4° Domingo de Cuaresma, 14 Marzo de 2021, Ciclo B

 San Juan 3, 14 - 21

"Dios Envió a Su Hijo Para que el Mundo se Salve Por Él"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.-Las Falsas Seguridades: hoy día puede pasarnos a nosotros lo mismo, al pensar que somos “cumplidores” del precepto dominical y de otras normas. Podemos creer, como decía aquella ilustración de Mingote, que “al cielo iremos los de siempre”.

2.- La Gracia: El amor, que se revela mediante la cruz, es precisamente la gracia. En ella se desvela el más profundo rostro de Dios. ¡La gracia es un don que compromete! ¡El don de Dios vivo, que compromete al hombre para la vida nueva! Y precisamente en esto consiste ese juicio del que habla también Cristo a Nicodemo: la cruz salva y, al mismo tiempo, juzga. Juzga diversamente. Juzga más profundamente. «Porque todo el que obra el mal, aborrece la luz»... 

3.- La Cruz: es preciso que nosotros reunidos en esta estación cuaresmal de la cruz de Cristo, nos hagamos estas preguntas fundamentales, que fluyen de la cruz hacia nosotros. ¿Qué hemos hecho y qué hacemos para conocer mejor a Dios? Este Dios que nos ha revelado Cristo. ¿Quién es El para nosotros? ¿Qué lugar ocupa en nuestra conciencia, en nuestra vida?

4.-La Alegría: surge espontáneamente la pregunta: pero ¿cuál es el motivo por el que debemos alegrarnos? Desde luego, un motivo es la cercanía de la Pascua, cuya previsión nos hace gustar anticipadamente la alegría del encuentro con Cristo resucitado. Pero la razón más profunda está en el mensaje de las lecturas bíblicas que la liturgia nos propone hoy y que acabamos de escuchar. Nos recuerdan que, a pesar de nuestra indignidad, somos los destinatarios de la misericordia infinita de Dios. Dios nos ama de un modo que podríamos llamar "obstinado", y nos envuelve con su inagotable ternura.

5.-El Amor: "Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna" (Jn 3, 16). Sabemos que esa "entrega" por parte del Padre tuvo un desenlace dramático: llegó hasta el sacrificio de su Hijo en la cruz. Si toda la misión histórica de Jesús es signo elocuente del amor de Dios, lo es de modo muy singular su muerte, en la que se manifestó plenamente la ternura redentora de Dios. 

REFLEXIÓN 

   La liturgia dominical de hoy comienza con la palabra: Laetare: "¡Alégrate!", es decir, con la invitación a la alegría espiritual. A mitad de nuestro camino cuaresmal, en este cuarto domingo de Cuaresma, se nos invita a meditar sobre un tema que está en el centro del anuncio cristiano, es decir, el gran amor que Dios siente por la humanidad. En el evangelio de hoy leemos: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna» (Jn3, 16).

   En la primera lectura de las Crónicas 36, 14 - 16 . 19 - 23: La ira y la misericordia del Señor se manifestaron en el exilio y en la liberación del puebloEl final del segundo libro de las Crónicas contiene una meditación profunda de la historia del pueblo de Israel que, con su rebeldía y pecados, provoca el castigo divino. El Señor abate su soberbia y luego le regenera por la misericordia.

   En la segunda lectura a los Efesios 2,4 -10Muertos por el pecado, por pura gracia estáis salvados. El misterio de la Cruz, signo definitivo de la salvación, es también una prueba amorosa de amor salvífico del Padre sobre nosotros.

   En el Evangelio, Juan 3, 14 - 21: Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por Él. Como hijos de las tinieblas, todos los hombres éramos seres mordidos por el pecado para la muerte y la condenación. Por el misterio de la Cruz el Padre nos regenera de nuevo para la luz y la vida de hijos.  

   La Cruz de Cristo es la prueba suprema de la misericordia y del amor de Dios por nosotros: Jesús nos amó «hasta el extremo» (Jn 13, 1), es decir, no sólo hasta el último instante de su vida terrena, sino hasta el límite extremo del amor. Si en la creación el Padre nos dio la prueba de su inmenso amor dándonos la vida, en la pasión y en la muerte de su Hijo nos dio la prueba de las pruebas: vino a sufrir y morir por nosotros. Así de grande es la misericordia de Dios: Él nos ama, nos perdona; Dios perdona todo y Dios perdona siempre.

PARA LA VIDA 

   Había una vez un hombre cuyo único pensamiento era tener oro, hacerse con todo el oro posible del mundo.  Era un pensamiento obsesivo que le roía el cerebro y el corazón. No era capaz de pensar en otra cosa, ni de concebir ningún otro pensamiento, desear o querer ninguna otra cosa que no fuera el oro.  Cuando paseaba por las calles de la ciudad contemplando escaparates, sólo veía las joyerías o platerías. No se daba cuenta ni de la gente que pasaba ni tenía ojos para contemplar las obras de arte, el cielo azul o la maravilla de los jardines en primavera.

 

   Sólo veía oro, oro, oro. Un día no pudo resistir más: entró corriendo en una joyería y empezó a llenarse los bolsillos de collares, perlas, pulseras, sortijas y prendedores de oro. Naturalmente, cuando se disponía a salir del comercio fue detenido en el acto por los vigilantes del negocio. Los policías le preguntaron: - Pero, ¿cómo podrías pensar que te ibas a salir con la tuya y escapar sí por las buenas con todo el botín? La tienda estaba llena de gente y los vigilantes te estaban observando. - ¿Posible? – dijo el hombre sorprendido – No tenía ni la más mínima idea de que había gente en la tienda. Yo sólo veía el oro. 

   Nuestra misión es dura: decir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo que lo que viven no es la auténtica Felicidad, que van ciegos por la vida fijándose y valorando lo que es vacío y caduco, que algo más que contemplar en la vida, como nos dice el cuento, la bondad, la amistad, la familia, la fe, los que nos necesitan, y que esa Felicidad está sólo en Cristo y en el Evangelio del Amor..

3° Domingo de Cuaresma, 7 Marzo de 2021, Ciclo B

 San Juan 2, 13 - 25

"Destruyan Este Templo y en Tres Días lo Volveré a Levantar"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.- Los Mandamientos: si se analizan en profundidad, son el instrumento que el Señor nos da para defender nuestra libertad tanto de los condicionamientos internos de las pasiones como de los abusos externos de los maliciosos.  Los "no" de los mandamientos son otros tantos "sí" al crecimiento de una libertad auténtica. 

2.- La Casa: es la morada del hombre. Es una condición necesaria para que el hombre pueda venir al mundo, crecer, desarrollarse, para que pueda trabajar, educar, y educarse, para que los hombres puedan constituir esa unión más profunda y más fundamental que se llama "familia". Se construyen las casas para las familias. Después, las mismas familias se construyen en las casas sobre la verdad y el amor.

3.- La Familia: el fundamento primero de esta construcción es la alianza matrimonial, que se expresa en las palabras del sacramento con las que el esposo y la esposa se prometen recíprocamente la unión, el amor, la fidelidad conyugal. Sobre este fundamento se apoya ese edificio espiritual, cuya construcción no puede cesar nunca. La familia está construida sobre la sabiduría y el poder del mismo Cristo, porque se apoya sobre un sacramento. Y está construida también y se construye constantemente sobre la ley divina, que no puede ser sustituida en modo alguno por cualquier otra ley.

4.- El Templo: El Señor se refería al templo vivo de su cuerpo, que sería destruido con la muerte en la cruz, pero que resucitaría al tercer día. su cuerpo, destruido en la cruz por la violencia del pecado, se convertirá con la Resurrección en lugar de la cita universal entre Dios y los hombres. Cristo resucitado es precisamente el lugar de la cita universal —de todos— entre Dios y los hombres. Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su Cuerpo crucificado y resucitado. Jesús conoce lo que hay en cada uno de nosotros, y también conoce nuestro deseo más ardiente: el de ser habitados por Él, sólo por Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro corazón.

REFLEXIÓN 

La liturgia del 3º domingo de Cuaresma nos da cuenta de la eterna preocupación de Dios por conducir a los hombres hacia la vida nueva. En ese sentido, la Palabra de Dios que se nos propone ofrece sugerencias diversas de conversión y renovación.

   En la primera lectura, Dios nos ofrece un conjunto de indicaciones (“mandamientos”) que deben conducir nuestro camino por la vida. Son indicaciones que se refieren a las dos dimensiones fundamentales de nuestra existencia: nuestra relación con Dios y nuestra relación con los hermanos.

   En la segunda lectura, el apóstol Pablo nos sugiere la conversión a la lógica de Dios. Es preciso que descubramos que la salvación, la vida plena, la felicidad sin fin no se encuentra en una lógica de poder, de autoridad, de riqueza, de importancia, sino que está en la lógica de la cruz, esto es, en el amor total, en la donación de la vida hasta las últimas consecuencias, en el servicio sencillo y humilde a los hermanos.

   En el Evangelio, Jesús se presenta como el “Nuevo Templo” donde Dios se revela a los hombres y donde les ofrece su amor. Nos invita a mirar a Jesús y a descubrir en sus indicaciones, en su anuncio, en su “Evangelio” esa propuesta de vida nueva que Dios nos quiere presentar.

En este tiempo de Cuaresma nos estamos preparando para la celebración de la Pascua, en la que renovaremos las promesas de nuestro bautismo. Caminemos en el mundo como Jesús y hagamos de toda nuestra existencia un signo de su amor para nuestros hermanos, especialmente para los más débiles y los más pobres, construyamos para Dios un templo en nuestra vida. Y así lo hacemos «encontrable» para muchas personas que encontramos en nuestro camino. Si somos testigos de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a Jesús en nosotros, en nuestro testimonio.

PARA LA VIDA

   El comandante en jefe de las fuerzas de ocupación le dijo al alcalde de la aldea: “Tenemos la absoluta seguridad de que ocultan ustedes a un traidor en la aldea. De modo que, si no nos lo entregan, vamos a hacerles la vida imposible, a usted y a toda su gente, por todos los medios a nuestro alcance”. En realidad, la aldea ocultaba a un hombre que parecía ser bueno e inocente y a quien todos querían. Pero, ¿qué podía hacer el alcalde, ahora que se veía amenazado el bienestar de toda la aldea?. 

   Días enteros de discusiones en el Consejo de la aldea no llegaron a ninguna solución. De modo que, en última instancia, el alcalde planteó el asunto al cura del pueblo. El cura y el alcalde se pasaron toda la noche buscando en las Escrituras y, al fin, apareció la solución. Había un texto en la Biblia que decía: “Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación”. De forma que el alcalde decidió entregar al inocente a las fuerzas de ocupación, si bien antes pidió que le perdonara. 

  El hombre le dijo que no había nada que perdonar, que él no deseaba poner a la aldea en peligro. Fue cruelmente torturado hasta el punto de que sus gritos pudieron ser oídos por todos los habitantes de la aldea. Por fin fue ejecutado. Veinte años después pasó un profeta por la aldea, fue directamente al alcalde y le dijo: “¿Qué hiciste? Aquel hombre estaba destinado por Dios a ser el salvador de este país. Y tú lo entregaste para ser torturado y muerto” “¿Y qué podría hacer yo?”, alegó el alcalde. “El cura y yo estuvimos mirando las Escrituras y actuamos en consecuencia”.  “Ese fue vuestro error”, dijo el profeta. “Mirasteis las Escrituras, pero deberíais haber mirado a sus ojos”.

2° Domingo de Cuaresma, 28 Febrero de 2021, Ciclo B

 San Marcos 1, 40- 45

"Este Es Mi Hijo, el Amado"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1.- La Transfiguración: esa extraordinaria manifestación de la filiación divina de Jesús. Es la revelación de la gloria, que precede la prueba suprema de la cruz y anticipa la victoria de la resurrección. debemos ponernos a la escucha de Jesús. Él nos revela al Padre, porque, como Hijo eterno, es «imagen de Dios invisible» (Col 1, 15).

2.- El Sacrificio: el sacrificio de Isaac anticipa el de Cristo: el Padre no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó para la salvación del mundo. Él, que detuvo el brazo de Abraham en el momento en que estaba a punto de inmolar a Isaac, no dudó en sacrificar a su propio Hijo por nuestra redención. De ese modo, el sacrifico de Abraham pone de relieve que nunca y en ningún lugar se deben realizar sacrificios humanos, porque el único sacrificio verdadero y perfecto es el del Hijo unigénito y eterno de Dios vivo.

3.-El Camino: La Cuaresma es un camino de subida. Es una invitación a redescubrir el silencio pacificador y regenerador de la meditación. Se trata de un esfuerzo de purificación del corazón, para liberarlo del pecado que pesa sobre él. Ciertamente se trata de un camino arduo, pero que orienta hacia una meta rica en belleza, esplendor y alegría.

4.- Cristo: es el Hijo amado del Padre. Es, sobre todo, la palabra "amado" la que, respondiendo a nuestros interrogantes, descorre en cierto modo el velo que oculta el misterio de la paternidad divina. En efecto, nos da a conocer el amor infinito del Padre al Hijo y, al mismo tiempo, nos revela su "pasión" por el hombre, por cuya salvación no duda en entregar a este Hijo tan amado. 

5.- La Fe: en efecto, la existencia humana es un camino de fe y, como tal, transcurre más en la penumbra que a plena luz, con momentos de oscuridad e, incluso, de tinieblas. Mientras estamos aquí, nuestra relación con Dios se realiza más en la escucha que en la visión; y la misma contemplación se realiza, por decirlo así, con los ojos cerrados, gracias a la luz interior encendida en nosotros por la palabra de Dios.

 REFLEXIÓN 

   El Segundo Domingo nos lleva a contemplar a Jesús transfigurado (Mc 9,2-9). Tras el doloroso y desconcertante primer anuncio de la pasión y la llamada de Jesús a seguirle por el camino de la cruz (8,31-38), se hace necesario alentar a los discípulos abatidos. Además de que la ley y los profetas –personificados en Moisés y Elías– manifiestan a Jesús como aquel en quien hallan su cumplimiento, es Dios mismo –simbolizado en la nube– quien le proclama su Hijo amado.

   La primera lectura nos refiere el episodio en el que Dios pone a prueba a Abrahán (cf. Gn 22, 1-18). Abrahán tenía un hijo único, Isaac, que le nació en la vejez. Era el hijo de la promesa, el hijo que debería llevar luego la salvación también a los pueblos. Dios no quiere la muerte, sino la vida; el verdadero sacrificio no da muerte, sino que es la vida, y la obediencia de Abrahán se convierte en fuente de una inmensa bendición hasta hoy. Dejemos esto, pero podemos meditar este misterio.

   En la segunda lectura, san Pablo afirma que Dios mismo realizó un sacrificio: nos dio a su propio Hijo, lo donó en la cruz para vencer el pecado y la muerte, para vencer al maligno y para superar toda la malicia que existe en el mundo. 

   Por último, el Evangelio nos habla del episodio de la Transfiguración (cf. Mc 9, 2-10): Jesús se manifiesta en su gloria antes del sacrificio de la cruz y Dios Padre lo proclama su Hijo predilecto, el amado, e invita a los discípulos a escucharlo. Jesús sube a un monte alto y toma consigo a tres apóstoles —Pedro, Santiago y Juan—, que estarán especialmente cercanos a él en la agonía extrema, en otro monte, el de los Olivos. La transfiguración es un momento anticipado de luz que nos ayuda también a nosotros a contemplar la pasión de Jesús con una mirada de fe. La pasión de Jesús es un misterio de sufrimiento, pero también es la «bienaventurada pasión». Tenemos necesidad de ella en nuestro camino diario, a menudo marcado también por la oscuridad del mal. 

 PARA LA VIDA 

   Un día un el discípulo de un gran maestro le preguntó: -¿Cómo puedo encontrar a Dios?. Y el maestro le contestó: - Debes quererlo. El discípulo de dijo: - Pero yo lo estoy deseando con todo el corazón. Entonces, ¿por qué no lo encuentro? Un día, el maestro se estaba bañando en el río con el discípulo. Sumergió la cabeza del joven bajo el agua y allí la sujetaba mientras el pobrecillo discípulo pataleaba desesperadamente para librarse. 

  Al día siguiente, el maestro inició la conversación: - ¿Por qué te agitabas tanto ayer cuando te sujetaba la cabeza bajo el agua? - Porque buscaba ansiosamente aire para respirar - contestó el discípulo. - Pues entonces, cuando te decidas a buscar a Dios de verdad tan ansiosamente como buscabas el aire para respirar, entonces seguro que lo encontrarás”.  Los discípulos también tuvieron la tentación de quedarse colgados de aquella experiencia y pretendieron construir tres tiendas para no bajar al valle de la vida cotidiana y real. 

   Jesús los tuvo que enviar de nuevo a bajar. La oración, el encuentro gozoso con el Señor, no es para quedarse en ella, sino para llevarla a la vida, o más bien, para que nuestra vida, la que vivimos cada día, sea en verdad oración. Así nuestra vida rutinaria se coloreará de luz, saldrá de su monotonía y de su encerramiento materialista, y la proyectará hacia las estrellas. Así surgirá ese deseo de Dios del que nos habla el cuento y necesitaremos del Él como del oxígeno para respirar. Y eso se notará en la vida, porque nuestro rostro y nuestra vida también quedarán transfigurados, transformados, resplandecientes, luminosos como el de Cristo.