21° Domingo del Tiempo Ordinario, 25 de Agosto de 2019, Ciclo C


San Lucas 13, 22 - 30

 ¡La Salvación, Iniciativa de Dios y Tarea del Hombre!” 

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
  1. La Salvación: "Dios quiere la salvación de todos". Él nos ha llamado y sigue llamando a todos, sin excepción, porque es Señor y Padre de todos. Al hombre le es imposible salvarse por sí mismo: es Dios quien salva. Pero Dios no impone la salvación, la ofrece. Dios no ahorra al hombre la tarea de aceptarla, y así ser salvado. No es el hombre quien toma la iniciativa de la salvación, sino Dios. Pero no es Dios quien tiene la tarea de la salvación. Depende de nosotros.
  2. La  Puerta Estrecha: la puerta de la llamada la abre Dios y la abre a todos, pero la puerta de la respuesta depende de la libertad humana, y no todos están dispuestos a entrar por ella, sobre todo sabiendo que es una puerta estrecha. “Entrar por la puerta estrecha” significa, en la lógica de Jesús, hacerse pequeño, sencillo, humilde, servidor, capaz de amar a los otros hasta el extremo y hacer de la vida un permanente don, en aras de nuestra salvación.
  3. El Reino: es necesario ser conscientes de que el acceso al “Reino” no es, nunca, una conquista definitiva, sino algo que Dios nos ofrece cada día y que, cada día, aceptamos o rechazamos. El acceso a la salvación es algo a lo que se responde, positiva o negativamente, todos los días y que nunca es un dato totalmente seguro y adquirido.
  4. Estar Alertas: para vivir una fe llena de Dios y no de nuestros proyectos y presupuestos humanos. Dios no reconoce a quien no es capaz de dejarlo todo por Él, así hubieran compartido mesa y palabra. Estar alerta es preguntarnos con frecuencia dónde está Dios y cómo me encuentro con èl, en este momento de mi vida. 
  5. Esforzase: luchamos y nos empeñamos en alcanzar el triunfo en el mundo, y hasta abrigamos la esperanza de que si llegamos a lo alto, seremos felices. Sin embargo, cualquier triunfo humano es tan pasajero como la vida. Por lo que es insensato poner nuestra confianza en las cosas de este mundo. El Señor nos está señalando el camino.
REFLEXIÓN 
   La liturgia de este Domingo nos propone el tema de la “salvación”. Nos dice que el acceso al “Reino”, a la vida plena, a la felicidad total (“salvación”), es un don que Dios da a todos los seres humanos, sin excepción; pero, para llegar a eso, es necesario renunciar a una vida basada en esos valores que nos hacen orgullosos, egoístas, prepotentes, autosuficientes, y seguir a Jesús por su camino de amor, de entrega, de donación de la vida.
  •    En la primera lectura, un profeta nos ofrece la visión de la comunidad escatológica: será una comunidad universal, a la cual tendrán acceso todos los pueblos de la tierra sin excepción. Los propios paganos serán llamados a ser testigos de la Buena Nueva de Dios y serán invitados al servicio de Dios, sin discriminación alguna basada en la raza, en la etnia o en el origen social.
  •    La segunda lectura parece, a primera vista, presenta un tema un tanto fuera de lugar y marginal, en relación con lo que se nos propone en las otras dos lecturas; sin embargo, las ideas propuestas son otra forma de abordar la cuestión de la “puerta estrecha”: el verdadero creyente se enfrenta con coraje a los sufrimientos y desafíos, ve en ellos signos del amor de Dios que, de esa forma, educa, corrige, muestra el sin sentido de ciertas opciones y nos prepara para la vida nueva del “Reino”.
  •    En el Evangelio, Jesús, confrontado con una pregunta acerca del número de los que se salvan, sugiere que el banquete del “Reino” es para todos; sin embargo, no hay entradas garantizadas, ni billetes reservados: es necesario hacer una opción por la “puerta estrecha” y aceptar el seguir a Jesús en la entrega de la vida y en el amor total a los hermanos. 
PARA LA VIDA 

   Érase una vez una mujer muy malvada. Y el día en que murió nadie recordaba ningún gesto de caridad que hubiera hecho a lo largo de su vida. Así pues, el demonio la llevó al infierno. Su ángel de la guarda empezó a repasar su vida para ver si encontraba una buena acción para presentársela a Dios. Finalmente encontró una. Una vez arrancó una cebolla de su huerto y se la dio a un mendigo. Dios le dijo al ángel de la guarda: "Toma una cebolla, enséñasela y que se agarre a ella, si la puedes subir hasta el paraíso que entre, pero si la cebolla se rompe se quedará en el infierno". 

   El ángel de la guarda corrió hacia ella y le dijo: Ven, agárrate y yo te salvaré. Con mucho cuidado empezó a subir y ya estaba casi afuera cuando otros pecadores que la vieron, ya casi salvada, se agarraron a ella para salir también ellos. Pero como era tan mala empezó a darles golpes y les dijo: "Me están sacando a mí, no a ustedes; es mi cebolla, es suya. Súeltenme". Al decir esto la cebolla se rompió. La mujer cayó de nuevo al infierno y ahí sigue hasta hoy. 

   "Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán.

   Recuerden una cosa: Jesús no nos pide nada que Él no haya hecho primero. Él fue el primero en entrar por la puerta estrecha. "No mi voluntad sino la tuya, Padre.

20° Domingo del Tiempo Ordinario, 18 de Agosto de 2019, Ciclo C


San Lucas 12, 49 - 53

 Fijos los Ojos en Jesús” 

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
  1. El Profeta: la "boca" del profeta no la cierra nadie: es la voz de Dios. Es importante notar el nexo que tiene el callar la voz de la conciencia y el silenciar a quienes quieren despertar en nosotros esa misma voz: los que se han acostumbrado a rechazar esa “voz de Dios” que es la propia conciencia sólo pueden rechazar esa otra “voz de Dios” que son sus profetas.
  2. La Paz:  para llegar a la verdadera paz hay que enfrentar más de un conflicto y tomar más de una opción fuerte y radical. Solo la paz que nos da Cristo nos da la capacidad para enfrentar la oposición, la división, el rechazo y la persecución que provienen por la proclamación del Reino de Dios.
  3. El Fuego:  del apostolado se robustece en la oración: no hay medio mejor que éste para desarrollar, a lo largo y a lo ancho del mundo, esa batalla pacífica en la que cada cristiano está llamado a participar: cumplir lo que resta de padecer a Cristo (cfr Col 1,24)»
  4. La Verdad: los cristianos estamos convencidos de que la verdad en sí, y particularmente la verdad de nuestra fe nos hace libres. En realidad, toda verdad contribuye a construir al hombre y al cristiano en su identidad y carácter más específicos. Allí donde hay verdad, hay libertad, y donde no hay verdad, hay necesariamente alguna forma de esclavitud.
  5. La Fe: hay algo que nos da seguridad: fijar los ojos en Jesús que es precisamente el que inicia y lleva a plenitud nuestra fe. Él es el verdadero modelo de la fe auténtica. Él hizo el camino de la fe sin miedo a la ignominia, asumiendo la Cruz y soportando la oposición de los pecadores. La clave está en mirar a Jesús. Él da fuerza para seguir caminando, para seguir en la brecha, en la lucha, que todavía no ha llegado a sus últimas consecuencias.
REFLEXIÓN 
   
   Aceptar con todas las consecuencias la misión de ser profeta y portavoz de Dios es una dura carga, llena de incomprensiones y de riesgos. Porque mantener la fidelidad a Dios es más difícil que ser fiel a los hombres. El profeta de todos los tiempos ha sufrido persecuciones y desconocimiento de los más cercanos. 
Le pasó a Jeremías, porque hablaba claro; por eso quisieron hundirle en el lodo del aljibe, para ahogar su palabra. Y le pasó a Jesús, que soportó la cruz y la oposición de los pecadores, renunciando al gozo inmediato.
   Es un aviso para los cristianos en los momentos de lucha o desánimo. Aceptar a Jesús nos lleva a ser presencia en medio de la sociedad y dentro de la propia familia. 
   El seguimiento de Cristo puede suponer en el cristiano continuidad de sufrimientos, de conflictos, separaciones, enemistades. Cuando se medita la frase de Jesús en el evangelio de este domingo "Yo he venido a prender fuego en el mundo", se comprende que hay que anunciar el Evangelio con calor y pasión, sin tibiezas. 
   Con palabras tibias contribuimos a mantener barreras y situaciones difusas. Siempre el cristiano ha de testimoniar el valor profundo de la paz, que no es comodidad, aceptación de la injusticia o simple convivencia perezosa. Porque Cristo luchó por la verdadera paz, que es la defensa del hombre, murió víctima de la violencia. Quien sufre por amor al Crucificado debe ver en ello una ratificación de la rectitud de su fe y del camino de su vida.
   Nos quejamos de que en el mundo no hay paz, pero no queremos cambiar nuestras actitudes egoístas, nuestro apego al dinero, nuestro sumergirnos en una vida donde lo más importante es el placer que el deber. 
   Si oímos a Jesús y nos convertimos en sus verdaderos seguidores, el mundo cambiario sin duda alguna. Lo que falta, pues, no es una acción de Dios sino nuestra. Pero preferimos echarle la culpa al Creador, olvidándonos de nuestro propio compromiso con El. 

PARA LA VIDA 

   La escuela de Elena era un lugar especial. Todos disfrutaban aprendiendo y jugando con Elisa, su encantadora maestra. Pero un día la señorita Elisa se puso muy enferma, y Elena fue a verla con sus papás al hospital. Era un edificio triste y gris, y Elena encontró a su maestra igual de triste. Pensó que podría alegrarla con unas flores, pero no tenía dinero para comprarlas. 
   Entonces Elena recordó lo que habían aprendido sobre las plantas, y buscó un trocito de tierra. Lo encontró en la escuela, junto a la escalera, en la esquina donde solían buscar escarabajos. Y allí removió la tierra y la preparó. Luego su mamá le entregó unas semillas, y Elena las plantó en unos hoyos que había hecho. 
   Después volvió a tapar las semillas, y regó la tierra con agua. El resto fue esperar. Sabía que solo tenía que ser paciente, y seguir regando las semillas cada día al entrar y salir de la escuela. Semanas después empezaron a salir de la tierra unas plantitas verdes. Al principio eran enanas, pero luego crecieron hasta hacerse enormes. 
   De ellas nacieron muchas flores, y cada día Elena escogía una para llevársela a su maestra enferma. Las flores llevaron esperanza y alegría a la señorita Elisa. Esta se recuperó de su enfermedad y pudo volver a la escuela. Allí encontró, junto a la escalera, el pequeño jardín que había plantado Elena. Le gustó tanto, que desde entonces cuidaron juntas el jardín. Y cada vez que faltaba un niño a la escuela por estar enfermo, tomaban una flor para llevársela y alegrarle el día.

19° Domingo del Tiempo Ordinario, 11 de Agosto de 2019, Ciclo C


San Lucas 12, 32 - 48


 Estad Preparados” 

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
  1. Vigilar: permanecer despiertos, aunque todos duerman. Es una buena imagen de lo que es un cristiano: alguien que está despierto. Vigilamos cuando sabemos que un mal puede venirnos, pero también cuando aguardamos con amor a alguien. Las dos cosas son necesarias y son recomendados por Cristo, Nuestro Señor. Tenemos que vigilar para que ningún ladrón nos robe, pero también vigilamos porque sabemos que nuestro Amo y Señor viene.
  2. La Fe: por la fe entramos en contacto con lo prometido y esperado, al unirnos estrechamente al que lo ha prometido. La fe es también prueba de las cosas que no se ven. La fe es el primer paso en el camino. Decir 'creo' y no acoger esa fe en el corazón y llevarla a la acción en una vida comprometida y de crecimiento en las virtudes sería una incoherencia que llevaría a la frustración y a la mediocridad en la vida cristiana. La fe es la base de una vida virtuosa, y la vida virtuosa es el natural despliegue de una fe auténtica.
  3. La Esperanza: hay que esperar la llegada del Señor con las lámparas encendidas, es decir, con la fe viva, con la esperanza activa y con la caridad operante. es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
  4. La Lámpara:  es la Eucaristía, alimento para el camino. Nos da la fuerza para seguir adelante y para trabajar por el Reino de Dios. Y mientras la celebramos repetimos con frecuencia nuestra mirada hacia el futuro «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». 
REFLEXIÓN 

La Palabra de Dios que la liturgia de hoy nos ofrece nos invita a la vigilancia: el verdadero discípulo no vive con los brazos cruzados, en una existencia cómoda y resignada, sino que está siempre atento y disponible para acoger al Señor, para escuchar sus llamadas y trabajar por el “Reino”.
  • La primera lectura nos presenta las palabras del  “sabio”, para quien sólo la atención a los valores de Dios genera vida y felicidad. La comunidad israelita, confrontada con un mundo pagano e inmoral, que cuestiona los valores sobre los cuales se construye la comunidad del Pueblo de Dios, debe, por tanto, ser una comunidad “vigilante”, que consiga discernir entre los valores efímeros y los valores duraderos.
  • La segunda lectura nos refiere a Abrahán y Sara como modelos de fe para los creyentes de todas las épocas. Atentos a las llamadas de Dios, empeñados en responder a sus desafíos, conseguirán descubrir los bienes futuros en las limitaciones y en la caducidad de la vida presente. Es esa actitud la que el autor de la carta a los Hebreos, recomienda a los creyentes, en general.
  • El Evangelio presenta una catequésis sobre la vigilancia. Propone a los discípulos de todas las épocas una actitud de espera serena y atenta al Señor, que viene a nuestro encuentro para liberarnos y para insertarnos en una dinámica de comunión con Dios. El verdadero discípulo es aquel que está siempre preparado para acoger los dones de Dios, para responder a sus llamadas y para comprometerse en la construcción del “Reino”.
   Dios vino, viene y vendrá. El hombre espera, acoge y vigila. Pero, en paralelo a estas dos corrientes (Dios viene y el hombre espera), avanza otra más desde que, algunos hombres, decidieron apagar el faro de una vigilancia real y activa. Otros, en cambio, aún con limitaciones seguimos esperando, acogiendo y espabilados para que las costas de nuestras almas y de nuestros corazones. 

PARA LA VIDA 

   Una noche tuve un sueño: Soñé que con el Señor caminaba por la playa, y a través del cielo, escenas de mi vida pasaban. Por cada escena que pasaba percibí que quedaron dos pares de pisadas en la arena. Unas eran las mías y las otras las del Señor. Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena, y noté que muchas veces en el camino de mi vida había sólo un par de pisadas en la arena. 

   Noté también que esto sucedió en los momentos más difíciles de mi vida. Esto me perturbó y, entonces, pregunté al Señor: Señor, tú me dijiste, cuando yo resolví seguirte, que andarías conmigo a lo largo de todo el camino, pero he notado que durante los peores momentos de mi vida se divisan en la arena sólo un par de pisadas. 

   No comprendo por qué me dejaste en las horas que más te necesitaba”. Entonces El, clavando en mí su mirada infinita de amor, me contestó: “Mi hijo querido, yo siempre te he amado y jamás te dejaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena un solo par de pisadas, fue justamente allí donde yo te cargué en mis hombros”.

18° Domingo del Tiempo Ordinario, 4 de Agosto de 2019, Ciclo C


San Lucas 12, 13 - 21

 Tú eres, Señor, mi Riqueza” 

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
  1. La Vida: está cargada de afanes y trabajos. De noche y de día trabaja la mente humana por hacer realidad sus planes. Cuando parece que ya hemos conseguido algo, surge aquí y allá otra necesidad y otro reclamo. La vida humana no tiene como fin y meta enriquecerse y gozar sin límites de los bienes acumulados. La codicia es la polilla de la vida humana, tanto personal como social. Todo pasa y todo acaba. Nuestra vida, nuestra meta, nuestro destino están allí en Cristo. Para ser, como él, luz de Luz.
  2. La Salvación: desciende sobre los que escuchan su voz, y su Voz es Cristo. El Dios Creador ha hablado en el Hijo, y su Voz continúa hoy sonando. Es la Voz que salvaLos que escuchan la Voz y la siguen dócilmente alcanzarán la vida eterna.
  3. Jesús: no enjuicia causas, no ejerce el derecho o declara con autoridad según derecho en cuestiones religiosas. Los maestros ejercían esa función. Jesús no. La "misión" de Jesús no es esa. Jesús no ha venido a restablecer o declarar derechos sobre cosas de este mundo. Su "misión" es el Reino de Dios.
  4. Las Riquezas: la codicia y la avaricia no van con el cristiano, porque puede terminar esclavo de la codicia. El dinero puede dar poder, fama, prestigio, seguridad, bienestar...; pero, en la medida en que esclaviza a la persona, la cierra a Dios Padre, la hace olvidar su condición de hombre y hermano, y la lleva a romper la solidaridad con los otros. Dios no puede reinar en la vida de un hombre dominado por el dinero. Aunque no nos lo creamos, el dinero nos puede empobrecer.
REFLEXIÓN 

   La liturgia de este domingo nos interroga acerca de la actitud que tomamos frente a los bienes de este mundo. Sugiere que estos no pueden ser el dios que dirija nuestra vida, y nos invita a descubrir y a amar esos otros bines que dan el verdadero sentido a nuestra existencia y que nos aseguran la vida en plenitud. 
  • En la primera lectura, tenemos una reflexión de “Qohélet” sobre el sin sentido de una vida basada en acumular bienes. Aunque la reflexión de “Qohélet” no va más allá, constituye una base para que vayamos en búsqueda de Dios y de sus valores y para que encontremos ahí el sentido último de nuestra existencia.
  • La segunda lectura nos invita a la identificación con Cristo: eso significa el dejar a los “dioses” que nos esclavizan y renacer continuamente, hasta que en nosotros se manifieste el Hombre Nuevo, que es “imagen de Dios”.
  • El Evangelio, a través de la “parábola del rico necio”, Jesús denuncia la falacia de una vida volcada únicamente hacia los bienes materiales: el hombre que así procede es un “loco”, que ha olvidado aquello que, verdaderamente, da sentido a la existencia. 
   Muchas veces el hombre es propenso a mirar su vida desde el punto de vista de la vanidad. Sin embargo, Cristo quiere que la veamos desde el punto de vista del valor, pero teniendo siempre cuidado de utilizar la justa Jerarquía de valores, la justa escala de valores.

   Para acertar en la vida no basta pasarlo bien. El ser humano no es sólo un animal hambriento de placer y bienestar. Está hecho también para cultivar el espíritu, conocer la amistad y la ternura, experimentar el misterio de lo transcendente, agradecer la vida, vivir la solidaridad.
   Cuántas personas olvidan sus responsabilidades familiares, porque es más importante asegurar el dinero suficiente para unas vacaciones en Tailandia o en la República Dominicana. Cuántas personas renuncian a su dignidad y a sus derechos, para aumentar su cuenta bancaria.

PARA LA VIDA 

   Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en los brazos, pasando delante de una caverna escuchó una voz misteriosa que allá adentro le decía: "Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal.  Recuerda algo: Después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo principal…"  

   La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso al niño en el piso y empezó a juntar, ansiosamente, todo lo que podía en su delantal.  La voz misteriosa habló nuevamente.  "Tienes solo ocho minutos”
   Agotados los ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de la caverna y la puerta se cerró... recordó, entonces, que el niño quedó allá y la puerta estaba cerrada para siempre. La riqueza duro poco y la desesperación, siempre. 

   Hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite alguno y olvidando cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre. Pero, de pronto nuestra seguridad se ha venido abajo.

17° Domingo del Tiempo Ordinario, 28 de Julio de 2019, Ciclo C


San Lucas 11, 1 - 13

Pedid y se os Dará,Buscad y Hallaréis, Llamad y se os Abrirá” 

Homilía PadreLuis Guillermo Robayo M.
  1. Pedir: es la actitud propia del pobre que necesita recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo. Esta complace a Dios, porque es la propia de un corazón conforme a la misericordia del mismo Dios.
  2. Buscar: además de pedir, hay que buscar, moverse y dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto o escondido. Así ve Jesús a sus seguidores: como «buscadores del reino de Dios y su justicia».
  3. Llamar:  es gritar a alguien al que no sentimos cerca, y que creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba Jesús al Padre en la soledad de la cruz.
  4. La Oración: tras una necesidad viene otra, tras un problema otro. La súplica no puede apartarse de nuestros labios. Los discípulos del Señor han de ser enviados a dar testimonio de su persona y a continuar su obra. Si Jesús oraba, deben también orar los discípulos. Los discípulos deben orar, como oraba Jesús. Por eso, Señor enséñanos a orar. La oración distingue al hombre de Dios. Dios escucha la oración. Debemos estar seguros de ello. 
  5. El Espíritu Santo: dirigió a Jesús durante toda su vida. De eso necesitamos nosotros, de una dirección vital interna que nos conforme con Cristo y nos haga vivir su vida: el Reino de Dios, la voluntad del Padre. Como reza el Padrenuestro. Más aún, nos enseñará a orar. Él pide, con gemidos inenarrables, aun cuando nosotros no sabemos qué pedir. Es la Voz de Dios en nuestros labios

REFLEXIÓN 

   El tema fundamental que la liturgia nos invita a reflexionar, en este domingo, es la oración. Al poner delante de nuestros ojos los ejemplos de Abrahán y de Jesús, la Palabra de Dios nos muestra la importancia de la oración y nos enseña la actitud que los creyentes deben asumir en su diálogo con Dios.

  • La primera lectura sugiere que la verdadera oración es un diálogo “frente a frente”, en el cual el hombre, con humildad, reverencia, respeto, pero también con osadía y confianza, presenta a Dios sus inquietudes, sus dudas, sus ansias e intenta percibir los proyectos que Dios tiene para el mundo y para los hombres.
  • La segunda lectura, sin aludir directamente al tema de la oración, invita a hacer de Cristo la referencia fundamental (en este contexto de reflexión sobre la oración, podemos decir que Cristo tiene que ser la referencia y el modelo del creyente que reza: en la frecuencia con la que se dirige al Padre, en la forma como dialoga con el Padre).
  • El Evangelio nos sienta en el banco de la “escuela de la oración” de Jesús. Enseña que la oración del creyente debe ser como el diálogo confiado de un niño con su “papá”. Con Jesús, el creyente es invitado a descubrir en Dios “al Padre” y a dialogar frecuentemente con él acerca de ese mundo nuevo que el Padre/Dios quiere ofrecer a los hombres.
   El fundamento último de nuestra oración no es, entonces que queremos un mundo mejor, porque eso lo puede querer cualquier ser dotado de razón; no es tampoco que merecemos una vida distinta o ser exentos de tales o cuales dolores o problemas. Ni es tampoco porque seamos buenos o libres de culpa. Oramos porque somos hijos. Oramos porque el Espíritu del Hijo ora en nosotros. Y por eso oramos con perseverancia, sencillez, confianza y sobre todo con inmenso amor, convencidos como estamos de que Dios sabe qué es lo mejor para nosotros y puede y quiere otorgárnoslo.

PARA LA VIDA 

   Un hombre soñó que era llevado al cielo. Deambulaba por el cielo cuando se encontró con Jesucristo que le invitó a asomarse y contemplar lo que pasaba en la tierra. Vio una iglesia donde se celebraba la misa del domingo. El organista tocaba entusiasmado y sus dedos se movían con gran agilidad y las teclas subían y bajaban, pero no podía oír ningún sonido. 

   Veía el grupo de cantores, bocas abiertas, pronunciando todas las palabras, pero no podía oír ningún sonido. Veía al sacerdote y a los fieles que se levantaban y se sentaban y abrían sus bocas para recitar las oraciones, pero no podía oír ningún sonido. Asombrado, se dirigió a Jesús y le preguntó por qué no podía oír nada. Jesús le contestó: "Tienes que entender que si no oran y cantan con sus corazones aquí no podemos oírles". Por eso esa oración es ineficaz y débil. ¡La vida y la oración no son separadas! Al contrario: la vida se expresa en la oración y la oración asume todo lo de nuestra vida.

   Siempre la oración es el lugar del encuentro, donde Dios nos transforma y va transformando, incluso, nuestros pensamientos, nuestro corazón, nuestros sentimientos; porque la oración se va convirtiendo en esta realidad: que no se haga mi voluntad sino la tuya.