San Lucas 9, 18 - 24
- ¿Quién es Jesús para mí?: Jesús es lo más grande que tenemos los cristianos. El que puede infundir otro sentido y otro horizonte a nuestra vida. El que puede contagiarnos otra lucidez y otra generosidad, otra energía y otro gozo. El que puede comunicarnos otro amor, otra libertad y otro ser. Pero no olvidemos algo importante: a Jesús se le conoce, se le experimenta y se sintoniza con él, en la medida en que nos esforzamos por seguirle tomando nuestra cruz.
- El Camino: no es la renuncia, no es la cruz. Es seguirlo, ser como Él, salvar el mundo por el poder del servicio, renunciar a nosotros mismos, dándole a él todo nuestro ser; llevándolo a los demás. Gastando la vida es como se gana.
- La Cruz: Cristo crucificado nos da la gran lección del Amor que se hace renuncia. “Amar es el don de sí mismo”, decía Mons. Adolfo Tortolo. No hay amor sin don, sin renuncia, sin negación, sin entrega. Si quiero saber cuánto amo a Dios o al prójimo debo preguntarme a cuántas cosas soy capaz de renunciar, si estoy dispuesto a negarme por el Otro o por los otros. La pregunta sería: ¿Cuánto soy capaz de sufrir por el otro? Porque la medida del amor es el sufrimiento; es el amor sin medida.
REFLEXIÓN
En el Evangelio, Jesús nos lanza una pregunta clara, la más importante para nuestra fe: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. En esa respuesta nos va el verdadero sentido que le damos a nuestra vida.
Responder diciendo que Jesús es “el Mesías de Dios” nos compromete a vivir nuestra vida dejando que Él lleve las riendas, a reconocernos hijos suyos, familia de Dios, hermanos todos, y a sentir que Él nos envía a compartir esa buena noticia con todos nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más necesitados.
La Gracia de Dios, la Eucaristía que recibimos son señales de AMOR, señales de laPRESENCIA de Dios en medio del mundo. El Pan de Vida nos fortalece para seguir nuestra jornada diaria, pacientes en el dolor, alegres en la esperanza, yendo al encuentro de Jesús ahora y hasta la meta final de la vida. Allí se nos abre la puerta de entrada al Banquete del Reino, en eternidad.
PARA LA VIDA
Un joven llamó por teléfono al párroco para decirle que quería hacerse miembro de la parroquia. Pero que no tenía intención ni de ir a Misa todos los domingos ni de ser catequista ni de ser lector en la Misa, ni de visitar a los enfermos.
El sacerdote le alabó el deseo de hacerse miembro de la parroquia, pero le dijo que la Iglesia que buscaba se encontraba a las afueras de la ciudad. El joven anotó la dirección y colgó.
Cuando llegó a la dirección que el sacerdote le había dado, encontró una Iglesia abandonada y algunos edificios listos para ser destruidos. El sacerdote le quiso decir a aquel joven que no tenía ni idea de lo que significaba ser cristiano. "Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame" (v. 34b).
Cuando Jesús invita a seguirle, invita a ponerse en camino, a peregrinar. No los invita a un hotel maravilloso del mar Caribe.