25° Domingo del Tiempo Ordinario, 18 de Septiembre 2022, Ciclo C

 San Lucas 16, 1-13

 

” No Podéis Servir a Dios y al Dinero”

 

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-A Quién Servimos? "No podéis servir a Dios y al dinero". Los bienes de este mundo pueden considerarse como una bendición de Dios, pero suponen también un grave peligro en la medida en que nos esclavizan y nos hacen "materialistas", con el consiguiente olvido de Dios y de todo lo espiritual.

2.-Los Pobres: son los dispensadores de los bienes que esperamos, son los porteros del Reino de los cielos, para abrir la entrada a los misericordiosos y cerrarla a los despiadados. Son los pobres vehementísimos acusadores, pero intercesores muy poderosos y favorables.

3.-El Dinero: el dinero es necesario en este mundo, pero no podemos, no debemos estar apegados a él, sino emplearlo honestamente, caritativamente. De tal modo utilicemos las cosas temporales para que no perdamos las eternas. con el dinero injusto, lo que podría sugerir que el dinero y los bienes materiales deben ser un instrumento para una buena comunicación con los demás hombres para que no se conviertan a la larga en instrumento de nuestra condenación.

4.-Administrar saber administrar los bienes materiales es el negocio pequeño del hombre, es lo que nadie puede eludir, es lo menos importante.    El problema se complica porque, al fin y al cabo, los bienes materiales no son nuestra propiedad privada absoluta, sino que son algo ajeno que debemos administrar. si uno administra mal lo propio, en todo caso sólo se perjudicaría a sí mismo; pero los bienes materiales son patrimonio de toda la humanidad, o si se prefiere, del mismo Dios que hace salir el sol sobre buenos y malos.  

   La vida se nos da no para malgastarla. Alguien, con cierta razón, ha llegado a decir que nuestra vida es un cheque que Dios pone en nuestras manos para que pongamos la cantidad que necesitemos. Pero ¿qué ocurre? No siempre la administramos bien. 

   Jesús avisa a los discípulos de que la apuesta obsesiva por el “dios dinero” no es el camino más seguro para encontrar valores duraderos, generadores de vida plena y de felicidad. Es preciso, les sugiere, que comprendamos en qué debemos apostar.

REFLEXIÓN

   La liturgia nos sugiere, hoy, una reflexión sobre el lugar que el dinero y los otros bienes materiales deben ocupar en nuestra vida. De acuerdo con la Palabra de Dios que se nos propone, los discípulos de Jesús deben evitar que la ganancia o el deseo inmoderado de lucro manipulen sus vidas y condicionen sus opciones; en contrapartida, son invitados a buscar los valores del “Reino”.

   En la primera lectura, el profeta Amós denuncia a los comerciantes sin escrúpulos, preocupados por ampliar siempre más sus riquezas, pensando únicamente en explotar la miseria y el sufrimiento de los pobres. Amós avisa: Dios no está del lado de quien, a causa de su obsesión por el lucro, esclaviza a los hermanos. La explotación y la injusticia no son admisibles a los ojos de Dios.

   En la segunda lectura, el autor de la primera carta a Timoteo invita a los creyentes a hacer de su diálogo con Dios una oración universal, donde quepan las preocupaciones y las angustias de todos nuestros hermanos, sin excepción. El tema no se une, directamente, con la cuestión de la riqueza (que es el tema fundamental de la liturgia de este domingo), pero la invitación a no quedarse cerrado en sí mismo y a preocuparse por los dolores y las esperanzas de los hermanos, nos sitúa en el mismo campo: el discípulo está invitado a salir de su egoísmo para asumir los valores duraderos del amor, del compartir, de la fraternidad.

   El Evangelio presenta la parábola del administrador astuto. En ella, Jesús ofrece a los discípulos el ejemplo de un hombre que comprendió que los bienes de este mundo eran caducos y precarios, utilizándolos para asegurarse valores más duraderos y consistentes. Jesús avisa a sus discípulos para que hagan lo mismo.

Este evangelio invita a tomar conciencia de que todo lo que tenemos es prestado y algún día debemos devolverlo; hasta el último soplo de vida. Con el pasar de los años, la salud, las posesiones, el poder, la fama, el dinero, la vida misma se irán esfumando. Poco a poco tendremos que dejar todo lo acumulado y nos quedaremos con lo que hayamos entregado generosamente. Nuestra vida no debe estar centrada en el dinero. En sufrir porque no tenemos el dinero suficiente para vivir dignamente. En sufrir y desgastarnos más de la cuenta con el fin de ganar el dinero requerido para el consumo que exige el estatus social, o en sufrir para cuidar el dinero que ya tenemos y hacerlo producir más. Hay personas que se la pasan todo el tiempo quejándose por lo que no tienen y olvidan disfrutar de las cosas bellas que tienen. Sin embargo, hay también quienes con todo el dinero no son felices.

PARA LA VIDA

Oración

   Padre y Madre Dios, te damos gracias por todas las cosas bellas que compartimos a diario.

   Por el aire que respiramos, el agua que consumimos, por las personas que amamos y nos aman.

   Por el trabajo, el descanso, los espacios para la oración y reflexión. Por tu Palabra que nos interpela, nos cuestiona, nos anima y nos llena de esperanza.

   Por la vida que tenemos entre manos en medio de amenazas, pero también con tantas posibilidades para hacerla cada día más bella, digna y feliz.

   Te damos gracias porque hoy abres nuestros ojos ante la necesidad real del recurso económico, así como ante el peligro que él encarna.

   Ayúdanos a mantenernos siempre libres para vivir a plenitud como auténticos seres humanos.

   No permitas que caigamos en la tentación de la injusticia, el egoísmo, la insolidaridad.

   No permitas que caigamos en el pesimismo, en la pereza, en la mediocridad, en la desesperanza; en pensar que hemos nacido para ser pobres, miserables e infelices.

   No permitas que caigamos en la tentación de acumular miserablemente una fortuna que represente miseria para los demás.

   No permitas que caigamos en un consumismo banal que genere desequilibrio para nuestra vida.

   Ayúdanos a ser equilibrados en el trabajo, en el consumo, en el ahorro, en el descanso, en el compartir con los más necesitados.

   Inunda nuestros corazones de energía y de ganas de vivir.

   Danos la sabiduría descubrir las oportunidades que nos ofrece la vida, aún en medio de las más duras amenazas y dificultades.

   Te abrimos todo nuestro ser para que nos llenes de tu amor y vivamos felices, llenos de alegría, de generosidad, de compasión y de ganas de servir.

Amén.

24° Domingo del Tiempo Ordinario, 11 de Septiembre 2022, Ciclo C

San Lucas 15, 1 - 32

 

Habrá Alegría en el Cielo por un Pecador que se Convierta

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.- El Pecado nos Aleja de Dios: por eso, el pecado «no es cosa mía», como a veces decimos; porque esa cosa mía atenta contra muchos, contra el bien de otros, contra la «cosa nuestra» de la comunidad. Así, quien odia, deja de aportar amor; quién miente, deja de aportar verdad. No hay, entonces, término medio: o aportamos en la construcción de la comunidad o colaboramos en su debilitamiento y destrucción.

2.- El Pecado Nos Hace Volver a Dios: una íntima vergüenza nos invade, prisioneros de una ilusión suicida. «Soy un pobre-hombre», concluimos. Es la sensación que todos, alguna vez, hemos vivido: esa rara mezcla de amargura, desazón, vergüenza y lástima de nosotros mismos. Son los momentos en que tocamos con nuestras propias manos nuestro límite, para reconocer al fin que nos hemos equivocado. Pero aún no sabemos si ese sentimiento es orgullo herido o sincero arrepentimiento. Sin embargo -esto es lo maravilloso de la vida-, esa amarga y humillante experiencia puede ser el punto de partida de un nuevo y largo camino: el camino de la reconstrucción de la vida. 

3.- La Alegría del Perdón: Dios se alegra al acoger al pecador arrepentido; más aún, él mismo, que es Padre de infinita misericordia, "dives in misericordia", suscita en el corazón humano la esperanza del perdón y la alegría de la reconciliación. Todos necesitamos ser salvados. Y si no hemos caído más bajo ha sido por pura gracia.

4.- La Salvación: Jesús vino para salvar a los pecadores. Ante el misterio del Corazón Redentor de Cristo, todo hombre es siempre recuperable para la salvación y la santidad. No tenemos que condenar a los demás, toda vez que Dios, desde el momento en que constata el arrepentimiento, perdona y no niega su gracia. Así se derrumba todo lo que pudiera constituir orgullo del "justo" y del observante, frente al perdón que viene de Dios. El pecado nos separa de Dios, principio de vida. El perdón que Dios nos regala es una nueva creación, una renovación interior expresada mediante la imagen de "un corazón nuevo". 

REFLEXIÓN 

   La liturgia de este Domingo centra nuestra reflexión en la lógica del amor de Dios. Sugiere que Dios ama al hombre, infinita e incondicionalmente; y que ni siquiera el pecado nos aparta de ese amor.

   La primera lectura nos presenta la actitud misericordiosa de Yahvé frente a la infidelidad del Pueblo. En este episodio, situado en el Sinaí, en el espacio geográfico de la alianza, Dios asume una actitud que se va a repetir muchas veces a lo largo de la historia de la salvación: deja que el amor se superponga a la voluntad de castigar al pecador.

   En la segunda lectura, Pablo recuerda algo que nunca deja de asombrar: el amor de Dios manifestado en Jesucristo. Ese amor se derrama incondicionalmente sobre los pecadores, les transforma y les convierte en personas nuevas. Pablo es un ejemplo concreto de esa lógica de Dios; por eso, no dejará nunca de testimoniar el amor de Dios y de darle gracias.

   El Evangelio nos presenta al Dios que ama a todos los hombres y que, de forma especial, se preocupa por los pecadores, por los excluidos, por los marginados. La parábola del “hijo pródigo”, en especial, presenta a Dios como a un padre que espera ansiosamente el regreso del hijo rebelde, que lo abraza cuando le avista, que le hace volver a entrar en su casa y que ofrece una gran fiesta para celebrar el reencuentro.

   Así ve Jesús a Dios, el «Padre» por excelencia. No impone su voluntad ni mendiga el cariño de nadie. Le dio la libertad al hombre y acepta el riesgo de su desobediencia y el desafío del pecado... sin resentimiento. Es un Dios que cree en el amor; y que el amor es más fuerte que el pecado más tremendo. Cree que el amor puede transformar al hombre; por eso espera. Es un amor que se adelanta a todo gesto de arrepentimiento; un amor -gran paradoja- que hace vivir al pecador.

 PARA LA VIDA 

   Existía un monasterio que estaba ubicado en lo alto de la montaña. Sus monjes eran pobres, pero conservaban en una vitrina tres manuscritos antiguos muy piadosos. Vivían de su esforzado trabajo rural y fundamentalmente de las limosnas que les dejaban los fieles curiosos que se acercaba a conocer los tres rollos, únicos en el mundo. Eran viejos papiros con fama universal de importantes y profundos pensamientos. En cierta oportunidad, un ladrón robó dos rollos y se fugó por la ladera. Los monjes avisaron con rapidez al abad.

   El superior, como un rayo, buscó la parte que había quedado y con todas sus fuerzas corrió tras el agresor y lo alcanzó: "¿Qué has hecho? Me has dejado con un sólo rollo. No me sirve. Nadie va a venir a leer un mensaje que está incompleto. Tampoco tiene valor lo que me robaste. Me das lo que es del templo o te llevas también este texto. Así tienes la obra completa." "Padre, estoy desesperado, necesito urgente hacer dinero con estos escritos santos". El abad le dijo: "Bueno, toma el tercer rollo, si no, se va a perder en el mundo algo muy valioso. Véndelo bien. Estamos en paz”. 

   Los monjes no llegaron a comprender la actitud del abad. Estimaron que se había comportado débil con el ladrón, y que era el monasterio el que había perdido. Pero guardaron silencio, y todos dieron por terminado el episodio. Cuenta la historia que después de una semana, el ladrón regresó. Pidió hablar con el Padre Superior: " Aquí están los tres rollos, no son míos. Los devuelvo. Te pido, en cambio que me permitas ingresar como un monje. Cuando me alcanzaste, todo me esperaba, menos que tuvieras la generosidad como para darme el tercer rollo y la confianza en mí como para creer el valor de mi necesidad, y que todavía dijeras que estábamos en paz, perdonándome con mucha sinceridad.

   Eso me ha hecho cambiar. Mi vida se ha transformado". Nunca ese hombre había sentido la grandeza del perdón, la presencia de tanta generosidad. El abad recuperó los tres manuscritos para beneficio del monasterio, ahora mucho más concurrido por la leyenda del robo y del resarcimiento. Y además consiguió un monje trabajador y de una honestidad a toda prueba.  

   “En cada palabra se recibe un don que no está fabricado por los hombres; entonces podemos decir que Dios viene a nosotros y que nos hace libres”.

 

23° Domingo del Tiempo Ordinario, 4 de Septiembre 2022, Ciclo C

 San Lucas 14, 25 - 33

 

El Que No Renuncia a Todos sus Bienes no Puede ser Discípulo Mío

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-Cómo Seguirlo? empezando por uno mismo, por mis bienes corporales y por todos mis bienes, incluida, por supuesto, mi familia, mi dinero, mis cargos públicos y privados. Si soy una persona sana y fuerte debo poner al servicio de Cristo mi salud y mi fortaleza; si soy débil o estoy enfermo, igualmente debo poner al servicio de Cristo mi debilidad y ni enfermedad. Todos tenemos, o podemos tener nuestras propias cruces, pongamos estas cruces al servicio de Cristo. Y si nos consideramos muy felices y afortunados por lo que somos y tenemos, pongámonos enteramente al servicio de Cristo. Es decir, que lo primero en mi vida es Cristo, después viene todo lo demás.

2.- La Eucaristía: en este encuentro maravilloso con Cristo, que se entrega por nosotros, escuchamos una vez más lo que Dios quiere de nosotros: que le sigamos, que seamos sus discípulos y que le imitemos. Para ello hemos de renunciar a muchas cosas, entre otras a nosotros mismos. Es lo mismo que hizo el Señor, que se rebajó hasta la muerte, y una muerte de cruz. Así lo vamos a celebrar en la Eucaristía. Que dios nos de su sabiduría y su Espíritu Santo para que podamos comprender un poco más los designios de Dios para con nosotros, y que nos ilumine y de fuerzas para seguir lo que Él quiere de cada uno de nosotros.

3.-Seguir a Jesús: Jesús nos pide un compromiso radical con su misión, no le valen las medias tintas. Pero a los que le tienen confianza, Él le devuelve cien veces más. Jesús nos deja libertad de elección y nos advierte claramente de los riesgos y dificultades que entraña la aventura de seguirle. No es una decisión que pueda ser tomada a la ligera, en un momento de euforia. Hace falta seriedad, inteligencia, un programa serio y comprometido de vida, aceptación de la cruz. Para poder decidirse hace falta hacer una opción clara por Jesús de Nazaret y con las exigencias del Reino. 

REFLEXIÓN 

   La liturgia de este domingo nos invita a tomar conciencia de cuán exigente es el camino del “Reino”. Optar por el “Reino” no es escoger un camino de facilidad, sino aceptar recorrer un camino de renuncia y de entrega de la vida. Es, sobre todo.

   La primera lectura recuerda a todos aquellos que no consiguen decidirse por el “Reino”. Sólo en Dios es posible encontrar la verdadera felicidad y el sentido de la vida. Aunque exigente, el camino “reino” conduce a la felicidad plena.

   La segunda lectura recuerda que el amor es el valor fundamental, para todos los que aceptan la dinámica del “Reino”; sólo él permite descubrir la igualdad de todos los hombres, hijos del mismo Padre y hermanos en Cristo. Aceptar vivir en la lógica del “Reino” es reconocer en cada hombre a un hermano y actuar en consecuencia.

   En el Evangelio donde se trazan las coordenadas del “camino del discípulo”: es un camino en el que el “Reino” debe tener la primacía sobre las personas que amamos, sobre nuestros bienes, sobre nuestros propios intereses y esquemas personales.Quien toma contacto con esta propuesta tiene que pensar seriamente si quiere acoger, si tiene fuerzas para seguir. Jesús no admite medias tintas: o se acepta el “Reino” y se embarca en esa aventura a tiempo completo y “a fondo perdido”, o no vale la pena comenzar algo que no se va a llevar a efecto.

Jesús propone siempre máximos, aunque comprende nuestros mínimos, lo cual no es una excusa, porque no es imposible cumplir esas metas de horizontes infinitos. Estamos recordando estos días el centenario de su nacimiento y un nuevo aniversario de la muerte de la beata Madre Teresa de Calcuta, una mujer y una santa, que vivió en plenitud el seguimiento de Jesús, pero tenía claro que las formas de seguirlo son diferentes y variadas, según las diferentes vocaciones. Ella nos recuerda sin embargo cuál debe ser la meta a la que tenemos que tender; tener sólo a Dios por el centro de nuestra vida.

 PARA LA VIDA

   Un poderoso sultán viajaba por el desierto seguido de una larga comitiva que transportaba su tesoro favorito de oro y piedras preciosas. A mitad del camino, un camello de la caravana, agotado por el ardiente reverbero de la arena se desplomó agonizante y no se volvió a levantar. El cofre que transportaba rodó por la falda de la duna, reventó y derramó todo su contenido de perlas y piedras preciosas entre la arena. El sultán no quería aflojar la marcha; tampoco tenía otros cofres de repuesto y los camellos iban con más carga de la que podían soportar. 

   Con un gesto, entre molesto y generoso, invitó a sus pajes y escuderos a recoger las piedras preciosas que pudieran y a quedarse con ellas. Mientras lo jóvenes se lanzaban con avaricia sobre el rico botín y escarbaban afanosamente en la arena, el sultán continuó su viaje por el desierto. Se dio cuenta de que alguien seguía caminando detrás de él. Se volvió y vio que era uno de sus pajes que lo seguía, sudoroso y jadeante. - ¿Y tú – le preguntó el sultán – no te has detenido como los demás a recoger el tesoro? El joven respondió con dignidad y orgullo: - No, ¡yo sigo a mi Rey!.

   “Eres lo que tienes” es su lema.  Aunque la realidad sea mucha gente insatisfecha, vacía, aislada, deprimida por no conseguirlo todo ni poder comprarlo todo.  Pero en esta sociedad donde debemos vivir y ser en ella testigos del proyecto liberador y solidario de Jesús. No es fácil, porque es una continua lucha diaria por mantenernos fieles al Evangelio, pero es fuente de alegría, de paz, de salud humana y espiritual. 

22° Domingo del Tiempo Ordinario, 28 de Agosto 2022, Ciclo C

 San Lucas 14, 1. 7 – 14

 

El Que Se Eleva Será Humillado, y el Que Se Humilla Será Elevado

Homilía Padre Luis Guillermo Robayo M.

1.-La Humildad: como una virtud necesaria en la vida de todas las personas. La persona humilde es, casi siempre, más apreciada que la persona soberbia. Dice san Agustín: “El verdadero camino para llegar a la verdad es la humildad, segundo la humildad, tercero la humildad; y cuantas veces me lo preguntes, otras tantas te diré lo mismo. No es que falten otros que se llamen preceptos, pero si la humildad no precede, acompaña y sigue todas nuestras buenas acciones.

2.-La Soberbia: nos lo arrancará todo de las manos. Porque los otros vicios son temibles en el pecado, más el orgullo es temible incluso en las buenas obras. El soberbio religioso es muy peligroso porque fácilmente condena, denuncia y desprecia a los demás porque se creen que lo suyo es lo único válido. San Agustín dice que a los soberbios les conviene caer para que experimenten también la debilidad: "Si es más soberbio, jamás será mejor; si es mejor, sin duda alguna será más humilde. Si quieres descubrir que eres mejor, interroga a tu alma por si ves en ella alguna hinchazón. Donde hay hinchazón, hay vaciedad. El diablo intenta hacer su nido donde encuentra un lugar vacío". 

3.-La Acogida: al banquete de la Eucaristía todos somos invitados por igual. Quien preside es Cristo, en su nombre y sólo en su nombre lo hace el sacerdote. Al celebrar la Eucaristía hemos de tener los mismos sentimientos de Cristo, que nos invita a su mesa. El altar es la "mesa del compartir". Celebramos una comida fraterna en la que todos participamos y a la que son llamados especialmente los más pobres. Jesús advierte que cuando demos un banquete invitemos especialmente a pobres, lisiados, cojos y ciegos porque no podrán pagarte. Cuando junto a la mesa del banquete están los más necesitados estamos poniendo en práctica el deseo de Jesús. Habrá quien diga que no son dignos, pero está muy equivocado. 

REFLEXIÓN 

   La liturgia de este domingo nos propone una reflexión sobre algunos valores que acompañan al desafío del “Reino”: la humildad, la gratuidad, el amor desinteresado. 

   En la primera lectura, un sabio de inicios del II antes de Cristo aconseja la humildad como camino para ser agradable a Dios y a los hombres, para tener éxito y ser feliz. Es la reiteración del mensaje fundamental que la Palbra de Dios nos presenta hoy.

   La segunda lectura invita a los creyentes, instalados en una fe cómoda y sin grandes exigencias, a redescubrir la novedad y la exigencia del cristianismo; insiste en que el encuentro con Dios es una experiencia de comunión, de proximidad, de amor, de intimidad, que da sentido al caminar del cristiano. Aparentemente, esta cuestión no tiene mucho que ver con el tema principal de la liturgia de este domingo, sin embargo podemos ligar la reflexión de esta lectura  con el tema central de la liturgia de hoy, la humildad, la gratuidad, el amor desinteresado, a través del tema de la exigencia: la vida cristiana, esa vida que brota del encuentro con el amor de Dios, es una vida que exige de nosotros determinados valores y actitudes, entre los cuales sobresalen la humildad, la sencillez, el amor que se hace don.

   El Evangelio nos sitúa en el ambiente de un banquete en la casa de un fariseo. El encuadre es el pretexto para que Jesús hable del “banquete del Reino”. A todos los que quieran participar en ese “banquete” él les recomienda humildad; al mismo tiempo, denuncia la actitud de aquellos que conducen sus vidas con la lógica de la ambición, de la lucha por el poder y por el reconocimiento social, de la superioridad sobre los otros. Jesús sugiere, también, que todos los hombres están invitados al “banquete del Reino” y que la gratuidad y el amor desinteresado deben caracterizar las relaciones establecidas entre todos los que participen en el “banquete”.

 PARA LA VIDA

Lo Importante no es el Dinero, si no el Corazón


   Durante su estadía en la ciudad de París, el poeta alemán Reinero María Rilke pasaba todos los días por un lugar donde se hallaba una mendiga. Ella estaba sentada, espaldas a un muro de una propiedad privada, en silencio y aparentemente sin interés en aquello que solía ocurrir a su alrededor. Cuando alguien se acercaba y depositaba en su mano una moneda, rápidamente con un ademán furtivo guardaba ese tesoro en el bolsillo de su desgarbado abrigo. No daba nunca las gracias y nunca levantaba la vista para saber quién fue el donante. Así estaba, día tras día, echada de espaldas contra aquella pared. 

   Un día, Reinero María pasó con un amigo y se paró frente de la mendiga.  Sacó una rosa que había traído y la depositó en su mano. Aquí pasó lo que nunca había ocurrido: la mujer levantó su mirada, agarró la mano de su benefactor y, sin soltarla, la cubrió de besos. Enseguida se levanta, guarda la rosa entre sus manos y lentamente se aleja del lugar. 

   Al día siguiente no se encontraba la mujer en su lugar habitual y tampoco durante el día siguiente y el subsiguiente; y así durante toda una semana. Con asombro, el amigo le consulta a Reinero María acerca del resultado tan angustiante de su dádiva.  Rilke le dice:  - "Se debe regalar a su corazón, no a su mano."  Tampoco se aguantó el amigo la otra pregunta acerca de cómo haya vivido la mendiga durante todos estos días, ya que nadie ha depositado ninguna moneda en sus manos. Reinero María le dijo: - "De la rosa".