Solemnidad Sagrada Familia, 30 Dic de 2018, Ciclo C


San Lucas 2, 41 - 52

La Sagrada Familia de Jesús, José y María


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Familia: es el santuario en el que sus miembros viven el encuentro con Dios y los hombres. Sin duda, es necesario también hoy estimular y promover la autoridad y responsabilidad de los padres, la obediencia de los hijos y la solidaridad familiar, valores sin los cuales fracasará la familia.
  2. La Educación: en el hogar, el niño puede captar conductas, valores, símbolos y experiencias religiosas, pero no de cualquier manera, sino con afecto. La fe depende, en buena parte, de que la persona haya tenido desde la infancia una experiencia religiosa positiva, como en el hogar de Nazaret.
  3. La Amistad: celebramos hoy la fiesta cristiana de la familia de Nazaret. Históricamente poco sabemos de la vida familiar de María, José y Jesús. En aquel hogar convivieron Jesús, el hijo de Dios en el que se encarnaba la amistad de Dios a todo ser humano, y María y José, aquellos esposos que supieron acogerlo como hijo con fe y amor.
  4. La Salvación: tiene su raíz en el amor. Así como Cristo despojándose de su gloria se hizo igual a nosotros y se puso por debajo de nosotros haciéndose nuestro servidor para cargar con nuestras culpas y liberarnos de ellas, así debe ser el sometimiento en la familia. Cuando en una familia uno se da cuenta de que ha hecho algo malo y sabe pedir perdón, ¡en esa familia hay paz y hay alegría.
REFLEXIÓN 

   Hoy la Iglesia festeja con alegría la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Dios al realizar sus grandes obras, no recurre a medios espectaculares, se vale de medios típicamente humanos.

   La salvación de los hombres sólo se hace con la colaboración de la misma comunidad humana. Hoy sucede lo mismo: cada uno de nosotros nace y se educa en una familia. En una familia también crecemos y adquirimos personalidad y capacidad para ser miembros útiles de la comunidad.

   Si tratamos de imaginarnos a la Sagrada Familia de Belén, nos imaginaremos una familia normal. No en una familia común y corriente, porque no era común, dado que sus miembros eran nada menos que María, la Virgen; José, el varón justo; y Jesús, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Ni mucho menos, corriente, porque, ni en su pueblo ni en toda la historia, se conoce una familia semejante.

   Pero sí, una familia normal. Con la normalidad propia de la santidad, que consiste en hacer con perfección y por amor a Dios, lo que hacen todos. Un padre carpintero, que inició al hijo en las artes de su oficio para servir a la comunidad a través de su tarea. Una madre generosa, capaz de guardar en el corazón los tesoros silenciosos de su experiencia de vida. 

   Un hijo que crecía en amor y sabiduría delante de los ojos de Dios y de todos los hombres, escuchando a sus padres y siguiendo las tradiciones de su pueblo. Seguramente que la Sagrada Familia fue una maravillosa escuela de diálogo, de comprensión y de oración. Un modelo donde todos los cristianos podemos encontrar el ejemplo de que es posible vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. 

PARA LA VIDA 

   Cuentan que un ángel llegó un día y se arrodilló a los pies de Dios y le dijo: - Señor, visité toda tu creación, estuve en todos los lugares, vi que eres parte de todas las cosas. Y por eso vine a ti para entender. ¿Por qué cada una de las personas sobre la tierra tiene apenas un ala? Los ángeles tenemos dos y podemos ir hasta el Amor que Tú representas siempre que lo deseemos y volar hacia la libertad siempre que queramos. Pero los humanos con su única ala no pueden volar. 

   Dios respondió: -Sí, ya sé que hice a los humanos con una sola ala. El ángel volvió a preguntar: Pero, ¿por qué diste a los humanos una sola ala si son necesarias las dos para volar? Sonriendo y sin prisa, Dios contestó: - Mi querido ángel, ellos sí pueden volar. Di a los humanos una sola ala para que ellos pudiesen volar más y mejor que nuestros arcángeles. Porque para volar, tú precisas de tus dos alas, y aunque libre, tú estás solo. 

   Pero los humanos, con su única ala, precisarán siempre de alguien para poder tener dos alas. Cada uno tendrá que buscar a otro para tener una segunda ala y así poder volar. Así, tendrán que ayudarse y aprenderán a no quebrar la única ala de la otra persona, que podría acabar con su oportunidad de poder volar. De este modo aprenderán que sólo amando se puede volar y que tocando el corazón de la otra persona, ellos podrán encontrar el ala que les falta. Y el ángel, admirado de la respuesta, comprendió que Dios hace bien todas las cosas.

4° Domingo de Adviento, 23 de Dic de 2018,Ciclo C


San Lucas 1, 39 - 45

Dichosa Tú, que has Creído


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
SIN GRABAR AÚN

  1. El Saludo de María: hay muchas maneras de «saludar» a las personas. María trae paz, alegría y bendición de Dios. Lucas recordará más tarde, que Jesús pedía a sus seguidores: en cualquier casa que entréis, decid lo primero: Paz a esta casa. Todo saludo debe llevar la huella de Dios…como María a Isabel.
  2. La Vida: las madres portadoras de vida, son mujeres «bendecidas» por el creador: el fruto de sus vientres es bendito. María es la «bendecida» por excelencia: con ella nos llega Jesús, la gran bendición de Dios al mundo. Isabel termina exclamando: Dichosa tú, que has creído.
  3. La Felicidad: feliz el pueblo donde hay madres creyentes, portadoras de vida, capaces de irradiar paz y alegría. Feliz la Iglesia donde hay mujeres bendecidas por Dios, mujeres felices que creen y transmiten fe y vida a sus hijos. La auténtica alegría no se fabrica desde fuera, brota del interior. En realidad, la alegría emerge cuando aprendemos a vivir en la verdad.
  4. Relacionarse: la relación íntima y personal del Espíritu Santo con María ha hecho posible que el Verbo de Dios asuma carne y se vaya formando hombre en su seno materno. La relación de María con el Verbo de Dios es extremamente misteriosa y delicada: Misteriosa porque la fecundación de su seno es obra de Dios mismo; delicada, porque está dando a Dios su carne y su sangre, pero sobre todo su amor, su dedicación y su entrega total.
    
REFLEXIÓN 

   Si tuviésemos que escribir la mejor historia de amor, seguramente escogeríamos como protagonista a María... Si tuviésemos que escribir la mejor historia de entrega y confianza, seguramente escogeríamos como protagonista también a la Virgen María. Y si tuviésemos que escribir una historia sobre el mejor discípulo que Jesús tuvo, la protagonista sería igualmente, la Virgen María.

   Así es presentada María en este cuarto domingo de Adviento: como la mejor oyente de Dios. Porque si es cierto que el mejor discípulo es aquel que transmite lo que lleva dentro casi sin necesidad de hablar, ese discípulo es entonces María. Y sé que ni Isabel, ni el hijo que llevaba en sus entrañas sabían lo que le había ocurrido a María. Pero nada más entrar en casa de su prima, y sin hablar, los dos se dan cuenta de que hay algo especial en ella.

   Las palabras que Isabel usa para saludar a María: « ¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! las usamos cada vez que rezamos el Avemaría. Jesús es esperado. Jesús es amado con su primer amor. Bendita tú eres,... bendito es tu hijo...Y Santa Isabel pregunta con humildad ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?

   Estas dos mujeres, María e Isabel, están inmersas en el misterio: Evidentemente hay cosas extrañas en torno a los os nacimientos. Isabel se da cuenta de ello en forma inmediata y con sus palabras refleja la adoración y el agradecimiento a Dios por el don recibido. Nos alienta esta escena a pedir al Señor que estemos siempre atentos a reconocer su presencia y a saber reconocer sus signos. 

PARA LA VIDA 

   Érase una vez un rey generoso y sabio. Trataba a los ricos y a los pobres del mismo modo y era muy bondadoso con los niños. Un año todos sus súbditos decidieron celebrar una gran fiesta en el día de su cumpleaños. Y lo hicieron de manera distinta a los años anteriores. Como trataba a todos por igual decidieron que todos los regalos iban a estar envueltos con papel blanco para que parecieran iguales. Cuando llegó el día todos trajeron sus regalos blancos al rey. 

   Unos eran un puñado de arroz pero envuelto en papel blanco. Otros regalos eran joyas o marfil pero estos también estaban envueltos en papel blanco. Todos parecían iguales y cuando el rey los abrió trató a todos por igual porque sabía que todos llevaban el mismo amor y devoción. 

   Y los que no tenían regalos que ofrecer, firmaban en un libro blanco para ofrecerle su tiempo y sus talentos. ¿Ya ha encontrado el regalo perfecto para esta Navidad? ¿Ya ha practicado la elegancia social del regalo? Sus hijos no necesitan un nuevo juguete, le necesitan a usted. Su esposa no necesita el último perfume de Calvin Klein, le necesita a usted. Sus padres ya mayores no necesitan guantes nuevos, necesitan que usted les caliente sus manos con su calor. Dar cosas es fácil, darse uno mismo es lo difícil.  Jesús es el regalo de Dios para todos nosotros y no necesita nada pero nos necesita a nosotros.

3° Domingo de Adviento, 16 de Dic de 2018,Ciclo C


San Lucas 3, 10 - 18

Estad Siempre Alegres en el Señor


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.


  1. Alegría: esta alegría interior y bondadosa. Es la que deben ver en los cristianos todas las personas con las que convivimos. Una alegría hecha de paz, de perdón, de amor y de verdad. Es “la paz de Dios que llena nuestros corazones, custodia nuestros pensamientos, eleva nuestras almas al Señor y nos conecta en la paz con todos.
  2. Compartir: hay quienes lo tienen todo. Lo más sagrado es abrir nuestro corazón a Dios mirando las necesidades de los que sufren. «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
  3. La Conversión: no podemos negar nuestros pecados. Pero Dios los puede cancelar. El amor de Dios es más fuerte que nuestras debilidades y pecados; el amor de Dios salva a todos. “el Señor se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta”. El amor de Dios es más fuerte que nuestras debilidades y pecados; el amor de Dios salva a todos los que, con humildad, se acogen a Él.
  4. La Paz: que se manifiesta en el talante de la persona, que se contagia hasta con la sola presencia. Por su parte, la alegría de la que el Espíritu dota al creyente transmite paz y orden en la vida, serenidad y armonía, y sobre todo una especie de imperturbabilidad espiritual, que provoca en todos, admiración.

REFLEXIÓN

   Este Domingo es llamado el domingo de “GAUDETE” = (DE GOZO Y ALEGRÌA). La razón fundamental de esta alegría está en la esperanza de que sea el Señor mismo el que vendrá a liberarnos de nuestros males presentes. La alegría de la navidad, la más auténtica y duradera, surge cuando el hombre sabe que hay un Dios que viene; que está cerca; que nos quiere y que sale a nuestro encuentro para salvarnos. Adviento es el encuentro del Señor con sus amados.

   Pero la alegría cristiana es la de un Dios que no sólo está presente o vigente sino la de un Dios que se implica y se alegra con la alegría de todas las personas. Un Dios que toma la iniciativa. La alegría cristiana no es un estado de ánimo sino el reflejo de un Dios que se acerca al hombre y de un hombre que sale al encuentro de Dios. Una alegría cristiana que implica el contagio tanto mediante nuestra predicación como por nuestra actuación justa, como recordará Juan.

   Si la única manera de renovar el mundo es por el amor, como recuerda rotundamente el profeta Sofonías y como en realidad nos enseña el misterio de la Encarnación, la alegría es la medida del contagio de ese amor, de ese verdadero encuentro entre Dios que busca al hombre y el hombre que busca a Dios.
   Sólo el Dios de unos y otros, que es el mismo, es quien puede hacer posible que las tres religiones monoteístas alaben a un mismo Señor: el que nos ofrece el don de la alegría en la fraternidad y en la esperanza. 

PARA LA VIDA 

   Míster Liddel era el presidente de la gran empresa Maximus, dueña de media docena de bancos y de siete grandes industrias internacionales. Todo conseguido por su buen olfato para los negocios. Un día llegó a la reunión de accionistas. De pronto, al fondo del salón observó A un limpiabotas. Era un viejo negro de aspecto humilde, con las manos sucias y con la ropa harapienta. 

   Míster Liddel no lo había visto jamás, pero tenía unos minutos libres y podía permitirse el lujo de hacerse sacar un poco más de brillo a su fabuloso par de zapatos de 600 euros que llevaba puestos. El viejo negro trabajó con gran habilidad. Al terminar, Míster Liddel fue a darle un euro, pero se encontró con su mirada. Una mirada extraña, profunda, con una luz bondadosa y divertida que le brillaba dentro. Al levantarse del banquillo, los zapatos de Míster Liddel salieron disparados como cohetes, llevándolo fuera del salón. 

   Parecía que iba a un maratón, eso sí, un maratón un poco extraño. Los zapatos lo llevaron delante de un niño pobre sin piernas que pedía limosna en la calle, y no se movieron de allí hasta que Míster Liddel vació todo el contenido de la cartera en las manos del chaval aterrorizado. Luego, los zapatos llevaron a Míster Liddel hacia suburbios llenos de pobres chabolas y de gente que sufría, y de cuya existencia Míster Liddel nunca había oído. Los zapatos lo obligaron a ver lágrimas, soledad, miseria, abandono. 

   Después de unas cuantas horas, Míster Liddel estaba muy cansado, pero se sentía distinto. Por primera vez veía de verdad a la gente. Y para terminar, al atardecer, los zapatos hicieron una cosa inesperada: llevaron a Míster Liddel a una iglesia. Y es que no había vuelto a ella desde la primera comunión. Y vio al fondo una lucecita roja que brillaba. De pronto se acordó de la mirada profunda del limpiabotas negro y se sintió feliz como nunca se había sentido, y de repente lo comprendió todo.

2° Domingo de Adviento, 9 de Dic de 2018,Ciclo C


San Lucas 3, 1 - 6


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. Preparar el Camino: para abrirle un camino a Dios es necesario descender al fondo de nuestro corazón. Quien no busca a Dios en su interior es difícil que lo encuentre fuera. En nosotros encontraremos miedos, preguntas, deseos, vacíos, pero no importa, Dios está ahí. Él nos ha creado con un corazón que lo buscará hasta que descanse en él.
  2. El Desierto: la Palabra de Dios vino sobre Juan, en el desierto. Sólo en el silencio, despojados de todo, en desierto, se puede escuchar la voz y la llamada de Dios a cambiar el interior. Según Isaías, el «desierto» era el mejor lugar para abrirse a Dios e iniciar la conversión. Oseas dirá que es en el «desierto» donde Dios habla “de corazón a corazón».
  3. La Conversión: el encuentro con Dios acontece cuando a uno le nace desde dentro esta oración: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador». Éste es el mejor camino para recuperar la paz y la alegría interior. Despertar la confianza total en este amor puede ser comenzar a vivir de una manera nueva y gozosa con Dios.
  4. Escuchar: la voz de Dios en lo profundo del corazón y en actitud de humildad. Así lo hizo Juan Bautista: su corazón atento, su silencio y humildad le llevaron a figurar ante los ojos de Dios como el más grande de los profetas. A Dios se le escucha en el silencio, en las entrañas del corazón, en la humildad del pesebre.

REFLEXIÓN 

   En el segundo domingo del Tiempo de Adviento, las lecturas de la misa de hoy nos presentan el Anuncio de la llegada del Señor y la preparación que debemos tener para recibirlo.

   El tiempo del Adviento es el tiempo de la preparación para las solemnidades de Navidad, cuando conmemoramos la primera venida del Hijo de Dios a los hombres.

   Durante el tiempo de adviento aparece el significado de la misión de San Juan Bautista. Su figura se impone como una actitud de fidelidad y de respuesta a la nueva manifestación de Dios que se avecina.

   La figura de Juan el Bautista aparece como la señal de la llegada de la salvación de Dios. Y es que la llegada del Reino de Dios se produjo cuando el Precursor empezó a predicar la conversión y a anunciar la Buena Nueva.

   San Juan señala la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: es el último de los Profetas que anuncia la vendida del Señor, y el primero de los testigos de Jesús. Cuando en una familia se espera el nacimiento de un nuevo miembro todos viven los preparativos con intensidad. Arreglemos la habitación acercándonos al sacramento de la reconciliación, tejamos una gran red de oraciones y consigamos todo lo necesario para que nuestra propia existencia sea una casa agradable donde pueda venir el Señor. Allanemos los caminos para que todos sean testigos de la salvación. 

PARA LA VIDA 

   El ermitaño en la oración oyó claramente la voz de Dios. Le invitaba a acudir a un encuentro especial con Él. La cita era para el atardecer del día siguiente, en la cima de una montaña lejana. Temprano se puso en camino, se encontró a varios campesinos ocupados en intentar controlar y apagar un incendio declarado en el bosque cercano, que amenazaba las cosechas y hasta las propias casas de los habitantes. 

   Reclamaron su ayuda porque todos los brazos eran pocos. Sintió la angustia de la situación y el no poder detenerse a ayudarles. No debía llegar tarde a la cita y, menos aún, faltar a ella. Así que con una oración que el Señor les socorriera, apresuró el paso ya que había que dar un rodeo a causa del fuego. Tras ardua ascensión, llegó a la cima de la montaña, jadeante por la fatiga y la emoción. 

   El sol comenzaba su ocaso; llegaba puntual por lo que dio gracias al cielo en su corazón. Anhelante esperó, mirando en todas las direcciones. El Señor no aparecía por ninguna parte. Por fin descubrió, visible sobre una roca, algo escrito: “Dispénsame, estoy ocupado ayudando a los que sofocan el incendio”. Entonces comprendió dónde debía encontrarse con Dios.

   Pongámonos en camino, como el hombre del cuento, bien atentos a la presencia de Dios, sin despistarnos, no nos vaya a pasar como a él le pasó, que al final no se encontró con el Señor, por no buscarlo donde realmente se encontraba.

1° Domingo de Adviento, 2 de Dic de 2018,Ciclo C


Lucas 21, 25-28 . 34-36

Cerca Está El Señor…Estad Siempre Despiertos


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Estar Atentos: Cristo Jesús nos invita a “vivir atentamente”, es decir, nos invita a adoptar una actitud de reflexión, de recogimiento, de silencio interior. Prestar atención quiere decir concentrarse en una realidad con toda el alma y dar unidad a todas las capacidades de la persona humana. Un hombre atento es un hombre reflexivo y bien dispuesto para entrar en relación con Dios, con sus semejantes y consigo mismo. 
  2. Velad: en el original griego velad equivale a “quedarse sin dormir”. La gran tentación que nos asecha es la de quedarnos dormidos y desentendernos de aquello que exige atención y diligencia. Quien se duerme, se deja llevar por la fuerza del enemigo, por la fuerza de las pasiones, por los atractivos del mundo. No vela y se pierde. Que sea pues nuestra consigna: ¡velad en la noche del mundo para estar preparados al encuentro del Señor!
  3. Vigilad: es la acción del centinela que tiene que estar alerta, mientras espera pacientemente el paso del tiempo nocturno para ver surgir en el horizonte la luz del alba. Estar alerta significa discernir en medio de la noche los signos de los tiempos. Significa tener un “sexto sentido” para descubrir aquello que puede ofender mi fe, mi amor al Señor y a la Iglesia, mi fidelidad a la palabra empeñada. Estar alerta significa, como el centinela, vivir con la esperanza en los ojos del amanecer que se avecina; más aún, es descubrir ya en la noche la acción misma de la luz que va venciendo las tinieblas. 

REFLEXIÓN

   Hoy empieza el Adviento y, con él, un nuevo año litúrgico: la Iglesia empieza el año con este período cuatro semanas recordando los siglos en los que Dios fue preparando a su pueblo para su nacimiento. Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida.

   Cuando una mujer está embarazada se dice que «espera» un niño; los despachos y consultorios tienen «sala de espera». Pensándolo bien, la vida misma es una sala de espera. Nos impacientamos cuando estamos obligados a esperar una visita o una experiencia. Pero ¡ay si dejáramos de esperar algo! Una persona que ya no espera nada de la vida, perdió la esperanza, casi que está muerta. La vida es espera, y la espera es vida.

   La esperanza cristiana es la virtud que nos dinamiza, nos libera del miedo a la muerte, y nos hace adentrarnos en el corazón de la historia sabiendo que el único discurso creíble sobre la resurrección y la vida eterna es aquel que se articula en el lenguaje de las esperas humanas -como hizo Dios en Jesús de Nazaret.

   A los creyentes nos queda la misión y el gozo de dar razón de nuestra esperanza, en la transparencia de una vida que camina hacia lo que espera como definitivo. Podemos iniciar el Adviento teniendo en cuenta que nos exige un cambio. A lo largo de estas cuatro semanas la liturgia de la Iglesia nos pedirá hacerle un espacio en nuestra vida a Jesús que ya vino, que viene y seguirá viniendo.

PARA LA VIDA

   Érase un príncipe que vivía muy lejos de la casa de su padre y lo echaba mucho, mucho de menos. Un día recibió una carta de su padre, se alegró muchísimo y la guardó como un tesoro. Pero la alegría y la dicha que la carta le proporcionó no hicieron más que aumentar su deseo de reunirse con él y se decía: Oh, sí sólo pudiera tocar su mano! Oh, sí extendiera su mano hacia mí, cómo la abrazaría! Besaría sus dedos con devoción, mi padre, mi maestro, mi luz.

   Mientras se decía estas cosas un pensamiento iluminó su mente: ¿Acaso no tengo la carta de mi padre escrita de su puño y letra? ¿Acaso no es la letra del rey comparable a su mano? Y una gran alegría invadió su corazón.

   Adviento es tiempo de estar despiertos y de mantenernos en pie ante Jesucristo, dice el evangelio. Tiempo de oración, reflexión y de una necesaria y permanente conversión. Tiempo que nos invita a leer la nota que Dios ha dejado en la puerta de nuestro corazón. Nosotros hemos de interrumpir el trajín cotidiano y, con alegría, esperar la Segunda Venida del Señor. No sabemos lo que nos reserva el futuro, pero sí sabemos lo que nos reserva el dueño del futuro. La vida eterna.

Solemnidad de Cristo Rey, 25 Noviembre 2018, Ciclo B


San Juan 18, 33b-37 

“Reine, Jesús, por Siempre”


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Rey: Jesús es Rey-Pastor. Cristo es el alfa y omega de los tiempos, Señor de la Historia. Pero, sobre todo, porque su señorío es el de quien libera de toda forma de opresión y sumisión, que nos da la libertad del Espíritu, que nos devuelve la filiación divina oscurecida por nuestros miedos, debilidades y pecados. Cristo Rey es distinto a los reyes de este “mundo”. Es el Cordero degollado (Ap. 5, 12) quien nos reconcilia con Dios y nos lleva, no de regreso al Paraíso perdido, sino a la esperanza de una nueva vida, en la que no habrá rodilla que doblar sino ante Dios. Mientras los otros reyes someten, Cristo Rey libera y nos hace ponernos en pie!
  2. El Reino: es Vida y Verdad. Cristo es Vida y testigo de la Verdad. Los que quieran pertenecer a este Reino tendrán que estar en la verdad y como el mismo evangelista nos lo dice, Jesús es la Verdad. Sin olvidar que el reino ya está entre nosotros; el reino que no vive en los arrogantes sino en los sencillos; el reino que no vive en los orgullosos sino en los pobres; el reino que no vive en la mentira sino en la verdad; un reino que no vive en la muerte sino en la Vida; un reino que es camino de esperanza y de futuro eterno. Jesús manifiesta su gloria ante Pilato en esta situación humillante: la gloria de amar hasta el extremo, dando su propia vida por las personas que ama. Esta es la revelación del reino de Jesús. 

REFLEXIÓN

   La liturgia de hoy nos invita a reavivar en nosotros el deseo de que Cristo reine verdaderamente en nuestra vida. Para que esto tenga lugar, es menester renovar nuestra adhesión a él, que nos amó primero y libró por nosotros la gran batalla hasta dejarse herir de muerte para destruir en su cuerpo clavado en la cruz nuestro pecado. Cristo venció así. Su triunfo es el triunfo del amor sobre el odio, sobre el mal, sobre la ingratitud. Su victoria es, en apariencia, una derrota: el modo de vencer del amor es, en efecto, dejarse vencer.

   Cristo es un rey crucificado; sin embargo, su poder está precisamente en la entrega de sí mismo hasta el extremo: es un rey coronado de espinas, colgado en la cruz, y sigue como tal para siempre, incluso ahora que está en la presencia del Padre, a donde ha vuelto después de la resurrección. Se trata de una realeza difícil de comprender desde el punto de vista humano, a no ser que emprendamos el camino del amor humilde, de la vida que se hace servicio y entrega. Si emprendemos ese camino, el mismo Espíritu nos hará capaces de configurarnos con el humilde rey de la gloria, de quien todo cristiano está llamado a ser discípulo enamorado.

   Esto traerá consigo, necesariamente, una sombra de muerte, de muerte a todo un mundo de egoísmos de pasiones, de vanos deseos y de arrogancias indebidas: una muerte que, sin embargo, se traduce en libertad para nosotros mismos y en crecimiento para los otros, en vida verdadera y en plenitud de alegría. Nuestro camino en la historia prosigue con sus cansancios, pero nuestro corazón puede saborear de manera anticipada la dulzura de este Reino de luz infinita en el que sólo se entra por la puerta estrecha de la cruz.

PARA LA VIDA

   Había una vez una rata que estaba atravesando pausadamente una cocina seguida por sus seis pequeños ratoncillos. De repente se encontró con un gato grande y de aspecto furioso. Mamá rata se quedó petrificada. En seguida se sobrepuso al susto y lanzó un grito con toda la fuerza de sus pulmones. El gato, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció.

   Mamá rata se acercó a sus ratoncitos y les dijo bajito: ¿entienden ahora por qué les recuerdo todos los días que es muy importante aprender un segundo idioma? Los creyentes tenemos muchas razones para venir a la iglesia, a nuestra cita con Dios, a la escuela de Jesús, a la asamblea de los hermanos. Hoy, cuando ya se acaba el año litúrgico, cuando la Palabra de Dios nos habla del fin del mundo y nos recuerda nuestro personal final, déjenme que les dé una razón más para venir a la iglesia. Tenemos que aprender un "segundo idioma". 

   Un segundo idioma para asustar y espantar a ese gato negro y amenazador que se llama: muerte, fin del mundo, fin a secas. Un segundo idioma para vencer el miedo con la esperanza, Para escribir nuestros nombres en el libro de la vida, Para despertarnos con Cristo, Para vivir en la justicia y brillar como estrellas para siempre.