Natividad del Señor, 25 de Diciembre 2016, Ciclo A


San Juan  1, 1 - 18

¡Gloria a Dios en las alturas, y en la Tierra Paz a los Hombres que Ama el Señor!

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Alegría: es una nota distintiva de estas fiestas; alegría individual, alegría familiar, alegría comunitaria, alegría interior y religiosa; alegría también social y pública. El principal motivo de nuestra alegría navideña no puede ser otro que la esperanza y la certeza de la venida de un Dios que, por amor, ha venido a salvarnos. Ha venido a salvarme a mí y, por eso, mi alegría es, en primer lugar, una alegría personal e íntima. Sé que, por mí mismo, no voy a merecer la salvación, pero también sé que, por los méritos de Cristo, Dios me va a salvar. 
  2. La Paz: sólo Jesús hace que surgir la luz de en medio de las tinieblas. Él es Padre Perpetuo, Príncipe de la Paz. Él es la grandeza de Dios en la realidad frágil, pobre, humilde, y tierna de un niño que acaba de nacer, de un niño para el que su Madre apenas encuentra lugar donde recostarle, un niño que, anunciado por los ángeles, es adorado por unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turnos su rebaño. 
  3. La Justicia: Esperanza es el nuevo nombre de la Navidad. Y a esa esperanza hemos de comprometer nuestra vida. Una vida sobria que significa también solidaridad, fraternidad y justicia social; una vida honrada en el cumplimiento de la entera ley de Dios, en el respeto a los demás, en la equidad y cuyos otros nombres son también solidaridad y fraternidad. Una vida religiosa: una vida que descubra a Dios, al Dios revelado por Jesucristo, al Dios de rostro y corazón humanos, que hoy, en Belén, en Jesús, es el niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Una vida, sí, sobria, honrada y religiosa. Es decir, una vida abierta a Dios y dirigida al prójimo. 
  4. Escucha: porque escuchar es lo propio de quien tiene a Dios en su corazón. Y si te pones en el lugar de la persona que te cuenta sus problemas o preocupaciones, lo estarás haciendo de forma genial. Debemos estar atentos para descubrir a Jesús en la sencillez de lo ordinario, envuelto en pañales y reclinado en un pesebre, sin demostraciones portentosas. Y todo el que ve a Cristo se siente movido a darlo a conocer en seguida. No puede esperar. El anuncio me estremece, mi espíritu se enciende en mi interior y se apresura, como siempre, a comunicar esta alegría y este júbilo” Hoy ha nacido nuestro Salvador.
 

REFLEXIÓN
 
   El nacimiento de Jesús es ante todo un nacimiento. Navidad es el nacimiento de algo nuevo. Representa el nacimiento de la fe cristiana, de la comunidad cristina. Pero más allá de estos nacimientos, hay un hecho más primordial aún: nace Jesús. 

   Y cuando alguien nace, surgen las preguntas del mundo: 

 * ¿Quién es?, 
 * ¿Cómo se llama?, 
 * ¿Qué será cuando sea grande?  * ¿Quiénes son sus padres? 

   Es posible que nosotros, los cristianos, tengamos que empezar también por estas preguntas, para realmente poder responder a la pregunta: ¿Conocemos a Cristo? Dios se hizo hombre por amor a los hombres. 


   La venida del Señor no es un hecho del pasado sino del presente. Y es del presente en la medida en que nosotros dejemos que Dios ̈llegue ̈.
Este tiempo de Navidad pide de nosotros una actitud contemplativa, de silencio y acción de gracias. Nos pide contemplar el misterio, asimilarlo a nuestro ser y confesarlo ante los hombres. 


   Cristo ha nacido para que nosotros renazcamos. Como dice San Agustín, María ha llevado al Salvador en su seno y cada uno de nosotros debemos llevarlo en nuestro corazón, porque cada uno de nosotros los cristianos, somos hombres redimidos por Cristo, y tenemos que mostrarlo al mundo.

   En esta Nochebuena, podríamos recordar las palabras de un ateo que decía: 
“Para que yo crea en Cristo es necesario que los cristianos tengan cara de redimidos”


   Y nosotros, hoy y aquí tenemos esa exigencia y esta exigencia es para que Cristo llegue también a aquellas personas que no lo conocen, que no creen en el Salvador. Jesús nació hace dos mil años y pide de nosotros que ese recuerdo nos dé una razón para mejorar, un motivo para volvernos más buenos.
 

PARA LA VIDA
 
   Una historia de Etiopía nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo: No puedo dividir en tres partes lo que poseo. Os tocaría muy poco. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más astuto y sagaz. Dicho de otra forma, a mi mejor hijo. Encima de la mesa hay una moneda para cada uno. Tomadla. 


   El que compre con esa moneda algo que pueda llenar toda la casa se quedará con todo. Se fueron. El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad. El segundo compró sacos de plumas y tampoco la llenó. El tercero -que consiguió la herencia- sólo compró un pequeño objeto. Una vela. Éste esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz. La Navidad es la historia de un viaje de ida y vuelta. Dios vino en pobreza y en debilidad y los suyos no lo reconocieron ni lo recibieron.
 

¡FELIZ NAVIDAD! ¡FELIZ NOCHE SANTA



4° Domingo de Adviento, 18 de Diciembre 2016, Ciclo A


San Mateo  1, 18 - 24

Emmanuel, Dios con Nosotros
Homilía Señor Obispo  Monseñor Héctor Cubillos Peña

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. Emmanuel: un nombre que sólo le atribuimos a Jesús los que creemos que, en Él y desde Él, Dios está con nosotros, nos bendice y nos salva. Durante siglos parecía referirse a la protección de Dios, que se hacía realidad en la vida concreta de las gentes y del pueblo. Pero esa promesa terminó por concretarse en una persona. Era un nombre para el enviado por Dios. Era la clave de la salvación. Y el nombre del Salvador. Él era El esperado. Y Él es hoy El que espera ser acogido por nosotros. 
  2. El Sí de María: permitió que Cristo naciese y se desarrollase.  Ahora, en el Hijo de María, Dios se hace cercano a todos los seres humanos, sean del origen que sean. Se hará tan cercano que adoptará su naturaleza y sus sueños, su fatiga y sus esperanzas. 
  3. La Esperanza: es la virtud de los pequeños y humildes. Los grandes y los soberbios no conocen la esperanza, ni saben lo que es. Ese es el mensaje de las Sagradas Escrituras. A lo largo de la historia de la salvación, no han sido las armas ni el poder lo que ha orientado la esperanza de los hombres y mujeres. El creyente sabe que recobrar la esperanza sólo es posible si se recobra el don de la fe. Esa fe que nos dice que no estamos solos en la travesía del desierto. Esa fe nos asegura que Dios camina junto a nosotros, que nos da una mano y –lo que es más importante aún- que se hace uno de los nuestros, asumiendo nuestra naturaleza, excepto en el pecado. 
  4. La Obediencia: María respondió por «la obediencia de la fe» (Rom 1,5), segura de que «nada hay imposible para Dios»: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1,37-38). Así dando su consentimiento a la Palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación. 
  5. María y José: son la primera pequeña Iglesia, que da a luz al primer hijo del Reino de los cielos. María, la Virgen, está en la cima de la expectación. Nadie ha vivido un Adviento de nueve meses como ella. José es el hombre bueno, que se encuentra ante el misterio. No le fue fácil aceptar la Navidad, que ni sospechaba ni entendía en un principio. Como hombre sintió en un primer momento pavor ante las obras maravillosas de Dios, que desconciertan los cálculos y el modo de pensar humano. En su Adviento particular tuvo que superar la prueba de la confianza en su esposa, para convertirse en el modelo perfecto de confianza.


REFLEXIÓN 

   Este último domingo de adviento quiere ser algo así como el “pregón” de las fiestas que se avecinan, la liturgia en esta semana que empieza nos recuerda cual ha de ser el motivo de nuestra meditación, porque el Señor ya está cerca. Estamos en un tiempo de espera ante su venida, una espera que sostiene nuestra esperanza en alguien que viene a dar sentido a nuestra vida brindando nuevos horizontes. No podemos dejarnos llevar por la inercia del caminar monótono de un mundo donde todo parece que tiene otro lenguaje, nos invade, y a veces acabamos cayendo en aquello que en otros momentos hemos criticado.
   En una palabra, hemos de hacer un esfuerzo, nadar contra corriente, para no olvidar cual es el motivo de nuestra alegría y avivar nuestra fe como discípulos y misioneros de Jesús de Nazaret. Todo esto hemos de llevarlo a cabo en el ambiente en que vivimos con nuestras exigencias sociales y circunstancias concretas.
   María y José, de una forma sencilla supieron acoger los planes de Dios que en principio no eran sus planes. Por eso son un modelo para todos los que nos consideramos creyentes que tantas veces actuamos llevados por nuestros intereses, sin preguntarnos si son conformes a la voluntad de Dios. 
 muy importante descubrir lo que representa esa especie de consigna en la que se centra el misterio de la natividad del Señor, el “Dios-con-nosotros”, pues en ella esta resumida la acción liberadora que nos trae Jesús como un auténtico camino de salvación. Estamos, en realidad, ante un camino personal que cada uno de nosotros ha de descubrir. Recordemos la frase conocida de S. Agustín “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. 

PARA LA VIDA

  En la vida hay muchos caminos, el del crecimiento, el del éxito, y el de la fe valiente. Un sabio cuenta: Estaba yo un día en uno de esos caminos cuando vi a lo lejos un toro enorme y amenazante bloqueando mi camino. Estaba yo muerto de miedo y orando para que desapareciera, pero el toro no se movía. En ese momento escuché una voz interior que me decía: haz lo que tengas que hacer, pero tienes que seguir adelante. Decidí reunir todas mis fuerzas y coger el toro por los cuernos, pasara lo que pasara. Caminé con decisión y me enfrenté al toro. No creerán lo que sucedió. El toro me dijo: "¿Por qué tardaste tanto tiempo en llegar hasta mí? ¿Tenías miedo? Te he estado esperando para llevarte, sube a mi lomo y dime adonde quiere ir". 
   Lo que a veces parece un gran problema se convierte en una bendición. Valor para encontrar la bendición y superar el miedo es lo que necesitamos. "José, no tengas miedo de tomar a María como esposa"… Una palabra de seguridad que Dios dirige a todos sus elegido es la de "no tengas miedo".

3° Domingo de Adviento, 11 de Diciembre 2016, Ciclo A


San Mateo  11, 2 - 11


Estén Siempre Alegres en el Señor


  1. Jesús: es como el patrón que cuando llega del campo o de la ciudad tiene a su disposición un siervo que le desate la correa de las sandalias. 
  2. Juan: Es el siervo que se alegra porque el Mesías, su patrono, está por llegar.Juan es la alegría de quien recoge el fruto de su trabajo, el fruto de tantos otros profetas que prepararon junto con él la venida del Mesías. 
  3. La Alegría: no se trata de cualquier alegría, sino de la Alegría del mismo Dios; de una alegría perpetua. Se trata de la alegría del que se sabe hijo de Dios, querido y cuidado por Él. Que estén tristes los que no se consideran hijos de Dios. Darse a Dios y a los demás produce alegría, “ni el egoísta, ni el impuro, ni el rencoroso, ni el resentido, ni el acomplejado, ni el cobarde, ni el perezoso…, pueden ser alegres. La razón es que su vida no sabe de lucha y, cualquier esfuerzo es una enfermedad; por tanto, nada de afán, nada de cobardía, nada de triunfalismos vanos. Solo dios es la alegría colmada.  
  4. La Paz: habita en el alma del creyente, inspira una alegría interior atrayente, que se manifiesta en el talante de la persona, que se contagia hasta con la sola presencia. Vivamos la Paz de Dios. La Navidad está ya a las puertas. 
  5. El Amor: persiste, se hace más profundo, se afirma victorioso incluso donde el pecado del hombre hiere a Jesús de muerte. En su Pasión es, por tanto, donde se manifiesta plenamente la paciencia de Jesús. En el momento supremo en que el plan divino parece puesto en tela de juicio por la actitud de los hombres, el amor se hace totalmente misericordioso: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Jesús ha amado a los hombres hasta el final. 
  6. La Paciencia: no hay nada como la paciencia del labrador esperando las gotas de agua que vienen sobre la tierra. Hasta que una día llega y ve que se salva su cosecha. De nada vale desesperarse. Porque llegará, a pesar de las épocas de larga sequía. La paciencia de que todo cambiará un día, es sinónimo de entereza, de ánimo y plenitud divina.
REFLEXIÓN 

   En este fin de semana celebramos el tercer Domingo de Adviento, también llamado Domingo “Gaudete”, es decir domingo de regocijo ante la inminente venida del Salvador. El Evangelio de la alegría se implanta y produce frutos magníficos allí donde se vive el Mandamiento del amor, cada uno según su profesión y su condición de vida. 
   El Señor viene a salvarnos, nos ofrece su perdón, pero exige de nosotros una tarea previa: que preparemos el terreno. Y esta preparación se concentra en una sola palabra: conversión. La conversión es un cambio de mentalidad y de conducta, es tomar otro rumbo distinto del que se estaba siguiendo. 
   "Está cerca", en el pobre y en el que sufre. En los acontecimientos, cuando sabemos vivirlos como estímulos al crecimiento y al amor. En la naturaleza, huella y obra del Creador. En nuestro interior profundo que reclama acercarse a su origen divino por medio de experiencias positivas de paz, de crecimiento, de riesgo justificado, de amor, de gozo, de eficacia. 
   El Reino de Dios no llega a la fuerza, sino que, como se refleja en numerosas parábolas, es como una semilla que crece silenciosamente. Pero está ahí creciendo mente. El labrador lo sabe. Y Jesús es como el "labrador" del reino que anuncia. 
   Jesús es el hombre entregado totalmente a liberar a hombres y mujeres de todo lo que bloquea el crecimiento de la vida, e impide a la humanidad vivir con esperanza. Es el hombre que sabe liberar con su acogida, su cercanía, su palabra, su fe en el Padre, su búsqueda apasionada de fraternidad. Recibámoslo!!! 

PARA LA VIDA
   Juan, un joven universitario, entró descalzo, con Jeans y una camiseta sucia y llena de agujeros y despeinado, un domingo en una iglesia de gente distinguida. La iglesia estaba llena y como no encontraba asiento caminó hasta el púlpito y se sentó al frente en la alfombra. La gente contemplaba al joven con asombro e incomodidad. Se sentía una gran tensión en el ambiente. Un diácono de la iglesia, muy mayor y elegantemente vestido, encargado del orden y del protocolo, se dirigió lentamente hacia Juan. 
   Todos los fieles pensaban lo mismo, lo va a echar o lo va mandar sentarse atrás. Se hizo un gran silencio y el párroco interrumpió el sermón y también calló. El anciano diácono dejó caer su bastón al suelo, con mucho trabajo se agachó y se sentó junto a Juan para que no se sintiera solo durante la celebración. No hizo lo que la asamblea esperaba ni lo que su cargo exigía. El sacerdote continuó su prédica con estas palabras: “Lo que voy a predicar no lo recordarán. Lo que acaban de ver nunca lo olvidarán”. 
   Todos tenemos que hacer gestos y hechos de compasión que hagan creíble la fe ante los hombres y detecten la presencia misericordiosa de Dios. En esta navidad, Dios toma asiento en nuestro corazón…Pero lo reconocemos?

Solemnidad Inmaculada Concepción, 8 de Diciembre 2016, Ciclo A


San Lucas  1, 26 - 38

«Alégrate, Llena de Gracia, El Señor está Contigo»   



  1. María, Madre de Esperanza: María es la mujer que esperó siempre en Dios, que volcó en Él su corazón, que dio testimonio de su fe y entregó su vida a la causa de Dios. Ella lo llevó en su seno, también nosotros en cierto modo debemos acogerlo en nuestro interior. ¿Quién mejor que ella puede enseñarnos a esperar con confianza y alegría?. 
  2. María, Madre Acogedora: aquella joven de Nazaret, confió en el Señor. Por eso está “llena de gracia", que significa "llena del favor de Dios". La Inmaculada, la que nunca estuvo sujeta a la esclavitud del pecado, fue objeto de todas las complacencias divinas. Pero también fue la mujer más libre y responsable, sin condicionamientos de un mal pasado, capaz de asumir una función especialísima en la historia de nuestra salvación. Su maternidad fue efectivamente responsable, fue madre porque quiso serlo. María acogió al Mesías esperado por todo el pueblo y soñado por todas las mujeres de Israel. 
  3. María, Nueva Eva: Eva es seducida y engañada por el orgullo y el ansia de dominio. Se dejó seducir por el pecado y fue sometida al yugo de la violencia, del temor, de la tristeza, de la culpabilidad, de la ignorancia y de la tiranía. María también es seducida, pero es por el Amor de Dios. Por eso recibe del ángel este mensaje lleno de confianza: "No temas, María". María, humilde y confiada, libre y obediente es el prototipo de la mujer nueva, el principio de la nueva humanidad basada en el amor y en la confianza en la voluntad de Dios. María quiere alimentarse de la Palabra de Dios, no de otras cosas pasajeras o engañosas. María, nueva Eva, salva a Eva, la rehabilita. 
  4. María Inmaculada: nada ni nadie le distrajo de lo que, para Ella, fue esencial: ¡DIOS! Por dentro supo recibirlo como todo un Dios merecía: limpia, hermosa, sin dudas ni resistencias y con beldad interna. Un espejo que, al reflejarnos, no podemos menos que exclamar: ¡Cuán grande eres María! ¡Qué paladar tuvo Dios al fijarse en Ti! 
REFLEXIÓN 

   María se define por una relación: la original, la primera, la que tiene con su creador. Ahí comienza su pureza. 
   A todos nosotros nos gusta imaginar que en la historia de la salvación, alguien, por designio misterioso de Dios, alguien ha sido siempre fiel a Dios, ha sido siempre virgen y ese alguien para nosotros se llama María, la humilde eslava del Señor, que se somete plenamente a su divina voluntad.
  • «Alégrate». Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar también hoy. Entre nosotros falta alegría. Con frecuencia nos dejamos contagiar por la tristeza, el desánimo y la desesperanza. Es urgente despertar la alegría en nuestras comunidades y recuperar la paz que Jesús nos ha dejado en herencia.
  • «El Señor está contigo». No estamos huérfanos. Vivimos invocando cada día a un Dios Padre que nos acompaña, nos defiende y busca siempre el bien de todo ser humano. Esta Iglesia que sufre y lucha contra las tempestades del mundo, no está sola. Jesús, el Buen Pastor, nos está buscando. Su Espíritu nos está atrayendo y María Santísima nos está protegiendo.
  • «No temas». Son muchos los miedos que nos paralizan a los seguidores de Jesús. Miedo al mundo moderno y a la secularización. Miedo a un futuro incierto. Miedo a nuestra debilidad. Miedo a la conversión al Evangelio. Es urgente construir una Iglesia de la confianza, la confianza de María al plan de Dios. La fortaleza de Dios no se revela en una Iglesia poderosa sino humilde.
  • «Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús». También a nosotros, como a María, se nos confía una misión: contribuir a poner luz en medio de la noche. No estamos llamados a juzgar al mundo, sino a sembrar esperanza. Nuestra tarea no es apagar la mecha que se extingue sino encender la fe que, en no pocos, está queriendo brotar.


PARA LA VIDA

   Era un señor que fue al Liceo para escuchar un buen concierto. Al día siguiente, cuando fue al café, como le gustaba charlar con los amigos que estaban allí, sentados en la mesa, les explicó el concierto con toda clase de detalles. Describió con toda perfección cómo era el teatro, el escenario, los decorados, los trajes de los cantores, los instrumentos, las personas que asistieron, etc. etc., y, cuando terminó, uno le dijo que había explicado muchas cosas, pero que no había hablado de cómo había estado el concierto, y si le había gustado o no. Se lo dijo con voz alta para que lo entendiera. Pero, él, con tristeza le contestó que de la música no podía decir nada, ¡porque era sordo!

   Creo que esto mismo les pasa a muchas personas. Preparan la comida, adornan la casa, invitan a la familia, beben buen champán, cantan villancicos, etc., pero no ven a Jesús porque no tienen el corazón limpio. El ruido del mundo y del pecado nos vuelve sordos al llamado de Dios. 

   María Inmaculada es el signo de la fidelidad de Dios, que no se rinde ante el pecado del hombre. Su plenitud de gracia nos recuerda también las inmensas posibilidades de bien, de belleza, de grandeza y de gozo que están al alcance del hombre cuando se deja guiar por la Voluntad de Dios, y rechaza el pecado.

2° Domingo de Adviento, 4 de Diciembre 2016, Ciclo A


San Lucas  3, 1 - 6

“  Convertíos porque Está Cerca el Reino de Dios    

    Homilia, Monseñor Carlos Gómez Londoño

  1. Prepararse: es arreglar el corazón, acercándonos al Sacramento de la Reconciliación. Se trata de proveernos de todo lo necesario para que nuestra propia existencia sea una morada digna y agradable, donde pueda venir el Señor. Allanemos los caminos para que todos sean testigos de la salvación. 
  2. Convertirse: es necesaria una conversión radical para que lo santo tenga sentido. No es una cosa fácil.  Tenemos que perder los resentimientos y prejuicios que existen en nuestro corazón. Quien se convierte, se vuelve como una planta de su inmenso campo y sus frutos han de ser buenos. Si el árbol no produce buenos frutos es señal evidente de que no es bueno. Entonces será cortado y arrojado al fuego. 
  3. La Penitencia:  “porque llega el reino de los cielos”. La penitencia puede tener dos vertientes: exterior e interior. La exterior se reflejará sobre todo en expiaciones rituales, en purificaciones, en diversas prácticas de mortificación corporal. En la interior, el penitente empieza pidiendo perdón por ofender a Dios, se apoya en la bondad de Dios, que le da paz, seguridad y optimismo; y al pedir y recibir el perdón, se une al dolor paterno del Dios ofendido y sufre amorosamente unido a Él por sus propias ofensas y sus descuidos en el amor que le debía. (“tus pecados te son perdonados”, dice el Señor repetidas veces a quienes acuden a Él. 
  4. La Palabra: al anunciar la llegada del reino de Dios se proclama la cercanía del Dios del reino. Una cercanía que no puede dejarnos indiferentes. “Yo no merezco ni llevarle las sandalias”. El verdadero profeta nunca puede alardear de nada. El mensajero no es dueño del mensaje. Un evangelizador que no es humilde revela bien a las claras con su vanagloria, la mentira de su misión. En Juan Bautista, es al contrario: Su único vestido es Dios. Todo él sabe a desierto. No  sólo por lo más evidente como son su vestidura y austeridad de vida, sino, sobre todo, por  ser un hombre que ha buscado, en la soledad y en el silencio, al que tenía que anunciar. 
REFLEXIÓN

   Estamos en tiempo de Adviento: éste es el tiempo de la gracia, éste es el tiempo de la salvación; el tiempo de la paciencia y de la misericordia de Dios, que viene a nosotros como un recién nacido, lleno del Espíritu de Dios -pues es su Hijo-, para implantar la justicia y el derecho, para hacernos partícipes de la santidad  del mismo Dios. Acogerlo a Él es acoger a Dios.
   Sabemos que Dios está cerca. La pregunta que nos podemos hace es: ¿estamos nosotros cerca de Él? Una de las cosas más hermosas de la vida cristiana es que siempre podemos acercarnos más a Dios. No importa donde estemos, ni qué hayamos o no hayamos hecho, todo momento es ocasión de acercarnos más a Él. Es el amor el que nos aproxima al Señor Jesús. Todo aquello que nos ayude y nos pueda llevar a crecer en amor nos hará crecer en cercanía de Dios. Amar nos introduce en la intimidad de Dios ¿Qué mayor cercanía que ésta?.
   Tenemos muchos medios a nuestro alcance para vivir este horizonte tan grandioso: la oración, los sacramentos, la práctica de la caridad, la piedad filial mariana – ¿quién más cerca de Jesús que su propia madre?– el crecimiento en las virtudes, entre otros. Sobre todo en Navidad, reflexionar y meditar sobre el nacimiento del Señor Jesús y lo que significa para nuestra vida. Jesús, Emmanuel, "Dios-con-nosotros", viene al mundo para que nosotros le abramos el corazón a Dios. ¡Cuánto puede iluminar nuestra vida comprender cada vez más lo que significa que Dios se haya hecho hombre! Podremos entonces vivir mejor aquellas palabras tan profundas de San Juan: «Dios es amor, y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él». Viviendo así estaremos siempre en vela, preparados, como se nos pide en el Adviento, para la venida del Señor Jesús.
   Él encontrará en nuestros corazones un hermoso y cálido pesebre para nacer, dando calor y luz a nuestras vidas y a las de quienes nos rodean. Entonces no solo estará Dios cerca de nosotros y nosotros cerca de Él, sino que, más aún, podremos cooperar a que otros se acerquen más a Dios".

PARA LA VIDA 
   Un profesor de universidad, al principio de curso quiso sorprender a sus nuevos alumnos y les dijo: voy a demostrarles que Dios no existe. Miró al cielo y gritó: Dios, si existes, quiero que me derribes de un golpe de esta plataforma. Te doy diez minutos. La clase entera permaneció en silencio. Se podía oír la respiración de los alumnos. El profesor gritó de nuevo: Aquí me tienes. Te estoy esperando. 
   Cuando faltaban dos minutos entró en el aula un estudiante alto y musculoso, caminó hasta la plataforma del profesor y le dio tal golpe que cayó rodando de la plataforma.  El estudiante se sentó en la primera fila en medio de un gran silencio. Cuando el profesor se recuperó del golpe y volvió a su plataforma miró al joven y le dijo: ¿Por qué me pegó? Dios está muy ocupado y me envió a mí a cumplir su deseo.

ORACION PARA ENCENDER LA SEGUNDA VELA DE LA
CORONA EN FAMILIA

Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando, florece el desierto. La humanidad entera se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne. Que cada uno de nosotros, Señor, abramos nuestra vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor. Ven, Salvador!

1° Domingo de Adviento, 27 de Noviembre 2016, Ciclo A


San Lucas  21, 25 - 28.34 - 36

“  Estad Siempre Despiertos    


  1. Vigilar: es vivir atentos a la realidad. Escuchar los gemidos de los que sufren. Sentir el amor de Dios por la vida. Vivir más atentos a su venida a nuestra vida, a nuestra sociedad y a la tierra. Sin esta sensibilidad, no es posible caminar tras los pasos de Jesús. 
  2. Estar en Vela: para mantenerse en vela es preciso practicar la sobriedad. No podemos caer en la tentación de confundir la satisfacción con la felicidad. No es de sabios dejarse embotar por los deseos que nos adormecen. «Vela el que tiene los ojos abiertos en presencia de la verdadera luz; vela el que observa en sus obras lo que cree; vela el que ahuyenta de sí las tinieblas de la indolencia y de la ignorancia». 
  3. Esperar:  la esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los Cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. 
  4. La Oración: el mundo nos adormece para que no vigilemos y busca que nos durmamos para las cosas celestiales llenándonos de cosas terrenales. Si no rezamos nos dormiremos como les pasó a Pedro y a los hijos de Zebedeo en Getsemaní. Cristo vuelve y debemos recibirlo velando en oración. No sabemos cuándo vendrá. Por eso no podemos tomarnos vacaciones sino ser fieles esperando su venida. 
REFLEXIÓN 


   Hoy, primer domingo de Adviento, la Iglesia inicia un nuevo Año litúrgico, un nuevo camino de fe que, por una parte, conmemora el acontecimiento de Jesucristo, y por otra, se abre a su cumplimiento final. Precisamente de esta doble perspectiva vive el tiempo de Adviento, mirando tanto a la primera venida del Hijo de Dios, cuando nació de la Virgen María, como a su vuelta gloriosa, cuando vendrá a «juzgar a vivos y muertos», como decimos en el Credo. 

   Sobre este sugestivo tema de la «espera» se trata de un aspecto profundamente humano, en el que la fe se convierte, por decirlo así, en un todo con nuestra carne y nuestro corazón. La espera, el esperar, es una dimensión que atraviesa toda nuestra existencia personal, familiar y social. 
   El Adviento, la Navidad y la Epifanía constituyen un trio fuerte relacionado con la llegada del Señor que se hace presente en la historia, de manera general, y en cada ser humano de modo particular. La liturgia de este tiempo tiene características particulares que van en consonancia con la actitud que se espera de nosotros. 
   La sobriedad del altar, sin adornos florales, se relacionan con una espera vigilante y austera; la ausencia del canto del Gloria, resaltan la espera de la llegada, representada por la Navidad, donde dicho canto habrá de ser entonado nuevamente; los ornamentos morados, que son usados en este tiempo, denotan expectación y conversión.
Cada uno de nosotros, por tanto, especialmente en este tiempo que nos prepara a la Navidad, puede preguntarse: ¿yo qué espero? En este momento de mi vida, ¿a qué tiende mi corazón? Y esta misma pregunta se puede formular a nivel de familia, de comunidad, de nación. ¿Qué es lo que esperamos juntos? ¿Qué une nuestras aspiraciones?, ¿qué tienen en común?  
   No importa las dificultades con que nos encontremos, no importa que no veamos el final del camino. El Adviento, hace resonar una voz de esperanza: El Señor nos anuncia a su Hijo que trae la Justicia. 

PARA LA VIDA 

   Muchos siglos atrás un rabino preguntó a sus alumnos si sabían cuando terminaba la noche y comenzaba el día. Un alumno sugirió –"cuando ves un animal en la distancia y puedes decir si es una oveja o una cabra". Otro dijo –"cuando ves un árbol en la distancia y puedes decir si es un manzano o una higuera". 
   Cada uno de sus alumnos iba dando respuestas parecidas y ninguna parecía satisfacer al maestro. Éste les dijo-"amanece de verdad cuando miras a la cara de cualquier ser humano y ves en esa cara el rostro de tu hermano o tu hermana, si no ves esto, sea la hora que sea, para ti es todavía de noche". ¿Qué visión alimenta nuestro caminar cristiano? En este primer domingo de Adviento, nosotros dirigimos nuestra mirada al futuro. Jesús nos dejó pero sabemos que volverá y nosotros esperamos su venida. Adviento es tiempo de espera.

ORACIÓN PARA ENCENDER LA PRIMERA VELA DE LA
CORONA EN FAMILIA

   Encendemos, Señor, esta luz, como aquél que enciende su lámpara para salir en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primera semana del Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen. Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú nos traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús. Ven, Señor Jesús! AMÉN.

34° Domingo Solemnidad de Cristo Rey, 20 de Noviembre 2016, Ciclo C


San Lucas  23, 35 - 43
“  ¡ Venga a Nosotros Tu Reino, Señor !    


  1. Cristo: es el principio de todo, el primero, el primogénito, lo es de la Iglesia y de la nueva creación, es quien sostiene lo creado, es quien da sentido a cuanto existe. Por eso Cristo es Señor y Rey. Y reina desde la Cruz, con la fuerza del amor.
  2. La Cruz: no es un trofeo que mostramos a otros con orgullo, sino el símbolo del Amor crucificado de Dios que nos invita a seguir su ejemplo. Cantamos, adoramos y besamos la Cruz de Cristo porque en lo más hondo de nuestro ser sentimos la necesidad de dar gracias a Dios por su amor insondable, pero sin olvidar que lo primero que nos pide Jesús de manera insistente, es cargar con ella cada día.
  3. El Rey: cuyo trono es una cruz, cuya púrpura es la sangre y cuya corona, son las heridas causadas por la corona de espinas. No es Cristo un rey que ejerce su autoridad con poder, abuso y dominio, con fuerza y violencia, sino que muestra su máxima fortaleza y autoridad, en la humillación del entregado y vencido. La cruz como necedad incomprensible. Y aun así con una inmensa grandeza, fruto del amor y la bondad de quien se entrega, del sentido profundo de esos brazos abiertos que acogen a todos, que son un signo de perdón y reconciliación, de justicia y libertad para todos los que se acogen a su amor.
  4. La Salvación: irrumpe en el presente angustioso y no queda aplazada para un futuro lejano. En la cruz Dios comienza a reinar y a hacer justicia. Su juicio no es simplemente una condena del pecado, sino más bien una oferta de misericordia para el pecador que se convierte. El que cree en Él recibe la salvación. ‘Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal’ (Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: ‘¡Venga tu Reino, Señor’ 
   Hoy celebramos la solemnidad de Cristo Rey, cuando concluye el Año de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco. La invitación que el Papa nos ha hecho es a descubrir que el nombre de Dios es misericordia. Esta afirmación, tan sencilla y tan profunda, ha estado ausente en los procesos de formación religiosa de muchos bautizados, que se han formado una imagen distorsionada de Dios, marcada por el temor y castigo, olvidando que Dios es como el padre amoroso de la parábola del hijo pródigo, que espera ansioso a que el hijo regrese para celebrar una fiesta de bienvenida.


   Para entender el señorío de Jesús, en este día de Cristo Rey, es necesario contemplarlo en la cruz. Ella nos sirve en bandeja las principales coordenadas de la forma de ser, pensar y actuar de Jesús: amor a su pueblo cumpliendo la voluntad de Dios. Cuando la fachada de este  mundo se derrumba, acudamos a Cristo; cuando los otros soberanos nos invitan a postrarnos ante ellos quitándonos la dignidad, acudamos a la fuente del verdadero amor. 
   Ese Rey que nació pobre, pequeño, humilde, en el silencio y que hoy es exaltado en la cruz, sin demasiado ruido (como en Belén), humildemente (sin más riqueza que su belleza interior), es quien nos llama a la fidelidad.  
   Que habiendo vivido este Año de la Misericordia nos ayude a colocar a Jesús en el centro de nuestra vida, de nuestra vocación, de nuestra familia y de nuestra sociedad. Sería bueno desterrar a tan nefastos reyes, aquellos que quieren usurpar la inocencia de los niños, los valores en los jóvenes, la fidelidad en los matrimonios. Y no olvidemos que no podemos decir que cristo sea nuestro Rey, mientras no le permitamos que sea él, quien tome el timón de nuestras vidas, las fibras de nuestro corazón y las riendas de la humanidad. 

PARA LA VIDA
   Érase una vez un terrateniente que deseaba convertirse en caballero. Quería servir a su rey y ser el más noble y más leal caballero que jamás hubiera existido. El día de su investidura, abrumado por el honor, hizo un voto solemne. Prometió no arrodillarse ni levantar sus brazos en homenaje para nadie más que su rey. Y se le encomendó la guardia de una ciudad en la frontera del reino. Cada día vigilaba la entrada enfundado en su armadura. 
   Pasaron los años. Un día, desde su puesto de guardia vio pasar por delante una campesina con su carro lleno de verduras y frutas. Éste volcó y todo rodó por el suelo. Nuestro caballero, para no romper su voto, no se movió. Otro día pasaba un señor que tenía sólo una pierna y su muleta se rompió!. "Buen caballero, ayúdeme a levantarme". Pero el caballero no dobló las rodillas ni levantó las manos para ayudarle. Pasaron los años y nuestro caballero ya anciano recibió la visita de su nieto que le dijo: "Abuelo cógeme en tus brazos y llévame a la feria". Pero no se agachó para no quebrantar su voto. 
   Finalmente, el rey vino a inspeccionar la ciudad y visitó al caballero que estaba rígido guardando la entrada. El rey lo inspeccionó y observó que estaba llorando. Eres uno de mis más nobles caballeros, ¿por qué lloras?. Majestad, hice voto de no inclinarme ni levantar mis brazos en homenaje más que para usted, pero ahora soy incapaz de cumplir mi voto. 
   El paso de los años ha producido su efecto y hasta las cicatrices de la armadura se han oxidado. Ya no puedo levantar los brazos ni doblar las rodillas. El rey, como un buen padre, le dijo: "Si te hubieras arrodillado para ayudar a todos los que pasaban y hubieras levantado tus brazos para abrazar a todos que acudían a ti, hoy, podrías haber cumplido tu voto dándome el homenaje que juraste no rendir más que a tu rey.