3° Domingo de Cuaresma, 19 Marzo 2017, Ciclo A


San Juan  5, 4 - 42

“ Señor, Dame Agua de Ésa; Así no Tendré más Sed

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Agua: Jesús es el Agua Viva. Lo que es el agua para la vida normal, eso es Jesús para la vida humana. Jesús es el Agua, Jesús es La Palabra, Jesús es el que da el Espíritu. Jesús no es un pozo a donde se va a beber de vez en cuando, es una fuente de espíritu: el que bebe de Jesús es fuente. Él mismo siente brotar de dentro de sí el Agua que brota hasta la Vida eterna, y no tiene más sed de otras aguas, porque Jesús quita la sed de todas las otras cosas. 
  2. La Palabra: es Jesús, un modo diferente de vivir, una manera de situarse ante los demás, una nueva relación con Dios. Todo esto se explica con palabras, pero solo se transmite con obras. Por esta razón, el agua vuelve a aparecer en la última "parábola", la del Juicio final. En ella se diferencia lo válido de lo inválido, no por la predicación, ni por la pertenencia jurídica a la Iglesia, sino por la mejor de todas las frases que puede entender cualquiera: "Porque tuve sed y me disteis de beber"  
  3. La Fe: nuestra fe en la divinidad de Jesús va a ser puesta a prueba al ver su humanidad. Verle sufrir y morir es un escándalo. ¿Puede pasarle esto  al “hijo predilecto”? "Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz". Y nos sucede lo mismo al ver la cruz de tantos crucificados de la tierra. Es el desafío más fuerte para nuestra fe. Si, después de la cruz, seguimos creyendo en Dios, es porque sabemos que, precisamente por eso no bajó de la cruz. Nuestra fe es en Jesús crucificado, es decir: creemos en el Amor de Dios, a pesar del mal del mundo, a pesar del desierto, porque hemos visto a Jesús dar la vida, hasta la misma muerte, por nosotros, los hijos pecadores, simplemente porque nosotros necesitamos creer en el amor, a pesar de que vemos el mal, el odio. 
  4. El Testimonio: "tres son los que dan testimonio sobre la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre, y estos tres son uno solo" (1 Jn 5, 7-8). Esto es lo que Jesús vio, como de antemano, en el pozo de Jacob. La "luz del testimonio" que brilla en la plenitud del misterio le iluminaba, salida del plácido espejo de las aguas del pozo. Esta luz cobró realidad con su muerte; su vida se salió de El con su sangre, y, como agua vivificante, llenó el pozo de la iglesia. 

REFLEXIÓN

   El tema del agua, elemento imprescindible para la vida y símbolo del bautismo, recorre toda la liturgia En la primera lectura, Dios hace brotar agua de la roca para que beba el pueblo sediento en el desierto. A partir de allí, el Señor es llamado en el Antiguo Testamento Roca, como lo vemos en el Salmo que dice: Vengan, cantemos con júbilo al Señor. Aclamemos la Roca que nos salva!

  El agua viva que en los cristianos bautizados se convierte en un manantial que brota hasta la vida eterna, es Jesucristo, don gratuito del amor de Dios. Este amor gratuito nos lo recuerda San Pablo en la segunda lectura “el amor de Dios se va derramando en nuestros corazones”.

   El Evangelio nos presenta la escena del encuentro del Señor con la samaritana. Los judíos odiaban a los samaritanos. Por otra parte, en ese tiempo era muy mal visto entablar conversación con una mujer en un lugar público. Jesús, sin embargo, supera los prejuicios de raza y las conveniencias sociales y empieza a conversar con la samaritana. En la persona de esta mujer el Señor acoge a la gente común de Palestina. Es verdad que no era judía, sino samaritana, es decir, que era de una provincia diferente, con una religión rival de la de los judíos. Pero tanto samaritanos como judíos creían en las promesas de Dios y esperaban un Salvador.

   Cuando se entabla el dialogo con el Señor, la primera inquietud que muestra la samaritana es la de calmar su sed. Los antepasados del pueblo judío andaban errantes con sus rebaños de una fuente a otra. Los más famosos (como Jacob) habían cavado pozos, en torno a los cuales el desierto empezaba a revivir.

   Así somos los hombres: buscamos por todas partes algo para calmar la sed y estamos condenados a no encontrar más que aguas dormidas o estanques agrietados, como lo dice el libro del Génesis. Jesús, en cambio, trae el agua viva, que es el don de Dios, a sus hijos e hijas y que significa el Espíritu Santo (7,37).

   Cuando hay agua en el desierto, aunque no aflore en la superficie, se nota por la vegetación más tupida. Lo mismo pasa con nosotros: nuestros actos se hacen mejores, nuestras decisiones más libres, nuestros pensamientos más ordenados hacia lo esencial. Pero no se ve el agua viva de la que proceden estos frutos; ésa es la vida eterna contra la cual la muerte no puede nada.

PARA LA VIDA 

   A Booker T. Washington le gustaba contar la historia de un buque que navegaba por el sur del océano Atlántico y hacía señas a otro buque que navegaba por allí: Ayudadnos. No agua, Nos morimos de sed. Los del otro buque les gritaron: Echen sus cubos donde están. Los del barco siguieron gritando: Ayuda. No agua. Nos morimos de sed. La respuesta era siempre la misma. 

   Desesperados decidieron seguir el consejo y llenaron sus cubos con agua clara, fresca y dulce de la desembocadura del Amazonas.  Estaban rodeados de agua dulce por los cuatro costados, sólo tenían que cogerla, peros ellos ignorantes pensaban que se encontraban rodeados de aguas saladas.
  “Si conocieras el don de Dios, tú le pedirías y él te daría el agua viva”. “El que beba el agua que yo le daré nunca tendrá sed y se convertirá en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”.

2° Domingo de Cuaresma, 12 Marzo 2017, Ciclo A


San Mateo  17, 1 - 9

“ Este es mi Hijo, el Amado, mi Predilecto, Escúchenlo

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Transfiguración: es una manifestación de su identidad: Él, el Cristo, es el Hijo de Dios, y su misión es la de reconciliar a la humanidad entera por su muerte en Cruz; muerte que dará paso a la gloria por su Resurrección. Para todo aquél que quiera seguir al Señor, la Cruz será también para él el camino que conduce a la gloriosa transfiguración de su propia existencia. 
  2. La Voz: Es el Padre quien presenta a su Hijo e invita a escucharlo, a creer en Él, a vivir como Él enseña: hasta entonces Dios había hablado a su pueblo por medio de Moisés y los Profetas, en su Hijo amado ha llegado la plenitud de la revelación: «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo”. 
  3. La Cruz:  Cristo cargó su Cruz y por nosotros murió en ella. Nuestra vida, para que se asemeje plenamente a la del Señor Jesús, debe pasar por la experiencia de la cruz. Al seguir a Cristo no se nos promete: “¡todo va a ir bien!” Todo lo contrario, se nos advierte de pruebas y tribulaciones, y se nos dice: «Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba». La vida cristiana no es fácil, no está exenta de pruebas a veces muy duras.  
  4. La Palabra: Hoy la palabra de Dios nos urge para que descubramos el verdadero rostro divino: rostro de vida y solamente de vida. Subir a la montaña es el proceso simbólico de acercamiento a Dios. «Este es mi Hijo, en quien me complazco. Escuchadlo». La escucha establece la verdadera relación entre los seguidores y Jesús. 
  5. El Encuentro: es siempre personal; es un viaje  a la montaña para encontrar y encontrarnos. “Tú eres mi hijo amado”. El monte es un viaje de ida y vuelta, se sube para bajar. Nos alejamos de nuestras preocupaciones, intereses, dolores habituales, para encontrarnos con el espíritu de Jesús y bajar transfigurados, santos, reactivando lo mejor de nosotros. La montaña es un lugar seguro donde re-encontrar la presencia de Dios cuando la hemos descuidado, un lugar sanador del corazón y de la vida. Requiere un esfuerzo para subir para luego bajar mejorados. 
REFLEXIÓN
 
   La transfiguración de Jesús manifiesta su presencia, y expresa la total unidad con Dios. “Dios de Dios, Luz de Luz”, así lo proclamamos comunitariamente en el Credo. Y esto significa que la transfiguración de Jesús no sólo le sucede a él en la compañía de sus discípulos en el monte. También nos acontece a nosotros. La transfiguración de Jesús transfigura al tiempo pasado (de Moisés y Elías) en un tiempo presente: el de Jesús y sus discípulos, y el nuestro. Y como Dios es el Dios del futuro, la transfiguración es un acontecimiento simultáneamente futuro. Jesús es Dios y nos comparte, aquí, ahora y siempre, su comunión filial con Dios.

Es por eso que debemos tener en cuenta tres elementos importantes:
 
  • Subir. «Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan y se los llevó a una montaña alta». Se trata de alzar la mirada, de contemplar más allá de las estrecheces de nuestros ojos. Se trata de hacer el esfuerzo de alejarnos un poco de lo urgente de nuestra vida para tener una perspectiva mayor de lo verdaderamente importante. Se trata de buscar el encuentro con Cristo para volver a la vida cambiado por Él.
  • Escuchar. Es imperativo divino. Escuchar a Cristo. En las relaciones de amistad la escucha juega un papel central. En cierta medida, escuchar al otro me complica la existencia, me compromete con el otro, me hace formar parte del devenir del otro.
  • Bajar. Para poder levantar a un hombre caído es necesario agacharse. No podemos estar siempre viviendo en abstracto nuestra vida cristiana. Ésta ha de encarnarse en medio de la humanidad. Ha de poner un resplandor de gloria recibida por la fe en Cristo Jesús como punto de luz y esperanza en medio de las tinieblas de nuestro mundo. Es pues, imperativo, dejarnos transfigurar (grabar su resplandor en nosotros) por otro paradigma relacional, atrevernos a revolucionar la consciencia, a construir otro tipo de práctica que emerja del corazón que palpita ante la voz que nos llama a cada uno de nosotros: hijos muy amados en “el Hijo muy amado”. 
PARA LA VIDA
 
   Eran dos hermanos que cultivaban juntos una finca muy fértil y se repartían a partes iguales la abundante cosecha. El uno era soltero y el otro casado.  Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó un momento en el que el hermano casado empezó a despertarse sobresaltado por las noches, pensando: “No es justo. Mi hermano no está casado y se lleva la mitad de la cosecha. Yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que, cuando sea anciano, tendré todo cuanto necesite. 


   Sin embargo, ¿quién cuidará de mi pobre hermano cuando sea viejo? Necesita  ahorrar para el futuro mucho más de lo que actualmente ahorra, porque su necesidad es mayor que la mía”. Entonces se levantaba de la cama, e iba en secreto a donde vivía su hermano y vaciaba en el granero de éste un saco de grano. También el hermano soltero comenzó a despertarse por las noches y a decirse a sí mismo: “Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha. 

   Yo no tengo que mantener a nadie más que a mí mismo. ¿Es justo acaso que mi hermano, cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo mismo que yo? Entonces se levantaba de la cama y llevaba un saco de grano al granero de su hermano. Un día, se levantaron de la cama al mismo tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con un saco de grano a la espalda. 

   Muchos años más tarde, cuando ya habían muerto los dos, el hecho se fue conociendo por toda la comarca. Y cuando los ciudadanos decidieron levantar un templo, escogieron para ello el lugar en el que ambos hermanos se habían encontrado, porque no creían que hubiera en toda la ciudad un lugar más santo que aquél».

1° Domingo de Cuaresma, 5 Marzo 2017, Ciclo A


San Mateo  4, 1 - 11

“ No Tentarás al Señor tu Dios 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Diablo: no podemos olvidar que tenemos un adversario invisible, el Diablo, que «ronda como león rugiente, buscando a quién devorar» (1Pe 5,8). De él enseñaba el Papa Pablo VI: «el mal que existe en el mundo es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el Demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad, misteriosa y que causa miedo, busca tu ruina y no descansa en su intento”. 
  2. La Tentación: es por medio de la tentación como el diablo busca apartarnos de Dios, fuente de nuestra vida y felicidad. La tentación es una sugerencia a obrar en contra de lo que Dios enseña (ver Gén 3,3). Por la tentación el Diablo introduce en el corazón del hombre el veneno de la desconfianza en Dios, haciéndolo aparecer como enemigo de su felicidad y realización: “¿Cómo es posible que Dios te haya prohibido…?” (Gén 3,4). Al mismo tiempo la tentación aparece como confiable, y se hace tremendamente atractiva porque promete a la criatura humana “ser como dios”, es decir, alcanzar el poder, la gloria y la felicidad si en lugar de Dios adora a otros “dioses”, a los ídolos del poseer-placer, del tener o del poder, o adorando incluso al mismo Satanás (ver Mt4,9). 
  3. La Palabra: al mirar a Cristo entendemos que las enseñanzas divinas son armas necesarias para luchar y vencer en el combate espiritual. Quien se nutre «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Dt 8,3; Mt 4,4), quien la medita y guarda haciendo de ella su norma de vida, se reviste de las «armas de Dios» (ver Ef 6,11.13) necesarias para vencer al Maligno y sus astutas tentaciones.  
  4. El Ayuno: ayunar debe ayudarnos a eliminar, de nuestro cuerpo y de nuestra vida, todas las grasas de pecado que nos impiden caminar resueltamente hacia el bien. No se trata de una práctica del ayuno y la abstinencia fácil de cumplir, sino todo lo contrario. Es mucho más fácil, y más perjudicial para la salud, abstenerme durante unos determinados días del año de ciertos manjares, si me permito comer desordenadamente durante muchos otros días de la semana y del año. Para ayudar a los demás, el ayuno favorece que Dios llena con la oración, la abstinencia y las obras de caridad.
 

REFLEXIÓN
 
    En el primer Domingo del Tiempo de Cuaresma, las lecturas nos presentan las tentaciones del demonio a las que estamos sometidos todos. El relato nos muestra que Jesucristo vence al demonio y al pecado. El tiempo de Cuaresma que comenzó con las celebraciones del miércoles de ceniza, tiene como telón de fondo el relato del Evangelio de hoy.
 
   Jesús, antes de comenzar los años de su vida pública, movido por el Espíritu Santo se retira al desierto, en total ayuno durante cuarenta días, al final de los cuales es tentado por el demonio. La Iglesia quiere que antes de celebrar el misterio de la Pascua del Señor - su Pasión, Muerte y Resurrección - nos preparemos con la fuerza del Espíritu Santo, por la oración y la penitencia, y obras de caridad, a fin de que, purificados, podamos recibir los frutos de la Redención.
  • La primera lectura, mediante un lenguaje simbólico, describe el pecado del hombre, que ayer como hoy, consiste en querer ocupar el lugar de Dios.
  • La segunda lectura es clave para las enseñanzas que la liturgia de hoy nos deja: existe el pecado, pero existe la victoria de Jesucristo sobre el pecado. El apóstol San Pablo proclama la victoria de la vida sobre la muerte por las gracias de Nuestro Señor. 
  • El Evangelio relata las tentaciones a que el mismo Jesús estuvo sometido. 

   La Cuaresma conmemora los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, como preparación de esos años de predicación que culminan en la Cruz y en la Gloria de Pascua. Fueron cuarenta días de oración, de ayuno y de penitencia, al cabo de los cuales tuvo lugar la escena que nos relata el Evangelio de la misa de hoy.


   Jesús quiso someterse a las tres tentaciones que ordinariamente más estragos hacen en los hombres: la falta de templanza, la soberbia y la avaricia. Quiso darnos un ejemplo de fortaleza contra las intenciones de nuestro enemigo de perder nuestra alma por uno de esos caminos. Como el diablo busca venganza, nos advierte, que solo adheridos a Jesús, quien lo puede todo, saldremos vencedores.

PARA LA VIDA

   La gran muralla china es una de las maravillas que el hombre ha creado. Y dicen que es la única cosa de la tierra que se puede ver desde la luna. Cuando terminaron su construcción, la gente satisfecha se regocijó. Y se dijeron: “ahora sí que estamos a salvo. Nadie podrá atacarnos, nadie podrá penetrar esta magnífica e inexpugnable muralla.    Pero sus enemigos un día entraron con toda facilidad.


   ¿Cómo? Sobornando, comprando a los guardianes. El guardia abrió la puerta y entraron sin ninguna oposición. Esta es nuestra historia desde el primer día de la creación. 


   Adán y Eva somos nosotros rodeados por la gran muralla del Amor de Dios, vivificados por el soplo de vida divina de Dios, colocados en este mundo para ser los amigos de Dios y ser los testigos de su Gloria.
 

   Esta es la historia de Adán y Eva, es decir, de todo hombre y de toda mujer desde el primer día de nuestra vida.

  • Tú eres el guardia que guarda la entrada del jardín.
  • Tú eres el conserje que guarda la entrada del edificio.
  • Tú eres el administrador de la vida divina que Dios te ha dado.
  • Tú eres el templo en el que Dios quiere habitar y conversar contigo.

8° Domingo del Tiempo Ordinario, 26 Febrero 2017, Ciclo A


San Mateo  6, 24 - 34

“ No Podéis Servir a Dios y al Dinero 

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Dios: Qué difícil es hablar hoy de la confianza en un Dios providente cuando vemos a tantos descartados por la crisis económica, por las guerras, por las corrupciones, las injusticias, el hambre etc... Hemos vuelto la espalda a Dios y nos hemos “mundanizado” favoreciendo así la “deshumanización”. Lo que importa es el dinero y a este ídolo sacrificamos familia, amistad, ocio, salud, principios éticos, trabajo digno… Ya lo dice el refrán:” Poderoso caballero es don dinero”.
  2. El Dinero: parece comprarlo todo, y los que lo adoran y se dedican a conseguirlo robando, asaltando, matando o utilizando toda clase de medios ilícitos a su alcance, se creen dueños del mundo y piensan que así serán como dioses que todo lo pueden. Los bienes materiales, las diversiones, los goces de este mundo, que son buenos porque proceden de Dios, nos deben llevar a Dios, y así ocurrirá si los usamos rectamente. Pero nuestra salvación y verdadera felicidad no está en ellos; por eso si alguna vez nos faltan no nos sentimos desgraciados, y si alguna vez tenemos que renunciar a ellos, tampoco.
  3. El ServicioLos servidores del Señor deben ser fieles y rendir cuentas a Dios. «Los hombres destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad». Pero también nos recordó el Santo Padre que la caridad tiene que ir acompañada de la Verdad que es Cristo, para que no se convierta en un mero acto de filantropía, desnudo de todo el sentido espiritual cristiano, propio de los que viven según nos enseñó el Maestro.
  4. El Desprendimiento: Se vive concretamente en la pobreza de espíritu, la práctica de la limosna o la ayuda económica a alguien que le hace falta, pero sin que se note para no humillarla. Hemos de aprender a distinguir entre lo que es dar una limosna y hacer justicia; es decir, dar a una persona lo que le corresponde por su trabajo o por sus servicios.

        REFLEXIÓN
         

           En el Evangelio del domingo pasado Jesús nos mandaba: “amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre celestial”. Cumplamos o no este mandato, nos identificamos con él y reconocemos en este mandamiento el mensaje central de Jesús, amar a Dios y amar al prójimo. En el evangelio de este domingo, Jesús nos dice cinco veces: “No andéis agobiados pensando qué vais a vestir o comer, no os agobiéis por el mañana”.
         
           Con esta misma idea de compasión y providencia coincide el Evangelio: Si Dios cuida de las aves y de los lirios, ¿qué no hará por los hombres? Dios alimenta a los pájaros, que ni siembran, ni cosechan, ni tienen graneros, y viste de belleza a los lirios que no se maquillan. Con estos ejemplos, Jesús nos indica que nuestra primera inquietud, el centro de nuestras preocupaciones debe ser: “Buscar primero el Reino de Dios y su justicia”; buscar a Dios, confiar en Él, entregarse a Él; que todo lo demás “se nos dará por añadidura”.
         
           El que es esclavo de las riquezas las guarda como esclavo; pero el que sacude el yugo de la esclavitud, las distribuye como señor”. Es el momento de hacer un examen de conciencia sobre el lugar que ocupa Dios en nuestra vida y sobre el grado de fe que vivimos: ¿Qué es lo primero en mi vida: Dios o el dinero? El afán desmedido por acaparar y acumular bienes materiales no nos sirve para la vida futura.
         

        “Nunca se ha visto un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre”

         
           El verdadero discípulo de Cristo no se deja devorar por la obsesión de acaparar y acumular bienes perecederos. La verdadera fe reconoce y cuenta con el amor paterno-materno de Dios y deja su futuro, con plena confianza, (v. 6, 34) en manos de Dios.
         

        PARA LA VIDA

           Érase una vez un hombre muy rico y avaro que contrató a un matemático para que descubriera la fórmula que le permitiera incrementar más y más sus ganancias. El hombre rico estaba construyendo una enorme caja fuerte donde almacenar mucho oro y muchas joyas. El matemático se encerró durante seis meses en su estudio y al final encontró la fórmula.

           Una noche se presentó en la casa del hombre rico con una gran sonrisa en la cara y le dijo: Ya lo tengo. Mi fórmula es perfecta. El hombre rico no tenía tiempo para explicaciones ya que a la mañana siguiente emprendía un largo viaje, pero le prometió doblarle el sueldo si, en su ausencia, se encargaba de sus negocios y así ponía en práctica su nueva fórmula. Éste aceptó encantado.

           Cuando el rico regresó descubrió que todas sus riquezas se habían esfumado. Furioso, le pidió explicaciones. El matemático con mucha calma le dijo que había distribuido todo entre la gente. El rico no se lo podía creer. Durante meses, explicó el matemático, analicé cómo se podía obtener el máximo beneficio, pero siempre era algo muy limitado. Comprendí que la clave consistía en que, no uno, sino muchas gentes podían ayudarnos a conseguir el objetivo.

           La conclusión era que ayudando a los demás era la mejor manera de que muchas gentes nos beneficiaran a nosotros. Furioso y abatido se puso a caminar, pero los vecinos salían a su encuentro y le ofrecían todo lo que necesitaba, comida, casa… y pudo comprobar los resultados previstos por el matemático.

           Recibía honores y ayuda de todos. Cayó en cuenta de que no tener nada le había dado mucho más. Pronto emprendió nuevos negocios, pero siguiendo el consejo del matemático ya no guardaba nada en la caja fuerte sino que lo compartía con los demás cuyos corazones eran los más seguros y más agradecidos cofres.