San Juan 12, 20-33
“ Morir para Vivir ”
- Ver a Jesús: significa compartir su vida y su destino: «donde esté yo, allí estará mi servidor». Esto es ser cristiano: estar donde quiere Jesús, ocuparnos de lo que se ocupaba él, tener las metas que él tenía, asumiendo la cruz como la asumió él para estar un día a la derecha del Padre donde está Él.
- La Vida: el pensamiento de Jesús es claro. No se puede engendrar vida sin dar la propia. No se puede hacer vivir a los demás si uno no está dispuesto a «des-vivirse» por los otros. La vida es fruto del amor, y brota en la medida en que sepamos entregarnos.
- Morir: con la vida sucede lo mismo que con el grano de trigo, que tiene que morir para liberar toda su energía y producir un día fruto. Si «no muere», se queda solo encima del terreno. Por el contrario, si «muere» vuelve a levantarse trayendo consigo nuevos granos y nueva vida. La espiga, es el grano renovado.
- El Amor: cuando uno ama y vive intensamente la vida, no puede vivir indiferente al dolor grande o pequeño de las gentes. El que ama se hace vulnerable, pues amar a los demás incluye sufrimiento, «Compasión», solidaridad en su dolor. «Por amor, no existe ningún sufrimiento que nos pueda ser ajeno».
- Llevar la Cruz: no significa añadir a la vida nuevos sufrimientos y nuevas cargas, como si esto nos identificara sin más con el Crucificado. Quien quiere seguir a Cristo de verdad no se pone a buscar sufrimientos, se dispone a desvivirse por los demás. La renuncia y la cruz le llegan no como recorte de su libertad, sino como fruto de una plenitud y como consecuencia de esa experiencia positiva de servicio y entrega, como sirvió y se entregó el Señor.
REFLEXIÓN
El Señor afirmó: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto». El fruto comienza en el mismo grano que muere. Así sucede también en la vida. El don total de sí es lo que hace que la vida de un hombre pueda ser realmente fecunda.
Jesús es para nosotros la semilla plantada y enterrada que dio mucho fruto porque no almacenó para sí sino que se entregó y lo dio todo por salvar a todos. Ojalá muera el Yo del orgullo humano para que crezca en nosotros el Yo de Jesús y nos llegue la hora de la verdad, la del Señor Jesús: ser examinados en el amor.
PARA PENSAR
Un compañero de trabajo le preguntó a su amigo que acababa de hacer el cursillo de cristiandad cómo le había ido. Y éste le contestó: "allí morí". Perplejo, el compañero le preguntó qué quería decir. Fui al cursillo sin gran ilusión pero a lo largo del fin de semana fui descubriendo que mi vida se ocultaba detrás de una máscara. No había permitido a nadie, ni a mi mujer ni a mis hijos que me vieran tal como soy, me ocultaba detrás de la máscara y ni yo mismo me conocía. A medida que me la iba quitando, moría una y otra vez. Estoy convencido de que tenía que pasar por esta experiencia de mi muerte para convertirme en la nueva persona que espero ser a partir de hoy.