San Marcos 1, 14 – 20
“Convertíos y creed la Buena Noticia”
- Jesús Llama: nos invita a ser discípulos suyos supone renovar cada día nuestra opción por él, buscando dentro de nuestra historia esa voz suya que nos llama desde siempre Así, entramos en la historia de la exaltadora promesa del «os haré pescadores de hombres», que no se agota a buen seguro en la tarea del ministerio eclesial, sino que coincide con la experiencia de todo cristiano auténtico.
- La Conversión: Dios quiere la conversión. Puesto que Dios ama al hombre y desea que éste sea feliz, quiere que se convierta y viva. Convertirse significa dejar el camino equivocado de una felicidad aparente y enderezar los pasos hacia el camino del bien, de la verdad y de la plenitud.
- La Fe: es la respuesta del hombre a la revelación que Dios nos hace de su verdad y de nuestro bien. Siendo verdad de Dios, no nuestra, tiene la impronta de la objetividad y por tanto debe medir nuestro comportamiento. Esa verdad de Dios para nuestro bien la encontramos en la doctrina dogmática y moral de la Iglesia. Reconocer esto es indispensable para abrir el alma a la conversión, mientras que no reconocerlo es cerrar la puerta a toda posibilidad de convertirse.
- Saber Escuchar: ser cristiano significa prestar atención al kairós, a este «momento especial» de la manifestación de Dios en nuestro aquí y ahora. Los primeros discípulos escucharon la «Buena Noticia» y fueron llamados a asociarse a la misión de Jesús. Muchos admiran a Jesús. Muchos leen los Evangelios. Muchos van a las iglesias. Pocos responden a Jesús. Pocos se ponen al servicio de Jesús. Muy pocos darían la vida por Jesús. Y no olvides que la respuesta nace en un corazón limpio y libre y se da con gozo. Y no olvides que la respuesta se da cada día, en el trabajo, en la familia...
Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
REFLEXIÓN
La liturgia de hoy nos ofrece, como primera lectura, un texto del libro de Jonás, el profeta que debía ir a la Nínive de los asirios, prototipo del pueblo opresor, para predicar la conversión.
La segunda lectura es un texto en el que se refleja la tensión escatológica del cristianismo primitivo, y de Pablo muy concretamente. Es un texto que es una respuesta de Pablo a los que le han preguntado sobre el matrimonio y la virginidad. Lo que Pablo propugna es que los cristianos casados deben vivir como tales y los que han elegido la “virginidad” que sean consecuentes. Cada uno debe vivir según su elección y ninguna vida es más perfecta que la otra. Porque el referente es Dios y cada uno tiene que vivir su experiencia cristiana con sentido, en armonía y en libertad.
El Evangelio de hoy, de Marcos, tiene dos partes. La primera, un sumario o síntesis, centrada en lo que es el programa de Jesús cuando vino a Galilea: el evangelio de Dios. Jesús viene a proclamar buenas noticias -eso significa evangelio-, de parte de Dios. Ello supone, pues, el anuncio de un tiempo nuevo y la llegada del Reino de Dios.
El segundo elemento determina al primero: el tiempo es nuevo porque el reino de Dios ha comenzado. El tiempo es nuevo porque la soberanía de Dios sobre las miserias del hombre ha de ponerse de manifiesto. Este es el empeño fundamental de Jesús: hacer posible que ese Reino, que no es un territorio, ni un poder violento o material, llegue a los hombres.
Dios se compromete profundamente, por medio de Jesús, en hacer posible ese Reino de liberación y de gracia. Pero también, por nuestra parte, se necesitan respuestas: convertíos y creed en el evangelio. Eso es lo que Jesús pedía y eso es lo que se nos pide aún. Ser cristianos, pues, debe significar que, en este mundo de miserias, el evangelio, como buena noticia para los que sufren, está en acción.
La segunda parte del texto evangélico de hoy describe la llamada a ser discípulos y también pone de manifiesto varias cosas: el evangelio siempre ha contado con testigos que desde el principio forman una comunidad. El anuncio del evangelio provoca decisiones personales creando comunidad y fraternidad.
PARA LA VIDA
Durante la segunda guerra mundial un pueblecito de Baviera fue destruido por las bombas. La iglesia también quedó reducida a escombros. Entre las ruinas, los vecinos encontraron una imagen de Jesús sin brazos ni piernas. Terminada la guerra reconstruyeron el pueblo y la iglesia. Dudaban entre reconstruir la imagen o dejarla tal como la encontraron. Optaron por dejarla como la encontraron y le pusieron esta inscripción: "Ahora no tengo manos ni pies. A partir de hoy, ustedes serán mis brazos y mis pies para ayudar y curar este mundo roto."
Un rabino, en una ocasión, le pidió a otro compañero, con el que estaba conversando, que le dijera las palabras de las enseñanzas que había escuchado de su maestro. Las enseñanzas de mi maestro, le dijo, son como el maná que entra en el cuerpo y ya nunca lo abandona. No contento con esta explicación, le presionaba para que fuera más concreto. En ese momento, su compañero rasgó sus vestiduras y mostrándole el pecho gritó: Mira dentro de mi corazón. En él aprenderás quién es mi maestro. Las enseñanzas del Maestro Jesús no se almacenan en la cabeza sino en el corazón. Sólo ahí dejan de ser enseñanzas para convertirse en vida.