Solemnidad de Corpus Christi, 22 de Junio 2014, Ciclo A

San Juan 6, 51 - 58 

“Eucaristía…Presencia Real del Señor”
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  1. El Pan:  Jesús nos da a comer su propia carne inmolada en la cruz para que «vivamos para siempre». Si nos tomamos en serio estas palabras, descubrimos que la carne de Jesús inmolada en la cruz se convierte en la comunión eucarística en la unión profunda de vida con él. Uniéndose a nosotros, a nuestra debilidad, Jesús se transforma en nuestro pan. Quien come su cuerpo vive en Cristo y es transformado en una realidad eterna y desde ahora vive ya la vida eterna, que es propia de Dios.
  2. La Carne:  la palabra "carne" designa todo lo que constituye la realidad del hombre con sus posibilidades y debilidades. Insiste sobre todo en el valor salvífico de la encarnación. No hay posibilidad de fe más que a partir de Jesús. De un modo u otro hay que llegar a "comprender", a amar a este Jesús que posibilita el acceso a Dios.
  3. La Eucaristía: la Eucaristía proporciona una comunión real de vida y de destino con la persona de Jesús. Lo acentúa nuestro texto de varias maneras: el cuerpo de Jesús nos hace participar en la resurrección, nos hace vivir "por Cristo", que es vida "para siempre". Ello hay que entenderlo no de una manera mágica, sino como una comunión auténticamente personal. Comunión de Cristo con el Padre, del discípulo con Cristo  y del creyente con el Padre y con Cristo.
REFLEXIÓN

    La Eucaristía ocupa el centro de la vida de la Iglesia, es el sacramento de la unidad en la fe y  constituye verdadero alimento del alma: nos da la fuerza para caminar por el sendero de una fe viva, operante y luminosa; por la vía de una esperanza gozosa e inquebrantable otorgándonos la paz que sólo Dios puede dar y por la senda de una caridad ardiente y generosa en el servicio al prójimo. 
   La Palabra de Dios su Cuerpo y Sangre nos llenan de vida espiritual para no ser presa fácil ante cualquier problema. Quien come el Pan de vida, que es Jesús, vivirá para siempre.  “Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo. Celebrar esta solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos debe llevar a comprender la identidad eclesial en el misterio eucarístico, no sólo en cuanto misterio que reverenciamos y adoramos sino como signo de unidad de los creyentes en Cristo.

 PARA LA VIDA

   San Antonio de Padua. A menudo, después de la misa, ponía el Santísimo Sacramento en una custodia y lo llevaba  en una  procesión por la plaza y calles de la ciudad. Una vez enfrentó a un hombre que se burló de la Eucaristía. Mientras todos hicieron una reverencia, el miró con desprecio. Antonio se acercó al hombre y le preguntó por qué no se inclinó ante el Sacramento. El hombre respondió que creó que no era nada más que pan. 
   Antonio, según una versión, le retó a una prueba. Antonia ayunaría por tres días y el hombre haría ayunar a su burro. Se encontraron en una plaza donde el hombre puso heno a unos seis metros del burro. Desató el animal y caminó hacia el heno. San Antonio expuso el Santísimo y llamó al burro, “¡Mula, en el nombre de Dios, te ordeno ven acá a adorar tu Creador!” El burro paró como si alguien lo llevara, dio una vuelta y caminó a San Antonio. El burro dobló sus patas, e inclinándose al Santísimo con su cabeza cerca del suelo, lo adoró.

Solemnidad de La Santísima Trinidad, 15 de Junio 2014, Ciclo A

San Juan 3, 16 - 18 

Padre, Hijo y Espíritu Santo
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  1. El Padre:  y omega, principio y el fin de la historia. Dios Padre, a lo largo de la historia se ha ido manifestando en Jesús, quien nos dijo que lo podíamos llamar: PADRE, es Alguien que se fue revelando y manifestando a lo largo del tiempo, como un Dios fiel, amoroso, providente. En mi vida de fe, ¿cómo me relaciono con Él?, ¿lo siento mi Padre y es Él, Alguien a quien le doy espacio en mi vida, para que pueda manifestar su amor,  o por el contrario, es solo un concepto que no afecta mi vida? ¿Me esfuerzo por vivir en actitud de hijo, dándole espacio para que Él sea y actúe como mi Padre?.
  2. El Hijo:  El Amor de Dios se manifestó plenamente al enviarnos a su propio HIJO que asumió nuestra naturaleza humana. Siendo así, ¿es Jesús para mí un modelo, una meta, un estilo al que busco identificarme para actuar y vivir como Él? ¿Hago de sus enseñanzas un proyecto que me esfuerzo por identificarme con Él, para vivir con sus mismos sentimientos y sus mismas actitudes, hasta llegar a ser presencia viva de su amor?, ¿de qué manera y en qué circunstancias?.
  3. El Espíritu Santo: es el don del Resucitado, es Aquel que el Hijo nos envía desde el Padre, para capacitarnos para la misión, para Impulsarnos a vivir cada vez más plenamente nuestra identificación con el Señor Jesús, viviendo la voluntad del Padre.  ¿Me esfuerzo por ser dócil a su acción en mi vida, para que Él me vaya inspirando y conduciendo, para que Él vaya moldeando mi corazón y así vaya puliendo mi vida hasta asumir las actitudes y sentimientos del Señor Jesús? ¿Me dispongo a que el Espíritu Santo sea quien transforme mi vida?.
REFLEXIÓN

    La Iglesia celebra hoy el misterio central de nuestra fe, el misterio de la Santísima Trinidad, fuente de todos los dones y gracias; el misterio de la vida íntima de Dios. Toda la liturgia de la Misa de este domingo nos invita a tratar con intimidad a cada una de las Tres Personas, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Cada vez que con fe y con devoción rezamos Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, estamos invocando a la Santísima Trinidad, verdadero y único Dios. 
   La Trinidad constituye el misterio supremo de nuestra fe. Y misterio es una verdad de la que no podemos saberlo todo. Como bien decía Sor Isabel de la Trinidad: “Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo…Sumérgete en mí para que yo me sumerja en Ti, Hasta que vaya a contemplar en tu Luz el abismo de tus grandezas”.

 PARA LA VIDA

   Un niño estaba todo ocupado con sus papeles y pinturas y su madre le preguntó: ¿Qué estás dibujando? A Dios, le contestó su hijo. Pero no puedes dibujar a Dios. Nadie sabe cómo es Dios. Pronto lo sabrán, contestó el niño. Cuando haya terminado mi dibujo. Alguna vez, todos hemos intentado dibujar a Dios con pinturas, palabras, sueños, imaginaciones… La Palabra de Dios que proclamamos es una imagen, un dibujo de Dios, el eco de Dios que brota desde nuestro interior.

CONSAGRACIÓN

Divina Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, presente y operante en la Iglesia y en lo más profundo de mi ser; yo te adoro, te doy gracias y te amo. A ti Padre del cielo, me ofrezco y consagro como hijo tuyo. A ti, Jesús Maestro me ofrezco, entrego y consagro como hermano y discípulo tuyo. A ti Espíritu Santo, me ofrezco, entrego y consagro como templo vivo para ser consagrado y santificado. Amén.

Solemnidad de Pentecostés, 8 de Junio 2014, Ciclo A

San Juan 20, 19 - 23

La Paz esté con Vosotros
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  1. El Espíritu:  El Espíritu Santo es Dios mismo vaciándose en el hombre y moviéndolo internamente para que se abra amorosamente –a la manera de Jesús- al hermano y se arroje confiadamente en los brazos del Abbá-Padre.  El mismo Dios que a lo largo de la historia les ha dado muchas cosas a los hombres, que les ha enviado personajes, incluso su propio Hijo, ahora se da a sí mismo de forma inaudita. Por eso decimos que es el don “escatológico” o “definitivo” de Dios (aquí escatológico quiere decir: “después de esto ya no hay más”, “más de eso no hay”).
  2. La Paz:  la paz que Cristo desea a sus discípulos, como don y fruto del Espíritu, no es la paz de los cementerios, sino una paz valiente y dinámica, una paz que sea fruto de la justicia y del amor. Es muy importante que los cristianos sembremos en el mundo este don de la paz, predicando con nuestra palabra y con nuestro ejemplo la justicia y el amor de Dios.
  3. La Alegría: también los cristianos debemos mostrar en el mundo el don de nuestra alegría, alegría de personas que nos sabemos salvadas por el Espíritu de Cristo. Un cristiano triste y habitualmente malhumorado no manifiesta en el mundo la vida de Cristo. Se trata, por supuesto, de una alegría interior, de la alegría del espíritu, pero una alegría que debe ser visible exteriormente.

REFLEXIÓN

    Hoy celebramos una de las fiestas mayores del calendario litúrgico: Domingo de Pentecostés. La Iglesia aclama incesantemente en este día: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos en el mismo lugar”. El día de la llegada del Espíritu Santo sobre los apóstoles, ellos vivían en su corazón circunstancias muy especiales. La fiesta de Pentecostés ya se celebraba desde el Antiguo Testamento y recordaba la entrega de las tablas de la ley que Dios le dio a Moisés en el Monte Sinaí. 
   Esta celebración los tenía a los apóstoles congregados en el Cenáculo pero el ánimo de ellos no estaba para festejos. Pesaban sobre los discípulos del Señor los recuerdos de los últimos años vividos con Jesús. Dios está en nosotros y con nosotros. Está en nuestras manos para que podamos construir una sociedad más justa. 
  Está en nuestras mentes para que podamos reflexionar sobre lo que es bueno y lo que es verdadero. Está en nuestro corazón para que podamos elegir lo que lleva a la vida y al amor. Vive en nosotros con la plenitud de la vida junto a Dios que Jesús hizo suya, aun como hombre, desde el momento de la Ascensión; vive en nosotros por el don del Espíritu Santo: “la extraordinaria riqueza de su poder”, como dice San Pablo. La riqueza de su poder hacia nosotros los creyentes. Vive en nosotros con la eficacia de su fuerza.

 PARA LA VIDA

   Un feligrés le preguntó a su pastor: ¿Qué puedo hacer para llegar a Dios? Y el pastor, a su vez, le preguntó: ¿Puedes hacer algo para que salga el sol cada mañana? Indignado el feligrés le contestó: ¿A qué vienen, entonces, tantas prédicas y tanta insistencia en la oración?  Para que estés despierto cuando sale el sol. 
   Hoy, Fiesta de Pentecostés, Fiesta del Espíritu Santo, Fiesta del nacimiento de la Iglesia de Jesús, la comunidad de Santa Ana está invitada:
  1. No a llegar a Dios, sino a dejar que Dios llegue a nosotros.
  2. No a manipular el Espíritu Santo sino a estar despiertos para recibirlo.
  3. No a inventar nuevos métodos de oración sino a dejar que el Espíritu nos mueva y enseñe a vivir como Jesús.

Solemnidad de la Ascensión, 1 de Junio 2014, Ciclo A

San Mateo 28, 16 - 20
Testigos de lo Eterno
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  1. El Encuentro:  es la iniciativa de Jesús la que hace posible el encuentro: los once van donde él les había citado. Este encuentro es un momento decisivo: en él Jesús constituye al nuevo pueblo mesiánico que continúa su misión. Es el momento del nacimiento de la iglesia.
  2. La Misión:  el envío tiene su raíz y fundamento en la plena autoridad, o plenitud del poder que se le ha dado a Jesús resucitado. El envío que reciben los discípulos es continuación y participación de la misión de Jesús, pero la misión se extiende ahora a todos los hombres y mujeres, y no sólo a Israel como en el breve discurso de Jesús está dominado por la idea de la plenitud y universalidad, pues la misión que se nos confiere y a la que se nos envía no tiene barreras. El Espíritu abarca los confines del mundo. 
  3. El Fin de la Misión: es «hacer discípulos»Es quizá la expresión más sintética y correcta de la existencia cristiana. El cristiano es un discípulo. No se trata de ofrecer un mensaje, sino de establecer una estrecha relación con el maestro, una relación personal y de seguimiento.
  4. La Enseñanza: los discípulos deben, a su vez, enseñar; pero no son maestros, sino que permanecen como discípulos. No enseñan algo propio, sino solamente aquello que Jesús les ha mandado y que el espíritu inspirará.
  5. El Bautismo: la fórmula «Padre, Hijo y Espíritu Santo» Nos recuerda que Dios es sólo amor. Amor comunicado. Su gloria y su poder es sólo amar. El bautismo vincula con la persona de Jesús salvador; ahora bien, toda su obra y vida procede del amor del padre y culmina con la efusión del Espíritu.

REFLEXIÓN

    La Ascensión es una llamada a seguir esperando a pesar de las decepciones, desengaños y desalientos. A lo largo de la vida podemos sentir una doble tentación: o bien desistir de la marcha, porque el camino nos resulta demasiado fatigoso; o bien anticipar la llegada a la meta, porque el camino se nos hace demasiado largo. La Ascensión: una buena ocasión para tomar conciencia de la paciencia histórica. Naturalmente entendiéndola bien, pues la paciencia cristiana no consiste en adoptar una postura de dimisión ante la vida. 
   Al contrario, el hombre y la mujer pacientes resisten activamente a las adversidades, manteniendo un espíritu firme y fuerte ante el desgaste de los años. Hemos de aprender a respetar el ritmo de la vida, aprender a recorrer pacientemente nuestro propio camino, un camino único y original, con sus gozos y sus tristezas, sus logros y sus fracasos, sus momentos buenos y malos. La fiesta de la ascensión es una buena ocasión para reflexionar y tomar conciencia de mi condición de enviado, pues soy el relevo de Jesús mismo con mi familia, con mis hermanos y con mi prójimo.

 PARA LA VIDA

   Cuando viajamos en avión a nuestros países de origen, la azafata y el piloto nos dan la bienvenida y las instrucciones para el viaje. Apenas si prestamos atención porque ya lo hemos oído muchas veces. Nos indican donde están las salidas, cómo usar las mascarillas de oxígeno y donde se encentran los chalecos salvavidas. Sentimos un cosquilleo interior y preferimos no pensar. 
   Todo eso está muy bien pero no queremos usarlo. Jesús da instrucciones: ahora comienza el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la misión, tiempo de dejar huellas de trascendencia, de volar al cielo con las señales de Jesús, y ser sus testigos y enviados como su pueblo, del cual él es la “cabeza de la Iglesia”. Ese es el mejor mensaje de la Ascensión de Jesús al cielo, que se ha ido para quedarse”.

6° Domingo de Pascua, 25 de Mayo 2014, Ciclo A

San Juan 14, 15 - 21

Él les Enseñará lo que es la Verdad 
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  1. El Padre:  es Amor y el Amor se da a sí mismo, da todo. No le basta habernos dado a Jesús, su Hijo predilecto, sino que aun quiere beneficiarnos, ofrecernos vida y nos envía el Espíritu Santo. Pero, todavía más: ¡el Padre nos ama! Y este amor nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza del pecado al gozo de la comunión con Él, de la soledad del odio, al compartir, porque el amor de Dios, necesariamente se traduce en el amor por los hermanos.
  2. El Hijo:  Jesús quien vive por siempre, el vencedor de la muerte. Él está en el Padre y está en nosotros, con una fuerza omnipotente, que ninguna realidad puede desbaratar. Él está dentro del Padre, pero también dentro de nosotros, habita en nosotros, permanece con nosotros; no hay otra posibilidad de vida plena y verdadera, para nosotros, sino en esta compenetración de ser que el Señor Jesús nos ofrece. 
  3. El Espíritu Santo: es el dedo de la mano de Dios, que aún hoy, escribe sobre el polvo de nuestro corazón las palabras del amor divino, de una alianza nueva, que no podrá ya ser olvidada. Es el Espíritu de la Verdad, de Jesús. En él no hay engaño, no hay mentira, sino la luminosidad cierta de la Palabra del Señor. Él ha construido su morada en nosotros; ha sido enviado y ha realizado el pasaje de estar junto a nosotros a dentro de nosotros. 
  4. El Discípulo: aparece como aquél que sabe esperar a su Señor, que vuelve, sea a medianoche, al canto del gallo o ya cuando es de mañana; no importa; Él volverá y por eso es necesario esperarlo, estando preparados.
  5. El Mundo: sinónimo del mal, que no puede recibir el Espíritu porque no lo ve y no lo conoce. El mundo es ciego y está inmerso en las tinieblas, en el error, no ve y no conoce, no realiza la experiencia del amor de Dios. El mundo permanece lejano y se encierra en la lógica del mal.
REFLEXIÓN

    Es muy importante saber que hoy nos encontramos ante la dimensión trinaría de Dios, el Padre en su condición de creador, el Hijo en su condición de Redentor y el Espíritu Santo como Abogado consolador. 
   La Santísima Trinidad es uno de los misterios más grandes e incomprensibles ante los ojos humanos, ¿Cómo tres personas diferentes pueden ser un mismo Dios?, solo con los ojos de la fe, podrá ser que los discípulos puedan creer en esta verdad. Nuevamente el texto hace referencia a la importancia de la obediencia a la voluntad del Padre, dice la Escritura: “El que me obedece y hace lo que yo mando, demuestra que me ama de verdad” Debemos notar esta insistencia del evangelista en resaltar la importancia de cumplir la voluntad de Jesús.
   Solo viviendo según las exigencias de Cristo podrá llevar a los discípulos a recibir el Espíritu Santo, ellos podrán reconocer ahora la verdad. Con esto demostrarán también su amor a Dios, y entonces podrán ver las cosas según los ojos de Dios y así Jesús se dará a conocer en su plenitud a ellos.


 PARA LA VIDA

   De joven era un revolucionario y mi oración a Dios era siempre la misma: dame fuerza, Señor, para cambiar el mundo. De mayor viendo que no había cambiado nada, ni siquiera uno, cambié mi oración: Señor, oraba, dame la fuerza de cambiar a los míos, mi familia, mis amigos y me sentiré satisfecho. 
   Ahora que soy anciano y mis días están contados mi única oración es: Señor, dame la gracia de cambiar yo. La historia de nuestra vida es la historia de nuestras relaciones. Y una relación implica comunicación, conocimiento, amor y presencia.