Solemnidad del Corpus Christi, 19 de Junio 2022, Ciclo C

 San Lucas 9,11b-17

“Sacramento del Amor

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Eucaristía: celebramos hoy la fiesta del “Corpus Christi”, la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor.  Hoy celebramos de un modo especial, la presencia verdadera, real y substancial de Cristo en la Eucaristía. El Corpus Christi nos invita a manifestar nuestra fe y adoración al santo sacramento, que es el “sacramento por excelencia, signo de unidad, vinculo de caridad, banquete pascual en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura”. 

2.- Admiración Divina: es tan real la presencia de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero en la Eucaristía, que cuando recibimos la hostia consagrada no recibimos un simple símbolo, o un simple trozo de pan bendito, o nada más la hostia consagrada   como   podría parecer. Recibimos, vivo, al mismo Jesucristo impregnando todo nuestro ser: Su Humanidad y Su Divinidad entran a nuestra humanidad –cuerpo, alma y espíritu– para dar a nuestra vida, Su Vida, para dar a nuestra oscuridad, Su Luz. 

3.- Silencio Divino: hoy es un día maravilloso para que adoremos, amemos y respetemos la Santa Eucaristía, presencia real de Cristo. Tenemos que venir a la eucaristía alegres, dispuestos a participar de una gran fiesta donde nuestro encuentro es el más esperado; donde somos llamados y reunidos por el Señor alrededor de la mesa del altar. Recibir la santa eucaristía es mucho más que introducir el pan consagrado en nuestra boca. Es introducirnos en el cielo, con el sabor a eternidad que nos da el pan eucarístico. Comulgamos acogiendo a Cristo en nuestra vida. Por eso es tan importante retirarnos en silencio para abrir nuestro corazón al Señor: Yo te acojo, limpia mi corazón, transforma mi vida. Quiero vivir de tu verdad y de tu espíritu. Quiero ser como eras tú, vivir y amar como vivías y amabas tú”. En ese silencio profundo vamos comulgando con Cristo.

REFLEXIÓN

EUCARISTIA REGALO DIVINO”

   La Eucaristía es el Regalo más grande que Jesús nos ha dejado. Es el Regalo de su Presencia viva, regalo de eternidad, entre nosotros. Así es el Corazón de Jesús: insaciable en su deseo de darse a sí mismo. Imparable en la entrega. Irreprochable en su amor. El amor más puro, que no tiene otra intención que el bien de aquellos a quienes ama.

   Podemos entender un poco mejor el sentido de la fiesta de hoy y de los textos bíblicos que nos propone la Iglesia para la celebración de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: “El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres”. De ahí que, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando, después de celebrar la Pascua con sus discípulos, iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión. 

   Participar en el banquete del Señor, es participar en la vida de Dios, su vida divina, el festín del cielo. Este regalo fue preludiado en su vida entregada, por amor, hasta la muerte. Por eso, “el que come de este pan, vivirá para siempre”, porque es una vida que no termina, sino que se transforma en vida para el mundo.

Invitación: Ojalá que el Jesús Eucaristía, con el que nos encontramos en cada mesa del altar compartida, sea para nosotros, no solo recordatorio eterno del Dios que entrega TODO de sí para estar con nosotros; sino también, invitación a darnos a nosotros mismos y permitirle a Dios que bendiga, reparta y multiplique nuestra vida y nuestro amor. 

Sé atrapado por Dios, sé atrapado en su omnipotencia Estás en una de estas dos categorías: eres un buscador de Dios o no lo eres. Si no eres un buscador de Dios… aquí está lo que Dios nos dice hoy: “busca al Señor mientras pueda ser hallado.” Ahí está presente, esperándote en la eucaristía, PAN DE VIDA ETERNA.

PARA LA VDA

   Había una vez un pan malo que, tan pronto salió del horno, fue colocado, contra su voluntad, en la vitrina de la panadería junto a otros muchos panes. Poco a poco los clientes se fueron llevando todos los panes y sólo quedó el pan malo que siempre que trataban de agarrarlo, gritaba y protestaba para que no lo tocaran. De pronto, llegó una señora a comprar pan y, como no encontró más, se llevó el pan malo que refunfuñó disgustado: – “¿A dónde cree que me lleva?” La señora le dijo: –“Pues te llevo a mi casa, donde hay cuatro niños que te esperan para poder ir a la escuela a estudiar todo el día”. 

   El pan malo no tuvo más remedio que dejarse llevar, pero siguió refunfuñando para sus adentros… Tan pronto estuvo en medio de la mesa del comedor de la familia y se sintió amenazado por los cuatro niños, comenzó a gritar: –“¡No tienen derecho a hacerme daño! ¡Yo no quiero que me partan, ni estoy dispuesto a que me coman! ¡No lo voy a aceptar de ninguna manera!”. 

   Los niños, estupefactos, se contentaron esa mañana con el café con leche y algunas galletas que había del día anterior… Dejaron el pan malo sobre la mesa y se fueron a la escuela sin discutir más con el… Pasaron los días y la señora terminó tirando el pan malo a la basura, porque se puso tieso y nadie se lo quería comer…Había, en cambio, otro pan bueno que tan pronto salió del horno, crujiente y tierno, se sintió feliz de que se lo llevaran de primero para la casa de una familia numerosa. 

   Cuando lo colocaron sobre la mesa, sabiendo que lo iban a partir y que se lo iban a comer, agradeció a Dios porque podía darle vida a los niños que iban a estudiar a la escuela. Tuvo miedo y le dolió cada uno de los embates del cuchillo que lo fue rebanando poco a poco; luego, cuando sentía cada mordisco, sufría, pero sabía que los niños lo necesitaban para jugar, para estudiar, para reír toda la mañana. Así que se ofreció con generosidad hasta el final, sin dejar sentir el dolor que lo embargaba.


Solemnidad de La Santísima Trinidad, 12 de Junio 2022, Ciclo C

 San Juan 16,12-15

Un Solo Dios Verdadero

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-Adoración: en el Evangelio de San Juan la palabra de hoy es una adoración a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena nacido de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama "reino de Dios" e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos, empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.

 2.-Admiración: Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie. Por eso, el mejor camino para aproximarnos al misterio de Dios no son los libros que hablan de él, sino las experiencias amorosas que se nos regalan en la vida, cuando dos enamorados se entregan mutuamente, cuando dos esposos hacen brotar de su amor una nueva vida, están viviendo experiencias que, incluso cuando son torpes e imperfectas, apuntan hacia Dios.

3.-Alabanza: es bueno culminar nuestras plegarias diciendo «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo» para adorar con fe el misterio de Dios. Y es bueno santiguarnos en el nombre de la Trinidad para comprometernos a vivir en el nombre del Padre, siguiendo fielmente a Jesús, su Hijo, y dejándonos guiar por su Espíritu. Lo grande es que nosotros estamos hechos a imagen de ese Dios. El ser humano es una especie de «miniatura» de Dios. Es fácil intuirlo. Siempre que sentimos necesidad de amar y ser amados, siempre que sabemos acoger y buscamos ser acogidos, cuando disfrutamos compartiendo una amistad que nos hace crecer, cuando sabemos dar y recibir vida, estamos saboreando el «amor trinitario» de Dios. Ese amor que brota en nosotros proviene de él. 

REFLEXIÓN 

Padre, Hijo Y Espíritu Santo

   Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en Él: "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí". Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a seguirlo. Él nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.

   Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen "cumplir la voluntad del Padre". Ésta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.

   Trinidad Santa: para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús: "Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y así seréis mis testigos". Éste Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.

    Misterio de Bondad: confío en tu promesa mi Señor, tu dijiste: “Pide y se te dará”, por eso estoy aquí en este momento de soledad y comunión contigo, porque te amo y porque sé que me amas, porque sé que me escuchas y que deseas lo mejor para mí. Tus tiempos son perfectos Señor, confío en ti ahora y siempre. ¿A quién más puedo acudir sino es a ti? tu eres mi amigo, nadie me conoce mejor que tú, nadie ha dado su vida por mi salvación sino tú, nadie me mira con más misericordia y amor que tú. Pero también sé mi amado Señor Jesús, que nadie espera más de mí que tú. Señor Jesús, perdóname porque a veces me olvido de ti, especialmente lo hago cuando todo marcha bien. 

PARA LA VIDA

   Había una vez una niña llamada Lulu que le tenía miedo a la oscuridad. Todas las noches llamaba a su mamá para que la acompañara, y su mamá se trasnochaba para que ella estuviera tranquila. Un día le dijo: – Hijita, por qué me llamas tanto, sabes que tengo sueño y despertarme todas las noches me pone de mal humor.

   Lo que pasa es que tengo mucho miedo mamá.– A qué le temes miedo le preguntó su madre intrigada. – A la oscuridad, le dijo Lulu. Pues no debes de temer. Sabes, tú tienes una luz interna muy poderosa y está justo en el medio de tu corazón. Esa luz es producto de todo el amor que sientes, por mí, por tu papi y tu hermana. Si piensas en esa luz, ya nunca más sentirás temor.
Lulu desde aquel día vio mucha luz en su habitación a media noche y se puso feliz al saber que la luz de su corazón alumbraría su vida para siempre.

Domingo de Pentecostés, 5 de Junio 2022, Ciclo C

San Juan 20, 19-23

Ven Creador Espíritu Santo

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Luz Divina: estamos celebrando hoy la solemnidad de Pentecostés.  Han transcurrido 50 días desde el domingo de Resurrección hasta hoy.  Pentecostés es celebrar la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y la Virgen María.  Con la venida del Espíritu Santo comienza el tiempo de la Iglesia.

En tu mundo no hay paz. Tus hijos e hijas se matan de manera ciega y cruel. No sabemos resolver nuestros conflictos sin acudir a la fuerza destructora de las armas. Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo ensangrentado por las guerras. Despierta en nosotros el respeto a todo ser humano. Haznos constructores de paz. No nos abandones al poder del mal.

2.- Dones de Amor: muchos de tus hijos e hijas vivimos esclavos del dinero. Atrapados por un sistema que nos impide caminar juntos hacia un mundo más humano. Los poderosos son cada vez más ricos, los débiles cada vez más pobres. Libera en nosotros la fuerza para trabajar por un mundo más justo. Haznos más responsables y solidarios. No nos dejes en manos de nuestro egoísmo.

3.- Gran Consolador: muchos de tus hijos e hijas viven sin conocer el amor, el hogar o la amistad. Otros caminan perdidos y sin esperanza. No conocen una vida digna, solo la incertidumbre, el miedo o la depresión. Reaviva en nosotros la atención a los que viven sufriendo. Enséñanos a estar más cerca de quienes están más solosCúranos de la indiferencia.

No olvidemos que el Espíritu Santo es «dador de vida». Siempre que nos abrirnos a su acción, aunque sea de manera pobre e incierta, él nos hace gustar los frutos de una vida más sana y acertada: «amor alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí» 

REFLEXIÓN

Dulce Huésped del Alma,

   Cuando nuestro corazón está «cerrado», nuestros ojos no ven, nuestros oídos no oyen. Vivimos separados de la vida, desconectados. El mundo y las personas están «ahí fuera» y yo estoy «aquí dentro». Una frontera invisible nos separa del Espíritu de Dios que lo alienta todo; es imposible sentir la vida como la sentía Jesús. Sólo cuando nuestro corazón se abre, comenzamos a captarlo todo a la luz de Dios.

   Cuando nuestro corazón está «cerra[edo», vivimos volcados sobre nosotros mismos, insensibles a la admiración y la acción de gracias. Dios nos parece un problema y no el Misterio que lo llena todo. Sólo cuando nuestro corazón se abre, comenzamos a intuir a ese Dios «en quien vivimos, nos movemos y existimos». Sólo entonces comenzamos a invocarlo como «Padre», con el mismo Espíritu de Jesús.

   Cuando nuestro corazón está «cerrado», en nuestra vida no hay compasión. No sabemos sentir el sufrimiento de los demás. Vivir indiferentes a los abusos e injusticias que destruyen la felicidad de tanta gente. Sólo cuando nuestro corazón se abre, empezamos a intuir con qué ternura y compasión mira Dios a las personas. Sólo entonces escuchamos la principal llamada de Jesús: «Sed compasivos como vuestro Padre».

   Pablo de Tarso formuló de manera atractiva una convicción que se vivía entre los primeros cristianos: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado». ¿Lo podemos experimentar también hoy? Lo decisivo es abrir nuestro corazón. Por eso, nuestra primera invocación al Espíritu ha de ser ésta: «Danos un corazón nuevo, un corazón de carne, sensible y compasivo, un corazón transformado por Jesús».

PARA LA VIDA

   Había una vez ...Un hombre que subía cada día al autobús para ir al trabajo. Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana, siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el hombre le preguntó que era lo que tiraba por la ventana- ¡Son semillas! - le dijo la anciana. ¿Semillas? ¿Semillas de qué? - De flores es que miro afuera y está todo tan vacío...Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad que sería bonito? - Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros... ¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino? - Seguro que sí. 

   Aunque algunas se pierdan, alguna acabará en la cuneta y, con el tiempo, brotará. - Pero...tardarán en crecer, necesitan agua ...- Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia! La anciana siguió con su trabajo ... Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza. Unos. meses después. Yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana vio todo el camino lleno de flores. ¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje!  Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto. --- Preguntó al conductor ¿La anciana de las semillas? Pues, ya hace un mes que murió. 

   El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje. «Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le ha servido su trabajo? No ha podido ver su obra». De repente, oyó la risa de un niño pequeño. Una niña señalaba entusiasmada las flores... ¡Mira, padre! ¡Mira cuántas flores Verdad que no hace falta explicar mucho el sentido de esta historia?  La anciana de nuestra historia había hecho su trabajo, y dejó su herencia a todos los que la pudieran recibir, a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices. Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas que va arrojando por la ventanilla.

Moraleja: no dejes de sembrar cosas buenas...Alguien siempre recogerá tu siembra.... 

7° Domingo de Pascua, 29 de Mayo 2022, Ciclo C

 San Juan 24, 46 - 53

Me Voy pero Volveré, y Nunca los Abandonaré

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Ascender: ascender es “volver a Dios Padre”. La ascensión de Cristo al cielo es un pasar, pero del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible, de la fragilidad de lo humano a la vida plena junto a Dios. Él vive ahora con Dios, en la absoluta perfección, en la absoluta presencia, amor y felicidad. Cuando proclamamos que Cristo subió al cielo pensamos en todo eso también para nosotros. alguno podrá preguntarse hoy, ¿qué sentido tiene esta fiesta en la que conmemoramos que Cristo, nuestro salvador se ha ido lejos de nosotros, cuando lo que nos preocupa y nos importa hoy es la solución de los problemas de nuestro mundo cada vez más graves y amenazadores?  Más que nunca necesitamos escuchar en este tiempo el mensaje de esta fiesta de la ascensión del Señor.

2.- Bondad: en la Iglesia de Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral de la bondad”. Nos hemos de sentir testigos y profetas del Señor Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer. Por eso le gusta tanto hacer gestos de bondad. Abraza a los niños de la calle para que no se sientan huérfanos. Toca a los leprosos para que no se vean excluidos de las aldeas. Acoge amistosamente a su mesa a pecadores e indeseables para que no se sientan despreciados.

3.- Bendecir: en esta fiesta de la Ascensión, deberíamos recordar que lo que se opone a la esperanza cristiana no es solamente la incredulidad y el ateísmo, sino también la tristeza y la amargura. En la vida hay momentos de paz y transparencia, experiencias de amistad y reconciliación, de libertad y amor que pueden ser fugaces y precarias. Pero, cuando acontecen, hemos de aprender a saborear ya en el interior de esta misma vida, la fiesta del cielo, aunque sea de manera frágil y fragmentaria. 

REFLEXIÓN

“El Cielo Comienza en la Tierra” 

   Dios asciende entre aclamaciones» Estas palabras de la liturgia de hoy nos introducen en la solemnidad de la Ascensión del Señor. Revivimos el momento en que Cristo, cumplida su misión terrena, vuelve al Padre. Esta fiesta constituye el coronamiento de la glorificación de Cristo, realizada en la Pascua. Representa también la preparación inmediata para el don del Espíritu Santo, que sucederá en Pentecostés. Por tanto, no hay que considerar la Ascensión del Señor como un episodio aislado, sino como parte integrante del único misterio pascual. 

   Se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que tuvo lugar cuarenta días después de la Pascua. En la liturgia se narra el episodio, en el que el Señor Jesús se separa de sus discípulos, no para dejarlos solos, sino para luego enviar al Espíritu Santo. 

   No se trata de un abandono, porque él permanece para siempre con ellos con nosotros de una forma nueva. San Bernardo de Claraval explica que la Ascensión de Jesús al cielo se realiza en tres grados: «El primero es la gloria de la resurrección; el segundo, el poder de juzgar; y el tercero, sentarse a la derecha del Padre». Inmediatamente antes de este acontecimiento tuvo lugar la bendición de los discípulos, que los preparó a recibir el don del Espíritu Santo, para que la salvación fuera proclamada en todas partes. Jesús mismo les dijo: «Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre». El Señor atrae la mirada de los Apóstoles nuestra mirada hacia el cielo para indicarles cómo recorrer el camino del bien durante la vida terrena.  

   Este acompañamiento constante de Jesús, es el que nos debe de impulsar a llevar su mensaje tan dentro de nosotros, que lo contagiemos allí dónde nos encontremos. Amar la vida de cada día con sus luchas, sus alegrías, sus penas, trabajar por la justicia, por hacer nuestro entorno pacífico, es hacer, ya aquí y ahora, presente el cielo en la tierra. 

PARA LA VIDA

   Érase una vez una Isla donde   habitaban todos los sentimientos: la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el amor. Un día el conocimiento les dio la noticia que la Isla se hundía, en poco tiempo todos tomaron la decisión de irse y el amor en medio de su ingenuidad y soledad aún tenía la fe de vivir en aquel lugar feliz para siempre. Pasó el tiempo y el pedacito de isla que quedaba, el amor solo esperaba un final triste para el ....

   De pronto, el Amor sintió   que alguien chistaba: - " Chst- Chst- Chst..."Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote a remos.

 El Amor se sorprendió:
- "¿Es a mí ?"
preguntó, llevándose una mano al pecho.
- “Sí, sí -dijo el viejito-, es a tí. Ven, sube a mi bote, rema conmigo que yo te salvo”.
El Amor lo miró y le quiso explicar...
-"lo que pasó, es que yo me quedé...
- "Ya entiendo" -dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase- “Sube!”.

   El amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de poder ver como el último centímetro de la isla se hundía y desaparecía para siempre...
- “Nunca volverá a existir una isla como esta! - murmuró el amor, quizás esperando que el viejito lo contradijera y le diera alguna esperanza.- “No -dijo el viejo- como ésta, nunca; en todo caso, diferentes Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor se sentía tan aliviado que olvidó preguntarle su nombre. 
   Cuando se dio cuenta y quiso agradecerle, el viejito había desaparecido. Entonces el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:
- “¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó... Todos los demás no comprendían que hubiera quedado sin embarcación, pero él me salvó, me ayudó y yo ahora, no sé ni siquiera quién es...”

Entonces la Sabiduría lo miró largamente a los ojos, y le dijo:
-"Es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. Es el único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es El   Tiempo.