7° Domingo Pascua, La Ascensión del Señor, 24 de Mayo 2020, Ciclo A

San Mateo 28, 16 - 20

"¿Qué Hacéis Ahí Mirando al Cielo?"


Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.- La Ascensión: Cristo resucitado asciende al Cielo. De este modo, las puertas del Cielo han quedado abiertas para que cada uno de nosotros, cuando nos toque, podamos también entrar en él. Por medio de Cristo, nuestra naturaleza está ya en el Cielo, y un día, también nosotros estaremos allí. Esta es nuestra esperanza cristiana, y este es el motivo del gozo inmenso de los discípulos que fueron testigos de la Ascensión del Señor y también de nuestra alegría. 
2.- Nuestra Misión:  ahora viene nuestra tarea. Aquello que hemos visto, que hemos experimentado en nuestra propia vida cristiana y que celebramos cada domingo en la Eucaristía, no podemos quedárnoslo para nosotros mismos. Es necesario que contemos a los demás lo que hemos visto y oído. Somos testigos del Señor. Ésta es la misión de la Iglesia y también de cada uno de nosotros: dar testimonio de la Resurrección de Cristo. 
3.- Nuestro Servicio: la Iglesia somos todos los cristianos, luego todos tenemos que implicarnos más en la defensa de la dignidad del ser humano, de la vida, de la paz, de la justicia. La Eucaristía es el sacramento del servicio…a Dios y al hermano. Para poder ascender hay que descender primero. Para llegar a Dios hay que acoger al hermano.
4.- El Camino:  primero estar al lado de hermano que sufre, del hermano que pasa dificultades, del hermano solo y abandonado. Sólo así podrá ascender. Mira a la cruz: ves en ella un brazo vertical que se eleva hacia el cielo, pero también tiene un brazo horizontal que mira a la tierra. Si quieres seguir el ejemplo de Jesús asume la cruz, pero con los dos brazos, mirando al hermano y acogiéndote a la gracia y al amor que Dios te brinda. Él no vino a servirse de los hombres, sino a servir y dar su vida. 
REFLEXIÓN
   Con la alegría de la Pascua, hemos llegado al séptimo domingo, en el que celebramos la Solemnidad de la Ascensión de Jesús a los cielos. El que descendió del cielo, encarnándose en las entrañas virginales de María, a los cuarenta días de haber resucitado, subió a los cielos, y allí está, a la diestra de Dios Padre, intercediendo por nosotros. El Papa Francisco, comentando esta fiesta, dijo que así contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad.
   Al contemplar, meditar y celebrar el misterio de la Ascensión de Jesús al cielo, no nos podemos quedar, ni en el simple recuerdo, ni en la sola admiración personal. De todos los misterios de la vida del Señor se pueden y deben sacar compromisos personales y comunitarios. Y el primero puede ser éste: fomentar la esperanza y la lucha para ir al cielo, en donde, como dice el Apocalipsis, ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto ni lágrimas, porque todo eso es propio del vivir en la tierra, pero no del vivir en el cielo junto a Dios. En el cielo ya todo será felicidad, alegría, gozo y Pascua eterna: ni ojo alguno vio, ni oreja oyó, ni pasaron a hombre por pensamiento las cosas que tiene Dios preparadas para aquellos que le aman, escribía el apóstol San Pablo.
   No puede olvidarse, sin embargo, que para entrar en el cielo hay que morir en gracia y amistad con Dios, sin pecado mortal, y purificados. Así lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es". 
PARA LA VIDA
Una vez apareció sobre los muros y en el periódico de la ciudad un extraño anuncio fúnebre: “Con profundo dolor comunicamos la muerte de la parroquia de santa Eufrosia. Los funerales tendrán lugar el domingo a las 11 de la mañana. Naturalmente que el domingo había en la iglesia de santa Eufrosia un gentío inmenso, como nunca se había visto. No había un sitio libre, ni siquiera de pie. Ante el altar mayor se alzaba un catafalco con un ataúd de madera oscura. El párroco pronunció un sermón sencillo: Creo que nuestra parroquia no puede ni reanimarse ni resucitar; pero, dado que casi todos estamos aquí, quiero probar una última tentativa. Para ello me gustaría que todos pasaran ante el ataúd, a ver por última vez a la difunta. Desfilen, por favor, uno por uno en fila india. Una vez visto el cadáver, pueden salir por la puerta de la sacristía. Después, el que lo desee, podrá entrar de nuevo por el portón, para la Misa. El párroco abrió el ataúd. Todos preguntaban curiosos: ¿Quién estará ahí dentro? ¿Quién será el verdadero muerto? Comenzó el lento desfile. Uno tras otro iba asomándose al ataúd y miraba dentro, luego salía de la iglesia, Salían silenciosos y confundidos. Porque todos los que deseaban ver el cadáver de santa Eufrosia y miraban en el ataúd veían en un espejo colocado al fondo de la caja su propio rostro.
Los males de nuestra Iglesia, parroquias, comunidades, son el reflejo de nuestros propios males personales como cristianos. Pero más que nunca, aunque parezca lo contrario, los cristianos son observados y sin duda que en el fondo mucha parte de la sociedad lamenta que los cristianos se cansen de vivir, profundizar y testimoniar su fe en medio del mundo.

6° Domingo Pascua, 17 de Mayo 2020, Ciclo A

San Juan 14, 15 - 21

"Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito"


Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 
1.- El Anuncio: el resultado de la predicación es la alegría, ante el resultado de la predicación. Las manos, junto con la palabra, son uno de los medios más expresivos del lenguaje del hombre. El gesto de poner las manos sobre la cabeza significa transmitirle a otro algo que pertenece o está relacionado con la propia personalidad del que lo impone. El sacramento de la confirmación hoy compromete al que lo recibe a mantener a Cristo vivo y operante en nuestro mundo.
2. Nuestra Esperanza: ¿qué debemos entender por "dar razón de nuestra esperanza"? Dar razón de la esperanza es mostrar que esperamos con paciencia en situaciones desesperadas y en la misma muerte. El que quiera dar razón de la esperanza, lo ha de hacer siempre con mansedumbre, pues la agresividad no puede ser nunca señal de la esperanza, sino del miedo. Esto nos obliga a decirlo todo y a practicarlo todo, sin mutilar el evangelio, ni avergonzarse de él.
3.- Jesús nos Acompaña: Jesús no nos deja solo en la tarea de anuncia la Buena Noticia de su amor. Nos envía el Espíritu Santo para fortalecernos. La palabra "paráclito" es un término jurídico para designar al abogado defensor. Con su ayuda es posible vivir desde el amor y mantener nuestra esperanza.
4.- El Amor: el que pretender amar a Cristo y no vivir según el espíritu de Cristo es una contradicción. Porque amar a Cristo es comulgar con Cristo, vivir en continua comunión espiritual con él, guardar sus mandamientos. Quien dice que ama a Cristo y no guarda sus mandamientos es un mentiroso. Y no olvidemos que el amor a Cristo sólo es completo si incluye el amor al prójimo. 
REFLEXIÓN 
   Se realizan hoy para nosotros, de modo muy particular, las palabras que dicen: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo» (Is 9, 2). En efecto, a la alegría de celebrar la Eucaristía en el día del Señor, se suman el júbilo espiritual del tiempo de Pascua, que ya ha llegado al sexto domingo...
La primera lectura, tomada del capítulo octavo de los Hechos de los Apóstoles, narra la misión del diácono Felipe en Samaria. Quiero atraer inmediatamente la atención hacia la frase con que se concluye la primera parte del texto: «La ciudad se llenó de alegría» (Hch 8, 8).
En el pasaje evangélico encontramos este misterioso «movimiento» trinitario, que lleva al Espíritu Santo y al Hijo a habitar en los discípulos. Aquí es Jesús mismo quien promete que pedirá al Padre que mande a los suyos el Espíritu, definido «otro Paráclito» (Jn 14, 16), término griego que equivale al latino ad-vocatus, abogado defensor. En el momento en que Cristo, cumplida su misión, vuelve al Padre, el Padre envía al Espíritu como Defensor y Consolador, para que permanezca para siempre con los creyentes, habitando dentro de ellos.  
   Así, entre Dios Padre y los discípulos se entabla, gracias a la mediación del Hijo y del Espíritu Santo, una relación íntima de reciprocidad: «Yo estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros», dice Jesús (Jn 14, 20). Pero todo esto depende de una condición, que Cristo pone claramente al inicio: «Si me amáis» (Jn 14, 15), y que repite al final: «Al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él» (Jn 14, 21).  
PARA LA VIDA 
   En un pueblo lejano, el rey convocó a todos los jóvenes a una audiencia privada con él, en dónde les daría un importante mensaje.  Muchos jóvenes asistieron y el rey les dijo: "Os voy a dar una semilla diferente a cada uno de vosotros, al cabo de 6 meses deberán traerme en una maceta la planta que haya crecido, y el que tenga la planta más bella ganará la mano de mi hija, y por ende el reino".  Así se hizo, pero un joven plantó su semilla y ésta no germinaba; mientras tanto, todos los demás jóvenes del reino no paraban de hablar y mostrar las hermosas plantas y flores que habían sembrado en sus macetas. 
   Llegaron los seis meses y todos los jóvenes desfilaban hacia el castillo con hermosísimas y exóticas plantas. El joven estaba demasiado triste pues su semilla nunca germinó, ni siquiera quería ir al palacio, pero razonó que debía ir, pues era un participante y debía estar allí.  Con la cabeza baja y muy avergonzada, se condujo hacia el palacio, con su maceta vacía. Todos los jóvenes hablaban de sus plantas, y al ver a nuestro amigo soltaron en risa y burla; en ese momento el alboroto fue interrumpido por el ingreso del rey, todos hicieron su respectiva reverencia mientras el rey se paseaba entre todas las macetas admirando las plantas. 
   Finalizada la inspección hizo llamar a su hija, y llamó de entre todos al joven que llevó su  maceta vacía;  atónitos, todos esperaban la explicación de aquella acción.  El rey dijo entonces: "Este es el nuevo heredero del trono y se casará con mi hija, pues a todos se les dio una semilla infértil, y todos trataron de engañarme plantando otras plantas; pero este joven tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincero, real y valiente, cualidades que un futuro rey debe tener y que mi hija merece".

5° Domingo Pascua, 10 de Mayo 2020, Ciclo A

San Juan 14, 1-12

Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida"


Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.-El Padre: no le ha visto nadie, excepto aquel que vive con el Padre, Cristo Jesús. si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Nadie va al Padre sino por mí. Y lo que decimos del conocer, lo decimos también del ser: el que tiene el espíritu de Cristo tiene el espíritu de Dios. Por tanto, nuestra tarea mientras vivimos en este mundo es conocer a Cristo y vivir según el espíritu de Cristo. Si hacemos esto, conocemos a Dios y vivimos en Dios.
2.-Las Piedras Vivas: un cristiano es piedra viva del templo del Espíritu cuando vive y actúa con el Espíritu de Cristo. Cristo es la piedra viva que desecharon los constructores, pero que Dios Padre escogió como piedra angular. Si nosotros vivimos en Cristo, participamos automáticamente del templo del Espíritu de Cristo. Y no olvidemos que el Espíritu de Cristo es espíritu de amor, humildad y verdad.
3.-El Camino: todo hombre sigue un camino u otro. Todo hombre busca encontrar la verdad. Y todo hombre desea, en fin, que su vida no termine para siempre. A esos tres profundos anhelos del hombre da Jesús respuesta. El Camino a seguir, La Verdad a encontrar, la Vida que no se pierde, están al alcance de nuestra mano. Elegirlos o rechazarlos es cosa nuestra. Cuando el hombre pregunta por el camino está preguntando por el sentido y meta de su existencia.
4.-La Iglesia: seguir el camino de Jesús no es fácil. Hay limitaciones internas: nuestro propio egoísmo y las debilidades que nos desvían del camino. No obstante, nos dice San Agustín que “es mejor ser cojo en el camino, que un atleta fuera de él”. La vida es una lucha en la que no estamos solos, Dios está siempre a nuestro lado.
REFLEXIÓN 
   En nuestra celebración eucarística acaba de resonar la palabra del mismo Cristo que, hoy como ayer, sigue diciéndonos: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Su voz es siempre actual, porque Él vive resucitado y presente entre nosotros. Sus palabras nos infunden luz y esperanza para seguir el camino de la vida. En efecto, Dios nuestro Padre, por medio de su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo, «movido de amor, habla a los hombres como a amigos» (Dei Verbum, 2).
   Cristo es la revelación personal de Dios. No solamente nos habla de Dios, su Padre, sino que se nos presenta como la revelación plena del Padre.
   El camino por el cual Cristo nos conduce al Padre pasa a través de todo lo que El mismo hace y dice. Es decir, pasa por el evangelio, que es su palabra viva y siempre actual. Pasa principalmente a través de todo lo que Cristo es: nuestra Pascua, nuestro «paso» de la Cruz a la Resurrección, nuestro paso a la Verdad y a la Vida, que es el mismo Dios. «Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6).
   El anuncio de la Palabra de Dios hace surgir generación tras generación, nuevas «piedras vivas», con las cuales se construye el pueblo de Dios que es la Iglesia. En el marco propio de la acción evangelizadora, los esposos cristianos han de sentirse llamados a una mayor santidad de vida en fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia.
   Dirijámonos a Jesús. Sólo Él es el camino que conduce a la felicidad eterna, la verdad que satisface los deseos más profundos de todo corazón, y la vida trae siempre nuevo gozo y esperanza, para nosotros y para todo el mundo.
PARA LA VIDA
   Murió un hombre y San Pedro le hizo de anfitrión y le enseñó las distintas estancias del cielo. ¿Qué hay en esa estancia? Preguntó el hombre señalando un grupo muy serio y solemne que cantaba el más puro y sublime gregoriano. “Esa es la estancia de la Iglesia Católica de Roma”. Son muy serios y reprimidos. ¿Y los de esa habitación? Preguntó señalando un grupo de bailarines medio desnudos que giraban sus caderas y daban grandes gritos. 
   “Ese es un grupo de Bali”, le dijo San Pedro. Un grupo muy vivo y bullanguero. Bailan mientras rezan y alaban a Dios. ¿Y los de ese gran salón? Ese grupo de personas rapadas que meditan al son de un gong son un grupo zen. Son muy tranquilos. San Pedro, antes de continuar la gira, le dijo: Cuando pasemos delante de esa sala, por favor, no haga ni el más mínimo ruido. ¿Por qué? Le preguntó el hombre. 
   “En esa sala hay un grupo de cristianos fundamentalistas y creen que ellos son los únicos habitantes del cielo. Se molestarían si descubrieran que hay otros muchos grupos. “En la casa de mi Padre hay muchas moradas…y me voy a prepararos un sitio”. 
   En la cómica anécdota, reflejo de la realidad en que vivimos, muchas iglesias cristianas, muchas religiones, todas con sus credos y sus dioses y todas con la misma promesa: un final feliz para sus seguidores. No cabe duda de que cada creyente piensa que está en la religión verdadera. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”, le dijo el Señor a Tomás.

4° Domingo Pascua, 3 de Mayo 2020, Ciclo A


San Juan 10, 1 - 10

 "Yo Soy la Puerta de las Ovejas"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 


1.- El Pastor: Es aquél que llama por su nombre a las ovejas y camina delante de ellas y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. El pastor debe ir a veces adelante—, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados».
2.-El Rebaño: somos todos nosotros, tiene como casa un redil que sirve como refugio, donde las ovejas viven y descansan después de las fatigas del camino. Y el redil tiene un recinto con una puerta, donde hay un guardián. Al rebaño se acercan distintas personas: está quien entra en el recinto pasando por la puerta y quien «sube por otro lado» (v. 1).
3.-La Puerta: si uno entra por mí, estará a salvo» (v. 9), es decir tendrá vida y la tendrá en abundancia (cf. v. 10). Cristo, Buen Pastor, se ha convertido en la puerta de la salvación de la humanidad, porque ha ofrecido la vida por sus ovejas. Jesús, pastor bueno y puerta de las ovejas, es un jefe cuya autoridad se expresa en el servicio, un jefe que para mandar dona la vida y no pide a los otros que la sacrifiquen.
4.-El Llamado: en todos los continentes, las comunidades eclesiales imploran al unísono del Señor numerosas y santas vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y misionera, y al matrimonio cristiano, y meditan sobre el tema: «Las vocaciones al servicio de la Iglesia-misión». Oremos también para que sea cada vez mayor el número de quienes deciden vivir radicalmente el Evangelio mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia: hombres y mujeres que desempeñan un papel primario en la evangelización.

REFLEXIÓN

El evangelista Juan nos presenta, en este IV domingo del tiempo pascual, la imagen de Jesús Buen Pastor. Contemplando esta página del Evangelio, podemos comprender el tipo de relación que Jesús tenía con sus discípulos: una relación basada en la ternura, en el amor, en el conocimiento recíproco y en la promesa de un don inconmensurable: «Yo he venido —dice Jesús— para que tengan vida y la tengan en abundancia» ( Jn 10, 10). Tal relación es el modelo de las relaciones entre los cristianos y de las relaciones humanas.
También hoy, como en tiempos de Jesús, muchos se proponen como «pastores» de nuestras existencias; pero sólo el Resucitado es el verdadero Pastor que nos da la vida en abundancia. Es una invitacón a todos a tener confianza en el Señor que nos guía. Pero no sólo nos guía: nos acompaña, camina con nosotros. Escuchemos su palabra con mente y corazón abiertos, para alimentar nuestra fe, iluminar nuestra conciencia y seguir las enseñanzas del Evangelio.
La Iglesia necesita pastores buenos. Mas, en los tiempos presentes que nos ha tocado vivir, en muchas partes del mundo hay crisis fuerte de vocaciones para el sacerdocio. Es lo que está ocurriendo también en nuestra diócesis. Si esta crisis existe, no es porque Cristo no siga llamando a jóvenes y niños a que vayan al seminario. Es más bien, porque debido a causas varias no hay respuestas suficientes. Alguien ha escrito que, más que crisis de vocaciones, lo que hay es crisis de respuestas. Sea lo que fuere, el hecho es que, por desgracia, el sacerdote es un bien escaso en muchas diócesis.
Hoy es un buen día para rezar por las vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y por las vocaciones nativas. También lo es para sacar el compromiso de hacerlo durante todo el año.

PARA LA VIDA
Cuenta una hermosa leyenda que dos hermanos soñaban con ser artistas. Como no podían costearse los estudios, un domingo, al salir de la iglesia, se jugaron a cara o cruz su destino. Ganó Alberto Durero que se fue a estudiar a Nuremberg mientras su hermano, el perdedor, se puso a trabajar en las minas para pagar los estudios de su hermano. Alberto fue a estudiar y triunfó y se convirtió en un pintor famoso. Ahora su hermano podría cumplir su sueño de ser un gran pianista, pero sus manos destrozadas en la mina ya no servían para nada. Sacrificó su vida para que su hermano tuviera una vida gloriosa y abundante.
Jesús nos conoce a cada uno de nosotros por el nombre, conoce nuestras debilidades, quiere sanar nuestras heridas y darnos la verdadera libertad. “Mi yugo es suave y mi carga ligera”, no quiere agobiarnos sino que tengamos vida abundante. Nosotros tenemos que conocer al Buen Pastor y tenemos que conocer a los hermanos que celebramos juntos al mismo Pastor y juntos nos alimentamos en los mismos pastos de oración y comunión.
Yo soy el buen pastor. Yo soy la puerta, quien entra por mí se salvará. Yo soy la puerta de entrada a la casa del Padre. Yo soy la puerta a la plenitud de la vida. Yo soy la puerta del banquete y de la fiesta. Yo soy la puerta. Entren por ella y encontrarán seguridad, y salgan por ella hacia los verdes pastos de la vida.

3° Domingo Pascua, 26 de Abril 2020, Ciclo A

San Lucas 24, 13 - 35

 "Lo Reconocieron al Partir el Pan"


Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 
1.-El Camino: es un volver atrás; es alejarse de la dolorosa experiencia del Crucificado. en la oscuridad de la noche más negra, en la desesperación más angustiosa, Jesús se acerca a los dos discípulos y los acompaña en su camino para que descubran que él es «el camino, la verdad y la vida» ( Jn 14,6). Jesús trasforma su desesperación en vida, porque cuando se desvanece la esperanza humana comienza a brillar la divina: «Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios» ( Lc 18,27; cf. 1,37).
 2.-La Muerte: de Cristo era la muerte de todo lo que ellos pensaban que era Dios. De hecho, los muertos en el sepulcro de la estrechez de su entendimiento. Cuantas veces el hombre se auto paraliza, negándose a superar su idea de Dios, de un dios creado a imagen y semejanza del hombre; cuantas veces se desespera, negándose a creer que la omnipotencia de Dios no es la omnipotencia de la fuerza o de la autoridad, sino solamente la omnipotencia del amor, del perdón y de la vida.
3.-La Resurrección: cuando el hombre toca fondo en su experiencia de fracaso y de incapacidad, cuando se despoja de la ilusión de ser el mejor, de ser autosuficiente, de ser el centro del mundo, Dios le tiende la mano para transformar su noche en amanecer, su aflicción en alegría, su muerte en resurrección, su camino de regreso en retorno a Jerusalén, es decir en retorno a la vida y a la victoria de la Cruz (cf. Hb 11,34).
4.-La Vida: bienaventurados los que crean sin haber visto» ( Jn 20,29 y cf. 20,17). La Iglesia debe saber y creer que él está vivo en ella y que la vivifica con la Eucaristía, con la Escritura y con los Sacramentos. Los discípulos de Emaús comprendieron esto y regresaron a Jerusalén para compartir con los otros su experiencia. «Hemos visto al Señor [...]. Sí, en verdad ha resucitado» (cf. Lc 24,32). 
REFLEXIÓN 
   El Evangelio de este Domingo, que es el tercer Domingo de Pascua, es el de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Estos eran dos discípulos de Jesús, los cuales, tras su muerte y pasado el sábado, dejan Jerusalén y regresan, tristes y abatidos, hacia su aldea, llamada precisamente Emaús. A lo largo del camino Jesús resucitado se les acercó, pero ellos no lo reconocieron. Viéndoles así tristes, les ayudó primero a comprender que la pasión y la muerte del Mesías estaban previstas en el designio de Dios y anunciadas en las Sagradas Escrituras; y así vuelve a encender un fuego de esperanza en sus corazones.
   El camino de Emaús se convierte así en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la misa dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones... La vida a veces nos hiere y nos marchamos tristes, hacia nuestro «Emaús», dando la espalda al proyecto de Dios. Nos alejamos de Dios.
   Pero nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos explica las Escrituras y vuelve a encender en nuestros corazones el calor de la fe y de la esperanza, y en la Comunión nos da fuerza. Palabra de Dios, Eucaristía. Leer cada día un pasaje del Evangelio. Recordadlo bien: leer cada día un pasaje del Evangelio, y los domingos ir a recibir la comunión, recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús: acogieron la Palabra; compartieron la fracción del pan, y, de tristes y derrotados como se sentían, pasaron a estar alegres. La Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría.
PARA LA VIDA
   Juana era una niña que no veía bien. Pero nadie, ni siquiera ella, se había dado cuenta. Juana pensaba que todas las cosas eran borrosas porque era como ella las veía.No sabía que los otros niños podían ver mucho más lejos que ella. Pensaba que todo el mundo veía las cosas como ella. A medida que iba creciendo  su madre empezó a preguntarse porqué se sentaba tan cerca de la televisión. Su abuelo observó que cuando leía un libro se lo tenía que poner cerca de la cara. 
   Cuando fue a la escuela la maestra constató que no veía bien las palabras de la pizarra. Finalmente todos comenzaron a decir: "Juana necesita gafas". Con sus nuevas gafas, Juana vio que no todo era borroso, los colores eran más brillantes y hasta la cara de su madre era mucho más hermosa. Empezó, por fin, a ver con claridad. Era maravilloso. Llega también un momento en la vida en que ya sea la presbicia o las cataratas o… que nos presentan la realidad más borrosa. 
  La fe tiene sus enfermedades, sus telarañas, sus cataratas y su presbicia… "Nosotros pensábamos"… Este domingo si pudiera elegir una persona y un restaurante donde comer juntos, ¿a quién elegiría?, ¿qué restaurante reservaría? Nuestros dos viajeros lo reconocieron no en tecnicolor o en un personaje célebre sino en un simple gesto, el de partir el pan.