San Marcos 10, 35-45
- El Primer Lugar: en la Iglesia todos hemos de ser servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana: no desde arriba, desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado; sino desde abajo, desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás. Nuestro ejemplo es Jesús. No vivió nunca«para ser servido, sino para servir». El que quiera ser el primero, que se ponga a servir a todos. En el servicio vemos más claramente el rostro del Señor.
- El que Sirve: necesitamos en la Iglesia cristianos dispuestos a gastar su vida por el proyecto de Jesús, no por otros intereses. Padres que se desviven por sus hijos, educadores entregados día a día a su difícil tarea; hombres y mujeres que pongan su vida al servicio de los más necesitados como sirviendo al mismo Señor.
- Los "Grandes" del Señor: son aquellos hombres y mujeres a los que se les encuentra en el momento oportuno, cuando se necesita la palabra de ánimo, la mirada cordial, la mano cercana. Padres sencillos y buenos que se toman tiempo para escuchar a sus hijos pequeños, responder a sus infinitas preguntas. Madres incansables que llenan el hogar de calor y alegría. Esposos que van madurando su amor día a día, aprendiendo a ceder, cuidando generosamente la felicidad del otro, perdonándose mutuamente en tantos pequeños roces de la vida. Creando su historia de salvación.
- Los que Dan la Vida: lo más grande que podemos dar es nuestra propia vida; lo que está vivo en nosotros, lo que nos da vida: nuestra alegría, nuestra fe, nuestra ternura, nuestra confianza, la esperanza que nos sostiene y nos anima desde dentro. Dar así la vida es siempre un gesto que enriquece, que ayuda a vivir, que crea vida en los demás, que rescata, libera y salva a las personas.
REFLEXIÓN
Celebramos, en este domingo, la tradicional y popular jornada misionera del “Domund” en este año con el lema “Misioneros de la Fe”. Desde aquí, y ahora, tenemos un recuerdo agradecido y emocionado por tantos miles de hombres y mujeres (sacerdotes y no sacerdotes, religiosos y no religiosos) que contribuyen con su testimonio, entrega, silencio, perseverancia y audacia para que la Palabra de Dios siga construyendo y edificando el Reino de Dios en tantos lugares dispersos por el mundo.
Todos somos misineros…
PARA LA VIDA
Durante la guerra de independencia americana una compañía de soldados, con su capitán al frente, estaba construyendo un fuerte con pesados maderos. Mientras los soldados sudaban por levantar el madero que haría de dintel, el capitán manos en las caderas, les gritaba y gritaba que levantaran el madero.
De repente en la distancia apareció un extraño que cabalgaba hacia el fuerte. Cuando llegó y vio la escena se dirigió al capitán y le dijo: ¿por qué no les echa una mano? “Soy un oficial” fue su respuesta.
El extraño se sumó al grupo de soldados y entre todos colocaron el madero. Al despedirse le dijo al capitán: la próxima vez que necesite ayuda, llámeme. Mi nombre es George Washington y soy el comandante en jefe del ejército de los Estados Unidos.