San Lucas 9,11b-17
“Sacramento del Amor”
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.- Eucaristía: celebramos hoy la fiesta del “Corpus Christi”, la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor. Hoy celebramos de un modo especial, la presencia verdadera, real y substancial de Cristo en la Eucaristía. El Corpus Christi nos invita a manifestar nuestra fe y adoración al santo sacramento, que es el “sacramento por excelencia, signo de unidad, vinculo de caridad, banquete pascual en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura”.
2.- Admiración Divina: es tan real la presencia de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero en la Eucaristía, que cuando recibimos la hostia consagrada no recibimos un simple símbolo, o un simple trozo de pan bendito, o nada más la hostia consagrada como podría parecer. Recibimos, vivo, al mismo Jesucristo impregnando todo nuestro ser: Su Humanidad y Su Divinidad entran a nuestra humanidad –cuerpo, alma y espíritu– para dar a nuestra vida, Su Vida, para dar a nuestra oscuridad, Su Luz.
3.- Silencio Divino: hoy es un día maravilloso para que adoremos, amemos y respetemos la Santa Eucaristía, presencia real de Cristo. Tenemos que venir a la eucaristía alegres, dispuestos a participar de una gran fiesta donde nuestro encuentro es el más esperado; donde somos llamados y reunidos por el Señor alrededor de la mesa del altar. Recibir la santa eucaristía es mucho más que introducir el pan consagrado en nuestra boca. Es introducirnos en el cielo, con el sabor a eternidad que nos da el pan eucarístico. Comulgamos acogiendo a Cristo en nuestra vida. Por eso es tan importante retirarnos en silencio para abrir nuestro corazón al Señor: “Yo te acojo, limpia mi corazón, transforma mi vida. Quiero vivir de tu verdad y de tu espíritu. Quiero ser como eras tú, vivir y amar como vivías y amabas tú”. En ese silencio profundo vamos comulgando con Cristo.
REFLEXIÓN
“EUCARISTIA REGALO DIVINO”
La Eucaristía es el Regalo más grande que Jesús nos ha dejado. Es el Regalo de su Presencia viva, regalo de eternidad, entre nosotros. Así es el Corazón de Jesús: insaciable en su deseo de darse a sí mismo. Imparable en la entrega. Irreprochable en su amor. El amor más puro, que no tiene otra intención que el bien de aquellos a quienes ama.
Podemos entender un poco mejor el sentido de la fiesta de hoy y de los textos bíblicos que nos propone la Iglesia para la celebración de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: “El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres”. De ahí que, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando, después de celebrar la Pascua con sus discípulos, iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión.
Participar en el banquete del Señor, es participar en la vida de Dios, su vida divina, el festín del cielo. Este regalo fue preludiado en su vida entregada, por amor, hasta la muerte. Por eso, “el que come de este pan, vivirá para siempre”, porque es una vida que no termina, sino que se transforma en vida para el mundo.
Invitación: Ojalá que el Jesús Eucaristía, con el que nos encontramos en cada mesa del altar compartida, sea para nosotros, no solo recordatorio eterno del Dios que entrega TODO de sí para estar con nosotros; sino también, invitación a darnos a nosotros mismos y permitirle a Dios que bendiga, reparta y multiplique nuestra vida y nuestro amor.
Sé atrapado por Dios, sé atrapado en su omnipotencia Estás en una de estas dos categorías: eres un buscador de Dios o no lo eres. Si no eres un buscador de Dios… aquí está lo que Dios nos dice hoy: “busca al Señor mientras pueda ser hallado.” Ahí está presente, esperándote en la eucaristía, PAN DE VIDA ETERNA.
PARA LA VDA
Había una vez un pan malo que, tan pronto salió del horno, fue colocado, contra su voluntad, en la vitrina de la panadería junto a otros muchos panes. Poco a poco los clientes se fueron llevando todos los panes y sólo quedó el pan malo que siempre que trataban de agarrarlo, gritaba y protestaba para que no lo tocaran. De pronto, llegó una señora a comprar pan y, como no encontró más, se llevó el pan malo que refunfuñó disgustado: – “¿A dónde cree que me lleva?” La señora le dijo: –“Pues te llevo a mi casa, donde hay cuatro niños que te esperan para poder ir a la escuela a estudiar todo el día”.
El pan malo no tuvo más remedio que dejarse llevar, pero siguió refunfuñando para sus adentros… Tan pronto estuvo en medio de la mesa del comedor de la familia y se sintió amenazado por los cuatro niños, comenzó a gritar: –“¡No tienen derecho a hacerme daño! ¡Yo no quiero que me partan, ni estoy dispuesto a que me coman! ¡No lo voy a aceptar de ninguna manera!”.
Los niños, estupefactos, se contentaron esa mañana con el café con leche y algunas galletas que había del día anterior… Dejaron el pan malo sobre la mesa y se fueron a la escuela sin discutir más con el… Pasaron los días y la señora terminó tirando el pan malo a la basura, porque se puso tieso y nadie se lo quería comer…Había, en cambio, otro pan bueno que tan pronto salió del horno, crujiente y tierno, se sintió feliz de que se lo llevaran de primero para la casa de una familia numerosa.
Cuando lo colocaron sobre la mesa, sabiendo que lo iban a partir y que se lo iban a comer, agradeció a Dios porque podía darle vida a los niños que iban a estudiar a la escuela. Tuvo miedo y le dolió cada uno de los embates del cuchillo que lo fue rebanando poco a poco; luego, cuando sentía cada mordisco, sufría, pero sabía que los niños lo necesitaban para jugar, para estudiar, para reír toda la mañana. Así que se ofreció con generosidad hasta el final, sin dejar sentir el dolor que lo embargaba.