- Jesucristo es El Rey: su reinado no se basa en el poder sino en la entrega de su vida por nosotros. Jesucristo es Rey desde el servicio a los pobres y desheredados de este mundo. Jesucristo se deja encontrar en los que pasan hambre y sed, en los emigrantes, en los que carecen de casa y vestido, en los enfermos, en los encarcelados, en EL anciano, en el obrero en su taller.
- La Misericordia: El Señor es buen Pastor con todos y Juez misericordioso con los que le han reconocido y amado en los humildes, pues lo que a ellos hicisteis, ‘a mí me lo hicisteis’ “tuve hambre…tuve sed…estuve enfermo…”. Jesucristo es Rey del universo, porque su única ‘Misión’ es el amor universal.
- El Juicio Divino: En la hora del juicio, Cristo nos preguntará cuánto hemos amado al pobre, al que pasa hambre y sed, al emigrante, al marginado, al preso, al enfermo, al anciano. “Ellos revelan más de cerca el rostro de Dios”. No nos preguntará cuánto nos han conmovido, sino si les hemos prestado ayuda eficaz, si hemos sido capaces de reconocerle y socorrerle en los humildes. Ese día, sólo nos juzgará en el amor…
La solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, hace énfasis en:
- Reino de la verdad y la vida, donde no tiene cabida la mentira, la manipulación, la censura del bien y la bondad; donde la vida es defendida y protegida como el don más grande del amor de Dios.
- Reino de la santidad y la gracia, que nos asemeja a Dios y nos llama a alcanzar la perfección de nosotros mismos, porque es siendo santo como el hombre logra realizar el misterio de su propia humanidad.
- Reino de la justicia, el amor y la paz, como valores que crean fraternidad y solidaridad entre los hombres y los pueblos.
Este es el Reino de Cristo que hoy celebramos, Reino que Él inauguró desde el trono de la Cruz y nos lo confió a nosotros, sus discípulos, para que lo extendiésemos por el mundo con nuestra palabra y nuestro testimonio, con nuestra fidelidad al Evangelio manifestada en todos los ámbitos y momentos de nuestra vida. Para eso celebramos la Eucaristía: aquí encontramos Gracia y fuerza para que el Reinado de Cristo se haga realidad en nosotros y por medio nuestro se abra paso en el mundo, hasta que Dios lo sea todo en todos.
HISTORIA
Una vez un rey que quiso compartir sus bienes con todos sus súbditos, los reunió en el patio de armas. Allí, cada uno podría coger lo que quisiera. Llegó el día y en el gran patio estaban expuestas todas las riquezas del rey: Joyas, relojes, alfombras, muebles, coches… En medio del patio, en un gran trono el rey examinaba a sus súbditos. En sus ojos brillaba la avaricia al admirar aquel enorme mercadillo gratis.
Una anciana se acercó al trono del rey y le preguntó: ¿Es verdad, majestad, que puedo elegir lo que quiera de lo que aquí veo? "Sí, puede elegir lo que usted quiera", le contestó el rey. "Entonces, yo elijo al rey", dijo la anciana. "Por haber elegido al rey, todo lo mío es también suyo". La ancianita, sabia y nada ambiciosa, eligió lo mejor, el rey, el dueño de las cosas, el señor del reino y entró a formar parte de la familia del Rey.