Domingo de La Ascensión, 16 Mayo 2021, Ciclo B

San Marcos 16, 15 - 20

"Vayan a todo el mundo y proclamen el Evangelio"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M. 

1. La Ascensión: en la Ascensión misma contemplamos al Señor resucitado que victoriosamente asciende al Cielo. ¿Quién asciende al Cielo, sino Aquel que antes ha bajado del Cielo? El misterio de la Ascensión hay que verlo como la culminación de un proceso kenótico-ascensional, es decir, un proceso mediante el cual el Hijo de Dios “se abaja” al asumir nuestra naturaleza humana para luego “elevarse” nuevamente al Padre con un cuerpo resucitado y glorificado (ver Flp 2 ,6-11).

2. La Misión: anunciar a todos los hombres el evangelio. De ahora en adelante él obrará a través de ellos y de sus sucesores. Ellos tienen la increíble misión de dar continuidad a la obra de Cristo. Esta misión sigue hoy vigente y la Iglesia tiene el deber siempre de evangelizar y anunciar la salvación por Jesucristo. La esencia de este evangelio es que “Jesús de Nazaret es Cristo el Hijo de Dios” (Cf Rm 10,9) y que en él tenemos la salvación y la plena revelación de Dios.

3. La Esperanza: es una invitación a seguir trabajando por construir la “civilización del amor” y “dar razón de nuestra esperanza a todo aquel que nos la pidiere”(1 Pt 3,15). El cristiano debe ser un hombre de esperanza y de luz en medio de un mundo de tanta tiniebla. “La evangelización comprende además la predicación de la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo.

4. La Evangelización: se refiere a la importancia del propio testimonio en la acción evangelizadora. Insistir en la necesidad de un anuncio explícito del mensaje de la evangelización. Esto hoy se puede hacer de muchas maneras, pero lo importante es que todos sientan la responsabilidad de ser misioneros, es decir, enviados por Cristo a anunciar el evangelio. 

REFLEXIÓN 

   En esta fiesta de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo, que festejamos cuarenta días después de la Pascua, recordemos las palabras de San Agustín: ̈Hoy Nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; suba también con Él nuestro corazón. 

   La Ascensión reafirma nuestra fe en el Resucitado: donde nos ha precedido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros. La comunidad cristiana, recién constituida, tiene necesidad del aliento del Señor (fuerza de lo alto); por eso, no se puede vivir con nostalgia (volvieron con gran alegría). Urge que los hombres conozcan que Dios ha estado con ellos, ha marcado un camino. Tenemos que exagerar la pasión de Dios. 

   Jesús tenía un tirón del Padre y el tirón de los amigos. Su corazón estaba roto por estas dos fuerzas. Siempre que les dice que se va, les dice que se queda. 

   Dios es ascensión continuada, aunque nunca se aleja de nosotros. Es meta cada vez más alta. Bajó para hacernos subir. Su Padre atrae desde arriba. Él empuja desde abajo. Por eso repitió tantas veces: levántate, vamos al monte, se levantó y se ciñó la toalla. 

   La Ascensión es un relevo. Nos ha entregado su muerte, su resurrección y su oferta de salvación. Los cristianos somos los últimos relevistas antes de la victoria. Corremos con el testigo en las manos y en el corazón. Ellos habían recorrido los caminos con Jesús y ahora se les va con una clara advertencia: predicad y sed testigos. La actitud de los doce es de adoración y de duda. 

   Se postraron y dudaron. No dudan del Resucitado, sino de su propia función. ¿Cuál será su papel ahora que ya no vive Jesús con ellos? «Yo estoy con vosotros». La marcha de Jesús no es definitiva. Si Él ha dicho que está con nosotros, estará con nosotros. Volverá como lo hemos visto subir: y se marchó después de haber pasado por la cruz. Los hombres necesitan saber que Dios ha estado con ellos; ha marcado un camino.

Mientras se elevaba, los bendecía. Todos los caminos están marcados por este gesto. Sus manos resucitadas están abiertas, sobre todos los caminos de los hombres, bendiciendo. 

PARA LA VIDA 

   Un día un niño vio cómo un elefante del circo, después de la función, era amarrado con una cadena a una pequeña estaca clavada en el suelo. Se asombró de que tan corpulento animal no fuera capaz de liberarse de aquella pequeña estaca, y que de hecho no hiciera el más mínimo esfuerzo por conseguirlo. 

   Decidió preguntarle al hombre del circo, el cual le respondió: "Es muy sencillo, desde pequeño ha estado amarrado a una estaca como ésa, y como entonces no era capaz de liberarse, ahora no sabe que esa estaca es muy poca cosa para él. Lo único que recuerda es que no podía escaparse y por eso ni siquiera lo intenta". 

   Soltemos las amarras que nos atan a una vivencia cristiana paralizada por el miedo, la tradición, la rutina, como le pasaba el elefante de este cuento de hoy. Abramos la mirada, miremos hacia lo alto y hacia dentro, como Cristo, y nuestros ojos se transformarán y nuestras manos se pondrán a trabajar y construir una Iglesia más auténtica, más sencilla, más positiva y cercana a los problemas e inquietudes del mundo de hoy, y a edificar un mundo más justo, más solidario, más pacífico y humano, en unión con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sean de la religión que sean o sean sin ninguna religión, pero que compartan nuestros valores y nuestros sueños.