34° Solemnidad de Cristo Rey, 21 Noviembre 2021, Ciclo B

 San Juan 18, 33b – 37

"Tú lo Dices: Yo Soy Rey

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.N

1.- El Rey:  El reino, por tanto, del que Cristo quiere ser rey es del mundo de la verdad, es decir, del mundo de la justicia, de la paz, del amor, de la vida, de la santidad. De este mundo es del que nosotros, los cristianos, queremos que Cristo sea rey. Pero para que Cristo sea de verdad rey de este mundo, debemos defender y practicar sus súbditos estas mismas virtudes: la santidad y la vida, la justicia, la paz, la verdad y el amor. 

2.- El Príncipe: Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. a Cristo sólo podemos darle la gloria y el poder cumpliendo su mandamiento de amarnos los unos a los otros como él nos amó hagamos hoy este propósito. Sólo así, como venimos diciendo, estaremos celebrando con dignidad esta fiesta de Jesucristo rey del universo. 

3.- El Reino: Jesús dejó bien claro que su Reino no es como los reinos de este mundo. En él es primero el que es el último, es decir el que sirve, no el que tiene el poder. Muchas veces quisieron hacer rey a Jesús, pero Él lo rechazó porque había venido a servir y no a ser servido.

4.- Nosotros: también nosotros somos "reyes" por la consagración que hemos recibido al ser ungidos con el santo crisma en el Bautismo. ¿Somos conscientes de esta dignidad y de este compromiso? Se nos pide que vivamos según la dignidad que debe tener un rey, pero al mismo tiempo se nos exige dar nuestra vida, servir a todos como lo hizo el "rey de reyes". Hoy me propongo seguir a Jesucristo, el Príncipe de la Paz, defensor del Pueblo, luchador en favor del hombre, la fuente de agua viva, el camino, la mesa del hambriento, el consuelo de los tristes y esperanza de los angustiados; Quiero ser con Jesús el Amor entregado, quiero vivir en su Reino, el Reino del sí a Dios, el Reino del sí al hombre, el Reino de la comunión de vida con Dios, el Reino de la solidaridad.

5.- Jesucristo es el Único Rey: al contemplar a Cristo Rey en su trono que es la cruz y coronado de espinas, entendemos lo que Jesús mismo dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo”. Cuando miramos a los poderosos de este mundo, a los que tiene autoridad y gobierno, vemos en la mayoría de ellos un afán por mandar, poniéndose por encima de los demás. Pero el Reino de Cristo no es de este mundo, no sigue los criterios y los principios que rigen en este mundo. 

 REFLEXIÓN

   En este Domingo celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey y Señor del Universo. La Palabra de Dios que se nos propone en este último Domingo del año litúrgico nos invita a tomar conciencia de la realeza de Jesús; dejando claro, sin embargo, que esa realeza no puede ser entendida a la manera de los reyes de este mundo: es una realeza que se manifiesta con una lógica propia, la lógica de Dios. El Evangelio, especialmente, explica, cual es la concepción de la realeza de Jesús.

   La primera lectura anuncia que Dios va a intervenir en el mundo, para eliminar la crueldad, la ambición, la violencia, la opresión que marcan la historia de los reinos humanos. A través de un “hijo de hombre” que va a aparecer “sobre las nubes”, Dios va a devolver la historia a su dimensión de “humanidad”, posibilitando que los hombres sean libres y vivan en paz. Los cristianos verán en ese “hijo de hombre” victorioso un anuncio de la realeza de Jesús.

   En la segunda lectura, el autor del Libro del Apocalipsis presenta a Jesús como el Señor del Tiempo y de la Historia, el principio y el fin de todas las cosas el “príncipe de los reyes de la tierra”, aquél que ha de venir “en las nubes” lleno de poder, de gloria y de majestad para instaurar un Reino definitivo de felicidad, de vida y de paz. Esta es la interpretación cristiana de esa figura de “hijo de hombre” de la que hablaba la primera lectura.

   El Evangelio nos presenta, en un cuadro dramático, a Jesús asumiendo su condición de rey ante Poncio Pilatos. La escena revela, con todo, que la realeza reivindicada por Jesús no se asienta en esquemas de ambición, de poder, de autoridad, de violencia, como sucede con los reyes de la tierra. La misión “real” de Jesús es dar “testimonio de la verdad” y se concreta en el amor, en el servicio, en el perdón, en el compartir, en la donación de la vida.

   A la realeza de Cristo está asociada de modo singularísimo la Virgen María. A ella, humilde joven de Nazaret, Dios le pidió que se convirtiera en la Madre del Mesías, y María correspondió a esta llamada con todo su ser, uniendo su "sí" incondicional al de su Hijo Jesús y haciéndose con él obediente hasta el sacrificio. Por eso Dios la exaltó por encima de toda criatura y Cristo la coronó Reina del cielo y de la tierra. A su intercesión encomendamos la Iglesia y toda la humanidad, para que el amor de Dios reine en todos los corazones y se realice su designio de justicia y de paz.

 PARA LA VIDA

   El hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas de la ciudad provinciana. Como tenía tiempo, se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco. Intrigado, se acercó y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate… pero en el interior sólo vio un atril que sostenía un cartel escrito a mano. 

   El anuncio era curioso: Tienda de la verdad. El hombre, sorprendido, pensó que era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entonces entró y, acercándose a la señorita que estaba en el primer mostrador, preguntó: –Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad? –Sí, señor, ¿Qué tipo de verdad anda buscando: verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa…? Pues sí, allí vendían verdad. Nunca él se había imaginado que esto fuera posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad. 

   Era maravilloso. –Verdad completa – contestó sin dudarlo. Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones, pensóno quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones”. –¡Verdad plena! –ratificó. –Perdón, ¿el señor ya sabe el precio? –No, ¿cuál es? –contestó rutinariamente, aunque en realidad él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad. –Mire que si usted se la lleva –dijo la vendedora – posiblemente durante un largo tiempo no pueda dormir del todo tranquilo.

   Un frío corrió por la espalda del hombre, que pensó durante unos minutos. Nunca se había imaginado que el precio fuera tan alto. –Gracias y disculpe… –balbuceó finalmente, antes de salir del negocio mirando el piso. Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo. “Quizá más adelante…”, pensó.

33° Domingo del tiempo Ordinario, 14 Noviembre 2021, Ciclo B

 San Marcos  13, 24 - 32

"Reunirá a sus Elegidos de los Cuatro Viento

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Cielo: el cielo y la tierra pasarán, pero nosotros no pasaremos en tanto en cuanto vivamos espiritualmente en comunión con Dios, en comunión con su hijo Jesucristo. Vivir en comunión con Cristo es tratar de identificarnos con él, aceptarle como nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Es el espíritu, el espíritu de Cristo, el que debe vivir dentro de nosotros, dirigiendo y gobernando todo nuestro ser y todo nuestro obrar. La persona que vive en comunión con Cristo, aunque pase su cuerpo terreno y mortal, él, la persona humana en cuanto tal, no pasará porque su espíritu participa del espíritu de Cristo, del espíritu de Dios, que es eterno en sí mismo. Tratemos, pues, de vivir siempre según el espíritu de Cristo y así nosotros seremos también eternos, como es eterno el mismo Cristo, el mismo Dios.

2.-La Muerte: unos para la vida eterna, otros para la ignominia perpetua…Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad. Es muy difícil en esta vida ser sabios y justos, pero esa es nuestra tarea y nuestro empeño. Vivir en este mundo, que es muchas veces tan injusto y tan necio, como sabios y justos, debe ser la aspiración de toda persona y más especialmente si somos cristianos. Esforcémonos en conseguirlo.

3.- El Juicio para la Salvación: El Hijo del Hombre, vendrá a salvar y no a condenar. El juicio será para la salvación no para la condenación. Cristo ofreció su vida por nuestros pecados de una vez para siempre. Desde entonces introdujo el perdón de los pecados, como regalo perpetuo que Dios nos hace. Los sabios según Dios y aquellos que enseñaron y practicaron la justicia brillarán por toda la eternidad. Una vez más constatamos que Dios está a favor nuestro, que cuenta con nosotros para construir el Reino de Dios ya desde ahora. El futuro que nos aguarda no es terrible, sino gratificante y feliz.

4.- Estar Preparados: «El día y la hora nadie lo sabe». Dios ha ocultado el momento y también este hecho forma parte de su plan infinitamente sabio y amoroso. No es para sorprendernos, como si buscase nuestra condenación. Lo que busca es que estemos vigilantes, atentos, «para que ese día no nos sorprenda como un ladrón» (1Tes 5,4). No se trata de temor, sino de amor. Es una espera hecha de deseo, incluso impaciente. El verdadero cristiano es el que «anhela su venida» 

REFLEXIÓN

   La liturgia del Domingo 33 del Tiempo ordinario nos presenta, fundamentalmente, una invitación a la esperanza; a confiar en ese Dios libertador, Señor de la historia, que tiene un proyecto de vida definitiva para los hombres. Como dicen nuestros textos, Él va a cambiar la noche del mundo en la aurora de una vida sin fin.

   La primera lectura anuncia a los creyentes perseguidos y desanimados la llegada inminente del tiempo de la intervención liberadora de Dios para salvar al Pueblo fiel. Esta es la esperanza que debe sostener a los justos, llamados a permanecer fieles a Dios, a pesar de la persecución y de la prueba. Su constancia y fidelidad serán recompensadas con la vida eterna.

    La segunda lectura recuerda que Jesús vino al mundo para hacer realidad el proyecto de Dios en el sentido de liberar al hombre del pecado y de insertarlo en una dinámica de vida eterna. Con su vida y con su testimonio, nos enseñó a vencer el egoísmo y el pecado y a hacer de la vida un don de amor a Dios y a los hermanos. Ese es el camino del mundo nuevo y de la vida definitiva.

   En el Evangelio, Jesús nos garantiza que, en un futuro sin fecha determinada, el mundo viejo del egoísmo y del pecado caerá y que, en su lugar, Dios va a hacer aparecer un mundo nuevo, de vida y de fidelidad sin fin. A sus discípulos, Jesús les pide que estén atentos a los signos que anuncian esa nueva realidad y disponibles para acoger los proyectos, las llamadas y los desafíos de Dios. «Que nadie pretenda conocer el último día, es decir, cuándo ha de llegar. 

   Pero estemos todos en vela mediante una vida recta, para que nuestro último día particular no nos halle desprevenidos, pues de la forma como haya dejado el hombre su último día, así se encontrará en el último del mundo. Serán las propias obras las que eleven u opriman a cada uno... ¿Quién ignora que es una pena tener que morir necesariamente y, lo que es peor, sin saber cuándo? La pena es cierta e incierta la hora; y, de las cosas humanas, solo de esta pena tenemos certeza absoluta» (Sermón 97,1-2). 

PARA LA VIDA

   Iba yo pidiendo de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció de lejos, como un sueño. Y yo me preguntaba maravillado quién sería aquel rey de reyes. Mis esperanzas volaron hacia el cielo, y pensé que mis días malos de habían acabado. Y me quedé esperando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se detuvo a mi lado, me miraste y bajaste corriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. 

   Y de pronto, tú me tendiste la mano derecha diciéndome: - ¿Puedes darme alguna cosa? - ¡Ah, qué ocurrencia de tu realeza, pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Saqué entonces despacio de mi mochila y granito de trigo y te lo di... ¡Qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi mochila en el suelo, encontré un grano de oro! Entonces, qué amargamente lloré por no haberte tenido corazón para entregarte todo mi trigo. Se me habría convertido en oro.

Cristo pasa a nuestro lado y seguirá tendiendo su mano para que le demos todo, no sólo migajas de nuestra vida, como hizo del mendigo del cuento. Saber verle en el pobre, en el inmigrante, en el que está solo, en el que sufre, en el parado. Sabes escucharle en la oración y recibirle en la Eucaristía.  

   Saber encontrarle en cada ser humano que se cruza en nuestro camino y en cada signo de vida que nos rodea. Saber sobre todo amarle siendo nosotros amor amable, sonriente, acogedor, solidario. No dejemos pasar la oportunidad. Que no nos pase como al mendigo, que luego lo lamentemos.

Aprovechemos este momento de gracia que Dios nos pone en el camino y dejemos que Cristo entre más plenamente en nuestra vida.

32° Domingo del tiempo Ordinario, 14 Noviembre 2021, Ciclo B

 San Marcos  12, 38 - 44

"Esa Pobre Viuda ha Echado Más Que Nadie

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Cristo, Sacerdote: todos nosotros tenemos parte en el único y eterno sacerdocio de Cristo, Hijo de Dios. Precisamente este templo... es el lugar de esta participación. Efectivamente, la parroquia surge y existe, a fin de que todos nosotros tengamos parte en la misión sacerdotal, profética y real (pastoral) de Cristo, como nos enseña el Concilio Vaticano II; para que, ofreciendo junto con El y por El nuestros dones espirituales, podamos entrar con El y por El en el santuario eterno de la Majestad Divina, el santuario que El ha preparado para nosotros como "casa del Padre" (Jn 14, 21).

2.- La Viuda Pobre: esto puede sonar a paradoja, pero esta pobreza esconde en sí una riqueza especial. Efectivamente, rico no es el que tiene, sino el que da. Y da no tanto lo que posee, cuanto a sí mismo. Entonces, él puede dar aun cuando no posea. Aun cuando no posea, es por lo tanto rico. El hombre, en cambio, es pobre, no porque no posea, sino porque está apegado. Esto es, está apegado de tal manera que no se halla en disposición de dar nada de sí. Cuando no está en disposición de abrirse a los demás y darse a sí mismo. En el corazón del rico todos los bienes de este mundo están muertos. En el corazón del pobre, en el sentido en que hablo, aun los bienes más pequeños reviven y se hacen grandes.

3.- Amor a Dios y al Prójimo: nadie es tan pobre que no pueda dar algo. Ningún gesto de bondad carece de sentido delante de Dios, ninguna misericordia permanece sin fruto» (Sermo de jejunio dec. mens., 90, 3). Jesús, hoy, nos dice también a nosotros que el metro para juzgar no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una diferencia entre cantidad y plenitud. Tú puedes tener tanto dinero, pero ser una persona vacía. No hay plenitud en tu corazón.

4.-El Miedo Nuestro:  tenemos miedo de quedarnos sin nada, olvidando que en realidad Dios nos basta. Preferimos confiar en nuestras previsiones más que en el hecho de que Dios es providente (1a lectura). Desatendemos la palabra de Jesús: el que quiera guardar su vida, la pierde; el que la pierde por Él es quién de verdad la gana (Mc 8,35). Y además, lo que tenemos no es nuestro: «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor 4,7).

REFLEXIÓN

   La liturgia del 32º Domingo del Tiempo Ordinario nos habla del verdadero culto que debemos dirigir a Dios. A Dios no le interesan las grandes manifestaciones religiosas o los ritos externos más o menos fastuosos, sino una actitud permanente de entrega en sus manos, de disponibilidad hacia sus proyectos, de acogida generosa de sus desafíos, de generosidad para entregar nuestra vida en beneficio de nuestros hermanos.

   La primera lectura nos ofrece el ejemplo de una mujer pobre de Sarepta, que da de su pobreza y necesidad, está dispuesta a acoger las llamadas, los desafíos y los dones de Dios. La historia de esta viuda que reparte con el profeta los pocos alimentos que tiene, nos garantiza que la generosidad, el compartir y la solidaridad no empobrecen, sino que son portadoras de vida y de vida en abundancia.

   La segunda lectura nos ofrece el ejemplo de Cristo, el sumo sacerdote que entregó su vida a favor de los hombres. Él nos mostró, con su sacrificio, cual es el don perfecto que Dios quiere y que espera de cada uno de sus hijos. Más que dinero u otros bienes materiales, Dios espera de nosotros el don de nuestra vida, al servicio de ese proyecto de salvación que Él tiene para los hombres y para el mundo.

   El Evangelio no habla, a través del ejemplo de otra mujer pobre, de otra viuda, cuál es el verdadero culto que Dios quiere de sus hijos: que ellos sean capaces de ofrecerle todo, en una completa donación, en una pobreza humilde y generosa (que es siempre fecunda), en un despojamiento de sí que brota de un amor sin límites y sin condiciones. Solo los pobres, esto es, aquellos que no tienen el corazón lleno de sí mismos, son capaces de ofrecer a Dios el culto verdadero que Él espera. 

   Jesús, muy observador, destaca la grandeza de esta mujer que ha dado de lo que le falta, no de lo que le sobra, como hacían los fariseos. Y lo ha hecho humildemente, para que nadie se entere, lo ha hecho desde el corazón. Hoy esta viuda pasaría desapercibida en nuestra sociedad actual a la que le gusta exhibir las “obras de caridad” de tantos famosos que de paso se hacen publicidad y que apenas dan una mínima parte de lo que les sobra.

PARA LA VIDA

   Había una vez una rosa roja muy bella, que se creía sin duda la rosa más linda del jardín. Un día se dio cuenta de que la gente miraba de lejos, sin querer acercarse a ella. Observando a su alrededor vio que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que ésa era la causa por la que la gente no se acercaba a verla a ella para maravillarse de su belleza. Indignada ante lo descubierto, la rosa ordenó al sapo que se fuera de allí de inmediato. Y el pobre sapo, muy obediente, acató la orden de la rosa y desapareció del jardín. 

   Así, las personas podían ver y admirar de cerca la hermosura vanidosa de aquella rosa presumida. Un tiempo después, el sapo volvió a pasar por donde estaba la rosa, y se sorprendió al verla totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Entonces le dijo: -Te ves muy mal. ¿Qué te ha pasado? La rosa contestó: - Es que desde que te fuiste de mi jardín las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual. 

   Ahora me muero de tristeza al ver que nadie se detiene a mirar la belleza que en otro tiempo fue la admiración de este jardín. El sapo, con una indisimulada satisfacción, le contestó: - Pues claro, te olvidaste de que era yo quien me comía las hormigas que te amenazaban, y por eso eras la más bella del jardín. Y la rosa, que había aprendido la lección del sapo, le pidió de nuevo que se quedara junto a ella.

   Hoy nos pide Dios mirar al corazón, no a la exterior. Nos pide dejar de ser esa rosa orgullosa y egoísta del cuento que despreció al feo sapo que, sin embargo, era  quien le hacía a ella permanecer bella y hermosa en el jardín. No despreciemos a nadie, todos somos importantes, por pequeño que sea nuestro trabajo, sea en la sociedad o en la Iglesia. Valoremos a las personas por lo que son, no por lo que tienen o exhiben. Demos de corazón, no de lo que nos sobra, sino de lo que nos cuesta.

31° Domingo del tiempo Ordinario, 31 Octubre 2021, Ciclo B

San Marcos  12, 28b - 34

"Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu Prójimo 

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Amar a Dios en el Prójimo: porque todo el que ama al prójimo necesariamente tiene ya en su corazón el amor de Dios. porque hay que buscar a Dios donde habita y Él nos ha dicho que está en el hambriento, en el enfermo, en el marginado.” Tuve hambre y me disteis de comer, estuve enfermo y me visitasteis, estuve preso y me vinisteis a ver.” el amor al prójimo es la piedra de toque para saber si ese amor que decimos tener a Dios es de verdad o “falsa monea”. Porque el amor cristiano, según proclama el mismo Señor Jesús poco antes de su Pasión es que no nos amemos como a nosotros mismos, sino que amemos a los demás como el Señor nos amó hasta dar la vida unos por otros.

2.- Amar sin Esperar Nada: se trata de amar, no como yo me amo, sino a la medida del amor con que Jesús nos amó. Jesús asoció el mandamiento del amor a Dios con el mandamiento del amor al prójimo, y los presentó como inseparables. El amor total de Dios nos capacita para amarnos a nosotros mismos y a nuestro prójimo. El amor no es un sentimiento, es una decisión. Al decidir amar a una persona se decide honrarla con actos de amor sin importar nuestros sentimientos.

2.- Dios: nos invita a volcarnos con el de arriba y con el de abajo; a sonreír al guapo y al feo; a ayudar al que me cae bien y al que me cae mal; a perdonar al que está lejos y al que tengo cerca; a entregarme con el alegre y con el triste; con el pobre y con el rico

4.- El Hombre: para nosotros es imposible amar a Dios de todo corazón y menos posible amar a otros, si nos falta la fe.  Por tanto, es muy importante aceptar que Dios nos ama de todo corazón y sin condiciones.  El amor de Dios no depende de nuestra fidelidad a la ley.  El amor de Dios no se gana por nuestra bondad.  El amor de Dios es un don gratuito que está disponible para nosotros a pesar de lo que hagamos o dejemos de hacer.  Esta fe en el amor de Dios es la base de nuestro compromiso y nuestro deseo de vivir en relación con Dios. 

 REFLEXIÓN

   La liturgia del Domingo 31 del Tiempo Ordinario nos habla de que el amor está en el centro de la experiencia cristiana. El camino de la fe que, día a día, estamos invitados a recorrer, se resume en el amor a Dios y en el amor a los hermanos, dos vertientes que no se excluyen, sino que más bien se complementan. 

   La primera lectura nos presenta el inicio del “Shema Israel”, la solemne proclamación de fe que todo israelita debe hacer diariamente. Es una afirmación de la unicidad de Dios y una invitación a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.

   La segunda lectura nos presenta a Jesucristo como el sumo sacerdote que vino al mundo para realizar el proyecto salvador del Padre y para ofrecer su vida en donación de amor a los hombres. Cristo, con su obediencia al Padre y con su entrega a favor de los hombres, nos dice cual es la mejor forma de expresar nuestro amor a Dios.

   El Evangelio nos dice, de forma clara e incuestionable, que toda experiencia de fe del discípulo de Jesús se resume en el amor, amor a Dios y amor a los hermanos. Los dos mandamientos no pueden separarse: “amar a Dios” es cumplir su voluntad y establecer con los hermanos relaciones de amor, de solidaridad, de compartir, de servicio, hasta la donación total de la vida. Todo lo demás es explicación, desarrollo, aplicación a la vida práctica de esas dos coordenadas fundamentales de la vida cristiana.

Tal vez el desafío mas grande que tenemos es acercarnos humildemente a Dios, implorando la fe- fe en el amor de Dios para nosotros, fe en la capacidad de Dios de dar sin reserva, fe en el deseo de Dios de estar en relación con nosotros.  Solamente cuando aceptamos este misterio será posible abrirnos al amar a Dios y tratar de extender este amor a los demás.

” El gran desafío del cristiano es “estar en el mundo sin ser del mundo…” Amar a Dios con todo lo que somos es unirse tan íntimamente a Él que nadie podrá apartarnos de su amor.

PARA LA VIDA

Un joven - de buena posición social - comenzó a salir con una joven artista. Esta relación era cada más íntima y el joven estaba considerando la posibilidad de un futuro matrimonio. Pero como era muy precavido contrató a un detective privado para investigar a la joven y asegurarse de que no había ni otros hombres, ni otros hijos, ni ninguna deuda, ni nada oscuro en el armario de su vida. El detective desconocía esta relación. Sólo le dieron el nombre de la joven a investigar. Durante meses siguió las andanzas de la joven y, al final de su investigación, entregó el siguiente informe. Es una joven encantadora, honrada, y muy decente. Sólo hay una cosa que reprocharle. Últimamente sale con un joven -de muy buena posición social- que es de carácter dudoso y de una reputación más que sospechosa. El que quería saber salió investigado.

Uno cree que el amor es algo espontáneo y por consiguiente algo que no necesita ser enseñado y que no puede ser aprendido. Al fin y al cabo, nadie nos enseñó que nos tenían que gustar los helados, ni nadie nos explicó que era delicioso tomar agua fresca cuando se tiene mucha sed. ¿por qué, en cambio, el amor debe ser enseñado? ¿Por qué sucede que lo que nace espontáneamente de nosotros al amar no es siempre genuino amor? Hay varias respuestas. Una, es que el amor necesita encontrar su objeto o centro propio. Uno puede centrar toda su capacidad de amor en algo que finalmente va a resultar engañoso o perjudicial. Alguien perdidamente enamorado del alcohol va camino de autodestruirse, por ejemplo. Antes de que algo así suceda es preciso que alguien nos abra los ojos y que nos haga ver que hemos sido creados para otros amores, para mejores amores.