21° Domingo del Tiempo Ordinario, 21 de Agosto 2022, Ciclo C

 San Lucas 13, 22 -30


“Vendrán de Oriente y Occidente y se Sentarán a la Mesa en el
Reino de Dios”

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-El Llamado: todos los hombres están llamados a vivir con Dios, pero han de pasar por la puerta estrecha de la renuncia y del don de sí mismos. El auténtico cristiano es consciente de la necesidad que tienen de Cristo todos los hombres y actúan consecuentemente.

2.-La Salvación: no es algo que se recibe de manera irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el privilegio de algunos elegidos. No basta ser hijos de Abrahán. No es suficiente haber conocido al Mesías. Para acoger la salvación de Dios es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre, confiar en su perdón.

3.-La Misericordia: Jesús no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso»; «No juzguéis y no seréis juzgados»; «Perdonad setenta veces siete» como vuestro Padre; «Buscad el reino de Dios y su justicia».

4.-La Puerta: «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9). Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.

5.-Seguir a Jesús: en este seguimiento a Jesús, no todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor de Padre con fidelidad. Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero no de angustia. Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar. Sólo nosotros si nos cerramos a su perdón.

6.-Dar: no podemos ser generosos sin regularmente dar de nuestros dispensarios a los necesitados. El esfuerzo por vivir según la justicia es el camino para llegar a la plenitud de la alegría. Conocer muchas cosas acerca de Jesús pero no vivir según la voluntad de Dios es poner en juego el logro de la meta y exponernos al fracaso y la desesperación. La salvación es un don de Dios que tenemos que conquistar.


REFLEXIÓN

   La liturgia de este Domingo nos propone el tema de la “salvación”. Nos dice que el acceso al “Reino”, a la vida plena, a la felicidad total (“salvación”), es un don que Dios da a todos los seres humanos, sin excepción; pero, para llegar a eso, es necesario renunciar a una vida basada en esos valores que nos hacen orgullosos, egoístas, prepotentes, autosuficientes, y seguir a Jesús por su camino de amor, de entrega, de donación de la vida.

   En la primera lectura el profeta Isaías nos enseña que el plan de Dios es congregar a todos los hombres para mostrarles su gloria. La evangelización y el testimonio no son ante todo un andar, un hacer, sino principalmente un ser. Algunos cristianos han sido llamados a vivir este aspecto de un modo especial. Debemos ir a los no creyentes, mas al mismo tiempo vivir de forma tal que seamos signos, para que sean atraídos.

   La segunda lectura en la carta a los Hebreos. El Señor reprende a los que ama. La visión paternal de Dios es siempre más amplia y amorosa que la irresponsabilidad engreída de los hijos. «Todo cuanto nos viene de parte de Dios, y que de pronto nos parece próspero o adverso, nos es enviado por un Padre lleno de ternura y por el más sabio de los médicos, con miras a nuestro propio bien» (Colaciones 7,28).

   En el Evangelio San Lucas nos recuerda que: Vendrán de Oriente y de Occidente y se sentarán en la mesa del Reino de Dios. Frente al racismo religioso y presuntuoso de Israel, el Evangelio es diáfano. La salvación se alcanza con fidelidad humilde a la voluntad del Padre, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tim 2,4), no con la propia autojustificación o nuestra presunción de elegidos.

Debemos identificarnos con la inmolación reparadora del Corazón de Cristo en favor de todos los hombres. A todos los hombres debemos testimoniar fraternalmente nuestros anhelos por su salvación.

PARA LA VIDA

   Había una vez un joven a quien gustaban tanto las marionetas que se convirtió en aprendiz de artesano. Pero era muy torpe, y su maestro y compañeros constantemente le decían que no tenía habilidad para ello y nunca llegaría a nada. Sin embargo, tanto le gustaba que trabajaba día tras día por mejorar. Y aún así, siempre encontraban fallos en sus muñecos, hasta que terminaron echándole de la escuela. Entonces, decidido a no rendirse, aquel joven dedicó desde aquel día todo su empeño a hacer un muñeco, sólo uno. 

   Siempre hacía la misma marioneta, y en cuanto detectaba un fallo, la abandonaba y volvía a empezar desde cero. Pasaron los años, y con cada nuevo intento su muñeco era un poco mejor. Y aunque su marioneta era mucho más bella que cualquiera de las que hacían sus antiguos compañeros, no dejaba de intentar que fuera perfecta. Así, el hombre no ganaba dinero y como era muy pobre muchos se reían de él. Cuando aquel pobre artesano llegó a viejecito, su marioneta era realmente maravillosa. 

   Tanto, que finalmente un día, tras mucho trabajo, terminó el muñeco y dijo: "No encuentro ningún defecto, esta vez ya es perfecto", y por primera vez en todos aquellos años, en lugar de abandonar el muñeco, lo colocó en un estante, verdaderamente satisfecho y feliz. Lo demás ya es historia. Aquel muñeco perfecto llegó a cobrar vida, vivió mil aventuras y dio a aquel viejecito, llamado Gepetto, más alegrías de las que ningún otro artesano famoso consiguió con ninguna de sus marionetas.

   Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar. Sólo nosotros si nos cerramos a su perdón. (José Antonio Pagola)

20° Domingo del Tiempo Ordinario, 14 de Agosto 2022, Ciclo C

 70 años Diócesis de Zipaquirá

San Lucas 1, 39 - 56

De Pie a tu Derecha está la Reina, Enjoyada con Oro de Ofir

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-La Asunción: la presencia de María ilumina el mundo entero tal como el cielo resplandece por la irradiación esplendorosa de la santísima Virgen. Es, pues, con todo derecho, que en los cielos resuena la acción de gracias y la alabanza.

2.-La Madre de Dios: «Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. 

3.-Virgen y Madre: el cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal:«Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y partícipe de la vida perfecta.»

4.-María en la Salvación: María, desde lo profundo de su silencio, brota ese cántico que expresa toda la verdad del gran Misterio. Es el cántico que anuncia la historia de la salvación y manifiesta el corazón de la Madre: «Mi alma engrandece al Señor…» (Lc 1, 46). Era necesario que Ella, en la que habitó el Hijo de Dios como autor de la victoria sobre el pecado y sobre la muerte, también la primera habitase en Dios, libre del pecado y de la corrupción del sepulcro: del pecado, mediante la Inmaculada Concepción;  de la corrupción del sepulcro, mediante la Asunción.

 REFLEXIÓN 

«Dios te salve, María, llena de gracia…» (cf. Lc 1, 28).

   Cada vez que rezamos estas palabras venimos a ser, en cierto sentido, el arcángel que dio el anuncio. Toda la Iglesia, reunida en oración para el «Ángelus», renueva el misterio de la anunciación.

   El arcángel anuncia a María, ante todo que es «llena de gracia«. Antes de decirle que se convertirá en la Madre del Hijo de Dios, afirma: «llena eres de gracia».

   Toda la Iglesia, y en ella cada uno de nosotros, hace propio este saludo y este anuncio. Cuántas veces en la vida (y especialmente en el «Ángelus») nos dirigimos a la Madre de Dios y le decimos: «llena eres de gracia«.

   Estas palabras nos vuelven a unir directamente con el misterio de la Encarnación. Al pronunciarlas, pensamos en la Maternidad divina de la Virgen de Nazaret: es «llena de gracia» a causa de la Maternidad divina.

   Hoy pronunciamos las palabras «llena de gracia» pensando en la Asunción de María.

   La plenitud de gracia de que gozaba María desde el primer instante de su concepción, en consideración de los méritos de Cristo, se confirma en la asunción en alma y cuerpo.

   Asunción significa la unión definitiva con Dios, Padre-Hijo-Espíritu Santo. La gracia lleva a esta unión y la realiza gradualmente durante la existencia terrena del hombre. La realiza definitivamente en el cielo. El cielo es el estado de la conclusiva e irreversible unión con Dios en el misterio de la Santísima Trinidad. La gracia de Dios prepara al hombre para este estado: la gracia santificante con todas las gracias actuales y todos los dones del Espíritu Santo.

   Cuando, el día de la Asunción, decimos «llena de gracia», pensamos en la plenitud de estos dones sobrenaturales, que prepararon a la Madre de Dios para la glorificación en el seno de la Santísima Trinidad.

PARA LA VIDA 

   Un día un niño vio cómo un elefante del circo, después de la función, era amarrado con una cadena a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Se asombró de que tan corpulento animal no fuera capaz de liberarse de aquella pequeña estaca, y que de hecho no hiciera el más mínimo esfuerzo por conseguirlo. Decidió preguntarle al hombre del circo, el cual le respondió: "Es muy sencillo, desde pequeño ha estado amarrado a una estaca como ésa, y como entonces no era capaz de liberarse, ahora no sabe que esa estaca es muy poca cosa para él. Lo único que recuerda es que no podía escaparse y por eso ni siquiera lo intenta".
 

   María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

   María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana.


19° Domingo del Tiempo Ordinario, 7 de Agosto 2022, Ciclo C

 San Lucas 12, 32 - 48

“Estad Preparados

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Vigilar: permanecer despiertos, aunque todos duerman. Es una buena imagen de lo que es un cristiano: alguien que está despierto. Vigilamos cuando sabemos que un mal puede venirnos, pero también cuando aguardamos con amor a alguien. Las dos cosas son necesarias y son recomendados por Cristo, Nuestro Señor. Tenemos que vigilar para que ningún ladrón nos robe, pero también vigilamos porque sabemos que nuestro Amo y Señor viene. 

2.- La Fe: por la fe entramos en contacto con lo prometido y esperado, al unirnos estrechamente al que lo ha prometido. La fe es también prueba de las cosas que no se ven. La fe es el primer paso en el camino. Decir 'creo' y no acoger esa fe en el corazón y llevarla a la acción en una vida comprometida y de crecimiento en las virtudes sería una incoherencia que llevaría a la frustración y a la mediocridad en la vida cristiana. La fe es la base de una vida virtuosa, y la vida virtuosa es el natural despliegue de una fe auténtica.

3.- La Esperanza: hay que esperar la llegada del Señor con las lámparas encendidas, es decir, con la fe viva, con la esperanza activa y con la caridad operante. es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. 

4.- La Lámpara:  es la Eucaristía, alimento para el camino. Nos da la fuerza para seguir adelante y para trabajar por el Reino de Dios. Y mientras la celebramos repetimos con frecuencia nuestra mirada hacia el futuro «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». 

REFLEXIÓN 

   La Palabra de Dios que la liturgia de hoy nos ofrece nos invita a la vigilancia: el verdadero discípulo no vive con los brazos cruzados, en una existencia cómoda y resignada, sino que está siempre atento y disponible para acoger al Señor, para escuchar sus llamadas y trabajar por el “Reino”.

   La primera lectura nos presenta las palabras del  “sabio”, para quien sólo la atención a los valores de Dios genera vida y felicidad. La comunidad israelita, confrontada con un mundo pagano e inmoral, que cuestiona los valores sobre los cuales se construye la comunidad del Pueblo de Dios, debe, por tanto, ser una comunidad “vigilante”, que consiga discernir entre los valores efímeros y los valores duraderos.

   La segunda lectura nos refiere a Abrahán y Sara como modelos de fe para los creyentes de todas las épocas. Atentos a las llamadas de Dios, empeñados en responder a sus desafíos, conseguirán descubrir los bienes futuros en las limitaciones y en la caducidad de la vida presente. Es esa actitud la que el autor de la carta a los Hebreos, recomienda a los creyentes, en general.

   El Evangelio presenta una catequésis sobre la vigilancia. Propone a los discípulos de todas las épocas una actitud de espera serena y atenta al Señor, que viene a nuestro encuentro para liberarnos y para insertarnos en una dinámica de comunión con Dios. El verdadero discípulo es aquel que está siempre preparado para acoger los dones de Dios, para responder a sus llamadas y para comprometerse en la construcción del “Reino”. 

   Dios vino, viene y vendrá. El hombre espera, acoge y vigila. Pero, en paralelo a estas dos corrientes (Dios viene y el hombre espera), avanza otra más desde que, algunos hombres, decidieron apagar el faro de una vigilancia real y activa. Otros, en cambio, aún con limitaciones seguimos esperando, acogiendo y espabilados para que las costas de nuestras almas y de nuestros corazones.

PARA LA VIDA 

   Una noche tuve un sueño: Soñé que con el Señor caminaba por la playa, y a través del cielo, escenas de mi vida pasaban. Por cada escena que pasaba percibí que quedaron dos pares de pisadas en la arena. Unas eran las mías y las otras las del Señor. Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena, y noté que muchas veces en el camino de mi vida había sólo un par de pisadas en la arena. Noté también que esto sucedió en los momentos más difíciles de mi vida. 

   Esto me perturbó y, entonces, pregunté al Señor: Señor, tú me dijiste, cuando yo resolví seguirte, que andarías conmigo a lo largo de todo el camino, pero he notado que durante los peores momentos de mi vida se divisan en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo por qué me dejaste en las horas que más te necesitaba”. Entonces El, clavando en mí su mirada infinita de amor, me contestó: “Mi hijo querido, yo siempre te he amado y jamás te dejaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena un solo par de pisadas, fue justamente allí donde yo te cargué en mis hombros”.

18° Domingo del Tiempo Ordinario, 31 de Julio 2022, Ciclo C

 San Lucas 12, 13 - 21

Nuestra Riqueza Está en el Cielo

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Amor Generoso: la parábola del rico insensato que vive acumulando riquezas y echando a perder su vida, puede estar dirigida directamente a nosotros. Nos preocupamos mucho por mejorar nuestro nivel de vida, pero, ¿no es una vida cada vez menos solidaria y, por tanto, menos humana? De, ahí el grito de alerta de Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero». No puede un hombre ser fiel a un Dios Padre, que busca la justicia, la solidaridad y la fraternidad de todos los hombres, y, al mismo tiempo, vivir pendiente de sus riquezas como valor supremo.

2.- Vivir la Solidaridad: este hombre rico no es José, el hijo de Jacob, que en Egipto ante una gran cosecha abre nuevos graneros y almacena el trigo para la salvación de los demás. Es todo aquel que sólo piensa en sí, en su seguridad, en sus placeres, en su vida guardada en la caja fuerte de su codicia y avaricia. Como tantos otros personajes criticados por Jesús, el rico “Epulón” que ignora a Lázaro, no ve ni piensa en los demás. Sin Dios, todo, gira en torno a él, sólo existe él. A pesar de creer tener la vida asegurada, el seguro de la abundancia, ese mismo día muere y su riqueza, ironía de la parábola, va a parar a los demás.

3.- Bien Común de la Humanidad: en estos tiempos en que todos somos educados para ser ávidos consumidores y grandes individualistas esta enseñanza de Jesús es más relevante que cualquier otra. Jesús nos dice: "Mirad, guardaos de toda clase de codicia" Todo lo que tienes es de Dios y le pertenece a él y a los demás. El hombre no es un ser solitario. Es relación y vive con los demás. Y en la cultura judía esto era más verdad. Se vivía en la familia, en el clan, en la tribu. No había hombres solos. Este hombre rico, desconectado de Dios y de los demás, habla consigo mismo. Ha triunfado, lo tiene todo, pero no tiene a nadie con quien compartirlo y disfrutarlo. Nadie escucha su monólogo: "túmbate, come, bebe y date buena vida". Él es el centro de todo. 

REFLEXIÓN

"Un Mundo Más Humano"

   Jesús nuevamente, habló con toda claridad en una pequeña parábola. Un rico terrateniente se vio sorprendido por una cosecha que superaba todas sus expectativas. Ante la inesperada cosecha, sólo se pregunta una cosa: ¿Qué haré? Eso se preguntan también los campesinos pobres que escuchan a Jesús: ¿Qué hará?, ¿se acordará de los que viven de hambre? Pronto toma una decisión de hombre poderoso: no construirá un granero más. 

   Los destruirá todos y construirá otros nuevos y más grandes. Sólo él disfrutará de aquella inesperada cosecha: «túmbate, come, bebe y date buena vida». Los pobres no piensan así. Este hombre es cruel e inhumano: ¿no sabe que, acaparando para sí toda la cosecha, está privando a otros de lo que necesitan para vivir? De forma inesperada interviene Dios. 

   Aquel rico morirá esa noche sin disfrutar de sus bienes. Por eso, Dios lo llama «necio» y hace una pregunta: «lo que ha acumulado, ¿de quién será?». Los pobres no tienen duda alguna: esas cosechas con qué Dios bendice los campos de Israel, ¿no han de ser antes que nadie de los más pobres?. Los poderosos sólo piensan en su bienestar. Siempre es así. Los ricos van acaparando cada vez más bienes y los pobres se van hundiendo cada vez más en la miseria., destruyen la vida de los pobres y no pueden asegurar la suya.

   El dinero puede dar poder, fama, prestigio, seguridad, bienestar, pero, en la medida en que esclaviza a la persona, la cierra a Dios Padre, la hace olvidar su condición de hombre y hermano, y la lleva a romper la solidaridad con los otros. Dios no puede reinar en la vida de un hombre dominado por el dinero.

  • Triunfar es buscar en nuestro corazón el más grande de los tesoros el amor de Dios, no es tener más, almacenar más en nuevos y gigantescos graneros.
  • Triunfar es ser más a imagen de Jesús que se hizo pobre para enriquecernos.
  • Triunfar es vivir la dimensión humana, temporal, con ilusión y alegría y en actitud de servicio. Ser capaz de ver a los demás y compartir sus carencias.
  • Triunfar es olvidarse del “YO”, el hombre rico de la parábola habla 9 veces en primera persona, -“¿ Qué haré Yo?”- y pensar en “Nosotros”.
  • Triunfar es negarse a vivir sólo en un mundo cerrado, en un presente sin apertura al mañana de Dios.

PARA LA VIDA

   Cuentan que Buda tuvo que refugiarse en la cabaña de un pescador a causa de una tormenta. El pescador que no sabía quién era su huésped le ofreció una humilde cena y una cama. A la mañana siguiente, al despedirse, Buda le dijo quién era, le dio las gracias por la hospitalidad y le dijo que le pidiera lo que quisiera. "Quiero oro", le dijo el pescador. Preocupado por su bienestar, Buda le aconsejó: "El oro adquirido sin esfuerzo es una maldición, no una bendición. Te enseñaré por tanto la manera de adquirirlo". 

   En la playa, en frente de tu casa, hay una piedra mágica. Si la encuentras y tocas con ella un trozo de acero, éste se convertirá en oro. El pescador que llevaba una pulsera de acero se puso de inmediato a buscar la piedra mágica. Tocaba su pulsera con las piedras y las lanzaba al mar. El ansia del oro no le permitía descansar. Y así fue lanzando todas las piedras al mar. Finalmente, miró su pulsera y, oh sorpresa, se había convertido en oro. Pero, ¿dónde estaba la piedra mágica? La había lanzado al fondo del mar. La piedra mágica se había perdido en el frenesí avaricioso de encontrarla y hacerse rico.

El mejor uso de la vida es gastarla en algo que perdure más allá de la misma vida