Lucas 6,27-38
"Sed Misericordiosos como Vuestro Padre es Misericordioso”
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.- Amad a vuestros enemigos… ¿Esto es sencillo? ¡Claro que no! Necesitamos de la gracia de Dios
porque humanamente es muy difícil y casi imposible. El amor hacia
los enemigos no es algo que brota fácilmente del fondo del corazón.
Ante todo
es un don de Dios que hay que pedir y saber aceptar para
reconciliar la humanidad. Solo con la gracia de aquel que dijo en la
cruz: “Perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc
23,34), podremos amar y perdonar a los enemigos.
2.- Haced el bien a los que os odian… El amor que tiene vocación de resanar heridas, no lleva cuenta de
los delitos y de las ofensas, es un amor tan generoso que se goza
con el perdón y con la alegría de la vuelta a la comunión de
aquellos que por su cerrazón se fueron. El injusto agresor queda
desarmado cuando el dedo acusador de la víctima se vuelve mano
tendida que acoge.
3.- Poner la otra mejilla: no es resignación ni conformismo con la injusticia. No se
trata de renunciar al derecho a la defensa sino a la violencia como
método para hacer justicia. Se trata de arriesgar un poco, creer en
la capacidad de cambio que tiene la otra persona y dar otra
oportunidad para que mejore su vida.
4.- Tratar bien a los demás: Esto no es novedad en Jesús, es una regla de oro tanto en el
judaísmo como en otras culturas y religiones. Lo novedoso en Jesús
es tratar bien, inclusive a los enemigos.
5.- No juzgar: Es tener un profundo respeto por la persona, inclusive por el
agresor. No se trata de perder la capacidad de análisis crítico de
las personas y de los acontecimientos. No es abstenernos de
denunciar aquello que a conciencia veamos injusto. Se trata de no
juzgar sin misericordia y de no condenar para destruir la vida con
la murmuración y el descrédito de los demás, mientras guardemos
odios en nuestro interior seremos esclavos de nuestra propia
sombra.
6.- Dar: Quien sólo espera recibir y nunca ejercita su capacidad de
dar, se queda inmaduro para siempre y se vuelve mezquino y
egoísta. Cuando empezamos a dar y, sobre todo, a darnos,
hacemos florecer en nosotros los más hermosos sentimientos
humanos:
Oración y bendición por los perseguidores: Orar para no dejarse contaminar por el odio, que se cultiva en
el corazón de todo ser humano cuando se siente constantemente
agredido. Pedir a Dios la fuerza para que su amor sane nuestros
dolores y los de los demás. La iniciativa del amor, del perdón y de la
reconciliación, brotan de la persona que está unida a Dios. Por eso
necesitamos la oración y apertura a la gracia.
PARA LA VIDA
Un catequista, que preparaba niños para la primera comunión, les
pidió que trajeran una bolsa de plástico transparente y unas papas
crudas. Ya en la catequesis éste les dijo: por cada persona que te
niegues a perdonar elige una papa y escribe en ella el nombre de la
persona y la fecha de la ofensa, y colócala en la bolsa de
plástico. Algunas bolsas eran bien pesadas y estaban bien llenas.
Luego les dijo: tienen que llevar la bolsa a todos los sitios que
vayan y por la noche la colocan junto a su cama. La molestia e
incomodidad de cargar cada día con la bolsa de papas con sus nombres
y fechas les hizo sentir el peso espiritual que llevaban dentro. La
condición de las papas con el tiempo empeoró y olían a feo.
Moraleja: Este es el precio que pagamos por almacenar rencores y odios. A
veces pensamos que el perdón es un regalo que hacemos a los otros;
no, es un regalo que nos hacemos a nosotros.
1.- Amad a vuestros enemigos… ¿Esto es sencillo? ¡Claro que no! Necesitamos de la gracia de Dios porque humanamente es muy difícil y casi imposible. El amor hacia los enemigos no es algo que brota fácilmente del fondo del corazón. Ante todo
es un don de Dios que hay que pedir y saber aceptar para reconciliar la humanidad. Solo con la gracia de aquel que dijo en la cruz: “Perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34), podremos amar y perdonar a los enemigos.
2.- Haced el bien a los que os odian… El amor que tiene vocación de resanar heridas, no lleva cuenta de los delitos y de las ofensas, es un amor tan generoso que se goza con el perdón y con la alegría de la vuelta a la comunión de aquellos que por su cerrazón se fueron. El injusto agresor queda desarmado cuando el dedo acusador de la víctima se vuelve mano tendida que acoge.
3.- Poner la otra mejilla: no es resignación ni conformismo con la injusticia. No se trata de renunciar al derecho a la defensa sino a la violencia como método para hacer justicia. Se trata de arriesgar un poco, creer en la capacidad de cambio que tiene la otra persona y dar otra oportunidad para que mejore su vida.
4.- Tratar bien a los demás: Esto no es novedad en Jesús, es una regla de oro tanto en el judaísmo como en otras culturas y religiones. Lo novedoso en Jesús es tratar bien, inclusive a los enemigos.
5.- No juzgar: Es tener un profundo respeto por la persona, inclusive por el agresor. No se trata de perder la capacidad de análisis crítico de las personas y de los acontecimientos. No es abstenernos de denunciar aquello que a conciencia veamos injusto. Se trata de no juzgar sin misericordia y de no condenar para destruir la vida con la murmuración y el descrédito de los demás, mientras guardemos odios en nuestro interior seremos esclavos de nuestra propia sombra.
6.- Dar: Quien sólo espera recibir y nunca ejercita su capacidad de dar, se queda inmaduro para siempre y se vuelve mezquino y egoísta. Cuando empezamos a dar y, sobre todo, a darnos, hacemos florecer en nosotros los más hermosos sentimientos humanos:
Oración y bendición por los perseguidores: Orar para no dejarse contaminar por el odio, que se cultiva en el corazón de todo ser humano cuando se siente constantemente agredido. Pedir a Dios la fuerza para que su amor sane nuestros dolores y los de los demás. La iniciativa del amor, del perdón y de la reconciliación, brotan de la persona que está unida a Dios. Por eso necesitamos la oración y apertura a la gracia.
PARA LA VIDA
Un catequista, que preparaba niños para la primera comunión, les pidió que trajeran una bolsa de plástico transparente y unas papas crudas. Ya en la catequesis éste les dijo: por cada persona que te niegues a perdonar elige una papa y escribe en ella el nombre de la persona y la fecha de la ofensa, y colócala en la bolsa de plástico. Algunas bolsas eran bien pesadas y estaban bien llenas.
Luego les dijo: tienen que llevar la bolsa a todos los sitios que vayan y por la noche la colocan junto a su cama. La molestia e incomodidad de cargar cada día con la bolsa de papas con sus nombres y fechas les hizo sentir el peso espiritual que llevaban dentro. La condición de las papas con el tiempo empeoró y olían a feo.
Moraleja: Este es el precio que pagamos por almacenar rencores y odios. A veces pensamos que el perdón es un regalo que hacemos a los otros; no, es un regalo que nos hacemos a nosotros.