1. Pentecostés: es la fiesta del Espíritu, el día en el que los apóstoles, con la recepción del Espíritu Santo recibieron una transformación interior tal que les cambió la vida para siempre. Cuando recibieron el Espíritu Santo y se les incendió el alma de vida espiritual y de espíritu cristiano cambiaron totalmente.
2. La Paz: es el primer mensaje que Jesús les da a sus discípulos cuando se les aparece. Paz interior y paz exterior, paz dentro de nosotros mismos y paz con los demás. La predicación del evangelio de Jesús debe hacerse siempre con valentía y con paz. Somos enviados por Jesús, el príncipe de la paz. Nuestra vida cristina, tanto de palabra como de obra, ha de producir siempre la paz y la alegría del espíritu.
3. La Iglesia: en ella todos somos importantes; por ello es urgente que los laicos, que son la mayoría de los cristianos, encuentren su lugar y su carisma dentro de la Iglesia; así podrán desarrollarse de verdad los ministerios laicales. Pero para ello el laico o seglar tiene que abandonar su pasividad y participar plenamente en la vida de su comunidad.
4. La Alegría: con nuestra vida y con nuestra presencia en el mundo, los cristianos queremos dar testimonio de que “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Papa Francisco). Vivir desde el espíritu, o mejor, dejar que sea el Espíritu el que viva en nosotros: esta es la fuente de la alegría que nadie nos podrá arrebatar, de la vida que nadie nos podrá arrebatar. Porque estamos llamados a una forma de existencia de una riqueza inagotable, de una alegría indescriptible.
REFLEXIÓN
"Fiesta de las semanas” o “fiesta de las primicias” pues en ella se presentaban al Señor las primicias de los frutos cosechados siete semanas después de haberse iniciado la siega. Para los judíos era, por tanto, una fiesta de acción de gracias a Dios por la cosecha. Con el tiempo se convirtió en una fiesta que conmemoraba la promulgación de la Ley en el monte Sinaí. Por ello se la denominó también la fiesta del Sinaí o fiesta del Pacto. Se celebraba cincuenta días después de la pascua judía.
Fue en la fiesta judía de Pentecostés cuando el Espíritu prometido por el Señor Jesús fue enviado sobre los Apóstoles: «Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos los creyentes reunidos en un mismo lugar». Desde entonces Pentecostés es, para los cristianos, la fiesta en la que se celebra el envío del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo en torno a Santa María, acontecimiento que tuvo lugar cincuenta días después de la Resurrección del Señor Jesús.
Aquella “primicia de la Pascua”, el Espíritu Santo, fue entregado por el Señor a sus discípulos el mismo día de su Resurrección. En aquella ocasión el Señor sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes ustedes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».
De este modo los hacía partícipes de su propia misión: «Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo». El Espíritu Santo, Don del Padre y del Hijo, es fruto de la Muerte y Resurrección del Señor. Los ministros del Señor, revestidos de este modo con el poder de lo Alto y en nombre de Jesucristo, son enviados con la misión específica de hacer partícipes a todos los hombres de los frutos de su obra reconciliadora.
El Espíritu santo se ha derramado también sobre nosotros para que salgamos de nuestros y demos testimonio del amor del Señor anunciando su Evangelio a todas las criaturas hasta los confines de la tierra.
PARA LA VIDA
En New Port, Rode Island, está la comunidad de las Hermanas de Jesús Crucificado en la que cada hermana tiene un problema físico: la superiora es ciega, otras son sordas, otras parapléjicas… y cada Hermana edifica la comunidad desde su capacidad y recibe ayuda en su necesidad. La que ve guía a la ciega, las que pueden caminar llevan a las que no pueden, la que oye explica a la sorda… El defecto físico es un don, signo de la necesidad que tenemos de los demás.
La vida del Espíritu fluye en la comunidad porque nadie puede gloriarse de ser perfecto, nadie puede gloriarse de no necesitar a nadie. Todos nos necesitamos. Todos necesitamos del Espíritu. Hoy, Fiesta de Pentecostés, todos podemos recibir el regalo de Jesús: El Espíritu Santo. Para perdonar, alabar, pertenecer, hablar el idioma de Dios, congregar y revelar las mil caras de Dios.