6° Domingo de Pascua, 21 Mayo 2017, Ciclo A


San Juan 14, 15 - 21

"Quien Cumple mis Mandamientos, ese me Ama.”" 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Paráclito:  es el amor absoluto de Dios, es la comunión de amor entre el Padre y el Hijo, lo más íntimo que hay en Dios. También es la manifestación externa de Dios, viento impetuoso y luz fulgurante, invisible. Es quien nos hace conocer el misterio de Dios y nos introduce en la comprensión de la revelación del Padre, dada por Jesús, Hijo de Dios hecho hombre.
  2. El Amor: El que me ama será amado por mi Padre”.  En las relaciones humanas hay un lazo que une a las generaciones entre sí. También Jesús nos enseña que quien le ama de verdad será amado por el Padre, que nos ha entregado a su Hijo amado.
  3. Los Apóstoles: Es decir “enviados”. Los doce son enviados por Jesús, y más tarde, muchos otros son enviados por las comunidades. En el ámbito de la familia o de las actividades profesionales, un cristiano que se ha dejado contagiar por la Pascua de Cristo, es testigo de su novedad y su alegría dinámica. Testigo de que el Espíritu sigue actuando, y por tanto de que es posible este milagro: una Iglesia y una sociedad más «pascuales».
  4. La Buena Noticia: es que, en Jesús, hemos conocido a Dios; y el Dios que conocemos es el Dios amor por excelencia. Dios nos ama, más de lo quieren las madres quieren a sus hijos. La Buena Noticia es que merece la pena trabajar y hasta sufrir. Y todo esto se anuncia, y se recibe con gozo por todos aquellos que no tienen el corazón apegado o esclavo de otras satisfacciones, aquellas que ofrece el mundo.
  5. La Fe: se ha hablado mucho y aún se habla actualmente de una fe en Dios sin Cristo, de una «credibilidad en Dios», que no necesita de Cristo. Un Dios sin Cristo, es algo así como quedarnos en manos del destino y el destino no tiene corazón ni entrañas. La fe nos permite tratar con un Dios a quien podamos hablarle íntimamente, y en cuyas manos nos podamos entregar; un Dios de quien sabemos que nos oye y se cuida de nosotros. Gracias a Jesús podemos llamar a Dios Padre. Gracias a Jesús podemos conocer el corazón viviente de Dios. 
REFLEXIÓN


   Las lecturas de este sexto domingo de Pascua nos hablan de la promesa del Espíritu Santo, y anticipan de cierta forma su venida que celebramos en Pentecostés. Citando a este pasaje de la primera lectura de hoy, el Catecismo de la Iglesia nos dice que desde aquel tiempo, los apóstoles, siguiendo las enseñanzas de Jesús, comunicaban a los convertidos, el don del Espíritu Santo. 

   Ya desde el comienzo, la administración del Sacramento de la Confirmación se hacía mediante la imposición de las manos, y este sacramento estaba destinado a completar la gracia del Bautismo. Es esta imposición de las manos la que ha sido con toda razón considerada como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa en la Iglesia la gracia de Pentecostés. En el presente, nuestros hijos se preparan durante un tiempo suficiente para recibir al Espíritu Santo mediante este sacramento, que los confirma en la fe, después de haber recibido a Jesús en la primera Comunión. 

   El Sacramento lo administra el Obispo, como sucesor de los apóstoles, quienes primitivamente eran los que imponían las manos a los confirmandos.    En este Domingo, Jesús promete a sus apóstoles el envío del Espíritu Santo. Comienza este pasaje con las palabras de Jesús: «Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos” Jesús, antes de anunciar la venida del Espíritu Santo, nos recuerda que el verdadero amor tiene necesidad de manifestarse con obras. “El que recibe mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama”, dice el Señor en otro pasaje. Y San Juan nos exhorta a que “no amemos solo de palabra, sino con obras y de verdad”, y nos enseña que “el amor al Señor consiste en que cumplamos sus mandamientos” 

   La Palabra del Señor es verdadera y se cumple. Su promesa de darnos el Espíritu Santo es una realidad. El Espíritu Santo permanece con ustedes y está dentro de ustedes. El Espíritu Santo vive en nuestros corazones, y sin embargo no lo conocemos, porque no damos los frutos que él espera. Quizá vivimos vidas separadas porque le rumbo que él nos traza, no lo seguimos. No hay relación. No hay comunicación. No hay conocimiento. No hay amor. 

PARA LA VIDA 

   De joven era un revolucionario y mi oración a Dios era siempre la misma: dame fuerza, Señor, para cambiar el mundo.De mayor viendo que no había cambiado nada, ni siquiera uno, cambié mi oración: Señor, oraba, dame la fuerza de cambiar a los míos, mi familia, mis amigos y me sentiré satisfecho.

   Ahora que soy anciano y mis días están contados mi única oración es: Señor, dame la gracia de cambiar yo.
   
La historia de nuestra vida es la historia de nuestras relaciones. Y una relación implica comunicación, conocimiento, amor y presencia.Y si en la vida real se dan esas relaciones vacías, en que dos personas viven sin conocerse, imagínense lo que pasa en la vida cristiana. 

   Envíanos el Espíritu de fortaleza, a fin de combatir, en nosotros y en torno de nosotros, valerosamente contra el mal!. ¡Envíanos el Espíritu de intrepidez, con el que los apóstoles comparecieron ante reyes y gobernantes y te confesaron!. ¡Envíanos el Espíritu de paciencia, a fin de que en todas nuestras pruebas nos mostremos como fieles siervos tuyos!. ¡Envíanos el Espíritu de alegría, a fin de sentimos dichosos de ser hijos del Padre del cielo!. Y, finalmente, ¡Envíanos el Espíritu Santo, Paráclito (consolador), a fin de no desfallecer en este mundo, sino que nos alegremos de tu divina cercanía!

5° Domingo de Pascua, 14 Mayo 2017, Ciclo A


San Juan 14, 1 - 12

"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. El Camino: Jesús es el camino. No simplemente sus palabras indican el buen camino. Él es el camino, Él es la Palabra, Él es el hombre nuevo, Él es Dios-con-nosotros, Él es la Liberación, Él es la Buena Noticia. Toda la fe del cristiano se basa en la adhesión a Él. 
  2. La Verdad y La Vida: La vida queda revelada en Jesús. Lo que nosotros llamábamos vida, antes de conocerle a Él, no es sino manifestación de "LA VIDA", que se muestra en Jesús Resucitado. Es la única Verdad definitiva, la verdadera esencia del hombre, del mundo. La vida como camino, como búsqueda de verdad: Dios ayuda para y acompaña en el caminar. Él es la verdad que nos hará libres...
  3. El Padre: A Dios nadie le ha visto jamás: El Hijo único, el que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer. Lo que hemos contemplado con nuestros ojos, lo que han tocado nuestras manos acerca de la Palabra de la Vida... en Jesús conocemos a Dios: en sus Palabras reconocemos Palabra de Dios, en sus modos de actuar vemos cómo actúa Dios, porque en él reside la divinidad en plenitud, porque es el hombre LLENO del Espíritu, porque “Dios estaba con Él”.
  4. Creer: Ese ideal de vida implica aceptarlo como nuestro Maestro y nuestro Salvador. Jesús es el Señor. Acogemos su palabra y damos gracias por su ejemplo. Creemos que él vive y camina con nosotros.
  5. Piedras Vivas: Con ellas se construye con piedras vivas una comunidad nueva que no necesita lo viejo. La Iglesia es la nueva Sión. Es la comunidad y cada uno de los bautizados que seguimos a Cristo, único Camino para llegar al padre; que nos revela la Verdad de Dios y nos brinda la Vida eterna. 
REFLEXIÓN 

   El Evangelio de este quinto domingo del Tiempo Pascual nos trae la primera parte del capítulo 14 del Evangelio de San Juan. El Señor declara a sus discípulos que va a prepararles un lugar en la Casa de su Padre. Jesús ya les había anunciado a los apóstoles las diferentes etapas de la Pasión y no les había ocultado que incluso uno de ellos lo iba a traicionar. Pero, para que no se aflijan sin esperanza y se desalienten, les afirma: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí”.

   Nunca tenemos derecho a desanimarnos; la herencia que nos ha dejado Jesús es el optimismo y la alegría; así ni el desánimo, ni la desconfianza, ni el pesimismo, ni la tristeza deben anidar en nuestros corazones, ni pueden perjudicar nuestra vida espiritual ni nuestra acción apostólica. Nuestro apoyo está en Cristo, que es Dios. Él es nuestra esperanza y de Él recibimos la ayuda que necesitamos en cada momento. No hay horas grises con Cristo; teniéndolo a Él por Amigo, todo cambia, y los horizontes se aclaran. Los amigos desean estar siempre juntos y hacerse mutuamente felices. Si Jesús es nuestro Amigo, tampoco quiere separase de nosotros; debiendo ir al Padre, nos advierte que no se separa de nosotros por mucho tiempo, sino que Él se nos adelanta para “prepararnos un lugar”. 

   Las moradas nos esperan para gozar de la compañía de Jesús. Tal certeza tiene que darnos fuerzas y aliento para soportar las contrariedades de la vida y aspirar a la plenitud del cielo. Y cuando Tomás le pregunta por el camino, él responde: “Yo soy el camino”. Jesús es el camino en cuanto nos revela al Padre, nos da a conocer el camino que conduce al Padre: Él mismo es el único acceso al Padre.

   Jesús es el Camino, porque Él nos mereció la gracia, que nos hace hijos de Dios y herederos del cielo, y Él con su doctrina y con su ejemplo nos enseña el camino que hemos de seguir para llegar al cielo. Nadie se ha atrevido a hacer las afirmaciones que Jesús hizo. En boca de otro serían una insensatez. En boca de Jesús son un verdadero consuelo. Él es la ruta que Dios nos ha trazado. Por ella transitamos seguros, en a Verdad, hacia la Vida verdadera. 

PARA LA VIDA

   Murió un hombre y San Pedro le enseñó las distintas estancias del cielo. - ¿Qué hay en esa estancia? Preguntó el hombre señalando un grupo muy serio y solemne que cantaba el más puro y sublime gregoriano. - “Esa es la estancia de la Iglesia Católica de Roma”. Son muy serios y reprimidos. - ¿Y los de esa habitación? Preguntó señalando un grupo de bailarines medio desnudos que giraban sus caderas y daban grandes gritos. - “Ese es un grupo de Bali”, le dijo San Pedro. 
   Un grupo muy vivo y bullanguero. Bailan mientras rezan y alaban a Dios. - ¿Y los de ese gran salón? - Ese grupo de personas rapadas que meditan al son de un gong son un grupo zen. Son muy tranquilos. - San Pedro, antes de continuar la gira, le dijo: Cuando pasemos delante de esa sala, por favor, no haga ni el más mínimo ruido. - ¿Por qué? Le preguntó el hombre. - “En esa sala hay un grupo de cristianos fundamentalistas que creen que ellos son los únicos habitantes del cielo. Si se enteran que hay otros grupos, se molestarían mucho.

Oración por las madres:

Señor Jesucristo:

   Tú que te encarnaste en las entrañas de la Virgen María, te pedimos por todas las madres y sus familias. Solo tú conoces cuánto han sufrido por cada uno de ellas. Solo tú conoces la alegría de su corazón por cada logro familiar obtenido. Señor Jesús: no te pedimos que les quites las cruces, por las cuales irán al cielo. Te pedimos que les sigas dando corazones siempre abiertos a tu voluntad, capaces de elegirte hasta el último instante. 

   Bendice, Señor, sus angustias y desvelos; sus aciertos y desaciertos, y sus vidas entregadas y desgastadas por amor. Fortalécelas  en cada momento de la vida. Te agradecemos por todas las  madres que guían a sus hijos por tus sendas, como tu Santísima Madre, la Virgen María, guio tus pasos. Gracias, Señor, por el amor con que cada una de las madres, ponen en sus hogares, y porque, a través de ellas, hemos conocido tu divino amor. Amén. 


 

4° Domingo de Pascua, 7 Mayo 2017, Ciclo A


San Juan 10, 1 - 10

"Somos Su Pueblo y Ovejas de Su Rebaño" 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.


  1. El Pastor: la imagen del Pastor evoca una autoridad que se ejerce en una actitud de servicio continuo. El rey pastor, David, es una figura del verdadero Pastor, Jesucristo, constituido Señor y Mesías. Jesús construyó la puerta de la salvación mediante su sacrifico de cruz. Dios Padre le ha restituido todo dándole el señorío de cuanto existe. Y también es Mesías, es decir, continúa siendo la única puerta de salvación de los hombres. Sólo a través del bautismo se puede escuchar la voz de la Puerta de la redención y recibir al Espíritu Santo.
  2. Las Ovejas: lo siguen porque conocen su voz. Escuchar la voz, es advertir la presencia y el estado interior del que es obediente. Siendo la Palabra de Dios tiene capacidad de mudar corazones. Pero hay que reconocer esta verdadera voz, pues hay el peligro de ir tras las voces de los ladrones y malhechores. Hay que familiarizarse con la sana doctrina transmitida por la Sagrada Escritura y custodiada por la Iglesia. Hay que obedecer la Verdad que es Jesucristo para no ser presa de ladrones y malhechores.
  3. La Puerta: es el lugar donde entra y sale el rebaño. Es el lugar que brinda protección, que invita al reposo y al calor del hogar después de la jornada. La puerta es también el lugar por el que han de salir las ovejas para alimentarse y tomar el sol. Es decir para construir su vida en abundancia. Esta puerta es Cristo, muerto y resucitado, constituido Señor y Mesías. La afirmación de Cristo es categórica, como lo indica la realidad de la puerta del redil, indica una afirmación de la divinidad mesiánica. No hay otros caminos, otras puertas que lleven al acceso al Padre. Cristo, revelación del Padre, es la única puerta.
  4. La Vida: el don más grande que Dios nos ha concedido es el de la vida. Pero esta vida dura unos años. Cristo resucitado. Él es el Señor de la vida, el Viviente. Siendo Señor de la vida, puede disponer de ella y darla a los que ama y confían en Él. Cristo nos hace partícipes de su misma vida, la que no está sometida al dominio de la muerte, la vida eterna. 
REFLEXIÓN 

   En las lecturas del cuarto Domingo de Pascua, se nos presenta insistentemente la figura del Buen Pastor. El apóstol San Pedro, en su Primera Carta, afianza a los cristianos en la fe recordándoles en medio de la persecución lo que Cristo había hecho y sufrido por ellos. La última frase del pasaje "El cargó con la cruz, para que empezáramos una vida santa. Pues eran ovejas descarriadas, pero han vuelto al pastor y guardián de sus almas" nos muestra la imagen del hombre alejado del Señor, que se asemeja a las ovejas perdidas, sin rumbo y expuestas a todos los peligros. 

   La liturgia nos invita a reflexionar en la misericordia y el amor de Jesús. En el evangelio es Jesús mismo que se presenta a sí mismo bajo esta imagen del Buen Pastor. Gracias a la comparación de Jesús, podemos imaginarnos uno de esos corrales en que se juntan los rebaños de varios pastores bajo la vigilancia de un cuidador para pasar la noche. Al amanecer, cada pastor llama a sus ovejas y parte al frente de ellas. 

   En el evangelio de hoy, San Juan describe una idea distinta de lo que era importante para los discípulos de Jesús.  En su Evangelio, él no da importancia a los puestos de autoridad.  Es el discípulo “bien amado” que ocupa el puesto de honor, no el que es nombrado jefe.  El discípulo no es escogido para gobernar ni predicar, sino para servir como testigo fiel de la bondad de Dios.  Es por medio de su testimonio de vida que el verdadero discípulo atrae a otros a Jesús.  En este sentido, es Jesús mismo que es el pastor, “el Buen Pastor”. 

   Lo primero es “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. No confundirla con el respeto a las tradiciones ni con la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena Noticia. 

   Es importante sentirnos llamados por Jesús “por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas. 

PARA LA VIDA 
   Después de una copiosa cena en una de esas grandiosas mansiones de Hollywood, un famoso actor entretenía a los convidados recitando pasajes famosos de las obras de Shakespeare. Al final aceptó una última petición. Un tímido y anciano sacerdote le preguntó si conocía el salmo 23. Sí, lo conozco y lo recitaré con una condición, que cuando yo termine de recitarlo, recite usted el mismo salmo. El sacerdote un tanto tímido aceptó el reto. El actor lo dijo maravillosamente y le aplaudieron entusiasmados. El sacerdote se levantó y dijo las mismas palabras pero esta vez no hubo aplausos, sólo un silencio contenido y alguna lágrima. 

   El actor saboreó el silencio durante unos momentos, se levantó y dijo: Señoras y señores espero hayan comprendido lo que acaba de suceder aquí. Yo conozco las palabras del salmo pero este sacerdote conoce al pastor. Pascua significa que somos personas transformadas. Y todos estos domingos son domingos de Pascua para recordarnos que Pascua no es un solo domingo, un solo día. Pascua no es solo una celebración, sino una manera de vivir. 

   El cristianismo comienza con la Pascua. Sin la Pascua no tendríamos evangelio que predicar, ni Cristo en el que creer, ni iglesia a la que pertenecer, ni misión, ni sacerdotes. Sin Pascua, solo silencio. Sin Pascua, nada. Sin Pascua, sólo muerte. Alégrense. Cristo ha resucitado. Cristo vive. 


   Yo soy el buen pastor. Yo soy la puerta, quien entra por mí se salvará. Yo soy la puerta de entrada a la casa del Padre. Yo soy la puerta a la plenitud de la vida. Yo soy la puerta del banquete y de la fiesta.  Yo soy la puerta. Entren por ella y encontrarán seguridad, y salgan por ella hacia los verdes pastos de la vida.

3° Domingo de Pascua, 30 Abril 2017, Ciclo A


San Lucas 24, 13 - 35

Quédate con nosotros, Señor… 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Emaús: representa perfectamente la crisis de fe de aquella primera comunidad y aun de la nuestra. Es muy posible que Jesús está caminando con nosotros y tenemos los ojos cerrados, como los discípulos en el camino de Emaús. Son muchas las ocasiones cuando caminamos con duda, con preocupación, con miedo. Son muchas las ocasiones cuando caminamos sin alegría, sin confianza, sin esperanza. A veces platicamos con unos amigos, compartiendo nuestra tristeza y preguntándonos cómo Dios puede dejarnos así. Son muchas las ocasiones cuando pensamos que todo lo que hemos hecho hasta ahora está en vano. Y de repente, con una palabra, un gesto, o una mirada, se abren nuestros ojos y nos demos cuenta de que Jesús está presente.
  2. La Palabra: cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras despierta en nosotros la esperanza perdida. Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy.Los cristianos hemos de recordar más a Jesús:  citar sus palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida en nuestras eucaristías. Nadie ha de estar más presente. Jesús camina junto a nosotros.
  3. La Eucaristía: es reconocer a Cristo Resucitado y reconocerlo en la fracción del pan. "La Misa de cada día o de cada Domingo es Cena Pascual de la Asamblea, es muerte y resurrección. Por tanto, toda Eucaristía debe tener como significado esencial el morir un poco más a nosotros mismos, al pecado, al egoísmo en todas sus formas y manifestaciones. Por eso los Teólogos nos dicen que lo importante de la Celebración Eucarística de la Misa del Domingo comienza cuando toda esa celebración cultual y litúrgica de la Asamblea ha terminado: Ahí comienza a vivirse. Y como los discípulos de Emaús, "con los corazones ardiendo " al haber experimentado en la Fracción del Pan, la presencia misteriosa pero real de Jesús resucitado. 


REFLEXIÓN 

   En el camino a Emaús, aun cuando la pena agobia sus corazones, dos discípulos comparten su abatimiento e infinita tristeza, como lo hacen los amigos cuando llevan el alma cargada de sufrimiento. Su esperanza en Dios ha sido defraudada. Se hallan hundidos en la decepción: esperaban que Jesús fuese el Mesías-liberador de Israel (ver Lc 24,21), pero luego de su dramática crucifixión no quedaba más que el sabor amargo del fracaso y desilusión. 

   Todos sus anhelos y esperanzas, todos sus ideales habían estallado en mil pedazos con la muerte del Maestro y Amigo. Ahora, compañeros en el dolor, compartían sus penas para hacerlas más soportables. La vida debía continuar, así que no les quedaba más que volver a su pueblo, al trabajo rutinario, a ganarse el pan de cada día para continuar la vida. 

   Es importante resaltar que en medio de su desolación aquellos hombres no se cierran en sí mismos, no se dejan engullir por su tristeza infinita, no se traga cada uno su propia pena por temor a convertirse en una “carga para el otro”, sino que con humildad reconocen la necesidad que en un momento así tienen de abrir sus corazones. La pena compartida se hace más fácil de sobrellevar. La mutua compañía hace más llevadera la cruz. El amigo se convierte en descanso para el alma, fortaleza en la fragilidad, aliento y estímulo en la desolación. 

   Esa actitud de humilde apertura genera entre los caminantes un dinamismo que permite que incluso un “forastero” pueda acercarse a ellos y compartir con Él sus penas. El diálogo dispone asimismo a los discípulos para que puedan acoger las palabras que han de sanar sus heridas y enardecer nuevamente sus corazones. 
   Este hermoso relato culmina con el retorno de los dos discípulos a Jerusalén. Los otros cuentan que el Señor se ha aparecido a Simón Pedro y ellos confiesan que “lo reconocieron al partir el pan”. Ese es su testimonio Y ese es su testamento y su herencia para el futuro.

“Lo reconocieron al partir el pan”. Los que habían seguido a Jesús por los caminos y habían visto como oraba antes de partir y compartir el pan no podían olvidar aquellos gestos. En ellos reconocieron al que se había entregado como pan. 

PARA LA VIDA

   Juana era una niña que no veía bien. Pero nadie, ni siquiera ella, se había dado cuenta. Juana pensaba que todas las cosas eran borrosas porque era como ella las veía. No sabía que los otros niños podían ver mucho más lejos que ella. Pensaba que todo el mundo veía las cosas como ella. A medida que iba creciendo su madre empezó a preguntarse porqué se sentaba tan cerca de la televisión. Su abuelo observó que cuando leía un libro se lo tenía que poner cerca de la cara. Cuando fue a la escuela la maestra constató que no veía bien las palabras de la pizarra. Finalmente todos comenzaron a decir: "Juana necesita gafas". 

   Con sus nuevas gafas, Juana vio que no todo era borroso, los colores eran más brillantes y hasta la cara de su madre era mucho más hermosa. Empezó, por fin, a ver con claridad. Era maravilloso. Llega también un momento en la vida en que ya sea la presbicia o las cataratas o… que nos presentan la realidad más borrosa.