Solemnidad de La Sagrada Familia, 29 de Diciembre de 2019, Ciclo A




San Mateo 2, 13-15.19-23 

 "La Sagrada Familia de Jesús, María y José"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1- La Sagrada Familia: el mutuo amor de José a María y de ellos a Dios fue la clave de la unión entre ambos y de la santidad del hogar. El amor de los padres hacia el hijo y del hijo hacia los padres, hace de una familia una realidad Sagrada. Cuando Dios está en el centro del hogar, la familia resplandece y la sociedad crece de forma sana y espiritual.
2.-  María y José: no les fue fácil ser familia de Dios, pero se mantuvieron unidos custodiando a su hijo y no perdieron de vista nunca a su Dios.
2- Educar a los Hijos: nunca ha sido fácil la educación de los hijos; sin embargo, hoy parece una tarea más difícil. Los buenos padres, serán el referente para los futuros hogares. Esto exige asumir valores y tener buenas raíces; colocar mucho amor, dedicación, paciencia, entrega y dedicación.
3.- Navidad: no celebraríamos bien la Navidad, si no nos diéramos cuenta de lo importante que es preservar en nuestras familias. La desintegración de las familias hace que la sociedad se deshumanice y Dios no esté en el centro de la vida de los creyentes. La familia es para el cristiano el lugar donde todo lo humano tiene cabida y sentido, es el lugar donde se aprende a sentirse amado por Dios. Puede que nuestra vida familiar no sea perfecta, que no logremos la ansiada felicidad, pero pensemos que a la familia de Dios no le tocó mejor suerte: fue ignorada cuando iba a nacer el niño, fue perseguida, apenas éste vio la luz; tuvo que exiliarse para salvar la vida del hijo y pudo retornar tras la muerte de su perseguidor. Hoy en esta fiesta de la Sagrada Familia, pongamos en manos de Dios, a nuestra familia y defendámosla porque es un regalo de Dios.

REFLEXIÓN

   La liturgia de este domingo nos propone a la familia de Jesús, como ejemplo y modelo para nuestras comunidades familiares. Las lecturas ofrecen indicaciones prácticas para ayudarnos a construir familias felices, que sean espacios de encuentro, lugares para el compartir, para la fraternidad, para el amor verdadero.

   La primera lectura presenta, de forma muy práctica, algunas actitudes que los hijos deben tener para con los padres. Es una forma de concretar ese amor del que habla la segunda lectura.

   La segunda lectura subraya la dimensión del amor que debe brotar de las acciones de aquellos que viven “en Cristo” y aceptan ser “Hombres Nuevos”. Ese amor debe alcanzar, de forma muy especial, a todos los que comparten con nosotros el espacio familiar y debe traducirse en determinadas actitudes de comprensión, bondad, respeto, solidaridad, servicio.

   El Evangelio presenta una catequesis sobre Jesús y la misión que el Padre le confió; pero, sobre todo, nos propone el marco de una familia ejemplar, la familia de Nazaret. En ese escenario hay dos ejes que puestos de relieve: se trata de una familia donde existe verdadero amor y verdadera solidaridad entre sus miembros; y se trata de una familia que escucha a Dios y que sigue, con absoluta confianza, los caminos propuestos por Él.

   La vida es Sagrada para todos, también para los más pobres. ¡Hagámosela más feliz! Toda persona es “sagrada” y todos estamos llamados a ser una gran “familia”. Al acercarnos a la Eucaristía Dios nos une con unos lazos más fuertes que los de la misma sangre. Son los lazos de la fe, conseguidos con su sangre en la cruz, que nos hizo hermanos a todos, hijos de un mismo Padre-Dios. Esa sangre derramada hizo sagradas a todas las personas. Jesús, nuestro hermano mayor, nos unió a todos como una sola familia.

PARA LA VIDA

   Cuenta la leyenda que una mujer pobre pasaba con un niño en brazos delante de una caverna y escuchó una voz misteriosa que le decía: "Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Y recuerda que después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo principal. La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a juntar todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa habló nuevamente: "Te quedan sólo cinco minutos". Agotados los cinco minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, salió de la caverna y la puerta se cerró. Recordó que el niño había quedado dentro y la puerta se había cerrado para siempre. La riqueza duró poco y la desesperación siempre.
                                                  
“Señor bendice a las familias de esta comunidad de Santa Ana y concédeles una feliz navidad y un próspero año nuevo”

Natividad del Señor, 25 de Diciembre de 2019, Ciclo A



San Lucas 2, 16 – 21 

 "«¡Gloria a Dios en las alturas,
¡Y en la Tierra Paz a los Hombres que Ama el Señor!» "
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.- La Alegría: es una nota distintiva de estas fiestas; alegría individual, alegría familiar, alegría comunitaria, alegría interior y religiosa; alegría también social y pública. 
  El principal motivo de nuestra alegría navideña no puede ser otro que la esperanza y la certeza de la venida de un Dios que, por amor, ha venido a salvarnos. 
   Ha venido a salvarme a mí y, por eso, mi alegría es, en primer lugar, una alegría personal e íntima. Sé que, por mí mismo, no voy a merecer la salvación, pero también sé que, por los méritos de Cristo, Dios me va a salvar.
2.- La Paz: sólo Jesús hace que surgir la luz de en medio de las tinieblas. Él es Padre Perpetuo, Príncipe de la Paz. Él es la grandeza de Dios en la realidad frágil, pobre, humilde, y tierna de un niño que acaba de nacer, de un niño para el que su Madre apenas encuentra lugar donde recostarle, un niño que, anunciado por los ángeles, es adorado por unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turnos su rebaño.
3.- La Justicia: esperanza es el nuevo nombre de la Navidad. Y a esa esperanza hemos de comprometer nuestra vida. Una vida sobria que significa también solidaridad, fraternidad y justicia social; una vida honrada en el cumplimiento de la entera ley de Dios, en el respeto a los demás, en la equidad y cuyos otros nombres son también solidaridad y fraternidad. Una vida religiosa: una vida que descubra a Dios, al Dios revelado por Jesucristo, al Dios de rostro y corazón humanos, que hoy, en Belén, en Jesús, es el niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Una vida, sí, sobria, honrada y religiosa. Es decir, una vida abierta a Dios y dirigida al prójimo.
4.- Escucha: porque escuchar es lo propio de quien tiene a Dios en su corazón. Y si te pones en el lugar de la persona que te cuenta sus problemas o preocupaciones, lo estarás haciendo de forma genial. Debemos estar atentos para descubrir a Jesús en la sencillez de lo ordinario, envuelto en pañales y reclinado en un pesebre, sin demostraciones portentosas. Y todo el que ve a Cristo se siente movido a darlo a conocer en seguida. No puede esperar. El anuncio me estremece, mi espíritu se enciende en mi interior y se apresura, como siempre, a comunicar esta alegría y este júbilo” Hoy ha nacido nuestro Salvador. 

REFLEXIÓN 

   El nacimiento de Jesús es ante todo un nacimiento. Navidad es el nacimiento de algo nuevo. Representa el nacimiento de la fe cristiana, de la comunidad cristina. Pero más allá de estos nacimientos, hay un hecho más primordial aún: nace Jesús. Y cuando alguien nace, surgen las preguntas del mundo: ¿Quién es?, ¿Cómo se llama?, ¿Qué será cuando sea grande? ¿Quiénes son sus padres? Es posible que nosotros, los cristianos, tengamos que empezar también por estas preguntas, para realmente poder responder a la pregunta: ¿Conocemos a Cristo? Dios se hizo hombre por amor a los hombres. La venida del Señor no es un hecho del pasado sino del presente. Y es del presente en la medida en que nosotros dejemos que Dios ̈llegue ̈.

   Este tiempo de Navidad pide de nosotros una actitud contemplativa, de silencio y acción de gracias. Nos pide contemplar el misterio, asimilarlo a nuestro ser y confesarlo ante los hombres. Cristo ha nacido para que nosotros renazcamos. Como dice San Agustín, María ha llevado al Salvador en su seno y cada uno de nosotros debemos llevarlo en nuestro corazón, porque cada uno de nosotros los cristianos, somos hombres redimidos por Cristo, y tenemos que mostrarlo al mundo.
   En esta Nochebuena, podríamos recordar las palabras de un ateo que decía: “Para que yo crea en Cristo es necesario que los cristianos tengan cara de redimidos”. Y nosotros, hoy y aquí tenemos esa exigencia y esta exigencia es para que Cristo llegue también a aquellas personas que no lo conocen, que no creen en el Salvador. Jesús nació hace dos mil años y pide de nosotros que ese recuerdo nos dé una razón para mejorar, un motivo para volvernos más buenos. 

PARA LA VIDA 
   Navidad es la historia de un gran amor. ¿Qué es el amor? Los niños lo saben mejor que los mayores. He aquí alguna de sus respuestas. "Cuando mi abuela tenía artritis no podía agacharse para pintarse las uñas de los pies. Así que mi abuelo se las pinta todos los días a par de que él tiene también artritis en las manos. Eso es amor. Rebeca, 8 años. "Amor es lo que está en la habitación contigo la víspera de Navidad si dejas de abrir los regalos y escuchas". Danny, 7 años. 

   "Cuando alguien te quiere, la manera de pronunciar tu nombre es diferente. Y sabes que tu nombre está seguro en su boca". Billy, 4 años. "Si quieres aprender a amar mejor, se debería comenzar con un amigo al que odias". Nikka, 6 años. "Yo sé que mi hermana mayor me quiere porque me da sus vestidos usados y ella tiene que ir a comprarse unos nuevos". Lauren, 4 años. "El amor es lo que te hace sonreír cuando estás cansado". Terri, 4 años. 

¡FELIZ NAVIDAD! ¡FELIZ NOCHE SANTA PARA TODOS!

4° Domingo de Adviento, 22 de Diciembre de 2019, Ciclo A



San Mateo 1, 18-24 

 "Emmanuel, 'Dios con Nosotros' "

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-EmmanuelEl nacimiento de un niño, Dios-con-nosotros. Ese será el signo de la protección divinaEl nacimiento del Mesías es garantía del auxilio divino. El Mesías, el hijo de Dios nace de una madre y es la estirpe de David: Carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos. No se avergonzará de llamarnos hermanos.
2.-La Fe: da gloria a Dios. Y no porque Dios reciba algo con ello, sino porque con la fe el hombre se abre a la gloria de Dios que se derrama en él. Así participa el hombre de la glorificación realizada en Cristo. A ello somos llamados. Merece la pena anunciar el Evangelio de Dios. Es una llamada de amor de Dios, una llamada a favor del pueblo santo, una llamada a tener intimidad con Dios y participar de su ser: gracia y paz en Cristo. 
3.-El Anuncio:  es sorprendente; Dios-con-nosotros. En verdad y para siempre: Dios con nosotros como poderoso Salvador. es el anuncio glorioso. Aquel de quien hablan las escrituras, y aquel que les ha dado desbordante cumplimiento: Jesús de Nazaret, Mesías de Dios. Su presencia conmueve cielos y tierra: es concebido por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios, Salvador. El «Dios-con-nosotros» inicia y termina un «nosotros-con-Dios»
4-María: realmente virgen y realmente madre; Virgen en fecundidad de madre y madre en transparencia de virgen. virginidad en profundidad de esposa y una condición de esposa en calidad de virgen y, respecto a nosotros, una madre amantísima para todas las generaciones.
5.-José: esposo y virgen, con el encargo de padre para el precioso hijo de su esposa María, Madre de Dios. Ambos se ven envueltos de forma peculiar en la sombra del Dios misterioso y santo que se acerca al hombre para salvarlo. Son ya, de alguna forma, misterio en el misterio del Emmanuel, «Dios-con-nosotros». 

REFLEXIÓN

La liturgia de este Domingo nos dice, fundamentalmente que Jesús es el “Dios con nosotros”, que viene al encuentro de los hombres para ofrecerles una propuesta de salvación y de vida nueva.

En la primera lectura el profeta Isaías anuncia que Yahvé es el Dios que no abandona a su Pueblo y que quiere recorrer de la mano con él el camino de la historia. Es en él (y no en las siempre falibles seguridades humanas) donde debemos poner nuestra esperanza.
En la segunda lectura se sugiere que, del encuentro con Jesús, debe surgir el testimonio: habiendo recibido la Buena Noticia de salvación, los seguidores de Jesús deben llevarla a todos los hombres y hacer que sea una realidad liberadora para todos los tiempos y lugares
El Evangelio presenta a Jesús como la encarnación viva de ese “Dios-connosotros”, que viene al encuentro de los hombres para presentarles una propuesta de salvación. Contiene, naturalmente, una invitación implícita a acoger con los brazos abiertos la propuesta que trae y a dejarse transformar por ella.

   Esta gozosa realidad exige, por nuestra parte, corresponder con un amor total, aunque limitado, al amor total e infinito de Dios hacia todos y hacia cada uno en particular. En este sentido, hemos de intentar vivir la Navidad con la intensidad y el amor que exigen el hecho de que Dios, nada más y nada menos, se haya hecho de nuestra raza, un Niño, como nosotros, pequeño, necesitado de todo, sin importarle nada nacer en un establo, lugar propio para animales y no para personas. 

PARA LA VIDA

   Se dice que, cuando los pastores se alejaron y la quietud volvió, el niño del pesebre levantó la cabeza y miró la puerta entreabierta. Un muchacho joven, tímido, estaba allí, temblando y temeroso. -Acércate -le dijo Jesús- ¿Por qué tienes miedo? -No me atrevo… no tengo nada para darte. -Me gustaría que me des un regalo -dijo el recién nacido. El pequeño intruso enrojeció de vergüenza y balbuceó: -De verdad no tengo nada… nada es mío; si tuviera algo, algo mío, te lo daría… mira. 

   Y buscando en los bolsillos de su pantalón andrajoso, sacó una hoja herrumbrada que había encontrado. -Es todo lo que tengo, si la quieres, te la doy… -No -contestó Jesús- guárdala. Querría que me dieras otra cosa. Me gustaría que me hicieras tres regalos. -Con gusto -dijo el muchacho- pero ¿qué? -Ofréceme el último de tus dibujos. El chico, cohibido, enrojeció. Se acercó al pesebre y, para impedir que María y José lo oyeran, murmuró algo al oído del Niño Jesús: -No puedo… mi dibujo es muy feo ¡nadie quiere mirarlo…! -Justamente, por eso yo lo quiero… siempre tienes que ofrecerme lo que los demás rechazan y lo que no les gusta de ti. Además, quisiera que me dieras tu plato. -Pero… ¡lo rompí esta mañana! - tartamudeó el chico. -Por eso lo quiero… Debes ofrecerme siempre lo que está roto en tu vida, yo quiero arreglarlo…

    Y ahora - insistió Jesús- repíteme la respuesta que le diste a tus padres cuando te preguntaron cómo habías roto el plato. El rostro del muchacho se ensombreció; bajó la cabeza avergonzada y, tristemente, murmuró: -Les mentí… Dije que el plato se me cayó de las manos, pero no era verdad… ¡Estaba enfadado y lo tiré con rabia! -Eso es lo que quería oírte decir -dijo Jesús- Dame siempre lo que hay de malo en tu vida, tus mentiras, tus calumnias, tus cobardías y tus crueldades. Yo voy a descargarte de ellas… No tienes necesidad de guardarlas… Quiero que seas feliz y siempre voy a perdonarte tus faltas. A partir de hoy me gustaría que vinieras todos los días a mi casa y así será siempre Navidad en tu vida, porque Navidad no es otra cosa que dejar que mi amor y mi perdón renueven tu corazón.

3° Domingo de Adviento, 15 de Diciembre de 2019, Ciclo A

San Mateo 11, 2-11
 "Estad Siempre Alegres en el Señor"
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.


1.-La Esperanza: lo anima todo; la imaginación lo embellece y hace saltar de gozo el corazón. Esa es la noticia consoladora, la Buena Nueva. Con Dios, reinan la alegría, el gozo y la paz.
2.-La Alabanza a Dios:  surge espontáneamente de la contemplación de sus obras o del recuerdo de sus maravillas.  Es una anunciación de la maravillosa y condescendiente postura de Dios para con los hombres, en especial para los más necesitados: da pan a los hambrientos, sustenta al huérfano y a la viuda, protege al peregrino, abre los ojos al ciego.
3.- La Paciencia: es una virtud; es una virtud cristiana. Y lo es en resumidas cuentas porque el cristiano se hace solidario de la paciencia del Señor. Dios es paciente. Cristo, el Señor, es paciente; los profetas del Señor han dado también muestras de paciencia. En el fondo la paciencia nos une con la pasión del Señor. El Señor tarda; tened paciencia. El Señor viene, ya está cerca, a la puerta. Ante la perspectiva de la venida del señor, Juez de todo, no cabe otra actitud: paciencia, aguante, firmeza, serenidad y dominio de sí mismo.
4.- LA VENIDA DEL SALVADORCristo está cerca, viene como juez. Es menester esperar. A un cristiano lo caracteriza la paciencia, la espera. Esperemos y aprendamos de Cristo y de los profetas. Sumemos nuestras penas a las de Cristo redentor. La vocación cristiana exige una actitud valiente. Dios primero hace que experimentemos su bondad, nos acoge y nos bendice; luego nos mueve a que seamos fieles a su Evangelio, a sus leyes y a sus mandatos. 

REFLEXIÓN

   Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, viene en persona y os salvará La liturgia de este 3º Domingo de Adviento anuncia la proximidad de la intervención liberadora de Dios y enciende la esperanza en el corazón de los creyentes. Nos dice: “no os inquietéis; alegraos, pues la liberación está a punto de llegar”.

   La primera lectura anuncia la llegada de Dios, que va a ofrecer una vida nueva a su Pueblo, para liberarlo y conducirlo, en un escenario de alegría y de fiesta, hasta la Tierra de la libertad.
   La segunda lectura nos invita a no dejar que la desesperación nos envuelva mientras esperamos y aguardamos la venida del Señor con paciencia y confianza.
   El Evangelio nos describe, de forma sugerente, la acción de Jesús, el Mesías (ese mismo que esperamos en este Adviento): él vendrá a dar vista a los ciegos, a hacer que los cojos recuperen el movimiento, a curar a los leprosos, a hacer que los sordos oigan, a resucitar a los muertos, a anunciar a los pobres que el “Reino” de la justicia y de la paz ha llegado.

   "Está cerca". En el pobre y en el que sufre. En los acontecimientos, cuando sabemos vivirlos como estímulos al crecimiento y al amor. En la naturaleza, huella y obra del Creador. En nuestro interior profundo que reclama acercarse a su origen divino por medio de experiencias positivas de paz, de crecimiento, de riesgo justificado, de amor, de gozo, de eficacia.
El reino de Dios no llega a la fuerza, sino que, como se refleja en numerosas parábolas, es como una semilla que crece silenciosamente. Pero está ahí creciendo mente. El labrador lo sabe. Y Jesús es como el "labrador" del reino que anuncia.

   Jesús es el hombre que sabe liberar con su acogida, su cercanía, su palabra, su fe en el Padre, su búsqueda apasionada de fraternidad. Recibámoslo!!!


PARA LA VIDA

   Había una vez un hombre que era muy rico. Era dueño de tantos negocios, de tantas fábricas y de tantos bancos, que todas las semanas recibía en su palacio varios camiones cargados de dinero. Ya no sabía dónde invertirlo ni en que gastarlo. Todo lo que le gustaba se lo compraba: aviones, barcos, trenes, edificios, monumentos, etc. Su gran pasión era comprar y consumir. Hasta que llegó un día en que este hombre tenía de todo. No había nada que no tuviera.

   Todo era suyo. Aunque, a decir verdad, había una cosa que no conseguía tener. Y por más que compraba cosas, nunca la lograba encontrar. Esa cosa era la alegría. Nunca encontró la tienda donde la vendían. Se empeñó en buscarla costara lo que costara porque era lo último que le quedaba por tener. Recorrió medio mundo buscándola, pero no daba con ella. Estando en un pequeño pueblo, se enteró de que un anciano sabio podría ayudarle.

   Vivía en lo alto de una montaña, en una humilde y pobre cabaña. Hacia allí se dirigió y allí lo encontró. Al verlo, le dijo: - Me han dicho que usted podría ayudarme a encontrar la alegría. El anciano lo miró con una sonrisa y le contestó: - Pues ya la ha encontrado, amigo. Yo tengo mucha alegría. ¿Usted?, respondió el hombre extrañado - ¡Pero si usted no tiene más que una pobre cabaña!. Es cierto y gracias a ello tengo alegría, porque voy dando todo lo que tengo de más al que lo necesita - respondió el anciano.  ¿Y así se consigue la alegría? -preguntó el hombre.

   Así la he encontrado yo - dijo el anciano. El hombre se marchó pensativo. Al cabo de un tiempo, se decidió a dar todo lo que no necesitaba a los más pobres. Con gran sorpresa, de repente, descubrió que en su corazón crecía la alegría y se sintió, por primera vez en su vida, realmente feliz. Se había dado cuenta de que había más alegría en dar y en hacer felices a los demás, que en recibir y tener cosas sin compartirlas.

2° Domingo de Adviento, 8 de Diciembre de 2019, Ciclo


San Lucas 1, 26-38

 "¡Alégrate!, Llena de Gracia, El Señor Está Contigo"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Humanidad de Jesucristo: en la cual mora la divinidad de Dios corporalmente, como dice el Apóstol (Col 2, 9). La maternidad divina de María es su participación en la humanidad de Cristo.
2.- La Virginidad de María: las entrañas virginales de Nuestra Señora, en las cuales moró por espacio de nueve meses. fue concebido del Espíritu Santo, y por eso su concepción fue santa y limpia de todo pecado, y donde no hay pecado, no hay materia de lágrimas, sino de alegría y de alabanza. 
3.- El Sí de María: es un sí sin condiciones; cuando se toma una decisión, es necesario saber aguantar, saber ser fiel a la palabra dada, aunque a veces tengamos tentaciones de tirarlo todo por la borda. No puedo decir hoy sí y mañana no. La constancia es también una buena virtud para vivirla en este tiempo.
4.- María Madre: María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer comunidad está descrita con los rasgos de la mujer Madre de Jesús. Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Lo que remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz, donde participa, con el alma traspasada por la espada, en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos.
5.- María Servidora: “Soy la esclava del Señor, hágase en mí según lo que has dicho”. Esclava, servidora, es decir, pertenezco al Señor, y me dedico totalmente a colaborar en la obra de la salvación en la misión recibida. Y nos recuerda el sentido profundo de nuestro existir. Allí ha confiado Dios la venida de su Hijo al mundo a la respuesta libre de una joven humilde, pobre y desconocida del mundo. 

REFLEXIÓN 

   «Alégrate». Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar también hoy. Entre nosotros falta alegría. Con frecuencia nos dejamos contagiar por la tristeza de una Iglesia envejecida y gastada. ¿Ya no es Jesús Buena Noticia? ¿No sentimos la alegría de ser sus seguidores? Cuando falta la alegría, la fe pierde frescura, la cordialidad desaparece, la amistad entre los creyentes se enfría. Todo se hace más difícil. Es urgente despertar la alegría en nuestras comunidades y recuperar la paz que Jesús nos ha dejado en herencia. 
   «El Señor está contigo». No es fácil la alegría en la Iglesia de nuestros días. Sólo puede nacer de la confianza en Dios. No estamos huérfanos. Vivimos invocando cada día a un Dios Padre que nos acompaña, nos defiende y busca siempre el bien de todo ser humano.
Esta Iglesia, a veces tan desconcertada y perdida, que no acierta a volver al Evangelio, no está sola. Jesús, el Buen Pastor, nos está buscando. Su Espíritu nos está atrayendo. Contamos con su aliento y comprensión. 
   «No temas». Son muchos los miedos que nos paralizan a los seguidores de Jesús. Miedo al mundo moderno y a la secularización. Miedo a un futuro incierto. Miedo a nuestra debilidad. Miedo a la conversión al Evangelio. El miedo nos está haciendo mucho daño. Nos impide caminar hacia el futuro con esperanza. Nos encierra en la conservación estéril del pasado. Crecen nuestros fantasmas. Desaparece el realismo sano y la sensatez cristiana. 
   «Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús». También a nosotros, como a María, se nos confía una misión: contribuir a poner luz en medio de la noche. No estamos llamados a juzgar al mundo sino a sembrar esperanza. Nuestra tarea no es apagar la mecha que se extingue sino encender la fe que, en no pocos, está queriendo brotar: Dios es una pregunta que humaniza. 

PARA LA VIDA 

   Era un crudo día de invierno en que llovía torrencialmente.  Una pobre mujer llegó a un pueblo e iba de casa en casa pidiendo limosna. Sus vestidos eran viejos pero muy limpios y llevaba en su cabeza un pañuelo, por lo que el viento y la lluvia no permitían ver casi su rostro.  En la mano derecha sujetaba un viejo bastón y en su brazo izquierdo una cesta.  La pobre mujer pedía algo para comer. 
   Algunos le dieron panes duros, otros le dieron una miserable moneda, otros no le dieron nada. Un solo vecino, de los menos acomodados del pueblo, la hizo entrar en su casa y le dijo que se acercara al fogón para secar un poco su ropa. Su mujer, que acababa de hacer un rico pastel, le dio un buen pedazo a la pobre mendiga. Al día siguiente, todas las personas a cuya puerta había llamado la mendiga, fueron invitados a cenar en el castillo de un señor muy rico que vivía en el pueblo. 
   Nadie esperaba este honor y quedaron todos muy sorprendidos. Cuando entraron en el comedor, vieron dos mesas, una llena de exquisitos manjares y otra mucho más grande, en uno de cuyos platos sólo había un trozo de pan duro, en otro una pequeña moneda y la mayoría estaban completamente vacíos.  Entonces apareció la dama del castillo, indicándole a sus invitados que tomaran asiento en la mesa más grande. Sólo un matrimonio fue invitado a que se sentaran junto a ella en la mesa llena de manjares. 
    Y les dijo: “Aquella desdichada mendiga que se presentó ayer a vuestra puerta, fui yo; pensando en los tiempos difíciles que vive tanta gente, he querido poner a prueba vuestra generosidad. Estas dos buenas personas que veis vosotros aquí a mi lado, me permitieron entrar en su casa y me atendieron lo mejor que pudieron, me ofrecieron secar mi ropa en su fogón y me dieron de comer.  Por eso ellos son mis invitados de honor, y además les daré una pensión para el resto de sus días. En cuanto a vosotros, comed lo que me disteis de limosna y que encontraréis en esos platos. Para que la próxima vez estéis más atentos a quienes os pidan ayudan”.

1° Domingo de Adviento,1° de Diciembre de 2019, Ciclo A

San Mateo 24, 37-44


 "Vigilen Porque No Saben El Día En Que Su Señor Vendrá"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Adviento: nos recuerda también que el Señor vino, viene y seguirá viniendo. Es la maravilla de la gracia increada: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo ponen su casa y establecen su morada en el alma del justo. Abramos el corazón al Señor que viene a todos y a cada uno de nosotros. Él llama a la puerta de nuestro corazón. Más aún, nunca se cansa de llamar
2.- El Llamado: Dios está siempre a nuestra puerta llamando, sin forzar nunca, pero deseando que oigamos su voz y le abramos para entrar y compartir la mesa con nosotros (Ap 3,20). Pero abrirnos de verdad a Dios nos da miedo, parece que nos perdemos y nos entra vértigo, quedamos apegados a nuestros caminos trillados y seguros. Para María y José discernir la voluntad de Dios y aceptarla supuso un cambio radical e inesperado en sus vidas.
3.- Estar en Vela: si supieras cuándo va a venir el ladrón estarías en vela para no dejarte robar. Pues así debemos estar preparados, porque no sabéis cuándo vendrá la muerte. No es prudente dejar el problema de la conversión para última hora, porque no sabemos si tendremos tiempo, o si tendremos la conciencia despierta.
4.- Estar Vigilantes:  la misma certeza que tiene el vigía nocturno de que el día llegará, la tiene el cristiano de que el Señor volverá y no tardará. Cada momento que pasa nos acerca más al encuentro con "el sol de justicia", con la luz indefectible", con "el día que no conoce ocaso".
5.- Estar Atentos:  hay que despertarse del sueño y ver que el día está por despuntar. Así como al amanecer todo se despierta y se llena de nueva esperanza, así la vida del cristiano es un continuo renacer a una nueva vida en la luz. 

REFLEXIÓN


Estad en vela para estar preparados. La liturgia de este domingo presenta una llamada vehemente a la vigilancia. El cristiano no debe instalarse en la comodidad, en la pasividad, en la negligencia, en la rutina, sino que debe caminar, siempre atento y vigilante, preparado para acoger al Señor que viene y para responder a sus desafíos.
La primera lectura invita a los hombres, a todos los hombres, de todas las razas y naciones, a dirigirse a la montaña donde habita el Señor. Del encuentro con el Señor y con su Palabra surgirá un mundo de concordia, de armonía, de paz sin fin.
La segunda lectura recomienda a los creyentes que despierten del letargo en el que están inmersos, en el mundo de las tinieblas, del egoísmo, de la injusticia, de la mentira, del pecado. Pide revestirnos de luz, de la vida de Dios, que Cristo ofreció a todos, y que caminemos con alegría y esperanza, al encuentro de Jesús, al encuentro de la salvación.
El Evangelio apela a la vigilancia. El creyente ideal no vive inmerso en los placeres que alienan, ni se deja sofocar por el trabajo excesivo, ni se adormece en una pasividad que le roba las oportunidades; el creyente ideal vive, cada minuto que pasa, atento y vigilante, acogiendo al Señor que viene, respondiendo a sus desafíos, cumpliendo su papel, empeñado en la construcción del “Reino”.
Hay que despertarse del sueño y ver que el día está por despuntar. Así como al amanecer todo se despierta y se llena de nueva esperanza, así la vida del cristiano es un continuo renacer a una nueva vida en la luz. 

PARA LA VIDA 

   Cuenta una leyenda oriental que un hombre buscaba en el desierto agua para saciar su sed. Después de mucho caminar, muy fatigado, con la boca reseca, el peregrino descubrió por fin las aguas de un arroyo. Pero, al arrojarse sobre la corriente, su boca encontró sólo arena abrasadora. De nuevo comenzó a caminar, leguas y leguas; su sed y su cansancio iban en aumento. 

   Por fin, escuchó el rumor del agua. Se divisaba en la lejanía un río caudaloso y ancho; sus manos tomaron el líquido tan ansiado, pero de nuevo era sólo arena. Siguió caminando, con la lengua fuera, ansioso y sediento. Hasta que de nuevo se oyó rumor de aguas de una fuente. Su chorro cristalino formaba un gran charco. Pero sólo la decepción respondió a la sed del caminante. 

   Y con renovado afán se lanzó de nuevo al desierto. Atravesando montes y valles, sólo encontró soledad y aridez. No había agua, ni rastro de ella. Un día le sorprendió un viento de humedad; allá, a lo lejos, pareció que el mar inmenso brillaba ante sus ojos. El agua era amarga, pero era agua. Al hundir su cabeza ansiosa entre las olas, no hizo sino sumergirse en un fango que no estaba originado por el agua. 

   El peregrino entonces se detuvo; se acordó de su madre, que tanto sufriría por él cuando supiera de su muerte. Las lágrimas vinieron a sus ojos, resbalaron por sus mejillas y cayeron en sus manos. Entonces, asombrado, se dio cuenta de que aquellas lágrimas habían saciado de verdad su sed, y el peregrino, tomando fuerzas, prosiguió su camino y sintió su alma llena de luz. 

   Fue un gran descubrimiento saber que el agua que buscaba no estaba en el desierto, sino dentro de su propio corazón."El adviento, se asoma en nuestro corazón".

34° Domingo del Tiempo Ordinario, 24 de Noviembre de 2019, Ciclo C


San Lucas 23, 35-43


 "Cristo Vence, Cristo Reina, Cristo Impera"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Verdad: Jesucristo es la Verdad. Recordemos las palabras de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. En una época de relativismo donde se dice que no hay verdad, que todos son opiniones…, es necesario reafirmar la verdad que Jesucristo, Verdad divina, nos trajo; aquella verdad que nos hace libres.
 2.- La Vida:  Jesucristo es la vida. Él lo ha dicho en repetidas ocasiones. “Yo soy la resurrección y la vida”. “Yo soy la verdad y la vida”. La vida humana hoy está amenazada en su origen, en su desarrollo y en su final. Es necesario defender la vida humana, toda vida humana en cualquier circunstancia en que se encuentre.
3.- La Santidad: Jesucristo nos ofrece el reino de la santidad. Esta santidad ante todo es la misma santidad de Dios, el “Tres veces Santo”, “el Santo por excelencia”. Jesucristo es el Santo de Dios; Él es el manantial inmenso de toda santidad.
4.- La Gracia: ¡Qué palabras tan hermosas! Nos quedamos sobrecogidos cuando pronunciamos “el misterio de la gracia” o cuando lo escuchamos. ¿Qué más podemos pedir? ¡El misterio de la gracia increada! La irrupción y la presencia del misterio insondable de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en el justo.
5.- La Justicia: “la justicia de Dios por la fe en Jesucristo se ha manifestado para todos los que creen” (Rm.3,21-22). Hablar de esta justicia, nos lleva a decir unas palabras sobre la justicia humana. En esta crisis actual, vamos conociendo a personas y a familias que se van quedando sin recursos. Es un deber nuestro fomentar la caridad.
6.- El Amor: “porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn.3,16; cf. IJn.4,9). “Jesús, habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn.13,1).

REFLEXIÓN

    En este último Domingo del tiempo ordinario, celebramos a Cristo Rey. La fiesta de Cristo Rey, corona el año litúrgico como corona toda la historia universal. Nuestra fe, reconoce a Cristo como el rey divino que instaura en el mundo la paz y la reconciliación por medio del servicio de amor a los hermanos. 
En la primera lectura el segundo libro de Samuel puede parecer intrascendente o una simple referencia histórica a las raíces de un pueblo que se reconoce hijo de David. Sin embargo, no es así. Tiene un enorme contenido, reconocer que uno pertenece a un linaje concreto, con una familia a la que está vinculado y un pueblo que se identifica. Hoy celebramos a Cristo Rey y recordamos en esta lectura, un pueblo que supo reconocerse bajo la tutela del rey David. Y nos enseña a nosotros, que tal vez si nos reconociéramos con esa misma sinceridad miembros vivos de este reino de Dios, muchas cosas podrían cambiar en nuestra sociedad, y nuestra mirada también sería diferente.
La segunda lectura, con palabras gozosas y entusiastas, proclama que Jesús es quien realmente nos guía y conduce hacia los deseos más plenos, él es el punto de referencia de toda la humanidad liberada, como dice también la oración colecta.
En el Evangelio de hoy, todos reclaman que Jesús se salve a sí mismo y salve a los demás. No hacerlo es signo patente de que es simplemente un farsante con pretensiones pseudo-divinas. Se lo dicen las autoridades, se lo dicen los soldados, se lo dice uno de los dos condenados al mismo suplicio que él. Es la consigna. Y, efectivamente, esta es la consigna del mundo: la medida del valor de una persona es su capacidad de ser poderoso y prestigioso, y de estar a cubierto de todo tipo de fracaso. 

PARA LA VIDA 

   El mayor se llamaba Frank y tenía veinte años. Y el pequeño era Ted y tenía dieciocho. Estaban siempre juntos y eran muy amigos desde los primeros años del Colegio. Juntos decidieron enrolarse como voluntarios en el ejército. Y al marchar prometieron ante sus padres que se cuidarían y apoyarían el uno al otro. Tuvieron suerte y los dos fueron destinados al mismo cuartel y al mismo batallón. 
   Aquel batallón fue destinado a la guerra. Una guerra terrible entre las arenas ardientes del desierto. Al principio y durante unas semanas Frank y Ted se quedaron acampados en la retaguardia y protegidos de los bombardeos. Pero una tarde llegó la orden de avanzar en el territorio enemigo. Los soldados avanzaron durante toda la noche, amenazados por un fuego infernal. 
   Al amanecer el batallón se replegó en una aldea. Pero Ted no estaba. Frank lo buscó por todas partes, entre los heridos, entre los muertos. Al final encontró su nombre entre los desaparecidos. Se presentó al comandante: - Vengo a solicitarle permiso para ir a buscar a mi amigo-, le dijo. – Es demasiado peligroso-, respondió el comandante. Hemos perdido ya a tu amigo. Te perderíamos también a ti. 
   Afuera siguen disparando. Frank, sin embargo, partió. Tras una hora de búsqueda angustiosa, encontró a Ted herido mortalmente. Agonizaba. Lo cargó sobre sus hombros. Pero un cascote de metralla lo alcanzó. Siguió arrastrándose hasta el campamento. 
 – ¿Crees que valía la pena arriesgarse a morir para salvar a un muerto?, le gritó el comandante.
– Sí-, murmuró, porque antes de morir Ted me dijo: “Frank, sabía que vendrías”.