San Lucas 20, 27 - 38
“No es Dios de Muertos, sino de Vivos”
Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.
1.- Dios de Vivos: «Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven» (Lc 20,38). En efecto, Dios es «Dios de vivos» y a cuantos confían en él les concede la vida divina que posee en plenitud. Él, que es el «Viviente», es la fuente de la vida.
2.- La Vida: en esta vida después de la muerte, Dios nos espera con los brazos abiertos, pues es un Dios que ama la vida y que quiere que todos los hombres vivan. Esta vida eterna es un regalo de Dios, pero para llegar a ella es necesario vivir aquí en la tierra unidos a Dios, para participar así un día de su gloria, como lo están haciendo ya los santos, aquellos amigos de Dios aquí en la tierra que, tras la muerte, has ido a gozar de la presencia de Dios.
3.- La Muerte: como un paño oscuro que cubre la humanidad cerrando todo horizonte (Is 25,7). Pero Cristo ha descorrido ese paño y ha abierto la puerta de la luz y la esperanza, de manera que la muerte ya no es un final. La primera lectura nos muestra cómo el que cree en la resurrección no teme la muerte; al contrario, la encara con valentía y la desafía con firmeza triunfal. «¿Dónde está, muerte, tu victoria?» (1 Cor 15,55).
4.- La Resurrección: "Dios mismo nos resucitará" (2 Mac 7, 14). La fe en la resurrección de los muertos se basa, en la fidelidad misma de Dios, que no es Dios de muertos, sino de vivos, y comunica a cuantos confían en él la misma vida que posee plenamente. La resurrección de los muertos es una de las verdades fundamentales de nuestra fe, que proclamamos solemnemente cada vez que rezamos el Credo: «espero la resurrección de los muertos y la vida eterna» Esta esperanza en la resurrección nos libra del miedo a la muerte. Cristo ha venido a «liberar a los que por miedo a la muerte pasaban la vida como esclavos»
5.- La Fe: nos da la certeza de que la vida continúa más allá de esta tierra. Lo que motivó a los 7 hermanos mártires y lo que motiva a tantos mártires de ayer y de hoy para enfrentar la tortura y la muerte es la certeza de que Dios reserva la vida eterna a aquellos que, en este mundo viven con fidelidad. Quien cree en la resurrección no puede dejarse paralizar por el miedo, porque el miedo muchas veces nos impide defender los valores en los que creemos. Quien cree en la resurrección es la persona que puede comprometerse en la lucha por la justicia y por la verdad, porque sabe que la muerte no lo puede vencer ni destruir.
REFLEXIÓN
Las lecturas de hoy son una reflexión sobre la vida, la muerte y la resurrección. La vida nos enseña que la muerte es compañera de viaje, pero la muerte no es el punto final, sino un punto y seguido, es un paso doloroso, pero un paso hacia Dios nuestro Padre.
La 1ª lectura del segundo libro de los Macabeos nos cuenta la historia de la persecución, tortura y martirio de 7 hermanos por causa de la fe. Estos hermanos no consintieron renunciar a sus tradiciones religiosas de comer algo impuro y prefirieron morir antes que serles infiel a Dios.Cuando se da la vida por algo, siempre se hace porque, como cristianos, sabemos que la vida aquí en la tierra no lo es todo, sabemos que hay otra vida.
La 2ª lectura de san Pablo a los Tesalonicenses nos exhorta a vivir con constancia nuestra fe: una fe expresada en buenas obras. Nos pide también que hagamos oración para que el Evangelio sea conocido por todos y que no nos desanimemos si vemos que hay personas que no aceptan el Evangelio, porque como nos dice san Pablo, la fe no la aceptan todos. Para algunos la fe no es suya porque nunca la han tenido, ni se les ha concedido ese don. Para otros la fe es algo que tuvieron en algún momento de su vida pero que la dejaron adormecer. Otros, simplemente no la han cultivado ni la han dejado crecer y se les ha quedado pequeña.
El Evangelio de san Lucas nos presenta a unos saduceos que le plantean a Jesús una pregunta capciosa, una pregunta para ridiculizar la creencia en la resurrección. Basándose en la “Ley del levirato”, por la que el hermano del esposo debía casarse con la viuda si ésta no tenía descendencia, le preguntan a Jesús: “Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer”. Jesús afirma la existencia de otra vida después de la muerte. Pero también nos dice que la vida eterna no es continuación de la actual.
Jesús responde a los saduceos diciendo que no se imaginen la vida eterna según el modelo de la vida actual. La resurrección no debe ser imaginada como la reanimación de un cadáver. La vida eterna no es, una mera prolongación de la vida de este mundo; ya no está sujeta a la muerte. La resurrección es una forma de existencia totalmente nueva y transformada. Se trata de una nueva vida, de la participación plena en la vida de Dios.
PARA LA VIDA
Un hombre encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos. Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas. La vieja águila miraba asombrada hacia arriba: “¿Qué es eso?”, preguntó a una gallina que estaba junto a ella. “Es el águila, el rey de las aves”, respondió la gallina. “Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes de él”. De manera que el águila aquella no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral.