San Mateo 16, 13-20
"Tú eres el Mesías, El Hijo de Dios"
La Confesión de Fe: el reconocimiento de Simón Pedro por la identidad de Cristo señala el momento culminante de la experiencia de los apóstoles y de la Iglesia, que tiene en Cristo su fundamento. Por lo que les pregunta acerca de lo que han aprendido, lo hace refiriéndose al tema de quien es el Mesías: Ellos responden desde lo que se escucha de la gente, eso es algo muy hermoso, la capacidad de saber escuchar el pensar y el sentir de la gente.
Parece que el mensaje estaba calando, porque van aprendieron a leer las voces de la gente, a no partir de sus propias ideas, sino de saber interpretar las necesidades y las inquietudes de la fe. Jesús reconoce que los apóstoles como la gente, saben que él es el Mesías, pero, queda una duda, ¿cómo entienden a Jesús? De ahí la pregunta: ¿Quién dicen ustedes que soy yo? Pedro, con la luz de Dios, responde:
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Evangelizar no depende de ideas, sino de un estilo de vida y de una experiencia con Jesús. Conocer y entender lo que la gente siente, cree y espera, que toca la vida y lleva a la gente a asumir el estilo de vida de la persona de Jesús.
Preguntémonos:
- ¿Las celebraciones, catequesis y vida espiritual nos llevan a asumir el estilo de vida de Jesús?
- ¿Generan transformaciones en la vida, en la forma de relacionarnos?, ¿ en el testimonio de vida?
- ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?
REFLEXIÓN
¿La iglesia, como Reino de Dios presente, debe tener en la tierra representantes y ser una y estar unida, puesto que un reino dividido contra sí mismo no subsistirá, mientras que la Iglesia, según la promesa evangélica, subsistirá hasta el final y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella?
Esta era el signo del poder y de su capacidad de juzgar: «Si él abre, nadie cerrará; si cierra, nadie abrirá Como se explica en el Evangelio de hoy, este será el mismo símbolo que Jesús aplicará a Pedro para definir su misión: «Te daré las llaves del reino de los cielos y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos y todo lo que desates en la tierra, será desatado en los cielo.
La fe brota del corazón sincero del hombre que se detiene a escuchar a Dios. La fe no está en nuestras afirmaciones o en nuestras dudas. Está más allá: en el corazón... que nadie, excepto Dios, conoce. Es la respuesta íntima del ser humano a la acción de Dios.
PARA LA VIDA
Durante una guerra civil en Corea, cierto general avanzaba implacablemente con sus tropas, tomando provincia tras provincia, y destruyendo todo lo que encontraba a su paso. El pueblo de una ciudad, al saber que el general se aproximaba –y habiendo oído historias de su crueldad– huyó a una montaña cercana. Las tropas encontraron las casas vacías.
Después de mucho buscar, descubrieron a un monje que había permanecido en el lugar. El general ordenó que viniese ante su presencia, pero el monje no obedeció. Furioso, el general fue donde se encontraba el monje. –¡Tú no debes de saber quién soy yo! –refunfuñó–. ¡Yo soy quien puede atravesar tu pecho con mi espada, sin parpadear siquiera! El monje se volvió hacia él y le respondió serenamente: –Usted tampoco debe de saber quién soy yo.
Yo soy aquel que puede ser atravesado por una espada, sin parpadear siquiera. Al escuchar esto, el general se inclinó, hizo una reverencia, y se retiró. Luego mandó un comunicado a la provincia pidiendo disculpas por su crueldad. El monje sabio, con su fe y amor a Dios vivió muchos años al frente de su comunidad unida por la fe y el amor de Cristo Jesús.