3° Domingo de Pascua, Domingo de La Misericordia, 5 de Mayo de 2019, Ciclo C


San Juan 21, 1 - 19


"Apacienta Mis Corderos”



Homilía PadreLuis Guillermo Robayo M.

  1. Echar las Redes: significa, en primer lugar, creer en él y fiarse de su palabra y obrar en su santo nombre. También a nosotros, como los discípulos, Jesús nos pide que lo sigamos con fe sincera y firme. No fiándonos de nuestras capacidades sino del Señor. Gracias a nuestro pequeño esfuerzo, el Señor está realizando su pesca, aunque de momento no veamos el resultado.
  2. La Eucaristía: cada celebración de la Eucaristía, especialmente los domingos, día de la resurrección, es celebrar la alegría de Cristo resucitado. Hoy Jesús resucitado se reúne con nosotros porque quiere hacernos comunidad, porque quiere renovarnos en la fe, porque quiere hacernos testigos.
  3. El Llamado al Amor:  tres veces había negado Pedro al Señor, por tres veces le pregunta el Señor a Pedro si le ama. Pero a pesar de estas faltas de amor de Pedro, que por tres veces negó al Maestro, Jesús confía en él y le encomienda su rebaño. Finalmente le dice “sígueme”. Dios sólo espera de nosotros esto, que amemos. Que le amemos a Él y que amemos de verdad al prójimo. El mismo amor que Dios ha tenido por nosotros, hasta el punto de dar la vida en la cruz, es el que espera ahora de nosotros.
  4. Ser Testigos: El Señor llamó a los apóstoles para que fueran pescadores de hombres, es decir, para invitar a los hombres al Reino de Dios, pero esta misión sólo la podrán cumplir en estrecha comunión con Él.

REFLEXIÓN

   El Evangelio de hoy nos describe una realidad que se parece a la nuestra.  Pedro va a pescar y no pesca nada.  Hoy, nosotros también echamos las redes y no pescamos nada.  Ni acercamos a los que no conocen a Cristo, ni atraemos a los que se han alejado de él y de la Iglesia.

  En nuestras Iglesia cada vez somos menos, hay más bancas vacías, sobre todo de adolescentes y jóvenes.  Las causas son muchas.  Seguimos echando las redes, pero casi nadie cae en ellas.  Muchos papás y abuelos se sienten tristes de no haber podido transmitir la fe a sus hijos.  Muchos catequistas se preguntan, a veces, para qué sirve tanto esfuerzo y tantas energías gastadas en la catequesis. 

   Y muchos pueden sentirse cansados y decepcionados de tanto echar las redes y no conseguir nada.  Estamos en la noche de la fe.

Pero el Señor está ahí, en la orilla, sigue estando aquí también.  Y una vez más el Señor nos dice: “¡Animo, volved a echar las redes!”  Pero echemos las redes no fiándonos de nuestras capacidades sino del Señor. Gracias a nuestro pequeño esfuerzo, el Señor está realizando su pesca, aunque de momento no veamos el resultado. 

   Los discípulos consiguieron aquel día una gran pesca, porque se fiaron del Señor. Nosotros estamos llamados también a fiarnos de Él, a seguir echando las redes, con los hijos, con los nietos, con todas las personas que nos rodean, insistiéndoles para que no dejen la iglesia, hablándoles de la bondad de Dios, de lo bueno que es para vivir con plenitud, tener fe y confianza en Él. Manifestando sobre todo con nuestra vida, que realmente creemos. 

PARA LA VIDA 

   “Usted perdone”, le dijo un pez a otro, “es usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá usted ayudarme”. Dígame, ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscando por todas partes y no lo he encontrado”. “El Océano”, respondió el viejo pez, “es donde estás ahora mismo”. “¿Esto? Pero si esto no es más que agua. Lo que yo busco es el Océano”, replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte…

   Invitación a resucitar con Cristo, a sumergirnos en el océano de su amor, a amar de verdad, invitación a confiar y a no dudar de que estamos rodeados de Dios, rodeados del Océano infinito del Amor de Cristo Resucitado, como nos dice el cuento de hoy. Pero debemos tener bien abiertos los ojos de la fe, y sobre todo los del amor, para saber percibir su presencia, no nos vaya a pasar como al pequeño pez. Contemplémonos en el mar inmenso de su amor sin medida. Empecemos por resucitar nosotros y el mundo creerá que Jesús ha resucitado. Y sólo se notará que hemos resucitado cuando amemos de verdad como Cristo nos amó y demos testimonio coherente de este amor…