San Mateo 5, 38 - 48
“ Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto ”
Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
- Amar al Enemigo: Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón. Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No devolver mal por mal, sino bien por mal. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando el odio y la sed de venganza: Eso no es de Dios.
- La Santidad: es lo más sublime que el ser humano trate en su vida, en sus pensamientos y en sus acciones, de ser santo, es decir, de encontrar a Dios en su prójimo, para amarlo y beneficiarlo. El santo del siglo XXI, no necesita estar escondido en un monasterio para sentir su llamado a la santidad. La casa, oficina, el centro de estudio o el lugar de descanso diario son los espacios oportunos para vivir nuestro ser santos, nuestro llamado a ser perfectos como Dios. Además, el Evangelio de Mateo nos coloca el “medidor” para nuestra santidad: la hermana o hermano prójimo. Es en el otro, en el que vive cerca o lejos de nosotros, donde estaremos cerca o lejos de Dios.
- El Prójimo: Jesús enseña que todos formamos una sola familia, por lo que “prójimo” es cualquier otro ser humano, el más próximo a nosotros: la hermana o hermano prójimo. Es en el otro, en el que vive cerca o lejos de nosotros donde se hace vida la verdadera santidad.
- Los Discípulos: serán auténticamente hijos del Padre imitando su bondad, de la que la generosidad y esplendidez de la creación son un signo palpable. El nuevo discípulo del Reino debe ser capaz de vivir con mayor libertad los valores y para ello coloca como principio básico el amor. Cuando una persona da un paso hacia adelante perdonando, amando, siendo misericordioso, esto genera un impulso a imitarle y la sociedad se vuelve mejor.
REFLEXIÓN
Hoy, la Palabra de Dios nos habla de realidades muy importantes y esenciales: Cuando oímos hablar de “santidad”, pensamos en lugares lejanos y en personas con estilos de vida bien extraños. Pensamos que la santidad es para las monjitas, para los sacerdotes y religiosos; pero no para mí, que soy un cristiano normal, que me esfuerzo apenas por vivir como tal.
Además, nos preguntamos ¿cómo se hace uno “santo”? Los laicos, como los sacerdotes y religiosos estamos llamados a la santidad, es decir “a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad”. Buscar la santidad es la tarea esencial de un cristiano. La santidad es indispensable para transformar las familias, el mundo y la sociedad. Y para ello el cristiano ha de trabajar por la paz, la solidaridad, frecuentar los sacramentos, hacer oración y vivir la devoción a la Virgen María.
Ante las dificultades de la vida, los cristianos confiamos en el amor. Queremos sentirnos amados y ayudados por un Dios que se ha comprometido con nosotros. Y el mejor agradecimiento que podemos mostrarle a Dios es el vivir unidos, en comunidad, en la Iglesia, nuestra gran familia.
La Ley del Talión decía: “ojo por ojo, diente por diente”. Esta ley ha quedado totalmente abolida por Jesús. Sin embargo, y por desgracia, la ley del Talión sigue existiendo en muchas culturas. Aunque oficialmente haya desaparecido de nuestro mundo actual, la violencia legalizada sigue estando muy vigente. El mal, a pesar de las apariencias, siempre será débil. El odio brota del miedo; la ofensa quiere buscar venganza. En cambio el amor es la única fuerza capaz de cortar de raíz la violencia. Es urgente un “¡ya basta!” a la violencia y aceptar la propuesta de la no violencia que Cristo nos ofrece.
PARA LA VIDA
En 1956 los padres adoptivos de un niño de siete años llevaron al niño al médico y este les dijo: el ojo de su hijo tiene glaucoma y no tiene curación. Hay que sacarle el ojo. La madre se desmayó y cuando volvió en sí le dijo al médico: Sáqueme uno de mis ojos y trasplánteselo a mi hijo.
El médico alabó su generosidad, pero le dijo que era imposible y la madre gritó desesperada pensando en el futuro de su hijo. Ni la madre ni el médico sabían que la puerta estaba entreabierta y que el niño estaba escuchando la conversación. Este niño, años más tarde, escribió: desde aquel día la expresión ojo por ojo me sabe a amor, no a odio.
LOS AGRICULTORES
Esta es una historia verdadera. Sucedió en Canadá. Es la historia de dos agricultores que vivían cerca el uno del otro. Un día el perro de uno de ellos se soltó y a dentelladas mató al niño de dos años de su vecino. El padre del niño angustiado cortó la comunicación y la relación con su vecino y los dos hombres vivieron en amenazante enemistad durante años.
Y un buen día el fuego arrasó la propiedad del agricultor dueño del perro y destruyó su granja y sus herramientas. No podía ni labrar sus tierras ni sembrarlas y su futuro era negrísimo. Pero a la mañana siguiente se despertó y encontró sus tierras labradas y listas para la siembra.
Preguntó y supo que el que había hecho esta buena acción no era otro que su enemigo, su angustiado vecino. Con mucha humildad salió en su busca y le preguntó por qué lo había hecho. Su respuesta fue la siguiente: “Labré tus tierras para que Dios siga vivo”.