San Juan 11, 1 - 45
“ Yo Soy La Resurrección y La Vida”
- La Muerte: Jesús nos anuncia que la muerte es un paso a la resurrección! Nos da el perdón, nos da la vida. Pero ¿cómo? Si creemos como Marta, si estamos en camino, si vivimos con alegría nuestra condición de fe, a pesar de lo que nos ocurra. “El hombre no puede estar dispuesto a dar su vida como Jesús si no está convencido de que es indestructible. Jesús hace al hombre verdaderamente libre cuando lo libera del miedo a la muerte”. Podremos vencerla, unidos al que la venció.
- La Resurrección: Jesús se revela a sí mismo como nuestra Resurrección y nuestra Vida, y nos revela que la última palabra sobre la realidad no la tienen ni la muerte, ni el mal, sino el Padre que, por amor y fidelidad a nosotros, nos resucitará como resucitó a su Hijo Jesús. En medio de la confusión actual, cada uno hemos de responder a la pregunta de Cristo: « Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá... ¿Crees tú esto?»
- La Fe: en la resurrección, cuando crece de verdad en nuestros corazones, es siempre fuente de libertad. Ella puede y debe darnos a los creyentes la capacidad para vivir sin reservas, y luchar de manera incondicional por un hombre nuevo y liberado. Porque «el que cree que Jesucristo es la resurrección y la vida, aunque muera, vivirá».
SIN GRABAR AÚN
REFLEXIÓN
En el quinto domingo del Tiempo de Cuaresma, las lecturas de la misa de hoy nos hablan del poder del Señor sobre la muerte, y del destino del hombre en la eternidad. ¡Lázaro vuelve a la vida! No nos quedemos maravillados porque Lázaro tuvo la suerte de vivir algunos años más y la mala suerte de tener que morir otra vez.
Este milagro es solamente el anuncio de la verdadera resurrección, que no consiste en una prolongación de la vida, sino en la transformación de nuestra persona. La resurrección es ante todo espiritual, pero toca y afecta a toda nuestra persona. Empieza desde el primer momento en que la fe nos hace salir de nuestra limitada y caduca manera de vivir, para abrirnos a la vida de Dios.
En este tiempo de Cuaresma, a pocos días del comienzo de la semana Santa, las lecturas de la misa de este domingo nos llevan a reflexionar sobre nuestra necesidad de morir al pecado y a resucitar a la Vida de la gracia.
PARA LA VIDA
Una serpiente mordió a un muchacho y murió. El veneno le quitó la vida y sus apenados padres llevaron su cuerpo al sacerdote y lo colocaron delante de él. Los tres sentados alrededor de su cuerpo lloraron durante largo rato. El padre se levantó, se inclinó sobre su hijo y con sus manos extendidas sobre los pies del niño dijo: durante toda mi vida no he trabajado por mi familia como era mi deber. Y el veneno abandonó los pies del muchacho.
La madre se levantó después y extendiendo sus manos sobre el corazón de su hijo dijo: durante toda mi vida no he amado a mi familia como era mi deber. Y el veneno abandonó el corazón del muchacho. Finalmente se levantó el sacerdote y extendiendo sus manos sobre la cabeza del niño dijo: durante toda mi vida no he creído en las palabras que he predicado.
Y el veneno abandonó la cabeza del muchacho. El muchacho se levantó, los padres y el sacerdote se levantaron y hubo gran alegría en el pueblo aquel día. El veneno en este cuento es símbolo del pecado. Reconocer y llorar nuestro pecado es arrojar el veneno y recuperar la vida.