San Lucas 21, 5 - 19
- El Presente y el Futuro: hay que vivir el presente como quien ya hubiera recorrido el camino de la vida y se hallara en el mundo futuro. Si fuera posible vivir los veinte años desde la perspectiva de los sesenta, sin duda alguna que se viviría de distinta manera. Con mayor razón vale cuando hipotéticamente nos colocamos en el más allá. Preguntémonos: Desde la eternidad, ¿cómo hubiese querido vivir el día de hoy, esta situación familiar, este momento personal de crisis, esta relación afectiva, este ambiente en el trabajo?.
- Las Dificultades: si bien los discípulos no deben dejarse “desviar” (o engañar) por falsos profetas que aparecen en tiempos de desgracia ofreciendo una salvación que no pueden dar, tampoco deben escandalizarse ante la realidad del mal en el mundo. En medio de las guerras y de los desastres naturales se da una situación de muerte a la que hay que ponerle remedio, pero hay que tenerlo claro: no son vaticinio de parte de Dios de que ha llegado el fin inmediato del mundo.
- El Reino: viene en la medida que lo construyamos. La Escritura acaba con la aclamación: “¡Ven, Señor Jesús!. Cada día volvemos a pedir la llegada de ese Reino. El Reino comienza aquí, y se manifiesta en la Iglesia, pero recibirá su plenitud en la gloria cuando Cristo sea todo en todos. La Iglesia no es el Reino pero lo anuncia y lo hace presente en medio de la humanidad.
REFLEXIÓN
La liturgia de la misa de este domingo 33 del tiempo ordinario, nos habla de los obstáculos y sufrimientos que acompañan el testimonio del cristiano; pero también de la recompensa final que espera a quienes perseveran en la fe hasta el final. Jesús nos recuerda que llegará el día del Juicio sobre su pueblo y sobre todo el mundo y que nadie podrá quedar indiferente.
Jesús anuncia algo serio, aunque misterioso. Un fin que nos toca a todos. Vamos hacia un fin del mundo y un juicio universal, pero estos se realizarán primero en la vida personal de cada uno de nosotros. Todos estamos llamados a recibir al Señor, o a rechazarlo. Nuestra decisión a favor o en contra del Reino deberemos hacerla en nuestra vida a lo largo del tiempo.
Jesús nos quiere atentos a su presencia, a su reino y su gloria. Teme que mirando falsos mesías dejemos pasar el único Mesías. Que el gusto de los terrores apocalípticos nos haga olvidar el mundo nuevo que se acerca.
PARA LA VIDA
Érase una vez un grupo de personas. Estaban invitados a un banquete en un castillo medieval. Era una fiesta espléndida. Los mejores manjares. Los vinos más costosos. No faltaba la orquesta. Los invitados tenían buen apetito. Y una vez saciados, en lugar de ir a casa, continuaban degustando alimentos. Eran tan voraces que se acabó la comida. El dueño de la casa envió a sus criados, apoyados por los guardias de seguridad, a buscar más alimentos entre los pobres campesinos del en-torno. También el gas empezó a escasear, y los cocineros ordenaron a algunos criados que cortaran madera de las columnas y del tejado para hacer fuego y continuar cocinando.
Pasado un buen rato las columnas cedían y aparecían grietas en el techo. Pero los siervos y los comensales estaban tan absorbidos en lo suyo que no se daban cuenta de las consecuencias de sus acciones.