San Lucas 13, 22 - 30
“ ¡La Salvación, Iniciativa de Dios y Tarea del Hombre!”
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
- La Salvación: "Dios quiere la salvación de todos". Él nos ha llamado y sigue llamando a todos, sin excepción, porque es Señor y Padre de todos. Al hombre le es imposible salvarse por sí mismo: es Dios quien salva. Pero Dios no impone la salvación, la ofrece. Dios no ahorra al hombre la tarea de aceptarla, y así ser salvado. No es el hombre quien toma la iniciativa de la salvación, sino Dios. Pero no es Dios quien tiene la tarea de la salvación. Depende de nosotros.
- La Puerta Estrecha: la puerta de la llamada la abre Dios y la abre a todos, pero la puerta de la respuesta depende de la libertad humana, y no todos están dispuestos a entrar por ella, sobre todo sabiendo que es una puerta estrecha. “Entrar por la puerta estrecha” significa, en la lógica de Jesús, hacerse pequeño, sencillo, humilde, servidor, capaz de amar a los otros hasta el extremo y hacer de la vida un permanente don, en aras de nuestra salvación.
- El Reino: es necesario ser conscientes de que el acceso al “Reino” no es, nunca, una conquista definitiva, sino algo que Dios nos ofrece cada día y que, cada día, aceptamos o rechazamos. El acceso a la salvación es algo a lo que se responde, positiva o negativamente, todos los días y que nunca es un dato totalmente seguro y adquirido.
- Estar Alertas: para vivir una fe llena de Dios y no de nuestros proyectos y presupuestos humanos. Dios no reconoce a quien no es capaz de dejarlo todo por Él, así hubieran compartido mesa y palabra. Estar alerta es preguntarnos con frecuencia dónde está Dios y cómo me encuentro con èl, en este momento de mi vida.
- Esforzase: luchamos y nos empeñamos en alcanzar el triunfo en el mundo, y hasta abrigamos la esperanza de que si llegamos a lo alto, seremos felices. Sin embargo, cualquier triunfo humano es tan pasajero como la vida. Por lo que es insensato poner nuestra confianza en las cosas de este mundo. El Señor nos está señalando el camino.
REFLEXIÓN
La liturgia de este Domingo nos propone el tema de la “salvación”. Nos dice que el acceso al “Reino”, a la vida plena, a la felicidad total (“salvación”), es un don que Dios da a todos los seres humanos, sin excepción; pero, para llegar a eso, es necesario renunciar a una vida basada en esos valores que nos hacen orgullosos, egoístas, prepotentes, autosuficientes, y seguir a Jesús por su camino de amor, de entrega, de donación de la vida.
- En la primera lectura, un profeta nos ofrece la visión de la comunidad escatológica: será una comunidad universal, a la cual tendrán acceso todos los pueblos de la tierra sin excepción. Los propios paganos serán llamados a ser testigos de la Buena Nueva de Dios y serán invitados al servicio de Dios, sin discriminación alguna basada en la raza, en la etnia o en el origen social.
- La segunda lectura parece, a primera vista, presenta un tema un tanto fuera de lugar y marginal, en relación con lo que se nos propone en las otras dos lecturas; sin embargo, las ideas propuestas son otra forma de abordar la cuestión de la “puerta estrecha”: el verdadero creyente se enfrenta con coraje a los sufrimientos y desafíos, ve en ellos signos del amor de Dios que, de esa forma, educa, corrige, muestra el sin sentido de ciertas opciones y nos prepara para la vida nueva del “Reino”.
- En el Evangelio, Jesús, confrontado con una pregunta acerca del número de los que se salvan, sugiere que el banquete del “Reino” es para todos; sin embargo, no hay entradas garantizadas, ni billetes reservados: es necesario hacer una opción por la “puerta estrecha” y aceptar el seguir a Jesús en la entrega de la vida y en el amor total a los hermanos.
PARA LA VIDA
Érase una vez una mujer muy malvada. Y el día en que murió nadie recordaba ningún gesto de caridad que hubiera hecho a lo largo de su vida. Así pues, el demonio la llevó al infierno. Su ángel de la guarda empezó a repasar su vida para ver si encontraba una buena acción para presentársela a Dios. Finalmente encontró una. Una vez arrancó una cebolla de su huerto y se la dio a un mendigo. Dios le dijo al ángel de la guarda: "Toma una cebolla, enséñasela y que se agarre a ella, si la puedes subir hasta el paraíso que entre, pero si la cebolla se rompe se quedará en el infierno".
El ángel de la guarda corrió hacia ella y le dijo: Ven, agárrate y yo te salvaré. Con mucho cuidado empezó a subir y ya estaba casi afuera cuando otros pecadores que la vieron, ya casi salvada, se agarraron a ella para salir también ellos. Pero como era tan mala empezó a darles golpes y les dijo: "Me están sacando a mí, no a ustedes; es mi cebolla, es suya. Súeltenme". Al decir esto la cebolla se rompió. La mujer cayó de nuevo al infierno y ahí sigue hasta hoy.
"Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán.
Recuerden una cosa: Jesús no nos pide nada que Él no haya hecho primero. Él fue el primero en entrar por la puerta estrecha. "No mi voluntad sino la tuya, Padre.