3° Domingo del Tiempo Ordinario, 22 Enero 2017, Ciclo A


San Mateo  4, 12 - 23

El Señor es mi Luz y mi Salvación

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Luz: Cuando Cristo ilumina nuestras almas no hay lugar en ella para el temor o el desaliento; por el contrario, en ella surge la paciencia que todo lo soporta. La fortaleza es capaz de la generosidad que no se reserva nada para sí. El alma descubre en sí capacidades hasta entonces desconocidas. "Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor". Palabras estupendas que iluminan nuestra existencia muchas veces turbada por las angustias del mundo, por los temores del mal, por la incertidumbre del futuro. Cristo no deja de llamarnos: Venid y seguidme... Está cerca el Reino de los cielos. 
  2. La Llamada: Esta dignidad se expresa en la disponibilidad para servir, según el ejemplo de Cristo, que "no ha venido para ser servido, sino para servir". Hay que mirar con infinito respeto la vocación divina a una entrega total. Así como Dios llamó en el pasado a los apóstoles, así también hoy sigue llamando a muchos jóvenes a una vida de consagración total a la extensión de su Reino. A nosotros, miembros de la Iglesia, nos corresponde estar abiertos a la llamada de Dios, bien sea que se escuche en nuestro propio corazón, bien sea que se dirija a otros. 
  3. La Vocación: La mies requiere operarios para que sea recogida; la palabra requiere predicadores para ser proclamada, para que "a todas partes alcance su pregón". Las actuales dificultades en la consecución de vocaciones no deberían desalentarnos, más bien, deberían enardecernos para redoblar los esfuerzos para obtener buenas y abundantes vocaciones. 
  4. El Seguimiento: Seguir a Jesús es, más bien, inspirarse en él para continuar hoy de manera responsable la obra apasionante de «redención del hombre» comenzada con él y por él. Si la fe es seguimiento de Jesús, debemos preguntarnos sinceramente, a quién seguimos en nuestra vida, qué mensajes escuchamos, a qué líderes nos adherimos, qué causas defendemos y a qué intereses obedecemos, al mismo tiempo que pretendemos ser cristianos, es decir, «seguidores» de Jesucristo. 
REFLEXIÓN 
   Hoy, tercer Domingo del tiempo ordinario, la liturgia de la misa nos habla del comienzo de la vida pública de Cristo al iniciar esos tres años de predicación en la tierra. El Señor anuncia el Reino y llama a los primeros discípulos. La venida del Mesías y el anuncio del Reino de Dios, es como una luz en las tinieblas. Así lo expresa la primera lectura en que se lee el libro del profeta Isaías, que nos dice que "el pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz, y sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz". 
   La Antífona de la comunión nos recuerda la afirmación de Jesús: "Yo soy la luz en el mundo". Y en el Salmo repetimos "el Señor es mi luz y mi salvación". El Evangelio nos muestra a Jesús como la luz anunciada por el profeta Isaías. El Señor comenzó a proclamar: conviértanse porque el Reino de Dios está cerca. También llama la los primeros discípulos que lo siguen inmediatamente. 
   La humanidad caminó en tinieblas hasta que la luz brilló en la tierra cuando Jesús nació en Belén. Con la luz del recién nacido, - cuyas escenas hemos vivido en el tiempo de Navidad-, llegó la claridad a María y a José, a los pastores y a los magos. Luego, la luz del Señor se ocultó durante treinta años en la ciudad de Nazaret, donde Jesús llevó una vida normal, con todos los de su pueblo. Durante esos años el Señor nos enseña la posibilidad de la santificación en la vida corriente de una familia y de un trabajador, en un taller de carpintero. 
   Es el momento de acertar en lo esencial y responder a lo que pueda dar verdadero sentido a nuestro vivir diario. La «segunda llamada» exige conversión y renovación. Dios sigue en silencio nuestro caminar, pero nunca deja de llamarnos. Su voz la podemos escuchar en cualquier fase de nuestra vida, como aquellos discípulos de Galilea que, siendo ya adultos, siguieron la llamada de Jesús.

PARA LA VIDA
   Érase una vez un viajero inglés que llegó a España y encontró un gran enjambre de trabajadores en la ciudad de Burgos que estaban construyendo una iglesia. El viajero se acercó a varios obreros que estaban cavando una zanja y les preguntó qué estaban haciendo. El primero le contestó: “Yo hago lo que me mandan. Sólo me interesa el jornal para alimentar a mi familia.
   El segundo le dijo: “¿Yo? Estoy haciendo una zanja desde aquí hasta allá”. El tercer trabajador se paró, se apoyó en su pala y con un gran resplandor en los ojos le dijo: “Yo estoy ayudando al arquitecto a construir la magnífica catedral de Burgos”. En el evangelio de Mateo que acabamos de proclamar se nos dice que Jesús dejó Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al lago.
   Entonces comenzó a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.   “Los que piensan que han llegado han perdido el camino. Los que piensan que han alcanzado la meta, no han llegado a ninguna parte. Los que piensan que son santos son demonios”, Henri Nouwen

 

2° Domingo del Tiempo Ordinario, 15 Enero 2017, Ciclo A


San Juan  1, 29 - 34

Este es el Cordero de Dios, que Quita el Pecado del Mundo

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. El Cordero: es conveniente volver a repasar esta frase que recitamos en cada misa. La fe cristiana nos enseña que Dios se hizo hombre no sólo para vivir entre nosotros, sino también para dar su vida por nosotros.
  2. La ObedienciaAlgo muy importante es la actitud de escucha atenta a la voz de Dios. Debemos desechar la tendencia de reducir nuestro culto a Dios a la mera observancia de unos ritos. El espíritu cristiano nos arrastra a un amor genuino a Dios y al prójimo, un amor que se manifiesta en obras nuevas, y no sólo se queda en unas cuantas formas fijas. Al mismo tiempo, esta disposición de escucha obediente requiere que el cristiano posea un espíritu humilde. De esta manera él es capaz de escuchar la palabra de Dios. Esta apertura interior lo mantiene en una obediencia activa y real.
  3. El Testimonio: la única razón de ser de una comunidad cristiana es dar testimonio de Jesucristo, actualizar hoy en la sociedad el misterio del amor liberador de Dios manifestado en Cristo. Difícilmente seremos testigos de Dios si no manifestamos su amor salvador y liberador. La figura del Bautista, testigo verdadero de Jesucristo, nos obliga a hacernos la siguiente pregunta: ¿Ayuda mi vida a alguien a creer en Dios? Seguir a Jesús es comprometerse en la lucha y en el esfuerzo por hacer posible su Reino entre nosotros. 
  4. La Vocación: Es encaminarse así, no obstante, no puede hacerse más que en el diálogo con Dios y abriéndose a su influencia. Juan lo subraya en varias ocasiones, mostrando cómo la mirada de Cristo sobre sus discípulos transforma la mirada de estos. Es esa mirada que cambia a Simón en Pedro (1, 42), que cambia de doctor de la ley en creyente a Natanael (1, 47-48). Progresar en la fe y en la vocación no se puede hacer, pues, más que recibiendo las cosas y las personas como dones de Dios; la vocación no es cosa nuestra, surge del encuentro y de la acogida.
 

REFLEXIÓN
 
   El Evangelio hoy nos recuerda el testimonio del Bautista sobre Jesús; ya el mero hecho que los primeros cristianos, después de la resurrección, cuando ya no albergaban duda alguna sobre la identidad de su Señor, conservaran la opinión que Juan tenía de Cristo, nos identifica la importancia que concedían a cuanto el Bautista pensaba sobre la misión de Jesús, cuando aún era un perfecto desconocido entre sus contemporáneos. Fueron las palabras de Juan las que lograron que la gente que lo había ido a oír a él se fijara por primera vez en Jesús.


   Pero el Evangelio no quiere recordarnos hoy simplemente el mérito que asistió al Bautista. Pretende, más bien, llamarnos la atención sobre la necesidad del testimonio cristiano para que Jesús pueda ser reconocido. De entre todos los que a él acudieron, Juan identificó a quien Él estaba esperando: al Salvador del mundo. Y tuvo el coraje suficiente para decirlo en público.

   No es fácilmente comprensible, no es ni siquiera del todo lógico, pero es un hecho innegable: Jesús necesitó del Bautista para darse a conocer; la presencia de Dios en el mundo hubiera pasado desapercibida, nadie habría valorado su voluntad de cercanía con los hombres.

   Como en los días del Bautista, hoy sigue Dios necesitando de hombres que lo testimonien, sólo porque saben que Dios persiste en sernos cercanos. Sin duda uno de los males de nuestra sociedad, y de nuestro corazón, es la ausencia de Dios. Donde Dios está ausente, es fácil convertirnos en señores; allí donde no hay que respetar a Dios, es difícil que sea respetada la libertad.

   En un mundo donde Dios no es ya nuestro prójimo ni nos guarda, no se respeta al prójimo; para no tener que responder ante Él de lo que somos y de cuanto hacemos, nos hemos hecho la ilusión de andar solos por la vida y de ser dueños de nuestro mundo. Nos hemos olvidado que intentar echar a Dios fuera de nuestra existencia, no la convierte en un paraíso. Esconderse de Dios, negándose a responder ante Él, fue el pecado del primer hombre y sigue siendo, por desgracia, la actitud fundamental del hombre de hoy. Y así no logramos más que hacer penoso el trabajo de nuestras manos, más frágil la vida y menos feliz nuestra existencia en esta tierra.
 

PARA LA VIDA
 
   En una cacería, una manada de tigres fue abatida por los cazadores. Sólo se salvó un bebé tigre. Al día siguiente pasó por allí un rebaño de cabras y lo adoptaron. El bebé tigre se convirtió en una cabra, comía hierba y vivía como las cabras. Nuestro bebé tigre intuía que era algo diferente y cuando contemplaba su imagen en el agua se veía distinto de las cabras. Un día un tigre grande, maduro y macho se acercó donde las cabras pastaban y todas huyeron despavoridas. El bebé tigre se quedó quieto, mirando y esperando. 

   De repente el tigre rugió con toda su fuerza. Los ojos del pequeño se abrieron y supo quién era. No era una cabra. Era un tigre. Corrió hacia el gran tigre, le siguió y pasó el resto de sus días en su compañía. Algo en su interior le decía que no era una cabra. Algo en su interior le decía que no era una más del rebaño. Algo en su interior quería brotar y revelarse a su conciencia. Cuando oyó el rugido hermano, se despertó en él la imagen perdida y supo quién era, descubrió su identidad. Nosotros estamos aquí para escuchar también el rugido del Espíritu Santo y descubrir nuestra verdadera identidad.

Solemnidad de La Epifanía del Señor, 8 de Enero 2017, Ciclo A


San Lucas  2, 1 - 12

La Epifanía del Señor

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Los Reyes Magos:  representan el camino que siguen quienes escuchan los anhelos más nobles del corazón humano; la estrella que los guía es la nostalgia de lo divino; el camino que recorren es el deseo. Para descubrir lo divino en lo humano, para adorar al niño en vez de buscar su muerte, para reconocer la dignidad del ser humano en vez de destruirla, hay que recorrer un camino muy diferente del que sigue Herodes. No basta escuchar la llamada del corazón; hay que ponerse en marcha, exponerse, correr riesgos. 
  2. El Regalo: los Reyes magos le llevaron: incienso, mirra y Oro. El regalo que nos ha hecho el mismo Dios, el único que sabe regalar de verdad. El que nos ha manifestado su amor insondable regalándonos a su Hijo. «En Él se nos ha manifestado el amor de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres». 
  3. La Adoración: es amor y entrega. Es rendir nuestro ser a Dios y quedarnos en silencio agradecido y gozoso ante El, admirando su misterio desde nuestra pequeñez e insignificancia. 
  4. La Oración: representa nuestra propia vida como un peregrinar, como una peregrinación de fe. Nosotros somos los magos. La fe es la estrella que nos guía. Belén es nuestra meta. 
  5. La Fe: es la luz por la que reconocemos a Dios. Es una estrella que nos lleva a Cristo. Es un don de Dios, una iluminación, no una propiedad nuestra. Cristo dijo: "Nadie puede venir a mí si no es atraído por el Padre que me envió". 
  6. La Luz:  necesitamos el testimonio de otros y estamos obligados a "dar testimonio de la luz". El testimonio de una vida buena, de una fe viva, es mucho más eficaz que muchas palabras. Ese es el mensaje de las velas encendidas en pascua y el de la estrella de epifanía. Tendremos que comunicar a nuestros semejantes la luz que hemos recibido.
 

REFLEXIÓN
 

   Epifanía quiere decir manifestación. En la solemnidad de hoy, la Iglesia conmemora la primera manifestación del Hijo de Dios hecho Hombre al mundo pagano, que tuvo lugar con la adoración de los Magos. La fiesta proclama el alcance universal de la misión de Cristo, que viene al mundo para cumplir las promesas hechas a Israel y llevar a cabo la salvación de todos los hombres.


   En el Evangelio de hoy, se relata que llegaron estos magos a Jerusalén; tal vez pensaban que aquel era el término de su viaje, pero allí, en la gran ciudad, no encuentran al recién nacido rey de los judíos. Quizá, parece humanamente lo más lógico si se trata de buscar a un rey, fueron directamente al palacio de Herodes; pero los caminos de los hombres no son, frecuentemente, los caminos de Dios. Indagan, ponen los medios a su alcance: ¿Dónde está?, preguntan.


   Y Dios, cuando de verdad se lo quiere encontrar, sale al paso, nos señala la ruta, incluso a través de los medios que podrían parecer menos aptos.  Y nosotros, que como los Magos nos hemos puesto en camino muchas veces en busca del Señor, nos damos cuenta que Jesús no puede estar en la soberbia que nos separa de Dios, ni en la falta de caridad que nos aísla. Debemos encontrar las verdaderas señales que llevan hasta el Niño Dios. En estos Magos llamados a adorar a Jesús, nos reconocemos a nosotros mismos, que nos encaminamos a Cristo a través de nuestros quehaceres familiares, sociales y de nuestro trabajo, de la fidelidad de lo pequeño de cada día.


   Así como en Belén, Dios se dejó encontrar por los magos, así también quiere que nosotros lo encontremos y le entreguemos nuestros dones. 

   El Señor no necesita de lo que podamos darle, es que nosotros, para encontrarlo, necesitamos poner a sus pies cuanto somos y cuanto de valor tenemos. 


   No es el día de Reyes, una fiesta para pedir o esperar regalos de nuestro Dios y de nuestros seres queridos; debería ser un día para ejercitarnos en la entrega de lo que somos y de cuanto tenemos a Dios, en primer lugar, y a todos los nuestros; la única forma auténtica de adorar a nuestro Dios es convertirse en su benefactor: a quien sea generoso, Dios le permite hoy convertirse en su rey mago.
 

PARA LA VIDA
 

   Cuenta una leyenda que hubo un cuarto rey, llamado Artabán. Este tardó en ponerse en camino y seguir la estrella. Cuando llegó a Jerusalén ya Jesús no estaba. Habiendo oído decir que había huido a Egipto se dirigió hacia allí. En el camino encontró muchos necesitados. Movido por la compasión vendió dos de las joyas que llevaba para Jesús. Siguió buscando a Jesús durante treinta años. Llegó a Jerusalén, después de tantos años de búsqueda, y estaban celebrando la fiesta de la Pascua. 

   La ciudad estaba revuelta. Iban a crucificar a un tal Jesús de Nazaret, el rey de los judíos. Artabán comprendió que su viaje había llegado a su término. Quiso abrirse camino entre la multitud para acercarse hasta Jesús y oyó los gritos de una joven que iba a ser vendida como esclava. Y vendió la tercera joya para rescatarla. En ese momento el cielo se oscureció, la tierra tembló y una piedra enorme le cayó encima. Mientras moría en los brazos de la joven una voz del cielo dijo: "Lo que has hecho por uno de mis hermanos más pequeños lo has hecho por mi"

   El cuarto rey podemos serlo cada uno de nosotros. ¿Dónde encajamos nosotros en esta fiesta de la Epifanía? Somos parte de una comunidad, la iglesia, juntos formamos una caravana en búsqueda. Nadie viaja solo. Nadie se salva solo. Necesitamos una estrella que nos guíe: el consejo de un hermano, consultar las escrituras, preguntar el camino... Estamos en diferentes etapas del viaje: viejos buscadores y novatos, los que arrastran los pies, los que dudan, los que pecan, los que tienen problemas como Herodes, los que saben la respuesta como los escribas.

Solemnidad Santa María Madre de Dios, 1 de Enero 2017, Ciclo A


San Lucas  2, 16 - 21

¡Alégrate, El Señor está Contigo!

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Madre: la figura de María, la presenta con una actitud contemplativa, que contrasta con la exultación gozosa de los pastores. La acción de Dios, la Palabra de Dios, obliga a meditar para hacerse disponible a lo que Dios espera. No es tiempo perdido. Nuestra realidad humana no puede intuir todo en un momento, por esto necesitamos reflexión, oración. 
  2. El Niño Jesús: Él es el príncipe de la paz y, por eso, en Belén los ángeles cantaron: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”, y el Señor ama a todos los hombres; por eso también, en la Última Cena, dijo a sus apóstoles: mi paz os dejo, mi paz os doy. Finalmente, cuando resucitado se aparecía a los discípulos les saludaba diciendo: “la paz sea con vosotros”. Cristo nos trajo la paz, que es don de Dios, y quiere que todos vivamos en paz. 
  3. Los Pastores: hoy, son todas esas personas que están dispuestas a escuchar la voz de Dios. Hoy nosotros deberíamos restar importancia a la parte romántica de imaginarnos a los pastores corriendo hacia Belén, y en cambio concentrar nuestra atención en la actitud de los pastores, en su disponibilidad para ponerse en camino y preguntarnos si es esa la actitud que nosotros tenemos ante Dios. 
  4. Un Nuevo Año: hacemos muchas cosas a lo largo de la vida. Todos comenzamos un año nuevo, pero todos de manera distinta. Algunos con la incertidumbre quizás de perder su puesto de trabajo. Otros con el gozo de esperar un nuevo hijo. Alguien con la angustia de entrar en el último año de su vida. Otro con la ilusión de crear un nuevo hogar. 
  5. La Salvación: lo decisivo es estar más atentos a lo mejor que se despierta en nosotros. La salvación se nos ofrece cada día. No hay que esperar  nada. Hoy mismo puede ser para mí un día de salvación. “Construyamos juntos un mundo más consciente y misericordioso y, por tanto, más libre y justo”. 

  6. REFLEXIÓN 
   Hoy la Iglesia celebra la Maternidad de María. Es esa maternidad, es el ser la Madre de Jesús, la causa y el fundamento del culto y la devoción que los católicos profesamos a María. Por eso hoy queremos rendirle homenaje a una Madre, con todo lo que significa humanamente esa palabra, porque María fue Madre, María engendró, dio a luz, amamantó y educó a Jesús, el Salvador. Y como el pueblo católico venera a María, entonces es bueno que hoy pongamos especial atención en la dignidad de la mujer. En los evangelios, la mujer tiene un lugar importante, no sólo María, sino también las mujeres que acompañan a Jesús hasta el pie de la cruz y que son las primeras en reconocerlo como resucitado.


   El mismo Dios ha querido encarnarse en el seno de una mujer. Desde entonces, podemos decir que «lo femenino es camino hacia Dios y de Dios». 

   La humanidad necesita siempre de esa riqueza que asociamos a lo femenino porque, aunque también se da en el varón, se condensa de una manera especial en la mujer: intimidad, acogida, solicitud, cariño, ternura, entrega al misterio, gestación, donación de vida. 

  Siempre que marginamos a María de nuestra vida, empobrecemos nuestra fe. Y siempre que despreciamos lo femenino, nos cerramos a cauces posibles de acercamiento a ese Dios que se nos ha ofrecido en los brazos de una madre.


   Pasarán las hojas del calendario y, ojalá con esas hojas, sean fecundas también nuestras buenas obras, nuestro encuentro con los demás, el crecimiento espiritual de cada uno de nosotros, la comunión con la Iglesia que desea vida nueva para nuestra existencia, la renovación de nuestras familias desde el temple evangélico o la sensibilidad con los más desfavorecidos. Año Nuevo sólo será posible si, en verdad, cambian las estructuras y –en esas estructuras– damos lugar no a ideologías que lo desbaratan todo sino a ideas que son comunes a todos y que pueden aportar reconciliación, paz, progreso (del bueno y no sectario) y sobre todo sentimientos de paz y de esperanza. Que Santa María, Madre de Dios, nos acompañe en este itinerario.

    PARA LA VIDA 


   «En cada comienzo hay algo maravilloso que nos ayuda a vivir y nos protege». Qué verdad se encierra en estas palabras cuando uno mira todo comienzo con ojos de fe. De nuevo se nos regala un tiempo lleno de posibilidades intactas. ¿Cómo será el nuevo año? ¿Aprenderemos a distinguir lo esencial de lo secundario? Tendremos tiempo para trabajar y para divertirnos, para sufrir y para disfrutar; ¿tendremos tiempo para crecer como personas y como creyentes? Una cosa es segura, Dios «tendrá tiempo» para nosotros, todo su tiempo, pues nos acompañará con amor día a día.
    MUCHAS BENDICIONES 
   En el designio de Dios, que es fuente de la maternidad, ésta es siempre una bendición: como a María, se puede decir a toda madre: "Bendito el fruto de tu vientre". Una bendición primeramente para la misma mujer, que mediante la generación da cumplimiento a la aspiración más fuerte y más noble de su constitución, de su psicología y de su intimidad. Bendición para el matrimonio, en el que el hijo favorece la unidad, la entrega, la felicidad. Bendición para la Iglesia, que ve acrecentar el número de sus hijos y la familia de Dios. Bendición para la sociedad, que se verá enriquecida con la aportación de nuevos ciudadanos al servicio del bien común. 
    ¡FELIZ AÑO NUEVO!