7° Domingo del Tiempo Ordinario, 19 Febrero 2017, Ciclo A


San Mateo  5, 38 - 48

“ Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. Amar al Enemigo: Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón. Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No devolver mal por mal, sino bien por mal. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando el odio y la sed de venganza: Eso no es de Dios.
  2. La Santidad: es lo más sublime que el ser humano trate en su vida, en sus pensamientos y en sus acciones, de ser santo, es decir, de encontrar a Dios en su prójimo, para amarlo y beneficiarlo. El santo del siglo XXI, no necesita estar escondido en un monasterio para sentir su llamado a la santidad. La casa, oficina, el centro de estudio o el lugar de descanso diario son los espacios oportunos para vivir nuestro ser santos, nuestro llamado a ser perfectos como Dios. Además, el Evangelio de Mateo nos coloca el “medidor” para nuestra santidad: la hermana o hermano prójimo. Es en el otro, en el que vive cerca o lejos de nosotros, donde estaremos cerca o lejos de Dios.
  3. El Prójimo: Jesús enseña que todos formamos una sola familia, por lo que “prójimo” es cualquier otro ser humano, el más próximo a nosotros: la hermana o hermano prójimo. Es en el otro, en el que vive cerca o lejos de nosotros donde se hace vida la verdadera santidad.
  4. Los Discípulos: serán auténticamente hijos del Padre imitando su bondad, de la que la generosidad y esplendidez de la creación son un signo palpable. El nuevo discípulo del Reino debe ser capaz de vivir con mayor libertad los valores y para ello coloca como principio básico el amor. Cuando una persona da un paso hacia adelante perdonando, amando, siendo misericordioso, esto genera un impulso a imitarle y la sociedad se vuelve mejor. 
REFLEXIÓN

   Hoy, la Palabra de Dios nos habla de realidades muy importantes y esenciales: Cuando oímos hablar de “santidad”, pensamos en lugares lejanos y en personas con estilos de vida bien extraños.  Pensamos que la santidad es para las monjitas, para los sacerdotes y religiosos; pero no para mí, que soy un cristiano normal, que me esfuerzo apenas por vivir como tal. 
   Además, nos preguntamos ¿cómo se hace uno “santo”? Los laicos, como los sacerdotes y religiosos estamos llamados a la santidad, es decir “a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad”.  Buscar la santidad es la tarea esencial de un cristiano. La santidad es indispensable para transformar las familias, el mundo y la sociedad.  Y para ello el cristiano ha de trabajar por la paz, la solidaridad, frecuentar los sacramentos, hacer oración y vivir la devoción a la Virgen María.
   Ante las dificultades de la vida, los cristianos confiamos en el amor. Queremos sentirnos amados y ayudados por un Dios que se ha comprometido con nosotros. Y el mejor agradecimiento que podemos mostrarle a Dios es el vivir unidos, en comunidad, en la Iglesia, nuestra gran familia. 
   La Ley del Talión decía: “ojo por ojo, diente por diente”.  Esta ley ha quedado totalmente abolida por Jesús. Sin embargo, y por desgracia, la ley del Talión sigue existiendo en muchas culturas. Aunque oficialmente haya desaparecido de nuestro mundo actual, la violencia legalizada sigue estando muy vigente. El mal, a pesar de las apariencias, siempre será débil.  El odio brota del miedo; la ofensa quiere buscar venganza. En cambio el amor es la única fuerza capaz de cortar de raíz la violencia.  Es urgente un “¡ya basta!” a la violencia y aceptar la propuesta de la no violencia que Cristo nos ofrece. 

PARA LA VIDA

   En 1956 los padres adoptivos de un niño de siete años llevaron al niño al médico y este les dijo: el ojo de su hijo tiene glaucoma y no tiene curación. Hay que sacarle el ojo. La madre se desmayó y cuando volvió en sí le dijo al médico: Sáqueme uno de mis ojos y trasplánteselo a mi hijo. 
   El médico alabó su generosidad, pero le dijo que era imposible y la madre gritó desesperada pensando en el futuro de su hijo. Ni la madre ni el médico sabían que la puerta estaba entreabierta y que el niño estaba escuchando la conversación. Este niño, años más tarde, escribió: desde aquel día la expresión ojo por ojo me sabe a amor, no a odio.

LOS AGRICULTORES 

   Esta es una historia verdadera. Sucedió en Canadá. Es la historia de dos agricultores que vivían cerca el uno del otro. Un día el perro de uno de ellos se soltó y a dentelladas mató al niño de dos años de su vecino. El padre del niño angustiado cortó la comunicación y la relación con su vecino y los dos hombres vivieron en amenazante enemistad durante años. 

   Y un buen día el fuego arrasó la propiedad del agricultor dueño del perro y destruyó su granja y sus herramientas. No podía ni labrar sus tierras ni sembrarlas y su futuro era negrísimo. Pero a la mañana siguiente se despertó y encontró sus tierras labradas y listas para la siembra. 

   Preguntó y supo que el que había hecho esta buena acción no era otro que su enemigo, su angustiado vecino. Con mucha humildad salió en su busca y le preguntó por qué lo había hecho. Su respuesta fue la siguiente: “Labré tus tierras para que Dios siga vivo”.

6° Domingo del Tiempo Ordinario, 12 Febrero 2017, Ciclo A


San Mateo  5, 17 - 37

“ Si no Sois Mejores que los Escribas y Fariseos... 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. No Matar: muchos podrían decir que nunca han matado a nadie. Hay formas sutiles de matar al prójimo y que no le privan de la vida física pero sí pueden privarle de la vida espiritual: los ataques a la buena fama, el desprecio, el escándalo, la ofensa… Son otras formas de matar. Y así no bastará no matar. Será necesario no enojarse con el hermano, no enfadarse con él, no boicotearle, no pisarlo, no ignorarlo, no olvidarlo, no despreciarlo. Y si algo de esto sucede, que sucede naturalmente, el cristiano tendrá que remediarlo inmediatamente si quiere que su ofrenda sea agradable a los ojos de Dios.
  2. El Adulterio: “Habéis oído el mandamiento no cometerás adulterio. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. La pureza y la castidad hay que vivirlas primeramente en los pensamientos y deseos, en el corazón. Y para que el corazón no se ensucie hay que estar lejos de la tentación, evitar las ocasiones: “Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el abismo”. El cristiano tiene ante sí otro reto puesto por Jesucristo: el de considerar a la mujer como persona con la que compartir un proyecto de vida, el de dar una espléndida lección al mundo, mostrar qué maravilla son capaces de forjar dos seres que, considerándose iguales, viven fundados en Cristo. 
  3. El Divorcio: no se trata ya de atenerse únicamente a seguir un procedimiento La intención no se centra en cómo separarse rápidamente, sino ante todo, el cómo mantener lo que Dios ha unido. Cuando un hombre sabe decir SI a determinadas situaciones y mantener ese sí, por encima de todo y, al propio tiempo, sabe decir NO ante otras situaciones determinadas y mantener ese no por encima de todo, nos hemos topado con un hombre de cuerpo entero. Pues bien, para Cristo, los cristianos debieran ser estos hombres. No les hará falta jurar por nada ni por nadie, será suficiente que su vida sea de tal categoría y calibre que su sí o su no, sean una garantía total para los demás. 
REFLEXIÓN 

   En el Evangelio de hoy, Jesús hace referencia a aquello que consideramos el resumen del código moral del Antiguo Testamento: los mandamientos de la Ley de Dios. Según el pensamiento de Jesús, la Ley no consiste en principios meramente externos. No. La Ley no es una imposición venida de fuera. Todo lo contrario. En verdad, la Ley de Dios corresponde al ideal de perfección que está radicado en el corazón de cada hombre. 
   Esta es la razón por la cual el cumplidor de los mandamientos no solamente se siente realizado en sus aspiraciones humanas, sino también alcanza la perfección del cristianismo, o, en las palabras de Jesús, alcanza la perfección del reino de Dios: «El que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). 
   Hoy está a la orden del día no sólo la infidelidad en las relaciones hombre-mujer, sino la constante propaganda que pone la satisfacción propia por encima de cualquier otro sentimiento. Lo importante, puesto que se vive sólo una vez, sería entonces, gozar, poseer, mandar, triunfar cuanto más mejor. 
   Y viene Jesús dando un giro a esta actitud. El hombre del Reino de Dios, el cristiano, tiene que tener clarísimo que él es hijo de Dios y que el hombre que vive a su lado también lo es.
   Por eso, el cristiano cree que es posible el amor, ese amor «hasta que la muerte nos separe» y que para sí quisieran los más progresistas del mundo. Pero lo cree sabiendo que el amor es fundamentalmente entrega y no satisfacción propia. 
   No basta con no matar, hay que respetar la vida. Y no se respeta la vida cuando se consiente o no se hace lo suficiente para impedir que el prójimo muera de hambre. ¿Cómo es posible que con tantos recursos técnicos, tanto progreso, con tantas cosechas y frutas que quedan sin recoger, haya tantos millones de hombres, mujeres y niños en la más absoluta miseria? Se puede llamar progreso humano a esto?. 

PARA LA VIDA
   Érase una vez un escultor a quien un obispo le había encargado una estatua para la catedral. Cuando llegó el día de entregarla, el escultor se sentía mal, no estaba satisfecho de su trabajo y no le gustaba su estatua. Llamó a su ayudante para que le ayudara a transportarla y le dijo: ya tenía ganas de quitarme de encima este muerto. Su ayudante de mal humor miró para otro lado.
    Entonces el escultor recordó las veces que le había maltratado e insultado durante el trabajo. Éste le pidió perdón y el viaje hasta la catedral se hizo más agradable. En el camino se encontró con su mujer que le miró con desprecio y no quería viajar con ellos. Pero el escultor, con humildad, le pidió perdón y ella con una sonrisa se lo dio y se sentó junto a su marido.
   Más adelante se encontró con el cantero que le había vendido la piedra para hacer la estatua. El cantero le miró con ira porque no le había pagado a pesar de sus promesas. El escultor se disculpó una vez más y pagó su deuda y viajó con ellos a la catedral.
   Cuando llegaron a la catedral, la mujer del escultor invitó al obispo para que viera la estatua mientras el escultor, su ayudante y el cantero la descargaban. Cuando la descubrieron todos se maravillaron de su extraordinaria belleza. El más sorprendido fue el escultor y es que cada vez que pedía perdón y se reconciliaba la estatua se hacía más hermosa.

5° Domingo del Tiempo Ordinario, 5 Febrero 2017, Ciclo A


San Mateo  5, 13 - 16

Ustedes son sal de la tierra, y luz del mundo

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Luz: pensemos en la luz de la humilde lámpara casera, de la vela, o del cirio. El cirio: un poco de cera y una mecha: inútil y de poco valor. Encendido, es una maravilla. Sirve para saber dónde está cada cosa, por dónde moverme... La oscuridad me paraliza: todo está ahí, pero no puedo ni moverme... Esa pequeña luz "pone las cosas en su sitio", me hace capaz de valerme. Es como una creación. El fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Así pues, el cristiano, debe comportarse como Hijo de la luz, su tarea no es pequeña, ni indiferente. Nuestras obras deben brillar ante los hombres, para que den Gloria a Dios. 
  2. La Sal:  tiene la función de dar o acentuar el sabor de los alimentos; igualmente sirve para preservarlos de la descomposición o corrupción a que pueden estar expuestos. Cuando somos sal estamos alegrando los ambientes, poniendo amor donde hay odio, y paz donde hay guerra, dando pan al hambriento y consuelo al que sufre. La sal sólo se nota si falta o sobra. Un mundo sin Dios no tiene sabor. La fe, la Palabra, ponen el sabor. Pero su sabor, no es un sabor añadido. Sino que "descubren" el propio sabor de las cosas, como la luz no pone nada, sino que hace ver lo que cada cosa es. Si sobre la comida hay sal, todo se hace incomestible. 
  3. El Discípulo: es el que trabaja para que no se corrompan los valores que dan identidad a la familia. El discípulo da testimonio de trabajo honrado ante una sociedad que se ha dejado penetrar por la corrupción y que aprovecha para uso propio los bienes de los demás. El verdadero discípulo trabaja por la justicia y la equidad en un mundo que maltrata a los más débiles. En virtud de nuestros Bautismo, estamos llamados no dejar corromper los bienes de Dios. Qué hermoso es reunirse para celebrar la misma fe, la misma vida en Cristo, la misma Eucaristía. 

REFLEXIÓN 

   En el Evangelio de hoy, el Señor nos habla de nuestra responsabilidad ante el mundo: Ustedes son la sal de la tierra, Ustedes son la luz del mundo. Y esto nos lo dice a cada uno de nosotros. Nos lo dice a todos los que estamos llamados a ser sus discípulos. 
   El Señor dice a sus discípulos que son la sal de la tierra porque preservan al mundo de la corrupción, pero como la sal, el cristiano se puede desvirtuar: entonces es un estorbo. Junto al pecado, es lo más triste que le puede ocurrir al hombre. La tibieza es una enfermedad del alma que afecta la inteligencia y la voluntad; empieza por frecuentes faltas y dejaciones culpables: Cristo queda lejano por tantos descuidos en los detalles de amor. 
   Santo Tomás señala como característico de este estado “una cierta tristeza, por la que el hombre se vuelve tardo para realizar actos espirituales a causa del esfuerzo que comportan”. La oración es más una carga soportada que un motor que empuja y ayuda a vencer las dificultades. Pensemos hoy si, ante las flaquezas y faltas de correspondencia a la gracia, nacen con prontitud los actos de contrición que reparan la brecha que había abierto el enemigo. 
   La mayor preocupación de Jesús es que los cristianos pierdan su sabor y fuerza, que pierdan el entusiasmo de la primera hora. La sal no puede dejar de salar. Es un absurdo pensar en una sal que no tenga sabor. Serviría sólo para tirarla. Un cristiano que no asume su compromiso frente al mundo, es inútil.
Dice Jesús: “Ustedes son la luz del mundo”. Los cristianos estamos para disipar las tinieblas. Debemos ayudar a los hombres para que puedan vivir de verdad. El mundo grita por la luz, por la justicia, la verdad y la paz. 
   Nuestro paso por la tierra no es indiferente: ayudamos a otros a encontrar a Cristo o los separamos de Él; enriquecemos o empobrecemos. Es necesario tener vida interior, trato personal diario con Jesús, conocer cada vez con más su profundidad su doctrina, luchar con empeño por superar los propios defectos. No podemos dejar de ser luz ni fermento. 

PARA LA VIDA

   Érase una viga de hierro muy dura que había que romper. "Yo haré el trabajo", dijo el hacha. Y comenzó a golpear con fuerza el hierro y a cada golpe que daba su filo se iba dañando hasta que dejó de dar golpes. "Déjame a mí", dijo la sierra. Y comenzó a trabajar la superficie del hierro hasta que sus dientes se gastaron y se rompieron. Y se dio por vencida.
   Ah, dijo el martillo, ya sabía yo que no lo iban a conseguir. Mírenme a mí. Y después del primer golpe, el martillo voló por el aire y la viga de hierro seguía igual. "¿Me dejan intentarlo?", preguntó tímidamente la llama de fuego. "Ni lo intentes", le contestaron el martillo, la sierra y el hacha. "¿Qué puedes hacer tú?" Pero la llama rodeó el hierro, lo abrazó, calentó y no la dejó hasta que se fundió bajo su influencia poderosa.
   La persistencia de la pequeña llama rompió la viga de hierro. El Señor nos dice, hoy, que sus discípulos tienen que ser persistentes, eficaces para hacer la diferencia. Estar siempre presentes para dar sabor a nuestro entorno. 

4° Domingo del Tiempo Ordinario, 29 Enero 2017, Ciclo A


San Mateo  5, 1 - 12a

Felices los pobres porque Dios será su felicidad
    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Los Pobres: los que saben vivir con poco. Tendrán menos problemas, estarán más atentos a los necesitados y vivirán con más libertad. El día en que lo entendamos, seremos más humanos. 
  2. Los Mansos: los que vacían su corazón de violencia y agresividad. Son un regalo para este pueblo. Cuando todos lo hagamos, podremos convivir en verdadera paz. 
  3. Los que Loran: son gente buena. Con ellos se puede construir un mundo más fraterno y solidario. 
  4. Los que Tienen Hambre y Sed de Justicia: los que no han perdido el deseo de ser más justos ni el afán de hacer una sociedad más justa. En ellos alienta lo mejor del espíritu humano. 
  5. Los Misericordiosos: los que saben perdonar en lo hondo de su corazón. Sólo Dios conoce su lucha interior y su grandeza. Son ellos los que mejor nos pueden acercar hacia la reconciliación. 
  6. Los de Corazón Limpio:  se puede confiar en ellos para construir el futuro. 
  7. Los que Trabajan por la Paz: sin desalentarse ante los obstáculos y dificultades, y buscando siempre el bien de todos. Los necesitamos para reconstruir la convivencia. 
  8. Los Perseguidos: por actuar con justicia, y responden con mansedumbre a las injurias y ofensas. Ellos nos ayudan a vencer el mal con el bien. 
  9. Los que Reciben Insultos, Injurias y Calumnias: por seguir fielmente la trayectoria de Jesús. Su sufrimiento no se perderá inútilmente. 
  10. El Reino de Dios: conlleva incomprensiones de parte de los que sienten que modificándose el estado actual de cosas son afectados sus intereses; éstas se traducen en persecuciones, insultos, calumnias y múltiples dificultades actuales para quienes trabajan por la causa de Jesús, pero que no dejarán de ser recompensados por el Señor con sus bienaventuranzas.

REFLEXIÓN

   En este cuarto domingo del Tiempo Ordinario la Palabra de Dios nos trae la gran propuesta de Cristo: el programa de las Bienaventuranzas. Como un nuevo Moisés, Jesús expone desde lo alto de un monte la nueva ley de su Reino. Es el ̈Sermón de la montaña ̈, que comienza con las Bienaventuranzas. Todas ellas se resumen en la primera: la de los pobres de espíritu, aquellos que lo dejan todo para seguir e imitar a Cristo.
 
   En la primera lectura de la misa del hoy, el profeta Sofonías, profetiza en el siglo VII antes de Cristo, en un momento donde se habían dado grandes diferencias entre ricos y pobres en Israel. La pobreza se había incrementado notablemente, y el profeta, denuncia esta situación y anuncia la protección de Dios sobre los pobres y humildes.
 
   Y en el Evangelio de hoy se nos presentan las Bienaventuranzas. ¿Cuántas veces hemos escuchado a mucha gente, y tal vez nosotros mismos decir que lo importante ̈es tener salud? Sin embargo, existe mucha gente sana que se siente tremendamente desdichada y por otro lado, hay muchos enfermos y a veces gravemente enfermos, que se sienten felices.
 
    Señor hoy, nos quiere abrir los ojos, y nos enseña el verdadero camino de la felicidad. El Sermón de la Montaña, es una especie de catecismo elemental de vida cristiana, y empieza justamente con un preámbulo, que son las Bienaventuranzas.
   Así como Moisés al formar el pueblo de Dios subió a una montaña, lugar tradicional de la manifestación de Dios, así mismo lo hizo Jesús. Sentado, en actitud de enseñar, así como Moisés, Jesús proclama solemnemente la Ley, pero en una nueva formulación. Jesús es el nuevo y el verdadero Moisés, que exige una ̈Justicia superior a la de la Antigua Alianza para entrar en el Reino de los Cielos. La Voluntad de Dios que se manifiesta en este célebre Sermón, vale para todos.
 
   Las Bienaventuranzas, son a la vez promesa y exigencia. Jesús declara dichosos a los que normalmente son considerados desgraciados.

PARA LA VIDA


    Hacia el final de su vida Sir Cecil Rhodes, constructor de un gran imperio en África del Sur, fue felicitado por un reportero por sus grandes éxitos. Usted debería ser un hombre muy feliz, le dijo. Sir Cecil Rhodes le contestó: “¿Feliz? Oh Dios mío, no. 
 
    He pasado mi vida acumulando riqueza y ahora tengo que gastarla toda. La mitad se la llevan los médicos para evitar ir a la tumba y la otra mitad se la llevan los abogados para evitar ir a la cárcel”. Con un poco de humor Sir Cecil Rhodes reconocía las limitaciones de la felicidad humana y del poder del dinero.
 
   Cuando se conquistó el Oeste Americano, la gente viajaba en diligencia. Lo que, tal vez, no sabe usted es que había tres clases de viajeros. Los viajeros de primera, pasara lo que pasara en esos viajes turbulentos, permanecían sentados todo el tiempo. Los viajeros de segunda, cuando surgía un problema, bajaban de la diligencia mientras se solucionaba el problema y miraban.
 
   Los viajeros de tercera tenían que salir, mancharse las manos, arreglar la rueda rota, empujar…poner la diligencia en marcha. En este viaje hacia la casa de Dios nos decía el Señor hay que cambiar de vida y de corazón, eso sólo lo podemos hacer cada uno. En este viaje hacia una vida más digna, hacia una comunidad más unida, hacia un barrio más seguro, necesitamos la ayuda de todos. Todos tenemos que ser viajeros de tercera. Todos llamados a trabajar juntos.