1° Domingo Cuaresma, 18 Febrero 2018, Ciclo B


San Marcos 1, 12 - 15

Conviértanse y Crean en el Evangelio
    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.


  1. La Tentación: la experiencia de sentirnos “tentados” o inducidos al mal es una experiencia cotidiana. Superarla implica una lucha permanente. Todas las tentaciones de Jesús durante su vida en realidad se resumen en una sola: “vivir separado de Dios, y huir de la cruz”. Pero el Señor, se mantuvo firme como Cordero de Dios y Servidor sufriente.
  2. El Desierto: es “ésta” nuestra vida transitoria, durante la cual contamos con las promesas de Dios, pero también debemos pasar por duras pruebas. El camino de Jesús por el desierto de este mundo, terminó en la victoria sobre el malo y sobre el mal. Jesús no cayó ante las tentaciones de Satanás. También a nosotros, el Bautismo “no” nos dispone para una vida tranquila y cómoda, sino más bien para una constante lucha contra el espíritu del mal.
  3. La Conversión: es conversión a la persona de Jesucristo, como único Camino. Es dejar otros caminos, por muy atractivos que aparentemente puedan resultar, y tomar el camino de Cristo. Igualmente, la fe con la que somos invitados a responder, no es sólo una fe humana, ni una fe puramente ‘religiosa’, sino plena fe en Jesucristo Dios y Hombre; en su vida y en su doctrina como camino de salvación para el hombre.
  4. El Bautismo: El Bautismo hace partícipe a la persona concreta del don de la reconciliación que el Señor Jesús ha obtenido para la humanidad entera por el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección. Gracias a este sacramento todo bautizado queda liberado del pecado y regenerado como hijo de Dios (ver Catecismo de la Iglesia Católica. De este modo, «el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo» (2Cor 5,17-18). 

REFLEXIÓN

   El pasaje evangélico de este primer Domingo de Cuaresma recoge la escena de las tentaciones. Jesús no ha conocido una vida fácil ni tranquila. Ha vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia carne las fuerzas del mal. 
  • «El Espíritu empuja a Jesús hacia el desierto» No lo conduce a una vida cómoda. Lo lleva por caminos de pruebas, riesgos y tentaciones. Buscar el reino de Dios y su justicia, anunciar a Dios sin falsearlo, trabajar por un mundo más humano es siempre arriesgado. Lo fue para Jesús y lo será para todos nosotros.
  • «Se quedó en el desierto cuarenta días» El desierto será el escenario por el que transcurrirá la vida de Jesús. Este lugar inhóspito y nada acogedor es símbolo de pruebas y dificultades. El mejor lugar para aprender a vivir de lo esencial, pero también el más peligroso para quien queda abandonado a sus propias fuerzas.
  • «Tentado por Satanás» Satanás significa «el adversario, el divisor, la fuerza hostil a Dios y a quienes trabajan por su reinado. En la tentación se descubre qué hay en nosotros de verdad o de mentira, de luz o de tinieblas, de fidelidad a Dios o de complicidad con la injusticia. A lo largo de su vida, Jesús se mantendrá vigilante para descubrir a «Satanás» en las circunstancias más inesperadas.
  • «Vivía entre alimañas y los ángeles le servían» Las fieras, lo seres más violentos de la tierra, evocan los peligros que amenazarán a Jesús. Los ángeles, los seres más buenos de la creación, sugieren la cercanía de Dios, que lo bendice, cuida y sostiene.
   El Evangelio nos enseña que sólo unidos a quien todo lo puede, experimentaremos un modo nuevo de vivir, sano y gozoso, porque nuestro triunfo, será el triunfo del Señor en nosotros.

PARA LA VIDA 
   Érase una vez un rey que tenía una hija muy hermosa. Tenía muchos pretendientes, pero la joven quería encontrar el hombre que la amara más que a cualquier cosa. Para encontrar el esposo perfecto, el rey ideó un test que tenían que superar todos sus pretendientes. El rey mandó publicar un edicto por todo el país anunciando una carrera en la que podrían participar todos los ciudadanos, ricos y pobres, sólo se exigía una condición, que amaran a la princesa más que a nada en el mundo. 

   El que llegara primero se casaría con la princesa que estaría esperándole en la meta. El día señalado para la carrera todos los jóvenes del reino acudieron a la línea de salida, todos preparados para recorrer muchos kilómetros. Antes de comenzar la carrera se hizo el siguiente anuncio. El rey es muy rico y para que nadie corra en vano ha mandado esparcir a lo largo del recorrido gran parte de sus riquezas: joyas, perlas, bolsas de oro, sables...Cada participante podía detenerse a coger lo que quisiera. 

   La carrera comenzó e inmediatamente los jóvenes, seducidos por las riquezas, empezaron a llenarse los bolsillos y se olvidaron de la princesa y de su profesión de amor. Todos menos uno que ignorando todas esas baratijas, sin detenerse, corrió hacia la meta y allí recibió el premio de la carrera, la hija del rey. La tentación fue un simple test, mostró lo que había en cada corazón. ¿Qué hay en el nuestro?


6° Domingo Tiempo Ordinario, 11 Febrero 2018, Ciclo B


San Marcos 1, 40 - 45

“Si Quieres, Puedes Purificarme”

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
  1. La Lepra: Era una horrible enfermedad considerada en la antigüedad, y aún hoy, como una maldición. “Al golpeado por la lepra se le consideraba como un muerto viviente. Su curación se comparaba con la resurrección de un muerto”. Al leproso se le declaraba 'impuro', es decir, no podía entrar en contacto con nadie, ni vivir con la familia, ni en el pueblo: "Mientras le dure la lepra, seguirá impuro: vivirá solo y tendrá su morada fuera del pueblo". Con esta medida, para nosotros cruel e inhumana, se quería evitar el contagio físico y aun moral, puesto que se pensaba que el leproso recibía el justo castigo por sus pecados.
  2. El Pecado: el mal que hay en el hombre, también lo juzgamos contagioso. Pero no es posible separar al pecador, porque todos somos pecadores ("el que dice que no tiene pecado -dice san Juan -es un mentiroso" y "el diablo - dice Jesucristo- es el padre de la mentira"). Es decir, el pecado es un mal. De ahí que el cristiano -siguiendo a Jesucristo- deba luchar contra este mal.
  3. La Indiferencia: es no tener en cuenta ni bien ni mal. Jesucristo no excluye a nadie. Pero no deja el mundo igual. Jesucristo ama a cada hombre - a cada pecador, porque el pecado es como la lepra - y por ello no se desentiende de su mal, de su lepra, sino que la cura. Es decir, lucha contra el mal, porque ama al hombre, a cada hombre, a cada pecador (dicho de otro modo, ama a cada hombre y por ello quiere salvarle, liberarle, curarle).
  4. La Confesión: es expresión del poder y de la misericordia de Dios. Es el propio Jesús quien, en el sacramento de la Penitencia, pronuncia la palabra autorizada y paterna: Tus pecados te son perdonados”9. Oímos a Cristo en la voz del sacerdote. En la Confesión nos acercamos, con veneración y agradecimiento, al mismo Cristo; en el sacerdote debemos ver a Jesús, el único que puede sanar nuestras enfermedades. 


REFLEXIÓN

   La lepra, por su carácter desfigurador del cuerpo, ha sido considerada siempre como un símbolo del pecado. Efectivamente, el pecado desfigura y arruina la imagen de Dios que el Espíritu Santo esculpió en nosotros el día de nuestro bautismo. El pecado es como la lepra en el orden espiritual: pues va borrando progresivamente la imagen de Dios en nosotros. 
   Por eso, nosotros que nos confesamos pecadores, que a lo mejor nos hemos apartado de la comunión de vida con el Señor, necesitamos como el leproso pedir al Señor que nos limpie, que nos purifique. No tengamos miedo de acudir a Jesús en busca de salud; él nos espera, él viene a nuestro encuentro como médico de las almas y de los cuerpos; sólo espera oír de nosotros: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Su respuesta es siempre la misma: "Quiero, queda limpio". Porque esta es la voluntad de Dios: que seamos curados, que quedemos limpios de todos los pecados, para poder participar de los dones de la salvación, de la amistad divina. 
   Quedar limpio equivale a vivir en gracia, de modo que toda nuestra vida sea un testimonio de Dios, como nos ha recomendado el Apóstol: “Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios”. La vida del cristiano que se esfuerza por acercarse a Jesucristo y vivir según el Evangelio es la verdadera gloria de Dios, como se pone de relieve en la vida de los santos. 
   Nosotros, como el leproso del Evangelio, tenemos necesidad también de acercarnos a Jesús para que nos cure; él lo está deseando, sólo falta que, como el leproso, busquemos a Jesús, nos pongamos en camino hacia él, conscientes de nuestros pecados. Jesús, médico de las almas y de los cuerpos, nos conforta con su palabra y nos invita a participar del alimento de salvación, de la medicina de salud, que es la Eucaristía. 
   El leproso responde a la llamada de Jesús: divulga lo sucedido. Al sentirse libre, se libera de cuanto lo esclavizaba y se convierte en agente de evangelización.

PARA LA VIDA

   ¿Han oído alguna vez la palabra Molokai? Para mí es una palabra de mi infancia, de mi catequesis, una palabra de miedo y de esperanza. Molokai fue una isla maldita durante muchos años. En ella vivían sólo leprosos que gritarían como los que describe el libro del Levítico como impuros. Y allí vivían separados del resto de los hombres. 
   La compasión que sintió Jesús por el leproso del evangelio ha existido siempre en la iglesia de Jesús. Un día, un sacerdote, el P. Damián decidió ejercer su ministerio entre los leprosos de Molokai. Y se entregó a ellos con la misma compasión de Jesús. Y un día comenzó su predicación con estas palabras: "Mis hermanos leprosos". 
   Aquel día el P. Damián no sólo era el párroco era también su igual, era un leproso más. Nunca volvió a su tierra y murió de lepra. Como leproso que era tenía prohibido salir de la isla maldita. Como ven la ternura de Dios sigue viva y se manifiesta a través de sus hijos. Y se manifestó con poder en la actuación de su mejor hijo: Jesús de Nazaret.

5° Domingo Tiempo Ordinario, 4 Febrero 2018, Ciclo B


San Marcos 1, 29-39

Sáname, Señor, de Todos mis Males

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Oración: es comunicación con Dios, es el lenguaje del amor. Cuando nos paseamos por la calle vemos a las personas, celular en mano, comunicándose con todo el mundo; necesidad imperiosa de estar conectados. El mundo de Jesús es su Abba, su padre, y la oración es su medio de comunicación y conexión con Dios. La oración es la manera de decir a su Padre cuánto lo ama.
  2. Predicar: no significa decir lo que la gente quiere que se diga. Cuando la palabra de los cristianos responde a esta demanda, entonces resulta lógico que esta palabra se venda al mejor postor. Ya no se dice en tal caso lo que hay que decir, sino lo que otros quieren que se diga, sirviendo inevitablemente a intereses ajenos y aun  opuestos al evangelio. Predicar no es decir en cualquier lugar una verdad cualquiera, sino decir la verdad que hay que decir aquí y  ahora.
  3. Evangelizar: es liberar a través de la buena noticia y, por tanto, ha de tener actualidad. La misión cristiana de evangelizar incluye anuncio y denuncia. No es cuestión de gusto ni de rendirse a la oportunidad del momento, pues la verdad que hay que decir en cada momento, no es la que ya tiene fácil acogida. Es extender, las palabras y obras de Jesús, por los senderos que él mismo ha trazado; y con la fuerza de su Espíritu que nos ha dejado, ser su voz, su corazón y sus mismos sentimientos, como eco de su Reino.
  4. Cristo: Él puede y quiere curarnos también a nosotros. No sólo en el sacramento de la Reconciliación, donde nos muestra su misericordia y nos hace partícipes de su victoria contra el mal. También en la Eucaristía. Él ha pensado en este sacramento del pan y del vino «para reparar nuestras fuerzas», y con su fuerza, alimentar a los demás.
 
REFLEXIÓN
 
   En el Evangelio de este día Jesús se nos presenta predicando el Reino, expulsando a los demonios, curando a los enfermos, pero antes que todo, él se retira a orar en soledad. Él cumple con fidelidad la misión a la que ha sido enviado. Es consciente de que debe anunciar la buena nueva de la salvación, que debe vencer al mal con su obediencia hasta la muerte de cruz.
 
   Jesús, muy de mañana se retira a orar a un lugar desierto. Para el evangelista parece que el apostolado de Jesús quedaría incompleto si no se ofrece el momento de la oración. Marcos no da una información precisa de la oración de Jesús, pero nos indica que Jesús ora con frecuencia y que lo hace a solas en lugar desierto.
Jesús se preparaba para el combate apostólico de la predicación y, más tarde de la pasión, en la oración, en el encuentro con el Padre. Todo aquel que, como Jesús, se dedique al apostolado, debe acudir a la oración para obtener allí, la fuerza para luchar, la fuerza para resistir, la fuerza para perseverar en el camino.
 
   La gente busca a Jesús porque hace milagros y habla con particular elocuencia, desea proclamarlo rey, ensalzarlo. Sin embargo, Él no acepta. Es consciente de su vocación sabe que es el Salvador y que debe anunciar el Reino también en otras aldeas. Sabe que debe caminar inexorablemente hacia Jerusalén hasta el día de su oblación en la cruz, y nada puede hacerlo desistir de su misión pues para eso ha venido.
El cristiano es un apóstol. La vocación cristiana implica la vocación apostólica. Todo buen cristiano ha de ser buen apóstol. Por eso dice san Pablo: "el hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia... me han encargado este oficio y ¡ay de mí si no evangelizara!". Así debemos ser nosotros: llevar en nuestro corazón el anhelo ardiente de que otros conozcan a Cristo, lo amen y den un sentido a sus vidas.
 
PARA LA VIDA
 
   Cuentan que un sacerdote se aproximó a un herido en medio de una dura batalla de una lejana guerra, y le preguntó: ¿quieres que te lea la Biblia? - Primero dame agua, que tengo sed- le respondió el herido. Y el sacerdote le entregó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en muchos kilómetros a la redonda. – Y ahora, ¿quieres que te lea la Biblia? - volvió a insistir el sacerdote. – Primero dame de comer- suplicó el herido. Y el sacerdote le dio el último mendrugo de pan que guardaba en su mochila. – Tengo frío- fue el siguiente lamento del herido, y el sacerdote se despojó de su abrigo, a pesar del frío que calaba hasta los huesos, y cubrió al lesionado. – Ahora sí, le dijo el herido al sacerdote, ahora puedes hablarme de ese Dios que te hizo darme tu última agua, tu último mendrugo y tu único abrigo. Ahora quiero conocer a tu Dios.
 
   Convertir la caridad cristiana en mera solidaridad de ONG, olvidando que la raíz del amor cristiano está en el Amor de Dios, Fuente de todo amor. También el Evangelio nos presenta este equilibrio entre oración y vida, entre contemplación y acción. Vemos a un Jesús predicando infatigablemente y haciendo multitud de milagros, atendiendo a todos sin descanso. Pero también a un Jesús que sabe retirarse a solas en oración toda la noche para sacar de ella las energías para seguir haciendo el bien. Y es que sin oración, sin referencia a Dios, la acción cristiana puede convertirse en puro activismo, muy respetable por otra parte, pero es que sin contemplación la acción solidaria no puede llevar el nombre de cristiana, por loable que sea. 


4° Domingo Tiempo Ordinario, 28 Enero 2018, Ciclo B


San Marcos 1, 21 – 28

Jesús Enseña con Autoridad”

    Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

  1. La Autoridad: viene de autor y autor indica creación, novedad, crecimiento. Jesús nos hace crecer y nos recrea cada mañana. Los hombres nos ponen en nuestro sitio, nos disminuyen. Jesús es el contenido de su enseñanza. Debemos prestar atención a su vida entera, incluidos sus silencios, hasta confesar que es el Hijo de Dios, el Salvador.
  2. La Enseñanza: esta enseñanza profética, nueva y dada con autoridad, se dirige al hombre para que la acoja y sea receptor activo de su eficacia Cuando se trata de la enseñanza evangélica y cristiana, no cabe otra respuesta que la acogida. Una acogida que es primeramente aceptación de la enseñanza recibida, porque es "enseñanza de Dios".
  3. El Evangelio: el amor a Cristo ha de llevarnos a anunciarlo a los demás, a evangelizar como san Pablo: ¡ay de mí, si no predicara el Evangelio! Todos hemos de anunciarlo: la Iglesia, en cuanto tal, al mundo entero, las abuelas a sus nietos, los padres a los hijos, los hermanos entre los hermanos, los amigos con los amigos, los compañeros y vecinos con los que tienen al lado.
  4. El Pecado: es la enfermedad del cristiano. Al comienzo de la eucaristía, nosotros nos ponemos bajo la mirada de Dios y confesamos los pecados y le gritamos a Jesucristo: Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad. Cada uno de nosotros somos ese hombre, presente en la sinagoga, que tiene un espíritu malo, el espíritu de la ira, del rencor, de la lujuria, del egoísmo, de la indiferencia, de la tibieza..
  5. .Jesús: Él nos escogió para la vida, Él nos llamó a la vida. Dios nos consagró para ser grandes, para ser buenos, para amar y perdonar, nos creó para servir y construir, nos nombró profetas para anunciar la Buena Noticia a los pobres.

REFLEXIÓN
 

   La primera lectura nos habla de la comunicación directa con Dios y de la transmisión de su palabra. En él se presenta a Moisés como mediador, pero anuncia un profeta definitivo que llevará a plenitud esa comunicación con Dios. Es un texto que ha venido a ser muy sugerente y del que se han valido casi siempre los que esperaban mucho más de la religión del Israel. El “profeta” no está definido y se presenta como verdadera alternativa al mismo Moisés. Su sintonía con Dios radica en saber escuchar sus palabras en lo más profundo de su ser, y de rastrear su impronta en la historia de los hombres.
 

   La segunda lectura es un texto que continúa con el tema de las preocupaciones de este mundo, como en el domingo pasado. Elegir el celibato con objeto de estar más libre para las cosas del Señor: predicación, compromiso comunitario… Desde luego, no podemos decir que el apóstol considera la vida célibe como más perfecta que la vida matrimonial, pero las personas casadas han de atender a las necesidades de la familia; sus preocupaciones. Y entre ellas complacer al esposo o a la esposa y a los hijos.
 
   El Evangelio comienza en el día del sábado, dedicado al descanso para escuchar la palabra de Dios. Varias cosas debemos retener de esta narración: Jesús es invitado a comentar las Escrituras, y desde el comienzo, su enseñanza provoca la admiración, con toda seguridad por lo que dice. La gente le reconoce «autoridad» (exousía), cuando sabemos que Jesús no se había formado a los pies de un rabino, sino que todo lo sacaba de sí mismo, desde su experiencia interior.
 
   Ello pone de manifiesto que está en sintonía profética con Dios, y, por lo mismo, que se está cumpliendo lo previsto en el texto de Dt 18. Debemos entender que aquí la autoridad tiene ese sentido de fuerza profética que no se puede aprender en escuela alguna ni con ningún maestro de la ley. Al principio y al final del relato el coro de la gente se hace testigo de algo nuevo e inaudito. El “exorcismo”, como centro del relato, es la excusa “histórica” para que la gente respire con la llegada de este profeta a la sinagoga.

PARA LA VIDA

   Hay un periodista que viaja habitualmente a un pueblo de África y disfruta enterándose de las pequeñas cosas que suceden en la vida de las gentes del poblado. En una de sus visitas descubrió un montón de televisores almacenados en una choza a las afueras del pueblo. Desconcertado, todos estaban aún sin estrenar, se fue a conversar con el jefe del pueblo. ¿Por qué la gente del pueblo no ve la televisión?, le preguntó.


   Y el jefe del pueblo le contestó: "Nosotros tenemos nuestro propio contador de historias." Eso está muy bien pero la televisión puede contarles miles de historias, le dijo el periodista. "Es verdad, le dijo el jefe, pero nuestro contador de historias nos conoce a cada uno de nosotros". Esta es la clave "nuestro contador de historias nos conoce". Así puede contarles no la historia que desearían oír, sino la que necesitan cada día. Puede darles la mejor medicina para el sufrimiento y el mejor consejo para cada decisión que han de tomar. ¿Es la televisión nuestro único contador de historias?


   Para muchos, desgraciadamente, es el único. Para nosotros los que nos reunimos aquí los domingos, tenemos otro contador de historias, otro maestro, otro médico. Jesús es nuestro contador de historias. Nos conoce. Tiene autoridad. Nos ama. Está siempre disponible. Viene a nuestra iglesia y nos enseña.