Natividad del Señor, 25 Diciembre 2021, Ciclo C

 San Juan 1, 1 - 18

"La Palabra se hizo Carne y Habitó entre Nosotros

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- La Natividad: Un Niño ha nacido, y es Dios que se hace hombre y que viene a salvarnos. Jesucristo, Palabra del Padre, que existe desde siempre, por el que hemos sido creados, ha venido a nosotros para iluminar nuestra vida. Acerquémonos hoy al portal de Belén, asomémonos al pesebre, contemplemos a ese niño recién nacido y descubramos en él a Dios con nosotros. Él nos trae la paz, la felicidad y la luz que ilumina nuestras vidas. Este es el mejor deseo para estas fiestas de Navidad.

2.- Navidad: cuando volvemos en Navidad al portal de Belén, recordamos cómo Jesús tuvo que nacer en un portal por no tener sitio en la posada. Dios no fue recibido por los hombres cuando se hizo hombre. La luz que disipa la oscuridad no es aceptada por muchos que prefieren vivir en la tiniebla. Un ejemplo lo tenemos en estos días de Navidad, que en medio de tanto trasiego, mucha gente vive como si Dios no existiese. Es triste celebrar la Navidad como nos la presenta el mundo, una Navidad sin Dios, en tiniebla, sin hacer caso a la luz.

3.- Belén: Asomarnos aquí, junto al portal, es agradecer a Dios el hecho de que sigue apostando por el hombre; que sigue confiando en nosotros. ¡Tanto confía…que del hombre se fía y se hace hombre como nosotros! ¡Gracias, amigo y Señor! Contemplar aquí, delante de la Sagrada Familia el Misterio, es dejarse impresionar por el amor gigantesco de Dios. Belén, en este día de Navidad, tiene sabor a fraternidad. En Belén, los seres humanos, se dan la paz. Y, en Belén, al abrazarnos con Dios no hacemos otra cosa que, en su pobreza, enriquecernos con todo lo bueno que Dios tiene, con todo lo bueno que Él nos da.

4.- Dios con Nosotros:  es un mensaje de alegría para un pueblo abatido y sin horizontes: ¡Dios vuelve! Mensaje para el que se siente desanimado: ¡Dios sigue entre los que creen! El que cree en el mensaje piensa que la restauración de una sociedad en ruinas y en crisis económica es posible. Es el mensaje para el creyente de hoy en esta Navidad. Si ser cristiano supone siempre el propósito de vivir como vivió Cristo, en este día solemne de la Navidad debemos hacer un propósito solemne de ser seguidores de Cristo, imágenes vivas de Él, nacer y crecer cada día como Cristos vivos. 

REFLEXIÓN 

   La Liturgia nos lleva hoy a Belén, junto al pesebre, donde reposa el divino Rey, recién nacido. Dejémonos llevar por ella. Una vez ante el divino Niño, postrémonos en actitud de adoración y recitemos el símbolo de la fe y el prólogo del Evangelio según San Juan: «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, Engendrado no creado, de la misma sustancia que el Padre… Descendió de los cielos, por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de santa María Virgen…

   Primera Lectura Ha cumplido Dios su palabra de consolación. Nos ha redimido, dejándose ver y amar en medio de nosotros. Cristo es la realidad suprema del acercamiento pedagógico de Dios a nosotros. Cristo es el Mensajero que viene a anunciar la Buena Nueva: el Evangelio, de la paz y de la salvación.

   Segunda lectura Dios nos ha hablado por su Hijo. Cristo es personalmente la Palabra de Dios vivo. En la plenitud de los tiempos el Padre nos ha hablado por su Hijo. Ha habido dos fases en la Revelación: la preparación por los profetas, primero, y en la plenitud de los tiempos la revelación perfecta por medio del Hijo. Son dos momentos continuos, de manera que, ciertamente, en todo tiempo Dios ha hablado a los hombres. Pero en el último tiempo su Palabra se ha expresado de un modo insólito y maravilloso, con un gesto nuevo de infinito amor.

   Evangelio La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. El Verbo, que es Luz y Vida divina –Luz que salva y Amor que redime–, se ha hecho uno más entre nosotros. El Hijo de Dios se nos hace presente en la realidad viviente de un Corazón también humano. San Agustín ha comentado este pasaje evangélico muchas veces. «Un año más ha brillado para nosotros –y hemos de celebrarlo– el Nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En Él la verdad ha brotado de la tierra (Sal 84,12); el Día del día ha venido ha nuestro día: alegrémonos y regocijémonos en Él (Sal 117,24). La fe de los cristianos conoce lo que nos ha aportado la humildad de tan gran excelsitud. 

PARA LA VIDA

  Hubo una vez un hombre tan harto de ver tantas cosas malas por el mundo, que una Navidad deseó que todo el mundo fuera bueno y tuviera espíritu navideño. Y resultó que, mágicamente, su deseo se vio cumplido. Cuando salió a la calle, todo el mundo parecía feliz y nadie era capaz de hacer mal. Unos niños tiraron piedras a un perro pero, por el aire, las piedras se convirtieron en nieve; un hombre cruzó la calle despistado, y cuando el conductor sacó medio cuerpo por la ventanilla para gritar algo, le dio los buenos días y le deseó felices fiestas; y hasta una mujer rica que caminaba envuelta en su abrigo de pieles, al pasar junto a un mendigo, cuando parecía que iba proteger aún más su bolso, lo agarró y se lo dio lleno, con todo el dinero y las joyas.

   Nuestro navideño hombre estaba feliz, pero la cosa cambió cuando fue a pagar en el supermercado. Le atendió aquella cajera que lo estaba pasando tan mal por falta de dinero, y pensó en dejarle de propina lo justo para poder tomarse luego un chocolate caliente, pero antes de darse cuenta, sin saber muy bien cómo, le había dejado de propina todo el dinero que llevaba encima. Y si aquello no le hizo mucha gracia, menos aún le gustó cuando en lugar de ir al gimnasio subió al autobús que iba a la prisión y se pasó un par de horas visitando peligrosos delincuentes encarcelados, y otro par de horas escuchando la pesada charla de una anciana solitaria en el asilo, en lugar de ir a ver una preciosa obra de teatro sobre la Navidad, tal y como había previsto. 

   Molesto por todo aquello, sin saber qué le empujaba a obrar así, empezó a comprobar que todo el mundo tenía aquel perfecto espíritu navideño gracias a que se había cumplido su deseo. Pero igual que él mismo, casi nadie estaba a gusto haciendo todas aquellas justas y generosas cosas. Entonces se dio cuenta de lo injusto que había sido su deseo: había pedido que todos mejoraran, que el mundo se hiciera bueno, cuando él estaba realmente lejos de ser así. 

   Durante años se había creído bueno y justo, pero habían bastado un par de días para demostrarle que era como todos, sólo un poco bueno, sólo un poco generoso, sólo un poco justo... y lo peor de todo, no quería que aquello cambiase. Hay quien dice que todos somos como ese hombre. También hay locos que dicen que bastaría con que un hombre cambie para cambiar el mundo. Y algunos, mis favoritos, dicen que ya ha llegado la hora de cambiar a ese hombre sólo un poco bueno que llevamos con nosotros a todas partes.