San Lucas 9, 28b-36
"Transfigurados con el Señor”
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.-Oración: En este segundo domingo de Cuaresma, el evangelista Lucas subraya que Jesús subió al monte «a orar» junto con los apóstoles Pedro, Santiago y Juan y, «mientras oraba» acaeció el luminoso misterio de su transfiguración. Subir al monte para los tres apóstoles supuso quedar involucrados en la oración de Jesús, que se retiraba con frecuencia para orar, especialmente en la aurora o después del atardecer, y en ocasiones durante toda la noche. Ahora bien, sólo en esa ocasión, en el monte, quiso manifestar a sus amigos la luz interior que le invadía cuando oraba: su rostro se iluminó y sus vestidos dejaron traslucir el esplendor de la Persona divina del Verbo encarnado. La verdadera oración consiste precisamente en unir nuestra voluntad con la de Dios. La oración jamás es salirse de la realidad sino mas bien entrar plenamente en ella.
2. -Divinidad: El Señor Jesús manifestará a Pedro, Santiago y a Juan su
identidad más profunda, oculta tras el velo de su humanidad. La
luminosidad de sus vestidos manifiesta su divinidad. No está Dios
«vestido de esplendor y majestad, revestido de luz como de un manto»
El Mesías no es tan sólo un hombre, sino Dios mismo que se ha hecho
hombre.
3.-Plenitud: La Transfiguración del Señor nos habla de la plenitud, nos habla
que no existen carencias, ni limitaciones ni ausencias cuando se
está en presencia del Señor. Cuántas veces las ausencias de los
seres queridos son tremendos motivos de tristeza y de pena.
Ausencias físicas unas veces, ausencias espirituales otras;
ausencias producidas por una distancia que hay en kilómetros
medibles, o ausencias producidas por una distancia afectiva.
Aprendamos a compartir con Cristo todo lo que Él ha venido a hacer a
este mundo. El saber ofrecernos, ser capaces de entregarnos a
nuestro Señor cada día para resucitar con Él cada día. «Si con Él
morimos -dice San Pablo- resucitaremos con Él. Si con Él sufrimos,
gozaremos con Él». La Transfiguración viene a significar, de una
forma muy particular, nuestra unión con Cristo.
REFLEXIÓN
2. -Divinidad: El Señor Jesús manifestará a Pedro, Santiago y a Juan su identidad más profunda, oculta tras el velo de su humanidad. La luminosidad de sus vestidos manifiesta su divinidad. No está Dios «vestido de esplendor y majestad, revestido de luz como de un manto» El Mesías no es tan sólo un hombre, sino Dios mismo que se ha hecho hombre.
3.-Plenitud: La Transfiguración del Señor nos habla de la plenitud, nos habla que no existen carencias, ni limitaciones ni ausencias cuando se está en presencia del Señor. Cuántas veces las ausencias de los seres queridos son tremendos motivos de tristeza y de pena. Ausencias físicas unas veces, ausencias espirituales otras; ausencias producidas por una distancia que hay en kilómetros medibles, o ausencias producidas por una distancia afectiva. Aprendamos a compartir con Cristo todo lo que Él ha venido a hacer a este mundo. El saber ofrecernos, ser capaces de entregarnos a nuestro Señor cada día para resucitar con Él cada día. «Si con Él morimos -dice San Pablo- resucitaremos con Él. Si con Él sufrimos, gozaremos con Él». La Transfiguración viene a significar, de una forma muy particular, nuestra unión con Cristo.
REFLEXIÓN
Evangelio nos invita a no nos quedemos simplemente viendo la Transfiguración como un misterio espectacular por parte de Cristo, sino que, viendo a Cristo Transfigurado, nos demos cuenta de que ésa es nuestra identidad, de que ahí está nuestra felicidad. Una felicidad que vamos a ser capaces de tener sola y únicamente a través de la comunión con los demás, a través de la comunión con Dios
El Señor ha venido a salvar al ser humano, a reconciliarlo. No quiere que nadie se pierda. Él conoce los más profundos anhelos del corazón humano y sabe cómo saciar verdaderamente sus anhelos y sed de eternidad. A diferencia del padre de la mentira que ofrece una gloria vana, pasajera, el Señor ofrece a todo el que crea en Él la gloria auténtica, la que verdaderamente realiza al ser humano. Un destello de esa gloria es la que muestra cuando en el monte Tabor se transfigura ante Pedro, Santiago y Juan. Es esa la gloria de la que Dios quiere hacer partícipe a su criatura humana. El Tabor es para nosotros un punto fundamental de referencia en todo el Evangelio.
Jesucristo nos pide y exige el que le sigamos cargados cada uno con nuestra propia cruz —la del deber, la del trabajo, la de la pobreza, la de la enfermedad, la de la lucha por la virtud, la cruz que sea—, y necesitamos un estímulo, un motivo, algo que nos convenza que nuestro seguimiento a Cristo no es cosa inútil y que nos vaya hacer arrepentirnos. ¿Qué recompensa nos espera? Como a Jesús, la resurrección. Pero, ¿cómo va ser esta resurrección? El Tabor nos da la respuesta: nos va dar a nosotros la misma gloria con que apareció Jesús en aquella visión grandiosa.
Con esta fe y esta esperanza, ¿quién se desanima?¡Venga, adelante! San Pablo nos lo dice con palabras de ánimo: En un mundo que se está secularizando y que pierde el sentido de lo divino, ¡qué bien nos vienen unas palabras como éstas! El placer pasa; el fruto del deber cumplido, permanece en premio eterno. Pidamos para nosotros la gracia de identificarnos con Cristo como fuente de felicidad. Pidámosla también para los que están dentro de nuestro corazón y para aquellas personas que no son capaces de encontrar que estar con Cristo es lo mejor que un hombre o una mujer pueden tener en su vida.
Evangelio nos invita a no nos quedemos simplemente viendo la Transfiguración como un misterio espectacular por parte de Cristo, sino que, viendo a Cristo Transfigurado, nos demos cuenta de que ésa es nuestra identidad, de que ahí está nuestra felicidad. Una felicidad que vamos a ser capaces de tener sola y únicamente a través de la comunión con los demás, a través de la comunión con Dios.
El Señor ha venido a salvar al ser humano, a reconciliarlo. No quiere que nadie se pierda. Él conoce los más profundos anhelos del corazón humano y sabe cómo saciar verdaderamente sus anhelos y sed de eternidad. A diferencia del padre de la mentira que ofrece una gloria vana, pasajera, el Señor ofrece a todo el que crea en Él la gloria auténtica, la que verdaderamente realiza al ser humano. Un destello de esa gloria es la que muestra cuando en el monte Tabor se transfigura ante Pedro, Santiago y Juan. Es esa la gloria de la que Dios quiere hacer partícipe a su criatura humana. El Tabor es para nosotros un punto fundamental de referencia en todo el Evangelio.
Jesucristo nos pide y exige el que le sigamos cargados cada uno con nuestra propia cruz —la del deber, la del trabajo, la de la pobreza, la de la enfermedad, la de la lucha por la virtud, la cruz que sea—, y necesitamos un estímulo, un motivo, algo que nos convenza que nuestro seguimiento a Cristo no es cosa inútil y que nos vaya hacer arrepentirnos. ¿Qué recompensa nos espera? Como a Jesús, la resurrección. Pero, ¿cómo va ser esta resurrección? El Tabor nos da la respuesta: nos va dar a nosotros la misma gloria con que apareció Jesús en aquella visión grandiosa.
Con esta fe y esta esperanza, ¿quién se desanima?¡Venga, adelante! San Pablo nos lo dice con palabras de ánimo: En un mundo que se está secularizando y que pierde el sentido de lo divino, ¡qué bien nos vienen unas palabras como éstas! El placer pasa; el fruto del deber cumplido, permanece en premio eterno. Pidamos para nosotros la gracia de identificarnos con Cristo como fuente de felicidad. Pidámosla también para los que están dentro de nuestro corazón y para aquellas personas que no son capaces de encontrar que estar con Cristo es lo mejor que un hombre o una mujer pueden tener en su vida.
PARA LA VIDA
PARA LA VIDA
En el jardín de una casa había tres ancianos. Señores,
nos gustaría muchísimo que pasaran los tres, pero como solo podemos
escoger a uno hemos decidido que con mucho gusto invitamos a Amor.
Si es tan amable, acompáñeme, por favor. Amor, el anciano con más
cara de bonachón, se acercó a él y juntos caminaron sobre la hierba.
Entraron en la casa y la mujer le indicó que se sentara a la mesa. –
Es un placer tenerle con nosotros, señor Amor.
El anciano sonrió y tomó asiento. En ese mismo
instante, los otros dos se presentaron en el comedor. La familia se
miró desconcertada y la mujer se acercó a ellos con amabilidad. –
Pasen, por favor, están en su casa. Estamos felices de que también
se unan a la cena, pero me gustaría saber por qué al final los tres
aceptan nuestra invitación. Nos hicieron escoger a uno y decidimos
que fuera Amor… ¡Perdonen, pero la verdad es que no entiendo
nada!
El señor Amor miró a la niña que estaba sentada a su
lado, le guiñó un ojo, y resolvió el misterio. – Verá, buena mujer,
todo tiene una fácil explicación: si hubiera escogido el éxito o la
riqueza los otros dos nos habríamos quedado afuera, pero me han
elegido a mí, y a donde yo voy ellos van, pues donde hay amor,
siempre hay éxito y riqueza.
En el jardín de una casa había tres ancianos. Señores, nos gustaría muchísimo que pasaran los tres, pero como solo podemos escoger a uno hemos decidido que con mucho gusto invitamos a Amor. Si es tan amable, acompáñeme, por favor. Amor, el anciano con más cara de bonachón, se acercó a él y juntos caminaron sobre la hierba. Entraron en la casa y la mujer le indicó que se sentara a la mesa. – Es un placer tenerle con nosotros, señor Amor.
El anciano sonrió y tomó asiento. En ese mismo instante, los otros dos se presentaron en el comedor. La familia se miró desconcertada y la mujer se acercó a ellos con amabilidad. – Pasen, por favor, están en su casa. Estamos felices de que también se unan a la cena, pero me gustaría saber por qué al final los tres aceptan nuestra invitación. Nos hicieron escoger a uno y decidimos que fuera Amor… ¡Perdonen, pero la verdad es que no entiendo nada!
El señor Amor miró a la niña que estaba sentada a su lado, le guiñó un ojo, y resolvió el misterio. – Verá, buena mujer, todo tiene una fácil explicación: si hubiera escogido el éxito o la riqueza los otros dos nos habríamos quedado afuera, pero me han elegido a mí, y a donde yo voy ellos van, pues donde hay amor, siempre hay éxito y riqueza.