6° Domingo Tiempo Ordinario, 17 Feb 2019, Ciclo C


San Lucas 6, 17. 20 -26

“Dichoso el hombre que confía en el Señor" 



Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.



  1. La Confianza: en Dios nunca se acaba. Se convierte así para nosotros como una corriente de agua que no termina, que constantemente nutre las raíces del árbol de nuestra vida. Aunque venga el duro calor del verano y apriete la sequedad, el árbol plantado junto a una corriente de agua no se seca y sigue dando fruto. Si queremos una vida duradera y fecunda, nuestra confianza ha de estar puesta en el Señor. “Todo se pasa, Dios no se muda. Quien a Dios tiene nada le falta”.
  2. Los Bienaventurados: los que saben ser pobres y compartir lo poco que tienen con sus hermanos, los que conocen el hambre y la necesidad porque no quieren explotar, oprimir y pisotear a los demás, los que lloran las injusticias, las muertes, las torturas, los abusos y el sufrimiento de los débiles.
  3. La Felicidad: todos buscamos ser felices.  Estamos hechos para la felicidad.  Lo que sucede es que no coincidimos ni en qué es la felicidad, ni cómo conseguirla. El mundo nos propone una felicidad barata, que nos deslumbra en un primer instante, pero que es de quita y pon. El mundo dice que es feliz el que más tiene, el que posee más comodidades y seguridades. Para Jesús la felicidad no está en poseer, ni en tener, sino en dar; la felicidad no está en reír, sino en solidarizarnos con los que lloran; la felicidad no está en gozar, sino en acompañar a los que sufren.

REFLEXIÓN
   Con las bienaventuranzas Jesús nos está invitando a ir mucho más lejos, sin que esto suponga sacrificios especiales. No se trata de que las bienaventuranzas sean sólo para los que sienten la vocación por la vida religiosa o sacerdotal, que deben comprometerse, con un voto o no, a llevar una vida de castidad y pobreza en óptimo grado. Todos los cristianos hemos sido llamados a seguir el camino de las bienaventuranzas, porque todos tenemos que despojarnos de las apetencias mundanas y, sin dejar de vivir en el mundo, vivir sabiendo que no pertenecemos al mundo.

   Para ser un verdadero cristiano hay que tener clara la conciencia de que somos peregrinos. Nada tenemos que no sea temporal y pasajero. Cuando olvidamos esto y nos encastillamos, pensando que poseemos algo seguro en la tierra, pasamos a ser unos cristianos que, si actuamos bien, lo hacemos sólo para poder pasar el examen, aunque sea con un mero aprobado.

   Y esto es vivir en un gran riesgo, pues al Señor no le gustan las medias tintas, y no soporta que podamos servir, al mismo tiempo, a otro señor.

  El lo dijo claramente: “Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir a Dios y al Dinero” (Lucas 16,13). Las bienaventuranzas son otra forma de decirnos que sólo hay dos caminos. No podemos transitar al mismo tiempo por los dos. Tenemos que definirnos. Tenemos que decidirnos por cuál de ellos vamos a caminar. 

PARA LA VIDA 


   Después de haber llevado una vida sencilla y tranquila, una mujer murió. Se encontró dentro de una larga y ordenada procesión de personas que avanzaban lentamente hacia el Juez Supremo. A medida que se iban acercando a la meta, escuchaba cada vez con mayor claridad las palabras del Señor. Oyó así que el Señor decía a uno: - Tú me socorriste cuando estaba accidentado en la autopista y me llevaste al hospital, entra en mi Paraíso. Luego a otro: - Tú hiciste un préstamo sin exigirle los intereses a una mujer viuda, ven a recibir el premio eterno. Y luego a un médico: -Tú hiciste gratuitamente operaciones quirúrgicas muy difíciles a gente pobre que no las podía pagar, ayudándome a devolver la esperanza a muchos, entra en mi Reino. Y así sucesivamente. 


   La pobre mujer se iba asustando cada vez más, puesto que, por mucho que se esforzaba, no recordaba haber hecho en su vida nada extraordinario. Intentó apartarse de la fila para tener tiempo de reflexionar, pero no se lo permitieron: un ángel, sonriente pero decidido, no le dejó abandonar la larga fila. Con el corazón latiéndole como un tambor y llena de miedo, llegó junto al Señor. Enseguida se sintió inundada por una sonrisa…y escuchó de los labios del Juez Supremo: - Tú has planchado, durante largos años y con mucho amor, todas mis camisas…Entra conmigo a la felicidad.

5° Domingo Tiempo Ordinario, 10 Feb 2019, Ciclo C


San Lucas 5, 1 - 11

En Tu Nombre, Echaré las Redes

Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. La Vocación: todas las vocaciones son iguales y tienen su precio, su esfuerzo. Pero será siempre producto de la inspiración directa del Espíritu. Dios está siempre con nosotros. Pero la llamada de ese Dios oculto es lo que nos ayuda a entender su presencia real. Él llama en el trabajo de cada día.
  2. El Llamado: a todos nos ha elegido Jesús. Y a partir de ahí no hay diferencias porque todos somos iguales ante los ojos del Señor. Toda llamada es un don gratuito de Dios y una acogida responsable y coherente por parte del hombre a colaborar con Él.
  3. El Desprendimiento: seguir a Jesús requiere abandonarlo todo. Solamente quien, como Pedro, ha sabido aceptar su limitación, está en condiciones de aceptar que los frutos de su trabajo apostólico son de Dios. El hombre le sirve como instrumento. Dios da el fruto y en él, bendice el trabajo del hombre.
  4. El Discípulo: El Señor llama a los Apóstoles a ser pescadores de hombres, pero el verdadero pescador es Él: el buen discípulo no es más que la red. Todos somos propiedad de la red del Señor. Ella recoge la pesca. Esta red solamente es efectiva si actúa como lo hicieron los Apóstoles: dejándolo todo y siguiendo al Señor, para ser pescadores de hombres.

  
REFLEXIÓN

   En las lecturas de este domingo tenemos tres modelos de personas que aceptaron la vocación a la santidad que Dios les dio, reconociendo inicialmente su incapacidad para conseguirlo. Estas tres personas –Pedro, Isaías y san Pablo– fueron llamadas por Dios a conseguir la santidad mediante la predicación de la palabra de Dios. Ante la grandeza de Cristo Pedro se siente profundamente débil y pecador. Él, experto pescador, no había conseguido pescar nada en toda la noche, pero cuando actúa en nombre de Cristo consigue llenar las redes de peces. Pedro, con todos sus defectos y con todas sus virtudes puede y debe ser un buen ejemplo para nosotros. 

   Desde que sintió la llamada del Señor, estuvo siempre dispuesto a dar y hasta perder su vida al servicio del evangelio. También en el caso de Jeremías, el profeta que crece y supera la dificultad para hablar, cuando sabe que es Dios quien habla y le envía. Aunque Pablo no pertenece ya a la generación de los Doce, se considera apóstol por excepción. 

   Pues ha tenido también su "experiencia" del Señor resucitado. Nosotros también debemos transmitir nuestra fe desde nuestra experiencia de Jesucristo resucitado. Con la misma disposición que María se someterá a los designios de Dios, ahora el profeta acepta voluntariamente la misión que se le encomienda: "Aquí estoy, mándame".

   La predicación de Jesús, el milagro de la pesca y la decisión de abandonarlo todo para seguir al Maestro, marcan tres momentos psicológicos en el proceso de la vocación de los apóstoles. La "señal", o el milagro, refuerza las palabras de Jesús y aumenta su credibilidad ante los que van a ser sus discípulos en adelante. La invitación a internarse en alta mar conlleva el riesgo a afrontar los temporales tan frecuentes como inesperados en el lago de Tiberíades.

PARA LA VIDA

   Un poderoso sultán viajaba por el desierto seguido de una larga comitiva que transportaba su tesoro favorito de oro y piedras preciosas. A mitad del camino, un camello de la caravana, agotado por el ardiente reverbero de la arena, se desplomó agonizante y no volvió a levantarse. El cofre que transportaba rodó por la falda de la duna, reventó y derramó todo su contenido de perlas y piedras preciosas entre la arena. 

   El sultán no quería aflojar la marcha; tampoco tenía otros cofres de repuesto y los camellos iban con más carga de la que podían soportar. Con un gesto, entre molesto y generoso, invitó a sus pajes y escuderos a recoger las piedras preciosas que pudieran y a quedarse con ellas. 

   Mientras los jóvenes se lanzaban con avaricia sobre el rico botín y escarbaban afanosamente en la arena, el sultán continuó su viaje por el desierto. Se dio cuenta de que alguien seguía caminando detrás de él. Se volvió y vio que era uno de sus pajes que lo seguía, sudoroso y jadeante. - ¿Y tú – le preguntó el sultán- no te has parado a recoger nada?. El joven respondió con dignidad y orgullo - ¡Yo sigo a mi rey!

4° Domingo Tiempo Ordinario, 3 Feb 2019, Ciclo C


San Lucas 4,21-30

Jesús, Profeta de Todos 


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. ¿Quién es el Profeta?: es una persona que hace presente la verdad de Dios, pone al descubierto nuestras mentiras y cobardías, y llama a todos a un cambio de vida. Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de que salieras del seno materno te consagré; te nombré profeta de los gentiles"
  2. La Vocación: la vocación es la llamada que Dios nos hace. "Yo estaré contigo para salvarte". El pondrá en su boca lo que ha de decir y la fuerza para decirlo. Dios no cesa de llamarnos en Cristo. Podemos rechazar su invitación como los habitantes de Nazaret o podemos acogerla; podemos ahogarla o dejarla crecer en nuestro corazón. Nuestra vocación definitiva es a estar con Dios.
  3. La Gracia: precisamente el dilema decisivo de la vida se formulaba en estos términos: “estar en gracia” o “estar en pecado”. El hombre no es un ser “des-graciado”. No está en “des-gracia” ante Dios. Toda persona, lo sepa o no, cuenta siempre con su gracia. Aún el más alejado de Dios o el más perdido en el pecado, está siempre amparado por la gracia de Dios que lo acoge y lo ama sin fin. Otra cosa es que el pecador no quiere. Dios siempre nos espera…
  4. El Amor:  es el principal empuje que debemos tener en la obra de la evangelización. Si Dios es amor, toda nuestra vida de creyentes debe ser

REFLEXIÓN 

   En la primera lectura el profeta Jeremías nos muestra que uno no es profeta porque decide serlo, sino porque Dios lo ha escogido para hablar en su nombre.

   No es nada fácil su misión, pues tiene que decir la Verdad, que no siempre es bien recibida, especialmente por los que la ven como un obstáculo para sus planes de enriquecimiento ilícito, de acaparamiento de poder, o simplemente de verse libres para cometer toda clase de fechorías. Por eso recibe una gracia especial del Espíritu, a fin de que hable y actúe sin miedo, aunque al final su misión lo lleve a los peores padecimientos.  

   El texto evangélico es también un anuncio de lo que vivirá todo cristiano a lo largo de la historia de la Iglesia si quiere ser fiel al programa de Jesús. El año de gracia ha comenzado con el Hoy de Jesús y debe seguir con el Hoy de cada generación cristiana.

   La tarea de ser fiel al programa de Jesús siempre irá acompañada del rechazo, pero esto no impedirá que siga el camino hasta su consumación. Como a Jeremías, Dios nos ha llamado a cada uno de nosotros.

   Quizá tengamos dudas, ser incomprendidos, perseguidos, ignorados, pero si nos fiamos de Dios, él nos acompañará y será quien guíe nuestra vida. Este es el trasfondo de la liturgia de hoy: Ellos te combatirán, pero no te podrán, porque contigo estoy para protegerte (Jr 1,19). Dios nos ha hablado y nos ha llamado a anunciar su amor a los jóvenes 

PARA LA VIDA 

   Un campesino muy inculto, de edad avanzada, llegó a las puertas de un monasterio. Cuando le abrieron, se explicó así:   - Amigos monjes, soy un hombre con mucha fe, quiero recibir enseñanzas.  Los monjes hablaron entre sí, al margen del recién llegado. 

   Al comprobar su incultura, pensaron que no estaba capacitado para recibir enseñanzas y, mucho menos, métodos de auto desarrollo, pero como les parecía un hombre de, le dijeron: - Mira, buen hombre, te vas a hacer cargo de barrer todos los días el monasterio. Puedes quedarte aquí y tendrás sustento y alojamiento. 

   Meses después, los monjes comenzaron a ver que cada día el campesino se encontraba más tranquilo, con una sonrisa siempre dibujada en sus labios y un brillo especial en sus ojos. Transmitía verdadero sosiego y se le veía muy contento y equilibrado. Tanto es así que los monjes, extrañados, le preguntaron: - Buen hombre, parece que en estos meses has sufrido una gran evolución espiritual. ¿Estás practicando algún método especial? Y el hombre les contestó: - Hermanos, lo único que hago con mucha atención, lucidez y amor, es barrer el monasterio. 

   Pongo toda mi vigilancia y precisión en ello. Pienso que al barrer la basura estoy barriendo de mí los rencores, los engaños, la codicia y el odio. Y pienso además que barriendo estoy más cerca