4° Domingo de Adviento, 19 Diciembre 2021, Ciclo C

 San Lucas 1, 39 - 45

"Dichosa Tú que has Creído

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Saludo de María: hay muchas maneras de «saludar» a las personas. María trae paz, alegría y bendición de Dios. Lucas recordará más tarde, que Jesús pedía a sus seguidores: en cualquier casa que entréis, decid lo primero: Paz a esta casa. Todo saludo debe llevar la huella de Dios…como María a Isabel.
  2. La Vida: las madres portadoras de vida, son mujeres «bendecidas» por el creador: el fruto de sus vientres es bendito. María es la «bendecida» por excelencia: con ella nos llega Jesús, la gran bendición de Dios al mundo. Isabel termina exclamando: Dichosa tú, que has creído.
  3. La Felicidad: feliz el pueblo donde hay madres creyentes, portadoras de vida, capaces de irradiar paz y alegría. Feliz la Iglesia donde hay mujeres bendecidas por Dios, mujeres felices que creen y transmiten fe y vida a sus hijos. La auténtica alegría no se fabrica desde fuera, brota del interior. En realidad, la alegría emerge cuando aprendemos a vivir en la verdad.
  4. Relacionarse: la relación íntima y personal del Espíritu Santo con María ha hecho posible que el Verbo de Dios asuma carne y se vaya formando hombre en su seno materno. La relación de María con el Verbo de Dios es extremamente misteriosa y delicada: Misteriosa porque la fecundación de su seno es obra de Dios mismo; delicada, porque está dando a Dios su carne y su sangre, pero sobre todo su amor, su dedicación y su entrega total.

REFLEXIÓN 

   Si tuviésemos que escribir la mejor historia de amor, seguramente escogeríamos como protagonista a María... Si tuviésemos que escribir la mejor historia de entrega y confianza, seguramente escogeríamos como protagonista también a la Virgen María. Y si tuviésemos que escribir una historia sobre el mejor discípulo que Jesús tuvo, la protagonista sería igualmente, la Virgen María.

   Así es presentada María en este cuarto domingo de Adviento: como la mejor oyente de Dios. Porque si es cierto que el mejor discípulo es aquel que transmite lo que lleva dentro casi sin necesidad de hablar, ese discípulo es entonces María. Y sé que ni Isabel, ni el hijo que llevaba en sus entrañas sabían lo que le había ocurrido a María. Pero nada más entrar en casa de su prima, y sin hablar, los dos se dan cuenta de que hay algo especial en ella.

   Las palabras que Isabel usa para saludar a María: « ¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! las usamos cada vez que rezamos el Avemaría. Jesús es esperado. Jesús es amado con su primer amor. Bendita tú eres,... bendito es tu hijo...Y Santa Isabel pregunta con humildad ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?

   Estas dos mujeres, María e Isabel, están inmersas en el misterio: Evidentemente hay cosas extrañas en torno a los os nacimientos. Isabel se da cuenta de ello en forma inmediata y con sus palabras refleja la adoración y el agradecimiento a Dios por el don recibido. Nos alienta esta escena a pedir al Señor que estemos siempre atentos a reconocer su presencia y a saber reconocer sus signos. 

PARA LA VIDA 

   Érase una vez un rey generoso y sabio. Trataba a los ricos y a los pobres del mismo modo y era muy bondadoso con los niños. Un año todos sus súbditos decidieron celebrar una gran fiesta en el día de su cumpleaños. Y lo hicieron de manera distinta a los años anteriores. Como trataba a todos por igual decidieron que todos los regalos iban a estar envueltos con papel blanco para que parecieran iguales. Cuando llegó el día todos trajeron sus regalos blancos al rey. 

   Unos eran un puñado de arroz pero envuelto en papel blanco. Otros regalos eran joyas o marfil pero estos también estaban envueltos en papel blanco. Todos parecían iguales y cuando el rey los abrió trató a todos por igual porque sabía que todos llevaban el mismo amor y devoción. 

   Y los que no tenían regalos que ofrecer, firmaban en un libro blanco para ofrecerle su tiempo y sus talentos. ¿Ya ha encontrado el regalo perfecto para esta Navidad? ¿Ya ha practicado la elegancia social del regalo? Sus hijos no necesitan un nuevo juguete, le necesitan a usted. Su esposa no necesita el último perfume de Calvin Klein, le necesita a usted. Sus padres ya mayores no necesitan guantes nuevos, necesitan que usted les caliente sus manos con su calor. Dar cosas es fácil, darse uno mismo es lo difícil.  Jesús es el regalo de Dios para todos nosotros y no necesita nada pero nos necesita a nosotros.

3° Domingo de Adviento, 12 Diciembre 2021, Ciclo C

 San Lucas 3, 2b-3. 10-18

"¿Qué debemos hacer?

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Gaudette: alegraos siempre en el Señor, os lo repito. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. En este tercer domingo de Adviento debemos, pues, manifestar litúrgicamente nuestra alegría, nuestra paz y nuestro entusiasmo religioso. Los cristianos debemos ser personas alegres, no con una alegría bullanguera y aturdidora, sino con una alegría interior, manifestada en nuestro comportamiento y en nuestras relaciones con los demás. Así debemos celebrar en concreto este domingo <gaudete>.

2.-Razones Para la Alegría:  Valorar y reforzar las fuerzas positivas de nuestra alma. Vivir abiertos hacia el prójimo.  Tener un gran ideal, algo que centre nuestra existencia y hacia lo que dirigir lo mejor de nuestras energías.  En el amor, preocuparse más por amar que por ser amados. Tener el alma siempre joven y, por tanto, siempre abierta a nuevas experiencias. Descubrir que Dios es alegre, que una religiosidad que atenaza o estrecha el alma no puede ser la verdadera, porque Dios o es el Dios de la vida o es un ídolo. Dios es alegría. Dios no quiere la tristeza, Dios es optimista, Dios es posibilidad de todo lo bueno, Dios es omnipotencia para hacer el bien.

3.-Necesidad de Conversión: El camino por donde podemos adquirir esa alegre liberación que debe disfrutar ya todo cristiano no es otro que la conversión. Conversión hacia Dios. La conversión lleva a compartir: el que tenga dos túnicas, debe dar al que no tiene; y el que tiene que comida, debe compartirla. Esto es una sociedad solidaria, es la que la Iglesia promueve, preocupada por dar a todos lo necesario. No podemos aceptar ciegamente la diferencia nacida del dinero o de la fuerza. Dios quiere que compartamos el bien que ha dado para todos. La conversión será duradera y profunda si somos capaces de criticar nuestra falsa manera de contemplar el mundo y los hombres. Una característica de la conversión de Juan es que no sólo es personal sino que va buscando una renovación social. 

REFLEXIÓN

   El tema de este tercer Domingo de Adviento puede girar alrededor de la pregunta: “y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Preparar el “camino” por donde el Señor viene, significa cuestionar nuestros límites, nuestro egoísmo y comodidad y operar una verdadera transformación de nuestra vida en la dirección de Dios.

   La primera lectura, sugiere que en el principio, en medio y en el final de ese “camino de conversión”, nos espera el Dios que nos ama. Su amor no sólo perdona nuestras faltas, sino que provoca la conversión, nos transforma y nos renueva. De ahí la invitación a la alegría: Dios está en medio de nosotros y, a pesar de todas nuestras deficiencias, insiste en hacer el camino con nosotros, porque nos ama.

   La segunda lectura insiste en las actitudes correctas que deben marcar la vida de todos los que quieren acoger al Señor: alegría, bondad, oración.

   El Evangelio sugiere tres aspectos en los que esa transformación es necesaria: es preciso salir de nuestro egoísmo y aprender a compartir; es necesario romper los esquemas de explotación y de inmoralidad y proceder con justicia; es preciso renunciar a la violencia y a la prepotencia y respetar absolutamente la dignidad de nuestros hermanos. Por otra parte, el cristiano, “bautizado en el Espíritu”, recibe de Dios una vida nueva, y tiene que vivir de acuerdo con esa vida.

    Es decir, el Mesías viene a recoger el fruto, el buen trigo, quemando en nosotros todo aquello que no sirve. En este tercer domingo de Adviento, domingo de la alegría, vivamos el gozo de la cercanía del Señor que viene a salvarnos. Pero que esta alegría sea no una alegría fugaz y superficial, sino una alegría en el Señor, pues Dios viene a nosotros, a traernos la paz y la confianza en Él. Preparemos esta venida del Señor dejando atrás todo aquello que es paja en nuestra vida, para sacar a relucir el buen fruto que Dios espera de nosotros.

   No podemos exigir a los que se empeñan en vivir la Navidad con cara semi-acontecida que la vivan cristianamente. Ni tan siquiera podemos pretender que, otros que hablan de “espíritu navideño”, den un paso adelante y tengan la experiencia de unos días con Jesús el del pesebre. Pero ¿y nosotros? ¿Cómo la vivimos? ¿Ya pregonamos el secreto de la Navidad? El hecho de que algunas ciudades sean adornadas con aderezos que no dicen nada y que afean más que embellecen, no significa el que nosotros no podamos manifestar hacia fuera lo que, en nuestras casas, se vive por dentro: el Nacimiento de Cristo.

PARA LA VIDA

   Mister Liddel era el presidente  de la gran empresa Maximus, dueña de media docena de bancos y de siete grandes industrias internacionales. Todo conseguido por sus hábiles maniobras y buen olfato para los negocios. Un día llegó algo tarde a la reunión de accionistas pero, en vez de disculparse, puso a temblar a todos los funcionarios con su mirada fría y distante. De pronto, al fondo del salón observó la presencia de un limpiabotas. Era un viejo negro de aspecto humilde, con las manos sucias y con la ropa harapienta. Mister Liddel no lo había visto jamás, pero tenía unos minutos libres y podía permitirse el lujo de hacerse sacar un poco más de brillo a su fabuloso par de zapatos de 600 euros que llevaba puestos. El viejo negro trabajó con gran habilidad. Al terminar, Mister Liddel fue a darle un euro, pero se encontró con su mirada. 

   Una mirada extraña, profunda, con una luz bondadosa y divertida que le brillaba dentro. Al levantarse del banquillo, los zapatos de Mister Liddel salieron disparados como cohetes, llevándolo fuera del salón. Parecía que iba a un maratón, eso sí, un  maratón un poco extraño. Los zapatos lo llevaron delante de un niño pobre sin piernas que pedía limosna en la calle, y no se movieron de allí hasta que Mister Liddel vació todo el contenido de la cartera en las manos del chaval aterrorizado. Luego, los zapatos llevaron a Mister Liddel hacia suburbios llenos de pobres chabolas y de gente que sufría, y de cuya existencia Mister Liddel nunca había oído. Los zapatos lo obligaron a ver lágrimas, soledad, miseria, abandono. 

   Después de unas cuantas horas, Mister Liddel estaba muy cansado, pero se sentía distinto. Por primera vez veía de verdad a la gente. Y para terminar, al atardecer, los zapatos hicieron una cosa inesperada: llevaron a Míster Liddel a una iglesia. Y es que no había vuelto a ella desde la primera comunión. Y vio al fondo una lucecita roja que brillaba. De pronto se acordó de la mirada profunda del limpiabotas negro y se sintió feliz como nunca se había sentido, y de repente lo comprendió todo. Luego, sus zapatos volvieron a ser normales. Entró de nuevo en el salón de reuniones y preguntó: - ¿Habéis visto donde ha ido a parar aquel limpiabotas negro?. – Por aquí no ha pasado ningún limpiabotas negro, señor, - le contestaron. Lo sospechaba. Además, ¿quién iba a creer que Dios era negro y que hacía de limpiabotas en las calles de la ciudad?.

2° Domingo de Adviento, 5 Diciembre 2021, Ciclo C

 San Lucas 3, 1 - 6

"Preparad el camino del Señor"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

  1. Preparar el Camino: para abrirle un camino a Dios es necesario descender al fondo de nuestro corazón. Quien no busca a Dios en su interior es difícil que lo encuentre fuera. En nosotros encontraremos miedos, preguntas, deseos, vacíos, pero no importa, Dios está ahí. Él nos ha creado con un corazón que lo buscará hasta que descanse en él.
  2. El Desierto: la Palabra de Dios vino sobre Juan, en el desierto. Sólo en el silencio, despojados de todo, en desierto, se puede escuchar la voz y la llamada de Dios a cambiar el interior. Según Isaías, el «desierto» era el mejor lugar para abrirse a Dios e iniciar la conversión. Oseas dirá que es en el «desierto» donde Dios habla “de corazón a corazón».
  3. La Conversión: el encuentro con Dios acontece cuando a uno le nace desde dentro esta oración: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador». Éste es el mejor camino para recuperar la paz y la alegría interior. Despertar la confianza total en este amor puede ser comenzar a vivir de una manera nueva y gozosa con Dios.
  4. Escuchar: la voz de Dios en lo profundo del corazón y en actitud de humildad. Así lo hizo Juan Bautista: su corazón atento, su silencio y humildad le llevaron a figurar ante los ojos de Dios como el más grande de los profetas. A Dios se le escucha en el silencio, en las entrañas del corazón, en la humildad del pesebre.
REFLEXIÓN 

   En el segundo domingo del Tiempo de Adviento, las lecturas de la misa de hoy nos presentan el Anuncio de la llegada del Señor y la preparación que debemos tener para recibirlo.

   El tiempo del Adviento es el tiempo de la preparación para las solemnidades de Navidad, cuando conmemoramos la primera venida del Hijo de Dios a los hombres.

   Durante el tiempo de adviento aparece el significado de la misión de San Juan Bautista. Su figura se impone como una actitud de fidelidad y de respuesta a la nueva manifestación de Dios que se avecina.

   La figura de Juan el Bautista aparece como la señal de la llegada de la salvación de Dios. Y es que la llegada del Reino de Dios se produjo cuando el Precursor empezó a predicar la conversión y a anunciar la Buena Nueva.

   San Juan señala la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: es el último de los Profetas que anuncia la vendida del Señor, y el primero de los testigos de Jesús. Cuando en una familia se espera el nacimiento de un nuevo miembro todos viven los preparativos con intensidad. Arreglemos la habitación acercándonos al sacramento de la reconciliación, tejamos una gran red de oraciones y consigamos todo lo necesario para que nuestra propia existencia sea una casa agradable donde pueda venir el Señor. Allanemos los caminos para que todos sean testigos de la salvación. 
PARA LA VIDA 

   El ermitaño en la oración oyó claramente la voz de Dios. Le invitaba a acudir a un encuentro especial con Él. La cita era para el atardecer del día siguiente, en la cima de una montaña lejana. Temprano se puso en camino, se encontró a varios campesinos ocupados en intentar controlar y apagar un incendio declarado en el bosque cercano, que amenazaba las cosechas y hasta las propias casas de los habitantes. 

   Reclamaron su ayuda porque todos los brazos eran pocos. Sintió la angustia de la situación y el no poder detenerse a ayudarles. No debía llegar tarde a la cita y, menos aún, faltar a ella. Así que con una oración que el Señor les socorriera, apresuró el paso ya que había que dar un rodeo a causa del fuego. Tras ardua ascensión, llegó a la cima de la montaña, jadeante por la fatiga y la emoción. 

   El sol comenzaba su ocaso; llegaba puntual por lo que dio gracias al cielo en su corazón. Anhelante esperó, mirando en todas las direcciones. El Señor no aparecía por ninguna parte. Por fin descubrió, visible sobre una roca, algo escrito: “Dispénsame, estoy ocupado ayudando a los que sofocan el incendio”. Entonces comprendió dónde debía encontrarse con Dios.

   Pongámonos en camino, como el hombre del cuento, bien atentos a la presencia de Dios, sin despistarnos, no nos vaya a pasar como a él le pasó, que al final no se encontró con el Señor, por no buscarlo donde realmente se encontraba.

1° Domingo de Adviento, 28 Noviembre 2021, Ciclo C

 San Lucas 21, 25-28. 34-36

"Está por Llegar la Liberación"

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- Adviento: La palabra “adviento” significa llegada, venida; se refiere a la llegada a este mundo de Jesús, llegada que sucedió hace ya dos mil veintiún años. Toda nuestra vida puede ser considerada un Adviento. Durante toda nuestra vida debemos también vivir esperando la segunda venida de nuestro Señor, que vendrá a liberarnos definitivamente del pecado y de la maldad. También durante todos los días de nuestra vida, no sólo las cuatro semanas del Adviento, debemos mirar al Hijo del hombre, que vendrá con poder y gloria al final de los tiempos, como a un Cristo liberador.

2.- El Amor Mutuo: es el primer mandamiento que debemos cumplir si queremos presentarnos santos e irreprochables ante el Señor Jesús en su segunda venida. Amemos a todas las personas del mundo con amor cristiano, con amor universal, aunque sean personas de otras religiones, de otras razas, de otras lenguas. Esto es algo que más de una vez nos resultará difícil de hacer, pero es algo que no podemos omitir, si queremos presentarnos santos irreprochables ante el Señor en su segunda venida.

3.- La Justicia: para nosotros, los cristianos, Jesús es el Justo por excelencia, por tanto si nosotros queremos ser buenos discípulos de Jesús debemos ser ante todo personas justas. La justicia debe ser para nosotros una virtud primera, como consecuencia precisamente de nuestro amor mutuo y de nuestro amor a todos. El que no es justo con el prójimo y con todos no podrá nunca decir que ama al prójimo y a todos, es decir, que tiene un amor católico, universal.

4.- La Esperanza: se abraza con el amor en su dimensión universal, llegando más allá de toda frontera, de toda discriminación y de todo condicionamiento. Hay muchos cristianos desanimados porque no ven a los jóvenes participando en la Eucaristía, otros se sienten desconcertados ante la falta de valores y la desintegración de muchas familias, hay quien está decepcionado porque ve una Iglesia demasiado instalada y alejada del Evangelio. Ante esto optan por la pasividad o resignación y niegan cualquier posibilidad de cambio. Hoy la Palabra de Dios nos alerta para que nos demos cuenta de que Jesús, el Hijo del Hombre, viene a liberarnos de todas nuestras dudas e incertidumbres. Él es nuestra justicia y nuestra salvación.

REFLEXIÓN

En este primer Domingo de Adviento, la Palabra de Dios nos presenta una primera inclusión en la “venida” del Señor.

En la primera lectura, por boca del profeta Jeremías, el Dios de la alianza anuncia que es fiel a sus promesas y que va a enviar a su Pueblo un “vástago” de la familia de David. Su misión será realizar ese mundo soñado de justicia y de paz: fecundidad, bienestar, vida en abundancia, serán los frutos de la acción del mesías.

La segunda lectura nos invita a no instalarnos en la mediocridad y en la comodidad, sino a esperar, con una actitud activa, la venida del Señor. Es fundamental, en esa actitud, la vivencia del amor: él es el centro de nuestro testimonio personal, comunitario, eclesial

El Evangelio nos presenta a Jesús, el mesías hijo de David, anunciando a todos los que se sienten prisioneros: “alegraos, vuestra liberación está próxima. El mundo viejo al que estáis encadenados va a caer y, en su lugar, va a nacer un mundo nuevo, donde conoceréis la libertad y la vida en plenitud. Estad atentos, para acoger al Hijo del Hombre que os va a traer ese mundo nuevo”. Es necesario, sin embargo, reconocerlo, saber identificar sus llamadas y tener el coraje de construir, con él, la justicia y la paz.

El tiempo de Adviento, que empieza precisamente hoy, nos insta a prepararnos para acoger al Señor que vendrá. Pero ¿cómo prepararnos? La significativa celebración que estamos realizando nos muestra que un modo concreto para disponernos a ese encuentro es la proximidad y la comunión con quienes, por cualquier motivo, se encuentran en dificultad. Al reconocer a Cristo en el hermano, nos disponemos a que él nos reconozca cuando vuelva definitivamente. Así la comunidad cristiana se prepara para la segunda venida del Señor: poniendo en el centro a las personas que Jesús mismo ha privilegiado, las personas que la sociedad a menudo margina y no considera.

Ayúdanos a orientar nuestro corazón hacia ti; ayúdanos a reconocer tu rostro que resplandece en toda criatura humana, aunque esté probada por la fatiga, la dificultad y el sufrimiento. Haz que comprendamos que "la gloria de Dios es el hombre que vive" (san Ireneo de Lyon, Adv. haer., IV, 20, 7), y que un día podamos gustar, en la visión divina, junto con María, Madre de la humanidad, la plenitud de la vida redimida por ti. Amén.

PARA LA VIDA

   Un día, Alfredo, despertó en una víspera de Navidad, muy contento, pues una fecha muy importante estaba por llegar. Era el día del aniversario del Niño Jesús y el día en que Papá Noel vendría de visita como todos los años. Con sus cinco añitos, esperaba ansiosamente el caer de la noche, para volver a dormir y espiar el zapato que estaba en el frente de la puerta, pues no tenía árbol de Navidad. Se durmió muy tarde, para ver si conseguía atrapar a aquel "viejito", pero como el sueño era mayor que su voluntad, se durmió profundamente. En la mañana de Navidad, observó que su zapato no estaba allí, y que no había regalo alguno en toda su casa. 

   Su padre, sin trabajo, con los ojos llenos de lágrimas, observaba atentamente a su hijo, y esperaba tomar coraje para hablarle y decirle que su sueño no existía. Con mucho dolor en el corazón lo llamó: - Alfredo, hijo mío, ¡ven aquí! - ¿Papá? - ¿Que ocurre hijo? - Papá Noel se olvidó de mí... Hablando de eso, Alfredo abrazó a su padre y los dos se pusieron a llorar, cuando Alfredo habló: - ¿El también se olvidó de ti papá? – No, hijo mío. 

   El mejor regalo que yo podría haber ganado en la vida está en mis brazos, y quédate tranquilo pues yo sé que Papá Noel no se olvidó de ti.    - Pero todos lo otros niños vecinos están jugando con sus regalos... El se olvidó de nuestra casa. - No se olvidó... El regalo te está abrazando ahora y va a llevarte a uno de los mejores paseos de tu vida.  Y así, los dos fueron a un parque y Alfredo jugó con su padre durante el resto del día, regresando caída ya la noche. 

   Llegando a casa muy somnoliento, Alfredo fue para su cuarto y "escribió" para Papá Noel:  "Querido Papá Noel, yo sé que es demasiado tarde para pedir alguna cosa, pero quiero agradecer el regalo que me diste. Deseo que todas las Navidades que yo pase, hagas que mi padre olvide sus problemas y que él pueda distraerse conmigo, pasando una tarde maravillosa como la de hoy. 

   Gracias por mi vida, pues descubrí que no es con juguetes que somos felices, y sí con el verdadero sentimiento que está dentro de nosotros y que Dios despierta en las Navidades. De quien te agradece por todo: Alfredo”.  Y se fue a dormir.  Entrando al cuarto para dar las buenas noches a su hijo, el padre de Alfredo vio la carta y a partir de ese día no dejó que sus problemas afectasen la felicidad de ellos y comenzó a hacer que todos los días fuesen Navidad para los dos.