San Marcos 1, 29-39
“Sáname, Señor, de Todos mis Males”
- La Oración: es comunicación con Dios, es el lenguaje del amor. Cuando nos paseamos por la calle vemos a las personas, celular en mano, comunicándose con todo el mundo; necesidad imperiosa de estar conectados. El mundo de Jesús es su Abba, su padre, y la oración es su medio de comunicación y conexión con Dios. La oración es la manera de decir a su Padre cuánto lo ama.
- Predicar: no significa decir lo que la gente quiere que se diga. Cuando la palabra de los cristianos responde a esta demanda, entonces resulta lógico que esta palabra se venda al mejor postor. Ya no se dice en tal caso lo que hay que decir, sino lo que otros quieren que se diga, sirviendo inevitablemente a intereses ajenos y aun opuestos al evangelio. Predicar no es decir en cualquier lugar una verdad cualquiera, sino decir la verdad que hay que decir aquí y ahora.
- Evangelizar: es liberar a través de la buena noticia y, por tanto, ha de tener actualidad. La misión cristiana de evangelizar incluye anuncio y denuncia. No es cuestión de gusto ni de rendirse a la oportunidad del momento, pues la verdad que hay que decir en cada momento, no es la que ya tiene fácil acogida. Es extender, las palabras y obras de Jesús, por los senderos que él mismo ha trazado; y con la fuerza de su Espíritu que nos ha dejado, ser su voz, su corazón y sus mismos sentimientos, como eco de su Reino.
- Cristo: Él puede y quiere curarnos también a nosotros. No sólo en el sacramento de la Reconciliación, donde nos muestra su misericordia y nos hace partícipes de su victoria contra el mal. También en la Eucaristía. Él ha pensado en este sacramento del pan y del vino «para reparar nuestras fuerzas», y con su fuerza, alimentar a los demás.
Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
REFLEXIÓN
En el Evangelio de este día Jesús se nos presenta predicando el Reino, expulsando a los demonios, curando a los enfermos, pero antes que todo, él se retira a orar en soledad. Él cumple con fidelidad la misión a la que ha sido enviado. Es consciente de que debe anunciar la buena nueva de la salvación, que debe vencer al mal con su obediencia hasta la muerte de cruz.
Jesús, muy de mañana se retira a orar a un lugar desierto. Para el evangelista parece que el apostolado de Jesús quedaría incompleto si no se ofrece el momento de la oración. Marcos no da una información precisa de la oración de Jesús, pero nos indica que Jesús ora con frecuencia y que lo hace a solas en lugar desierto.
Jesús se preparaba para el combate apostólico de la predicación y, más tarde de la pasión, en la oración, en el encuentro con el Padre. Todo aquel que, como Jesús, se dedique al apostolado, debe acudir a la oración para obtener allí, la fuerza para luchar, la fuerza para resistir, la fuerza para perseverar en el camino.
La gente busca a Jesús porque hace milagros y habla con particular elocuencia, desea proclamarlo rey, ensalzarlo. Sin embargo, Él no acepta. Es consciente de su vocación sabe que es el Salvador y que debe anunciar el Reino también en otras aldeas. Sabe que debe caminar inexorablemente hacia Jerusalén hasta el día de su oblación en la cruz, y nada puede hacerlo desistir de su misión pues para eso ha venido.
El cristiano es un apóstol. La vocación cristiana implica la vocación apostólica. Todo buen cristiano ha de ser buen apóstol. Por eso dice san Pablo: "el hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia... me han encargado este oficio y ¡ay de mí si no evangelizara!". Así debemos ser nosotros: llevar en nuestro corazón el anhelo ardiente de que otros conozcan a Cristo, lo amen y den un sentido a sus vidas.
PARA LA VIDA
Cuentan que un sacerdote se aproximó a un herido en medio de una dura batalla de una lejana guerra, y le preguntó: ¿quieres que te lea la Biblia? - Primero dame agua, que tengo sed- le respondió el herido. Y el sacerdote le entregó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en muchos kilómetros a la redonda. – Y ahora, ¿quieres que te lea la Biblia? - volvió a insistir el sacerdote. – Primero dame de comer- suplicó el herido. Y el sacerdote le dio el último mendrugo de pan que guardaba en su mochila. – Tengo frío- fue el siguiente lamento del herido, y el sacerdote se despojó de su abrigo, a pesar del frío que calaba hasta los huesos, y cubrió al lesionado. – Ahora sí, le dijo el herido al sacerdote, ahora puedes hablarme de ese Dios que te hizo darme tu última agua, tu último mendrugo y tu único abrigo. Ahora quiero conocer a tu Dios.
Convertir la caridad cristiana en mera solidaridad de ONG, olvidando que la raíz del amor cristiano está en el Amor de Dios, Fuente de todo amor. También el Evangelio nos presenta este equilibrio entre oración y vida, entre contemplación y acción. Vemos a un Jesús predicando infatigablemente y haciendo multitud de milagros, atendiendo a todos sin descanso. Pero también a un Jesús que sabe retirarse a solas en oración toda la noche para sacar de ella las energías para seguir haciendo el bien. Y es que sin oración, sin referencia a Dios, la acción cristiana puede convertirse en puro activismo, muy respetable por otra parte, pero es que sin contemplación la acción solidaria no puede llevar el nombre de cristiana, por loable que sea.