2° Domingo del Tiempo Ordinario, 19 de Enero de 2020, Ciclo A


San Juan 1,29-34


 "Este es el Cordero de Dios, que Quita el Pecado del Mundo"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-El Cordero:  es conveniente volver a repasar esta frase que recitamos en cada misa. Es una profesión de fe cristiana que nos enseña que Dios se hizo hombre no sólo para vivir entre nosotros y también para dar su vida por nosotros.
2.-La Obediencia: algo muy importante es la actitud de escucha atenta a la voz de Dios. Debemos desechar la tendencia de reducir nuestro culto a Dios a la mera observancia de unos ritos. El espíritu cristiano nos arrastra a un amor genuino a Dios y al prójimo, un amor que se manifiesta en obras nuevas, y no sólo se queda en unas cuantas formas fijas. Al mismo tiempo, esta disposición de escucha obediente requiere que el cristiano posea un espíritu humilde. De esta manera él es capaz de escuchar la palabra de Dios. Esta apertura interior lo mantiene en una obediencia activa y real.
3.-El Testimonio: la única razón de ser de una comunidad cristiana es dar testimonio de Jesucristo, actualizar hoy en la sociedad el misterio del amor liberador de Dios manifestado en Cristo. Difícilmente seremos testigos de Dios si no manifestamos su amor salvador y liberador. La figura del Bautista, testigo verdadero de Jesucristo, nos obliga a hacernos la siguiente pregunta: ¿Ayuda mi vida a alguien a creer en Dios? Seguir a Jesús es comprometerse en la lucha y en el esfuerzo por hacer posible su Reino entre nosotros.
4.-La VocaciónEs encaminarse toda la vida a través del diálogo con Dios y abriéndose a su influencia. Juan lo subraya en varias ocasiones, mostrando cómo la mirada de Cristo sobre sus discípulos transforma la mirada de estos. Es esa mirada que cambia a Simón en Pedro (1, 42), que cambia de doctor de la ley en creyente a Natanael (1, 47-48). Progresar en la fe y en la vocación no se puede hacer, más que recibiendo las cosas y las personas como dones de Dios; la vocación no es cosa nuestra, surge del encuentro y de la acogida. 

REFLEXIÓN 
   Con este Domingo comenzamos el Tiempo Ordinario, que es una serie de treinta y cuatro semanas, partidas en dos partes por la Cuaresma y el Tiempo Pascual. Este es el primero de los cuatro domingos ordinarios antes de que comience la Cuaresma. Son semanas en las que aparece el domingo con su dimensión privilegiada de ser el Día del Señor y en el que se nos invita a la escucha de la Palabra, a la participación de la Eucaristía para que nuestras vidas se enraícen cada día más en el Misterio Pascual y así podamos morir cada día un poco más a nuestro hombre viejo y hacer posible que Cristo habite en nosotros con toda la profundidad y fuerza salvadora que desea. 
   Aunque no es un tiempo litúrgico de los llamados 'fuertes', sin embargo, ofrece la riqueza de la lectura continuada del evangelio. Este año, ciclo A, escucharemos el de san Mateo. Se nos invita a profundizar, a través de la Palabra de Dios en nuestra vida cotidiana. 
   La liturgia de este Domingo nos invita a situar la vocación en el contexto del plan que Dios tiene para los hombres y para el mundo. Dios tiene un proyecto de vida plena que ofrecer a los hombres y elige a personas concretas para que sean testigos de ese proyecto en la historia. 
La primera lectura nos presenta a un personaje misterioso, el Siervo de Yahvé, a quien Dios eligió desde el seno materno para que fuese un signo en el mundo y mostrase a toda la tierra la Buena Nueva del proyecto liberador de Dios.
La segunda lectura nos muestra una “llamada” que Pablo recuerda a los cristianos de la ciudad griega de Corinto que todos ellos están “llamados a la santidad”, esto es, son llamados por Dios a vivir realmente comprometidos con los valores del Reino.
El Evangelio de hoy nos sitúa en el marco de las primeras manifestaciones de Jesús como Salvador o, visto desde una óptica complementaria, de los primeros reconocimientos explícitos de Jesús como el Mesías esperado y como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Él es el Dios que vino a nuestro encuentro, con una misión del Padre; y esa misión consiste en liberar a los hombres del “pecado” que les oprime alcanzar la vida plena. 

PARA LA VIDA 
   Un templo pasaba serias dificultades provocando el total abandono por parte de sus feligreses y quedando tan sólo cinco miembros: el párroco y cuatro personas ancianas, todos mayores de 60 años. En las montañas, cerca del templo, vivía un obispo en retiro. Una vez, el párroco se animó a pedirle al obispo algún consejo que podría ayudar a salvar la iglesia y hacer que los feligreses retornaran a ella. 
   El párroco y el obispo hablaron largamente, pero cuando el párroco le pidió el consejo, el obispo le respondió: "No tengo ningún consejo para ti. Lo único que te puedo decir es que el Mesías es uno de vosotros". De regreso al templo, el pastor les comentó a los cuatro miembros restantes lo que el obispo le había dicho. Durante los siguientes meses que siguieron, los viejos feligreses reflexionaron constantemente sobre las palabras del obispo. 

   "El Mesías es uno de nosotros", se preguntaron unos a otros. Decidieron entonces asumir dicha posibilidad, y empezaron a tratarse con un extraordinario respeto y exquisito cuidado puesto que uno de ellos podría ser el Mesías. Los meses fueron pasando, y las personas empezaron a visitar la pequeña Iglesia atraídos por el aura de respeto y gentileza que envolvía a los cinco feligreses. 
   Duros de creer, más personas empezaron a retornar a la Iglesia, y ellos comenzaron a traer amigos, y sus amigos trajeron más amigos. En pocos años, el templo volvió a ser instancia de fe y de regocijo, gracias a la multitud de fieles que asistían al templo. Y por supuesto, gracias al consejo del señor obispo.

Solemnidad Bautismo del Señor, 12 de Enero de 2019, Ciclo A

San Mateo 3, 13-17 


 "Este es mi Hijo muy Querido, en Quien Tengo Puesta Toda mi Predilección"
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Bautismo con el bautismo de Jesús, Dios se une a la marcha peregrina de la humanidad hacia la casa del Padre. Nuestro bautismo nos marca como miembros del Reino de Dios. Nos hace propiedad de Dios.  El bautismo nos fortalece con la gracia de Cristo a lo largo de la vida; es el paso a una vida nueva, nos hace hijos de Dios y miembros de la familia de Jesús que es la Iglesia.
3.- La Trinidad: El Espíritu desciende sobre Jesús, el Padre habla al Hijo. En Jesús, los bautizados somos también los amados del Padre, los predilectos de su Hijo, y a quienes guía el Espíritu Santo. Somos fruto de la Trinidad.          
4.- El Padrela voz del cielo es una confirmación de una especial relación entre Jesús y el Padre. La "complacencia" del Padre que Jesús recibe en el Espíritu Santo lo acompañará siempre en el caminar terreno, haciéndolo constantemente consciente del amor gozoso de Aquel que lo ha enviado al mundo.
5.- El Hijo: "Mi Hijo el predilecto, el amado": Y todos los bautizados en el nombre de Jesús, somos, igualmente amados del Padre; hijos en su Hijo y herederos del Reino.
6.- El Espíritu: Jesús sale del agua del río e inmediatamente después, abiertos los cielos, "desciende" el Espíritu y se posa sobre él. A todo bautizado, lo guiará el mismo Espíritu. 


REFLEXIÓN

   Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacía él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”. La liturgia de este Domingo tiene como escenario de fondo el proyecto salvador de Dios. En el bautismo de Jesús, a orillas del Jordán, se revela el Hijo amado de Dios, que vino al mundo enviado por el Padre, con la misión de salvar y liberar a los hombres. Cumpliendo el proyecto del Padre, Jesús se hizo uno de nosotros, compartió nuestra fragilidad y humanidad, nos liberó del egoísmo y del pecado, se empeñó en promovernos para que pudiésemos llegar a la vida plena.

La primera lectura presenta a un misterioso “Siervo”, escogido por Dios y enviado a los hombres para instaurar un mundo de justicia y de paz sin fin. Animado por el Espíritu de Dios, realizará esa misión con humildad y sencillez, sin recurrir al poder, a la imposición, a la prepotencia, pues esos esquemas no son los de Dios.
La segunda lectura afirma que Jesús es el Hijo amado que el Padre envió al mundo para realizar su proyecto de salvación; por eso, él “pasó por el mundo haciendo el bien” y liberando a todos los que vivían oprimidos. Este es el testimonio que nosotros, los discípulos, debemos dar para que la salvación que Dios ofrece llegue a todos los pueblos de la tierra.
En el Evangelio, se nos presenta la concreción de la promesa profética: Jesús es el Hijo -“Siervo” enviado por el Padre sobre quien reposa el Espíritu, y cuya misión es realizar la liberación de los hombres. Obedeciendo al Padre, se hizo hombre, se identificó con las fragilidades de los hombres, caminó a su lado, para llevarlos a la reconciliación con Dios, a la vida en plenitud. 

PARA LA VIDA PRÁCTICA 

   Nos cuenta una antigua leyenda hindú que en un tiempo todos los hombres que vivían sobre la tierra eran dioses, pero como el hombre pecó tanto, Brahma, el dios supremo, decidió castigarlo, privándolo del aliento divino que había en su interior y esconderlo en donde jamás pudiera encontrarlo y emplearlo nuevamente para el mal.

 - “Lo esconderemos en lo profundo de la tierra”, dijeron los otros dioses. - “No”, dijo Brahma, “porque el hombre cavará profundamente en la tierra y lo encontrará.
 - “Entonces, lo sumergiremos en el fondo de los océanos”, dijeron otros. - “Tampoco”, dijo Brahma, “porque el hombre aprenderá a sumergirse en el océano y también allí lo encontrará.
- “Escondámoslo en la montaña más alta”, dijeron entonces.
- “No”, dijo Brahma, “porque un día el hombre subirá a todas las montañas de la tierra y capturará de nuevo su aliento divino.  - “Entonces no sabemos dónde esconderlo ni tampoco sabemos de un lugar en donde el hombre no pueda encontrarlo”, dijeron los dioses menores. 
- Y dijo Brahma: “Escondedlo dentro del hombre mismo; jamás pensará en buscarlo allí”.  

   Y así lo hicieron. Oculto en el interior de cada ser humano hay algo de divino. Y desde entonces el hombre ha recorrido la tierra, ha bajado a los océanos, ha subido a las montañas buscando esa cualidad que lo hace semejante a Dios y que todo el tiempo, sin muchas veces saberlo, ha llevado en su interior.

Solemnidad Epifanía del Señor, 5 de Enero de 2019, Ciclo A

San Mateo 2, 1 - 12 

 "La Epifanía del Señor"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Dios se Manifiesta: y, al manifestarse, se comunica, y, al comunicarse, impacta poderosa y bondadosamente a quien lo recibe en comunión. Dios se manifestó en Jesús, día de Navidad, como Salvador. Y la manifestación, percibida, equivale a gloria. Lo cantaron los ángeles: “Gloria a Dios en el cielo y a los hombres paz …” La intervención de Dios en estas sus manifestaciones incita a una respuesta, exige una aceptación vital de lo comunicado. 
2.- El Regalo: Los Reyes magos le llevaron: incienso, mirra y Oro. El regalo que nos ha hecho el mismo Dios, el único que sabe regalar de verdad. El que nos ha manifestado su amor insondable regalándonos a su Hijo. «En Él se nos ha manifestado el amor de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres».
3.- La Adoración: es amor y entrega. Es rendir nuestro ser a Dios y quedarnos en silencio agradecido y gozoso ante El, admirando su misterio desde nuestra pequeñez e insignificancia.
4.- La Oración: Representa nuestra propia vida como un peregrinar, como una peregrinación de fe. Nosotros somos los magos. La fe es la estrella que nos guía. Belén es nuestra meta.
5.- La Fe: es el don por el que reconocemos a Dios. Es una estrella que nos lleva a Cristo. Es un don de Dios, una iluminación, no una propiedad nuestra. Cristo dijo: "Nadie puede venir a mí si no es atraído por el Padre que me envió"
6.- La Luz: Necesitamos el testimonio de otros y estamos obligados a "dar testimonio de la luz". El testimonio de una vida buena, de una fe viva, es mucho más eficaz que muchas palabras. Ese es el mensaje de las velas encendidas en pascua y el de la estrella de epifanía. Tendremos que comunicar a nuestros semejantes la luz que hemos recibido. 

REFLEXIÓN 

   Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio. 

   La liturgia de este Domingo celebra la manifestación de Jesús a todos los hombres. Es una “luz”, que se enciende en la noche del mundo y atrae hacia sí a todos los pueblos de la tierra. Cumpliendo el proyecto liberador que el Padre nos quería ofrecer, esa “luz” se encarnó en nuestra historia, iluminó los caminos de los hombres, los condujo al encuentro de la salvación, de la vida definitiva. 

La primera lectura anuncia la llegada de la luz salvadora de Yahvé, que transfigurará Jerusalén y que atraerá a la ciudad de Dios a pueblos de todo el mundo.

La segunda lectura presenta el proyecto salvador de Dios como una realidad que va a afectar a toda la humanidad, uniendo a judíos y a paganos en una misma comunidad de hermanos, la comunidad de Jesús.

En el Evangelio, vemos la concretización de esa promesa: al encuentro de Jesús vienen los “magos” de oriente, representantes de todos los pueblos de la tierra. Atentos a los signos de la llegada del Mesías, lo buscaron con esperanza hasta encontrarlo, reconocieron en él al “salvador de Dios” y lo aceptaron como “el Señor”. La salvación desechada por los habitantes de Jerusalén, se vuelve ahora un don que Dios ofrece a todos los hombres, sin excepción. 

   La fiesta de la Epifanía del Señor, o Día de los Reyes Magos, es un día de ilusión para todos, especialmente para los niños que, con una inmensa alegría, esperan los regalos de Melchor, Gaspar o Baltasar. 

   El regalo de la fe que hemos recibido del Señor, por medio del cual Él se nos manifiesta como a los Magos, es un tesoro que no podemos ni malgastar ni dejarlo improductivo. Además de agradecerlo, de manera permanente, hemos de hacerlo producir con muchos frutos de santidad personal, en medio de la vida ordinaria, gastándonos y desgastándonos, como San Pablo, por Dios y por la Iglesia.
Al celebrar la Epifanía del Señor, hemos de intentar imitar a los Magos en su empeño de dar a conocer a Jesús, único Salvador de todos y cada uno de los hombres. 
PARA LA VIDA 
   Hace ya un tiempo, un hombre castigó a su pequeña niña de 3 años por desperdiciar un rollo de papel de envoltura dorado. El dinero era escaso en esos días por lo que explotó en furia cuando vio a la niña tratando de envolver una caja para ponerla debajo del árbol de navidad. Mas sin embargo la niña le llevó el regalo a su padre la siguiente mañana y dijo: "Esto es para ti, Papito". El se sintió avergonzado de su reacción de furia, pero éste volvió a explotar cuando vio que la caja estaba vacía. 

   Le volvió a gritar diciendo: "Qué no sabes que cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro?" La pequeñita volteó hacia arriba con lágrimas en los ojos y dijo: "Oh, Papá, no está vacía, yo soplé besos adentro de la caja, todos para ti." El padre se sintió morir; puso sus brazos alrededor de su niña y le suplicó que lo perdonara.
   Se ha dicho que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y siempre que se sentía derrumbado, él tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que su niña había puesto ahí. En una forma muy sensible, cada uno de nosotros humanos hemos recibido un recipiente dorado, lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos, amigos, familia o de Dios. Nadie podría tener una propiedad o posesión más hermosa que esta.  

   Hoy es la fiesta del regalo, sobre todo del regalo de la fe que nos trae Jesús, el principal de los regalos, que no es otro que regalarnos su Amor, su Paz, su propia vida divina. Jesús nos acoge como humanos para llevarnos a Dios y abrirnos su Corazón de Padre. ¡Maravilloso regalo! Lo demás, lo que nosotros le podamos ofrecer a Dios es nada en comparación con lo que Él nos da, pero, aun así, Jesús acoge el pobre regalo de nuestra humilde fe y de nuestro sencillo amor. Y todo de forma gratuita e incondicional.

Solemnidad Santa María Madre de Dios, 1 de Enero de 2019, Ciclo A

San Lucas 2,16- 21 


 "¡Alégrate, El Señor Está Contigo!"
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-  La Madre: la figura de María, la presenta con una actitud contemplativa, que contrasta con la exultación gozosa de los pastores. La acción de Dios, la Palabra de Dios, obliga a meditar para hacerse disponible a lo que Dios espera. No es tiempo perdido. Nuestra realidad humana no puede intuir todo en un momento, por esto necesitamos reflexión, oración.

2.- El Niño Jesús: Él es el príncipe de la paz y, por eso, en Belén los ángeles cantaron: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”, y el Señor ama a todos los hombres; por eso también, en la Última Cena, dijo a sus apóstoles: mi paz os dejo, mi paz os doy. Finalmente, cuando resucitado se aparecía a los discípulos les saludaba diciendo: “la paz sea con vosotros”. Cristo nos trajo la paz, que es don de Dios, y quiere que todos vivamos en paz.
3.-  Los Pastores: hoy, son todas esas personas que están dispuestas a escuchar la voz de Dios. Hoy nosotros deberíamos restar importancia a la parte romántica de imaginarnos a los pastores corriendo hacia Belén, y en cambio concentrar nuestra atención en la actitud de los pastores, en su disponibilidad para ponerse en camino y preguntarnos si es esa la actitud que nosotros tenemos ante Dios.
4.-  Año Nuevo: hacemos muchas cosas a lo largo de la vida. Todos comenzamos un año nuevo pero todos de manera distinta. Algunos con la incertidumbre quizás de perder su puesto de trabajo. Otros con el gozo de esperar un nuevo hijo. Alguien con la angustia de entrar en el último año de su vida. Otro con la ilusión de crear un nuevo hogar.
5.-  La Salvación: lo decisivo es estar más atentos a lo mejor que se despierta en nosotros. La salvación se nos ofrece cada día. No hay que esperar nada. Hoy mismo puede ser para mí un día de salvación. “Construyamos juntos un mundo más consciente y misericordioso y, por tanto, más libre y justo”. 

REFLEXIÓN 

   Hoy la Iglesia celebra la Maternidad de María. Es esa maternidad, es el ser la Madre de Jesús, la causa y el fundamento del culto y la devoción que los católicos profesamos a María. Por eso hoy queremos rendirle homenaje a una Madre, con todo lo que significa humanamente esa palabra, porque María fue Madre, María engendró, dio a luz, amamantó y educó a Jesús, el Salvador. 

   Y como el pueblo católico venera a María, entonces es bueno que hoy pongamos especial atención en la dignidad de la mujer. En los evangelios, la mujer tiene un lugar importante, no sólo María, sino también las mujeres que acompañan a Jesús hasta el pie de la cruz y que son las primeras en reconocerlo como resucitado.

   El mismo Dios ha querido encarnarse en el seno de una mujer. Desde entonces, podemos decir que «lo femenino es camino hacia Dios y de Dios»
La humanidad necesita siempre de esa riqueza que asociamos a lo femenino porque, aunque también se da en el varón, se condensa de una manera especial en la mujer: intimidad, acogida, solicitud, cariño, ternura, entrega al misterio, gestación, donación de vida. Siempre que marginamos a María de nuestra vida, empobrecemos nuestra fe. Y siempre que despreciamos lo femenino, nos cerramos a cauces posibles de acercamiento a ese Dios que se nos ha ofrecido en los brazos de una madre. 

   Pasarán las hojas del calendario y, ojalá con esas hojas, sean fecundas también nuestras buenas obras, nuestro encuentro con los demás, el crecimiento espiritual de cada uno de nosotros, la comunión con la Iglesia que desea vida nueva para nuestra existencia, la renovación de nuestras familias desde el temple evangélico o la sensibilidad con los más desfavorecidos. Año Nuevo sólo será posible si, en verdad, cambian las estructuras y –en esas estructuras– damos lugar no a ideologías que lo desbaratan todo sino a ideas que son comunes a todos y que pueden aportar reconciliación, paz, progreso (del bueno y no sectario) y sobre todo sentimientos de paz y de esperanza. Que Santa María, Madre de Dios, nos acompañe en este itinerario.

 PARA LA VIDA

   «En cada comienzo hay algo maravilloso que nos ayuda a vivir y nos protege». Qué verdad se encierra en estas palabras cuando uno mira todo comienzo con ojos de fe. De nuevo se nos regala un tiempo lleno de posibilidades intactas. ¿Cómo será el nuevo año? ¿Aprenderemos a distinguir lo esencial de lo secundario? Tendremos tiempo para trabajar y para divertirnos, para sufrir y para disfrutar; ¿tendremos tiempo para crecer como personas y como creyentes? Una cosa es segura, Dios «tendrá tiempo» para nosotros, todo su tiempo, pues nos acompañará con amor día a día.

Muchas Bendiciones

   En el designio de Dios, que es fuente de la maternidad, ésta es siempre una bendición: como a María, se puede decir a toda madre: "Bendito el fruto de tu vientre". Una bendición primeramente para la misma mujer, que mediante la generación da cumplimiento a la aspiración más fuerte y más noble de su constitución, de su psicología y de su intimidad. Bendición para el matrimonio, en el que el hijo favorece la unidad, la entrega, la felicidad. Bendición para la Iglesia, que ve acrecentar el número de sus hijos y la familia de Dios. Bendición para la sociedad, que se verá enriquecida con la aportación de nuevos ciudadanos al servicio del bien común. 

¡Feliz Año Nuevo!