San Marcos 1, 40 - 45
1.- La Prueba o Tentación: está ahí, acecha a todo ser humano. Lo malo no es ser tentado, Jesús también lo fue, lo malo es caer en la tentación. Iniciamos este tiempo de Cuaresma haciéndonos conscientes de que el mal y la tentación están cerca de nosotros. Está nuestra capacidad de elegir: de consentir o de vencer. Sin embargo, en nosotros hay una llamada a dejarnos guiar por el Espíritu, a optar por Dios como compañero de camino, nunca para manipularlo y servirnos de Él, sino para que se realice el destino de vivir en libertad, pese al “poder de las tinieblas”. ¡Jesús ha vencido ya!
2.-La Conversión: que pide Jesús como primer tema de la predicación del Reino debería empezar por dar la vuelta a nuestro modo de vivir habitualmente nuestra fe. Casi todos la vivimos en un contexto que favorece las posturas acomodadas. Nos habituamos a largas componendas, a la generosa tolerancia con lo que sabemos no cuadra muy bien. Nos protegemos con la excusa de que somos así y al cabo de tanto tiempo no hay cambio posible.
3.-El Desierto: además de ser lugar de encuentro con Dios, es también lugar de tentación y de lucha espiritual. Es un período de soledad y de prueba espiritual, que supera con la ayuda de la palabra de Dios y con la oración.
4.- El Pecador: a la vez que ofende a Dios y se daña a sí mismo, se hace responsable también del mal testimonio y de la influencia negativa de su comportamiento. Incluso cuando el pecado es interior, empeora de alguna manera la condición humana y constituye una disminución de la contribución que todo hombre está llamado a dar al progreso espiritual de la comunidad humana.
5.-La Reconciliación: sí, el hombre es la única criatura en la tierra que puede establecer una relación de comunión con su Creador, pero también es la única que puede separarse de él. De hecho, por desgracia, con frecuencia se aleja de Dios. Afortunadamente, muchos, como el hijo pródigo, después de abandonar la casa paterna y disipar la herencia recibida, al tocar fondo, se dan cuenta de todo lo que han perdido (cf. Lc 15, 13-17). Entonces, emprenden el camino de vuelta: «Me levantaré, iré a mi padre y le diré: «Padre, pequé…» » (Lc 15, 18).
REFLEXIÓN
Hoy es el primer domingo de Cuaresma, y el Evangelio, con el estilo sobrio y conciso de san Marcos, nos introduce en el clima de este tiempo litúrgico: «El Espíritu impulsó a Jesús al desierto y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás» (Mc 1, 12-13).
En Tierra Santa, al oeste del río Jordán y del oasis de Jericó, se encuentra el desierto de Judea, que, por valles pedregosos, superando un desnivel de cerca de mil metros, sube hasta Jerusalén. Después de recibir el bautismo de Juan, Jesús se adentró en aquella soledad conducido por el mismo Espíritu Santo que se había posado sobre él consagrándolo y revelándolo como Hijo de Dios.
En la primera lectura del Génesis 9,8-15: encontramos el Pacto de Dios con Noé, liberado de las aguas del diluvio. Tras el castigo purificador del diluvio, Dios volvió a proclamar su designio de alianza y salvación sobre la comunidad nuevamente regenerada y misteriosamente seleccionada entre la humanidad pecadora: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rom 5,20).
En la segunda lectura 1 Pedro 3,18-22: Aquello fue un símbolo del bautismo que ahora os salva. Por la muerte redentora de Cristo las aguas bautismales son, en los planes de Dios, el medio sacramental que nos limpia de nuestros pecados y nos incorpora a la Iglesia, arca definitiva de salvación.
El Evangelio de Marcos 1,12-15: nos muestra como el Señor era tentado por Satanás y los ángeles le servían. La conversión evangélica personal y la penitencia reformadora de nuestras vidas son tan imprescindibles, que sin ellas no puede haber salvación para nosotros. El aval de nuestra conversión es el Corazón del Hijo Redentor.
PARA LA VIDA
Érase una vez un rey que tenía una hija muy hermosa. Tenía muchos pretendientes, pero la joven quería encontrar el hombre que la amara más que a cualquier otra cosa. Para encontrar el esposo perfecto, el rey ideó un test que tenían que superar todos sus pretendientes. El rey mandó publicar un edicto por todo el país anunciando una carrera en la que podrían participar todos los ciudadanos, ricos y pobres, sólo se exigía una condición, que amaran a la princesa más que a nada en el mundo.
El que llegara el primero se casaría con la princesa que estaría esperándole en la meta. El día señalado para la carrera todos los jóvenes del reino acudieron a la línea de salida, todos preparados para recorrer muchos kilómetros. Antes de comenzar la carrera se hizo el siguiente anuncio. El rey es muy rico y para que nadie corra en vano ha mandado esparcir a lo largo del recorrido gran parte de sus riquezas: joyas, perlas, bolsas de oro, sables...Cada particiante podía detenerse a coger lo que quisiera.
La carrera comenzó e inmediatamente los jóvenes, seducidos por las riquezas, empezaron a llenarse los bolsillos y se olvidaron de la princesa y de su profesión de amor. Todos menos uno que ignorando todas esas baratijas, sin detenerse, corrió hacia la meta y allí recibió el premio de la carrera, la hija del rey. La tentación es un simple test, muestra si lo que hay dentro de cada uno es escoria o mineral auténtico.
Jesús eligió la opción de Dios, ser el Mesías del servicio, del anonadamiento, del sufrimiento, de la muerte para llevar a plenitud el plan de Dios. La opción de Dios se nos antoja como un monumental fracaso. Nosotros después de dos mil años seguimos predicando y confiando en el Mesías de Dios.