21° Domingo del Tiempo Ordinario, 26 Agosto 2018, Ciclo B


San Juan 6, 60-69

“Tú Tienes Palabras de Vida Eterna”


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Crisis: en las crisis se revela quiénes son los verdaderos discípulos de Jesús. Por muy dolorosa que nos parezca, la crisis actual será positiva si los que seguimos al Señor Jesús, muchos o pocos, nos vamos convirtiendo en sus discípulos, es decir, en hombres y mujeres que vivimos de sus palabras de vida, y hacemos de él, nuestra guía.
  2. A Quién Acudir:  «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». «Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida». Sin embargo, cuando se vive lleno de ruido, es difícil escuchar esa voz. Son muchos los hombres y mujeres que no logran encontrarse con su evangelio. El ruido no les ha permitido la dicha de abrir su corazón y escuchar con sencillez y humildad la fuerza de sus palabras de vida y verdad.
  3. La Fe: para muchos es «cumplir con sus obligaciones religiosas». Pero la verdadera fe es implicar a Jesús en la vida personal y hacer de él el mejor amigo y referente. El creyente vive una especie de «aventura personal» con Dios. Su fe se va transformando y enriqueciendo a lo largo de los años. Cada vez entiende mejor lo que puede significar la promesa de Dios: «Yo os daré un corazón nuevo y pondré dentro de vosotros un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne».           

REFLEXIÓN

   El relato de Juan nos recuerda una crisis de fe entre los discípulos de Jesús. Algunos vacilan, pues su modo de hablar les parece «inaceptable». Otros se echan para atrás y lo abandonan. Entonces Jesús se dirige directamente a los Doce. «También vosotros queréis marcharos?» Con su habitual sinceridad, Pedro le contesta: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos» 

   Los Doce descubren que, si abandonan a Cristo, no tendrían a quién acudir, pues no encontrarían en ningún otro «palabras de vida eterna». Aquel Jesús que a orillas del Tiberiades llamó un día a Pedro con una sola palabra: «Sígueme», hoy, me está diciendo a mí: «Ten fe, no vivas perdido, sigue mis pasos». Un cristiano cuando escucha las palabras de Jesús sabe que va a escuchar propuestas de eternidad.
   Jesús es franco con sus discípulos. Está invitando a una fe que los alentará a acercarse a él, la fe no en algo espectacular, sino en sí mismo, en la nueva vida que nos ha mostrado en sus signos y palabras que ha proclamado. Jesús les recordó, y nos recuerda qué es lo que hace posible nuestra fe, quién es la fuente que nos permite seguirlo. 

   "Nadie puede venir a mí a menos que sea otorgado por mi Padre". La fe de Pedro flaqueará, como la nuestra cuando hay pruebas. Pero después de escuchar las desafiantes palabras de Jesús, Pedro no se aleja. Es posible que no entienda las consecuencias de decir "Sí" a Jesús, pero él cree en el que ha llegado a amar y continuará siguiéndolo.

PARA LA VIDA
    Cierto día, Buda, sentado sobre la flor del loto, enseñaba la necesidad de suprimir el sufrimiento para alcanzar la felicidad. El dolor, al oírlo, se quedó muy triste, porque ya nadie lo querría. Poco después pasó por allí un joven lleno de caridad, y, viendo llorar al dolor, se le enterneció el corazón, lo tomó de la mano y lo convirtió en su amigo inseparable. Ese joven se llamaba Jesús. Cuando Jesús comenzó a predicar, los oyentes se contagiaron de su felicidad. 

   Por primera vez en la historia, el dolor se alegraba viendo que él también podía dar algún fruto, pues Jesús decía que no habría felicidad sin cruz. Incluso murió en ella abrazado a su amigo el dolor, pero con el corazón inmerso en la alegría. Buda se asombró al constatar que Jesús y él buscaban lo mismo: la felicidad. Sin embargo, mientras Buda eliminaba el sufrimiento por la vía de la renuncia y de la meditación, Jesús lo asumía para sanar el pecado y traer la salvación. 

   Al final, ni uno ni otro erradicaron el dolor del mundo. Buda no pudo; Jesús no quiso. Hoy, la felicidad toma la mano al sufrimiento para que no se encuentre solo. Y el sufrimiento se llena de esperanza y de alegría cuando ve que la felicidad pasa por el camino de la cruz.

Solemnidad de La Asunción de La Virgen María al Cielo, 19 de Agosto 2018, Ciclo B



“Fiesta Patronal Diócesis de Zipaquirá”


San Juan 6, 51-58

“Proclama mi alma la grandeza del Señor”




Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. María: es sobre todo Madre de esperanza para los más pobres y los más sufridos de este mundo. Si María es grande y bienaventurada fue por ser humilde y esclava, y porque Dios es el Dios de los pobres.
  2. El Camino:  con abundantes huellas nos ha dejado la Madre a su paso por nosotros. La diócesis de Zipaquirá se alegra como María en la solemnidad por sus sesenta y seis años de vida en Cristo”. El mejor tributo y homenaje que podemos hacer a nuestra Patrona, es precisamente gustar lo que Ella gustó, seguir lo que Ella siguió, tejer nuestra vida con la misericordia y la bondad del Señor.
  3. Asunción: en la fiesta de la Asunción de la Virgen María celebramos lo que le aguarda al que cree y espera por la fe: la gloria de Dios. El mayor gozo, por el cual exulta también María, es el vernos a nosotros sus hijos por la dirección adecuada: recordando las maravillas del Señor, viviendo según su voluntad, proclamando su santo nombre y abriendo las ventanas de nuestro vivir para que Dios entre por ellas y sea un gran vecino en nuestros corazones. 
  4. La Bendición de María:  Cristo es nuestra Bendición y María es la primera que participa de ella. Por eso es motivo de esperanza para la Iglesia, enviada a proclamar y hacer presente en el mundo esta bendición definitiva. Hoy también proclamamos, porque lo necesitamos, que es una bendición eficaz por sí misma y que alcanza a todos los hombres que se abren al Evangelio y lo viven en la esperanza, en el amor y en el compromiso entre los hombres.
REFLEXIÓN

   La Palabra de Dios nos recuerda que hace más de dos mil años Dios nos hizo un regalo de amor que no tiene precio. Dios, a través de una mujer humilde llamada María, entregó a su hijo Jesús al mundo entero. Un hijo que se sacrificó por amor al mundo; un hijo que vence a sus enemigos, incluida la muerte y que hace posible la resurrección. Un hijo "nacido de mujer" y del Espíritu. Un hijo en el que se puede contemplar la alegría de su Padre y ver el rostro glorioso de Dios. Lo divino se hace presente en lo humano. En Jesús, gracias al SI de María, Dios se hace presente. 
   Se pueden decir muchas cosas de la Virgen, pero si se pudiese resumir en una frase lo que fue la vida de María habría que decir lo siguiente: que ella fue esa persona que supo amar a Dios y al prójimo en todo momento. Este es, por tanto el gran ejemplo que nos deja María. El SI de su amor total. 
   María, con toda su grandeza, no es una mujer diversa de las demás mujeres de la tierra. Ella es enteramente mujer, no un ser superior venido de otro planeta ni una creatura sobrenatural bajada del cielo. Ella se presenta en el Evangelio con todas las características de su feminidad y de su maternidad en unas circunstancias históricas concretas, a veces teñidas por el dolor, otras coronadas por el gozo. 
   Siente como mujer, reacciona como mujer, sufre como mujer, ama como mujer. Su grandeza no procede de ella, sino de la obra maravillosa y designio de Dios, al que supo siempre estar atenta. Su asunción en cuerpo y alma al cielo no la aleja de nosotros; la hace más poderosa para mirar por los hombres, sus hermanos, con ojos de amor y de piedad. Su presencia gloriosa en el cielo nos habla no sólo de su privilegio, sino de una llamada que Dios hace a todos para participar de esa misma vida que nos espera, de la cual María ya es la puerta del cielo siempre abierta..
PARA LA VIDA 
   Javier estaba un día platicando con su cuñado Rafael y de pronto le hizo una confesión sorprendente. Ambos estaban casados con dos hermanas gemelas y aunque la esposa de Rafael deseaba desesperadamente tener un hijo, ésta después de diez años de matrimonio no había concebido.

   Javier le dijo a su cuñado que su esposa se había ofrecido a tener un hijo para dárselo a su hermana. El hijo nació, la madre lo acarició y se lo entregó a su hermana. Y ésta agradecida comentó: "Ni en sueños podría imaginar que alguien se sacrificara así para hacerme feliz". 

   Meses más tarde, un periódico publicaba la noticia con este titular: "Un regalo de amor que no tiene precio. Hermana da su bebé a hermana sin hijos". 

ORACIÓN 

Gracias Virgen María por las veces en que Tú bajaste al valle de nuestras lágrimas, en estos sesenta y seis años de nuestra Diócesis, por los momentos que has compartido nuestra cruz, por los instantes en los que dijiste “sí”, por los momentos de pruebas y dificultades, por todo esto !GRACIAS MADRE¡.


Hace dos mil años Dios nos hizo un regalo de Amor que no tiene precio:  
A través de una mujer llamada María, 

entregó a su hijo Jesús al mundo entero.



Para ganar Indulgencia Plenaria en esta Fiesta Patronal se necesita:
  • Estar en Gracia de Dios ( haber confesado todos los pecados mortales)
  • Tener intención de ganar la indulgencia
  • Comulgar
  • Orar por las Intenciones del Papa y
  • No tener afecto a pecado alguno ( arrepentidos y decididos a no pecar más) 








19° Domingo del Tiempo Ordinario, 12 de Agosto 2018, Ciclo B


San Juan 6, 41-51 

“El Pan de Vida”

Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.



  1. El Pan: Jesús es el «pan bajado del cielo». No ha de ser confundido con cualquier tipo de alimento. En Jesucristo podemos alimentarnos de su fuerza, de su luz, de su esperanza y aliento vida... que vienen del misterio mismo de Dios, el Creador de la vida. Jesús es «el PAN de la vida ».
  2. El Camino:  sin Dios en el corazón, quedamos como perdidos. No sabríamos de dónde venimos y hacia dónde iríamos. «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre». Jesús camino, no conduce a actitudes excluyentes de desprecio, intolerancia o rechazo, sino que atrae hacia una vida de acogida, fraternidad, amor, respeto y perdón.
  3. La Fe: no es algo natural y espontáneo. Es un don de Dios, y una tarea extraordinaria a conquistar. Un modo de «estar en la vida», que nace y se alimenta de la gracia de Dios. Para creer es importante enfrentarse a la vida con sinceridad total, pero es decisivo dejarse guiar por la mano amorosa de ese Dios que conduce nuestra vida y aumenta nuestra fe.
  4. La Esperanza: de estar con Jesús, la nutre el pan de vida que comulgamos, recibimos la vida de Cristo, y por eso creemos que este PAN nos da la vida eterna. No debemos separar nunca la comunión física de la comunión espiritual, porque comulgar con Cristo es comulgar con el cuerpo místico de Cristo, del que todos nosotros somos miembros vivos.           

REFLEXIÓN

   El episodio de Elías nos ayuda a entender el mensaje del evangelio, que hemos proclamado y escuchado. Jesús es el pan que baja del cielo, es el maná del éxodo, el pan elemental de Elías, pero es mucho más. Porque el maná y el pan de Elías eran símbolos. Así como el hombre recobra las fuerzas por el alimento, así el creyente recupera el ánimo por toda palabra que procede de la boca de Dios. Así superó Jesús la tentación en el desierto.

  Y así podemos vencer el desaliento los creyentes. Dios permanece oculto. En realidad, a Dios nadie lo ha visto. Pero sí se ha dejado ver en Jesús. Los apóstoles son testigos de excepción. Y Jesús es Palabra de Dios, o sea, la revelación de Dios hecha de un modo definitivo en la historia para los hombres.

   Quien me ve a mí, decía Jesús a Felipe, ve al Padre. Quien me escucha a mí, repetía, escucha al que me envió. Jesús es la palabra de Dios a los hombres. Por eso es el pan vivo que ha bajado del cielo a la tierra, se ha acercado a los hombres. Es el pan vivo, porque es pan de vida y para la vida. Por eso añade Jesús que quien come de ese pan vivirá eternamente y no sólo unos años, como ocurrió con el maná y el propio Elías.

   El Pan que yo daré, dice Jesús, es mi carne para la vida del mundo. Todo este discurso que desarrolla Juan a partir de la multiplicación de los panes tiene aquí su conclusión: en el anuncio de la eucaristía. Pan y agua, poca cosa, fue el alimento de Elías para caminar por el desierto. Pan y vino, poca cosa también, es el alimento de los cristianos para recorrer todo el camino de la fe. Pan y vino, símbolos para expresar el cuerpo y la sangre de Jesús, alimento definitivo. 

 PARA LA VIDA

   Como era su costumbre, iba Dios dando un paseo por la tierra de los hombres. Y, como siempre, eran pocos los que le reconocían. Aquel día pasó por una muy humilde casa donde estaba llorando un niño. Dios se detuvo y llamó a la puerta. Una mujer enferma salió fuera: - ¿Qué es lo que quiere, señor?. –Vengo a ayudarte, contestó Dios. - ¿Ayudarme a mí?. Nadie ha querido hacerlo hasta ahora.

   Sólo Dios podría ayudarme. Mi niño llora porque tiene hambre. Sólo me queda un pedazo de pan en el armario. Después no tendremos nada para comer. Al escuchar esto, Dios empezó a sentirse mal. Unas lágrimas como las del niño recorrían sus mejillas y su rostro se volvió igual de enfermo que el de la mujer. -¿Y nadie te ha querido ayudar, mujer?. –Nadie, señor. Todos me han dado la espalda.

   La mujer quedó impresionada por la reacción de aquella persona. Por su aspecto parecía tan pobre como ella. Ella, entonces, fue al armario donde guardaba su último pedazo de pan, cortó un poco y se lo ofreció. Cuando Dios vio este gesto, se emocionó mucho y mirándola a los ojos le dijo: -No, no, gracias. Tú lo necesitas más que yo. Quédatelo y dáselo a tu hijo. Mañana te llegará mi ayuda. No dejes de hacer con nadie lo que hoy has hecho conmigo. 

   Y dicho esto, se marchó. La mujer no entendió nada, pero se le quedó grabada aquella mirada. Esa noche, ella y su hijo se comieron el último pedazo de pan que les quedaba. Al día siguiente, la mujer se llevó una gran sorpresa. El armario estaba lleno de pan, un pan que nunca se acababa. En aquella casa nunca más faltó el pan. Pronto comprendió la mujer quién era aquél que había llamado a su puerta. Y desde entonces, no dejó de hacer con nadie lo que había hecho por él: compartir su pan con el necesitado.

18° Domingo del Tiempo Ordinario, 5 de Agosto 2018, Ciclo B


San Juan 6, 24 - 35

Señor, Danos Siempre de ese Pan



Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Trabajo: la obra que Dios quiere de nosotros es que creamos en Cristo, su hijo y enviado. Así trabajaremos, no por el alimento que perece, sino por el pan que perdura y da vida eterna. En esto han de trabajar. Lo demás es secundario.
  2. El Alimento: los pobres se abren al mensaje de Jesús, lo acogen como a ese alimento “que dura para la vida eterna”. Pero el hombre necesita un alimento capaz de llevarlo hasta su verdadera plenitud. Ese alimento es Cristo y vive en la Eucaristía, y un día sin Cristo, un día sin Eucaristía es un día perdido. Sólo Él llena más que el estómago, llena EL ALMA.
  3. La Vida: hoy se intenta por todos los medios detener el tiempo, dando culto a la juventud y a lo joven. El hombre moderno no cree en la eternidad y, al mismo tiempo, se esfuerza por eternizar un tiempo privilegiado de su existencia. La salvación es gratuita, es por gracia, porque la existencia misma ya es una "gracia," ya es un don. Y ambos dones, el de existir y el de ser salvo, nos han llegado por Cristo.
  4. La Salvación: el punto de llegada y el horizonte de toda la existencia es «la vida eterna» y, por eso, Jesús despierta en nosotros la confianza final en la salvación de Dios. Por eso se dice de Jesús que «da vida al mundo».
  5. Pan y Fe, Fe y Pan: pero el pan, aunque necesario, es insuficiente; tiene que ir acompañado por la fe, de modo que Dios no sea un simple benefactor, sino además el Dios trascendente y santo; de modo que la gente no vea en Jesús un candidato a rey, sino el Mesías de Israel y el Hijo de Dios.

REFLEXIÓN 

   El Evangelio nos invita a «trabajar por un alimento que no perece sino que perdura dando vida eterna». La identidad cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Jesús. Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús.

   «Creer en Jesús» es configurar la vida desde él, convencidos de que su vida fue verdadera: una vida que conduce a la vida eterna. Su manera de vivirle a Dios como Padre, su forma de reaccionar siempre con misericordia, su empeño en despertar esperanza es lo mejor que puede hacer el ser humano. «Creer en Jesús» es vivir y trabajar por algo último y decisivo: esforzarse por un mundo más humano y justo. El único trabajo que Dios quiere es éste: «que creáis en el que Dios os ha enviado».

   Cada vez que nos reunimos a celebrar la eucaristía, a partir el pan, como decían los primeros cristianos, lo hacemos para llenarnos del espíritu de Jesús y recuperar su punto de vista y así descubrir el sentido del pan y de todas las cosas, que es su dimensión humana universal. En la eucaristía celebramos ya, como un anticipo, esa gran fraternidad de todos los hombres hijos de Dios. Pero no podemos dar por supuesto lo que aún esperamos. Y así, la eucaristía es el maná que alimenta nuestra fe y nuestra esperanza en la gran marcha de la caridad hasta dar la vuelta al mundo y construir sobre él una sociedad de iguales y de hermanos. 

PARA LA VIDA

   Un vecino encontró a Nasruddin cuando éste andaba buscando algo de rodillas. - «¿Qué andas buscando, Mullab?». - «Mi llave. La he perdido». Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino: - «¿Dónde la perdiste?». - «En casa». - «¡Santo Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas aquí?». - «Porque aquí hay más luz».

   La gente necesita a Jesús y lo busca. Hay algo en él que los atrae, pero todavía no saben exactamente por qué lo buscan ni para qué. Según el evangelista, muchos lo hacen porque el día anterior les ha distribuido pan para saciar su hambre.

   Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús. Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús y una identificación con su proyecto que no se requería hace unos años para ser un buen practicante.

   Para subsistir en medio de la sociedad laica, las comunidades cristianas necesitan cuidar más que nunca la adhesión y el contacto vital con Jesús el Cristo.

17° Domingo del Tiempo Ordinario, 29 de Julio 2018, Ciclo B


San Juan 6, 1 - 15

“Comieron, se Saciaron y Sobró”


Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Alimento: Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartir. Nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de hambre por el egoísmo y la falta de sensibilidad y amor solidario.
  2. El Pan: el sabor a pan marca también el evangelio de este domingo. El secreto de la generosidad no está en la abundancia sino en la bondad del corazón. Al fin y al cabo, en el atardecer de la vida, nos examinarán del amor.
  3. La Solidaridad:  la mayoría de nosotros no tendrá nunca ocasión de encontrarse cara a cara y en profundidad con hombres y mujeres que mueren de hambre y sed. La escena de la multiplicación de los panes es una invitación a compartir más nuestros bienes, aunque sólo tengamos «cinco panes» y «un par de peces».
  4. El Milagro: aunque el milagro se refiere principalmente a la Eucaristía que se parte y se reparte para todos, no debemos olvidar que la Eucaristía es el sacramento visible de lo que quiere Dios para el mundo: un mundo donde todos seamos hermanos y nadie pase necesidad. El secreto de la generosidad no está en la abundancia sino en la bondad del corazón. 
REFLEXIÓN 

   Tanto en Jesús como en el profeta Eliseo es notoria la sensibilidad que manifiestan hacia las personas que han acudido hasta ellos. Han pasado un tiempo con ellos, han escuchado lo que tenían que decir, ya es hora de regresar a sus casas, pero no han comido. El peso del día y el tiempo transcurrido hacen que tengan hambre. 

   Es la hora de comer. Ni Jesús ni Eliseo despiden a la gente sin más, la gente tiene que regresar a sus hogares, pero antes tienen que comer, lo necesitan para el camino. El camino no se puede hacer si no se está debidamente alimentado. El comer, como el beber o el respirar, es una necesidad vital. Sin el pan de cada día no se puede sobrevivir.

   Buena parte de la vida humana está organizada y orientada a conseguir los alimentos y a satisfacer las necesidades básicas que garantizan nuestra existencia.
El pan está muy presente en la vida del cristiano. Lo está en la oración del Padrenuestro, lo está en el sacramento de pertenencia por excelencia, la Eucaristía, en nuestras fiestas litúrgicas y en nuestra moral cristiana. Jesús mismo quiso ser recordado como pan: el pan de su cuerpo, el pan de su palabra. Se presentó como el Pan de Vida. El pan, por tanto, además de necesario para la vida tiene un profundo significado simbólico para el cristiano. 

PARA LA VIDA 

   Un día, un niño se compró un helado de chocolate. Cuando iba a destaparlo, se acordó de que a su hermano mayor le encantaba el chocolate. Fue a casa, lo guardó en el refrigerador y le dijo a su hermano que había comprado su helado preferido. Éste se puso muy contento y le dijo que ya se lo comería más tarde. Pasó un rato y el hermano mayor fue a tomar su helado. 


   Pero cuando iba a destaparlo, su hermana pequeña lo agarró de las piernas y se lo pidió. Al final, acabó dándoselo. La hermana pequeña se fue muy contenta con su helado. Se sentó en una silla del comedor y se puso a mirar el helado. Estuvo pensando un momento y después fue rápidamente a buscar a su madre. La encontró en la terraza tendiendo la ropa. 

   Había pensado regalarle su helado, porque sabía que le gustaba mucho el chocolate. La madre la tomó en brazos y le dio un beso. Le dijo que ahora no se lo podía comer, que se lo guardara en el refrigerador. Al mediodía llegó el padre a casa cansado del trabajo. Hacía mucho calor y la madre, al oírle llegar, le dijo que se comiera el helado de chocolate que había en la nevera. 

   El padre fue y lo tomó. Lo destapó y empezó a comérselo. Entonces recordó que a sus hijos les encantaba el chocolate. Mientras se comía el helado, fue a la tienda de al lado de su casa y compró una torta helada de chocolate. Cuando llegó la hora de comer, todos se llevaron una gran sorpresa al ver aquella torta tan rica de chocolate. Al pensar los unos en los otros, habían salido todos ganando.