7° Domingo del Tiempo Ordinario, 23 de Febrero de 2020, Ciclo A

San Mateo 5, 38-48

"No te Dejes Vencer por el Mal, sino Vence el Mal con el Bien"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Amor Perfecto: es amar a todos, porque Dios, nuestro padre celestial ama a todos y “hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos”. Sí, Jesús nos manda amar a todos, incluidos los enemigos, y a poner la mejilla izquierda cuando nos abofetean en la derecha. En esto, nos dice Jesús, consiste la perfección del amor, perfección a la que estamos llamados todos los discípulos de Jesús. No se trata de un amor afectivo y sensible, sino de un amor religioso, que consiste, resumiendo mucho, en querer hacer siempre el bien a los que nos ofenden y ultrajan.
2.-El Perdón: perdonar solo se logra con Dios, fuente de perdón. Tal vez las palabras más heroicas que habremos escuchado son las que Cristo pronunció en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Es necesario perdonar porque si lo haces purificas tu mente y corazón del odio, del rencor, de las cavilaciones, del resentimiento y de todo aquello que te quema peor que si te hubieras tragado una tea. Hasta que no perdonas, no vue lves a reconciliar la paz. Perdonar no significa dejar de sentir dolor. Esto sería ir contra nuestra naturaleza.
3.-La Santidad: "Sed santos porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo" Levítico 19, 1. La santidad de los discípulos del Señor elimina la rivalidad, la agresividad, la malevolencia, el rencor, la sed de venganza, el resentimiento, cuando vemos que otro consigue lo que nosotros no hemos podido conseguir: sea estima, éxito, o prosperidad. La santidad exige sofocar la envidia, los celos, la antipatía. La santidad nos pide amar al otro como a sí mismo. Lo que no quieras para tí, no lo quieras para el otro. Lo que quieras para ti, quiérelo también para el otro. 
REFLEXIÓN 

   En este séptimo domingo del tiempo ordinario, las lecturas bíblicas nos hablan de la voluntad de Dios de hacer partícipes a los hombres de su vida.
   En la Primera Lectura ha resonado el llamamiento del Señor a su pueblo: «Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo» (Lv 19,2). Imitar la santidad y la perfección de Dios puede parecer una meta inalcanzable. La santidad cristiana no es en primer término un logro nuestro, sino fruto de la docilidad ―querida y cultivada― al Espíritu del Dios tres veces Santo.
   La segunda lectura nos dice, Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios. En el Corazón de Cristo Jesús, que es Dios y Hombre, la misma santidad divina se ha hecho modelo y fuente para nosotros. Mira, pues, qué has de hacer en el templo de Dios. Si eligieses cometer un adulterio en la iglesia, dentro de estas paredes ¿quien habría más criminal que tú? Ahora bien, tú mismo eres templo de Dios. Cuando entras, cuando sales, cuando estás en tu casa, cuando te levantas, tú eres templo.
   El Evangelio nos invita a amar a los enemigos. Jesucristo, que nos ha garantizado con su vida y su sacrificio la bondad del Padre para con nosotros, nos comunica a nosotros por su Espíritu Santo la bondad humilde y generosa para todos los hombres, incluso para quienes nos quieren mal. «Y si examinamos atentamente las palabras del Señor, aún descubrimos algo más subido que todo lo dicho. Porque no nos mandó simplemente amar a quienes nos aborrecen, sino también «rogar por ellos». ¡Mirad por cuantos escalones nos ha ido subiendo, y cómo ha terminado por colocarnos en la cúspide de la virtud!» 
   Actuar como Cristo aconseja que se actúe, es portarse como hijo del Padre que está en los cielos. Quien sigue este mandato, se coloca a la altura de Dios, que hace salir el sol sobre justos e injustos. La característica del cristiano, que le distingue de los publicanos y de los gentiles, es la actitud de perdón y de amor al prójimo.

PARA LA VIDA 

   Al entrar su país en guerra, dos amigos fueron alistados. Cayeron en manos de los enemigos y fueron encerrados en un campo de concentración durante dos años. Recibieron un mal trato. Cuando acabó la guerra fueron puestos en libertad, y tras abrazarse entrañablemente cada uno reemprendió su propia vida. 
   Transcurridos diez años, los dos amigos se encontraron de nuevo y se abrazaron con profundo cariño. Después uno le preguntó al otro: ¿Has olvidado ya a nuestros carceleros? No, en absoluto. Ni un día he dejado de odiarlos durante este tiempo. ¿Y tú? Yo les olvidé en el mismo momento en que nos pusieron en libertad. Así que, amigo mío, yo llevo diez años libre y tú diez años prisionero. 
   El odio nos daña profundamente. El odiado no se beneficia ni se perjudica: nosotros somos los más perjudicados. Por eso hay que aprender a mirar hacia adelante, a no contar las incisiones en el rifle, a romper las listas de agravios. Queridos hermanos, el cristianismo no es una religión fácil. Ser un cristiano

6° Domingo del Tiempo Ordinario,16 de Febrero de 2020, Ciclo A


San Mateo 5, 17 - 37

Dichosos los que Caminan en la Voluntad del Señor

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Libertad: Dios creó al hombre, y lo adornó con el don de la libertad. Si es verdad que al hombre no se le imponen ni siquiera la vida y la muerte y que el camino que los hombres siguen depende de ellos mismos, sin embargo, es cosa clara que los que obedecen a lo mandado por el Señor reciben la vida y la bendición.
2.-La Ley: propuesta por Dios a su pueblo son obras de amor, y la observancia de sus mandamientos, sobre todo por parte del hombre libre, actos de amor. Sin embargo, Cristo afirma que no ha venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud. La ley ha adquirido una nueva forma en el amor; somos libres para andar por los caminos del Señor y en ellos encontramos la sabiduría desde el momento mismo en que nos plegamos a su voluntad.
3.-La Sabiduría: oculta se nos revela por Jesús. el Misterio es Cristo mismo, transparencia del plan de Dios, que él realiza para nosotros. Al adherirnos a Cristo y al plan de salvación cuya revelación es el mismo Cristo, bajo el impulso del Espíritu Santo, nos hacemos perfectos y nos encaminamos hacia la gloria, cuyas primicias poseemos desde que fuimos bautizados. 
4.-La Alianza: es la oferta de la reconciliación de Dios con los hombres, por lo que el hombre debe reconciliarse primero con su prójimo antes de presentarse ante Dios. Dios es eternamente fiel en su alianza, por eso el matrimonio entre hombre y mujer debe ser una imagen de esta fidelidad.
5.-El Cielo o el Infierno: el radicalismo con el que Jesús entiende la ley de Dios conduce a la ganancia del reino de los cielos o a su pérdida. El que sigue a Dios, le encuentra el cielo y entra en su reino; quien sólo busca en la ley su beneficio personal, lo pierde y, si persiste en su actitud, le pierdo definitivamente. 

REFLEXIÓN 

   En este sexto Domingo del tiempo ordinario, pocos días antes del comienzo de la Cuaresma, la liturgia habla del cumplimiento de la ley por parte de Cristo. Él afirma que no ha venido a abolir la ley antigua, sino a darle plenitud. Con el envío del Espíritu Santo, grabará la ley en el corazón de los creyentes, es decir, en el lugar de las opciones personales y responsables. Con ese espíritu se podrá aceptar la ley no como orden externa, sino como opción interior. La ley promulgada por Cristo es, por tanto, una ley de «santidad» (cf. Mt 5, 48), es la ley suprema del amor (cf. Jn 15, 9-12).

   En la primera lectura del Eclesiástico 15,16-21 nos dice: Delante del hombre están la muerte y la vida. Y él, libremente, se orienta hacia lo que elige. La libertad del hombre fundamenta su responsabilidad teológica ante Dios y ante su propia conciencia. Es una libertad que puede y debe ser sanada por la gracia divina, con la que puede y debe colaborar. Solo así podrá ser una libertad perfecta.

   En la segunda lectura de la primera carta a los Corintios 2,6-10: Dios predestinó para nuestra gloria una Sabiduría que no es de este siglo. Cristo es, personalmente, la Luz de la Sabiduría divina, e ilumina amorosamente toda nuestra existencia. Sin Cristo, la vida del hombre permanece en las tinieblas, y corre el riesgo gravísimo de degradarse en el tiempo y para la eternidad.

   En el Evangelio de San Mateo 5,17-37: Se dijo a los antiguos..., pero yo os digo. Cristo se nos manifiesta como expresión de la voluntad definitiva del Padre. No ha venido a abrogar esa Voluntad divina, manifestada en la Ley, sino para consumarla en la verdadera santidad y en el pleno amor de Dios. San Juan Crisóstomo dice: 
   «Imposible quede nada sin cumplirse, pues hasta la más leve parte de la Ley ha de cumplirse. Con esto quiere hacernos ver dos cosas: primero, que no establece sus preceptos en pugna con los pasados, sino muy en consecuencia con ellos; y segundo, que muy razonable y oportunamente añade los nuevos»

PARA LA VIDA 

   Al terminar el maestro organizaba unos documentos en su escritorio; se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo: - "Profesor, lo que más me alegra de haber terminado sus clases es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburrida" El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. 

   El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:  - "Cuando alguien te ofrece algo que no quieres, ¿lo recibes?" El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta. - "¡Por supuesto que no!", contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho. - "Bueno", prosiguió el profesor. "Cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar." - "No entiendo a qué se refiere", dijo el alumno confundido. - "Muy sencillo", replicó el profesor. 

   "Tú me estás ofreciendo rabia y desprecio, y, si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo. Y yo, mi amigo, en verdad prefiero obsequiarme mi propia serenidad."  - "Muchacho", concluyó el profesor en tono gentil, "tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa. Yo no puedo controlar lo que tú llevas en tu corazón, pero de mí sí depende lo que yo cargo en el mío."

5° Domingo del Tiempo Ordinario, 9 de Febrero de 2020, Ciclo A


San Mateo 5, 13-16

Vosotros Sois la Sal y la Luz del Mundo


Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Palabra: el deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. Todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación.
2.- La Luz: Dios es luz, Dios es amor; en Él no hay tinieblas y en su luz nosotros vemos la luz y nos transformamos. Nuestras obras deben brillar ante los hombres, para que den Gloria a Dios. Por Cristo, con Él y en Él, los bautizados son «la luz del mundo». La vestidura blanca simboliza que el recién bautizado se ha «revestido de Cristo»; que ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual significa que Cristo ha iluminado con su Luz al nuevo cristiano.
3.- La Sal: la sal se emplea para preservar a los alimentos de la corrupción y para darles sabor. Significa sabiduría, discreta, pero es eficaz al actuar. Para ser sal y luz es necesario estar limpios. Ser puros. Fidelidad al deber siempre estar en la caridad, en el amor. Porque el mundo es de Dios y lo alquila a los valientes.
4.- La Lámpara: “No se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón”Sólo Cristo, a través de pequeñas lámparas que somos todos, comprometidos por su reino, es capaz de ofrecer sabor de eternidad y de felicidad a tantos hombres y mujeres que, en el horizonte de sus vidas, no ven sino fracaso, hastío o cansancio. Sin su fuerza no sería posible la luz en nuestro hogar. 

REFLEXIÓN

   La Palabra de Dios de este Domingo nos invita a reflexionar sobre el compromiso cristiano. Aquellos que son interpelados por el desafío del “Reino”, no pueden instalarse en una vida cómoda, ni refugiarse en una religión ritual y hecha de gestos vacíos. Tenemos que vivir de tal forma comprometidos con la transformación de este mundo que nos transformemos en luz que brille en la noche para llegar a la plenitud que Dios prometió a los hombres, el mundo del “Reino”. 
La primera lectura presenta las condiciones necesarias para “ser luz”: La “luz” que ilumina al mundo de todo aquel que se compromete verdaderamente con la justicia, con la paz, con la solidaridad, con la fraternidad. La verdadera religión no se fundamenta en una relación “platónica” con Dios, sino en un compromiso concreto que lleva al hombre a ser un signo vivo del amor de Dios entre sus hermanos.
La segunda lectura avisa que ser “luz” no es colocar la esperanza de salvación en esquemas humanos de sabiduría, sino que es identificarse con Cristo e interiorizar la “locura de la cruz” como el don de la vida. ¿Se puede esperar una revelación de salvación en el escándalo de un Dios que muere en la cruz? Sí. Es en la fragilidad y en la debilidad donde Dios se manifiesta: el ejemplo de Pablo – un hombre frágil y poco brillante – lo demuestra.
En el Evangelio Jesús exhorta a sus discípulos para que no se instalen en la mediocridad, en la comodidad; y les pide que sean la sal que da sabor al mundo y que testimonien la permanencia y la eternidad del proyecto salvador de Dios; también les exhorta a que seamos una luz que conduzca al encuentro del “Reino” de libertad y de la esperanza. 
PARA LA VIDA
   Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús resucitado, iba a toda prisa por el camino de la Vida, mirando por todas partes y buscando. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó: “por favor, señor, ha visto pasar por aquí a algún cristiano?”.
    El anciano, encogiéndose de hombros le contestó: “depende del tipo de cristiano que ande buscando”. “Perdone, dijo contrariado el hombre, “pero yo soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay. Solo conozco a Jesús”. Y el anciano dijo: “pues sí, amigo, hay de muchos tipos y maneras”.
  Los hay para todos los gustos: “hay cristianos por cumplimiento, por tradición, por costumbres, por superstición, por obligación, por conveniencia y cristianos auténticos”. “Los auténticos! ¡Esos son los que busco! ¡Los de verdad!”, exclamó el hombre emocionado. “Vaya!”, dijo el anciano con voz grave. “Esos son los más difíciles de ver.
    Hace ya mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo que usted”. “Y cómo podré reconocerle?”. Y el anciano respondió: “no se preocupe, no será difícil reconocerlo.  “El no pasa desapercibido. Lo reconocerá por sus obras, porque siempre dejan huella”

4° Domingo del Tiempo Ordinario, La Presentación del Señor, 2 de Febrero de 2020, Ciclo A

San Lucas 2, 22-40

“Mis Ojos Han Visto la Salvación”

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-La Presentación: aquí se nos presenta a Cristo, el Mediador que une a Dios y al hombre, superando las distancias, eliminando toda división y derribando todo muro de separación. Cristo viene como nuevo "Sumo Sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y a expiar así los pecados del pueblo". Siendo todavía niño, comienza a avanzar por el camino de la obediencia, que recorrerá hasta las últimas consecuencias.
2.-La Entrada: Jesús entra en el templo. Sin embargo, su entrada es humilde y reconocida sólo por unos cuantos humildes. Aparentemente una contradicción con el mensaje tremendo que venía de los profetas: se anunciaba fuego y llegó calidez; se anunciaba juicio y llegó salvación; se anunciaba temor y llegó mansedumbre. La absoluta generosidad de Dios significa la absoluta verdad del encuentro con Él. 
3.-La Fe: esta fe sencilla que espera de Dios la salvación definitiva es la fe de la mayoría. Una fe poco cultivada, que se concreta casi siempre en oraciones torpes y distraídas, que se formula en expresiones poco ortodoxas, que se despierta sobre todo en momentos difíciles de apuro. Una fe que Dios no tiene ningún problema en entender y acoger.
4.- Los Pobres: por eso la exultación de aquel Simeón, que, además de pobre tenía esa otra pobreza que es la ancianidad, vecina de la muerte. A este hombre, doblemente pobre, Cristo Bebé le da una doble alegría: la de la salvación y la de un descanso en la paz y en la luz. Emocionante encuentro entre el amanecer y el ocaso, entre un bebé y un anciano, entre la vida que declina y sólo pide un cobijo de paz, y la vida que despunta y regala de su esplendor y su luz. ¡Qué bello es Cristo! ¡Qué hermosa es la Luz de este día, con razón iluminado por la liturgia de las candelas! 

REFLEXIÓN 

   En el Evangelio de hoy, San Lucas refiere que la Virgen lleva al Niño en sus brazos y lo entrega, para que sea luz de los que están en tinieblas y en sombras de muerte. Es un buen día para que nosotros, iluminados con su luz y sosteniendo en nuestras manos la luz que alumbra a todos, nos apresuramos a salir al encuentro de aquel que es la luz verdadera. 

   Cuando los padres se acercan al Templo con el niño, no salen a su encuentro los sumos sacerdotes ni los demás dirigentes religiosos. Dentro de unos años, ellos serán quienes lo entregarán para ser crucificado. Jesús no encuentra acogida en esa religión segura de sí misma y olvidada del sufrimiento de los pobres. Tampoco vienen a recibirlo los maestros de la Ley que predican sus “tradiciones humanas” en los atrios de aquel Templo.
  
   Años más tarde, rechazarán a Jesús por curar enfermos rompiendo la ley del sábado. Jesús no encuentra acogida en doctrinas y tradiciones religiosas que no ayudan a vivir una vida más digna y más sana. Quienes acogen a Jesús y lo reconocen como enviado de Dios son dos ancianos de fe sencilla y corazón abierto que han vivido su larga vida esperando la salvación de Dios. Sus nombres parecen sugerir que son personajes simbólicos. 

   El anciano se llama Simeón (“El Señor ha escuchado”), la anciana se llama Ana (“Regalo”). Ellos representan a tanta gente de fe sencilla que, en todos los pueblos de todos los tiempos, viven con su confianza puesta en Dios.

   Los dos pertenecen a los ambientes más sanos de Israel. Son conocidos como el “Grupo de los Pobres de Yahvé”. Son gentes que no tienen nada, solo su fe en Dios. No piensan en su fortuna ni en su bienestar. Solo esperan de Dios la “consolación” que necesita su pueblo, la “liberación” que llevan buscando generación tras generación, la “luz” que ilumine las tinieblas en que viven los pueblos de la tierra. Ahora sienten que sus esperanzas se cumplen en Jesús.

PARA LA VIDA
   Un día un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando un rey sonriente y radiante. El pobre se dijo de inmediato: “Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mí. Me cubrirá de migajas de su riqueza y viviré tranquilo.” 

   En efecto, el rey, como si hubiese venido a ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado. El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miró al rey, convencido de que había llegado la hora de su suerte. Entonces el rey extendió su mano hacia el pobre hombre y dijo: -¿Qué tienes para darme? El pobre, muy desilusionado y sorprendido, no supo qué decir. “¿Es un juego lo que el rey me propone? ¿Se burla de mí? ¿Es un nuevo pesar?” -se dijo. 

   Entonces, al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió su mano en la alforja, que contenía unos puñados de arroz. Cogió un grano de arroz y se lo dio al rey, que le dio las gracias y se fue enseguida, llevado por unos caballos sorprendentemente rápidos. Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró un grano de oro. Se puso a llorar diciendo: -¿Por qué no le habré dado todo mi arroz!

3° Domingo del Tiempo Ordinario, 26 de Enero de 2020, Ciclo A


San Mateo 4,12-23

 "El Señor es mi Luz y mi Salvación"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-La Luz: cuando Cristo ilumina nuestras almas no hay lugar en ella para el temor o el desaliento; por el contrario, en ella surge la paciencia que todo lo soporta. La fortaleza es capaz de la generosidad que no se reserva nada para sí. El alma descubre en sí capacidades hasta entonces desconocidas. "Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor". Palabras estupendas que iluminan nuestra existencia muchas veces turbada por las angustias del mundo, por los temores del mal, por la incertidumbre del futuro. Cristo no deja de llamarnos: Venid y seguidme... Está cerca el Reino de los cielos
2.-La Llamada: esta dignidad se expresa en la disponibilidad para servir, según el ejemplo de Cristo, que "no ha venido para ser servido, sino para servir". Hay que mirar con infinito respeto la vocación divina a una entrega total. Así como Dios llamó en el pasado a los apóstoles, así también hoy sigue llamando a muchos jóvenes a una vida de consagración total a la extensión de su Reino. A nosotros, miembros de la Iglesia, nos corresponde estar abiertos a la llamada de Dios, bien sea que se escuche en nuestro propio corazón, bien sea que se dirija a otros.
3.-La Vocación: la mies requiere operarios para que sea recogida; la palabra requiere predicadores para ser proclamada, para que "a todas partes alcance su pregón". Las actuales dificultades en la consecución de vocaciones no deberían desalentarnos, más bien, deberían enardecernos para redoblar los esfuerzos para obtener buenas y abundantes vocaciones.
4.-El Seguimiento: Seguir a Jesús es, más bien, inspirarse en él para continuar hoy de manera responsable la obra apasionante de «redención del hombre» comenzada con él y por él. Si la fe es seguimiento de Jesús, debemos preguntarnos sinceramente, a quién seguimos en nuestra vida, qué mensajes escuchamos, a qué líderes nos adherimos, qué causas defendemos y a qué intereses obedecemos, al mismo tiempo que pretendemos ser cristianos, es decir, «seguidores» de Jesucristo.
 REFLEXIÓN
   Hoy, tercer domingo del tiempo ordinario, la liturgia de la misa nos habla del comienzo de la vida pública de Cristo al iniciar esos tres años de predicación en la tierra. El Señor anuncia el Reino y llama a los primeros discípulos. La venida del Mesías y el anuncio del Reino de Dios, es como una luz en las tinieblas. Así lo expresa la primera lectura en que se lee el libro del profeta Isaías, que nos dice que "el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz, y sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz".
   La Antífona de la comunión nos recuerda la afirmación de Jesús: "Yo soy la luz en el mundo". Y en el Salmo repetimos "el Señor es mi luz y mi salvación". El Evangelio nos muestra a Jesús como la luz anunciada por el profeta Isaías. El Señor comenzó a proclamar: conviértanse porque el Reino de Dios está cerca. También llama la los primeros discípulos que lo siguen inmediatamente.
   La humanidad caminó en tinieblas hasta que la luz brilló en la tierra cuando Jesús nació en Belén. Con la luz del recién nacido, - cuyas escenas hemos vivido en el tiempo de Navidad-, llegó la claridad a María y a José, a los pastores y a los magos. Luego, la luz del Señor se ocultó durante treinta años en la ciudad de Nazaret, donde Jesús llevó una vida normal, con todos los de su pueblo. Durante esos años el Señor nos enseña la posibilidad de la santificación en la vida corriente de una familia y de un trabajador, en un taller de carpintero.
   Es el momento de acertar en lo esencial y responder a lo que pueda dar verdadero sentido a nuestro vivir diario. La «segunda llamada» exige conversión y renovación. Dios sigue en silencio nuestro caminar, pero nunca deja de llamarnos. Su voz la podemos escuchar en cualquier fase de nuestra vida, como aquellos discípulos de Galilea que, siendo ya adultos, siguieron la llamada de Jesús. 

PARA LA VIDA
   Érase una vez un viajero inglés que llegó a España y encontró un gran enjambre de trabajadores en la ciudad de Burgos que estaban construyendo una iglesia. El viajero se acercó a varios obreros que estaban cavando una zanja y les preguntó qué estaban haciendo. El primero le contestó: “Yo hago lo que me mandan. Sólo me interesa el jornal para alimentar a mi familia. El segundo le dijo: “¿Yo? Estoy haciendo una zanja desde aquí hasta allá”. El tercer trabajador se paró, se apoyó en su pala y con un gran resplandor en los ojos le dijo: “Yo estoy ayudando al arquitecto a construir la magnífica catedral de Burgos”. En el evangelio de Mateo que acabamos de proclamar se nos dice que Jesús dejó Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al lago. Entonces comenzó a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.
   “Los que piensan que han llegado han perdido el camino. Los que piensan que han alcanzado la meta, no han llegado a ninguna parte. Los que piensan que son santos son demonios”. Henri Nouwen