San Marcos 9, 30 - 37
“Ser Como Niños”
Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
- El Primer Lugar: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». Importantes son los que, sin pensar mucho en su nombre, prestigio o tranquilidad personal, se dedican sin ambiciones y con total libertad a servir, colaborar y contribuir al proyecto de Jesús. “Hacer el bien, pensar bien, hablar bien” (San Benito).
- Servir: es el mejor sinónimo del amor. Donde hay envidia y peleas no hay justicia ni paz. Paz y justicia van unidas pero deben pasar por el servicio. Nos da miedo la entrega y el servicio. Sin embargo la mesa del Señor es mesa común, fraternal y evangélica. Dejémonos empapar por Cristo, por su pan fraterno, por su paz y dispongámonos como él a servir, así nacerá en nosotros la felicidad plena.
- Seguir: “Seguir al Señor” es involucrarse y comprometerse con Él con todas las fuerza y a tiempo completo, sea cual sea nuestro estado de vida, soltero, casado, religioso… Es cooperar con Él en la construcción del Reino de Dios en este mundo. Como Jesús, todos venimos a este mundo con una misión que cumplir: la de ser felices y hacer felices a otros, lo que agrada mucho a Dios.
- Educar: la instrucción sobre el discipulado, aunque larga y dura como el camino hacia el Calvario, conduce a la resurrección. El último y servidor de todos es el primero porque entiende la vida “no para servirse uno mismo sino para servir a los demás”.
REFLEXIÓN
En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a encontrar el equilibrio personal, a veces tan difícil de conseguir, en donde la necesidad de ser amados conviva con la necesidad de amar, como decía San Agustín. Jesús recuerda hoy en el evangelio, que quiere que seamos grandes... Pero nos recuerda que lo que nos hace grandes no son las cosas materiales, sino lo que está dentro de nosotros, es decir, Dios mismo.
Él nos hace personas grandes, nos da la capacidad de amar y de estar disponibles para aquellos que nos necesitan como son los pobres y menos favorecidos; y cuantos requieran nuestro apoyo material o espiritual. Pensemos en tantos padres de familia que ya son ancianos; o los niños que necesitan de tiempo para estar con sus padres y jugar con ellos, y sentir ese cariño que a algunos, aunque parezca mentira, no tienen...; es la capacidad para acoger con una sonrisa. En definitiva, lo que nos hace grandes es vivir la vida en actitud de servicio y entrega generosa como Jesús.
Jesús, es servidor de todos y nos invita a tener una actitud semejante a la suya. Él se hizo nuestro servidor, él se puso en nuestras manos, él se entregó a nosotros. Por eso no puede llamarse discípulo de Cristo aquel que se aprovecha del prójimo o lo explota de cualquier forma. Desde su propio ejemplo, Jesús nos invita a ser serviciales, siempre dispuestos a echar una mano cada uno en la medida de sus posibilidades.
La clave de esta lógica de acción a la que nos invita Jesús, está desde el bautismo. Ahí quedaron grabadas, listas a desarrollar, todas las facultades que nos hacen capaces de obrar como hijos suyos porque somos propiedad suya.
PARA LA VIDA
En una ocasión, el padre de una familia muy rica llevó a su hijo pequeño al campo con la intención de que viera lo pobre que era la gente que allí vivía. Estuvieron todo un día y una noche entera en la casa de un pueblo, con una familia campesina muy humilde. Al terminar el viaje, de regreso a casa en el coche, el padre le preguntó a su hijo: - ¿Qué te ha parecido el viaje?. - ¡Muy bonito, papá!, contestó alegremente el niño. El padre volvió a preguntar: - ¿Viste lo pobre que puede llegar a ser la gente? - Sí, dijo el niño. - Y, ¿qué aprendiste?, volvió a insistir el padre.
El niño calló un segundo y, después de pensar, respondió: - Ummmm… pues…, aprendí que nosotros tenemos un perro en casa, y ellos tienen cuatro. Que nosotros tenemos una piscina en medio del jardín y ellos tienen un río. Que nosotros tenemos en el patio unas lámparas compradas y ellos tienen las estrellas. Que nosotros tenemos un terreno que llega hasta un muro y ellos el campo. Al terminar el relato de lo que había aprendido el padre quedó mudo. Su hijo añadió: - Gracias papá por enseñarme lo pobres que somos.