San Juan 14,23-29
“La Paz os Dejo, mi Paz os Doy”
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.- Paz: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No sólo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu, recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz. No es una paz cualquiera. Es la paz del mismo Dios. Por eso les dice: «No os la doy yo como la da el mundo». La paz de Jesús no se logra con firmas, o con estrategias inspiradas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Esa es la paz que han de contagiar siempre que lleguen a un lugar. Lo primero que difundirán al anunciar el reino de Dios para abrir caminos a un mundo más sano y justo. Nunca han de perder esa paz. Jesús insiste: “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”
2.- Espíritu Santo: «El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Esta es la promesa de Jesús. Del Espíritu no habría que hablar mucho. Es mejor desearlo, esperarlo en oración anhelante, invocarlo y dejamos penetrar, reanimar y conducir por Él. Ven Espíritu Santo. Sin Ti, nuestra lucha por la vida termina sembrando muerte, nuestros esfuerzos por encontrar felicidad acaban en egoísmo amargo e insatisfecho.
3.- Tranquilidad: ven a alegrar nuestro mundo tan sombrío. Ayúdanos a imaginarlo mejor y más humano. Ábrenos a un futuro más fraterno, limpio y solidario. Entra hasta el fondo de nuestras almas. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando Tú no envías tu aliento. Ven Señor y dador de vida. Pon en los hombres gozo, fuerza y consuelo, en sus grandes y pequeñas decisiones, en sus miedos, luchas, esperanzas y temores. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer en Ti como ternura y cercanía personal de Dios, como fuerza y como gracia que puede conquistar nuestro interior y dar vida a nuestra vida.
REFLEXIÓN
El Evangelio nos habla hoy de la Paz, como prolongación del precioso regalo del amor, que el domingo pasado nos lo dio como mandamiento nuevo. La paz de Dios no hay que confundirla con cualquier cosa. No es una ausencia de conflictos y tensiones. Tampoco una sensación de bienestar o una búsqueda de tranquilidad interior.
Según el Evangelio de Juan, es el gran regalo de Jesús, la herencia que ha querido dejar para siempre en sus seguidores. Así dice Jesús: Os dejo la paz, os doy mi paz, sin duda, recordaban lo que Jesús había pedido a sus discípulos al enviarlos a construir el reino de Dios: En la casa en que entréis, decid primero: paz a esta casa. Para humanizar la vida, lo primero es sembrar paz, no violencia; promover respeto, diálogo y escucha mutua, no imposición, enfrentamiento y dogmatismo.
¿Por qué es tan difícil la paz? ¿Por qué volvemos una y otra vez al enfrentamiento y la agresión mutua? Hay una respuesta primera, tan elemental y sencilla, que nadie la toma en serio: sólo quienes poseen a Dios en sus corazones, conoce la paz y pueden ponerla al servicio de los demás y de la sociedad.
Con un corazón lleno de resentimiento, intolerancia, solo se moviliza por impulsos odiosos e intereses egoístas, pero no es posible aportar verdadera paz a la convivencia. No se ayuda a acercar posturas y a crear un clima amistoso de entendimiento, mutua aceptación y diálogo.
No es difícil señalar algunos rasgos de la persona que lleva en su interior la paz de Cristo. Busca siempre el bien de todos, no excluye a nadie, respeta las diferencias, no alimenta la agresión, fomenta lo que une, nunca lo que nos enfrenta.
Se puede caminar con ojos suficientemente tranquilos para contemplar la vida con sus destellos de bondad y sus tragedias, y descubrir a Dios en el rostro cansado de la gente y el agobio y la insatisfacción de tantos.
Jesús nos da su paz, ésa que el mundo no puede dar. Sólo necesitamos abrir los cerrojos de nuestros corazones.
PARA LA VIDA
Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas. La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban.
Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta. La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico.
Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en su nido...- ¿Paz perfecta...?- ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora? El Rey escogió la segunda.- ¿Sabes por qué? Explicó el rey: 'Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz'.