33° Domingo del Tiempo Ordinario, 17 de Noviembre 2013, Ciclo C


San Lucas  21, 5 - 19
      


 No os Dejéis Engañar 

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  1. El Presente y el Futuro: hay que vivir el presente como quien ya hubiera recorrido el camino de la vida y se hallara en el mundo futuro. Si fuera posible vivir los veinte años desde la perspectiva de los sesenta, sin duda alguna que se viviría de distinta manera. Con mayor razón vale cuando hipotéticamente nos colocamos en el más allá. Preguntémonos: Desde la eternidad, ¿cómo hubiese querido vivir el día de hoy, esta situación familiar, este momento personal de crisis, esta relación afectiva, este ambiente en el trabajo?.
  2. Las Dificultades:  si bien los discípulos no deben dejarse “desviar” (o engañar) por falsos profetas que aparecen en tiempos de desgracia ofreciendo una salvación que no pueden dar, tampoco deben escandalizarse ante la realidad del mal en el mundo. En medio de las guerras y de los desastres naturales se da una situación de muerte a la que hay que ponerle remedio, pero hay que tenerlo claro: no son vaticinio de parte de Dios de que ha llegado el fin inmediato del mundo.
  3. El Reinoviene en la medida que lo construyamos. La Escritura acaba con la aclamación: “¡Ven, Señor Jesús!. Cada día volvemos a pedir la llegada de ese Reino. El Reino comienza aquí, y se manifiesta en la Iglesia, pero recibirá su plenitud en la gloria cuando Cristo sea todo en todos. La Iglesia no es el Reino pero lo anuncia y lo hace presente en medio de la humanidad.  
REFLEXIÓN 
   La liturgia de la misa de este domingo 33 del tiempo ordinario, nos habla de los obstáculos y sufrimientos que acompañan el testimonio del cristiano; pero también de la recompensa final que espera a quienes perseveran en la fe hasta el final. Jesús nos recuerda que llegará el día del Juicio sobre su pueblo y sobre todo el mundo y que nadie podrá quedar indiferente. 
   Jesús anuncia algo serio, aunque misterioso. Un fin que nos toca a todos. Vamos hacia un fin del mundo y un juicio universal, pero estos se realizarán primero en la vida personal de cada uno de nosotros. Todos estamos llamados a recibir al Señor, o a rechazarlo. Nuestra decisión a favor o en contra del Reino deberemos hacerla en nuestra vida a lo largo del tiempo. 
   Jesús nos quiere atentos a su presencia, a su reino y su gloria. Teme que mirando falsos mesías dejemos pasar el único Mesías. Que el gusto de los terrores apocalípticos nos haga olvidar el mundo nuevo que se acerca.
PARA LA VIDA
    Érase una vez un grupo de personas. Estaban invitados a un banquete en un castillo medieval. Era una fiesta espléndida. Los mejores manjares. Los vinos más costosos. No faltaba la orquesta. Los invitados tenían buen apetito. Y una vez saciados, en lugar de ir a casa, continuaban degustando alimentos. Eran tan voraces que se acabó la comida. 
   El dueño de la casa envió a sus criados, apoyados por los guardias de seguridad, a buscar más alimentos entre los pobres campesinos del en-torno. También el gas empezó a escasear, y los cocineros ordenaron a algunos criados que cortaran madera de las columnas y del tejado para hacer fuego y continuar cocinando. 
   Pasado un buen rato las columnas cedían y aparecían grietas en el techo. Pero los siervos y los comensales estaban tan absorbidos en lo suyo que no se daban cuenta de las consecuencias de sus acciones.

32° Domingo del Tiempo Ordinario, 10 de Noviembre 2013, Ciclo C


San Lucas  20, 27 -38
    


 La Eternidad está en Juego

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  1. La Vida: Dios es amigo de la vida. Por eso se compadece de todos los que no saben o no pueden vivir de manera digna. Llega incluso a «cerrar los ojos» a los pecados de los hombres para que descubran de nuevo el camino de la vida
  2. La Resurrección:  La fe en la resurrección es el centro de la experiencia cristiana. La respuesta de Jesús afirma que la resurrección no es una simple continuación de la vida, sino una vida nueva y distinta, una vida de plenitud que difícilmente podemos comprender desde nuestras realidades cotidianas. El poder de Dios, que llama a los hombres de la muerte a la vida, transforma y asume la totalidad del ser humano. Dios nos asegura que la continuidad entre nuestra vida terrena y la futura dependerá de nuestra unión a Él.
  3. La Eucaristíaes un banquete que supera a la muerte y anuncia el reino de la esperanza, aún en medio de tanta desesperanza. En la eucaristía somos invitados a formar parte de un banquete de amor. El banquete eucarístico es el símbolo más contundente que celebra al Dios de la vida, superando a la muerte tanto física como espiritual. El sacramento del amor y de la fiesta de la vida eterna.   
REFLEXIÓN 
   En este domingo la palabra de Dios, nos habla de la resurrección de todos los hijos de Dios. Cada uno de nosotros, estamos llamados a vivir para siempre. Los cristianos creemos en la resurrección de los muertos. Jesús ya abrió el camino y dio testimonio de esa resurrección. 
   El Reino de Dios es el reino de la vida donde la persona perdura, en la gloria, para siempre. Esa es nuestra fe y por eso vivimos de manera que la esperanza en la eternidad empapa cada minuto de nuestra existencia. Nuestra alma tiene sed infinita de Dios. No cabe duda que la resurrección de los muertos es un mensaje de esperanza. 
   Para el creyente, el tesoro más precioso no es la vida que se tiene, sino la que se espera. Con todo, la vida actual es preciosísima. ¿Cómo no va a serlo, si en ella el hombre se juega toda la eternidad? Confiar en este Dios quiere decir darnos cuenta de que estamos hechos para la vida. Y la vida consiste en estar con Él de manera ininterrumpida, para siempre. Además, «para Él todos viven» Dios es la fuente de la vida.
PARA LA VIDA
  Una vez un  joven monje se acercó a su sabio maestro y le preguntó: ¿las almas de los justos viven después de la muerte? El sabio no le contestó. El monje siguió insistiendo día tras día y el sabio callaba. El monje amenazó con dejar el monasterio, pues de qué servía sacrificarlo todo si las almas morían igual que los cuerpos. 
   Entonces el sabio sintió compasión y habló. Eres como un hombre que está muriendo de una flecha envenenada. Su familia lo llevó al hospital pero el moribundo se negó a que le sacaran la flecha si no le contestaban antes a tres preguntas: El hombre que le disparó, ¿era blanco o negro?, ¿era alto o bajo?, ¿era de noble casta, o era de clase baja? 
   Muchos somos como ese monje; hacemos preguntas imposibles. Y muchos dejan la iglesia y la fe e incluso reniegan de Dios porque no reciben respuesta o no reciben la respuesta que esperaban.

31° Domingo del Tiempo Ordinario, 3 de Noviembre 2013, Ciclo C


San Lucas  19, 1 - 10
     

 Quiero hospedarme en tu casa...
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  1. La Pequeñez: la actitud de Zaqueo es un ejemplo para nosotros que por encima de todo queremos ver a Jesús y seguirlo. Hay que sentirse pequeño de estatura para descubrir a Jesús, para conseguir que se descubra a nosotros. Pero debemos examinar la intensidad de nuestro deseo de ver al Señor. Como Zaqueo, ¿quiero yo ver a Jesús? ¿Hago todo lo posible para poder verlo? ¿Quiero descender de mi pecado, de mi mal, alojarlo en mi corazón y alojarme en el suyo?
  2. La Acogida:  significa, para nosotros, anular las distancias que nos separan de Jesús. Es demasiado fácil ser espectadores, sentados y sin ser molestados, ante el paso de Jesús. Es mejor bajar y permitir que Jesús nos conozca mejor, entre las paredes de nuestra casa, en las estancias del corazón. Es allí donde nace una relación de amistad y de amor con él, es allí donde nos encontraremos en condiciones de hablarle de nuestra vida. El encuentro con Jesús lo cambia todo.
  3. La ConversiónZaqueo, da un salto a un árbol y luego, da un salto a la conversión, es decir, al corazón de Jesús. Jesús lo espera y lo atrae con su mirada de amor. Dice S. Ambrosio que mirando hacia lo alto, el Señor vio a Zaqueo en la rama; como el fruto entre las hojas, Zaqueo ya era fruto maduro para la conversión. “Zaqueo en el sicómoro es esa figura del fruto nuevo, del nuevo tiempo, del corazón nuevo”.    
REFLEXIÓN 
   Lo que primero se destaca en este relato del evangelio es la misericordia del Señor, el Buen Pastor, como Él mismo quiso llamarse, venido en pos de la oveja perdida. Rodeado por la multitud que se amontonaba a su paso, su Corazón sabía descubrir al necesitado. 
   Así como al entrar en la ciudad de Jericó había devuelto la vista a un pobre ciego, va ahora a otorgar la salud del alma a un rico publicano. Y es precisamente en el perdón de los pecados donde mejor se manifiesta la omnipotencia de Dios, como lo dice la primera lectura, del libro de la Sabiduría: “Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan”. 
   La presencia de Jesús impacta tan fuerte en la vida de Zaqueo que la “conversión” es inminente y desbordante. La respuesta final de Jesús no se hace esperar: su misión es venir para buscar y salvar a aquellos que están alejados de Dios.
PARA LA VIDA
   Cuentan que un rey mandó colocar una gran piedra en medio de un camino, por el que transitaba bastante gente, para ver quién la quitaba. El rey observaba a sus súbditos. Pero todos, ricos, cortesanos y pobres, al verla, daban un gran rodeo y seguían su camino. 
   Un día un campesino llegó con su carga al hombro, vio la piedra que estorbaba a todos, dejó su carga en el suelo y, después de muchos intentos, logró echar la piedra fuera del camino. Cuando volvió a coger su carga, vio una bolsa donde había estado la piedra. 
   La bolsa contenía muchas monedas de oro, y una carta del rey que decía que las monedas de oro eran para el que quitara la gran piedra. Y aprendió aquel día que cada obstáculo en el camino de la vida es una oportunidad para mejorar nuestra situación.

30° Domingo del Tiempo Ordinario, 27 de Octubre 2013, Ciclo C


San Lucas  18, 9 - 14
      


¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador

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  1. La Oración, Sana: uno sólo puede curarse si se reconoce enfermo, necesitado de salvación. Dios espera este momento, incluso hasta lo provoca sabiamente con su pedagogía inconfundible. Todos somos siempre un poco “fariseos”, pero a todos Dios nos permite hacer la experiencia del publicano de la parábola, lograr una auténtica humildad, la que reconoce que Dios es mayor que nuestro corazón y que siempre perdona. Sólo una oración humilde, sana los corazones necesitados.-
  2. La Humildad:  la palabra “humildad” viene del latín “humus”, que significa tierra, suelo, y tiene su origen en la idea de abajarse o rebajarse. En sentido cristiano, podríamos decir que humillarse es volver a tomar conciencia de cuál es nuestro origen: el barro, y de cuál debería de ser nuestra natural condición: criaturas por debajo de aquel que las ha creado: Dios. Es la actitud del publicano: de humilde a salvado…
  3. La Arrogancia: el inicio del orgullo del hombre es apartarse de Dios su hacedor. Aquél que mira a su hermano por encima del hombro, incluso a los más pecadores, y juzga al prójimo está jugando a ser Dios, se está poniendo a sí mismo como referencia sin darse cuenta de dos cosas: que nadie conoce lo que hay en el corazón de ningún hombre (salvo Dios) y que Dios es el único con potestad para juzgar, nunca nosotros.    
REFLEXIÓN 
   En el fondo, la clave de la oración se reduce a SABER MIRAR. El Fariseo mira desde arriba, erguido, orgulloso, y todas su oración se desenvuelve alrededor de la palabra "YO". Palabra o pronombre que repite una y otra vez. Toda su oración es en torno a ese YO: Yo hago, yo no soy como otros, pago los diezmos, yo no soy adúltero..... Siempre el YO por delante. Ahí está el problema: No ver más allá del yo personal, contemplarse en sí mismo y lejos del publicano pecador. No le mira. Solo dice " yo no soy como ese publicano pecador”.
   ¿Hacia dónde MIRA el publicano? En postura de humildad no se atreve ni a levantar los ojos, indigno de mirar a un Dios, a quien pide perdón por sus pecados y faltas. En su pobreza y estado de pecado el publicano ha sabido descubrir la riqueza de la misericordia de Dios. Ha comprendido que la oración es sentirse necesitado de Dios y abrir su corazón al Padre. Y esta mirada hacia abajo en arrepentimiento y en expresión de perdón, encuentra a su vez otra MIRADA. Es la mirada del Padre compasivo que devuelve la dignidad al pecador, hecho de nuevo hijo/a de Dios. 
En medio de las oscuridades de nuestra vida o del mundo que nos rodea, su luz nos guía, su mirada divina nos sigue y su brazo nos levanta.

PARA LA VIDA
   Aquel día Luisito, jugando, rompió un jarrón en su casa. Su mamá le amenazó: "Ya verás cuando venga tu papá, cómo se va a poner". Al llegar su padre, fue a esconderse rápidamente debajo de la cama de sus padres. Su mamá lo había visto, y, cuando entró el papá en casa, lo llevó a su cuarto, y le dijo al niño: "Luisito, sal de debajo de la cama, que ya llegó tu papá y vio el jarro roto". 
  Este respondió: - "Papá, ¿me va a regañar?" Este respondió: "No, te voy a dar un besito". Entonces el niño salió de prisa de debajo de la cama, y corrió a los brazos de su papá. Se había sentido perdonado, salvado y querido. El hijo pródigo también se sintió salvado, y hoy lo mismo el publicano.