San Juan 14, 23 -29
“Me Voy y Volveré a Ustedes”
Homilía PadreLuis Guillermo Robayo M.
- El Amor: si amamos a Dios, somos personas habitadas por Dios, espiritualmente llenas de Dios. Si amamos al Dios Amor, no podemos vivir de otra manera que, amando, porque, de lo contrario, no sería amor verdadero. Dejémonos amar por Dios, abramos las puertas de nuestro corazón a Dios, y Dios vivirá en nosotros como amor. Esto, que es algo gratuito por parte de Dios, exigirá de nuestra parte un gran esfuerzo, si de verdad nos decidimos a vivir como linaje de Dios, como hijos amados de Dios.
- La Paz: la paz del mundo es una paz llena de sobresaltos físicos, sociales y políticos; la paz de Dios es vivir en Él, con el alma siempre abierta al bien de los hermanos. Aprendamos a vivir nosotros hoy en paz, en la paz de Dios, aunque tantas circunstancias adversas, de todo tipo, nos inviten a vivir en continuo sobresalto. Los grandes santos fueron almas llenas de paz interior, de la paz de Dios.
- El Espíritu Santo: Él nos hace vivir en la presencia de Dios, en la escucha de su Palabra, sin inquietud ni temor, teniendo en el corazón la paz que Jesús nos dejó y que el mundo no puede dar (cf. Jn 14, 26-27). El Espíritu acompaña a la Iglesia en el largo camino que se extiende entre la primera y la segunda venida de Cristo: “Me voy y volveré a vosotros” (Jn 14, 28), dijo Jesús a los Apóstoles.
- La Oración: igual que su sacrificio, se extiende hasta la consumación de los siglos. La oración de la Hora de Jesús llena los últimos tiempos y los lleva hacia su consumación. El Hijo que se ha hecho Siervo, es el Señor, el «Pantocrátor». Nuestro Sumo Sacerdote que ruega por nosotros es también el que ora en nosotros y el Dios que nos escucha.
REFLEXIÓN
Cuando Jesús en este evangelio, promete su Espíritu, está diciéndonos que seguirá actuando en la comunidad, con la misma fuerza y dinamismo y con una presencia, que, si bien no es físicamente corpórea, es igualmente real y eficiente. Y en nuestro mundo de hoy, nos encontramos con el fenómeno del ateísmo, del materialismo, de la fecundación artificial de la mujer, de la libertad en la relación de los sexos, y muchos otros problemas y nos preguntamos ¿cómo actuar en estas situaciones, ¿cómo actuaría Jesús? ¿Cómo ser cristiano en esta cultura?, ¿qué responder antes los nuevos problemas y visiones de la realidad?
En la primera lectura de hoy, se plantea el primer conflicto histórico del cristianismo: los paganos que querían hacerse cristianos ¿tienen que circuncidarse y hacerse judíos para ser bautizados después? ¿Y cómo se resolvió el conflicto? El texto nos lo dice claramente. Esa primera Iglesia, no esperó una respuesta mágica y milagrosa del cielo; no tuvo el privilegio de escuchar una revelación especial de Cristo resucitado. Simplemente se reunió, discutió, reflexionó, y después tomó la decisión diciendo: Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros...... Si, como escuchamos: El Espíritu Santo y nosotros.
Jesús mismo nos da hoy la respuesta. Él se manifiesta, a los que los que están unidos a Él por la fe y el amor. Él conoce el corazón de cada uno, y resucitado habita en los que lo aman y guardan su palabra. El Espíritu de Dios está presente en todos los cristianos, especialmente en quienes, a los ojos del mundo son relegados. Y ese Espíritu nos capacita a todos para comprendernos y para ver, con los ojos de Dios, a todos como hermanos, en busca de la eternidad.
PARA LA VIDA
Cuenta una leyenda china que había un montón de arroz cocido y preparado como alimento. A su alrededor había muchas personas hambrientas, casi a punto de morir. No podían aproximarse al arroz, pero tenía en sus manos palillos de dos y tres metros de longitud.
Es verdad que llegaban a coger el arroz, pero no conseguían llevarlo a la boca, porque los palillos que tenían en sus manos eran muy largos. De este modo, hambrientos y moribundos, pero solitarios, morían de hambre delante de una abundancia inagotable.
Había también otro gran montón de arroz cocido y preparado como alimento. A su alrededor había muchas personas, hambrientas pero llenas de vitalidad. No podían aproximarse al arroz, pero tenían en sus manos largos palillos de dos y tres metros. Y con sus largos palillos, en vez de llevarlos a la propia boca, se servían unos a otros el arroz. Así, acallaban su hambre, juntos y solidarios, gozando de las personas y de las cosas.
El amor verdadero no piensa en uno mismo, no posee, no reclama, se entrega, deja libertad, piensa en el otro, en ese gran Otro, en su plan, en su proyecto. Y Cristo tiene que marcharse para que venga el Espíritu Santo y pueda renovarnos por dentro y en profundidad.