33° Domingo del tiempo Ordinario, 14 Noviembre 2021, Ciclo B

 San Marcos  13, 24 - 32

"Reunirá a sus Elegidos de los Cuatro Viento

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Cielo: el cielo y la tierra pasarán, pero nosotros no pasaremos en tanto en cuanto vivamos espiritualmente en comunión con Dios, en comunión con su hijo Jesucristo. Vivir en comunión con Cristo es tratar de identificarnos con él, aceptarle como nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Es el espíritu, el espíritu de Cristo, el que debe vivir dentro de nosotros, dirigiendo y gobernando todo nuestro ser y todo nuestro obrar. La persona que vive en comunión con Cristo, aunque pase su cuerpo terreno y mortal, él, la persona humana en cuanto tal, no pasará porque su espíritu participa del espíritu de Cristo, del espíritu de Dios, que es eterno en sí mismo. Tratemos, pues, de vivir siempre según el espíritu de Cristo y así nosotros seremos también eternos, como es eterno el mismo Cristo, el mismo Dios.

2.-La Muerte: unos para la vida eterna, otros para la ignominia perpetua…Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad. Es muy difícil en esta vida ser sabios y justos, pero esa es nuestra tarea y nuestro empeño. Vivir en este mundo, que es muchas veces tan injusto y tan necio, como sabios y justos, debe ser la aspiración de toda persona y más especialmente si somos cristianos. Esforcémonos en conseguirlo.

3.- El Juicio para la Salvación: El Hijo del Hombre, vendrá a salvar y no a condenar. El juicio será para la salvación no para la condenación. Cristo ofreció su vida por nuestros pecados de una vez para siempre. Desde entonces introdujo el perdón de los pecados, como regalo perpetuo que Dios nos hace. Los sabios según Dios y aquellos que enseñaron y practicaron la justicia brillarán por toda la eternidad. Una vez más constatamos que Dios está a favor nuestro, que cuenta con nosotros para construir el Reino de Dios ya desde ahora. El futuro que nos aguarda no es terrible, sino gratificante y feliz.

4.- Estar Preparados: «El día y la hora nadie lo sabe». Dios ha ocultado el momento y también este hecho forma parte de su plan infinitamente sabio y amoroso. No es para sorprendernos, como si buscase nuestra condenación. Lo que busca es que estemos vigilantes, atentos, «para que ese día no nos sorprenda como un ladrón» (1Tes 5,4). No se trata de temor, sino de amor. Es una espera hecha de deseo, incluso impaciente. El verdadero cristiano es el que «anhela su venida» 

REFLEXIÓN

   La liturgia del Domingo 33 del Tiempo ordinario nos presenta, fundamentalmente, una invitación a la esperanza; a confiar en ese Dios libertador, Señor de la historia, que tiene un proyecto de vida definitiva para los hombres. Como dicen nuestros textos, Él va a cambiar la noche del mundo en la aurora de una vida sin fin.

   La primera lectura anuncia a los creyentes perseguidos y desanimados la llegada inminente del tiempo de la intervención liberadora de Dios para salvar al Pueblo fiel. Esta es la esperanza que debe sostener a los justos, llamados a permanecer fieles a Dios, a pesar de la persecución y de la prueba. Su constancia y fidelidad serán recompensadas con la vida eterna.

    La segunda lectura recuerda que Jesús vino al mundo para hacer realidad el proyecto de Dios en el sentido de liberar al hombre del pecado y de insertarlo en una dinámica de vida eterna. Con su vida y con su testimonio, nos enseñó a vencer el egoísmo y el pecado y a hacer de la vida un don de amor a Dios y a los hermanos. Ese es el camino del mundo nuevo y de la vida definitiva.

   En el Evangelio, Jesús nos garantiza que, en un futuro sin fecha determinada, el mundo viejo del egoísmo y del pecado caerá y que, en su lugar, Dios va a hacer aparecer un mundo nuevo, de vida y de fidelidad sin fin. A sus discípulos, Jesús les pide que estén atentos a los signos que anuncian esa nueva realidad y disponibles para acoger los proyectos, las llamadas y los desafíos de Dios. «Que nadie pretenda conocer el último día, es decir, cuándo ha de llegar. 

   Pero estemos todos en vela mediante una vida recta, para que nuestro último día particular no nos halle desprevenidos, pues de la forma como haya dejado el hombre su último día, así se encontrará en el último del mundo. Serán las propias obras las que eleven u opriman a cada uno... ¿Quién ignora que es una pena tener que morir necesariamente y, lo que es peor, sin saber cuándo? La pena es cierta e incierta la hora; y, de las cosas humanas, solo de esta pena tenemos certeza absoluta» (Sermón 97,1-2). 

PARA LA VIDA

   Iba yo pidiendo de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció de lejos, como un sueño. Y yo me preguntaba maravillado quién sería aquel rey de reyes. Mis esperanzas volaron hacia el cielo, y pensé que mis días malos de habían acabado. Y me quedé esperando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se detuvo a mi lado, me miraste y bajaste corriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. 

   Y de pronto, tú me tendiste la mano derecha diciéndome: - ¿Puedes darme alguna cosa? - ¡Ah, qué ocurrencia de tu realeza, pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Saqué entonces despacio de mi mochila y granito de trigo y te lo di... ¡Qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi mochila en el suelo, encontré un grano de oro! Entonces, qué amargamente lloré por no haberte tenido corazón para entregarte todo mi trigo. Se me habría convertido en oro.

Cristo pasa a nuestro lado y seguirá tendiendo su mano para que le demos todo, no sólo migajas de nuestra vida, como hizo del mendigo del cuento. Saber verle en el pobre, en el inmigrante, en el que está solo, en el que sufre, en el parado. Sabes escucharle en la oración y recibirle en la Eucaristía.  

   Saber encontrarle en cada ser humano que se cruza en nuestro camino y en cada signo de vida que nos rodea. Saber sobre todo amarle siendo nosotros amor amable, sonriente, acogedor, solidario. No dejemos pasar la oportunidad. Que no nos pase como al mendigo, que luego lo lamentemos.

Aprovechemos este momento de gracia que Dios nos pone en el camino y dejemos que Cristo entre más plenamente en nuestra vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario