2° Domingo de Pascua de la Misericordia, 24 de Abril 2022, Ciclo C

 San Juan 20,19- 31

“Dad Gracias al Señor Porque es Bueno, Porque es Eterna su Misericordia.”

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Confianza: la figura de Tomás como discípulo que se resiste a creer ha sido muy popular entre los cristianos. Sin embargo, el relato evangélico dice mucho más de este discípulo escéptico. Jesús resucitado se dirige a él con unas palabras que tienen mucho de llamada apremiante, pero también de invitación amorosa: «No seas incrédulo, sino creyente». Tomás, que lleva una semana resistiéndose a creer, responde a Jesús con la confesión de fe más solemne que podemos leer en los evangelios: «Señor mío y Dios mío».

2.- Alegría: se llenaron de alegría. Todos hemos conocido alguna vez momentos de alegría intensa y clara. Tal vez, sólo ha sido una experiencia breve y frágil, pero suficiente para vivir una sensación de plenitud y cumplimiento. Nadie nos lo tiene que decir desde fuera, porque cada uno sabemos que en el fondo de nuestro ser está latente la necesidad de la alegría. Su presencia no es algo secundario y de poca importancia. La necesitamos para vivir. La alegría ilumina nuestro misterio interior y nos devuelve la vida. La tristeza lo apaga todo. Con la alegría todo recobra un color nuevo; la vida tiene sentido; todo se puede vivir de otra manera.

3.- Fe: una comunidad cristiana, tiene que ser una comunidad de fe.  La fe se vive en comunidad y no por libre y en solitario.  Lo que mantiene al grupo cristiano unido a Cristo y a sus pastores, es la fe en Cristo resucitado. Nadie puede poner alegría en nosotros si nosotros no la dejamos nacer en nuestro corazón. Desde una perspectiva cristiana, la raíz última del gozo está en Dios. La alegría no es simplemente un estado de ánimo. Es la presencia viva de Cristo en nosotros, la experiencia de la cercanía y de la amistad de Dios, el fruto primero de la acción del Espíritu en nuestro corazón. El relato evangélico dice que «los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor».

REFLEXION 

   Tomás presenta una serie de exigencias para tener fe y Cristo le responde diciendo: “Ven Tomás, mete tu dedo… mete tu mano… y no seas incrédulo sino fiel”.  Y cuando Tomás vio al Señor, lleno de ternura, resplandeciente de paz y de amor, comprendió enseguida que Cristo había resucitado.  El peor castigo que se le pudo dar a Tomás fue concederle aquello que exigía.  Él se dio cuenta que había fallado, de que tenía que haber tenido fe. Jesús tiene que decirle: “¿Tomás, porque has visto, has creído?; ¡dichosos los que creen sin haber visto!”  Estas palabras eran humillantes para Tomás y por eso no le queda más remedio que exclamar: “¡Señor mío y Dios mío!”

   De ese pobre Tomás que no creía, ha obtenido Jesús el acto de fe más hermoso del evangelio. 

   Tengamos cuidado, no vayamos a ser como Tomás, que pedimos pruebas a Dios y Dios acceda a nuestras pretensiones y tengamos que humillarnos ante Dios como lo hizo Tomás.   Hay que creer sin ver.

   Es fácil estropear esta alegría interior. Basta con encerrarse en uno mismo, endurecer el corazón, no ser fiel a la propia conciencia, alimentar nostalgias y deseos imposibles, pretender acapararlo todo. Por el contrario, la mejor manera de alimentar la alegría es vivir amando. Quien no conoce el amor cae fácilmente en la tristeza. Por eso, el culmen de la alegría se alcanza cuando los hijos de Dios nos miramos desde un amor recíproco desinteresado. Es fácil que entonces presientan la alegría que nace de ese Dios que es sólo Amor.

   Cristo está vivo, está presente de modo real y verdadero en la Eucaristía.  Esa lámpara al lado del sagrario nos recuerda la presencia real de Cristo entre nosotros. No cerremos nuestro corazón a la oportunidad que Dios nos da de salvarnos y de vivir con Él eternamente.

PARA LA VIDA

 Un ángel se apareció a una familia rica y le dijo a la dueña de casa:

-Te traigo una buena noticia: esta noche el Señor Jesús vendrá a visitar a tu casa.

La señora quedó entusiasmada: Nunca había creído posible que en su casa sucediera este milagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó pollos, pasa bocas y vinos importados.

De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, en su rostro se notaba una gran tristeza, con el vientre hinchado por su embarazo y pronto nacería su bebé.

- Señora, ¿no tendría algún trabajo para darme? Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo.

- ¿Pero esta es hora de molestar? Vuelva otro día, respondió la dueña de casa. Ahora estoy ocupada con la cena para una importante visita.

Poco después, un hombre sucio de grasa llamó a su puerta:

- Señora, mi camión se ha arruinado aquí en la esquina. ¿Por casualidad no tendría usted una caja de herramientas que me pueda prestar?

La señora, como estaba ocupada limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se indignó mucho:

- ¿Usted piensa que mi casa es un taller mecánico? ¿Dónde se ha visto importunar a la gente así? Por favor, no ensucie mi entrada con esos pies inmundos.

La anfitriona siguió preparando la cena: abrió latas de caviar, puso champaña en el refrigerador, escogió de la bodega los mejores vinos, preparó unos coctelitos.

Mientras tanto alguien afuera batió las palmas. Será que ahora llega Jesús, pensó ella emocionada y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús. Era un niño habitante de la calle.

-Señora, me puede dar un plato de comida. ¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado?

-Vuelve mañana, porque esta noche estoy muy atareada.

Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita, sin embargo, pasaban las horas y Jesús no aparecía. Cansados de esperar empezaron a tomar los coctelitos, que al poco tiempo comenzaron a hacer efecto en los estómagos vacíos y el sueño hizo olvidar los pollos y los platos preparados.

A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró, con gran espanto frente a un ángel.

- ¿Un ángel puede mentir? Gritó ella. Lo preparé todo con esmero, esperé toda la noche y Jesús no apareció. ¿Por qué me hizo esta broma?

-No fui yo quien mentí, fue usted la que no tuvo ojos para ver, dijo el ángel. Jesús estuvo aquí tres veces, en la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el niño hambriento... pero usted no fue capaz de reconocerlo y de acogerlo.

Domingo Pascua de Resurrección, 17 de Abril de 2022

Domingo de Ramos, 10 de Abril 2022, Ciclo C

 San Lucas 22,14-23,56

"La Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Jubilo: comencemos la Semana Santa con un nuevo ardor y dispongámonos a ponernos al servicio de Jesús. Tratemos de mantenernos con coherencia entre la fe y la vida. Que nuestro grito de júbilo de hoy, no se convierta en el “crucifíquenlo” del viernes. Que nuestro ramo, no se marchiten en las manos y se conviertan en ramas secas 

2.- Silencio: «Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz». Jesús no responde a la provocación. Su respuesta es un silencio cargado de misterio. Comenzamos, con la celebración de este domingo, la semana grande del cristianismo; semana en la que vamos a celebrar la pasión, muerte y resurrección de Jesús. 

3.- Entrega: ¡Cuántos sufrimientos físicos padeció Jesús por cada uno de nosotros para salvarnos, para pagar nuestro rescate! los sufrió sin quejarse en ningún momento. “No he opuesto resistencia. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla, mi frente fue adornada con una corona de espinas. No respondí a insultos y salivazos”. 

4.- Triunfo: cada uno de nosotros estábamos allí, entre aquellos judíos o aquellos discípulos, porque Jesús ofrecía su vida también por cada uno de nosotros. Y es que, para cada uno de nosotros es el relato de cuando nuestro mejor amigo entregó y perdió la vida por todos, por mí, por ti. Nosotros, como los discípulos y los judíos, unas veces hemos aclamado a Cristo con entusiasmo como Rey y después lo hemos traicionado y abandonamos tantas veces, nos convertimos, por nuestra debilidad y por nuestro pecado en protagonistas de la Pasión de Jesús. 

   Llevándonos a mirarlo crucificado por amor y por nosotros, haciéndose solidario con todos los crucificados de la tierra de ayer y de hoy, abriendo el sepulcro de los miedos y de la muerte, para sacarnos a la luz de la resurrección, enviándonos como testigos de la vida, del amor, de la paz y la alegría.

REFLEXION 

   ¡Qué impresionante testimonio el de Jesús de coherencia, de valentía, de entrega a la Voluntad del Padre! Y qué lejos estamos nosotros de esta coherencia muchas veces. Porque queremos un cristianismo adaptado, que no nos moleste demasiado, a nuestra cómoda manera, sin cruz, con triunfalismo, con parabienes. ¿Estamos dispuestos a seguir a Jesús hasta la cruz? ¿O nos queremos quedar sólo en el momento de las aclamaciones y el triunfo? Nos cuesta la cruz, a mí el primero. 

   Muchas veces la quiero cambiar, la quiero recortar, la quiero evitar. Pero la cruz es el camino para llegar a la Resurrección, para atravesar el paso a la felicidad verdadera. Sin cruz, sin entrega, sin coherencia, sin sacrificio generoso de amor, no hay verdadera vida, no hay renacer a una vida mejor, eso que llamamos la resurrección, y que empieza ya en esta vida. Porque la cruz no es un ejercicio de masoquismo, sino una muestra infinita de amor. 

   La cruz es el recuerdo permanente del amor misericordioso de nuestro Dios. La cruz es la ofrenda total, a la mejor ofrenda que Jesús puedo hacer. Semana Santa, es la gran oportunidad para morir con Cristo y resucitar con Cristo, para morir a nuestro egoísmo y resucitar al amor.

Vivir la semana Santa es acompañar a Jesús desde la entrada a Jerusalén hasta la resurrección.

Vivir la semana Santa es descubrir qué pecados hay en mi vida y buscar el perdón generoso de Dios en el Sacramento de la Reconciliación.

Vivir la Semana Santa es afirmar que Cristo está presente en la eucaristía y, en gracia, recibirlo en la comunión.

Vivir la Semana Santa es aceptar que Jesús está presente también en cada ser humano que convive y se cruza con nosotros. Es proponerse seguir junto a Jesús todos los días del año, practicando la oración, los sacramentos, la caridad.

PARA LA VIDA

   En una Iglesia de las misiones de África, al hacer la colecta de dones para el ofertorio, dos encargados pasaban con una gran cesta de mimbres de las que se usan para recoger la ofrenda.  En la última fila de las bancas de la iglesia estaba sentado un pequeñín que miraba con pena la cesta que pasaba de fila en fila. Todos depositaban algún producto de sus cosechas, o dinero. Le entristecía el pensar que no tenía nada para ofrecer al Señor. Los que llevaban la cesta ya estaban delante de él. No lo pensó más. Ante la sorpresa de todos, el pequeño se recostó en la cesta excusándose: 

Lo único que tengo se lo entrego en ofrenda al Señor.

5° Domingo de Cuaresma, 3 de Abril 2022, Ciclo C

 San Juan 8, 1-11

"Anda, Ver en Paz, y no Peques Más

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Pecado: Jesús ha pasado la noche orando en el Monte de los Olivos. De pronto, un grupo de escribas y fariseos irrumpe trayendo a "una mujer sorprendida en adulterio". No les preocupa el destino terrible de la mujer. Nadie le interroga de nada. Está ya condenada. Los acusadores lo dejan muy claro: "En la Ley de Moisés se manda apedrear a las adúlteras. Tú, ¿qué dices?” La situación es dramática: los fariseos están tensos, la mujer, angustiada; la gente, expectante. Jesús guarda un silencio sorprendente. Tiene ante sí a aquella mujer humillada, condenada por todos. Pronto será ejecutada. ¿Es esta la última palabra de Dios sobre esta hija suya?

2.- Misericordia: Jesús, que está sentado, se inclina al suelo y comienza a escribir algunos trazos en tierra. Los acusadores le piden una respuesta en nombre de la Ley. Él les responderá desde su experiencia de la misericordia de Dios: aquella mujer y sus acusadores, todos ellos, están necesitados del perdón de Dios. Los acusadores sólo están pensando en el pecado de la mujer y en la condena de la Ley. Jesús cambiará la perspectiva. Pondrá a los acusadores ante su propio pecado. El perdón a la mujer, es la peor pedrada al acusador. Ante Dios, todos hemos de reconocernos pecadores. Todos necesitamos su perdón.

3.- Perdón: como le siguen insistiendo cada vez más, Jesús se incorpora y les dice: "Aquel de vosotros que no tenga pecado puede tirarle la primera piedra". ¿Quiénes sois vosotros para condenar a muerte a esa mujer, olvidando vuestros propios pecados y vuestra necesidad del perdón y de la misericordia de Dios? Los acusadores se van retirando uno tras otro. Jesús apunta hacia una convivencia donde la pena de muerte no puede ser la última palabra sobre un ser humano. Más adelante, Jesús dirá solemnemente: "Yo no he venido para juzgar al mundo, sino para salvarlo". Le ofrece su perdón, y, al mismo tiempo, le invita a no pecar más. 

REFLEXIÓN 

   Todos esperan que se sume al rechazo general a aquella mujer sorprendida en adulterio, humillada públicamente, condenada por escribas respetables y sin defensa posible ante la sociedad y la religión. Jesús, sin embargo, desenmascara la hipocresía de aquella sociedad, defiende a la mujer del acoso injusto de los varones y le ayuda a iniciar una vida más digna. Jesús se dirige a aquella mujer humillada con ternura y respeto: Tampoco yo te condeno. 

   Vete, sigue caminando en tu vida y, en adelante, no peques más. Jesús confía en ella, le desea lo mejor y le anima a no pecar. De sus labios no saldrá condena alguna. Sin embargo, quien conoce cuánta oscuridad reina en el ser humano y lo fácil que es condenar a otros para asegurarse la propia tranquilidad, sabe muy bien que en esa actitud de comprensión y de perdón que adopta Jesús, incluso contra lo que prescribe la ley, hay más verdad que en todas nuestras condenas estrechas y resentidas. 

   El creyente descubre en la actitud de Jesús el rostro verdadero de Dios. Entonces: «Cuando no tengas a nadie que te comprenda, cuando los hombres te condenen, cuando te sientas perdido y no sepas a quien acudir, has de saber que Dios está de tu parte, Dios comprende tu debilidad y tu pecado, pero te pide que no vuelvas a pecar». Ésa es la mejor noticia que podíamos escuchar los hombres. Frente a la incomprensión, los enjuiciamientos y las condenas fáciles de las gentes, el ser humano siempre podrá esperar en la misericordia y el amor insondable de Dios. Cristo nos espera al final del camino, para resucitarnos con La noche de la Pascua. 

   Pero antes tenemos que pasar por la cruz y la muerte de nuestros egoísmos y nuestro cristianismo fácil y cómodamente instalado en la vivencia de una fe que poco nos compromete con la causa de Jesús: la causa de los pobres, los marginados, los rechazados socialmente, los que más lo necesitan en esta sociedad de “aparente felicidad”.  Afrontemos, pues, esta recta final de la Cuaresma con el corazón humilde ante Dios, para que Él nos llene de su mirada de misericordia, de perdón, de amor y de compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás. 

PARA LA VIDA

   Cuentan que un día Buda estaba sentado en la ladera de una montaña, meditando y contemplando en serenidad el paisaje, cuando un primo suyo, Devadatta, que le envidiaba, subió hasta lo más alto de la montaña y lanzó desde allí una enorme roca con la intención de matarle. Sin embargo, Devadatta erró en su intento, y la pesada roca aterrizó con estrépito junto a Buda, interrumpiendo su meditación, pero sin hacerle daño. Instantes después, el maestro siguió como si nada, sereno y mirando al horizonte.   

   Días después, Buda se encontró con su primo. Este, Avergonzado, le preguntó:– Maestro, ¿no estás enfadado?– No, claro que no- contestó él.– ¿Por qué no lo estás, si yo Intenté matarte? – Porque ni tú eres ya el mismo que arrojó la roca, ni yo soy el mismo que estaba allí sentado«Para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe amar, todo es perdonable»

No hay pecado que esté por encima del perdón y de la misericordia de Dios.

“Vete en Paz, Pero no Vuelvas a Pecar”

4° Domingo de Cuaresma, 27 de Marzo 2022, Ciclo C

 San Lucas 15, 1-3.11-32

"Este Hermano Tuyo Estaba Muerto y ha Revivido

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Alegría: no hay nada más sublime y hermoso y humano y divino. Si alguien quiere saber cómo es Dios, que lea esta parábola. La parábola del hijo pródigo”, El verdadero protagonista de esa parábola es el Padre. Por dos veces repite el mismo grito de alegría: "Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado". Este grito revela lo que hay en en corazón de Padre. Enseguida "echa a correr". No es el hijo quien vuelve a casa. Es el padre el que sale corriendo y busca el abrazo con más ardor que su mismo hijo. "Se le echó al cuello y se puso a besarlo". Así está siempre Dios. Corriendo con los brazos abiertos hacia quienes vuelven a él.

 2.- Bondad: la invitación del Evangelio de este domingo nos regala un hermoso mensaje. El relato describe con todo detalle el encuentro sorprendente del padre con el hijo que abandonó el hogar. Estando todavía lejos, el padre "lo vio" venir hambriento y humillado, y "se conmovió" hasta las entrañas. Esta mirada buena, llena de bondad y compasión es la que nos salva. Solo Dios nos mira así. Quien oiga esta parábola desde fuera, no entenderá nada. Seguirá caminando por la vida sin Dios. Quien la escuche en su corazón, tal vez llorará de alegría y agradecimiento. Sentirá por vez primera que el misterio último de la vida es Alguien que nos acoge y nos perdona porque solo quiere nuestra alegría.

3.- Perdón: el hijo comienza su confesión: la ha preparado largamente en su interior. El padre le interrumpe para ahorrarle más humillaciones. No le impone castigo alguno, no le exige ningún rito de expiación; no le pone condición alguna para acogerlo en casa. Sólo Dios acoge y protege así a los pecadores. El padre solo piensa en la dignidad de su hijo. Hay que actuar de prisa. Manda traer el mejor vestido, el anillo de hijo y las sandalias para entrar en casa. Así será recibido en un banquete que se celebra en su honor. El hijo ha de conocer junto a su padre la vida digna y dichosa que no ha podido disfrutar lejos de él. Sin duda, la parábola más cautivadora de Jesús es la del "padre bueno, "parábola del hijo pródigo". Precisamente este "hijo menor" ha atraído siempre la atención de comentaristas y predicadores. Su vuelta al hogar y la acogida increíble del padre han conmovido a todas las generaciones cristianas. 

REFLEXIÓN

   El protagonista no es el hijo perdido, porque además hay dos hijos perdidos, uno que se va de casa y otro que se va del corazón, habría que decir de los dos hijos pródigos. Pero es que en realidad el protagonista principal, la “estrella” de esta historia es el padre, no los hijos. Lo sorprendente de esta escena no es el comportamiento humano de los hijos, muy humano, por cierto, sino el comportamiento desmesurado del padre. Es el amor a borbotones y sin media del padre lo que conmueve. Y es lo que convierte a los hijos perdidos en los hijos recuperados. Claro que nosotros no actuaríamos con tanta generosidad y menos con tanta parcialidad. 

   El hijo mayor, diríamos, no se merece ese trato del padre, pobrecito. Encima de que se mata trabajando, su padre parece que no entiende su amor desmedido con el hijo mejor, el hijo perdido. Aquí estamos ante la pugna entre Jesús y los fariseos, los que se creían buenos, pero a la vez superiores a los demás, y eso es lo que los hacía realmente pecadores, lo que estropeaba su virtud. Porque la fe cristiana no es un cúmulo de buenas acciones que exigen la recompensa de Dios. No. Dios no nos ama porque lo merecemos, sino porque somos sus hijos. Su amor no está condicionado ni por nuestra virtud ni por nuestro pecado. 

   Es puro amor, puro don, pura gracia, pura misericordia y perdón. Pero es que además es ésta una experiencia humana muy real. Nadie cambia ni se convierte sino es desde el sentirse amado incondicionalmente por el otro. Maravilloso ejemplo del padre, de nuestro Padre Dios, que sale con los brazos abiertos a nuestro encuentro y prepara una fiesta. Un buen programa para nuestra vida de cristianos. Todos somos pecadores ante Dios, pero pecadores amados, salvados, perdonados, recuperados. Nadie opuede mirar al otro con desdén o desde la superioridad moral o espiritual. Sólo Dios es totalmente Bueno y Santo. Todos somos hijos pródigos.

   Todos somos hermanos e hijos de este Padre de la Misericordia. Imitemos el corazón de nuestro Dios, abriéndonos a su Amor infinito, reflejando en nuestra vida este perdón y esta misericordia a los que nos rodean, a los que nos ofenden, a los que se alejan, a los que no son como nosotros. Sólo por esta parábola, Cristo se merece estar en lo más alto de la sabiduría

humana y en lo más elevado del panteón divino. He aquí el resumen de todo el mensaje de Jesús, la fuente de donde brota su comportamiento, su muerte, su resurrección. 

PARA LA VIDA

    Una pareja de recién casados, un día el marido le hizo esta propuesta a su esposa: "Querida voy a irme de la casa por un tiempo, buscaré un empleo y trabajaré hasta que haya ganado el suficiente dinero como para regresar y poder darte una vida más cómoda y digna. No sé cuánto tiempo voy a estar lejos de ti. Trabajo por veinte años, y luego le dijo a su patrón: “Es hora de regresar a mi casa, quiero que me entregue mis ahorros, saldré mañana muy temprano”. 


   El patrón estuvo de acuerdo, pero antes de cumplir con su parte del pacto, le hizo una propuesta: "Yo puedo darte tu dinero y tú te vas, o puedo darte tres consejos y no te doy el dinero y te vas. Si yo te doy el dinero, no te doy los consejos y viceversa. Vete a tu cuarto, piénsalo y después me das la respuesta”. Como respetaba a su patrón y lo consideraba un gran sabio y sabía que lo amaba como a su propio hijo, finalmente no dudo y le dijo: "Quiero los tres consejos" El patrón le recordó: "Si te doy los consejos, no te doy el dinero.". Si, si, lo sé, pero quiero los consejos. “Nunca tomes atajos en tu vida”. 2.. “Nunca seas curioso de aquello que represente el mal” 3. “Nunca tomes decisiones en momentos de odio y dolor” después de varios días de camino volvió a su hogar. 


   Cuando su esposa abrió la puerta y lo reconoció, lo abrazó fuertemente, pero él con lágrimas en los ojos, le reprochó que le hubiera sido fiel, traicionándolo con otro hombre. Ella sorprendida le respondió: "Yo jamás te traicioné, te fui fiel durante todos estos veinte años”. Y entonces, le preguntó: "¿quién es ese hombre que acariciabas ayer por la tarde?”. Y ella le contestó: "Aquel hombre es nuestro hijo. Cuando te fuiste, descubrí que estaba embarazada”. Entonces el marido entró, abrazó a su hijo y les contó toda su historia, mientras la esposa preparaba la cena. Finalmente se sentaron a comer el último pan, tal como le había encargado el patrón. Después de dar gracias por los alimentos, partió el pan y al abrirlo, se encontró con todo el dinero que había ganado durante los veinte años que trabajo para su patrón.

3° Domingo de Cuaresma, 20 de Marzo 2022, Ciclo C

 San Lucas 13, 1 - 9

"Si No Os Convertís, Todos Pereceréis

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-Llamado: Es el momento de escuchar la invitación del Evangelio de este domingo: “Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”. Sí, convertirse y cambiar de conducta. Por eso el cristiano sabe que todos los pecadores pueden ser rescatados: El sermón de la montaña es la carta magna del cristiano: “Bienaventurados los artesanos de la paz, porque serán llamados hijos de Dios” Va pasando el tiempo y Jesús ve que la gente no reacciona a su llamada, como sería su deseo. Son muchos los que vienen a escucharlo, pero no acaban de abrirse al "Reino de Dios". Jesús va a insistir. Es urgente cambiar antes que sea tarde.

2.- Amor: Si Dios nos hubiera abandonado a nuestras propias fuerzas, tan limitadas y volubles, no tendríamos razones para esperar que la humanidad viva como familia, como hijos de un mismo Padre. Pero Dios se nos ha acercado definitivamente en Jesús; en su cruz experimentamos la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio. La cruz, antes símbolo de afrenta y amarga derrota, se vuelve manantial de vida. Desde la cruz mana a torrentes el amor y la paciencia de Dios que perdona y reconcilia. Con la sangre de Cristo podemos vencer al mal con el bien. El mal que penetra en los corazones y en las estructuras sociales. El mal de la división entre los hombres, que han sembrado el mundo con sepulcros con las guerras, con esa terrible espiral del odio que arrasa, aniquila en forma tétrica e insensata.

3.- Perdón: El perdón de Cristo despunta como una nueva alborada, como un nuevo amanecer. Es la nueva tierra, “buena y espaciosa”, hacia la que Dios nos llama, como hemos leído antes en el libro del Éxodo (Ex 3,8). Esa tierra en la que debe desaparecer la opresión del odio y dejar el puesto a los sentimientos cristianos: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros” 

REFLEXIÓN

   En cierta ocasión, el propietario de un terreno tiene plantada una higuera en medio de su viña. Año tras año, viene a buscar fruto en ella y no lo encuentra. Su decisión parece la más sensata: la higuera no da fruto y está ocupando inútilmente un terreno, lo más razonable es cortarla. Pero el encargado de la viña reacciona de manera inesperada. ¿Por qué no dejarla todavía? Él conoce aquella higuera, la ha visto crecer, la ha cuidado, no la quiere ver morir. 

   Él mismo le dedicará más tiempo y más cuidados, a ver si da fruto. El relato se interrumpe bruscamente. La parábola queda abierta. El dueño de la viña y su encargado desaparecen de escena. Es la higuera la que decidirá su suerte final. Mientras tanto, recibirá más cuidados que nunca de ese viñador que nos hace pensar en Jesús, "el que ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. Hemos de reaccionar antes que sea tarde. Jesús está vivo en medio de nosotros. Como el encargado de la viña, él cuida de nuestras Comunidades cristianas, cada vez más frágiles y vulnerables. 

   Él nos alimenta con su Evangelio, nos sostiene con su Espíritu. Hemos de mirar el futuro con esperanza, al mismo tiempo que vamos creando ese clima nuevo de conversión y renovación que necesitamos tanto y que los decretos del Concilio Vaticano no han podido hasta hora consolidar en la Iglesia. Jesús compara la vida estéril de una persona con una «higuera que no da fruto». ¿Para qué va a ocupar un terreno en balde? La pregunta de Jesús es inquietante. 

   ¿Qué sentido tiene vivir ocupando un lugar en el conjunto de la creación si nuestra vida no contribuye a construir un mundo mejor? ¿Qué significa pasar por esta vida sin hacerla un poco más humana? Criar un hijo, construir una familia, cuidar a los padres ancianos, cultivar la amistad o acompañar de cerca a una persona necesitada... no es «desaprovechar la vida», sino vivirla desde su raíz más plena. Hemos de reaccionar antes que sea tarde. 

   Lo que se le pide a la Iglesia de hoy es que sea lo que dice ser: la Iglesia de Jesucristo. Por decirlo con palabras del evangelio de Juan, lo decisivo es «permanecer» en Cristo y «dar fruto» ahora mismo, sin dejarnos coger por la nostalgia del pasado ni por la incertidumbre del futuro. No es el instinto de conservación sino el Espíritu del Resucitado el que ha de guiamos. No hay excusas para no vivir la fe de manera viva ahora mismo, sin esperar a que las circunstancias cambien. Es necesario reflexionar, buscar nuevos caminos, aprender formas nuevas de anunciar a Cristo, pero todo ello ha de nacer de una santidad nueva.

PARA LA VIDA

   En cierta ocasión un joven decidió engañar a un Maestro, con el fin de comprobar que no era tan sabio como la gente decía. El muchacho escondió un pájaro entre sus manos y, sin que nadie supiera qué tenía en ellas, le preguntó al Maestro: “Dime, Maestro, ¿Qué tengo aquí: vida o muerte?”. 

   La trampa del muchacho consistía en que si el Maestro decía: “vida”, el joven oprimiría fuertemente y mostraría un ave muerta”, Y si el Maestro decía: “muerte”, el chico mostraría vida, dejando al ave en libertad. El joven y sus discípulos estaban ansiosos y expectantes ante lo que el maestro pudiese responder: Al cabo de unos momentos, el Maestro contestó: “La vida o la muerte están en tus manos”.