29° Domingo del Tiempo Ordinario, 20 de Octubre 2013, Ciclo C

San Lucas  18
 , 1 - 8 
      
Hazme Justicia

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  1. La Oración: para el cristiano debería ser tan natural como lo es hablar para el hombre; porque debería ser natural la necesidad de ponerse en contacto con Dios para decirle que le amamos y que le necesitamos. Orar no una vez, ni dos, ni tres sino siempre,  continuamente. Con tiempos fuertes de exclusiva oración, pero también con un estilo de hablar, de actuar y de luchar, propio de quien lo hace con temor y temblor por la propia debilidad, y al mismo tiempo con seguridad y alegría de la fe en que el Señor lleva las riendas.
  2. La Fe:  quiere decir esencialmente entregarnos a Dios, fiándonos de Él por completo, no de nosotros mismos, no de nuestras habilidades y posesiones, no de nuestra supuesta justicia, pues, solo Él justifica. Es escoger lo mejor: es refugiarse en el Señor más que en los hombres. Es la respuesta agradecida del ser humano ante las maravillas que Dios hace. La fe genera acción de gracias.
  3. La Justiciason muchos los que se sienten marginados o tratados injustamente en la sociedad y hasta en los estrechos límites de la familia o del puesto de trabajo. Lejos de ser alienante, la oración puede ayudarles a adquirir conciencia de la propia dignidad y de los propios derechos. También la Iglesia, como comunidad tantas veces humillada, puede y debe dirigirse a Dios implorando su misericordia y su justicia, cuando muchos de sus hijos son perseguidos hasta la muerte.     
REFLEXIÓN 
   Las lecturas de la misa de hoy están referidas a la necesidad que tenemos de ser perseverantes en la oración. En el Evangelio, el Señor pone como ejemplo una situación humana y hace la comparación: si una persona es capaz de ceder ante la insistencia de quien pide algo, aunque sea por una cuestión de saturación y de cansancio, que no hará Dios que además es bueno y nos ama. 
   Sin embargo, vamos a detener nuestra reflexión en una expresión que Jesús dice al final de su enseñanza: "les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos se hará justicia”. Es decir que, ante la insistencia del hombre, Dios va a responder con justicia. Algunas veces nos pasa que nos desilusionamos porque decimos que Dios desoye nuestra oración. Y esto no es así. En numerosas oportunidades pedimos cosas que no nos convienen, o manifestamos deseos que son contrarios al amor. Y Dios siempre actúa con justicia y de acuerdo con su voluntad.
PARA LA VIDA
   Dos ranas cayeron en un cubo lleno de crema. Una se puso pesimista y le dio un triste 'Adiós' a su amiga, y se quedó quieta esperando la muerte. Pero su amiga se dijo: "Yo voy a luchar hasta el final. Nadaré alrededor hasta que no pueda más; y entonces moriré contenta". Pero, al nadar, sus patas batían la crema, que poco a poco se iba convirtiendo en mantequilla sólida. Y de pronto rápidamente ella pudo saltar fuera del cubo. Estaba salvada. Había triunfado el optimismo y la constancia. 
   Una joven de 28 años fue a la Iglesia un Domingo y al terminar la celebración le dijo al párroco: "Esta es la primera vez que vengo a la iglesia". -¿Y qué te ha parecido? -Me ha dado un poco de miedo. -¿Por qué? –“Me parece algo tan sublime y no lo había comprendido. De ahora en adelante vendré todos los Domingos a pedirle a Dios”-

28° Domingo del Tiempo Ordinario, 13 de Octubre 2013, Ciclo C

San Lucas  1
 , 46 - 47 
      
Se Postró y Agradeció al Señor

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  1. La Fe: la fe sana especialmente a los que reconocen la presencia de Dios entre nosotros mirándonos a todos con amor nos abre y amplía la mirada. La fe es una experiencia y una perspectiva, es un aprendizaje/ejercicio constate de mirarnos los unos a los otros como Dios nos mira. Al vivir concretamente esta mirada de amor radical habremos de experimentar una verdadera y plena sanación.
  2. La Curación:  Dios nos puede curar de miedos, vacíos y heridas que nos hacen daño. Nos puede sanar integralmente. El Señor sana y sigue sanando. Sana cuerpos y sana almas. El que más reconoce su necesidad y el que menos cree merecer el remedio es quien mejor y más pronto ve la mano de Dios y la agradece. Y lo opuesto también es verdad: quien se considera muy fuerte o quien tiene asumido que se lo merece todo no encuentra apenas de qué dar gracias.
  3. La Acción de Graciasno olvidemos que Eucaristía significa "acción de gracias". Por eso nos reunimos todos los domingos, para agradecer a Dios el don de nuestra fe. A Él le debemos, como dice San Agustín "la existencia, la vida y la inteligencia; a él le debemos el ser hombres, el haber vivido bien y el haber entendido con gratitud. Nuestro no es nada, a no ser el pecado que poseemos. Nada nos mueve tanto a agradecer como recibir un regalo, una gracia, un bien que necesitábamos o deseábamos pero que por alguna razón estaba más allá de nuestras previsiones, recursos o fuerzas.     
REFLEXIÓN 
   Hoy podemos comprobar, ¡una vez más!, cómo nuestra actitud de fe puede remover el corazón de Jesucristo. El hecho es que unos leprosos, venciendo la reprobación social que sufrían los que tenían la lepra y con una buena dosis de audacia, se acercan a Jesús y —podríamos decir— le obligan con su confiada petición: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». 
   La respuesta es inmediata y efectiva: «Id y presentaos a los sacerdotes». Él, que es el Señor, muestra su poder, ya que «mientras iban, quedaron limpios». Esto nos muestra que la medida de los milagros de Cristo es, justamente, la medida de nuestra fe y confianza en Dios. ¿Qué hemos de hacer nosotros —pobres criaturas— ante Dios, sino confiar en Él? 
   Pero con una fe operativa, que nos mueve a obedecer las indicaciones de Dios. Basta un mínimo de sentido común para entender que «nada es demasiado difícil de creer tocando a Aquel para quien nada es demasiado difícil de hacer»…”Vete, tu fe te ha salvado…”
PARA LA VIDA
   Érase una vez un niño que jugando en el muelle del puerto se cayó a las aguas profundas del océano. Un viejo marinero, sin pensar en el peligro, se lanzó al agua, buceó para encontrar al niño y finalmente, agotado, lo sacó del agua. Dos días más tarde la madre vino con el niño al muelle para encontrarse con el marinero. 
   Cuando lo encontró le preguntó: "¿Es usted el que se lanzó al agua para rescatar a mi hijo? -"Sí, yo soy", respondió. -La madre le dijo: "¿Y dónde está el gorro de mi hijo? El evangelio de hoy nos recuerda una dimensión profunda de toda vida cristiana: la gratitud, la acción de gracias. Creer, tener fe, es ser agradecidos a Dios que actúa en las cosas normales de cada día.
 

27° Domingo del Tiempo Ordinario, 6 de Octubre 2013, Ciclo C

San Lucas  1, 46 - 47
 
      
Auméntanos la Fe

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  1. La Fe: la fe brota del corazón sincero del hombre que se detiene a escuchar a Dios. La fe no está en nuestras afirmaciones o en nuestras dudas. Está más allá: en el corazón... que nadie, excepto Dios, conoce. Es la respuesta íntima del ser humano a la acción de Dios.
  2. La Humildad:  pone de manifiesto que esa eficacia proviene de la convicción creyente de la propia pequeñez: "No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer". ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Servir a Dios y hacer su voluntad.
  3. La Esperanzalas tribulaciones, los sufrimientos, las desgracias no podrán disminuir en lo más mínimo nuestra esperanza en la intervención de Dios. No hay que dudar, porque la acción de Dios llegará. ¿Cuándo? ¿Cómo? Hemos de dejar que Dios responda con plena libertad, con la seguridad de que todo lo hace con justicia y para bien de los que ama. 
  4. El Testimonio: la fe es un don que Dios nos da, y es una tarea que Dios nos encomienda. Como tarea la hemos de realizar día tras día, en las circunstancias concretas, que a veces pueden ser arduas y difíciles.     
REFLEXIÓN 
   En el Evangelio, seguimos reflexionando sobre la fe e incluso haremos nuestra la petición de los discípulos: Auméntanos la fe. La imagen del árbol arrancado de raíz nos habla que la fuerza de la fe está en la confianza que se pone en Dios y no en su tamaño. La parábola lo dice claramente. Vive desde la fe y es justo quien se siente a gusto con ser un obrero del Reino y, al final de la jornada, no espera mejor recompensa que poder seguir sirviendo a su Señor, pues sabe que la fuerza y el fruto de lo que haga le viene de Él.                
¿Qué es tener Fe?
   Tener fe es creer que Dios nos ama por encima de todo, sin ninguna condición, y por eso nos fiamos absolutamente de Él; lo amamos y lo servimos por completo sin poner nosotros tampoco ninguna condición. Tener fe en Dios significa que, me conceda o no lo que le pido, seguiré amándolo y fiándome de Él por completo, como criatura que soy.
PARA LA VIDA
Alejandro Solzhenitsyn, enviado a un campo de concentración, fue obligado a trabajar hasta el agotamiento. Sin descanso y mal alimentado, siempre vigilado e incomunicado creyó que todos le habían olvidado, incluso Dios. Pensó en suicidarse, pero recordaba las enseñanzas de la Biblia y no se atrevía. 
   Decidió escaparse y así serían otros los que lo matarían. El día de la fuga cuando echó a correr un prisionero que nunca había visto antes se plantó delante de él. Le miró a los ojos y vio más amor en esos ojos del que jamás había visto, que en los ojos de otro ser humano. 
   El extraño prisionero se agachó y con una ramita trazó la señal de la cruz en el suelo de la Rusia comunista. Cuando vio la cruz supo que Dios no le había olvidado. Supo que Dios estaba con él en el pozo de la desesperación. Pocos días después Solzhenitsyn estaba en Suiza. 
   Era un hombre libre. Vio la cruz dibujada en la tierra y supo que Dios no le había olvidado. Vio la cruz y ésta encendió la fe en su corazón. Vio la cruz y recordó la fidelidad de Dios, que su Amor es eterno.

26° Domingo del Tiempo Ordinario, 29 de Septiembre 2013, Ciclo C

San Lucas  16, 19 - 31
 
      
El rico y el pobre Lázaro

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  1. El Hombre Rico: al rico, le podemos poner nuestro nombre, porque de algún modo nos representa a cada uno de nosotros. No importa que “seamos” o no “ricos” en dinero, sino en nuestra actitud ante los otros. Nosotros somos el ¨rico¨, cuando no ponemos lo que Dios coloca en nuestras manos, al servicio de los demás. Cuando no nos conmueve el sufrimiento de los otros. Las riquezas materiales las vemos como nuestro cielo terrenal y nos despreocuparnos de lo que les pasa a los demás.
  2. La Pobreza:  la pobreza debe expresar al mismo tiempo una consagración en favor del prójimo. La pobreza conduce a la solidaridad con los pobres, a una mayor solidaridad en el amor. Sólo quien es pobre puede ser de verdad amigo de los pobres, de los pequeños, de los marginados.
  3. La Hospitalidadgracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (13,2). Es más, Jesús afirmaba que se acogería a él mismo, porque «os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis». Esto no lo hizo el rico con el pobre Lázaro.        
REFLEXIÓN 
   El problema que nos presenta el evangelio es, precisamente, el de comprender que la conversión requiere la escucha de la Palabra de Dios. Para convertirnos es absolutamente necesario que escuchemos con atención la Palabra de Dios. Es preciso que permitamos a la Palabra bajar a nuestro corazón. Ahora bien, para que podamos recibirla de manera fructuosa, es necesario abrirle nuestro corazón, a fin de permitirle penetrar hasta el fondo. 
   La conversión es siempre un problema de corazón, o sea, un problema de interioridad, de abandono fundamental de todo, con la intención de dejar que Dios disponga de toda nuestra vida. Podemos decir también que la conversión significa aflojar los dedos, aferrados a algo de una manera espasmódica, para caer por completo en las manos de Dios (Mt 6,25ss), o sea, para depender únicamente de él. 
   El verdadero pobre, cuando es tal, está totalmente suspendido del amor de Dios. Se muestra en todo libre y disponible a su amor. El rico, en cambio, se endurece cada vez más en este mundo. Justamente por eso no le resulta fácil comprender a los pobres, porque no capta el valor de la vida humana y, por consiguiente, tampoco el de la conversión.                
PARA LA VIDA
   Un hombre tenía una casa con grandes ventanas a través de cuyos cristales transparentes veía a los niños jugar en el jardín, al anciano sentado en un banco tomando el sol, a la joven madre empujando el cochecito de su hijo, a la pareja de novios tomados de la mano. 
   A través de los cristales transparentes participaba en la vida de los demás, se conmovía su corazón, se comunicaba con los hombres, y al fin llegaba a Dios. Pero un día comenzó a cambiar los cristales transparentes por espejos y al poco se vio aislado de todos y de todo. 
   Dejó de ver a los hombres y dejó de ver a Dios. Y ya no se vio más que a sí mismo reflejado en cientos de espejos. Siempre veía su rostro, cada vez más sombrío, más aislado, más triste. Encerrado en vida en una tumba de espejos. Separado por todos por un gran abismo que nadie puede pasar.