3° Domingo Tiempo Ordinario, 21 Enero 2018, Ciclo B


San Marcos 1, 14 – 20

Convertíos y creed la Buena Noticia

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. Jesús Llama: nos invita a ser discípulos suyos supone renovar cada día nuestra opción por él, buscando dentro de nuestra historia esa voz suya que nos llama desde siempre Así, entramos en la historia de la exaltadora promesa del «os haré pescadores de hombres», que no se agota a buen seguro en la tarea del ministerio eclesial, sino que coincide con la experiencia de todo cristiano auténtico.
  2. La Conversión: Dios quiere la conversión. Puesto que Dios ama al hombre y desea que éste sea feliz, quiere que se convierta y viva. Convertirse significa dejar el camino equivocado de una felicidad aparente y enderezar los pasos hacia el camino del bien, de la verdad y de la plenitud.
  3. La Fe: es la respuesta del hombre a la revelación que Dios nos hace de su verdad y de nuestro bien. Siendo verdad de Dios, no nuestra, tiene la impronta de la objetividad y por tanto debe medir nuestro comportamiento. Esa verdad de Dios para nuestro bien la encontramos en la doctrina dogmática y moral de la Iglesia. Reconocer esto es indispensable para abrir el alma a la conversión, mientras que no reconocerlo es cerrar la puerta a toda posibilidad de convertirse.
  4. Saber Escuchar: ser cristiano significa prestar atención al kairós, a este «momento especial» de la manifestación de Dios en nuestro aquí y ahora. Los primeros discípulos escucharon la «Buena Noticia» y fueron llamados a asociarse a la misión de Jesús. Muchos admiran a Jesús. Muchos leen los Evangelios. Muchos van a las iglesias. Pocos responden a Jesús. Pocos se ponen al servicio de Jesús. Muy pocos darían la vida por Jesús. Y no olvides que la respuesta nace en un corazón limpio y libre y se da con gozo. Y no olvides que la respuesta se da cada día, en el trabajo, en la familia... 
 
REFLEXIÓN 

   La liturgia de hoy nos ofrece, como primera lectura, un texto del libro de Jonás, el profeta que debía ir a la Nínive de los asirios, prototipo del pueblo opresor, para predicar la conversión. 
La segunda lectura es un texto en el que se refleja la tensión escatológica del cristianismo primitivo, y de Pablo muy concretamente. Es un texto que es una respuesta de Pablo a los que le han preguntado sobre el matrimonio y la virginidad. Lo que Pablo propugna es que los cristianos casados deben vivir como tales y los que han elegido la “virginidad” que sean consecuentes. Cada uno debe vivir según su elección y ninguna vida es más perfecta que la otra. Porque el referente es Dios y cada uno tiene que vivir su experiencia cristiana con sentido, en armonía y en libertad. 
   El Evangelio de hoy, de Marcos, tiene dos partes. La primera, un sumario o síntesis, centrada en lo que es el programa de Jesús cuando vino a Galilea: el evangelio de Dios. Jesús viene a proclamar buenas noticias -eso significa evangelio-, de parte de Dios. Ello supone, pues, el anuncio de un tiempo nuevo y la llegada del Reino de Dios.
El segundo elemento determina al primero: el tiempo es nuevo porque el reino de Dios ha comenzado. El tiempo es nuevo porque la soberanía de Dios sobre las miserias del hombre ha de ponerse de manifiesto. Este es el empeño fundamental de Jesús: hacer posible que ese Reino, que no es un territorio, ni un poder violento o material, llegue a los hombres. 
   Dios se compromete profundamente, por medio de Jesús, en hacer posible ese Reino de liberación y de gracia. Pero también, por nuestra parte, se necesitan respuestas: convertíos y creed en el evangelio. Eso es lo que Jesús pedía y eso es lo que se nos pide aún. Ser cristianos, pues, debe significar que, en este mundo de miserias, el evangelio, como buena noticia para los que sufren, está en acción.
  La segunda parte del texto evangélico de hoy describe la llamada a ser discípulos y también pone de manifiesto varias cosas: el evangelio siempre ha contado con testigos que desde el principio forman una comunidad. El anuncio del evangelio provoca decisiones personales creando comunidad y fraternidad. 

PARA LA VIDA 

   Durante la segunda guerra mundial un pueblecito de Baviera fue destruido por las bombas. La iglesia también quedó reducida a escombros. Entre las ruinas, los vecinos encontraron una imagen de Jesús sin brazos ni piernas. Terminada la guerra reconstruyeron el pueblo y la iglesia. Dudaban entre reconstruir la imagen o dejarla tal como la encontraron. Optaron por dejarla como la encontraron y le pusieron esta inscripción: "Ahora no tengo manos ni pies. A partir de hoy, ustedes serán mis brazos y mis pies para ayudar y curar este mundo roto." 
   Un rabino, en una ocasión, le pidió a otro compañero, con el que estaba conversando, que le dijera las palabras de las enseñanzas que había escuchado de su maestro.  Las enseñanzas de mi maestro, le dijo, son como el maná que entra en el cuerpo y ya nunca lo abandona. No contento con esta explicación, le presionaba para que fuera más concreto. En ese momento, su compañero rasgó sus vestiduras y mostrándole el pecho gritó: Mira dentro de mi corazón. En él aprenderás quién es mi maestro. Las enseñanzas del Maestro Jesús no se almacenan en la cabeza sino en el corazón. Sólo ahí dejan de ser enseñanzas para convertirse en vida.


2° Domingo Tiempo Ordinario, 14 Enero 2018, Ciclo B


San Juan 1, 35 – 42

Aquí estoy, Señor, para Hacer tu Voluntad

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. El Llamado:es un misterio que afecta a la vida de todo cristiano, pero que se manifiesta con mayor relieve en los que Cristo invita a dejar todo para seguirlo más de cerca. Quien es así invitado puede preguntarse: Señor, ¿por qué precisamente a mí? La respuesta está en el Evangelio: Jesús llamó a los que él quiso (Mc 3, 13). La iniciativa de la vocación es divina, y la vocación es un don gratuito al que se debe corresponder con la entrega de sí mismo.
  2. Seguir a Jesús: tienen una estructura de relación personal, en la que Dios tiene la iniciativa, es él el que llama, y el hombre tiene que responder con su vida a esa llamada de Dios. el seguimiento parece una consecuencia natural. Pero esto resulta insuficiente. Conviene clarificar la razón del seguimiento, purificar la escucha. Se escuchan  tantas cosas e importan sólo muy pocas. Por eso Jesús preguntará: “¿qué buscáis?”. Esa pregunta se torna personal: ¿qué busco yo?, porque para responder al que pregunta, debo tener bien claro qué busco.
  3. El Encuentro: está compuesto de experiencia personal y comunitaria. Una vivencia con el Señor. Experimentar significa salir de los propios límites para ir más allá y encontrarse con el otro. En este caso con el mismo Jesús. Es decir, se va descubriendo el misterio de Cristo, desde un encuentro con Él, mientras se va realizando la gran síntesis de la vida y de la fe.
  4. El Apostolado: se llama apostolado a toda la actividad del Cuerpo Místico que tiende a propagar el Reino de Cristo por toda la tierra. Se trata de la experiencia de comunión de vida, que produce al mismo tiempo una sabiduría existencial que va más allá. De ella surge, necesariamente la misión que se descubre a partir del encuentro con El.


REFLEXIÓN

   Este Domingo tiene cierto carácter de tránsito entre Epifanía y el tiempo ordinario: Jesús se manifiesta a aquellos que iban a ser sus primeros discípulos. Por otro lado, el episodio que hoy nos narra el evangelio de Juan representa el paso del Antiguo al Nuevo Testamento.
  • De Juan a Jesús: "Fijándose en Jesús que pasaba, dijo: Este es el cordero de Dios". He aquí toda la misión de Juan y la de todo apóstol: ser simple indicador de Jesús. "No era él la luz, sino testigo de la luz" (Jn 1,8).
  • El Encuentro con Jesús: lo que convierte a un hombre en testigo y discípulo de Jesús es el hecho de encontrarse, de quedarse con él.
  • La Iglesia, Lugar de Encuentro con Jesús: esto es lo que significa que la Iglesia sea sacramento. Ella es la encargada de hacer presente a Jesús entre los hombres. Es en ella, que ha conservado viva la memoria de Jesús, en la vida concreta de sus comunidades, que los hombres podrán reconocer a Jesús y cuanto él significa para nosotros hoy. Pero esto sólo será posible en la medida en que escuche su palabra, se deje penetrar por su Espíritu y viva de su presencia.
  • Los Efectos del Encuentro con Jesús: el primero es un cambio profundo de la existencia, como el que tuvo lugar en los apóstoles a raíz de su encuentro con el Resucitado y que en el evangelio de hoy vemos reflejado en Simón incluso en el cambio de nombre. El que realmente se ha encontrado con Jesús deviene un hombre nuevo a imagen de Jesús.
   Y, cómo podemos ver también en el evangelio de hoy y es una constante en la historia de la salvación, aquel que se ha encontrado con Jesús y ha comprendido lo que Jesús significaba en su vida, se siente irresistiblemente comprometido a decirlo, a comunicarlo a los demás. La fe se propaga por irradiación.
Como decía Pablo VI, ¿acaso existe otro modo de comunicar la fe, que el de comunicar las propias experiencias? Sólo el que ha "visto" a Dios tiene derecho a hablar de él.

   La Eucaristía es el gran encuentro con Jesús y con los hermanos, Jesús se hace "realmente" presente entre nosotros. Que cada vez que celebremos la Eucaristía este encuentro con Jesús nos ayude a descubrir y a vivir su presencia a lo largo de la vida.
PARA LA VIDA 
   Una señora decía tener un problema de audición y cada vez que se reunía con sus amigas tenía que preguntarles de qué hablaban. Un día decidió ir al especialista del 0ído para hacerse un examen. El doctor le dijo que tenía los medios más modernos pero que iba a usar el medio tradicional. Sacó su reloj del bolsillo y le preguntó si podía oír el tictac del reloj.  Por supuesto, lo oigo muy bien, le contestó. El doctor se alejó unos siete metros y, de nuevo, le preguntó si seguía oyendo el tictac. 

  Sí todavía lo puedo oír, contestó. El doctor salió del despacho y le preguntó: ¿y ahora oye el tictac? Sí, lejano, pero lo oigo. El doctor se sentó frente a la señora y le dijo: Su problema no es de audición. Su problema es de escucha. Usted no sabe escuchar. Dios no te deja mensajes en la grabadora ni te envías faxes ni emails ni sabe el número de tu celular, pero Dios sabe tu nombre y te llama por tu nombre. Te dijo un día en tu bautismo: Ricardo, tú eres mi hijo, yo te quiero. Y te lo sigue diciendo también hoy.

Solemnidad de la Epifanía del Señor, 7 Enero 2018, Ciclo B


San Mateo 2, 1 – 12

Venimos a Adorar al Rey

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. Los Reyes Magos: descubren en el firmamento la estrella del Mesías, se ponen diligentemente en camino, vencen no pocas dificultades, y, ante el niño Jesús, se postran, le adoran y le ofrecen sus regalos: oro, incienso y mirra. Son hechos concretos con los que manifiestan su alegre aceptación. Los magos representan el camino que siguen quienes escuchan los anhelos más nobles del corazón humano; la estrella que los guía es la nostalgia de lo divino; el camino que recorren es el deseo. Los reyes le ofrecen:
  2. Oro: Con el oro reconocen la dignidad y el valor inestimable del ser humano; todo ha de quedar subordinado a su felicidad. Un niño merece que se pongan a sus pies todas las riquezas del mundo.
  3. El Incienso: recoge el deseo de que la vida del niño se despliegue y su dignidad se eleve hasta el cielo. Todo ser humano está llamado a participar de la vida misma de Dios.
  4. La Mirra: es medicina para curar la enfermedad y aliviar el sufrimiento. El ser humano necesita de cuidados y consuelo, no de violencia y agresión.
  5. El Regalo: Dios se nos da, pequeño e impotente, sobre un pesebre o en manos de su Madre, María. Se nos da como Salvador, como Amor, como camino de vida, a todos sin excepción. ¿Qué ofrece, en cambio, el mundo al Salvador? El mundo, cada nuevo año, puede ofrecer muchas cosas buenas a Dios. Cada uno de nosotros es parte de ese mundo, y puede y debe contribuir para ofrecer "algo" a Dios.
  6. La Adoración: ante un Dios del que sólo sabemos que es Amor, no cabe sino el gozo, la adoración y la acción de gracias. Por eso, «cuando un cristiano piensa que ya ni siquiera es capaz de orar, debería tener al menos alegría» (L. Boros). 
REFLEXIÓN 

   Epifanía quiere decir manifestación. En la solemnidad de hoy, la Iglesia conmemora la primera manifestación del Hijo de Dios hecho Hombre al mundo pagano, que tuvo lugar con la adoración de los Magos. La fiesta proclama el alcance universal de la misión de Cristo, que viene al mundo para cumplir las promesas hechas a Israel y llevar a cabo la salvación de todos los hombres. La fiesta de Epifanía nació en los primeros siglos del cristianismo. 

   En el Evangelio de hoy, se relata que llegaron estos magos a Jerusalén; tal vez pensaban que aquel era el término de su viaje, pero allí, en la gran ciudad, no encuentran al recién nacido rey de los judíos. Quizá, -parece humanamente lo más lógico si se trata de buscar a un rey, - fueron directamente al palacio de Herodes; pero los caminos de los hombres no son, frecuentemente, los caminos de Dios. Indagan, ponen los medios a su alcance: ¿Dónde está?, preguntan. Y Dios, cuando de verdad se lo quiere encontrar, sale al paso, nos señala la ruta, incluso a través de los medios que podrían parecer menos aptos. 

   ¿Dónde está el recién nacido rey de los judíos? Y nosotros, que como los Magos nos hemos puesto en camino muchas veces en busca del Señor, nos damos cuenta de que Jesús no puede estar en la soberbia que nos separa de Dios, ni en la falta de caridad que nos aísla. Debemos encontrar las verdaderas señales que llevan hasta el Niño Dios. En estos Magos llamados a adorar a Jesús, nos reconocemos a nosotros mismos, que nos encaminamos a Cristo a través de nuestros quehaceres familiares, sociales y de nuestro trabajo, de la fidelidad de lo pequeño de cada día.
   Así como en Belén, Dios se dejó encontrar por los magos, así también quiere que nosotros lo encontremos y le entreguemos nuestros dones. El Señor no necesita de lo que podamos darle, es que nosotros, para encontrarlo, necesitamos poner a sus pies cuanto somos y cuanto de valor tenemos. No es el día de Reyes, una fiesta para pedir o esperar regalos de nuestro Dios y de nuestros seres queridos; debería ser un día para ejercitarnos en la entrega de lo que somos y de cuanto tenemos a Dios, en primer lugar, y a todos los nuestros; la única forma auténtica de adorar a nuestro Dios es convertirse en su benefactor: a quien sea generoso, Dios le permite hoy convertirse en su rey mago.

PARA LA VIDA 

   El día de Reyes una señora suplicaba a su marido que la acompañara a la iglesia. Éste se negó. La idea de que Dios se hiciera hombre y que una estrella guiara a los tres Reyes hasta Belén le parecía tan absurda que se negaba a creer. Desde su ventana veía la nieve caer copiosamente y pensaba en los pájaros que no encontraban las semillas que les había dejado para que se alimentaran. Se puso el abrigo y salió para abrir de par en par la puerta de la cochera y echar allí más semillas, pero los pájaros no entraron.
   Dio todas las luces para que entraran, pero estaban demasiado asustados. Se van a morir de hambre pensaba. Estaban a unos metros de la comida y del agua y no la encontraban. "Oh, si yo fuera un pájaro", pensó para sus adentros, "yo les enseñaría el camino y los llevaría hasta el agua y la comida". En ese momento sonaron las campanas de la iglesia y cayó en la cuenta de que el hijo de Dios y su estrella se hicieron presentes para enseñarnos el camino que lleva a la vida eterna.
   Dios sólo podía enseñarnos el camino haciéndose como uno de nosotros. La liturgia nos recuerda hoy la simbólica historia de los tres reyes magos. La historia de tres hombres que se pusieron en camino para dejarse llevar confiadamente a donde una estrella misteriosa los quisiera guiar. La fe, por definición, implica la idea de un largo y complicado viaje.

Vísperas Solemnidad Santa María, Madre de Dios, 31 Diciembre 2017, Ciclo B


San Lucas 2, 22 – 40

La Sagrada Familia Jesús, María y José”

    Homilía Noche Buena Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

San Lucas 2, 16 - 21

"Santa María Madre de Dios"


      Homilía Navidad Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Jesús: iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. Al siervo de Dios le corresponde la gran misión de ser el portador de la luz de Dios para el mundo. Pero esta misión se cumple precisamente en la oscuridad de la cruz.
  2. María: podemos aprender la verdadera compasión, libre de sentimentalismo alguno, acogiendo el dolor ajeno como sufrimiento propio. La Madre con la espada en el corazón, es el prototipo de este sentimiento de fondo de la fe cristiana.
  3. José: el varón justo. Nuestro Señor Jesús fue llamado "Hijo de José", "el carpintero". José lo adoptó amorosamente y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María! Al encontrar al Niño en el Templo, la Virgen reclama a Jesús: "¿Hijo, porque has obrado así con nosotros?” Mira que tu padre y yo, apenados, te buscábamos". María nombra a San José dándole el título de padre, prueba evidente de que él era llamado así por el propio Jesús, pues miraba en José un reflejo y una representación auténtica de su Padre Celestial.
  4. La Familia: un hogar armonioso donde Jesús pudo prepararse para su misión en el mundo: escuchó de los labios de  María los relatos que lo introdujeron en el conocimiento de la Escritura, y aprendió del testimonio de José las actitudes humanas que más tarde puso en práctica. Seguramente que la Sagrada Familia fue una maravillosa escuela de diálogo, de comprensión y de oración. Un modelo donde todos los cristianos podemos encontrar el ejemplo de que es posible vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.

REFLEXIÓN 

   Hoy la Iglesia festeja con alegría la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Hace unos días celebramos la fiesta de Navidad, y hoy la palabra de Dios enfoca nuestra atención en aquella humilde familia, de la que Jesús tuvo necesidad para ver la luz del sol y para crecer como persona. Dios al realizar sus grandes obras, no recurre a medios espectaculares, se vale de medios típica mente humanos. 

   La salvación de los hombres sólo se hace con la colaboración de la misma comunidad humana. Hoy sucede lo mismo: cada uno de nosotros nace y se educa en una familia. Y en una familia también crecemos y adquirimos personalidad y capacidad para ser miembros útiles de la comunidad. 

   Si tratamos de imaginarnos a la Sagrada Familia de Belén, nos imaginaremos una familia normal. No en una familia común y corriente, porque no era común, dado que sus miembros eran nada menos que María, la Virgen; José, el varón justo; y Jesús, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Ni mucho menos, corriente, porque, ni en su pueblo ni en toda la historia, se conoce una familia semejante. 

   Pero sí, una familia normal. Con la normalidad propia de la santidad, que consiste en hacer con perfección y por amor a Dios, lo que hacen todos. Un padre carpintero, que inició al hijo en las artes de su oficio para servir a la comunidad a través de su tarea. Una madre generosa, capaz de guardar en el corazón los tesoros silenciosos de su experiencia de vida. Un hijo que crecía en amor y sabiduría delante de los ojos de Dios y de todos los hombres, escuchando a sus padres y siguiendo las tradiciones de su pueblo. 

   Un hogar armonioso donde Jesús pudo prepararse para su misión en el mundo: escuchó de los labios de María los relatos que lo introdujeron en el conocimiento de la Escritura, y aprendió del testimonio de José las actitudes humanas que más tarde puso en práctica. Seguramente que la Sagrada Familia fue una maravillosa escuela de diálogo, de comprensión y de oración. 

   A María y José no les fue fácil ser familia de Dios, pero se mantuvieron unidos custodiando a su hijo y no perdieron de vista nunca a su Dios. Hoy en esta fiesta de la Sagrada Familia, pongamos en manos de Dios, a nuestra familia y defendámosla porque es un regalo de Dios. 

PARA LA VIDA 

   Cuenta la leyenda que la Virgen María bajaba cada mañana al pozo a tomar agua. El niño Jesús la acompañaba y miraba con qué destreza llenaba el cubo y lo apoyaba sobre su cabeza. Muchas veces se preguntó cómo hacía para no derramar el agua. Regresaban tomados de la mano. 

Cierto día el niño le dijo a María:
 Déjame que te ayude, porque ya tengo fuerzas. La Santísima Virgen se rehusó al verlo aún tan débil.
No, hijo. El cubo es pesado y te puedes hacer daño. 

   Pero como insistía tanto, la Virgen dejó el cubo a medio llenar y lo ayudó a cargarlo sobre su hombro derecho. Caminaron largo y cuando llegaron, la Virgen María se mortificó porque el niño tenía una  llaga en el hombro. ¡Hijo, te has lastimado! ¡Te dije que no lo hicieras! ¡Mira qué herida te has hecho! –No te angusties, mamá, dijo el niño. Yo también tengo que irme preparando 

   Es necesario que nos vayamos preparando porque un día todos nuestros trabajos y esfuerzos, por ser buenos hijos de Dios, tendrán sus frutos y su razón de ser. La familia es el lugar donde compartimos los momentos de gozo, de gloria, de dolor y luz que conforma el mosaico de nuestra particular historia. Podrá faltarnos todo, menos una familia.