapatos llevaron a Mister Liddel hacia suburbios llenos de pobres chabolas y de gente que sufría, y de cuya existencia Mister Liddel nunca había oído. Los zapatos lo obligaron a ver lágrimas, soledad, miseria, abandono. 

   Después de unas cuantas horas, Mister Liddel estaba muy cansado, pero se sentía distinto. Por primera vez veía de verdad a la gente. Y para terminar, al atardecer, los zapatos hicieron una cosa inesperada: llevaron a Míster Liddel a una iglesia. Y es que no había vuelto a ella desde la primera comunión. Y vio al fondo una lucecita roja que brillaba. De pronto se acordó de la mirada profunda del limpiabotas negro y se sintió feliz como nunca se había sentido, y de repente lo comprendió todo. Luego, sus zapatos volvieron a ser normales. Entró de nuevo en el salón de reuniones y preguntó: - ¿Habéis visto donde ha ido a parar aquel limpiabotas negro?. – Por aquí no ha pasado ningún limpiabotas negro, señor, - le contestaron. Lo sospechaba. Además, ¿quién iba a creer que Dios era negro y que hacía de limpiabotas en las calles de la ciudad?.

2° Domingo de Adviento, 5 Diciembre 2021, Ciclo C

 San Lucas 3, 1 - 6

"Preparad el camino del Señor"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

  1. Preparar el Camino: para abrirle un camino a Dios es necesario descender al fondo de nuestro corazón. Quien no busca a Dios en su interior es difícil que lo encuentre fuera. En nosotros encontraremos miedos, preguntas, deseos, vacíos, pero no importa, Dios está ahí. Él nos ha creado con un corazón que lo buscará hasta que descanse en él.
  2. El Desierto: la Palabra de Dios vino sobre Juan, en el desierto. Sólo en el silencio, despojados de todo, en desierto, se puede escuchar la voz y la llamada de Dios a cambiar el interior. Según Isaías, el «desierto» era el mejor lugar para abrirse a Dios e iniciar la conversión. Oseas dirá que es en el «desierto» donde Dios habla “de corazón a corazón».
  3. La Conversión: el encuentro con Dios acontece cuando a uno le nace desde dentro esta oración: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador». Éste es el mejor camino para recuperar la paz y la alegría interior. Despertar la confianza total en este amor puede ser comenzar a vivir de una manera nueva y gozosa con Dios.
  4. Escuchar: la voz de Dios en lo profundo del corazón y en actitud de humildad. Así lo hizo Juan Bautista: su corazón atento, su silencio y humildad le llevaron a figurar ante los ojos de Dios como el más grande de los profetas. A Dios se le escucha en el silencio, en las entrañas del corazón, en la humildad del pesebre.
REFLEXIÓN 

   En el segundo domingo del Tiempo de Adviento, las lecturas de la misa de hoy nos presentan el Anuncio de la llegada del Señor y la preparación que debemos tener para recibirlo.

   El tiempo del Adviento es el tiempo de la preparación para las solemnidades de Navidad, cuando conmemoramos la primera venida del Hijo de Dios a los hombres.

   Durante el tiempo de adviento aparece el significado de la misión de San Juan Bautista. Su figura se impone como una actitud de fidelidad y de respuesta a la nueva manifestación de Dios que se avecina.

   La figura de Juan el Bautista aparece como la señal de la llegada de la salvación de Dios. Y es que la llegada del Reino de Dios se produjo cuando el Precursor empezó a predicar la conversión y a anunciar la Buena Nueva.

   San Juan señala la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: es el último de los Profetas que anuncia la vendida del Señor, y el primero de los testigos de Jesús. Cuando en una familia se espera el nacimiento de un nuevo miembro todos viven los preparativos con intensidad. Arreglemos la habitación acercándonos al sacramento de la reconciliación, tejamos una gran red de oraciones y consigamos todo lo necesario para que nuestra propia existencia sea una casa agradable donde pueda venir el Señor. Allanemos los caminos para que todos sean testigos de la salvación. 
PARA LA VIDA 

   El ermitaño en la oración oyó claramente la voz de Dios. Le invitaba a acudir a un encuentro especial con Él. La cita era para el atardecer del día siguiente, en la cima de una montaña lejana. Temprano se puso en camino, se encontró a varios campesinos ocupados en intentar controlar y apagar un incendio declarado en el bosque cercano, que amenazaba las cosechas y hasta las propias casas de los habitantes. 

   Reclamaron su ayuda porque todos los brazos eran pocos. Sintió la angustia de la situación y el no poder detenerse a ayudarles. No debía llegar tarde a la cita y, menos aún, faltar a ella. Así que con una oración que el Señor les socorriera, apresuró el paso ya que había que dar un rodeo a causa del fuego. Tras ardua ascensión, llegó a la cima de la montaña, jadeante por la fatiga y la emoción. 

   El sol comenzaba su ocaso; llegaba puntual por lo que dio gracias al cielo en su corazón. Anhelante esperó, mirando en todas las direcciones. El Señor no aparecía por ninguna parte. Por fin descubrió, visible sobre una roca, algo escrito: “Dispénsame, estoy ocupado ayudando a los que sofocan el incendio”. Entonces comprendió dónde debía encontrarse con Dios.

   Pongámonos en camino, como el hombre del cuento, bien atentos a la presencia de Dios, sin despistarnos, no nos vaya a pasar como a él le pasó, que al final no se encontró con el Señor, por no buscarlo donde realmente se encontraba.

1° Domingo de Adviento, 28 Noviembre 2021, Ciclo C

 San Lucas 21, 25-28. 34-36

"Está por Llegar la Liberación"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Adviento: La palabra “adviento” significa llegada, venida; se refiere a la llegada a este mundo de Jesús, llegada que sucedió hace ya dos mil veintiún años. Toda nuestra vida puede ser considerada un Adviento. Durante toda nuestra vida debemos también vivir esperando la segunda venida de nuestro Señor, que vendrá a liberarnos definitivamente del pecado y de la maldad. También durante todos los días de nuestra vida, no sólo las cuatro semanas del Adviento, debemos mirar al Hijo del hombre, que vendrá con poder y gloria al final de los tiempos, como a un Cristo liberador.

2.- El Amor Mutuo: es el primer mandamiento que debemos cumplir si queremos presentarnos santos e irreprochables ante el Señor Jesús en su segunda venida. Amemos a todas las personas del mundo con amor cristiano, con amor universal, aunque sean personas de otras religiones, de otras razas, de otras lenguas. Esto es algo que más de una vez nos resultará difícil de hacer, pero es algo que no podemos omitir, si queremos presentarnos santos irreprochables ante el Señor en su segunda venida.

3.- La Justicia: para nosotros, los cristianos, Jesús es el Justo por excelencia, por tanto si nosotros queremos ser buenos discípulos de Jesús debemos ser ante todo personas justas. La justicia debe ser para nosotros una virtud primera, como consecuencia precisamente de nuestro amor mutuo y de nuestro amor a todos. El que no es justo con el prójimo y con todos no podrá nunca decir que ama al prójimo y a todos, es decir, que tiene un amor católico, universal.

4.- La Esperanza: se abraza con el amor en su dimensión universal, llegando más allá de toda frontera, de toda discriminación y de todo condicionamiento. Hay muchos cristianos desanimados porque no ven a los jóvenes participando en la Eucaristía, otros se sienten desconcertados ante la falta de valores y la desintegración de muchas familias, hay quien está decepcionado porque ve una Iglesia demasiado instalada y alejada del Evangelio. Ante esto optan por la pasividad o resignación y niegan cualquier posibilidad de cambio. Hoy la Palabra de Dios nos alerta para que nos demos cuenta de que Jesús, el Hijo del Hombre, viene a liberarnos de todas nuestras dudas e incertidumbres. Él es nuestra justicia y nuestra salvación.

REFLEXIÓN

En este primer Domingo de Adviento, la Palabra de Dios nos presenta una primera inclusión en la “venida” del Señor.

En la primera lectura, por boca del profeta Jeremías, el Dios de la alianza anuncia que es fiel a sus promesas y que va a enviar a su Pueblo un “vástago” de la familia de David. Su misión será realizar ese mundo soñado de justicia y de paz: fecundidad, bienestar, vida en abundancia, serán los frutos de la acción del mesías.

La segunda lectura nos invita a no instalarnos en la mediocridad y en la comodidad, sino a esperar, con una actitud activa, la venida del Señor. Es fundamental, en esa actitud, la vivencia del amor: él es el centro de nuestro testimonio personal, comunitario, eclesial

El Evangelio nos presenta a Jesús, el mesías hijo de David, anunciando a todos los que se sienten prisioneros: “alegraos, vuestra liberación está próxima. El mundo viejo al que estáis encadenados va a caer y, en su lugar, va a nacer un mundo nuevo, donde conoceréis la libertad y la vida en plenitud. Estad atentos, para acoger al Hijo del Hombre que os va a traer ese mundo nuevo”. Es necesario, sin embargo, reconocerlo, saber identificar sus llamadas y tener el coraje de construir, con él, la justicia y la paz.

El tiempo de Adviento, que empieza precisamente hoy, nos insta a prepararnos para acoger al Señor que vendrá. Pero ¿cómo prepararnos? La significativa celebración que estamos realizando nos muestra que un modo concreto para disponernos a ese encuentro es la proximidad y la comunión con quienes, por cualquier motivo, se encuentran en dificultad. Al reconocer a Cristo en el hermano, nos disponemos a que él nos reconozca cuando vuelva definitivamente. Así la comunidad cristiana se prepara para la segunda venida del Señor: poniendo en el centro a las personas que Jesús mismo ha privilegiado, las personas que la sociedad a menudo margina y no considera.

Ayúdanos a orientar nuestro corazón hacia ti; ayúdanos a reconocer tu rostro que resplandece en toda criatura humana, aunque esté probada por la fatiga, la dificultad y el sufrimiento. Haz que comprendamos que "la gloria de Dios es el hombre que vive" (san Ireneo de Lyon, Adv. haer., IV, 20, 7), y que un día podamos gustar, en la visión divina, junto con María, Madre de la humanidad, la plenitud de la vida redimida por ti. Amén.

PARA LA VIDA

   Un día, Alfredo, despertó en una víspera de Navidad, muy contento, pues una fecha muy importante estaba por llegar. Era el día del aniversario del Niño Jesús y el día en que Papá Noel vendría de visita como todos los años. Con sus cinco añitos, esperaba ansiosamente el caer de la noche, para volver a dormir y espiar el zapato que estaba en el frente de la puerta, pues no tenía árbol de Navidad. Se durmió muy tarde, para ver si conseguía atrapar a aquel "viejito", pero como el sueño era mayor que su voluntad, se durmió profundamente. En la mañana de Navidad, observó que su zapato no estaba allí, y que no había regalo alguno en toda su casa. 

   Su padre, sin trabajo, con los ojos llenos de lágrimas, observaba atentamente a su hijo, y esperaba tomar coraje para hablarle y decirle que su sueño no existía. Con mucho dolor en el corazón lo llamó: - Alfredo, hijo mío, ¡ven aquí! - ¿Papá? - ¿Que ocurre hijo? - Papá Noel se olvidó de mí... Hablando de eso, Alfredo abrazó a su padre y los dos se pusieron a llorar, cuando Alfredo habló: - ¿El también se olvidó de ti papá? – No, hijo mío. 

   El mejor regalo que yo podría haber ganado en la vida está en mis brazos, y quédate tranquilo pues yo sé que Papá Noel no se olvidó de ti.    - Pero todos lo otros niños vecinos están jugando con sus regalos... El se olvidó de nuestra casa. - No se olvidó... El regalo te está abrazando ahora y va a llevarte a uno de los mejores paseos de tu vida.  Y así, los dos fueron a un parque y Alfredo jugó con su padre durante el resto del día, regresando caída ya la noche. 

   Llegando a casa muy somnoliento, Alfredo fue para su cuarto y "escribió" para Papá Noel:  "Querido Papá Noel, yo sé que es demasiado tarde para pedir alguna cosa, pero quiero agradecer el regalo que me diste. Deseo que todas las Navidades que yo pase, hagas que mi padre olvide sus problemas y que él pueda distraerse conmigo, pasando una tarde maravillosa como la de hoy. 

   Gracias por mi vida, pues descubrí que no es con juguetes que somos felices, y sí con el verdadero sentimiento que está dentro de nosotros y que Dios despierta en las Navidades. De quien te agradece por todo: Alfredo”.  Y se fue a dormir.  Entrando al cuarto para dar las buenas noches a su hijo, el padre de Alfredo vio la carta y a partir de ese día no dejó que sus problemas afectasen la felicidad de ellos y comenzó a hacer que todos los días fuesen Navidad para los dos.

34° Solemnidad de Cristo Rey, 21 Noviembre 2021, Ciclo B

 San Juan 18, 33b – 37

"Tú lo Dices: Yo Soy Rey

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.N

1.- El Rey:  El reino, por tanto, del que Cristo quiere ser rey es del mundo de la verdad, es decir, del mundo de la justicia, de la paz, del amor, de la vida, de la santidad. De este mundo es del que nosotros, los cristianos, queremos que Cristo sea rey. Pero para que Cristo sea de verdad rey de este mundo, debemos defender y practicar sus súbditos estas mismas virtudes: la santidad y la vida, la justicia, la paz, la verdad y el amor. 

2.- El Príncipe: Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. a Cristo sólo podemos darle la gloria y el poder cumpliendo su mandamiento de amarnos los unos a los otros como él nos amó hagamos hoy este propósito. Sólo así, como venimos diciendo, estaremos celebrando con dignidad esta fiesta de Jesucristo rey del universo. 

3.- El Reino: Jesús dejó bien claro que su Reino no es como los reinos de este mundo. En él es primero el que es el último, es decir el que sirve, no el que tiene el poder. Muchas veces quisieron hacer rey a Jesús, pero Él lo rechazó porque había venido a servir y no a ser servido.

4.- Nosotros: también nosotros somos "reyes" por la consagración que hemos recibido al ser ungidos con el santo crisma en el Bautismo. ¿Somos conscientes de esta dignidad y de este compromiso? Se nos pide que vivamos según la dignidad que debe tener un rey, pero al mismo tiempo se nos exige dar nuestra vida, servir a todos como lo hizo el "rey de reyes". Hoy me propongo seguir a Jesucristo, el Príncipe de la Paz, defensor del Pueblo, luchador en favor del hombre, la fuente de agua viva, el camino, la mesa del hambriento, el consuelo de los tristes y esperanza de los angustiados; Quiero ser con Jesús el Amor entregado, quiero vivir en su Reino, el Reino del sí a Dios, el Reino del sí al hombre, el Reino de la comunión de vida con Dios, el Reino de la solidaridad.

5.- Jesucristo es el Único Rey: al contemplar a Cristo Rey en su trono que es la cruz y coronado de espinas, entendemos lo que Jesús mismo dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo”. Cuando miramos a los poderosos de este mundo, a los que tiene autoridad y gobierno, vemos en la mayoría de ellos un afán por mandar, poniéndose por encima de los demás. Pero el Reino de Cristo no es de este mundo, no sigue los criterios y los principios que rigen en este mundo. 

 REFLEXIÓN

   En este Domingo celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey y Señor del Universo. La Palabra de Dios que se nos propone en este último Domingo del año litúrgico nos invita a tomar conciencia de la realeza de Jesús; dejando claro, sin embargo, que esa realeza no puede ser entendida a la manera de los reyes de este mundo: es una realeza que se manifiesta con una lógica propia, la lógica de Dios. El Evangelio, especialmente, explica, cual es la concepción de la realeza de Jesús.

   La primera lectura anuncia que Dios va a intervenir en el mundo, para eliminar la crueldad, la ambición, la violencia, la opresión que marcan la historia de los reinos humanos. A través de un “hijo de hombre” que va a aparecer “sobre las nubes”, Dios va a devolver la historia a su dimensión de “humanidad”, posibilitando que los hombres sean libres y vivan en paz. Los cristianos verán en ese “hijo de hombre” victorioso un anuncio de la realeza de Jesús.

   En la segunda lectura, el autor del Libro del Apocalipsis presenta a Jesús como el Señor del Tiempo y de la Historia, el principio y el fin de todas las cosas el “príncipe de los reyes de la tierra”, aquél que ha de venir “en las nubes” lleno de poder, de gloria y de majestad para instaurar un Reino definitivo de felicidad, de vida y de paz. Esta es la interpretación cristiana de esa figura de “hijo de hombre” de la que hablaba la primera lectura.

   El Evangelio nos presenta, en un cuadro dramático, a Jesús asumiendo su condición de rey ante Poncio Pilatos. La escena revela, con todo, que la realeza reivindicada por Jesús no se asienta en esquemas de ambición, de poder, de autoridad, de violencia, como sucede con los reyes de la tierra. La misión “real” de Jesús es dar “testimonio de la verdad” y se concreta en el amor, en el servicio, en el perdón, en el compartir, en la donación de la vida.

   A la realeza de Cristo está asociada de modo singularísimo la Virgen María. A ella, humilde joven de Nazaret, Dios le pidió que se convirtiera en la Madre del Mesías, y María correspondió a esta llamada con todo su ser, uniendo su "sí" incondicional al de su Hijo Jesús y haciéndose con él obediente hasta el sacrificio. Por eso Dios la exaltó por encima de toda criatura y Cristo la coronó Reina del cielo y de la tierra. A su intercesión encomendamos la Iglesia y toda la humanidad, para que el amor de Dios reine en todos los corazones y se realice su designio de justicia y de paz.

 PARA LA VIDA

   El hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas de la ciudad provinciana. Como tenía tiempo, se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco. Intrigado, se acercó y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate… pero en el interior sólo vio un atril que sostenía un cartel escrito a mano. 

   El anuncio era curioso: Tienda de la verdad. El hombre, sorprendido, pensó que era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entonces entró y, acercándose a la señorita que estaba en el primer mostrador, preguntó: –Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad? –Sí, señor, ¿Qué tipo de verdad anda buscando: verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa…? Pues sí, allí vendían verdad. Nunca él se había imaginado que esto fuera posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad. 

   Era maravilloso. –Verdad completa – contestó sin dudarlo. Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones, pensóno quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones”. –¡Verdad plena! –ratificó. –Perdón, ¿el señor ya sabe el precio? –No, ¿cuál es? –contestó rutinariamente, aunque en realidad él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad. –Mire que si usted se la lleva –dijo la vendedora – posiblemente durante un largo tiempo no pueda dormir del todo tranquilo.

   Un frío corrió por la espalda del hombre, que pensó durante unos minutos. Nunca se había imaginado que el precio fuera tan alto. –Gracias y disculpe… –balbuceó finalmente, antes de salir del negocio mirando el piso. Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo. “Quizá más adelante…”, pensó.

33° Domingo del tiempo Ordinario, 14 Noviembre 2021, Ciclo B

 San Marcos  13, 24 - 32

"Reunirá a sus Elegidos de los Cuatro Viento

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Cielo: el cielo y la tierra pasarán, pero nosotros no pasaremos en tanto en cuanto vivamos espiritualmente en comunión con Dios, en comunión con su hijo Jesucristo. Vivir en comunión con Cristo es tratar de identificarnos con él, aceptarle como nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Es el espíritu, el espíritu de Cristo, el que debe vivir dentro de nosotros, dirigiendo y gobernando todo nuestro ser y todo nuestro obrar. La persona que vive en comunión con Cristo, aunque pase su cuerpo terreno y mortal, él, la persona humana en cuanto tal, no pasará porque su espíritu participa del espíritu de Cristo, del espíritu de Dios, que es eterno en sí mismo. Tratemos, pues, de vivir siempre según el espíritu de Cristo y así nosotros seremos también eternos, como es eterno el mismo Cristo, el mismo Dios.

2.-La Muerte: unos para la vida eterna, otros para la ignominia perpetua…Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad. Es muy difícil en esta vida ser sabios y justos, pero esa es nuestra tarea y nuestro empeño. Vivir en este mundo, que es muchas veces tan injusto y tan necio, como sabios y justos, debe ser la aspiración de toda persona y más especialmente si somos cristianos. Esforcémonos en conseguirlo.

3.- El Juicio para la Salvación: El Hijo del Hombre, vendrá a salvar y no a condenar. El juicio será para la salvación no para la condenación. Cristo ofreció su vida por nuestros pecados de una vez para siempre. Desde entonces introdujo el perdón de los pecados, como regalo perpetuo que Dios nos hace. Los sabios según Dios y aquellos que enseñaron y practicaron la justicia brillarán por toda la eternidad. Una vez más constatamos que Dios está a favor nuestro, que cuenta con nosotros para construir el Reino de Dios ya desde ahora. El futuro que nos aguarda no es terrible, sino gratificante y feliz.

4.- Estar Preparados: «El día y la hora nadie lo sabe». Dios ha ocultado el momento y también este hecho forma parte de su plan infinitamente sabio y amoroso. No es para sorprendernos, como si buscase nuestra condenación. Lo que busca es que estemos vigilantes, atentos, «para que ese día no nos sorprenda como un ladrón» (1Tes 5,4). No se trata de temor, sino de amor. Es una espera hecha de deseo, incluso impaciente. El verdadero cristiano es el que «anhela su venida» 

REFLEXIÓN

   La liturgia del Domingo 33 del Tiempo ordinario nos presenta, fundamentalmente, una invitación a la esperanza; a confiar en ese Dios libertador, Señor de la historia, que tiene un proyecto de vida definitiva para los hombres. Como dicen nuestros textos, Él va a cambiar la noche del mundo en la aurora de una vida sin fin.

   La primera lectura anuncia a los creyentes perseguidos y desanimados la llegada inminente del tiempo de la intervención liberadora de Dios para salvar al Pueblo fiel. Esta es la esperanza que debe sostener a los justos, llamados a permanecer fieles a Dios, a pesar de la persecución y de la prueba. Su constancia y fidelidad serán recompensadas con la vida eterna.

    La segunda lectura recuerda que Jesús vino al mundo para hacer realidad el proyecto de Dios en el sentido de liberar al hombre del pecado y de insertarlo en una dinámica de vida eterna. Con su vida y con su testimonio, nos enseñó a vencer el egoísmo y el pecado y a hacer de la vida un don de amor a Dios y a los hermanos. Ese es el camino del mundo nuevo y de la vida definitiva.

   En el Evangelio, Jesús nos garantiza que, en un futuro sin fecha determinada, el mundo viejo del egoísmo y del pecado caerá y que, en su lugar, Dios va a hacer aparecer un mundo nuevo, de vida y de fidelidad sin fin. A sus discípulos, Jesús les pide que estén atentos a los signos que anuncian esa nueva realidad y disponibles para acoger los proyectos, las llamadas y los desafíos de Dios. «Que nadie pretenda conocer el último día, es decir, cuándo ha de llegar. 

   Pero estemos todos en vela mediante una vida recta, para que nuestro último día particular no nos halle desprevenidos, pues de la forma como haya dejado el hombre su último día, así se encontrará en el último del mundo. Serán las propias obras las que eleven u opriman a cada uno... ¿Quién ignora que es una pena tener que morir necesariamente y, lo que es peor, sin saber cuándo? La pena es cierta e incierta la hora; y, de las cosas humanas, solo de esta pena tenemos certeza absoluta» (Sermón 97,1-2). 

PARA LA VIDA

   Iba yo pidiendo de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció de lejos, como un sueño. Y yo me preguntaba maravillado quién sería aquel rey de reyes. Mis esperanzas volaron hacia el cielo, y pensé que mis días malos de habían acabado. Y me quedé esperando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se detuvo a mi lado, me miraste y bajaste corriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. 

   Y de pronto, tú me tendiste la mano derecha diciéndome: - ¿Puedes darme alguna cosa? - ¡Ah, qué ocurrencia de tu realeza, pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Saqué entonces despacio de mi mochila y granito de trigo y te lo di... ¡Qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi mochila en el suelo, encontré un grano de oro! Entonces, qué amargamente lloré por no haberte tenido corazón para entregarte todo mi trigo. Se me habría convertido en oro.

Cristo pasa a nuestro lado y seguirá tendiendo su mano para que le demos todo, no sólo migajas de nuestra vida, como hizo del mendigo del cuento. Saber verle en el pobre, en el inmigrante, en el que está solo, en el que sufre, en el parado. Sabes escucharle en la oración y recibirle en la Eucaristía.  

   Saber encontrarle en cada ser humano que se cruza en nuestro camino y en cada signo de vida que nos rodea. Saber sobre todo amarle siendo nosotros amor amable, sonriente, acogedor, solidario. No dejemos pasar la oportunidad. Que no nos pase como al mendigo, que luego lo lamentemos.

Aprovechemos este momento de gracia que Dios nos pone en el camino y dejemos que Cristo entre más plenamente en nuestra vida.

32° Domingo del tiempo Ordinario, 14 Noviembre 2021, Ciclo B

 San Marcos  12, 38 - 44

"Esa Pobre Viuda ha Echado Más Que Nadie

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Cristo, Sacerdote: todos nosotros tenemos parte en el único y eterno sacerdocio de Cristo, Hijo de Dios. Precisamente este templo... es el lugar de esta participación. Efectivamente, la parroquia surge y existe, a fin de que todos nosotros tengamos parte en la misión sacerdotal, profética y real (pastoral) de Cristo, como nos enseña el Concilio Vaticano II; para que, ofreciendo junto con El y por El nuestros dones espirituales, podamos entrar con El y por El en el santuario eterno de la Majestad Divina, el santuario que El ha preparado para nosotros como "casa del Padre" (Jn 14, 21).

2.- La Viuda Pobre: esto puede sonar a paradoja, pero esta pobreza esconde en sí una riqueza especial. Efectivamente, rico no es el que tiene, sino el que da. Y da no tanto lo que posee, cuanto a sí mismo. Entonces, él puede dar aun cuando no posea. Aun cuando no posea, es por lo tanto rico. El hombre, en cambio, es pobre, no porque no posea, sino porque está apegado. Esto es, está apegado de tal manera que no se halla en disposición de dar nada de sí. Cuando no está en disposición de abrirse a los demás y darse a sí mismo. En el corazón del rico todos los bienes de este mundo están muertos. En el corazón del pobre, en el sentido en que hablo, aun los bienes más pequeños reviven y se hacen grandes.

3.- Amor a Dios y al Prójimo: nadie es tan pobre que no pueda dar algo. Ningún gesto de bondad carece de sentido delante de Dios, ninguna misericordia permanece sin fruto» (Sermo de jejunio dec. mens., 90, 3). Jesús, hoy, nos dice también a nosotros que el metro para juzgar no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una diferencia entre cantidad y plenitud. Tú puedes tener tanto dinero, pero ser una persona vacía. No hay plenitud en tu corazón.

4.-El Miedo Nuestro:  tenemos miedo de quedarnos sin nada, olvidando que en realidad Dios nos basta. Preferimos confiar en nuestras previsiones más que en el hecho de que Dios es providente (1a lectura). Desatendemos la palabra de Jesús: el que quiera guardar su vida, la pierde; el que la pierde por Él es quién de verdad la gana (Mc 8,35). Y además, lo que tenemos no es nuestro: «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor 4,7).

REFLEXIÓN

   La liturgia del 32º Domingo del Tiempo Ordinario nos habla del verdadero culto que debemos dirigir a Dios. A Dios no le interesan las grandes manifestaciones religiosas o los ritos externos más o menos fastuosos, sino una actitud permanente de entrega en sus manos, de disponibilidad hacia sus proyectos, de acogida generosa de sus desafíos, de generosidad para entregar nuestra vida en beneficio de nuestros hermanos.

   La primera lectura nos ofrece el ejemplo de una mujer pobre de Sarepta, que da de su pobreza y necesidad, está dispuesta a acoger las llamadas, los desafíos y los dones de Dios. La historia de esta viuda que reparte con el profeta los pocos alimentos que tiene, nos garantiza que la generosidad, el compartir y la solidaridad no empobrecen, sino que son portadoras de vida y de vida en abundancia.

   La segunda lectura nos ofrece el ejemplo de Cristo, el sumo sacerdote que entregó su vida a favor de los hombres. Él nos mostró, con su sacrificio, cual es el don perfecto que Dios quiere y que espera de cada uno de sus hijos. Más que dinero u otros bienes materiales, Dios espera de nosotros el don de nuestra vida, al servicio de ese proyecto de salvación que Él tiene para los hombres y para el mundo.

   El Evangelio no habla, a través del ejemplo de otra mujer pobre, de otra viuda, cuál es el verdadero culto que Dios quiere de sus hijos: que ellos sean capaces de ofrecerle todo, en una completa donación, en una pobreza humilde y generosa (que es siempre fecunda), en un despojamiento de sí que brota de un amor sin límites y sin condiciones. Solo los pobres, esto es, aquellos que no tienen el corazón lleno de sí mismos, son capaces de ofrecer a Dios el culto verdadero que Él espera. 

   Jesús, muy observador, destaca la grandeza de esta mujer que ha dado de lo que le falta, no de lo que le sobra, como hacían los fariseos. Y lo ha hecho humildemente, para que nadie se entere, lo ha hecho desde el corazón. Hoy esta viuda pasaría desapercibida en nuestra sociedad actual a la que le gusta exhibir las “obras de caridad” de tantos famosos que de paso se hacen publicidad y que apenas dan una mínima parte de lo que les sobra.

PARA LA VIDA

   Había una vez una rosa roja muy bella, que se creía sin duda la rosa más linda del jardín. Un día se dio cuenta de que la gente miraba de lejos, sin querer acercarse a ella. Observando a su alrededor vio que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que ésa era la causa por la que la gente no se acercaba a verla a ella para maravillarse de su belleza. Indignada ante lo descubierto, la rosa ordenó al sapo que se fuera de allí de inmediato. Y el pobre sapo, muy obediente, acató la orden de la rosa y desapareció del jardín. 

   Así, las personas podían ver y admirar de cerca la hermosura vanidosa de aquella rosa presumida. Un tiempo después, el sapo volvió a pasar por donde estaba la rosa, y se sorprendió al verla totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Entonces le dijo: -Te ves muy mal. ¿Qué te ha pasado? La rosa contestó: - Es que desde que te fuiste de mi jardín las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual. 

   Ahora me muero de tristeza al ver que nadie se detiene a mirar la belleza que en otro tiempo fue la admiración de este jardín. El sapo, con una indisimulada satisfacción, le contestó: - Pues claro, te olvidaste de que era yo quien me comía las hormigas que te amenazaban, y por eso eras la más bella del jardín. Y la rosa, que había aprendido la lección del sapo, le pidió de nuevo que se quedara junto a ella.

   Hoy nos pide Dios mirar al corazón, no a la exterior. Nos pide dejar de ser esa rosa orgullosa y egoísta del cuento que despreció al feo sapo que, sin embargo, era  quien le hacía a ella permanecer bella y hermosa en el jardín. No despreciemos a nadie, todos somos importantes, por pequeño que sea nuestro trabajo, sea en la sociedad o en la Iglesia. Valoremos a las personas por lo que son, no por lo que tienen o exhiben. Demos de corazón, no de lo que nos sobra, sino de lo que nos cuesta.