2° Domingo de Pascua, Domingo de la Misericordia, 23 Abril 2017, Ciclo A


San Juan 20, 19 - 31

" Señor mío y Dios mío " 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Resurrección: La resurrección nos muestra cómo es el Dios de Jesús, nuestro Dios. Los primeros cristianos transmiten su fe en un Dios que es amor infinito, que no abandona a nadie, ni siquiera ante la muerte. La resurrección nos habla del Dios, del cual uno se puede fiar plenamente. El proyecto de este Dios misericordioso no es que el ser humano esté destinado a la muerte, sino a la vida plena y definitiva, comunicándole su propia vida. 
  2. La Misericordia: es la manifestación amorosa de Dios en una historia herida por el pecado. “Misericordia” proviene de dos palabras: “Miseria” y “Cor”. Dios pone nuestra mísera situación, debida al pecado, en su corazón amoroso de Padre, que es fiel a sus designios. Jesucristo, muerto y resucitado, es la suprema, e infinita manifestación de la Divina Misericordia. 
  3. La Fe: Si nuestra fe es firme, también, esta fe servirá para que la fe de muchos otros se apoyen en ella. Es preciso que nuestra fe en Jesucristo vaya creciendo día tras día. Pero, a veces, también nosotros nos encontramos faltos de fe como el apóstol Tomás. Tenemos necesidad de más confianza en el Señor ante las dificultades y ante acontecimientos que no sabemos interpretar desde el punto de vista de la fe, en momentos de oscuridad que Dios permite. La virtud de la fe es la que nos da la verdadera dimensión de los acontecimientos y la que nos permite juzgar rectamente todas las cosas. 
  4.  La Alegría: La alegría de la Pascual se ha de compartir y proclamar  seguro de lo que el Señor ha obrado en nosotros. Nos dio el Espíritu Santo: "Recibe el Espíritu Santo" para que a  impulso suyo puedas decir confiadamente: He  experimentado la acción de Jesús en mi vida. ¡Cuánto agrada al Señor una respuesta de fe: "Dichosos  los que creen sin haber visto"¡ y ¡cuánto agrada al Señor una  oración confiada: "Señor mío y Dios mío"¡.

REFLEXIÓN

   María Magdalena ha comunicado a los discípulos su experiencia y les ha anunciado que Jesús vive, pero ellos siguen encerrados en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. El anuncio de la resurrección todavía no ha ganado fuerza para calmar los miedos y despertar su alegría. El evangelista evoca en pocas palabras su desamparo en medio de un ambiente hostil. Va a «anochecer».

   Su miedo los lleva a cerrar bien todas las puertas. Sólo buscan seguridad. Es su única preocupación. Nadie piensa en la misión recibida. No basta saber que el Señor ha resucitado. No es suficiente escuchar el mensaje pascual. A aquellos discípulos les falta lo más importante: la experiencia de sentir a Jesús vivo en medio de ellos.

   Sólo cuando Jesús ocupa el centro de la comunidad, se convierte en fuente de vida, de alegría y de paz para los creyentes. Los discípulos «se llenan de alegría al ver al Señor». Siempre es así. En una comunidad cristiana se despierta la alegría, cuando allí, en medio de todos, es posible «ver» a Jesús vivo. Nuestras comunidades no vencerán los miedos, ni sentirán la alegría de la fe, ni conocerán la paz que sólo Cristo puede dar, mientras Jesús no ocupe el centro de nuestros encuentros, reuniones y celebraciones, sin que nadie lo oculte.

   A veces somos nosotros mismos quienes lo hacemos desaparecer. Nos reunimos en su nombre, pero Jesús está ausente de nuestro corazón. Nos damos la paz del Señor, pero todo queda reducido a un saludo entre nosotros. Se lee el evangelio y decimos que es «Palabra del Señor», pero a veces sólo escuchamos lo que dice el predicador. En la Iglesia siempre estamos hablando de Jesús. 

   En teoría nada hay más importante para nosotros. Jesús es predicado, enseñado y celebrado constantemente, pero en el corazón de muchos hay un vacío: Jesús está como ausente, ocultado por estilos de vida, al margen de él, que lo dejan en segundo plano. Tal vez, nuestra primera tarea sea hoy «centrar» nuestras comunidades en Jesucristo, conocido, vivido, amado y seguido con pasión. Hoy se nos pide renovar nuestra actitud ante Dios. Pasar del miedo a la confianza, de la huida a la entrega, de la arrogancia a la humildad, del olvido a la oración, de la increencia a la fe. Pascua significa «pasar» de la muerte a la vida. Dejemos que Cristo resucitado pase por nuestra vida… 

PARA LA VIDA

   Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua (de casi 7.000 metros de altura, y cubierto en su mayoría de nieve) inició su travesía después de muchos años de preparación. Pero quería la gloria para él solo, así que emprendió la aventura sin compañeros. Empezó a subir, y se le fue haciendo tarde, y más tarde. Lejos de prepararse para acampar, siguió subiendo, decidido a llegar a la cima. No tardó mucho en oscurecer. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. 

   Todo era negro, nada de visibilidad, no había luna y las estrellas eran cubiertas por las nubes. Fue entonces que, subiendo por un acantilado (a sólo cien metros de la cima), se resbaló y se desplomó hacia el vacío por los aires. Caía a una velocidad vertiginosa, lo único que podía ver eran veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad, y todo lo que podía sentir era la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo… y, en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los momentos de su vida, los gratos y los no tan gratos. 

   Él pensaba que iba a morir... sin embargo, de repente, sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos. Sí... como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larga cuerda que lo amarraba de la cintura. En esos momentos de quietud, suspendido en el aire, no pudo más que gritar: ¡Ayúdame, Dios mío...! Y de golpe, lo inesperado. 

   Una voz grave y profunda surgió de los cielos para responderle: ¿Qué quieres que haga, hijo mío? ¡Sálvame, Dios mío! ¿Realmente crees que te pueda salvar? Por supuesto, Señor... Entonces, corta la cuerda que te sostiene. Hubo un momento de silencio y quietud. Reflexionó, y decidió aferrarse más a la cuerda...Pero murió. Cuentan que el equipo de rescate que fue a buscarlo se sorprendió al encontrarlo colgado, congelado, muerto, agarrado con fuerza a una cuerda... a tan sólo dos metros del suelo.

Domingo de Resurrección, 16 Abril 2017, Ciclo A




San Juan 20, 1 - 9

¡Cristo Resucitó! 
¡Y resucitó por mí, para que yo encuentre en Él y por Él la vida verdadera!

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Tumba: la ausencia del cuerpo no es, ciertamente, la prueba de la resurrección; es el indicio de que el poder glorificador del Espíritu no ha olvidado el cuerpo. La resurrección (tanto la de Jesús como la nuestra) no es una vuelta hacia atrás, como fue de la Lázaro, sino un paso adelante, un paso hacia otra forma de vida, la de Dios.
  2. La Fe: lo importante es creer en Jesús, y creer como él. Es tener la fe de Jesús: su actitud ante la historia, su opción por los pobres, su propuesta por la eternidad... Creyendo con esa fe de Jesús, las "cosas de arriba" y las de la tierra no son ya dos direcciones opuestas, ni siquiera distintas. Las "cosas de arriba" son la Tierra Nueva que está injertada ya aquí abajo. Hay que hacerla nacer lo doloroso de la Historia, sabiendo que nunca será fruto adecuado de nuestra planificación sino don gratuito de Aquel que viene.
  3. La Resurrección: es hoy un potente llamado y una invitación a todos los que en Él hemos sido bautizados, a “revestirnos” de Cristo (ver Gál 3,27), a resucitar con Él ya ahora, es decir, a participar de su mismo dinamismo de abajamiento y elevación (ver Flp 2,6ss), a morir al hombre viejo y a todas sus obras para vivir intensamente la vida nueva que Cristo nos ha traído (ver Rom6,3-6). ¡Su resurrección es hoy una  fuerte invitación a vivir desde ya una vida resucitada!.
  4. La Pascua: se constituye en el paso de la muerte a la vida, donde tanto el pecado como la muerte han sido vencidos por el Señor. En Cristo Jesús, nosotros también somos triunfadores! Es por tanto un acontecimiento especial y una alegría grande que tenemos que festejar y prolongar.
  5. El Discípulo: vio y creyó”. Es entonces cuando los Apóstoles comienzan a comprender la profundidad, la hondura divina de las palabras que habían escuchado de Jesucristo y, también, el sentido pleno de las Sagradas Escrituras. Días después, Pedro, en un discurso al pueblo irá recordando todos los acontecimientos desde Juan el Bautista, y cómo “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo” pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo. Murió en la cruz; “pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de la resurrección”. 


REFLEXIÓN 
   Existe la posibilidad de que vivamos la Pascua, la celebración y la experiencia de la muerte y la Resurrección de Jesucristo, como algo extraordinario, fuera de lo normal, fuera de lo diario y cotidiano de nuestra vida, como algo que celebramos, vivimos y disfrutamos exclusivamente en estos días de nuestra liturgia, sin que se haga presente en nuestra cotidiana vida diaria. 
   Y es que a veces se convierten estos días del Triduo Pascual que terminamos este Domingo de Resurrección, en algo así como los fuegos artificiales, que son luz, pero no son la luz de cada día, sino luces de fiestas y de días especiales: ruido y espectáculo de días que se salen de lo ordinario, pero incapaces de iluminar realmente. 
   Pueden convertirse, como los fuegos artificiales, en algo fugaz, en algo que se ve, se disfruta, se celebra, pero que ahí se queda, ahí se acaba, para volver a lo que hacíamos antes, a nuestras ocupaciones de cada día sin que haya supuesto nada más hondo que ver en el cielo luces de colores.
   Y la Pascua debería ser la experiencia de la vida y de la salvación, de la esperanza sobre todo dolor y sobre toda injusticia. 
   El encuentro con el Resucitado de la Pascua, como a los apóstoles y a María Magdalena -la primera predicadora de la Resurrección como nos cuenta el pasaje del Evangelio de San Juan que hoy leemos-, nos abre los ojos para ver la realidad de la existencia desde otra perspectiva, es capaz de transformar nuestra manera de mirar y ver, nuestra manera de estar, nuestra manera de vivir. Miedo a transformar nuestro mundo. 
   Lo bueno del Tiempo Pascual que hoy comenzamos es que tenemos cincuenta días hasta Pentecostés para tratar que esa experiencia de resurrección tome cuerpo, se haga parte de nosotros, sea motor y guía de nuestro día a día, para que no sean meras luces brillantes de muchos colores y mucho ruido, para que la luz profunda de Jesucristo resucitado se interiorice y nos empuje en el caminar.
     
PARA LA VIDA

   "Una vez se acordó de un sabio teólogo que había ido, cuando él estaba todavía de novicio, a celebrar la Pascua en el convento. El Sábado Santo por la mañana había subido al púlpito con un montón de libros. Durante dos largas horas, había predicado a los ingenuos monjes, empleando palabras sabias, para explicarles el misterio de la Resurrección.
   Hasta entonces los monjes consideraban la resurrección de Cristo como cosa simplísima, naturalísima; jamás se habían preguntado acerca del cómo ni del por qué… La Resurrección de Cristo les parecía tan simple como la salida diaria del sol y ahora este teólogo erudito con todos sus libros y toda su ciencia, complicaba todas las cosas…Cuando se fueron a sus celdas, el viejo Manassé dijo a Manolios: Que Dios me perdone, hijo, pero este año es la primera vez que no he sentido a Cristo resucitar".
   Para los primeros cristianos decir: "Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos" era algo tan natural como respirar. No necesitaban ni largos sermones ni explicaciones complicadas. Y saludarse con un "Cristo ha resucitado" era tan apropiado como nuestro rutinario "buenos días". Fue el primer grito de fe, de vida nueva, y victoria definitiva. La victoria de la Resurrección de Jesús nos concierne también a nosotros. Estamos llamados a compartir y experimentar la Resurrección de Cristo.
   Dejemos de "buscar al que vive entre los muertos"; dejemos de resistirnos a salir de nuestras tumbas. La piedra y las piedras de todas las tumbas han sido quitadas y somos invitados a vivir la novedad de la vida nueva, resucitada.

Domingo de Ramos, 9 Abril 2017, Ciclo A


San Mateo 27, 1-2. 11-54

¡Bendito El que Viene en Nombre del Señor!

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Ramo: en este domingo, los ramos son el signo exterior de que hemos optado por seguir a Jesús en el camino hacia el Padre. Los ramos en nuestras manos y en nuestros hogares, nos recuerdan que hemos acompañado a Jesús, nuestro Rey, y le hemos seguido hasta la cruz, de modo que seamos consecuentes con nuestra fe y sigamos y aclamemos al Salvador durante toda nuestra vida.
  2. La Entrada: la entrada triunfal de Jesús, ha de darse en cada corazón. Debe llevarnos a profundizar en nuestra fidelidad para que nuestros propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se apagan. Se requiere oración y perseverancia.
  3. La Semana Santa: es la gran oportunidad para detenernos un poco. Para pensar en serio. Para preguntarse en qué se está gastando nuestra vida. Para darle un rumbo nuevo al trabajo y a la vida de cada día. Para abrirle el corazón a Dios, que sigue esperando. Para abrirle el corazón a los hermanos, especialmente a los más necesitados. Semana Santa, es la gran oportunidad para morir con Cristo y resucitar con él;  para morir a nuestro egoísmo y resucitar al amor.
  4. En La Vida Cotidiana:  es un camino en el que descubrimos el valor de la cruz. El ingreso festivo de Jesús en Jerusalén sugiere a nuestra reflexión muchos momentos de la existencia humana. Momentos de alegría, de plenitud, de amistad sincera, de realización personal. Momentos en los que se experimenta más vivamente el amor de Dios, la cercanía y cariño de los seres queridos, la belleza de la vida. Sin embargo, en este caminar de la existencia humana advertimos también momentos de tristeza, de pérdida, de dolor, de fracaso. Una enfermedad, la muerte de un ser querido, una pena moral, una incomprensión...
  5. Un Camino de Fe: al ver a los “niños hebreos” que agitan los ramos al paso de Jesús. Se trata de considerar la importancia de educar en la fe y en los valores a nuestra niñez. Quizá las generaciones jóvenes están hoy más expuestas al influjo negativo de los medios de comunicación y al ataque contra los valores. Vivimos en una cultura de la imagen que imprime sellos indelebles en el alma de los pequeños: violencia, injusticias, descomposición social, corrupción, etc, que van degradando al ser humano.


    REFLEXIÓN 

   Hoy comienza la gran semana litúrgica que nos conduce a la Pascua: la pasión, muerte y resurrección del Señor, centro de nuestra fe cristiana. La Semana Santa es un tiempo de profundas vivencias religiosas; el misterio del Dios «entregado por nosotros» y la fuerza de su resurrección, como expresa San Pablo, nos convocan ante la Cruz que es el triunfo del amor sobre el odio, la esperanza frente a toda desesperación.

   El Evangelio de la entrada en Jerusalén (Mt 21,1-11), con la procesión de la comunidad y los ramos, debe servir para inaugurar la gran semana del cristianismo. Toda la “tradición” y hermosura de los ramos y palmas, no obstante, nos invita a introducirnos en aquella experiencia de ir a Jerusalén que el profeta de Galilea no podía eludir. Jesús, sin duda, ya sabía lo que le esperaba: el juicio, la condena y la muerte. 

   Hoy, quizá tendemos a representar la semana santa,  y quizá olvidamos el verdadero drama en torno a aquella Pascua del año 30; el drama de la dura realidad de “alguien” que se entrega hasta la muerte por amor a la humanidad.

   Jesús no se deja ilusionar por los gritos de “Hosanna”, porque no se sentía Mesías, y menos como algunos lo interpretaron. Estas aclamaciones justificarían más su juicio y su condena ante los poderosos que estaban esperando que llegara el profeta de Galilea a Jerusalén. Y llegó…
   Vale la pena reflexionar en torno a todas aquellas personas que en el mundo actual sufren la horrenda pasión de diversas formas de crucifixión; de tantas personas que viven diversos viacrucis en sus propias vidas. Recordemos a los migrantes recorriendo el viacrucis al dejar a sus familias y países en busca de una vida más digna, y enfrentando humillaciones, abusos, y hasta la muerte.
   También bien el viacrucis los encarcelados, los torturados y asesinados a causa de una ideologías o criterios ante los cuales falta tolerancia. El viacrucis lo sufren aquellos que viven en extrema pobreza, quienes pasan hambre, quienes no tienen trabajo, o quienes trabajan en situaciones de abuso y explotación. En Colombia, particularmente viven el duro viacrucis nuestros hermanos de Mocoa, que lo han perdido todo.
   El resucitado es el crucificado. Por eso, la esperanza en la resurrección nos da la convicción que el resucitado continúa profetizando y acompañando las crucifixiones que cada día sobrellevan tantos hijos e hijas de Dios.


PARA LA VIDA

   El asno todavía se sentía envuelto en el resplandor del día más glorioso de su vida. Nunca hasta entonces había experimentado tanta excitación y había sentido tanto orgullo. A la mañana siguiente salió del establo y se dirigió a la ciudad. Junto al pozo encontró un grupo de personas y pensó: ahora me voy a exhibir delante de estas gentes. Nadie le prestó la menor atención y siguieron llenando sus cántaros. “Echen sus túnicas y sus capas”, les dijo enfadado. ¿No saben quién soy? Le miraron entre carcajadas, le dieron unos azotes y lo mandaron a paseo. “Paganos miserables”, dijo para sus adentros. “Iré al mercado donde hay buena gente, seguro que me recordarán”. 

  Pero nadie le hizo caso y siguió caminando. “Los ramos de olivo. ¿Dónde están los ramos de olivo?”, gritó. “Ayer me aclamaban con ramos de olivo”. Herido y decepcionado, el asno volvió al establo, a casa, junto a su madre. “Tonto”, le dijo su madre con ternura. ¿No te das cuenta de que sin ÉL, tú no eres más que un asno cualquiera? Sin ÉL eres sólo un asno.

   El Domingo de Ramos o de Pasión es la puerta que nos introduce en la Semana Grande del calendario litúrgico, La Semana Santa. Hemos proclamado el relato de la Pasión de Jesús. Son muchos los personajes descritos, todos tienen su papel, todos toman sus decisiones y todos son necesarios. Su nombre, y el mío, están también escritos en este relato. Hasta el burro tuvo sus quince minutos de gloria. Su problema fue que se creyó el protagonista del día y quiso seguir siéndolo el día después. El sentido común de su madre lo puso en su sitio: sin ÉL eres sólo un burro.

5° Domingo de Cuaresma, 2 Abril 2017, Ciclo A


San Juan 11, 3 - 7 . 17 . 20-27 . 33b - 45

“ Yo soy la Resurrección y la Vida. El que Cree en Mí no Morirá Jamás 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Pecado: amenaza con arruinar la existencia del hombre. Al mismo tiempo, el pecado no tiene realmente sentido más que por esa adopción  sobrenatural que Dios ha realizado sobre el hombre. Las hormigas podrían invadir la cocina del ama de casa; el perro, morder a su amo, o el  león, matar al domador; pero a nadie se le ocurriría decir por eso que las hormigas, el perro  o el león habrían pecado. Si a Dios importa tanto nuestra vida; si de alguna manera pueden  darle alegría nuestras alegrías y dolerle nuestros males; si podemos ofenderle con nuestro desvío o agradarle con nuestra devoción, es porque ya formamos parte de su misma familia, porque somos hijos en su Hijo único. Nos ama por encima de nuestro pecado.
  2. La Vida: ahí todos hemos de  aprender. Vida breve, vida larga, es un tiempo para amar, para compartir de modo y manera  que cada persona sea una bendición para los demás y toda muerte, un dolor, un vacío, un  empobrecimiento del mundo. Dios nos ha reunido en torno a su mesa para darnos el pan de vida. El que coma de ese  pan, no morirá para siempre. Dichosos los llamados a esta cena.
  3. La Muerte: en la historia del hombre la muerte va unida al pecado y, lo mismo que el pecado, se opone al Amor. En la muerte Jesucristo confirmó el testimonio del amor del Padre. El amor que se resiste a la muerte, y desea la vida, se ha expresado en la resurrección de Cristo, de Aquél que, para redimir los pecados del mundo, aceptó libremente la muerte de cruz.
  4. La Vida Nueva: es el resultado de una conversación y de una relación que entablamos con Jesús, que nos lleva a ser transformados. Es vivir la experiencia de la mujer samaritana que era rechazada y que al escuchar la invitación de Jesús quien le ofrece agua viva con la cual se sentirá saciada completamente y nunca volverá a sentir sed, convirtiéndose en testigo del amor de Dios. Tener vida nueva es sentir el lodo que Jesús nos pone en los ojos para que podamos ver. Tener vida nueva es la experiencia de escuchar cómo Dios nos llama por nuestro nombre para sacarnos de situaciones de pecado y oscuridad, y entonces poder compartir la vida en abundancia que siempre nos pone al alcance de nuestros corazones. 
REFLEXIÓN 

   En el Quinto Domingo del Tiempo de Cuaresma, las lecturas nos hablan del poder del Señor sobre la muerte, y del destino del hombre encaminado a  la eternidad.

   Este es el último milagro de Jesús en el evangelio de Juan. Con toda intención, las primeras palabras son para presentar al hombre enfermo: Lázaro personifica al hombre, herido por el pecado, que camina a la muerte, pero que más allá de la muerte los espera el Señor: ¡Lázaro, levántate…Vuelve a la vida! No nos quedemos maravillados porque Lázaro tuvo la suerte de vivir algunos años más y la mala suerte de tener que morir otra vez. Este milagro es solamente el anuncio de la verdadera resurrección, que no consiste en una prolongación de la vida, sino en la transformación de nuestro ser.

   La resurrección es ante todo espiritual. Aunque afecta a toda nuestra persona, ella empieza desde el primer momento en que la fe nos hace salir de nuestra mezquina manera de vivir, para abrirnos a la vida de Dios.

   Jesús, en el Evangelio de Juan, comenzó su ministerio, su primer signo, con una boda en Caná y termina con un funeral en Betania, donde vivían sus amigos, Marta, María y Lázaro.

   Hay crisis en Betania. Lázaro ha muerto. Sus hermanas lloran su muerte y Jesús llora con ellas.

   Hay crisis en nuestra vida cotidiana porque todos nosotros somos enfermos terminales y morimos y Jesús llora con nosotros.
Hay crisis en las familias, hijos enfermos, hijos alejados de la Iglesia, hijos que se niegan a creer y otros que creen. Y Jesús llora y nos visita.
Hay crisis en el mundo: desastres naturales, revoluciones, guerras, injusticias, hambre…egoísmos y avaricias que intoxican las relaciones humanas y Jesús llora por el mundo.

Hay crisis en la vida de Jesús. Su muerte en la cruz conmueve los cimientos de la tierra.

Jesús nos abre los ojos al misterio de la vida nueva, al poder de Dios, asumiendo nuestra condición humana en su totalidad, y llora porque ama, nos ama como a su amigo Lázaro. 

PARA LA VIDA 

    Una serpiente mordió a un muchacho y murió. El veneno le quitó la vida y sus apenados padres llevaron su cuerpo al sacerdote y lo colocaron delante de él.
Los tres sentados alrededor de su cuerpo lloraron durante largo rato.

   El padre se levantó, se inclinó sobre su hijo y con sus manos extendidas sobre los pies del niño dijo: durante toda mi vida no he trabajado por mi familia como era ni deber. Y el veneno abandonó los pies del muchacho.

   La madre se levantó después y extendiendo sus manos sobre el corazón de su hijo dijo: durante toda mi vida no he amado a mi familia como era mi deber. Y el veneno abandonó el corazón del muchacho.

   Finalmente se levantó el sacerdote y extendiendo sus manos sobre la cabeza del niño dijo: durante toda mi vida no he creído en las palabras que he predicado. Y el veneno abandonó la cabeza del muchacho.

   El muchacho se levantó, los padres y el sacerdote se levantaron y hubo gran alegría en el pueblo aquel día.

   El veneno en este cuento es símbolo del pecado. Reconocer y llorar nuestro pecado es arrojar el veneno y recuperar la vida.

   El Domingo pasado preguntábamos: ¿acaso no hay ningún ciego entre nosotros?

   Hoy preguntamos: ¿acaso no hay ningún muerto entre nosotros? La muerte que produce el pecado es tan verdadera como la que certifican los médicos. Por eso nosotros necesitamos acudir a la cita con el Señor de la vida, con Jesucristo.

4° Domingo de Cuaresma, 26 Marzo 2017, Ciclo A


San Juan  9, 1 - 41

“ Solo Sé que Yo Era Ciego y Ahora Veo 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. La Ceguera: el ciego reconoce su ceguera, escucha y obedece; no es culpa de él, ni de sus padres, según la concepción del Antiguo testamento. Todos nacimos ciegos: no a una ceguera física, sino a otra “ceguera”, más profunda, más radical, aquella que es fruto del pecado: la ceguera que nos incapacita para ver a Dios y ver la realidad creada, incluyendo a la misma criatura humana, como Dios la ve. El hombre no sólo se hace incapaz de “ver” a Dios, sino que al mismo tiempo se vuelve ciego a su propia realidad, engañándose de múltiples formas. Si ha sido creado por Dios, ¿cómo puede el ser humano entenderse sin Dios? ¿Cómo puede conocerse de verdad si desconoce a Dios? Sin conocer la verdad sobre Dios, tampoco puede el hombre conocerse cabalmente a sí mismo, es imposible que comprenda quién es, de dónde viene, a dónde va, cuál es el sentido de su vida, su misión en el mundo.
  2. El Agua: la experiencia del agua como símbolo de vida, de salud, de visión es algo que todos hemos recibido desde el mismo vientre de nuestras madres.  En el agua portadora de vida maternal vivimos durante nueve meses;  en agua nos lavan para comenzar la nueva vida ya en la claridad del mundo de la luz , y en el agua  nos bautizan para comenzar nuestro caminar en la nueva tierra, nuestra morada en el tiempo, tierra con aguas y sequedad, tierra con luces y tinieblas. 
  3. La Fe: no es simplemente creer, sino creer en alguien. «Creed en Dios; creed también en mí» (Jn 14,1). Para los cristianos creer, es creer en Jesucristo. El ciego curado cree en quien lo ha curado: Jesucristo.
  4. La Luz: desvela lo oculto, y permite reconocer lo difuso, permitiendo que las cosas rebasen el nivel de la mera apariencia al nivel de lo que la cosa es en verdad: de la apariencia al ser, de la apariencia a la verdad. Cristo es LUZ porque hace ver la realidad, el auténtico sentido el ser humano y de la creación. El discípulo, como iluminado, emplea esta luz no sólo para sí mismo o su comunidad de fe sino también para ayudar a sus hermanos los hombres. La luz no alumbra exclusivamente a su portador sino también a quienes caminan junto a él. 
REFLEXIÓN
   El texto del libro de Samuel se inscribe dentro de la tradición de la elección divina del menos digno ante los ojos de los hombres. Se trata de buscar un nuevo rey, pues Saúl se ha mostrado indigno, y ha sido rechazado por el Señor. El Profeta Samuel busca al elegido por Dios, que resulta ser el último, el menos apreciado por todos. La elección de Dios nunca se da por los méritos del hombre.
   La carta a los Efesios desarrolla el tema de la luz. “Antes erais tinieblas, ahora sois luz” El texto desarrolla una hermosa simbología: erais tiniebla; vuestras obras eran obras de ciegos, eran estériles. La luz pone en evidencia lo estéril, lo sucio. Ahora estáis iluminados por la luz de Cristo. Antes estabais dormidos, ahora habéis despertado a la luz.

El ciego de nacimiento segundo de los tres grandes "SIGNOS" del evangelio de Juan recogidos en estos domingos de Cuaresma. 

   El Domingo pasado, el signo era el Agua. Hoy, la luz. No sólo la luz que brilla en el cielo, el sol, sino la luz que nace en el corazón, la que saca de las tinieblas.
La curación se narra con brevedad. Juan, con perfecto sentido dramático, utiliza esta curación para mostrar la progresión de los hombres de buena voluntad hacia la luz, que es aceptar a Jesús, y la regresión de los "justos", que cada vez se hunden más en su propia ceguera, prefiriendo sus ideas sobre Dios a la Palabra misma. 

   Cristo Jesús se levantó de la tumba para darnos vida, para iluminarnos y hacer de cada uno de nosotros una nueva creatura. La ceguera física y otras enfermedades, los pecados no se heredan, como creían los fariseos, y tampoco significa que una persona que nace con cierto defecto físico es porque está “llena de pecado,” pues todos somos pecadores y necesitamos la gracia de Dios para vencer las tentaciones que nos conducen a una actitud negativa e irresponsable. La ceguera, antes de ser física, la llevamos en el alma. 

PARA LA VIDA 

    Llevaron a seis ciegos a ver el elefante y les permitieron tocarlo. Uno toco su enorme tripa y dijo que era una pared. Otro tocó su trompa y dijo que era una serpiente. Otro tocó su colmillo y dijo que era una lanza. Otro tocó una pata y dijo que era un árbol. Otro tocó una oreja y dijo que era un abanico. Otro tocó su cola y dijo que era una soga. Cada uno de los hombres ciegos tenía parte de razón, pero todos estaban equivocados. Tocaron una partecita del elefante, se les escapó el todo. 

LA CUEVA 

   La cueva oyó un día una voz que le decía: “Sal a la luz. Ven y contempla el brillo del sol.”. La cueva respondió: “No sé lo que dices, yo soy todo oscuridad”. Después de muchas invitaciones, la cueva se aventuró, salió y se sorprendió al ver tanta luz por todas partes. La cueva miró al sol y le dijo: “Ven conmigo y contempla mi oscuridad”. El sol aceptó y entró en la cueva. Ahora, le dijo el sol, enséñame tu oscuridad, pero ya no había oscuridad, todo era luz. 
   Los psicólogos dicen que las personas que viven en Alaska y en los países nórdicos durante los días de prolongada oscuridad tienden más a sentirse deprimidos que las personas que viven más al sur. Le llaman Desorden Afectivo de Temporada. Un tratamiento que dicen da resultados positivos es sentarse bajo una bombilla de luz natural durante un rato cada día. El tratamiento también sirve para las personas que se deprimen en la larga oscuridad de los días de invierno. Necesitamos la luz para sentirnos más vivos y más enérgicos.